Disclaimer: por mucho que quiera todos estos personajes (salvo Helena) son propiedad de JK Rowling. Yo sólo los tomo prestados un ratito para jugar con ellos :· p

Este es mi primer fanfic de Harry Potter, así que todos los reviews son más que bienvenidos.

CAPÍTULO 1: El número 2 de Privet Drive

El verano llegó presuroso y pronto Little Whinging sufrió los estragos de un sol abrasador. El número 4 de Privet Drive se encontraba bajo una guerra abierta con sus nuevos vecinos, quienes se habían instalado durante el curso anterior, cuando Harry estaba en lo que él verdaderamente consideraba su hogar.

Desde entonces las cosas habían cambiado mucho... ahora estaba solo, su ser más querido había desaparecido por su culpa, por su maldito carácter que siempre le empujaba a hacerse el héroe.

La vida ya no era lo mismo sin Sirius. Al comenzar quinto y realizar los TIMOs tenía incluso ganas de terminar el colegio, hacerse auror y vivir con su padrino. Sin embargo ahora... ahora sabía lo que le esperaba fuera de Hogwarts, una guerra en la que inexorablemente tendría que combatir, vencer o perecer, pues el peso de una profecía caía sobre él.

Ya sabía por qué habían muerto sus padres, por qué tenía esa tortura de cicatriz en la frente a la vista de todos... y por qué ese ser demoníaco lo perseguía incluso en sueños.

Cuando pisó de nuevo la casa de su tía intentó notar esa magia ancestral que lo ponía a salvo de los mortífagos y el Señor Oscuro, pero no sintió nada. Tampoco se encontraba más seguro cuando estaba cerca de Tía Petunia... De todos modos a Harry le parecía imposible que tanto su tía como su primo Dudley pudieran mantenerle con vida cuando ni ellos mismos pretendían hacer tal cosa.

Durante los primeros días Tío Vernon intentó contener el desprecio que sentía hacia su sobrino, ya que la amenaza de Ojoloco seguía retumbando en sus oídos. Harry sabía que pronto volvería todo a la normalidad. Aunque cuando se levantó al día siguiente de llegar pudo ver lo consternada que estaba la familia Dursley con los nuevos vecinos.

—¿Cuántas veces tendré que llamar al ayuntamiento para quejarme sobre este tipo? ¡Llega a construir un poco más y mete su cuarto de baño en el nuestro!—dijo tío Vernon haciendo bailar su bigote. Tía Petunia asintió y añadió:

—¿Y qué me dices de nuestro pequeño? No tiene intimidad, la mocosa esa se pasa el día mirando por la ventana ¿y si un día intenta entrar?

— Ah, no. No pienso poner en peligro la vida de mi hijo. Soy un ciudadano modelo que paga sus impuesto y exijo que mis límites sean respetados... mientras tanto te quedas con la habitación de Harry, a ver si tenemos suerte y se lo llevan por la noche—añadió morado de ira.

Como no, Harry tuvo que encargarse de trasladar todas las cosas de una habitación a otra... 'si pudiera hacer magia', se decía pensativo.

Una vez se hubo instalado, sacó sus libros del baúl e intentó adoptar un comportamiento digno de Hermione, iba a intentar aprovechar el tiempo estudiando, así podría ponerse al día con pociones y asegurarse una buena nota en los exámenes de séptimo, aunque todavía no estaba muy seguro sobre los resultados de los TIMOs, que llegarían en breve. Abrió su libro de Filtros Instantáneos y Pociones Mágicas por Taqueius Rupert e intentó recordar las principales características de cada poción. Estaba incluso orgulloso de su poder de concentración cuando oyó una voz cantarina al otro lado de la pared. 'Debe ser la vecina', se dijo. Y en efecto, una chica que aparentaba su edad estaba dando brincos por su cuarto mientras sujetaba como podía el teléfono.

'Ojalá hablar con Ron y Hermione fuera tan fácil como marcar unos simples números', pensó. Por supuesto ellos le escribían varias veces a la semana, pero apenas tenían nada que contar, lo más interesante parecía ser cuando iban a la tienda de Fred y George a echar una mano con la clientela, que en ese verano fue más que abundante. Tampoco tenían mucho que hacer, en Grimmauld Place seguían sin considerarles miembros de la Orden... 'ya, pero por lo menos están juntos'.

