Genial, mi ordenata o me están jugando un mala pasada... crucemos los dedos para que se vea el 8º

¡Por fin he conseguido actualizar! Esto de las vacaciones es peligroso pero ahora se acerca un mes menos movidito, así que espero poder subir nuevos capítulos cada semana. Muchas gracias a Lucumbus, GaRrY, Padffot, Nelly Esp y Silence-Messiah por sus estupendos reviews... ¡espero que no os hayáis olvidado de mí en todo este tiempo! Necesito feedback, mucho feedback.


CAPÍTULO 8: Comienza el curso

Soñó con ovejas, maldiciones, varitas y elfos domésticos. Soñó que vivía la hora de la comida varias veces el mismo día. Soñó con tardes de estudio y toneladas de tinta azul. Tan confusos se volvieron sus días que llegó a pensar que sus sueños se parecían más a la realidad que sus interminables jornadas. El pequeño reloj de arena que pendía de su cuello tenía la culpa de aquel desbarajuste horario. Todas su horas las vivía tres veces y cuando el sueño podía con ella, le daba infinidad de vueltas al colgante y se encerraba en su cuarto. Tuvo que apañárselas para que nadie la viera dos veces en el mismo sitio y acostumbrarse a verse a ella misma pululando por la habitación.

A la semana de llegar ya se había hecho al lugar, y en cuanto la mayoría de los alumnos dejó de lado la sorpresa inicial de su parentesco con Dumbledore, la aceptaron sin problemas. Se llevaba especialmente bien con un grupo de ravenclaws de su edad con los que jugaba al quidditch todo los días. En cambio los slytherins se ocuparon de no cruzar ninguna palabra con ella.

Menos Malfoy.

Después del incidente en su primera clase de pociones, el ambiente se había enrarecido entre ellos. Helena no daba crédito a lo que había estado a punto de hacer. Estaba muy asustada porque para realizar una maldición imperdonable se necesita de mucha ira, y de ganas por ver cómo la otra persona sufre hasta la muerte. Y pensándolo fríamente, Malfoy tampoco la había provocado tanto...

Cuando daba clase, Malfoy se comportaba como un imbécil, no dejaba de criticar todo lo que hacía. 'Deberías agradecerme el que esté tan pendiente de esta poción... porque al fin y al cabo vas a ser tú quien la pruebe'.

No se volvió a dar ninguna situación parecida a cuando se conocieron hasta que un día, uno de los últimos de agosto, sorprendió a Malfoy en su habitación cuando iba a echarse su habitual siesta de media mañana.

—¿Qué haces aquí? Te he visto entrar en la clase de McGonnagall— dijo Malfoy desde su hamaca.

—¿No sería más normal que te hiciera yo esa pregunta? Y por cierto ¿cómo has logrado entrar en mi habitación?

Malfoy se levantó y metió una botella de algo sin etiquetar en su mochila.

—Antes pasaba mucho tiempo en este cuarto, porque no servía para nada y lo dejaban sin contraseña. Así conocí al borracho de Derec... es bueno tener amigos hasta en el infierno, sobre todo si son miembros de Bodegas a domicilio.

Helena se quedó callada. No sabía qué hacer con él. Estaba claro que no podía decírselo a su tío porque sino le expulsarían... 'Además, si me debe una seguro que deja de comportarse así en clase'.

—Pues debe ser el único lugar donde los tienes.

Malfoy sonrió.

—Pensé que saldrías corriendo a decírselo a tu tío.

—¿Para qué? Sé que no te va a echar... lo que no sé es por qué tiene que protegerte de lo que hay fuera, siendo el hijo de Lucius Malfoy.

—No sé quién eres para juzgarme a través de mi padre. Ni siquiera me conoces.

—Oh, es más normal prejuzgar a alguien porque conoces a su tío. Se me había olvidado.

Se miraron fijamente y pactaron una tregua silenciosa.

—La próxima vez llamaré antes de entrar.

