Hojaverde y el Amigo de los Elfos.

Por The Balrog of Altena


Capítulo 17mo: Las puertas de Orthanc se abren.


Eran finales de marzo del año 3021 de la Tercera Edad, mas según el Cómputo de Gondor el primer año de la Cuarta Edad había empezado el día trece de aquel mismo mes. Aragorn y sus hobres habían pasado un día y una noche en Edoras gozando de la hospitalidad del Rey Éomer y el Príncipe Imrahil antes de partir hacia las montañas occidentales de Ered Nimrais. Así es, el Príncipe de Dol Amroth se encontraba en Edoras con su hermosa hija Lothíriel cuando ellos llegaron, lo que sorprendió a Aragorn y Legolas pero no a Faramir, quien sabía de la atracción que sentía el enamorado Rey Éomer por su prima.

Así pues, Éomer, a causa de la gran amistad que lo unía a Aragorn, se unió a la compañía, y con él fueron diez leales jinetes Rohirrim del Éored que capitaneaba cuando aun era Tercer Mariscal de la Marca. Pero Imrahil y Lothíriel no les acompañaron, pues el príncipe no creía que ése fuera un camino apropiado para su hija y, tras haber pasado dos meses en la Casa de Meduseld, se despidieron y siguieron rumbo Sur hacia su hogar. Y todos notaron que es separaciómn apenaba al Rey de la Marca.
Ahora bien, habían pasado tres días desde que se despidieron del Príncipe de Dol Amroth, y en frente se alzaba Ered Nimrais, blancas en el horizonte azul como cubiertas por un manto de nieve recién caída y resplandeciente a la luz del sol.

En la lejanía y acercándose a las cavernas del Abismo de Helm, los finos oídos de Legolas podían oir cada vez más claramente el incesante golpeteto de los martillos y el pico, acompañados por graves voces y pasos de pies calzados con botas pesadas. Por lo que el Elfo había visto en la solitaria Erebor y en la colosal Minas Tirith, sabía muy bien que los Enanos eran muy apasionados en sus trabajos y siempre intentaban dar lo mejor de ellos; por eso creía poder imaginar qué maravillas había hecho el pueblo de Gimli embelleciendo aun más la hermosa Aglarond. Pero su imaginación no alcanzaba la realidad de los grandes trabajos que habían realizado y de lo que aun les quedaba por hacer.

Legolas recordaba con cariño la primera vez que entró en las Cavernas Centelleantes con Gimli al final de la Guerra del Anillo: se había quedado sin palabras por las maravillas que había visto a la simple luz rutilante de la antorcha de su amigo; maravillas que él nunca había creído posible haber en las entrañas oscuras y húmedas de la tierra. Pero más aun le maravillaron las palabras de Gimli, que le llegaron al corazón. Pues aquel día Gimli compartió con él el amor que todo Enano sentía por la piedra y las joyas ocultas bajo tierra en la negrura, con hermosas palabras que parecían poseía y canto brotando de sus labios de Enano.

Aquel día y apartir de entonces se dijo a sí mismo más de una vez lo poco que en realidad lo Elfos sabían de los Enanos. Recordaba que de pequeño, su padre el Rey y muchos otros le decían que los Enanos no tenían arte, y que no conocían la poesía y el canto. Gracias a Gimli, Legolas había comprobado que aquello no era verdad, y tenía ganas de reírse de sí mismo y de su pueblo por decirse ser las criaturas vivientes más sabias de la Tierra Media. ¿Cómo podían llamarse sabias si conocían tan poco a los Hijos de Aulë el Herrero? Legolas sintió ganas repentinas de reír, mas contuviéndose sólo se le dibujó una sonrisa en el hermoso rostro élfico y sintió un cosquilleo en el estómago.

Legolas alzo en alto la cabeza y sonrió para sí mismo, oyendo el sonido del martillo y el yunque que tanto le recordaban a su buen amigo. Había pasado demasiado tiempo sin verle, y ahora rebosaba de felicidad porque estarían prontos en una nueva aventura, él, Gimli y Aragorn, los Tres Cazadores juntos otra vez.

La Compañía del Rey Elessar se acercaba, y vieron que la colonia de Enanos no sólo había embellecido las cuevas interiores, sino también el exterior, tallando la piedra al estilo enano, asemejándose a un palacio que nacía de la misma montaña; y en la entrada había dos grandes pilares de cuatro lados que sostenían un poderoso entablamiento adornado con tríglifos y runas enanas, en las que había escrito el nombre de las cavernas y de su Señor y el año en el que comenzó la construcción.

