Disclaimer: por mucho que quiera todos estos personajes (salvo Helena) son
propiedad de JK Rowling. Yo sólo los tomo prestados un ratito para jugar
con ellos :· p
Este es mi primer fanfic de Harry Potter, así que todos los reviews son más que bienvenidos.
CAPÍTULO 2: Marcas de fuego en la piel.
A mediados de julio la temperatura no había descendido ni un grado y en cuanto salía el sol Harry se sentía incapaz de dormir. Al contrario que Helena, él no estaba acostumbrado a tanto calor, en cambio ella podía tirarse horas durmiendo la siesta en el jardín, a pleno sol.
Así que todos los días bien temprano Harry se levantaba y aprovechaba el tiempo para responder y mandar lechuzas (mientras su amiga dormía) y así se evitaría preguntas sobre su curioso método de correspondencia. Aquella mañana Harry escribió en un trozo enorme de pergamino la contestación a una carta de Dumbledore:
Querido profesor Dumbledore:
Gracias por las ranas de chocolate y el pastel de calabaza,
generalmente son Ron y Hermione quienes se encargan de alimentarme en
verano, pero desde que Voldemort ha vuelto parece que el mundo mágico
se ha olvidado de sus geniales dulces (por aquí no se encuentra nada
parecido).
Respecto a la cicatriz tengo que confesarle que lleva mucho tiempo sin
molestarme. Esto hace un año me habría hecho feliz, pero en estos
momentos me llena de terror: estoy aquí encerrado, incomunicado y sin
ayudar a nadie... por lo menos podría servir para informaros sobre su
estado de ánimo pero no sé si es que se encuentra totalmente
indiferente (esté donde esté) o si ha decidido cerrar su mente y dejar
de atacar la mía, por mi parte no he visto nada en sueños y, de hecho,
hace mucho tiempo que ni siquiera tengo mis pesadillas habituales. Como
puede ver, profesor, las cosas aquí han vuelto a la normalidad (o tal
vez estén demasiado normales), así que podrá imaginarse las ganas que
tengo de volver con los demás y que me pongan al día.
Muchas gracias por todo,
Harry
PD: Hay dos cosas que no dejan de inquietarme: ¿seguirá el profesor
Snape dándome clases de Oclumancia? He estado practicando todas las
noches y creo que ahora hay menos riesgo en que me las dé usted. Y,
¿sabe cuándo llegarán los resultados de los TIMOs?
—¿Debería darle las gracias también aquí abajo? — se preguntó Harry en voz alta mientras se comía la cabeza de una rana— No sé, quiero que se dé cuenta de que aprecio su preocupación, últimamente ha estado muy atento conmigo. Supongo que creerá que debe ganarse mi perdón. Podría escribirle que queda perdonado si me hace miembro de la Orden... ¿Qué dices, Hedwig?
Pero ella no respondió. Harry la buscó por toda su habitación, desesperado miró por la ventana para ver si estaba revoloteando por lo tejados... pero se la encontró en el cuarto de Helena. Se asomó por la ventana y le susurró:
—¿Pero qué haces ahí? Como te vea...
La vecina dormía plácidamente en su hamaca, tenía medio cuerpo fuera y una toalla enrollada a modo de almohada. Llevaba un pijama de pantalón corto, una camiseta de tirantes y una pañuelo anudado en el brazo izquierdo, donde siempre había una venda.
Harry avanzó sigilosamente y cuando llegó al alfeizar de la otra ventana le hizo señas a la lechuza, pero ésta estaba muy ocupada comiéndose algo que había sacado de las cajas. Fue decidido a por ella, pero cuando pasó al lado de Helena pudo oír cómo ésta hablaba en sueños. Se acercó a su boca, pues estaba diciendo algo en voz muy baja.
—Alex, me prometiste que no te enfadarías... no es culpa mía yo no quería irme... ¿Con quién dices que te engaño? Pero si nunca hemos estamos... ¡No, al vecino lo conozco de tres días!
Harry se encogió de hombros: Helena estaba soñando en español y él no entendía ni una sola palabra. Pero le encantaba cómo sonaba su voz en ese idioma, tenía un tono distinto a cuando hablaba en inglés.
Entonces Hedwig se hartó de picotear y lanzó un graznido lo suficientemente alto como para que despertara a Helena, que se incorporó rápidamente, y al estar con medio cuerpo en equilibrio se cayó directa al suelo. La hamaca se enrolló en sí misma y cuando paró de dar vueltas dejó caer un libro enorme sobre su estómago.
—¡AU!
—¿Estás bien?
—Ay— respondió— que caída más tonta.
Harry le quitó de encima el libro de Historia y la ayudó a sentarse.
—¿Sigues despierta? — preguntó al ver que había vuelto a fruncir el ceño y a hablar en español.
Helena asintió con gesto somnoliento y apoyándose en Harry se puso de pie.
—¿Qué hora es? ¿Llegamos tarde para meternos con Dudley y sus amigotes?
—No, no... es... —a Harry no se le ocurría nada para justificar el haberla despertado. Ella parecía no escucharle mientras se estiraba y se ataba más fuerte el pañuelo.
