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CAPÍTULO 2: Biorritmos
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RESIDENCIA HATANAKA/MINAMINO 14:15 PM
- ¿Otra vez verduras? ¬¬
- ¿Qué esperabas? ¿Un solomillo a la pimienta? – Kurama intentó que su comentario sonara jocoso.
- Pues no estaría mal, que llevamos ya tres días viviendo a base de yerbas.
- Shuichi. . . no empecemos.
- A balar como una cabra es a lo que voy a empezar si me como un solo plato más de verdura. ¿Has oído hablar de una cosa extraña que comen los chicos normales, llamada "hamburguesa con patatas"?
Kurama decidió dejar a un lado el tono conciliador y enfrentarse con contundencia a las tonterías de su hermano.
- Oye niño, si no te gusta lo que hay, cocina tú. No te jode. Y ya de paso podrías limpiar un poco, que si no fuera por mí ya nos habríamos ahogado en nuestra propia mierda. ¡No, en TU mierda! Y yo no soy la chacha de nadie.
- Venga, no te hagas la víctima, que tú haces de chacha por deporte. Si en el fondo te encanta eso de pasarte el día fregoteando y ordenando para que todo el mundo vea lo primorosa que tienes la casa.
- ¡Si me paso el día limpiando es porque tú no haces más que dejar porquería por todos lados!
- ¡Si te pasas el día limpiando es porque eres un maniático! ¡Que hasta las lechugas las lavas con lejía!
- ¡Así las dejo libres de parásitos! ¡Parásitos como tú, que eres tan guarro que si te dejara, fregarías los platos a lametones para trabajar menos! – Gritó el Shuichi grande, poniéndose en pie.
- ¡Ah, o sea que ahora soy un parásito, ¿eh?! ¡Claaaaaaaaaro, lo bien que estarías tú sin mí, con tu madre y mi padre para ti solito, ¿verdad?! – Respondió el Shuichi pequeño, poniéndose también de pie.
- Oye no empieces por ahí que yo no tengo la culpa de que tu padre esté encabronado contigo. Si le hubieras pedido perdón como te dije, esto no habría pasado.
- Oh, disculpe el Doctor Minamino por no haber seguido su sabio consejo, pero es que ha sido difícil encontrar un momento para hablar con mi padre dado que ha estado ocupadísimo achuchándote y diciéndote lo maravilloso que eres.
- ¿Pero te estás escuchando? Si de verdad quisieras solucionar tus problemas harías algo al respecto, pero supongo que es mucho más fácil limitarte a echarme a mí la culpa de todo lo que te pasa, así podrás seguir quejándote en vez de intentar solucionarlo – Kurama volvió a sentarse, y miró a su hermano fijamente mientras cruzaba las piernas – Eres un envidioso patético.
En respuesta a eso, Shuichi cogió su plato de verduras y lo tiró al suelo con toda la fuerza que le fue posible. El suelo, recién fregado por Kurama, quedó lleno de brócoli, acelgas y trozos de porcelana.
- ¡¡VETE A LA MIERDAAAAAAAA!! – Le gritó a su hermano, y salió de la cocina.
- ¡¡PARA ESO SOLO TENDRÍA QUE SUBIR AL ESTERCOLERO QUE ES TU HABITACION!!
¡¡¡¡BLAM!!!!
El portazo le indicó que su hermanastro había salido de la casa. Kurama, que se había puesto otra vez de pie para gritarle lo del estercolero, se dejó caer en la silla, resoplando. "Bah, que se largue a hincharse a hamburguesas y me deje un rato tranquilo" Su mirada se posó sobre su plato de verduras. Lo apartó de delante con exasperación. Aquellas estaban siendo, con diferencia, las peores vacaciones de su vida. "Oh, ¿por qué no se celebrará un torneo clandestino de artes marciales cuando más falta hace?"
Después de la discusión entre Shuichi y su padre, el señor Hatanaka se había negado en redondo a dirigirle la palabra a su hijo. Shuichi hubiera querido pedirle perdón, pero cada vez que lo intentaba su padre lo apartaba de su lado de malos modos, y eso hacía que su hijo se indignara y pensara que también él podría pedirle perdón, porque no tenía ningún derecho a exigirle que fuera como su hermanastro.
Y así andaban los dos, de morros todo el día, por más que Shiori intentara mediar entre ellos.