En aquella gran entrada, de pie entre los pilares grises, Gimli el Señor de las Cavernas Centelleantes les aguardaba para darles la bienvenida, al igual que varios de sus parientes incluyendo el anciano Glóin, y una numerosa multitud que, a pesar del frío con el que Anar se había alzado aquel día de marzo, habían venido a mostrar su respeto al Rey Elessar del Reino Unificado de Gondor y Anor.

Legolas se preguntaba quien de los dos, si él o Gimli, sería el primero en perder los estribos y abrazar al otro como alguien haría a un hermano muy querido y largamente extrañado. Probablemente seré yo, se dijo Legolas, cuando se percató que con sólo mirar al Enano ya temblaba por dentro de emoción. Mas por sorpresa de él y de Aragorn, Gimli les recibió con una profunda reverencia en lugar de con su típica explosión de gritos de alegría, seguida por los gruñidos y las quejas diciendo que se habían retrasado mucho, hechándole la culpa al Elfo, que estaba segura que se había detenido demasiado tiempo a conversar con los árboles.

"¡Bienvenidos a las Cuevas Centelleantes de Aglarond, mis señores! ¡Gimli hijo de Glóin, Señor de las Cavernas Centelleantes ha vuestro servicio!"

Los demás le siguieron inclinándose frente al rey, el Senescal y el Señor de Ithilien a la usanza de los Enanos, y dándoles su más calurosa bienvenida. El Rey Éomer, aunque inesperada su llegada, no recibió menos atenciones.

Legolas se movió incómodo sobre la grupa de Arod ante la inesperada muestra de respeto y la exagerada formalidad con la que su amigo le había recibido. No estaba acostumbrado a que alguien se inclinara ante él ni tampoco al título de Señor de Ithilien. Y si ésto no se lo había esperado, menos aun que al desmontar de su cabalgadura Glóin le tomara la mano larga en la suya anciana pero fuerte y se la besara.

"Bienvenido, Maese Legolas, Señor de Ithilien, a nuestra humilde morada."

Legolas se encontró en una situación en la que pocas veces se había hallado: no sabía que hacer o cómo responder. Pues este gesto de afecto sólo lo había visto en alguna ocasión entre Gimli y Glóin, entre padre e hijo en algún momento de amor paternal, y no estaba seguro de qué significado podría tener para él y Glóin, que no eran de la misma família ni pertenecían a la misma raza. Pero finalmente optó por hacer lo mismo que había visto hacer Gimli: besarle la mano al anciano Enano. Inseguro aunque no mostrándolo, Legolas se incó en una rodilla para estar más a la misma altura que el otro y así lo hizo.

"Mi Señor." - no supo que más decir, y al inclinarse Glóin alcanzó a ver el colgante de mithril con los emblemas de Dúrin tallados en diamante blanco pendiendo de la cadena que Legolas llevaba alrededor del cuello. El Enano se acarició la barba blanca y sonrió.

Después los caballos fueron desenjaezados y llevados a los pastos para que acamparan libres mientras que los recién llegados fueron llevados a Aglarond, donde les esperaba un banquete y cama para la noche, pues a la mañana siguiente la compañía partiría de nuevo, y con ellos se uniría Gimli.

Gimli y los Enanos condujeron al rey y a su compañía por largos pasillos sinuosos, y a la luz de las lámparas gemas y cristales y filones de mineral preciosos centelleaban en las paredes pulidas, y la luz resplandecía en las vetas de los mármoles nacarados, que Gimli decía ser luminosos como las manos de la Reina Galadriel. A su alrededor se alzaban columnas de nieve, azafrán y rosicler talladas en formas como sueños, y no parecían talladas por manos Enanas, sino que brotaban de los suelos multicolores para unirse a las colgaduras resplandecientes: alas, cordeles y velos sútiles como nubes cristalizadas, y había lanzas, pendones y pináculos colgantes.

Caminando por salones que se suceden, de recinto en recinto, siguiendo una bóveda a otra, se encontraron en alguna ocasión con los Enanos en pleno trabajo, que con arte y delicadeza, y en pequeños golpes para no dañar la maravillosa obra natural, trabajaban los claros de piedra florecida para que los cristels y minerales de colores mostraran mayor resplandor a la luz de las antorchas.