En ese momento la chica se dio cuenta de la presencia de Harry y resuelta le saludó con la mano. Harry estaba un poco abochornado, sin querer se había quedado mirando fijamente hacia su cuarto. 'Estás destinado a no tener ningún amigo por aquí, ahora pensará que eres un pervertido', se dijo desanimado mientras volvía a concentrarse en el capítulo sobre el Filtro de Paz. Un ruido seco lo sacó de sus pensamientos.

—¡Vernon, esa impresentable nos está lanzando piedras! — la voz de tía Petunia retumbaba por toda la casa.

—Hola— susurró Harry sonriente cuando hubo abierto la ventana. Por fin había alguien en el barrio que llamaba la atención más que él.

—Vaya, perdona, no imaginaba que tu madre se pondría a gritar por unas simples tizas... es que te he visto a ti en lugar de a ese matón descerebrado y... he pensado que a lo mejor existía la posibilidad de encontrar a alguien amable por aquí. No quiero decir que tu hermano no lo sea...

—No te preocupes— la interrumpió Harry, que veía que la pobre chica lo estaba pasando mal intentando arreglar cada cosa que decía — no es mi hermano, desgraciadamente somos primos. Vengo aquí sólo en verano, aunque si por mí fuera lo pasaría entero en el colegio.

—No me extraña— asintió aliviada —tus tíos nos cerraron la puerta en las narices cuando vinimos a presentarnos. Lo único que nos dijeron fue que nos arrepentiríamos por haber puesto nuestra casa tan pegada a la suya — hizo una pausa y miró la corta distancia que separaba las dos ventanas y en la que apenas cabía uno de los árboles de tía Petunia. — Son cosas de mi padre, está un poco chiflado.—Dijo marcando dos pequeños hoyuelos alrededor de su boca. Era de tez muy clara y ojos marrones y vivarachos, de lejos habría pasado por inglesa pero tenía un fuerte acento americano. El pelo, rizado en grandes bucles, le caía más allá de los hombros enmarcando una cara de rasgos serenos que se cargaban de vida cada vez que sonreía. Tenía la nariz un tanto respingona y adornada con un piercing.

—Por cierto, me llamo Helena.

—Yo Harry— contestó tendiendo la mano y sacudiéndola en el aire— ¿quieres pasar?

—¡No! No quiero que tu tía me eche de comer al bestia de tu primo —Harry se rió a carcajadas, nunca había oído a nadie meterse con Dudley— ¿quieres pasar tú?

En la habitación de Helena apenas había muebles, pero aún así la sensación que daba era de desorden, puesto que tenía un buen montón de cajas de embalaje apiladas en altas torres y desparramadas por el suelo, la mayoría con fotos y ropa.

—Mi tío dice que esta habitación es la viva imagen del caos. Lo bueno es que tengo el mueble más cómodo de toda la casa.

Una hamaca blanca colgada del techo ocupaba un lugar privilegiado en el cuarto. Abriéndose camino entre los trastos se sentaron en ella, uno en frente del otro, sin recostarse mucho. Harry estaba un tanto desconcertado, no recordaba a ningún muggle siendo tan acogedor con él. Se balancearon levemente y creyó haber encontrado el único rincón de Inglaterra por donde todavía corría una pequeña brisa. Con un suspiro dejó caer sus brazos lánguidamente los lados.

—Algo me dice que cuando encuentre el ventilador no va a haber humano que te saque de aquí.

Ambos esbozaron una sonrisa. La idea de pasar el verano ahí no le desagradó en absoluto.

—¿Cuánto hace que llegasteis?

—Yo apenas llevo una semana aquí, en cambio mi padre ha estado medio año yendo y viniendo. Se empeñó en demoler la casa anterior, así que ha tenido mucho trabajo. Y dime, ¿por qué sólo vienes en verano? Privet Drive está muy lejos de ser el mejor lugar de vacaciones.

Dudó un momento sin saber qué responder.

—Durante el curso me quedo interno en un colegio. Mis tíos, para hacerme la vida más fácil, le dicen a todo el mundo que estoy en una prisión de menores.

—Pero... ¿qué clase de familia es esa?

—Por lo visto es la única que tengo. Mis padres murieron cuando era pequeño.

Helena agachó la cabeza:

—Mi madre también falleció, fue hace dieciséis años, justo después de que naciera. Siempre me han dicho que no pudo morir siendo más feliz. Pero ella por lo menos pudo verme, en cambio yo... ni siquiera había despegado los párpados.