Esa tarde Helena contó con varias horas libres, puesto que la mitad del profesorado había partido en el Expreso después de comer. Cuando entró en el Gran Comedor vio que habían apartado la mesa a un lado y que en su lugar habían puesto una larga alfombra.

—¿De dónde habrán sacado la alfombra de duelos?— se preguntaban los alumnos en voz baja mientras miraban con desconfianza a un grupo de slytherins.

—Malfoy, sabes perfectamente que las clases de duelos han quedado suspendidas— dijo Ernie Macmillan secundado por sus amigos de Hufflepuff.

—¿Cómo siendo tan gallina pudieron nombrarte prefecto?— le respondió Malfoy— Lo único indispensable para duelos es la enfermera... alguien tendrá que recomponer tu carita de niña cuando te la rompa.

Ernie se zafó enseguida de los brazos de sus amigos y se lanzó contra los slytherins, estos se apartaron para dejar espacio a los dos prefectos. Malfoy no esperó a que los saludos iniciales estuvieran hechos para atacar:

—¡Petrificus totalus!

—¡Protego!— consiguió decir Macmillan a tiempo.— ¡Lacarnum inflamarae! —De la varita de Macmillan surgió una llamarada de fuego que Malfoy no consiguió esquivar.

—¡Impedimenta!— gritó el rubio y Ernie cayó hacia atrás mientras Malfoy aprovechaba para apagar el fuego de su túnica y después decir:— ¡Experliarmus!

La varita de Macmillan saltó de su mano y fue a para a la de Malfoy.

—Ahora te vendría muy bien que Snape estuviera aquí, ¿verdad?— le dijo en voz baja mientras le apuntaba con las dos varitas.— ¿Alguien quiere saber qué ocurre cuando se utiliza el encantamiento Difindo contra la cara de un Hufflepuff?

Pero algo retuvo a Malfoy de cumplir su amenaza. Todos los presentes se pusieron de puntillas para ver mejor, y se encontraron con que Helena estaba ayudando a Macmillan a ponerse de pie.

—Contra la de un Dumbledore es igual de interesante.— siseó Malfoy entre dientes.— Eres una estúpida si crees que no voy a hacerte daño tan sólo porque no sepas hacer magia.

—Con suerte no pasará los TIMOs y la perderemos de vista en diciembre—añadió Parkinson.

—Y tú eres un creído si piensas que nadie se va a atrever contigo ahora que Potter no está aquí para ponerte en tu sitio.

Todos menos los slytherins asintieron ante su comentario. Y Malfoy, incapaz de controlarse, agitó su varita con fuerza, lo que le provocó a Helena un corte en la cara. Se llevó la mano a la herida y ésta se empapó de sangre. Muchos de los estudiantes corrieron a ponerse en medio de los dos pero una fuerza invisible volvió a despejar la alfombra.

—Así que quieres más, chica nueva.

—¡Desmaius!— dijo Helena y Malfoy cayó al suelo inconsciente. Ella se se estaba acercando con un hechizo en mente cuando una sonrisa cruzó la cara del slytherin.

—¿En serio creíste que me habías dado? ¡Explosus!

—¡PROTEGO!— dijo Helena a tiempo mientras que los que se encontraban más cerca se vieron empujados por una pequeña onda expansiva.

—¡¡¡¡EXPLOSUS!!!!

El cuerpo de Helena se elevó varios metros del suelo y después cayó al otro lado del Gran Comedor. Malfoy se puso en pie y levantó las manos en señal de triunfo. Los de su casa estallaron en vítores pero enseguida les mandó callar.

—Todavía no he terminado. ¡Accio Dumbledore!— como atraída por un imán Helena terminó en brazos de Malfoy. — ¿Bailas? —le dijo en voz baja.

Empleó la poca fuerza que le quedaba en apartarse de él pero la tenía bien sujeta por la cintura. Helena forcejeó en vano y Malfoy consiguió agarrar sus muñecas detrás de la espalda de ella.