—¿Qué fue lo que hizo ese ruido? —le interrumpió— sonaba a búho o... —Harry abrió la boca pero ningún sonido salió de ella— ¡Ajá, así que eras tú! —se dobló como una bailarina sobre una caja y de ella sacó a Hedwig, que se sintió muy interesada por su piercing.
—Vamos, Hedwig, que le vas a hacer daño.
Helena le miró sorprendida.
—¿Es tuya?
—Sí, he entrado a buscarla, hay mucha gente que se asusta con ella, como es tan grande...
—Es curioso. Mi padre siempre me ha contado que de pequeño utilizaba una lechuza para mandarse cartas con sus amigos, pero nunca me lo he creído del todo... Cuando la he visto he pensado que se había propuesto demostrármelo. ¿Eh, Hedwig, qué dices? ¿Puedes llevar correo?—el ave saltó al hombro de Harry y gorjeó con fuerza.
—Eso es un sí.
—Sí, eso me ha parecido.
—Crían a las lechuzas mensajeras al norte del país. Es bastante difícil conseguir una. A mí me la regaló un viejo amigo por mi 11 cumpleaños.
—Pues es preciosa.
Ante el halago Hedwig abrió las alas.
—Le has caído bien.
Entonces se oyeron unos golpes en la puerta, se abrió y apareció una gata negra y rechoncha.
—Missy, pequeña arpía, llegas en el momento adecuado. —Harry no podía contener la risa, la gata ronroneaba altísimo incluso cuando no la acariciaban. Helena la cogió en brazos como si fuera un pequeño bebé y se la presentó a Harry y a Hedwig. — Por mucha hambre que tengas si te la intentas comer saldrás perdiendo, las lechuzas tienen más fuerza que tú.
—No sabía que te gustaran tanto los animales.
—Es como si habláramos el mismo idioma... —Harry se quedó en silencio— ¿Y esa cara?
—¿Eh? Tengo que mandar una carta. Entonces, ¿qué hacemos hoy?
—¿Sabes hacer tartas?
—No. ¿Por?
—Para llevarnos algo al lago y pasar el día allí.¿No tienes hambre de tarta?
—Voy a ver si encuentro algún libro de cocina. ¿De arándanos y queso?
Tardaron dos horas y media en hacer algo que de una forma muy abstracta se parecía a una tarta, pero que, por lo menos, sabía como tal. Cuando terminaron de recoger la cocina tomaron dos bicicletas del garaje de Helena y se fueron camino al Lago del Norte, en las Montañas.
Había bastantes personas en la orilla sur, sobre todo familias que habían llegado en coche. Pero sin muchos problemas encontraron un árbol bien robusto, apoyaron las bicicletas en su tronco, extendieron una manta y con cuidado depositaron su tarta casera y unos sandwiches.
—He aquí el lago. —anunció Helena dramáticamente.
—Y aquí su terrible monstruo— respondió refiriéndose a ella.
Le echó una mirada asesina que hizo que a Harry se le helara la sangre, y entonces se lanzó a por él rugiendo como una bestia de las profundidades. En unos segundos logró inmovilizarle por completo.
—Vaya, vaya... pensaba que tenías más reflejos.
—Ya, me has pillado muy desprevenido. No conseguirás repetirlo.
—Eso ya lo veremos.
Se inclinó un poco más sobre él y le mordió la nariz.
—Soy clemente con mis víctimas y siempre las dejo huir, con el rabo entre las piernas, eso sí.
Se levantó y en un rápido movimiento se quitó el vestido de playa, debajo llevaba un bikini verde que dejaba ver más de lo que Harry estaba acostumbrado. Decidió que lo mejor sería mirar en dirección contraria, para que ella no se sintiera violenta, pero más tarde se dio cuenta de que el violentado era él. 'Vamos, relájate o pensará que eres un bicho raro que en la vida ha ido a bañarse a un lago'. Cuando se atrevió a mirar de nuevo vio que ella ni se había dado cuenta de su extraño comportamiento (o eso parecía), pues se había arrodillado al lado de la mochila y se estaba quitando la venda del brazo.
—Espera que te echo una mano— y decidido cogió la tirita cuadrada que ella sostenía y despegó el papel.
—Hm, Harry... espera,—dijo cubriéndose con la mano la zona que siempre llevaba oculta— te dije que tenía una herida, pero en realidad es una cicatriz horrible... una noche que estábamos todos mis amigos y yo de fiesta, nos metimos en una casa abandonada y sin saber cómo la prendimos fuego. Me hice una quemadura muy fea y prefiero que nadie la vea.
Harry notó que estaba muy incómoda. Asintió en silencio y se dio la vuelta. Mientras ella se cubría la quemadura Harry le dijo:
—Sé exactamente a lo que te refieres. Llevar una marca en tu cuerpo que sabes que no te puedes quitar no es el problema... lo malo es cuando la gente se para a mirarla, y luego cuchichea. Lo peor es que te conozcan por eso, que te juzguen por una herida y no por quien eres en realidad.
Notó una mano cálida sobre su camiseta. Supo entonces que ella había terminado y se dio la vuelta. Se la encontró con los ojos acuosos y la mirada clavada en la suya. A Harry le pareció que ahora era él quien estaba desnudo, y en ese momento se sintió más cómodo con el asunto del bikini.
—¿Crees que me mirarán aún peor si me pongo una tirita en la frente?
