Amor en tiempos de guerra
Capítulo III
= Afrenta
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Kaoru suspiró mientras observaba la lluvia caer, era una mañana fresca y gris. El aguacero había durado toda la noche y todavía arreciaba con fuerza en la mañana.
-Espero que no se esté acercando un huracán -musitó Megumi, detrás de ella
Kaoru dió un respingo, tan concentrada estaba en sus pensamientos, que no se dió cuenta de la presencia de Megumi
-¿Desde hace cuanto que estás allí, Megumi? -pregunt
-El tiempo suficiente como para saber que hay algo rondando por tu cabecita
-Solo... pensaba
-Está bien, sigue pensando -Megumi sonrió y se alejó de all
Kaoru volvió a suspirar y se encaminó a la habitación de su hermana menor, Tsubame.
-Hola, Tsu -salud
Tsubame le sonri
-Tu ropa ya está casi lista, sólo me falta terminar de coser esto
-Arigato, Tsu-chan
Kaoru sonrió y dió la vuelta para salir, Tsubame la llamó.
-Kaoru, quisiera saber...
-¿Porqué hago lo que hago? -terminó Kaoru por ella
-Bueno, si
-Porque tengo fe en mis ideales y en la paz que ha prevalecido durante tanto tiempo. Creo que debemos seguir con nuestras tradiciones y no olvidarnos de nuestras costumbres, que es lo que los patriotas buscan.
-Pero... tantas muertes...
El rostro de Kaoru se ensombreci
-Son sacrificios, Tsu, en estos momentos no lo entiendes, pero en un futuro, sabrás de lo que te hablo
-Aún así... las cosas no se resuelven con violencia ¿Como puede llegar una paz si se la busca con guerra y sangre de inocentes? -Tsubame bajo la cabeza- Eso, para mí, no es más que opresión al más debil
Kaoru la miró, un trueno se escuchó a lo lejos
-Cada quien tiene su forma de pensar, Tsubame
-Bien. Sólo te digo... que te cuides
Kaoru se incorporó y salió de la habitación. Tsubame la había hecho reflexionar.
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La lluvía no había amainado, y ahora gruesas gotas caían sobre las cabezas de aquellos hombres, empapándolos y disminuyendo su campo de visión. Estaban apostados tras los árboles que rodeaban la modesta casa esperando pacientes la señal convenida, un agudo silbido que los pondría al ataque. Hace tiempo que el sol dormía y ellos aprovechaban las profundas sombras para mimetizarse con su entorno.
Un joven con el rostro oculto por una horrible máscara atisbaba por entre las ramas, atento al movimiento de los sámurais que caminaban con aire desprocupado fuera del punto de encuentro, no había rastro del Battousai. Si alguien hubiese podido ver bajo su máscara, verían que su ceño se fruncía con disgusto ¿Acaso Battousai no se encontraba allí? Negó con la cabeza tratando de distinguir la realidad, el Battousai TENÍA que estar allí. Matarlo era el mayor anhelo de Kawada Token.
Dentro, los funcionarios discutían algo nerviosos, la perspectiva de ser asaltados y asesinados por miembros del Shinsen-gumi no les atraía en lo absoluto. Él lo sabía y por eso se encontraba allí, pero las frecuentes miradas dirigidas hacia él, lo incomodaban. Sabía que parte de su turbación también se debía a su presencia en la habitación, pero si querían salir vivos tendrían que resignarse.
Por encima del interminable murmullo, captó un ruido sordo. Prestó más atención, pero sus compañeros seguían paseando por los límites de la casa, de todas formas, si algo llegara pasar (y esto era inevitable), hubieran dado la alarma. Volvió a recargar su cabeza sobre el muro, la cual había erguido al detectar el peligro, sabía que no podía tomar las cosas tan a la ligera, pero empezaba a dudar de sí mismo.
Pasaron varios minutos, el ruido sordo volvía a escucharse por tercera vez pero no había señales de la alarma, comenzaba a inquietarse. Cuando el ruido se escuchó otra vez, su inquietud ya era evidente: su mano algo sudorosa asía con fuerza la vaina de su katana, presentía el peligro en el aire, pero aún podía ver a sus compañeros caminar a través del delgado papel de arroz. ¿Que estaba pasando allá afuera?