—Lección número uno: mantén siempre las distancias. Lección número dos: nunca pelees contra magos a los que no puedes ganar.

—¿Quién ha dicho que no te pueda ganar?— entonces le propinó un rodillazo a Malfoy en la entrepierna que le hizo doblarse y caer de rodillas al suelo.

—¡Maldita muggle!

—¡EXANGUINEM!

—¡PETRIFICUS TOTALUS!— gritaron los dos a la vez.


Despertó muy desorientada. Nunca antes había estado en la enfermería. Intentó salir de la cama pero sus pies permanecían petrificados. Entonces se acordó del duelo, de lo estúpida que había sido al enfrentarse a Malfoy sabiendo tan poca magia, ahora podría estar en el hospital de heridas mágicas con su padre sermoneándole sobre no hacer estupideces en el colegio.

—Por fin ha dejado de sangrar.—oyó que decía una voz femenina.— Empezaba a preocuparme. ¿Sabe qué hechizo utilizó?

—Creo que dijo algo así como "exangüinem".— respondió la voz de Dumbledore.

—No lo había oído en mi vida.

—Yo tampoco.—Se callaron al ver que Malfoy comenzaba a despertar.— Buenos días, señor Malfoy.

—¿Dónde...?—dijo con un hilo de voz— Tú...—añadió mirando a Helena, pues sus camas se encontraban enfrente.

—Oh, Helena, tú también has despertado. Poppy, cuando puedan caminar que se presenten en mi despacho.

Al poco rato los dos se quedaron solos y al ver que Poppy no estaba a la vista Malfoy inspeccionó preocupado el estado de su virilidad.

—Toma, ponte hielo.— Helena ya podía caminar y al ver la cara pálida de Malfoy y sus muecas de dolor se sentía un tanto culpable.

—Sabes, eres odiosa como una gryffindor, pero lo que has hecho—dijo mientras se ponía hielo en la zona afectada— no es típico de uno de ellos.

—¿Es esto lo más cerca que vas a estar de decir un «estaba equivocado contigo»?

—No creo que sea buena idea que ella se quede.—oyeron que gritaban desde la puerta de la enfermería.

—POR QUÉ, SI NO ES NI LA MITAD DE PELIGROSA QUE TÚ.— respondió Snape.

—La diferencia, querido Severus, es que yo sé cómo hacerme controlar, en cambio ella casi desangra a uno de tus alumnos.

Malfoy miró preocupado a Helena. Desde aquel día en la sala de los menesteres supo que ocultaba algo.

—Dumbledore y yo somos suficiente peso como para hacer que se quede.

—No si el resto del profesorado se pone en contra. Además, podríamos excluiros de la votación, a él por ser su tío y a ti por ser su padrino.

—Siempre igual, ¿es que no sienten nada de respecto hacia mi trabajo? Esos dos chicos se están recuperando de heridas graves, por favor, id a gritaros a otra parte.— les riñó Madam Pomfrey.

—No puedes contarle esto a nadie, Draco.— Helena se sentó a los pies de su cama, necesitaba su palabra.

—¿Ahora soy Draco?— se quedó un momento pensando y añadió:— ¿Quién eres, de dónde has salido y por qué estás aquí? Y... ¿DESDE CUANDO ES SNAPE TU PADRINO?

—Snape me salvó la vida. ¿Nunca te habías preguntado por qué Dumbledore ha dejado a un mortífago dar clases en su colegio?—Helena entonces se calló, no podía decirle que Snape era un traidor.

—Desde la primera clase de pociones supe que no eras normal, Dumbledore. Tal vez no tan anormal como el tarado de Potter, pero después de lo que acabamos de oír no me extrañaría que fueras un híbrido de...

Helena sacó su varita y apuntó a su cuello.

—Eres peor que las ratas, Malfoy. Espero que el miedo no te deje darme más clases...