El enfado de Shuichi, además, crecía hasta límites inimaginables si alguna vez pescaba a su padre, que había sido tan desagradable con él, teniendo algún gesto amable con Kurama. Le entraban ganas de estrangular a su hermanastro. Pero, como el chico era plenamente consciente de que su oniisan no tenía la culpa de nada, inmediatamente se sentía todavía peor consigo mismo.
No era culpa de Shuichi. Había sido su padre quien había decidido ponerle en el puesto que, en teoría, debería ocupar él. Y lo peor era que Shuichi pensaba que se lo merecía.
Tras unos diez días con esta situación, llegó la semana de vacaciones que Shiori y su marido se habían cogido del trabajo. Se iban a ir a hacer un viajecito, una especie de segunda luna de miel, pero más modesta, así que los chicos se quedarían solos en casa. Kurama casi no pudo ocultar su alegría cuando se lo dijeron. Le esperaban unos días. . . difíciles, y prefería tener cuanta menos gente posible a su alrededor.
- Oye, Shuichi – Le susurró Shiori antes de marcharse – Ahora que vais a estar vosotros dos solos, intenta hablar con tu hermano para que entre en razón, ¿quieres? Yo haré lo mismo con Kazuya.
- Sí, mamá.
Pero cuando fue la hora de marcharse, el señor Hatanaka sólo se despidió de Kurama, y eso le dolió a Shuichi más que nada de lo que le hubiera dolido hasta entonces en su joven vida. Desde ese mismo instante, creció dentro de él un odio irracional hacia su hermanastro, y en cuanto se quedaron solos, se dedicó a hacerle la vida imposible, sin ayudarle en nada de la casa, sin pasarle las llamadas de teléfono, sin bajar el volumen de la televisión cuando se lo pedía y quejándose absolutamente por todo.
Kurama, por su parte, intentaba que las cosas volvieran a la normalidad. Con lo bien que se lo estaba pasando hasta ahora con eso de la vida familiar. . . Se ocupaba de la limpieza, de hacer la compra, de cocinar, y de aguantar el mal humor de Shuichi, que no era poco. Había intentado tener paciencia con su hermano, porque le constaba que el chico lo estaba pasando mal. Pero todo tiene un límite, y la paciencia del kitsune no era la excepción. Todo el mundo se harta de aguantar las impertinencias de un mocoso.
Volviendo a su actual discusión, después de dejar la casa Shuichi se fue derecho a una hamburguesería. Se compró dos hamburguesas con sus respectivas raciones de patatas, un refresco tamaño grande, dos helados de nata y se lo zampó todo. El resto de la tarde se la pasó sentado en el banco de un parque, luchando contra los dolores del empacho.
Cuando volvió a casa ya era de noche. Entró en la sala de estar y se encontró a su hermano en el sofá, mirando las noticias. Kurama se giró a mirar a Shuichi, y los dos estuvieron un par de segundos así, mirándose sin decir nada.
"¿Dónde estabas? Me empezaba a preocupar ¿Has cenado? ¿Quieres que te prepare algo. . . que no sean verduras? ¿Te encuentras bien? Tienes mala cara. . ."
"Lo siento, lo siento, lo siento. Soy un imbécil, un idiota, un capullo integral y no sé cómo me aguantas. Ojalá se me pasara de una vez este maldito enfado y pudiera hacer algo para compensarte. . ."
- Hn – Shuichi volvió a girarse para seguir mirando la televisión.
- Hn – Shuichi se fue a su cuarto.
-.-.-
"Tengo mucho calor. . . Hace tanto calor aquí. . ."
Tumbado en la cama, respirando con dificultad, Kurama mantenía la vista fija en la ventana abierta. Ciertamente, esa ventana no le estaba ayudando en absoluto a luchar contra aquel sofoco que sentía, y eso no tenía nada que ver con la poca brisa nocturna que dejaba pasar.
La ventana abierta era. . . era una invitación tácita, subliminar. . . ¿Aceptaría la invitación esa noche? Ya estaba tardando. . . Se pasó una mano por la frente para limpiar el sudor. Notó que tenía el pelo algo húmedo. Normal, hacía tanto calor. . .
Sí, ya era demasiado tarde para que viniera, aunque con él nunca podía saberse. . . No, seguramente ya no vendría. Casi mejor. A saber lo que podría pasar en caso contrario.