Los dos permanecieron un rato mirando al suelo, mientras, Helena movía mecánicamente los pies desde la hamaca. Harry se fijó en sus largas piernas, tan pálidas como la nieve... De repente se dio cuenta de que el silencio se había adueñado de la estancia, apartó la mirada y vio un álbum lleno de caras sonrientes. Durante un segundo tuvo la impresión de que se pondrían a agitar la mano.

—Tiene que haber sido muy duro venirse a vivir tan lejos. Parece que en Estados Unidos te iba todo muy bien— se sentó en el suelo y observó varias fotografías, en todas un buen grupo de chicos y chicas se apiñaban abrazados en parques, trenes, bancos...

—No soy americana, de hecho nunca he cruzado el Atlántico. Lo del acento es otra extravagancia de mi padre, no quiso enseñarme él mismo inglés para no pegarme el de aquí. —cogió al álbum que Harry estaba mirando y se encogió e hombros— A mí me da lo mismo, con tal de entenderme con la gente... Mira— dijo señalando una foto—, aquí estamos mis amigos y yo en la plaza mayor de mi pueblo, un lugar enano con casitas en equilibrio sobre empinadas montañas. Está en Aragón, al norte de España. Vamos allí de vacaciones pero durante el curso vivimos en Madrid.

—Yo nunca he salido de aquí, pero mis tíos llevan toda la vida queriendo ir a Mallorca.

—Sol y playa, ¿no?

***

Así, con la misma naturalidad con la que se conocieron, Harry se dedicó gran parte del mes a salvar la pequeña distancia que había entre las dos ventanas. A las pocas horas se acomodaron el uno al otro, y aunque Harry no pudo contarle enteramente cómo era su vida, sí hizo un cuadro muy aproximado y disfrutó muchísimo oyendo las locuras de Helena y sus amigos, España comenzó a parecerle un paraíso en la Tierra.

Nunca pensó que los días en Little Whinging pudieran pasar tan rápido y aún menos que los Dursley dejaran de molestarle. Incluso el calor pareció atenuarse.

Daban paseos, molestaban a Dudley, tomaban el té en la casa de la señora Fig. (que ahora se portaba de lo más amable con él) o pintaban las paredes del cuarto de Helena entre sesiones de cine y juegos de cartas. Pero Harry también era consciente de que un pequeño repaso en verano haría maravillas al comenzar el curso, y de hecho fue lo que hizo, porque durante unas horas al día su amiga tenía clases particulares (por lo visto debía poner sus estudios al día porque el plan inglés era distinto al español y ella no quería que la pusieran en un curso inferior). Curiosamente, ninguno se interesó demasiado por lo que estudiaba el otro.

Ron y Hermione se sintieron muy aliviados cuando Harry les contó que se pasaba los días en compañía de su vecina. Cuando terminaron el colegio se quedaron muy preocupados por él, no habían conseguido que Harry les hablara sobre la muerte de Sirius y estaban seguros de que encerrarlo en la casa de sus odiosos familiares no haría más que empeorar las cosas. Bastante horribles eran sus veranos de por sí como para encima sumar el dolor de la muerte de Hocicos. Con las buenas noticias Hermione decidió pasar una buena temporada con sus padres, pues aunque hacía todo lo posible por mostrarse fuerte y madura, les echaba mucho de menos. Por su parte, Ron no aceptó la versión oficial y se empeñó en pensar que Hermione había viajado a Bulgaria para ver a su querido Víctor. Y mientras, Ginny le aseguraba a Harry que su hermano se pasaba el día suspirando y escribiendo cartas que al final nunca mandaba. De hecho fue la pequeña Weasley quien más se interesó por Helena, en casi todas sus lechuzas le preguntaba sobre ella (que si era más guapa que Cho y menos llorona...). Y aunque él no respondía (en parte porque no estaba acostumbrado a hablar de esos temas con Ginny y también porque en su interior tenía tal mezcla de sentimientos que no lograba diferenciarlos entre sí), lo tenía muy claro, Helena le parecía preciosa. Tenía una belleza distinta a la de las chicas que conocía, de hecho no era nada exuberante (no hacía que se le cortara la respiración ni que enrojeciera repentinamente), sino más bien exótica, como una canción en un idioma desconocido, cuya armonía te encandila al principio y más tarde, a medida que se va desvelando el contenido de cada palabra, suena perfecta, cadenciosa y única.