Ambos se desahogaron con risas ante ese comentario. Cuando se le escapó la última carcajada Helena se abrazó a él repentinamente. Dio un hondo suspiro y escondió su cara en el cuello de Harry.
—Lo he vuelto a hacer, te tengo.— susurró, tras unos segundos de silencio, moviendo los labios sobre su sensible piel, Harry se quedó petrificado ante el hormigueo que le bajaba por el cuello. — Eres lento de reflejos.
—Claro que no—se defendió con un hilillo de voz— esta vez no me has inmovilizado... Y te tengo...—con un esfuerzo titánico consiguió mover los brazos y hacer que rodearan su cuerpo, vaciló un momento antes de apoyar las manos sobre su espalda desnuda, luego estrechó el abrazo—... yo a ti.
Harry no se atrevió ni a respirar... tenía la sensación de estar acariciando terciopelo. 'Cómo puede existir algo tan suave'.
Helena se separó de él lentamente.
—Creo que tengo la solución para tu frente— sacó el bote de crema de sol y se puso un pegote en el dedo. Se irguió acercándose a su cara, apartó el pelo desordenado de Harry y la extendió con cuidado. Él inconscientemente cerró los ojos para poder sentir mejor el contacto—, aunque la mayor parte del tiempo ni se te ve.
—Me crece el pelo muy rápido. —se llevó la mano a la cicatriz y añadió: —se me irá la crema en cuanto me meta en el agua.
—No te preocupes, yo no la miraré.
Estaba conmovido, nunca antes se había entendido tan bien con nadie. Pero no se le ocurría cómo hacérselo saber a ella... ¿o la comunión era recíproca? Los dos sonrieron a la vez.
Se ayudaron con la crema y cuando ésta se hubo secado entraron en el agua. Harry no estaba muy acostumbrado a nadar, generalmente para cuando llegaba el buen tiempo a Hogwarts él se encontraba tan preocupado por Voldemort y sus fechorías que nunca disfrutaba del lago del colegio con sus amigos. En cambio, Helena tenía una gran soltura dentro del agua. Le contó a Harry que desde que tenía memoria lo que más le gustaba hacer era nadar, y era muy buena, había ganado muchas competiciones de crol y sincronizada. Aún así hicieron varias carreras, que Harry sólo ganaba si la agarraba por los tobillos.
Cuando se cansaron de salpicarse y de hacerse aguadillas, salieron del agua y se pusieron a comer.
—Estás en muy buena forma, ¿haces algún deporte?
La verdad es que Helena se sorprendió bastante cuando lo vio en bañador... el quidditch deja los músculos muy tonificados.
—Juego al... jockey sobre... hierba.
***
Regresaron al Little Whinging cuando caía la tarde.
—Ha sido un día estupendo, la verdad es que me moría de ganas por salir de este barrio.
—No es justo que nos tengan encerrados aquí— Harry no quería despedirse, no sabía qué hacer con las pocas horas que quedaban del día y estar sin ella era lo último que le apetecía.
—Necesito una ducha.
—Sí, yo también. Espero que mañana Hedwig te deje dormir un poco más.
—No te preocupes por eso... me ha encantado conocerla.
***
La noche estaba bastante entrada y Harry seguía dando vueltas en su cama. No podía dejar de pensar en lo bien que se lo pasaba con Helena. Era como si fueran dos piezas distintas de un mismo puzzle que encajaban a la perfección.
Se estremeció al recordar su abrazo... 'Ojalá pudieran conocerla Ron y Hermione... ojalá pudiera llevármela a Hogwarts y conseguirle un cuarto en frente del mío, estoy seguro de que jamás volvería a tener pesadillas'.
—Harry, está claro que así no puedes irte a la cama, tienes demasiados pensamientos en la cabeza como para mantener tu mente cerrada—le dijo la voz de su conciencia.
Resignado se levantó y se dirigió hacia la ventana, con suerte Helena tampoco estaría durmiendo. Efectivamente, había una luz tenue encendida, pero no logró verla.
—Helena, ¿estás ahí?
Oyó un pequeño grito en la casa contigua.
—Perdona, no quería asustarte— le dijo cuando ésta se levantó desde el suelo.
—No pasa nada, es que no me esperaba oír nada a estas horas. Pensaba que ya estarías durmiendo, como hace un buen rato que apagaste la luz...
—Ya, es que parece ser que hoy no hay sueño. ¿Siempre estás despierta hasta tan tarde?
—Sí, el verano está para no dormir por las noches... suelo esperar a que llegue mi padre.
En ese momento sonaron unos pitidos en su cuarto.
—Alguien se impacienta por aquí... Y tú pasa ¿o prefieres pasar solito una noche de insomnio?
No se lo tuvo que repetir dos veces.
—Estaba hablando con un amigo por messenger.
Harry la miró con cara de no entender.
—Eso sí que no, ¿no sabes lo que es el messenger? ¿Pero en qué mundo vives?
Helena le hizo sentarse en frente del portátil y con mucha paciencia le explicó cómo funcionaba.
—Así que con esto puedes hablar con gente al otro lado del mundo— 'Por qué los magos no se modernizan... hay inventos muggles muy útiles'.
—Efectivamente, y este que parpadea de forma tan desesperada es Alex.