"Un poco más y todos habrán sido asesinados" -pensó Okita
Movió un poco la mano hacia un lugar visible metros adelante, indicando que otro enemigo se acercaba. Fue demasiado rápido: un destello que produjo una katana, el cuerpo al caer, la lluvia que robaba y dispersaba la sangre derramada y un hombre que salía de entre el bosque para reemplazar al que había muerto. ¿Tenía sentido? Si, la élite Shinsen comenzaba a infiltrarse en el campo enemigo.
Kawada observaba expectante, ninguna señal del battousai. Las velas, que alumbraban la casa, estaban posicionadas en lugares clave que impedían que los intrusos pudieran observar las siluetas del interior, y causando el efecto contrario en los que se encontraban adentro. Estaba impaciente por comenzar la pelea. Tan sumido estaba en sus pensamientos que no se dió cuenta que un Ishinshishi los había descubierto y había sonado la alarma. Escuchó el silbido, la señal que indicaba el principio de una interesante y sangrienta afrenta.
Battousai salió corriendo al escuchar la alarma, demasiado tarde comprendió lo que pasaba, pero no tuvo tiempo de regañarse. Desenvainó la espada y se lanzó al ataque.
Sangre escarlata saltó al aire, salpicando el rostro de Battousai, quien de un certero Sou Ryu Sen apagó la vida de los oponentes que lo rodeaban en un intento por acabar con él.
Los Ishin Shishi que aún quedaban con vida, estaban centrados por completo en la batalla contra los Shinsen, quienes los superaban en número. Kawada observó atentamente los movimientos del Battousai, dejó que sus compañeros se enfrentaran con los otros. Pero Battousai... Battousai moriría bajo el filo de su espada.
Se dirigió hacia él lentamente, ni siquiera le importó ver que los funcionarios que debían morir esa noche estuvieran escapando por la parte de atrás, la que aún no había sido tomada. Desenvainó su espada y la luna pudo admirar su reflejo que brillaba en la afilada hoja. Los dorados ojos de Battousai se posaron en Kawada, ver su apariencia no lo inmutó nada, silenciosamente y con una mirada, ambos se lanzaron rápidamente al ataque.
Sus espadas se cruzaron, restallando a cada ataque interceptado, resonando con furia cuando ambos aceros se encontraban. Un movimiento rápido y Kawada saltó para evitar una estocada de parte de Battousai, éste hizo girar su espada por encima de su cabeza para enterrarla con fuerza en el pecho de Kawada.
Los ojos de Battousai brillaron con sorpresa, no sólo su ataque fue repelido sino que, además, Kawada le había alcanzado a herir en el hombro izquierdo, con un excelente ataque lateral mientras giraba en el aire. Battousai retrocedió al tiempo que Kawada caía limpiamente enfrente de él. Un pequeño corte en sus ropas, a la latura de su pecho, indicaba que muy apenas había alcanzado a esquivarlo.
Ninguno de los dos era consciente del mundo que les rodeaba, dos de los seis funcionarios que se habían reunido, yacían en medio de un charco de sangre, a varios metros de su respectiva cabeza. Unos cantos Ishin shinshi lograron escapar al comprender que no podrían contra el Shinsen-gumi, mientras que el resto descansaba sumidos en el Sueño Eterno. Ahora Battousai y Kawada eran el centro de atención de los muchos shinsen sobrevivientes, que tenían preparadas sus espadas en caso de que Kawada perdiera la batalla junto con su vida. Sabían que no debían intervenir antes.
Pero los ojos dorados estaban fijos en Kawada, y éste miraba con apresión a Battousai, como incitándolo a atacar sin discreción. Y, súbitamente, el ataque comenzó otra vez, la lluvia caía con insistencia sobre ellos, reduciendo posibilidades. Pero para los dos expertos espadachines, tanto la lluvia, como el tiempo, los tenía sin cuidado.