"Dios, qué calor. . . No sé si podré aguantarlo" Pero tenía que hacerlo. Cuanto más tardara en aprender a controlas las reacciones de su cuerpo, más difícil se le haría. "Y no queremos ir por el Ningenkai transformándonos en un youko plateado en cualquier momento, ¿verdad Kurama?" Sí, era necesario controlar esos malditos biorritmos antes de que empezaran a jugarle malas pasadas. "¡Oh, pero es que hace tanto calor!" Pensó, pasándose las manos por el pelo y dejando escapar un pequeño gruñido de desesperación.
El cuerpo le estaba pidiendo aire libre, sentir el frescor de la vegetación mientras corría por los exuberantes bosques del Makai, le estaba pidiendo clavar las garras sobre una presa rápida y escurridiza y devorarla mientras aún estuviera viva. Eso no podía ser. "Pero sí que podría salir un rato al jardín. No será como en el bosque, pero al menos será inofensivo, ¿verdad? Y así me calmaré un poco. . ."
Se levantó y fue hasta la ventana. Antes de saltar, se paró un momento e inspiró profundamente con los ojos cerrados. Se estaba un poco más fresco allí, y olía a hierba, al espacio abierto, a la libertad. . . Tal vez no fuera tan buen idea eso de salir al jardín, pero sabía que ahora ya no podría negarse a sí mismo aquella concesión, aunque tenía probabilidades de ser contraproducente. Después de todo, el jardín continuaba perteneciendo a la casa, ¿no? ¿Por qué no iba a ser capaz de controlarse fuera si lo había hecho hasta entonces dentro? Por razones obvias, claro está, pero esas razones ya estaban más que difuminadas en su cabeza y habían perdido casi todo su valor. Ya casi sólo era capaz de pensar en salir, un momento sólo, y ya haría todo lo que pudiese por controlarse cuando estuviera fuera.
"Ojalá pudiera desaparecer. Seguramente aquí estarían mejor sin mí. Soy una mala persona."
Tales eran las cosas que pasaban por la cabeza del pequeño Shuichi mientras miraba distraídamente por la ventana de su habitación. No podía dormir, aún se sentía culpable por lo que había pasado aquella tarde, y estaba demasiado avergonzado para ir a pedirle perdón a su oniisan. Jamás hubiera pensado que sería capaz de tirar un plato de comida al suelo por una rabieta.
"Mi padre tiene razón, me he convertido en un niñato insoportable."
Finalmente, saltó. Una vez en el suelo, sintió el reconfortante tacto de la hierba bajo sus pies, y eso le hizo sonreír triunfalmente, casi con soberbia, se podría decir. Aquella sonrisa que durante siglos había indicado a todos los youkais con los que se cruzaba que Youko Kurama no obedecía a nada ni a nadie, que Youko Kurama era un ser absolutamente libre y que siempre haría lo que le viniera en gana. . .
No, no podía bajar la guardia, no podía dejar que pasara. "Oh, no debería haber bajado aqu" La sonrisa había desaparecido.
"¿Eh?. . . ¿Qué hace Shuichi saliendo al jardín a estas horas, y por la ventana? ¿Qué le pasa? ¿Está temblando? ¿Se encontrará mal?"
Kurama se abrazó a sí mismo, sintiendo que temblaba de arriba abajo y que un sudor frío empezaba a cubrirle los brazos y la cara. "No, vamos. He aguantado hasta ahora, tengo que conseguir aguantar un poco más. Tengo que. . ." – Cada vez le costaba más pensar con claridad en lo que debía hacer – ". . . volver a la. . ."
- ¿Qué haces?
Levantó la vista, sobresaltado. Delante de él, mirándole extrañado, estaba Hiei. Dios, estaba tan perdido en su lucha consigo mismo que ni siquiera había notado su presencia. Definitivamente, tenía que conseguir dominarse o aquellos estados de enajenación acabarían pasándole factura. Hoy había sido Hiei, pero podría haber sido cualquier. . .
Hiei. . .
- ¿Qué te pasa? – El pequeño youkai avanzó unos pasos hacia él. Algo avergonzado, Kurama trató de recobrar la compostura. No le hacía ninguna gracia que Hiei le hubiera pillado en aquel estado.
Hiei. . .
- No. . . nada. Vamos un poco más hacia allá – Quería alejarse de la casa. Caminó hacia donde estaba el koorime y, cuando estuvo a su altura, Hiei caminó a su lado hacia el otro lado del jardín.
"Y si se encuentra mal, ¿por qué sale al jardín por la ventana? Desde luego, mi hermano cada día está más rarito. ¿Y ahora con quién habla?"