—¿Y qué dice? —preguntó al ver que estaban hablando en español.
—Quiere saber por qué tardo tanto en responderle... hoy está de lo más pesado. — Se inclinó sobre el teclado y escribió en inglés: «Harry acaba de llamar a mi ventana»—Ya verás ahora se pondrá loco de celos... ahí lo tienes.
—Si molesto me voy...
—No, no, no. Eres la excusa perfecta para dar por terminada la sesión de hoy.
Al ver que un párrafo enorme aparecía en la pantalla ambos se agacharon para leer mejor: «hola Harry, soy el exmejor amigo de Lena, seguramente no te habrá hablado de mí, tiene mucha facilidad para olvidarse de su gente... por el contrario yo no paro de oír hablar sobre el simpático del vecino, que si baño para arriba que si hamaca para abajo... no sé si lo hace sólo por joderme o si es que se ha vuelto muy abierta últimamente»
—Vaya, habla inglés muy bien.
—¿Qué está insinuando este imbécil? A veces podéis ser todos tan estúpidos... —y dicho esto cerró de un manotazo el portátil.
Harry se sentía en el centro de una guerra que no era la suya. Pero pensar que Helena le había estado hablando a su ¿novio? sobre él hasta el punto de ponerlo celoso y agresivo... le hacía sentir egoístamente bien.
Helena salió disparada al baño sin decir una palabra y comenzó a lavarse los dientes con mucha fuerza, tanta que Harry oía el ruido desde la habitación. Al instante reapareció, parecía más calmada.
—No vayas a pensar que es un egocéntrico engreído y posesivo... simplemente está triste y se siente muy solo. Es mi mejor amigo—cerró su puerta y se quedó mirando el collage de fotos que había pegado en ella, Alejandro salía en casi todas. —Es verdad que no te he hablado mucho de él.
—Me has contado de todo... pero sobre el grupo en general. —Harry se olvidó de su alegría anterior, tenía la sensación de que estaba a punto de saber algo importante sobre su vida. —¿Estabais juntos?
—Mucho... bueno, no en ese sentido. Lo hacíamos todo juntos, éramos mejores amigos desde la infancia. Ha sido la única figura estable de mi vida. Mi padre nunca estaba en casa, las niñeras siempre encontraban mejores trabajos... Y por primera vez en dieciséis años estamos separados. Y enfadados, nunca lo he visto tan resentido conmigo.
—Pero si lleváis tanto tiempo juntos seguro que podéis superar el tema de la distancia.
—Eso es lo que yo pensaba, pero... las cosas se complicaron cuando acabamos los exámenes finales de junio. Se me declaró, habló de amor, de enamoramiento... al principio pensé que lo decía para que no me fuera, pero se puso tan serio... Es lo que pasa, ¿no? Cuando dos personas se compenetran a la perfección y están siempre juntas, quiero decir que, es normal que aparezca algo más de por medio.
El globo de esperanzas que Harry había estado hinchando esa noche tumbado en la cama explotó. Se dio cuenta de que lo que él quería era una relación así con ella, de intensa amistad y luego... amor. '¿Cómo es posible que después del trauma con Cho quieras volver a meterte en esos líos? Además la acabas de conocer... y seguro que lo último que quiere en este momento es otro amigo declarándosele... ¿eh, quién ha hablado aquí de declaraciones?'
—Comprendo perfectamente lo que le pasó... la línea que pone el límite entre la amistad y el amor es muy fina.—acertó a decir.
—Eso le dije, que podía estar confundido. Y que empezar algo cuando yo estaba haciendo las maletas era un suicidio... aparte de que esa es la peor manera de romper las buenas relaciones.
Resopló agobiada, se abanicó con una mano y terminó haciéndose una coleta con su larga melena. Con la cara al descubierto parecía muy vulnerable.
—Me siento como si le hubiera dado la espalda. Y él tiene la impresión de que voy a dejar de hablarle por eso... menos mal que está rodeado de buenos amigos allí.
—Y tú aquí tampoco estás tan mal.
Entonces se oyó el ruido de unas llaves que tintineaban y abrían la puerta de la calle.
—¡Vilma, ya estoy en casa!—gritó una voz potente desde el piso de abajo.
A Helena se le iluminó la cara.
—Corre, ven, que te lo presento.
Le agarró de la mano y enfiló las escaleras. En el marco de la puerta había un hombre de edad avanzada, con el pelo cano y una barba nacarada bien recortada. Tenía los ojos pequeños y de un azul intenso y una nariz ganchuda.
—Tú debes de ser la oveja negra de los Dursley—dijo el hombre con una sonrisa deslumbrante y le tendió la mano.
Harry la estrechó fuertemente.
—Que sepas que aquí sólo dejamos entrar a lo más nefasto del barrio. Yo soy Abeforth, el padre de Helena.
—Harry, la oveja más negra y nefasta de todo Little Whinging. —Abeforth arqueó una ceja y marcó aún más la sonrisa.
—Sí eso he oído... y también que tienes una preciosa lechuza blanca.
Mientras hablaban los tres, un lado del cerebro de Harry encontraba al padre de Helena muy familiar. Había visto su cara en alguna parte, pero dónde. Y esa mirada de hombre sabio, le recordaba a cierto mago venerable... 'Estás paranoico,' se dijo 'incluso has creído oír a Snape en la hora de la siesta'.