Y mientras caminaban escuchaban el agua que tintineaba en las lagunas acompañado por el golpe del pico y ocasional golpe de martillo en las herrerías, poblando cada salón y pasillo de musica eterna. En uno de los recintos que cruzaron había un lago sereno, y un mundo titilante emergía de las aguas sombrías cubiertas de límpidos cristales.

Desde luego, el lugar había cambiado notablemente desde la última visita de Legolas, y aquella era la primera visita de Aragorn, por lo que el hijo de Arathorn quedó maravillado ante la nueva cuidad de su amigo Gimli, pero no podía envidiarle, pues su cuidad blanca también era hermosa.

Finalmente bajando una escalrera, los senderos sinuosos los habían llevado al mismo corazón de la monataña; a un recinto plateado donde el cristal de las paredes brillaba como una lluvia de estrelllas, y los pendones estaban rociados con gemas blancas, y allí celebraron un gran banquete con los Enanos, y las cavernas se llenaron de luz, música y risa hasta el crepúsculo.
Tras meses de estar separados por tantas lenguas de distancia, Legolas y Gimli volvían a cabalgar juntos sobre la grupa del arsico y fogoso Arod, como hicieron en los días oscuros de la Guerra del Anillo, sólo que ahora era días muy felices y llenos de esplendor. Aunque la brisa soplaba fresca por la mañana, el sol brillaba sobre los campos verdes salpicados por el suave rocío de la bruma matutina.

Legolas cabalgaba alegre junto a Aragorn y Roheryn. La presencia del Enano a sus espaldas le recomfortaba más de lo que creía, pues no se daba cuenta que el anhelo al mar había sido olvidado; por ahora. Pero Gimli ya no se aferraba al Elfo como hacía antes, pues ya no temía al caballo y hasta admitía que, una vez volvió a sentarse sobre el corcel, supo que lo había estado hechando de menos.

Legolas y Gimli no dejaron de conversar durante horas mientras cabalgaban. Tenían muchas cosas que contarse, aun las más insignficantes.

"Te veo muy feliz, Gimli." - de improviso le dijo Legolas una vez. Gimli levantó las cejas, sonriente.

"¿Cómo no iba a sentirme feliz aquí, con mis más queridos amigos en otra nueva aventura, como en los viejos tiempos?" - dijo, a lo que Legolas rió suavemente.

"Ai, pero no es a esa felicidad a la que me refiero. Desde aquella noche en Minas Tirith que los ojos te brillan de un modo extraño, y he observado que sonríes hasta en sueños. ¿No será cierta doncella la verdadera razón de tu felicidad?"

Gimli se sonrojó.

"¿No te apena separarte de ella?" - se unió Aragorn a la conversación, que cabalgando al lado de ellos les había estado escuchando. - "¿No te preocupa dejarla sola, con tantos Enanos que la cortejan."

"No tengo porqué preocuparme." - respondió Gimli firmemente. - "Ella me ha dado razones para creer que yo seré el único. Y a demás," - añadió con una sonrisa retorcida - "he convencido a mis primos para que la vigilen día y noche. Si algún otro se acerca a ella sin mi consentimiento, ellos me lo harán saber, ¡y cuando vuelva le mostraré a ese ladrón quién es Gimli hijo de Glóin!" - dijo, apretando la empuñadura de su hacha en la mano como preparado para asestarla en la cabeza de alguien. Los Enanos no son sólo posesivos con sus tesoros, sino también y especialmente con sus amantes. De improviso los ojos ardientes de Gimli se apagaron y su mirada fue distante, como si acabara de perderse en un sueño o en un recuerdo agradable.

"Men lananubukhs Dwon... Ekespu azbadu men o bepap opetu ezirak." - habló en su propia lengua secreta, una mano en el pecho, los ojos cerrados, y una expresión de paz y amor en el rostro barbudo. Tanto Legolas como Aragorn muy pocas veces le habían oído hablar en Khuzdûl; solamente en batalla y hablando gritos de guerra. Pero estas palabras, aunque nadie las comprendía, no se parecían nada a las que decía Gimli en medio de un combate; estas palabras parecían hablar de amor.

"En poco tiempo vas a ser un hombre casado," - dijo Legolas suavemente - "Me alegro por tí."

Gimli se incorporó, despertando de sus pensamientos ante el extrañado por el comportamiento de su amigo. Raramente Legolas hablaba de doncellas y de amor, por no decir nunca, y en los últimos dos minutos no había hecho otra cosa que hablar de ello.