Kurama volvió a sentir aquellos temblores. Tal y como había imaginado, la presencia del jaganshi no le estaba ayudando en absoluto.
Hiei caminaba un paso por delante de él, por lo que Kurama podía observarle con toda libertad. No llevaba su capa negra, y sus bracitos musculosos estaban al descubierto, la camiseta holgada permitía adivinar la forma de su cuerpo y, a medida que caminaba, los pantalones marcaban sus piernas y sus glúteos. "Dios, que calor. . ."
"Esto no pinta nada bien. Shuichi saltando por la ventana, temblando, hablando solo. . . ¿Y si le pasa algo serio? ¿Y si ha pillado algún virus chungo de esos que te hacen venir alucinaciones o algo así? Jo, que mal rollo"
Shuichi no era precisamente el chico más audaz del mundo, pero la preocupación por su hermano fue más fuerte y consiguió vencer su miedo a salir al jardín de noche. Por la puerta eso sí, aunque para eso tuvo que recorrer los pasillos de una casa que ahora sabía que estaba vacía, y eso tampoco le hacía ninguna gracia.
Kurama empezó a temblar otra vez. A su pesar, se le escapó un suspiro.
Hiei giró la cabeza y, al ver la expresión angustiada del kitsune, le dirigió una media sonrisa sarcástica.
- Oye, por mí no te cortes.
- Hiei, uffff. . . No creo que eso. . . – Cerró los ojos al notar otra vez aquella oleada de calor - . . . sea una buena idea. . .
Lo siguiente que vio al abrir los ojos fue que tenía a Hiei acorralado contra un árbol. Eso no estaba nada, pero que nada bien, y la expresión atónita del koorime se lo confirmaba. Pero sabía que acababa de llegara ese punto en el que ya no hay vuelta atrás. Y es que Hiei olía tan bien. . . su cuerpo desprendía aquella calidez. . . era tan apetecible. . .
- Hiei. . .
Hiei, por su parte, no entendía nada, estaba demasiado asombrado incluso para reaccionar. ¿Qué estaba haciendo Kurama? No le estaba haciendo ninguna gracia aquello, pero no quería pegar al kitsune tampoco. Bueno. . . no había razón para preocuparse, ¿verdad?. . . porque Kurama no le iba a hacer daño. . . Kurama no le haría daño, glub, ¿verdad?
- Hiei. . . – Esta vez su nombre vino acompañado de una sonrisa que el jaganshi hubiera encontrado asquerosamente libidinosa. . . si él hubiera sabido lo que era una sonrisa libidinosa.
- ¿Kurama?
- Mmmmm, Hiei. . .
¿Pero qué demonios le pasaba al kitsune? No contento con empujarle contra un árbol, ahora había empezado a gemir con los labios pegados a su cuello y. . . ¡y a restregarse contra él de una forma muy poco apropiada! Y encima el muy desgraciado le había agarrado de una manera que le impedía escaparse tan fácilmente como hubiera podido hacerlo dos segundos antes.
¡Oh, oh! Aquello se ponía cada vez peor. Kurama seguramente no le haría daño pero. . . ¿y el youko? Porque Kurama se estaba transformando en youko. Gradualmente, su pelo se iba volviendo más largo y adoptaba un color plateado, su cuerpo era cada vez más grande y corpulento y sus garras crecían amenazadoramente.
- ¡Kurama! ¡Kurama, suélt. . . MMMMMMM-MMMMMM!
Hiei no pudo acabar la frase, porque la boca de Kurama acababa de tapar la suya, y la lengua del youko se había introducido en la pequeña boca que él mismo había cubierto, moviéndose por dentro con brusquedad. Y por si eso no era suficiente, una manaza provista de garras sujetó con fuerza al desconcertado jaganshi por la entrepierna, y empezó a frotarla, a apretar y a volver a soltar.
- ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH!!
Kurama y Hiei se giraron al mismo tiempo hacia su izquierda, y descubrieron a un más que aterrorizado Shuichi en pijama tirado en el suelo, mirándoles con la cara desencajada de terror.
Retrocedamos dos minutos en el tiempo:
Deseoso de abandonar cuanto antes la casa vacía, Shuichi había corrido por los pasillos tan rápida y sigilosamente como se lo habían permitido las piernas. Una vez fuera de la casa, como el jardín iluminado sólo por la farola de la calle también le resultaba bastante tenebroso, había dado la vuelta a la casa a toda prisa para llegar hasta donde estaba su hermano, llegando justo a tiempo de pillar a Shuichi dándose el lote con un chico bajito, que llevaba un peinado muy raro. Eso le sorprendió bastante y encendió su curiosidad, así que se quedó a los cuatro metros de distancia que le separaban de "la parejita", procurando guardar silencio para mirar sin ser visto.