Este es mi primer fanfic de Harry Potter, así que todos los reviews son más que bienvenidos.
CAPÍTULO 2: Marcas de fuego en la piel.
A mediados de julio la temperatura no había descendido ni un grado y en cuanto salía el sol Harry se sentía incapaz de dormir. Al contrario que Helena, él no estaba acostumbrado a tanto calor, en cambio ella podía tirarse horas durmiendo la siesta en el jardín, a pleno sol.
Así que todos los días bien temprano Harry se levantaba y aprovechaba el tiempo para responder y mandar lechuzas (mientras su amiga dormía) y así se evitaría preguntas sobre su curioso método de correspondencia. Aquella mañana Harry escribió en un trozo enorme de pergamino la contestación a una carta de Dumbledore:
Querido profesor Dumbledore:
Gracias por las ranas de chocolate y el pastel de calabaza,
generalmente son Ron y Hermione quienes se encargan de alimentarme en
verano, pero desde que Voldemort ha vuelto parece que el mundo mágico
se ha olvidado de sus geniales dulces (por aquí no se encuentra nada
parecido).
Respecto a la cicatriz tengo que confesarle que lleva mucho tiempo sin
molestarme. Esto hace un año me habría hecho feliz, pero en estos
momentos me llena de terror: estoy aquí encerrado, incomunicado y sin
ayudar a nadie... por lo menos podría servir para informaros sobre su
estado de ánimo pero no sé si es que se encuentra totalmente
indiferente (esté donde esté) o si ha decidido cerrar su mente y dejar
de atacar la mía, por mi parte no he visto nada en sueños y, de hecho,
hace mucho tiempo que ni siquiera tengo mis pesadillas habituales. Como
puede ver, profesor, las cosas aquí han vuelto a la normalidad (o tal
vez estén demasiado normales), así que podrá imaginarse las ganas que
tengo de volver con los demás y que me pongan al día.
Muchas gracias por todo,
Harry
PD: Hay dos cosas que no dejan de inquietarme: ¿seguirá el profesor
Snape dándome clases de Oclumancia? He estado practicando todas las
noches y creo que ahora hay menos riesgo en que me las dé usted. Y,
¿sabe cuándo llegarán los resultados de los TIMOs?
—¿Debería darle las gracias también aquí abajo? — se preguntó Harry en voz alta mientras se comía la cabeza de una rana— No sé, quiero que se dé cuenta de que aprecio su preocupación, últimamente ha estado muy atento conmigo. Supongo que creerá que debe ganarse mi perdón. Podría escribirle que queda perdonado si me hace miembro de la Orden... ¿Qué dices, Hedwig?
Pero ella no respondió. Harry la buscó por toda su habitación, desesperado miró por la ventana para ver si estaba revoloteando por lo tejados... pero se la encontró en el cuarto de Helena. Se asomó por la ventana y le susurró:
—¿Pero qué haces ahí? Como te vea...
La vecina dormía plácidamente en su hamaca, tenía medio cuerpo fuera y una toalla enrollada a modo de almohada. Llevaba un pijama de pantalón corto, una camiseta de tirantes y una pañuelo anudado en el brazo izquierdo, donde siempre había una venda.
Harry avanzó sigilosamente y cuando llegó al alfeizar de la otra ventana le hizo señas a la lechuza, pero ésta estaba muy ocupada comiéndose algo que había sacado de las cajas. Fue decidido a por ella, pero cuando pasó al lado de Helena pudo oír cómo ésta hablaba en sueños. Se acercó a su boca, pues estaba diciendo algo en voz muy baja.
—Alex, me prometiste que no te enfadarías... no es culpa mía yo no quería irme... ¿Con quién dices que te engaño? Pero si nunca hemos estamos... ¡No, al vecino lo conozco de tres días!
Harry se encogió de hombros: Helena estaba soñando en español y él no entendía ni una sola palabra. Pero le encantaba cómo sonaba su voz en ese idioma, tenía un tono distinto a cuando hablaba en inglés.
Entonces Hedwig se hartó de picotear y lanzó un graznido lo suficientemente alto como para que despertara a Helena, que se incorporó rápidamente, y al estar con medio cuerpo en equilibrio se cayó directa al suelo. La hamaca se enrolló en sí misma y cuando paró de dar vueltas dejó caer un libro enorme sobre su estómago.
—¡AU!
—¿Estás bien?
—Ay— respondió— que caída más tonta.
Harry le quitó de encima el libro de Historia y la ayudó a sentarse.
—¿Sigues despierta? — preguntó al ver que había vuelto a fruncir el ceño y a hablar en español.
Helena asintió con gesto somnoliento y apoyándose en Harry se puso de pie.
—¿Qué hora es? ¿Llegamos tarde para meternos con Dudley y sus amigotes?
—No, no... es... —a Harry no se le ocurría nada para justificar el haberla despertado. Ella parecía no escucharle mientras se estiraba y se ataba más fuerte el pañuelo.
—¿Qué fue lo que hizo ese ruido? —le interrumpió— sonaba a búho o... —Harry abrió la boca pero ningún sonido salió de ella— ¡Ajá, así que eras tú! —se dobló como una bailarina sobre una caja y de ella sacó a Hedwig, que se sintió muy interesada por su piercing.