Gimli no podía verle la cara, porque él miraba hacia adelante, mas vió con claridad el movimiento de sus hombros cuando suspiró. Entonces Legolas volvió la cabeza hacia atrás para mirarle con diversión en los ojos.

"Y después del matrimonio vienen los hijos." - dijo con una enorme sonrisa en sus labios, a lo que Gimli rompió en una larga carcajada. - "¿Qué ocurre? No me digas que no deseas tener hijos, ¡con las ganas que tenía yo de ser llamado tío Legolas." - bromeó.

"Por supuesto que quiero tener hijos." - respondió entonces el otro, en voz baja, una brillante luz en sus ojos.

"¡Bien!" - exclambó el Elfo felizmente - "¿Has pensado ya en algún nombre?"

"No." - rió Gimli ante el entusiasmo de su amigo Elfo - "Ni siquiera estoy casado aun, Legolas, no hay prisa. Conozco muchos nombres nobles y hermosos, pero aun no me he decidido por ninguno. ¿Por qué? ¿No me digas que a tí se te ha acurrido alguno?"

"En realidad sí; un nombre de varón." - fue la rápida e inesperada respuesta de Legolas. Gimli sonrió asombrado.

"¿Y cuál podría ser ese nombre?"

Sólo Aragorn se percató que Legolas estaba algo nervioso, juguetenado con la crin blanca de Arod entre sus largos dedos. Gimli, quien tenía sus manos alrededor de la cintura del Elfo, notó una ligera tensión en su cuerpo.

"Narvi..." - dijo tímidamente, tan silenciosamente que sólo Gimli pudo oírlo.

"¡Narvi! El Hacedor de las Puertas de Moria. ¿Puedo preguntarte porqué ese nombre precísamente?"

Legolas bajó la mirada con timidez. Agradeció que el Enano no le viera el rostro, porque se había sonrojado profundamente. A su lado Aragorn rió suavemente, pero ante una mirada fugaz y poco amistosa que le hechó Legolas, se obligó a sí mismo a poner el semblante serio y no dijo nada.

"Porque..." - dijo finalmente y, tomando una bocanada de aire, levantó la cabeza y trató que su voz sonara firme, que disimulara sus emociones. - "Narvi fue el primer Enano que se unió en una estrecha amistad a un Elfo, Celebrimbor de Eregion."

Gimli sintió el cosquilleo en su estómago que le indicaba que en cualquier momento estallaría en risas incontrolables. Se contuvo, tratando de mostar un rostro impasible, mas no logró esconder una larga sonrisa de asombro. Se inclinó hacia un lado tratando de verle la cara a su amigo Elfo, pero verle la oreja picuda y la mejilla rojas como tomates ya fue suficiente para él. No se rió para no herir los sentimientos de Legolas, pues le había hablado con mucha sinceridad. La sonrisa de asombro pronto se remplazó por una de satisfacción.

"Entiendo, Narvi y Celebrimbor fueron los primeros; Gimli y Legolas son los segundos." - dijo suavemente y con regocijo - "Narvi... Me gusta, Elfo. Has hecho una buena elección. Creo que a Dwon le gustará también."

Legolas abrió mucho los ojos. La mirada se le iluminó y volvió la cabeza rápidamente hacia Gimli, una expresión de alegría y asombro en su bello rostro.

"¿En serio? ¿Te gusta mi sugerencia?"

"Claro. Pero le llamaré así con una condición: si algún día decides sentar esa cabezota testaruda que tienes y tomar una buena doncella como esposa, entonces tu primer hijo varón deberá llamarse Celebrimbor."

De repentente e inesperadamente, pues Gimli desde luego no había anticipado algo así, Legolas se dió la vuelta sobre la grupa y le rodeó con sus brazos en un fuerte abrazo. Arod, molesto por el súbito moviemiento, se encabritó y se hechó al galope, relinchando y sacudiendo la cabeza. Gimli no pudo hacer más que agarrarse al Elfo como si su vida dependiera de ello.

"¡Aaaarrrgg ¡Legolas! ¡Maldito Elfo loco! ¡Detén a esta criatura endemoniada antes de que nos matemos!"

El viento se llenó con la alegre y cantarina risa de Legolas. Agilmente el Elfo se volvió y se sentó mirando en frente, y con una mano en la quijada del caballo susurró suaves palabras élficas que lo calmaron. Gimli se sonrojó de verguenza cuando oyó el coro de risas que había levantado la Compañía del Rey, pero más aun cuando con voz clara y alta Legolas comenzó a entonar una canción muy familiar para el Enano.