—¿Miedo a qué, a ti? ¿Una niñita de 16 años?

—La misma que casi te desangra... —dijo acercándose a su cara— no sé por qué intentas recuperarlos —y dirigió una mirada a donde tenía los hielos— con la poca sangre que te queda dentro no te servirán para nada.

Malfoy abrió la boca pero de ella no salieron insultos, sino un grito de dolor. Sumado al de Helena resonaron por todo el piso. Ambos se miraron sorprendidos, los dos tocándose el brazo izquierdo.

—Así que era eso...—la voz de Malfoy sonó rota por el dolor.

Al ver que Helena se caía al suelo, dejó de apretarse el brazo y logró sujetarla por la túnica, en cambio él perdió el equilibrio y los dos terminaron en el suelo. Cuando volvió a abrir los ojos la encontró debajo de su cuerpo con la respiración entrecortada. Entonces notó que dos manos le levantaban. Era Snape, había oído los gritos. Malfoy logró sostenerse sobre sus pies, pero a Helena tuvieron que llevársela con un encantamiento.


—¿Con ganas de volver?—le preguntó Tonks a Harry en King's Cross.

—Por supuesto, pienso empezar con los entrenamientos de quidditch la semana que viene.

A su lado la cara de Ron se iluminó de alegría.

Todos tenían buenos motivos para volver al colegio (a Hermione la sola idea de dar una asignatura nueva le quitaba el sueño por las noches). De hecho, todos pensaban que en Hogwarts tal vez escaparían del ambiente de pesadumbre en el que estaba sumida la Comunidad Mágica. No habían vuelto a hablar de la profecía, pero cada vez que alguien mencionaba a Voldemort, Ron y Hermione le apretaban el hombro a Harry o le cogían de la mano. Era su forma de decirle que no estaría solo nunca. Durante el mes que pasaron juntos en Grimmauld Place se dedicaron a hablar como lo hacen los chicos de su edad, sin preocuparse por más que disfrutar de lo que tenían en aquel momento por pequeño y simple que fuera. A ojos de un extraño parecerían simples adolescentes.

Hermione se acercó a Harry:

—No te preocupes más por ella, ya la verás en verano.— le dijo cuando vio que su amigo miraba al infinito y suspiraba.

—¿Te respondió a la lechuza?— preguntó Ron.

—Sí, ahora estará con sus amigos españoles... y con Álex.— añadió en voz baja.

—¡¡¡RON, HARRY, HERMIONE!!! Tenemos el vagón para nosotros solos— era Luna Lovegood, que gritaba desde una de las últimas ventanas del tren.— Y eso no es todo— les contó cuando se hubieron sentado— no he visto a Malfoy ni a sus matones por ningún lado.

—¿En serio? ¿Creéis que este año no irán a Hogwarts?— preguntó Ginny.

—Tal vez estén ayudando a papá.— respondió Ron.

Cuando Hermione, Ron y Ginny salieron a patrullar por el tren se quedaron asombrados de los pocos alumnos que había. De hecho, a los cinco minutos estuvieron de vuelta y ya no volvieron a salir.

—Creo que es el viaje a Hogwarts más aburrido de mi vida.

—No el de Crookshanks—advirtió Harry, pues el gato le perseguía por todas partes y se empeñaba en restregarse contra él.

—Te ha cogido cariño— dijo Hermione divertida.

—Pues a mí me parece que está en celo.—refunfuñó Ron.


La silueta de Hagrid fue lo primero que se adivinó entre la bruma bajo la luna llena. Venía sin la habitual sonrisa que solía dedicar a los asustadizos niños de primer curso. Harry fue rápidamente a encontrarse con él, y no le pareció mala idea que Hagrid les propusiera a todos llegar hasta el castillo en las barcas. 'Será bonito recrear el momento', pensó. Pero no era lo mismo sin Neville llorando por su sapo, o sin Malfoy alardeando de su fortuna y pureza de sangre. Incluso el calamar gigante parecía ausente.