—Vamos, Hedwig, que le vas a hacer daño.
Helena le miró sorprendida.
—¿Es tuya?
—Sí, he entrado a buscarla, hay mucha gente que se asusta con ella, como es tan grande...
—Es curioso. Mi padre siempre me ha contado que de pequeño utilizaba una lechuza para mandarse cartas con sus amigos, pero nunca me lo he creído del todo... Cuando la he visto he pensado que se había propuesto demostrármelo. ¿Eh, Hedwig, qué dices? ¿Puedes llevar correo?—el ave saltó al hombro de Harry y gorjeó con fuerza.
—Eso es un sí.
—Sí, eso me ha parecido.
—Crían a las lechuzas mensajeras al norte del país. Es bastante difícil conseguir una. A mí me la regaló un viejo amigo por mi 11 cumpleaños.
—Pues es preciosa.
Ante el halago Hedwig abrió las alas.
—Le has caído bien.
Entonces se oyeron unos golpes en la puerta, se abrió y apareció una gata negra y rechoncha.
—Missy, pequeña arpía, llegas en el momento adecuado. —Harry no podía contener la risa, la gata ronroneaba altísimo incluso cuando no la acariciaban. Helena la cogió en brazos como si fuera un pequeño bebé y se la presentó a Harry y a Hedwig. — Por mucha hambre que tengas si te la intentas comer saldrás perdiendo, las lechuzas tienen más fuerza que tú.
—No sabía que te gustaran tanto los animales.
—Es como si habláramos el mismo idioma... —Harry se quedó en silencio— ¿Y esa cara?
—¿Eh? Tengo que mandar una carta. Entonces, ¿qué hacemos hoy?
—¿Sabes hacer tartas?
—No. ¿Por?
—Para llevarnos algo al lago y pasar el día allí.¿No tienes hambre de tarta?
—Voy a ver si encuentro algún libro de cocina. ¿De arándanos y queso?
Tardaron dos horas y media en hacer algo que de una forma muy abstracta se parecía a una tarta, pero que, por lo menos, sabía como tal. Cuando terminaron de recoger la cocina tomaron dos bicicletas del garaje de Helena y se fueron camino al Lago del Norte, en las Montañas.
Había bastantes personas en la orilla sur, sobre todo familias que habían llegado en coche. Pero sin muchos problemas encontraron un árbol bien robusto, apoyaron las bicicletas en su tronco, extendieron una manta y con cuidado depositaron su tarta casera y unos sandwiches.
—He aquí el lago. —anunció Helena dramáticamente.
—Y aquí su terrible monstruo— respondió refiriéndose a ella.
Le echó una mirada asesina que hizo que a Harry se le helara la sangre, y entonces se lanzó a por él rugiendo como una bestia de las profundidades. En unos segundos logró inmovilizarle por completo.
—Vaya, vaya... pensaba que tenías más reflejos.
—Ya, me has pillado muy desprevenido. No conseguirás repetirlo.
—Eso ya lo veremos.
Se inclinó un poco más sobre él y le mordió la nariz.
—Soy clemente con mis víctimas y siempre las dejo huir, con el rabo entre las piernas, eso sí.
Se levantó y en un rápido movimiento se quitó el vestido de playa, debajo llevaba un bikini verde que dejaba ver más de lo que Harry estaba acostumbrado. Decidió que lo mejor sería mirar en dirección contraria, para que ella no se sintiera violenta, pero más tarde se dio cuenta de que el violentado era él. 'Vamos, relájate o pensará que eres un bicho raro que en la vida ha ido a bañarse a un lago'. Cuando se atrevió a mirar de nuevo vio que ella ni se había dado cuenta de su extraño comportamiento (o eso parecía), pues se había arrodillado al lado de la mochila y se estaba quitando la venda del brazo.
—Espera que te echo una mano— y decidido cogió la tirita cuadrada que ella sostenía y despegó el papel.
—Hm, Harry... espera,—dijo cubriéndose con la mano la zona que siempre llevaba oculta— te dije que tenía una herida, pero en realidad es una cicatriz horrible... una noche que estábamos todos mis amigos y yo de fiesta, nos metimos en una casa abandonada y sin saber cómo la prendimos fuego. Me hice una quemadura muy fea y prefiero que nadie la vea.
Harry notó que estaba muy incómoda. Asintió en silencio y se dio la vuelta. Mientras ella se cubría la quemadura Harry le dijo:
—Sé exactamente a lo que te refieres. Llevar una marca en tu cuerpo que sabes que no te puedes quitar no es el problema... lo malo es cuando la gente se para a mirarla, y luego cuchichea. Lo peor es que te conozcan por eso, que te juzguen por una herida y no por quien eres en realidad.
Notó una mano cálida sobre su camiseta. Supo entonces que ella había terminado y se dio la vuelta. Se la encontró con los ojos acuosos y la mirada clavada en la suya. A Harry le pareció que ahora era él quien estaba desnudo, y en ese momento se sintió más cómodo con el asunto del bikini.
—¿Crees que me mirarán aún peor si me pongo una tirita en la frente?