"Gimli, hijo de Gloin, de la Casa de Durin,
es un enano valiente, más aun que el gran Túrin.
El temíble guerrero armado con cinco hachas de guerra,
no teme al más horriplante monstruo de la tierra Media.
Con sus piernas robustas y su hacha de poder,
goblins, orcos y trasgos, al verle, se echan a correr."

"Gimli no teme a nada, ni al tumulario o el Balrog de fuego,
ni al dragón alado, ni al más grande uruk-hai le tiene miedo.
Pero, ¡ay! hay una cosa que aterroriza a este enano valiente:
es el caballo de Rohan, que monta con este elfo sonriente.
¡Agarrate fuerte, y en los estribos mantén firmes las piernas!
¡Ten cuidado, Gimli Elvellon, que el elfo soltará las riendas!"

Gimli resopló, "¡Sabes cuanto odio esa canción!" - gruñó, al mismo tiempo que con sus dedos robustos y fuertes como la roca pellizcó al Elfo en la esbelta cintura, a lo que Legolas respondió con un pequeño chillido de dolor. Por gran satisfación de Gimli, Legolas decidió no cantar la tercera estrofa.

En aquel momento Aragorn se acercó al galope a ellos (pues con el encabritamiento de Arod se habían alejado un poco del grupo), "¡Ay!" - les llamó - "Hablando de hijos y esposas; acabo de recordar algo. Os alegrará saber que justo antes de partir de Minas Tirith recibí un mensaje de Pippin."

Legolas hubiera saltado entonces sobre la grupa de Arod, pero no lo hizo porque no deseaba otro pellizco de su amigo Enano.

"¡Ytanto que nos alegramos! ¡No hemos recibido notícias de esos bribones desde aquel día en el Bosque Negro!" -gritó Gimli en su alegría- "¡Esos amigos desleales deberían pensar más en nosotros!"

"Tú hablas por mí, Gimli." - rió Legolas. - "¿Qué puedes decirnos sobre nuestros alegres y jóvenes hobbits?"

"Muy buenas notícias. Para empezar, Sam pronto va a ser padre, si es que no lo ha sido ya, porque cuando recibí las notícias su esposa ya estaba lista para concebir. Lo más seguro es que nuestro Sam esté ahora sentado en el sofá con un lindo bebé hobbit en sus brazos."

"A no ser que se haya retrasado, como vosotros dos." - gruñó Gimli, como siempre hacía cuando recibía notícias que lehacían sentir feliz. Era su modo de no mostrar sensibilidad o emoción - "¡Os estuve esperando en las puertas de las cavernas durante dos días!"

"¿Algo más?" - preguntó Legolas ansioso, no prestando atención al hijo de Glóin. Aragorn le respondió con una sonrisa misteriosa en ése rostro pálido y severo, un centelleo en sus ojos grises.

"Al parecer Gimli no va a ser el único afortunado en casarse y formar una família. Pippin me ha revelado (y guardadlo en secreto porque así me lo ha pedido) que una cierta doncella hobbit le ha cautivado el corazón. Se llama Diamante del Valle Largo, y él asegura que ella responde a sus insinuaciones. También Merry está cortejando a una bonita hobbit llamada Estela Bolger." - entonces miró de reojo a Éomer, que cabalgaba muy cerca de ellos - "Y parece que a partir de ahora va a haber mucha amistad entre Rohan y Dol Amroth, ¿no creéis?" - dijo, guiñándole un ojo a Éomer, quien se hacía el despistado, tratando de controlar el calor que le subía a las mejillas.

"¿Y Frodo?"

"¿Frodo? Oh, él no aún. De todos los miembros de la Compañía, Frodo, Gandalf y tú sóis los únicos que no tenéis remedio, Legolas." - bromeó.

"No me refería a eso. Quiero decir que cómo se encuentra."

Aragorn sonreía, pero la mirada se le había ensombrecido. "Pippin dice que algunos días le ha visto fatigado, y que a veces le ha encontrado con a mirada como perdida en cosas muy lejanas. Así ha dicho él." - el hombre se pasó la mano por los cabellos negros e hirsutos y suspiró. - "Frodo tiene heridas que tardarán mucho en curarse. Temo que algunas incluso no curarán nunca."

Los Tres Cazadores se quedaron silenciosos y taciturnos, hasta que Gimli rompió el hielo como siempre.

"¡Venga, arriba esas barbas! ¡Que estos son días muy felices y muchos más estan por llegar! Venga, Legolas, ¿qué te han parecido las cavernas? Han cambiado mucho desde la última vez que las viste, ¿verdad?" - dijo, con orgullo en la voz.