A medida que las barcas se habrían camino, los alumnos de Hogwarts se sumieron en un espeso silencio, meditando sin duda el provenir de sus vidas. Hasta que muchos se dieron cuenta de que el corazón del lago estaba coloreado con un verde luminoso.

—Hagrid, mira ¿qué crees que estará pasando?— preguntó Hermione que iba en la barca más cercana al semigigante.

—La gente del agua lleva varios días reuniéndose. Es imposible mantenerse ajeno a lo que pasa en la superficie y están decidiendo qué hacer. Oh, Harry, no te preocupes, Dumbledore ha sabido siempre cuidar de sus amigos, tenemos en ellos a los más fieles aliados.

Cuando llegaron, las puertas del Gran Comedor estaban abiertas de par en par. Los alumnos que habían pasado los meses de verano en Hogwarts les recibieron de pie y entonando el himno del colegio.

—¡Buenas noches a todos y bienvenidos un año más!— anunció Dumbledore desde su atril— Como habréis podido observar, este año nuestro número de estudiantesse ha visto reducido debido a los últimos acontecimientos que tan bien conoceréis. En cambio nuestro compromiso para con los jóvenes magos sigue siendo el mismo, por lo que encontraréis en Hogwarts no sólo una escuela, sino también un hogar.— empujó con el dedo índice sus gafas de media luna y prosiguió — Y antes de dar comienzo al banquete debo comunicaros que el Bosque Prohibido sigue siendo prohibido y que hacer magia en los descansos conlleva detención.—Filch les dedicó a todos la peor de sus sonrisas, sin duda se acordaba de Umbrige con nostalgia— Por otro lado, tal vez os preguntéis quién es este año el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras— Dumbledore hizo una pausa ante el cuchicheo creciente de sus alumnos—, hoy no se encuentra aquí por razones de salud pero sé que cuando se incorpore, el ya conocido y querido profesor Lupin, recibirá la bienvenida que se merece.

La mesa de Gryffindor estalló en gritos de alegría y Harry sintió unas terribles ganas de que se pasara la noche cuanto antes. En cambio, muchos otros se miraron asustados pues era de dominio público las circunstancias que impedían al profesor disfrutar del banquete.

—Otra novedad de este año es el profesor Abeforth Dumbledore, que se encargará de impartir Prehistoria de la Magia.

—¡El hermano de Dumbledore!—Harry, que hasta entonces no había reparado en el anciano sentado en un extremo, se quedó paralizado al reconocer al padre de Helena y al acordarse del momento en el que le vio por primera vez: en una foto deshecha por los bordes que Ojoloco Moody le había enseñado hacía un año. «Sólo lo vi ese día, era un tipo extraño» recordó.

—Se bienvenido. Y una última cosa antes de calmarnos el hambre... Acércate, Helena.

El comedor volvió la cabeza hacia la puerta. Muchos la saludaron desde su mesa y muchos otros se preguntaron quién sería. Caminó lo más rápido que pudo y con la cabeza agachada, intentando ocultar el rojo de sus mejillas. Cuando pasó a la altura de Harry, éste dejó de respirar. No podía soportar tantas buenas noticias en tan poco tiempo. Sintió el impulso de llamarla pero la voz de Dumbledore ahogó sus intentos.

—Os presento a Helena Dumbledore, mi sobrina. Igual que todos vosotros, ella también posee el don de la magia, aunque por cuestiones personales nunca hasta ahora había podido asistir a Hogwarts. El colegio se ha comprometido a aceptarla si supera los TIMOs en diciembre, así que espero que le prestéis toda la ayuda que necesite.

—Harry ¿te encuentras bien?—preguntó Hermione al ver que su amigo hacía tiempo que había dejado de parpadear.

—Es ella... es mi vecina... ¡Helena!

Ron y Hermione se miraron asombrados.