Ambos se desahogaron con risas ante ese comentario. Cuando se le escapó la última carcajada Helena se abrazó a él repentinamente. Dio un hondo suspiro y escondió su cara en el cuello de Harry.
—Lo he vuelto a hacer, te tengo.— susurró, tras unos segundos de silencio, moviendo los labios sobre su sensible piel, Harry se quedó petrificado ante el hormigueo que le bajaba por el cuello. — Eres lento de reflejos.
—Claro que no—se defendió con un hilillo de voz— esta vez no me has inmovilizado... Y te tengo...—con un esfuerzo titánico consiguió mover los brazos y hacer que rodearan su cuerpo, vaciló un momento antes de apoyar las manos sobre su espalda desnuda, luego estrechó el abrazo—... yo a ti.
Harry no se atrevió ni a respirar... tenía la sensación de estar acariciando terciopelo. 'Cómo puede existir algo tan suave'.
Helena se separó de él lentamente.
—Creo que tengo la solución para tu frente— sacó el bote de crema de sol y se puso un pegote en el dedo. Se irguió acercándose a su cara, apartó el pelo desordenado de Harry y la extendió con cuidado. Él inconscientemente cerró los ojos para poder sentir mejor el contacto—, aunque la mayor parte del tiempo ni se te ve.
—Me crece el pelo muy rápido. —se llevó la mano a la cicatriz y añadió: —se me irá la crema en cuanto me meta en el agua.
—No te preocupes, yo no la miraré.
Estaba conmovido, nunca antes se había entendido tan bien con nadie. Pero no se le ocurría cómo hacérselo saber a ella... ¿o la comunión era recíproca? Los dos sonrieron a la vez.
Se ayudaron con la crema y cuando ésta se hubo secado entraron en el agua. Harry no estaba muy acostumbrado a nadar, generalmente para cuando llegaba el buen tiempo a Hogwarts él se encontraba tan preocupado por Voldemort y sus fechorías que nunca disfrutaba del lago del colegio con sus amigos. En cambio, Helena tenía una gran soltura dentro del agua. Le contó a Harry que desde que tenía memoria lo que más le gustaba hacer era nadar, y era muy buena, había ganado muchas competiciones de crol y sincronizada. Aún así hicieron varias carreras, que Harry sólo ganaba si la agarraba por los tobillos.
Cuando se cansaron de salpicarse y de hacerse aguadillas, salieron del agua y se pusieron a comer.
—Estás en muy buena forma, ¿haces algún deporte?
La verdad es que Helena se sorprendió bastante cuando lo vio en bañador... el quidditch deja los músculos muy tonificados.
—Juego al... jockey sobre... hierba.
***
Regresaron al Little Whinging cuando caía la tarde.
—Ha sido un día estupendo, la verdad es que me moría de ganas por salir de este barrio.
—No es justo que nos tengan encerrados aquí— Harry no quería despedirse, no sabía qué hacer con las pocas horas que quedaban del día y estar sin ella era lo último que le apetecía.
—Necesito una ducha.
—Sí, yo también. Espero que mañana Hedwig te deje dormir un poco más.
—No te preocupes por eso... me ha encantado conocerla.
***
La noche estaba bastante entrada y Harry seguía dando vueltas en su cama. No podía dejar de pensar en lo bien que se lo pasaba con Helena. Era como si fueran dos piezas distintas de un mismo puzzle que encajaban a la perfección.
Se estremeció al recordar su abrazo... 'Ojalá pudieran conocerla Ron y Hermione... ojalá pudiera llevármela a Hogwarts y conseguirle un cuarto en frente del mío, estoy seguro de que jamás volvería a tener pesadillas'.
—Harry, está claro que así no puedes irte a la cama, tienes demasiados pensamientos en la cabeza como para mantener tu mente cerrada—le dijo la voz de su conciencia.
Resignado se levantó y se dirigió hacia la ventana, con suerte Helena tampoco estaría durmiendo. Efectivamente, había una luz tenue encendida, pero no logró verla.
—Helena, ¿estás ahí?
Oyó un pequeño grito en la casa contigua.
—Perdona, no quería asustarte— le dijo cuando ésta se levantó desde el suelo.
—No pasa nada, es que no me esperaba oír nada a estas horas. Pensaba que ya estarías durmiendo, como hace un buen rato que apagaste la luz...
—Ya, es que parece ser que hoy no hay sueño. ¿Siempre estás despierta hasta tan tarde?
—Sí, el verano está para no dormir por las noches... suelo esperar a que llegue mi padre.
En ese momento sonaron unos pitidos en su cuarto.
—Alguien se impacienta por aquí... Y tú pasa ¿o prefieres pasar solito una noche de insomnio?
No se lo tuvo que repetir dos veces.
—Estaba hablando con un amigo por messenger.
Harry la miró con cara de no entender.
—Eso sí que no, ¿no sabes lo que es el messenger? ¿Pero en qué mundo vives?
Helena le hizo sentarse en frente del portátil y con mucha paciencia le explicó cómo funcionaba.
—Así que con esto puedes hablar con gente al otro lado del mundo— 'Por qué los magos no se modernizan... hay inventos muggles muy útiles'.
—Efectivamente, y este que parpadea de forma tan desesperada es Alex.
—¿Y qué dice? —preguntó al ver que estaban hablando en español.