Legolas se volvió para mirarle, y alzó las manos exasperante (un gesto que no le gustó mucho a Gimli, temeroso de que el caballo volviera a encabritarse. "¡De acuerdo!" - rió - "Lo admito. Estaba equivocado cuando dije que una sola familia de activos enanos provistos de martillo y escoplo haría quizá más daño que bien."

Gimli sonrió triunfalmente.
La Compañía del Rey Elessar Telcontar seguía la ruta del Paso de Rohan. Aceleraron el paso al pasar cabizbajos cerca de la Quebrada de la Muerte, que se alzaba árida y estéril en medio del campo verde, pero al dejarla atrás continuaron el viaje alegres y cantando canciones para el camino; todos menos los hermanos Elladan y Elrohir, que al parecer, desde el encuentro con los orcos y el uruk-hai, se sentían más inquietos con cada paso que los acercba más a Isengard, y ahora se mantenían más alerta que antes. Así llegaron a las orillas del Río Isen, y siguiendo su curso hacia el norte llegaron al fin a su destino: Nan Curunír, el Valle del Mago en la Lengua Común, donde se alzaba Isengard bajo el brazo de las montañas.

Aragorn, Gimli y Legolas contemplaron ante ellos el cambiado paisaje, pues el alto muro circular de piedra negra que antes rodeaba y cercaba Isengard como una prisión había desaparecido, al igual que la entrada meridional en forma de arco, substituída ahora por dos grandes árboles, que como centinelas vigilantes se alzaban a cada lado, guardando la entrada que llevaba al sendero bordeado por vegetación salvaje que conducía directo a la torre de Orthanc. Las antiguas puertas que los ents hubieran arrancado y dejado hechas pedazos a un lado ya no no podían ser vistas en ninguna parte.

Justo cuando se disponían a cruzar los dos grandes árboles, oyeron un 'hum hm, huumhom' y pronto vieron aparecer a Bárbol, caminando a grandes trancos. El viejo ent se inclinó primero lentamente ante los dos reyes con una profunda reverencia, como un árbol que se dobla con el viento, y les dio la bienvenida.

"Os ví llegar desde lejos, y me pregunté qué traía al Rey de Gondor y al Rey de la Marca a Isengard."

"Hemos venido ha inspeccionar Orthanc y restaurarla." - respondió Aragorn - "Pues pensamos utilizarla para nuevos propósitos. Sería una lástima dejar tan grandiosa torre sin ninguna utilidad y acumulando el polvo."

Bárbol le miró largamente, casi de una forma astuta, y asintió.

"¡Hum hm! ¡Saludos, mi buen elfo!" - dijo alegremente, al reconocer el rostro de Legolas y al Enano sentado a sus espaldas sobre la misma grupa. - "He oído decir que ahora eres Señor de Ithilien, eh, muy bien. ¿Cómo fue la visita a Fangorn? Espero que tú y tu amigo no tuvierais ningún problema con los ucornos."

"Ninguno." - sonrió Legolas - "Y fue maravilloso poder estar en Fangorn. Te agradezco de todo corazón que nos consintieras entrar, a mí a mi amigo Gimli. Estoy deseando volver pronto."

Mientras que los profundos ojos verdosos de Bárbol brillaban de placer, Gimli gimió entre dientes, suplicando a Mahal que Legolas no le pidiera acompañarle otra vez a Fangorn. No guardaba buenos recuerdos de la primera (y esperaba que última) visita a ese viejo bosque; sólo recordaba el pavor que sentió por la noche, cuando los árboles parecían inclinarse sobre ellos y hablando en voces entre ellos en una extraña lengua que él no comprendía (pero al parecer Legolas podía hacerlo); y cuando los árboles le cubrían por completo con un grueso techo de ramas y hojas, el aire era más viciado y Gimli sentía que respiraba con dificultad. Eso durante las primeras dos noches, mas llegó a acostumbrarse.

Tal vez Legolas no tuvo problemas con los ucornos, pero Gimli sí, cuando uno de ellos se movió de improviso (pues el Enano había creído que era un árbol) y le arrebató el hacha de las manos, tratando de cortarle la cabeza. Por suerte Gimli logró escapar con su cabeza y su hacha.

Gimli no quería volver a Fangorn. Ni por todo el mithril del mundo.