Vale, o sea que su hermanastro era gay, y tenía citas secretas con su novio punk en el jardín. El muy zorro. . . "Con esa carita de santo que pone todo el día, y mira lo bien que se lo monta" Sólo había una cosa que no le cuadraba, y es que el novio punk de Shuichi no parecía estar colaborando mucho en el magreo. De hecho, el chico bajito de los pelos de punta se retorcía intentando zafarse, y justo cuando había agarrado a Shuichi por el pelo, seguramente para apartarle. . .
"Pero. . . pero. . . ¿PERO QUÉ LE ESTÁ PASANDO A SHUICHI? Por dios, ¿QUÉ ES ESTO? LE SALE UNA COLA¡¡¡¡¡ Y. . . y el pelo. . . Y. . . ¡Y QUE OREJAS! Y. . . Y"
- ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH!!
Shuichi se cayo de culo al suelo de la impresión.
Kurama extendió los brazos en dirección a su hermano, olvidándose de que acababa de adoptar su forma de youko.
- Shuichi, espera un momento. No grites. . . – Pero el pobre chico no era consciente de que "aquello" era su oniisan. Él sólo veía a un ser altísimo, con garras y orejas puntiagudas, que intentaba avanzar hacia él.
- ¡NOOOOOOOO! ¡NO TE ACERQUES A MÍ! – Aulló, intentando torpemente alejarse de él a cuatro patas.
Kurama estaba demasiado desconcertado por la situación como para reaccionar correctamente, y lo único que era capaz de hacer era suplicar a su hermano que no gritase. Por suerte Hiei, una vez libre del abrazo inmovilizador del youko, tenía las ideas más claras.
Shuichi consiguió ponerse de pie y empezó a correr en dirección a la casa, pero no había recorrido ni dos metros cuando delante de él apareció una mancha negra que le hizo frenar en seco. La mancha negra se transformó en el chico al que antes le estaba metiendo mano. . . aquel que él pensaba que era su hermano, y Shuichi sintió un golpe fuertísimo en la boca del estómago, que le dejó sin respiración. Todo a su alrededor empezó a volverse negro. . . negro. . .
Hiei recogió en sus brazos a aquella cría de humano tan fácil de neutralizar, tan patética. Casi tan patética como le parecía en ese momento el desorientado youko que gradualmente iba volviendo a su forma humana.
Kurama, ya completamente transformado en Shuichi, llegó corriendo junto a Hiei y su hermano. Cogió al chico inconsciente y empezó a acariciarle la frente, susurrando:
- Shuichi. . . Shu-chan. . . No tengas miedo, por favor No le has hecho daño, ¿verdad? – Preguntó a Hiei, que le miraba con su clásica expresión pétrea, completamente inexpresiva.
- Claro que no. Pero ahora esto es cosa tuya – Y desapareció, dejando a Kurama sólo en el jardín con el chico en brazos.
El kitsune sintió un doloroso peso en su pecho tras recibir aquella respuesta, pero no era el momento de pensar en eso, ahora tenía problemas mayores. . . bueno, al menos, más urgentes por los que preocuparse.
Llevó a Shuichi otra vez dentro de la casa, le acostó en su cama y se arrodilló junto a él. Pobrecito, debía de haberse llevado un susto terrible, y luego encima, le inmovilizan de un puñetazo. Pobre Shuichi, tan joven, tan pequeño, tan perdido incluso en su propio mundo. . .
- Shuichi. . . Shuichi. . . – Tal vez, con un poco de suerte, al despertar pensara que lo había soñado – Shuichi, ¿estás bien?
Poco a poco, el pequeño Shuichi iba volviendo en sí. Abrió los ojos, encontrándose con que su visión era bastante turbia. Gradualmente fue viendo más claro, lo suficiente como para distinguir que estaba en su cuarto, y que al lado suyo, arrullándole, estaba su hermano. . . ¡¿Su hermano?!
- ¡¡AAAAAAAAHHHHHHH!! ¡NO, DÉJAME! ¡NO TE ME ACERQUES! – Gritó, escabulléndose de Kurama. Saltó de la cama y abrió apresuradamente la puerta de la habitación, precipitándose escaleras abajo.
- ¡Shuichi, espera un momento!