La lluvia seguía cayendo con insistencia, formando cataratas al deslizarse sobre los tejados de las casas, incluido el Aoiya. Tsubame observaba el cielo atentamente, las gruesas nubes grises infestaban el firmamento, pero eso no impedía que la luna brillara majestuosa esa noche. En realidad, Tsubame observaba fijamente la luna, como esperando encontrar en ella algún alivio a sus preocupaciones.
-¿Prediciendo de nuevo, Tsu-chan?
Tsubame se volteó sorprendida, la vivaz mirada de Misao le sonreía juguetona.
-No te burles, Misao -le respondió Tsubame frunciendo ligeramente el entrecejo-. Realmente creo.
-No me burlo, he visto que realmente puedes hacerlo. También creo.
-¿En serio? -preguntó Tsubame perspicaz- Entonces ¿Por que te la pasas burlándote de mí?
-Pues porque no quiero que las demás se burlen de mi -respondió, como si aquello fuera lo más obvio del mundo
-Gracias por ese "gran" apoyo -murmuró Tsubame sarcástica
-¡Nah..! No tienes por que agradecérmelo -exclamó Misao, palmeando el hombro de una molesta Tsubame
-...
-Y bueno ¿Que tenemos hoy en el cielo? -preguntó Misao, ahuecando sus manos para ver a través de la espesa lluvia
-Algo malo va a pasar
Misao parecía confudida, y seguía escudriñando el cielo infestado de nubes detalladamente
-Pero si sólo se ve la luna -replicó-, ¿Como puedes saberlo?, ¿No se necesitan también las estrellas?... Y para acabarla, está lloviendo ¿Eso no afecta la predicción?
-La luna es más que suficiente, hay un halo rojo rodeando a la luna... peligro inminente
-¿Kaoru? -preguntó Misao débilmente
Tsubame bajó la cabeza apesadumbrada.
-Espero que no
Y siguió observando la luna, misma que alumbraba una pelea ininterrumpida.
Kawada estaba herido, el dragon de nueve cabezas de Battousai lo había diezmado considerablemente pero, por lo menos, Battousai no estaba mejor que él. Ambos jadeaban profusamente, el agua que caía del cielo limpiaba la sangre que manaba de sus heridas, formando delicados ríos escarlata a sus pies.
Kawada se puso en posición de ataque, abservó como Battousai tomaba una pose de defensa y corriendo rápidamente hacia él, dió un salto y atacó a Battousai; ataque que el pelirrojo asesino contrarrestró desenvainando rápidamente su espada por encima de su cabeza y restallando su espada contra la de Kawada.
La fuerza del golpe impulsó a Kawada hacia atras, era el turno de Battousai para asestar un golpe mortal a su capaz enemigo. Kawada no esperó el ataque y se lanzó hacia adelante al mismo tiempo que Battousai. Un brillo plateado relampagueó y ambos contricantes, quedaron de espaldas en la pose final de su respectiva técnica. ¿Quién caería primero?
Con un suave tintineo, una parte la hoja de la espada de Kawada se desprendió y cayó al suelo. La lluvia fue amainando hasta cesar, y las estrellas pudieron al fin brillar junto a la luna magestuosa. Un terrible silencio pesó sobre todos allí, Battousai giró sobre sus talones y observó la delgada silueta de Kawada espaldas a él, empuñar una katana, ahora inservible. Comenzó a avanzar lentamente hacia su enemigo, listo para lanzar su último golpe y apagar para siempre la vida de Kawada.
Un furioso murmullo se extendió a todo su alrededor y su mente se despejó, había olvidado por completo que todos los demás miembros del Shinsen-gumi lo rodeaba. Detuvo sus pasos y por el rabillo del ojo alcanzó a percibir el destello de las katanas enemigas. Battousai pasó una mirada rápida evaluando su posición, había varios heridos y uno que otro inmovilizado, pero la mayoría ilesos. Tenía que pensar rápido, aún armado con su técnica especial no podría vencerlos a todos, tenía que reconocer que le quedaban muy pocas fuerzas y Kawada le había herido muy gravemente. No quedaba otra opción.