"¡Humhom! ¡Humm! ¡Así me gusta!" - exclamó Bárbol - "Tú y tu amigo -Gimli, hijo de Glóin, ¿no es así?- seréis siempre bienvendos a mi bosque."

Entonces Bárbol se volvió a Aragorn despacio. "En realidad, cuando os ví llegar pensé que podríais traerme notícias de mis pequeños amigos Merry y Pippin." - dijo, algo más rápido de los habitual, aunque seguía siendo lento para habar. Aragorn sonrió y le contó todo cuanto sabía.

Antes de marcharse, Bárbol les dijo, "Si hubiera algún problema y necesitárais de mi ayuda, podréis encontrarme en los lindes de Fangorn. No estaŕe muy lejos; tan sólo llamadme." - y con eso se fue dando largos trancos, perdiéndose en las profundidades del bosque.

Tan pronto como la compañía cruzó la entrada al anillo de Isengard, observaron maravillados los cambios que el lugar había sufrido desde su última visita. El anillo estaba ya libre de inundaciones, los fosos estaba cubiertos por abundante vegetación y jóvenes árboles y brotes. Isengard se había convertido en una gran jardín de flores silvestres y plantas enredaderas que se aferraban a los pocos restos de los muros y se incustraban en la roca, despedazándola poco a poco. Las hileras de columnas de mármol, cobre, o hierro que dispuso Saruman a cada lado del sendero estaban cubiertas por plantas trepadoras que daban brote a dimuntas flores blancas como polvos de diamante. Podía oirse el murmullo del agua, así que en algún lado de aquel gran jardín de vegetación salvaje debía haber un arroyo con las aguas del Isen.

La compañía siguió cabalgando, las cabezas volviéndose de izquierda a derecha observando el paisaje, hasta que se detuvieron a los mismos pies de Orthanc; el Monte del Colmillo era su significado en la lengua éfica, pero para los jinetes de la Marca orthanc era el Espíritu Astuto.

Allí se alzaba la torre de una forma maravillosa, inexpugnable, y en otro tiempos fue hermosa, y lo volvería a ser. Como nacida de la osamenta de la tierra, Orthanc era una torre de vigilancia creada de la mano de los Hombres, y tenía una altura de unos quinientos pies por encima del llano. Negra y rutilante, su pico estaba formado por cuatro poderosos pilares de piedra facetada que se fundían en uno, apuntando al cielo; cerca de la cima se abrían separadas como cuernos y apuntaban al cielo como agudas puntas de lanza. Desde abajo, los hombres no podían ver como la estrecha plataforma de suelo pulido entre esos pilares brillaba bañada por la luz del sol.

El Rey Elessar desmontó de su noble cabalgadura, su capa negra susurrando como el viento tras él, y subió las largas escaleras que llevaban a las únicas puertas de entrada a aquella inexpugnable torre. En su mano había dos grandes llaves negras muy trabajadas, unidas por una argolla de acero. Algunos, como Gimli, Legolas y Éomer, reconocieron aquellas llaves como las que le dio Ramaviva al Heredero de Isildur, tiempo atrás.

La primera llave que Aragorn utilizó no entró en la cerradura, mas al usar la segunda (la más grande de las dos y también más adornada) la cerradura giró y se abrió con un -cric cric- y las grandes puertas se abrieron ante ellos con un grave y fuerte quejido. Del oscuro interior salió un aire viciado, a causa del largo tiempo que el recinto habia permanecido completamente cerrado. Y al principio, cuando entraron, los hombres se estremecieron, pues extrañamente hacía frío ahí dentro, como si las puertas cerradas no hubiesen permitido el paso de la primavera y el invierno se hubiera quedado atrapado adentro. La oscuridad con la que se encontraron no les alentó mucho tampoco, y miraban algo temerosos y agudizando la vista, temiendo que algo o algún sortilegio mágico saliera de las sombras y se abalanzara sobre ellos. Mas al ver la confianza en sí mismo y la valentía del Rey Elessar, se tranquilizaron, y poco a poco sus ojos se acostumbraron a la oscuridad. La luz que se filtraba por las puertas abiertas comenzaba a hacer su efecto, pero había tardado más de lo habitual en iluminar aquella sala vacía, cómo si la oscuridad fuera un velo negro demasiado pesado.

Dejaron los caballos afuera para que pastaran y vagaran libres, pero ellos no montaron el campamento de tiendas, sino que se instalaron en el interior de Orthanc, algunos en la planta baja y otros en el primer piso. Faramir, Legolas, Gimli y los hijos de Elrond se quedaron abajo con los Montaraces de Ithilien; los dos Reyes de los Hombres, Elessar y Éomer, se instalaron en el primer piso junto con sus hombres de la Marca y Montaraces del Norte.