- ¡¡Y una mierda!!
- ¡Shuichi, te vas a ca. . .!
Efectivamente, Shuichi se cayó, y bajó lo que quedaba de escalera rodando como un pedrusco. Pese a todos los golpes que se había dado, en cuanto vio que Kurama bajaba la escalera tras él, se las arregló para ponerse de pie y se fue cojeando todo lo deprisa que pudo hacia la salida. Pero Kurama fue más rápido y se colocó delante de él, bloqueándole el pasillo.
- ¡Shuichi, para! ¡Tenemos que hablar!
- AAAAAAAAAAAHHHHHHHH
El aterrorizado chiquillo, viendo que le habían cortado el paso, giró por la puerta que quedaba a su izquierda, que era la del salón. Así que él y Kurama acabaron dando vueltas alrededor del sofá y la televisión, el uno chillando como un desesperado y el otro gritando que se detuviera.
Finalmente, el kitsune consiguió dar caza a su hermanastro. Como ya se había convencido de que, al menos de momento, iba a ser imposible razonar con él, le dio un puñetazo en el estómago igual que el que acababa de propinarle Hiei, y el chico cayó desmayado en sus brazos.
Sintiéndose infinitamente culpable, le acostó en el sofá. Pobre Shuichi, había sufrido una impresión indescriptible al ver a su hermanastro convirtiéndose en un ser demoníaco, se había caído por las escaleras y le habían dejado KO de un puñetazo dos veces, todo en la misma noche.
"Ojalá pudiera borrar lo que ha pasado Shu-chan. Ojalá pudiera retroceder en el tiempo y evitar todas las tonterías que he hecho esta noche. Ojalá pudiera hacer que esto no hubiera sucedido nunca. . . ¡Un momento!" – Se puso de pie de un salto – "Un momento, tal vez sí que pueda borrarlo, al menos de tu cabeza. Sólo necesito. . . necesito que Hiei me ayude"
Dejó caer los hombros, abatido. A saber si Hiei querría ayudarle después de lo que había hecho. Aún podía recordar la pétrea expresión con la que le había mirado hacía un momento en el jardín. Aquel gesto gélido que tanto le había costado fundir, que sus facciones se relajaran y empezaran a expresar algo, que el jaganshi le abriera un poco su corazón, un poquito solamente, que se permitiera mostrar cosas de sí mismo visibles sólo para él, para Kurama. "Sólo para mí. . ." Y ahora todo aquello, todo por lo que tanto se había esforzado, lo que más feliz podía hacerle en cualquiera de los tres mundos, todo eso se había acabado, tal vez para siempre. Le iba a costar mucho explicarle a Hiei lo que había hecho, posiblemente no conseguiría hacérselo entender nunca.
Muy a su pesar, se le escapó un sollozo. Se sentó el sofá a los pies de tu hermano.
"No es un buen momento para ir a hablar con Hiei, Shuichi. Si le conocieras sabrías que tengo razón." Se estiró para acariciarle el pelo. "Creo que te daré un somnífero para que duermas un poco y mañana intentaremos resolver este lío, ¿de acuerdo?" Fue a la cocina y abrió el armario con doble fondo donde guardaba todas sus destilaciones, hierbas y semillas y volvió al salón con un frasquito que contenía un líquido de color azul. Lo abrió y lo puso bajo la nariz de Shuichi para que el chico respirara los vapores. Bien, eso lo mantendría dormido una ocho o diez horas, tiempo suficiente.
Se sentó en el suelo con la espalda apoyada en el sofá, cogió el brazo de Shuichi y lo abrazó, como si fuera un peluche. Él también iba a intentar dormir un poco.
- Yo también estoy muy cansado, Shu-chan.
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Hola de nuevo!!:
Je, Kurama acaba de descubrir lo que es la vida familiar DE VERDAD, con sus discusiones, sus rencillas con los hermanos pequeños que no ayudan en casa, las discusiones con los padres. . . Si es que lo tuyo no era una familia, Kurama, era un anuncio de turrón XD
Espero que este capítulo os haya animado más que el anterior, porque la verdad es que es ahora cuando empiezan a pasar cosas, el otro sólo era un planteamiento.
Ah, ¿qué habrá pasado con Hiei? ¿Se habrá enfadado mucho por lo que ha hecho Kurama? La verdad es que razones no le faltan. Y el pequeño Shuichi, ¿sobrevivirá al trauma?
Quién sabe, quien sabe. . .