Actuando lo más rápidamente que podía, encontró un punto débil en la barrera humana y se dirigió hacia ella velozmente empuñando su espada. El cambio tan brusco operado en él, los sorprendió y Battousai, aprovechado esos instantes de estupefacción saltó limpiamente y se internó en el bosque antes de que sus enemigos pudieran hacer algo para evitarlo.
Defraudados consigo mismo por haber dejado escapar a Battousai, se acercaron a su compañero herido que seguía de pie en el claro, empuñando su espada rota. Kawada giró bruscamente y sin dar explicaciones también se internó en el bosque.
El cielo despejado comenzaba a clarear cuando Kaoru llegó a las puertas del Aoiya, venía empapada, pensativa, cojeando y con un bulto oscuro chorreando agua rosa bajo su brazo. El yukata que traía puesto presentaba nítidas manchas color carmín. Caminó por el corredor alegrándose de que sus hermanas aún estuviesen dormidas, no le apetecía hablar con ellas en ese momento.
Entró en su cuarto, arrojó el bulto oscuro a una cesta de mimbre y se dirigió al baño llevando consigo vendas y la pomada especial que Megumi usaba para curar sus heridas. Cerró las puertas tras de sí y se recostó en ellas suspirando audiblemente. Apenas y podía moverse, aunque tenía el umbral del dolor bastante alto, le costaba trabajo respirar sin que su rostro hiciese un gesto de dolor.
Se sentó lentamente y comenzó a lavar con cuidado sus heridas, haciendo gestos de dolor cada vez que presionaba mas fuerte de lo debido. Una vez que estuvieron limpias, tomó un poco de la pomada y comenzó a untarla en su piel, masageando suavemente. Dió un suspiro de alivio al notar sus efectos anestésicos, poco a poco el dolor desaparecía. Dejó reposar la pomada y esperar a que fuera totalmente absorbida, después, comenzó a vendarse. Tenía mucho sueño y los párpados le pesaban tanto... Un grito hizo que abriera los ojos, se levantó corriendo y fue hacia donde los gritos se escuchaban, quedándose petrificada de terror ante la visión que ante sus ojos se presentaba. La pieza principal de su casa estaba bañada en sangre, Okkon y Tae estaban en un rincón, con horribles golpes y heridas, ambas abrazaban inconscientemente a una Tsubame que sollozaba. Misao estaba tirada desangrándose en el piso, los ojos blancos y la cara descompuesta en un gesto de terror. No se veía rastro de Megumi ni Omasu, pero parte del kimono de la primera y un bandita de la segunda, se encontraban en medio de la pieza, manchadas de sangre, justo a lo pies de un hombre que sostenía a su madre por el cabello y que tenía puesta su katana sobre su cuello. Ella al verla, hizo un esfuezo supremo por hablar:
-Corre... vete...
El hombre rió estrepitosamente mientras gruesas lagrimas corrían por el rostro de su madre.
-Kaoru... Kaoru
Kaoru abrió los ojos.
-¿Estás bien? -el inocente rostro de Misao se apareció en su campo de visión, estaba algo preocupada, pero sonreía y no tenía sangre.
Misao la ayudó a incorporarse y parpadeó mientras miraba a su alrededor. Se había quedado dormida en el baño.
-¿Que ha pasado? -esta vez era Megumi quien preguntaba
Kaoru recordó su sueño y se estremeció. Una pequeña lagrimita cayó al piso.
-Soñé con la noche en que papá y mamá murieron
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Siguiente capítulo: Extrañas sensaciones, un misterio llamado Kenshin
¿Ya tienen una idea de que se va a tratar el sig capi? jejejeje
Lamento mucho la tradanza, en serio, pero hubo problemas con mi compu (esta obsoleta), con el internet (olvidamos pagarlo Uu), con mi tiempo (me fui de vacas por dos semanas) y con fanfiction (no me funionaba el documente manager, así que no podía subirlos)
Disculpen por no responder sus reviews, prometo contestarlos en el próximo capitulo, oki?
Arigato a todas!!!
Matta ne! . Blue ningyo