—Y es el motivo perfecto para desenterrar un año más al Sombrero Seleccionador.

Desde su taburete, el Sombrero entonó la misma melodía que el año anterior, volviendo a recalcar la necesidad de unión entre las distintas casas. Al terminar, McGonnagall lo levantó y después lo depositó suavemente sobre la cabeza de Helena. Esta hasta entonces no había levantado la mirada del suelo, pero ahora parecía ser que el Sombrero decidía sus movimientos por ella. Entonces vio centenares de miradas clavadas en ella y se preguntó por qué su tío no podía haberla asignado a una casa en la intimidad de su despacho.

—Ya te daba por perdida, jovencita—oyó que decía una voz muy cerca de su oído.—Déjame ver, no tardaré... Mmmhhh... bastante más complicado de lo que me suponía.

—¿Qué pasa?

—No sólo tienes la sangre de tu padre en las venas, sino también el coraje y la tenacidad que Gryffindor exige, sin embargo también posees mucha habilidad para las artes oscuras ¡inaudito en tu familia!

Helena se dio cuenta de que sus compañeros se extrañaban ante la tardanza. Entonces pudo ver como dos pares de ojos sobresalían del resto de la muchedumbre, una mirada gris y otra verde... '¡Harry!'.

—¿Harry? ¡Harry Potter! ¿Eres amiga suya?

—Sí.

—Entonces no hablemos más... ¡¡¡GRYFFINDOR!!!— bramó el Sombrero Seleccionador desde su boca deshilachada.

McGonnagall no pudo contener un abrazo. Su padre y su tío aplaudieron con fuerza. En la mesa todo el mundo la recibi como si ella solita hubiera ganado la Copa de la Casa.

—¡Tenemos a Dumbledore!— gritó Ron.

Harry apartó descaradamente a los que la rodeaban.

—Helena. Hola. —dijo desde detrás de sus gafas y luciendo una sonrisa deslumbrante.

—¡Harry!— no esperó a que dijera nada más y se abrazó a él fuertemente.—Perdona que no te lo haya dicho antes.

Harry cerró los ojos y la apretó fuerte contra sí. Si era un sueño y alguna vez despertaba, se la llevaría con él.

—Es el último lugar donde te hubiera imaginado.

Desde el hombro de Harry, Helena pudo ver cómo en la mesa Slytherin les miraban con sus peores caras, y cómo Malfoy intentaba disimular el nudo que se la había hecho en la garganta. Sus miradas se cruzaron y de nuevo otra copa cayó al suelo y se convirtió en polvo de estrellas.

—Mira, estos son Ron y Hermione.

Los tres se saludaron efusivamente, como lo hacen las personas que todavía no se conocen pero que lo saben todo la una de la otra.

La sentaron entre Harry y Ron, y Hermione se puso enfrente. Fueron los últimos en empezar a comer y los primeros en ponerse a hablar.

—¿Entonces el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras es un hombre lobo?

—Sí, pero es genial.

—El mejor profesor que hemos tenido de esa asignatura.

—Dicen que el puesto está gafado, pero si Lupin repite...

Los tres se disputaban ser el primero en ponerla al día sobre los asuntos más sórdidos del colegio pero Helena dejó de escucharles cuando vio que Malfoy se levantaba de su sitio y se iba sin que nadie más se percatara.

—¡Draco!—gritó pero no se dio la vuelta.

—Malfoy, la rata más grande y rubia del planeta.—dijo Ron.

—¿De qué le conoces?— le inquirió Harry.

—Me ha dado clases de pociones durante todo el mes.

—¿Cómo es que Dumbledore ha permitido que te juntaras con alguien como él?— se preguntó Harry.

'Porque sabía que existían muchas probabilidades de que me tocara Slytherin, porque en el fondo no somos tan diferentes... porque hay algo que sólo nosotros compartimos'

—Ni idea—respondió y clavó su mirada en la de Harry, contenta de que no le hubiera pedido explicaciones.