—Quiere saber por qué tardo tanto en responderle... hoy está de lo más pesado. — Se inclinó sobre el teclado y escribió en inglés: «Harry acaba de llamar a mi ventana»—Ya verás ahora se pondrá loco de celos... ahí lo tienes.
—Si molesto me voy...
—No, no, no. Eres la excusa perfecta para dar por terminada la sesión de hoy.
Al ver que un párrafo enorme aparecía en la pantalla ambos se agacharon para leer mejor: «hola Harry, soy el exmejor amigo de Lena, seguramente no te habrá hablado de mí, tiene mucha facilidad para olvidarse de su gente... por el contrario yo no paro de oír hablar sobre el simpático del vecino, que si baño para arriba que si hamaca para abajo... no sé si lo hace sólo por joderme o si es que se ha vuelto muy abierta últimamente»
—Vaya, habla inglés muy bien.
—¿Qué está insinuando este imbécil? A veces podéis ser todos tan estúpidos... —y dicho esto cerró de un manotazo el portátil.
Harry se sentía en el centro de una guerra que no era la suya. Pero pensar que Helena le había estado hablando a su ¿novio? sobre él hasta el punto de ponerlo celoso y agresivo... le hacía sentir egoístamente bien.
Helena salió disparada al baño sin decir una palabra y comenzó a lavarse los dientes con mucha fuerza, tanta que Harry oía el ruido desde la habitación. Al instante reapareció, parecía más calmada.
—No vayas a pensar que es un egocéntrico engreído y posesivo... simplemente está triste y se siente muy solo. Es mi mejor amigo—cerró su puerta y se quedó mirando el collage de fotos que había pegado en ella, Alejandro salía en casi todas. —Es verdad que no te he hablado mucho de él.
—Me has contado de todo... pero sobre el grupo en general. —Harry se olvidó de su alegría anterior, tenía la sensación de que estaba a punto de saber algo importante sobre su vida. —¿Estabais juntos?
—Mucho... bueno, no en ese sentido. Lo hacíamos todo juntos, éramos mejores amigos desde la infancia. Ha sido la única figura estable de mi vida. Mi padre nunca estaba en casa, las niñeras siempre encontraban mejores trabajos... Y por primera vez en dieciséis años estamos separados. Y enfadados, nunca lo he visto tan resentido conmigo.
—Pero si lleváis tanto tiempo juntos seguro que podéis superar el tema de la distancia.
—Eso es lo que yo pensaba, pero... las cosas se complicaron cuando acabamos los exámenes finales de junio. Se me declaró, habló de amor, de enamoramiento... al principio pensé que lo decía para que no me fuera, pero se puso tan serio... Es lo que pasa, ¿no? Cuando dos personas se compenetran a la perfección y están siempre juntas, quiero decir que, es normal que aparezca algo más de por medio.
El globo de esperanzas que Harry había estado hinchando esa noche tumbado en la cama explotó. Se dio cuenta de que lo que él quería era una relación así con ella, de intensa amistad y luego... amor. '¿Cómo es posible que después del trauma con Cho quieras volver a meterte en esos líos? Además la acabas de conocer... y seguro que lo último que quiere en este momento es otro amigo declarándosele... ¿eh, quién ha hablado aquí de declaraciones?'
—Comprendo perfectamente lo que le pasó... la línea que pone el límite entre la amistad y el amor es muy fina.—acertó a decir.
—Eso le dije, que podía estar confundido. Y que empezar algo cuando yo estaba haciendo las maletas era un suicidio... aparte de que esa es la peor manera de romper las buenas relaciones.
Resopló agobiada, se abanicó con una mano y terminó haciéndose una coleta con su larga melena. Con la cara al descubierto parecía muy vulnerable.
—Me siento como si le hubiera dado la espalda. Y él tiene la impresión de que voy a dejar de hablarle por eso... menos mal que está rodeado de buenos amigos allí.
—Y tú aquí tampoco estás tan mal.
Entonces se oyó el ruido de unas llaves que tintineaban y abrían la puerta de la calle.
—¡Vilma, ya estoy en casa!—gritó una voz potente desde el piso de abajo.
A Helena se le iluminó la cara.
—Corre, ven, que te lo presento.
Le agarró de la mano y enfiló las escaleras. En el marco de la puerta había un hombre de edad avanzada, con el pelo cano y una barba nacarada bien recortada. Tenía los ojos pequeños y de un azul intenso y una nariz ganchuda.
—Tú debes de ser la oveja negra de los Dursley—dijo el hombre con una sonrisa deslumbrante y le tendió la mano.
Harry la estrechó fuertemente.
—Que sepas que aquí sólo dejamos entrar a lo más nefasto del barrio. Yo soy Abeforth, el padre de Helena.
—Harry, la oveja más negra y nefasta de todo Little Whinging. —Abeforth arqueó una ceja y marcó aún más la sonrisa.
—Sí eso he oído... y también que tienes una preciosa lechuza blanca.
Mientras hablaban los tres, un lado del cerebro de Harry encontraba al padre de Helena muy familiar. Había visto su cara en alguna parte, pero dónde. Y esa mirada de hombre sabio, le recordaba a cierto mago venerable... 'Estás paranoico,' se dijo 'incluso has creído oír a Snape en la hora de la siesta'.