Nadie excepto el Senescal de Gondor sabía por dónde Aragorn tenía pensado comenzar la restauración, aunque Legolas ya se había decidido a ofrecerse voluntario para trabajar en el gran jardín; pero Gimli estaba ansioso por subir escaleras arriba y explorar cada sala de la torre, esperando encontrar algún secreto escondido en aquel viejo hogar de un poderoso mago.

Mientrastanto, Aragorn contemplaba la segunda llave negra detenidamente, preguntándose qué puertas le permitiría abrir y qué secretos encontraría en ellas. Aun no sabía que aquella misteriosa llave, tan sencilla y a la vez tan rara (pues era más ligera de lo que aparentaba su tamaño), sólo le abriría una puerta de las incontables que había en la torre de Orthanc.




The Balrog of Altena:
Estoy triste... últimamente nadie hace click en el botón de 'submmit review' T-T y el botón se está sintiendo muy solo... ;-)
Un capítulo aburrido, lo sé. Pero os prometo que el próximo será distinto, y llegará más pronto (la semana que viene si todo va bien) De paso os advierto que en los dos próximos capítulos puede que aparezcan escenas un poquitín... violentas. Na! no os preocupéis! sé lo que estáis pensando: creeis que le haré mucho daño a Leggy. Pues no temáis, que no voy a hacerle mucho daño, sólo muchísimo ;-) jeje
Ai! mientras escribía esto tenía mi nuevo gatito siamés llamado Gandalf durmiendo sobre mis piernas...que mono! él es una de las causas por las que tardé más en escribir: era muy perqeñito cuando lo encontré y tuve que cuidarlo bien y darle biberón para que sobreviviese, ¡pobrecito!


VaniaHepskins: Aiya! Siento la tardanza. Tengo muchas ideas en la cabeza para este fic, pero a la hora de escribirlas ya es otra cosa mientras tanto me he dedicado a escribir dos o tres one-shots y un nuevo fic de suspense. Bueno, espero qeu las conversaciones no te hayan aburrido mucho ¡Muchas gracias por tu review y por tu paciencia!

Allison Black: Aiya! ¡Perdón por la tardanza! si este capítulo es tan bueno e interesante como el último, sólo puedes decirlo tú. Yo a todos les pondría de nota digamos un...suficiente XD ¡Muchas gracias por tu review!

Choichi: Aiya! XD si crees que les he hecho muchas putadillas a los personajes, espera a ver lo que viene. Tanto Leggy como Gim van a sufrir un poquito mucho más... MUAJAJAJA!! Ejem, bueno, al fin en Isengard, y será mejor que reces si no quieres que en el próximo cap le haga mucho daño a Legolas sonrisa de mala ¡Muchas gracias por tu review!

Namárië, an sí.



Anar = El Sol (nombre que le dieron los Vanyar.)

Aglarond = Las Cavernas Centelleantes.

Ered Nimrais = Montañas Blancas (se extienden desde Minas Tirith al norte del Abirmo de Helm. En ellas se encuentran las Cavernas Centelleantes.)


Men lananubukhs Dwon... Ekespu azbadu men o bepap opetu ezirak = Amo a Dwon... Es más preciosa para mí que a una sinfín veta de mithril. (Khuzdûl. En realidad no se si es el verdadero lenguaje que Tolkien creó para los Enanos. Yo creo que no porque, aunque la pronunciación sea muy creíble, creo demasiado sencillo para ser una lengua creada por Tolkien. La he encontrado en la página web )

Narvi = Narvi era un gran artesano de los Enanos de Khazad-dûm. Formó una amistad con Celebrimbor, artífice de la tierra vecina de Eregion. Juntos, Narvi y Celebrimbor hicieron el mayor de sus logros para el Rey Durin III: las Puertas de Durin, que guardan la Entrada Oeste de Moria.

Celebrimbor = Puño de Plata. (Celebrimbor es hijo de Curufin hijo de Fëanor, Señor de Eregion y Hacedor de los Anillos de Poder. Celebrimbor descubrió la traición de Sauron, pues él vio como forjaba el Anillo Único en los fuegos del Orodruin. Sauron en persona le dio muerte por ello.)

Mahal = Aule el Herrero (como le llaman los Enanos en su lengua Khuzdûl.)