-¿La azul o la roja? -Hyoga había entrado en el salón con una camisa en cada mano. Shun apartó la vista de la tele y las miró.
-La azul.
-Gracias, Shun -dijo revolviéndole el pelo a su amigo en un gesto cariñoso, y se fijó en lo que estaba viendo en la tele.- ¿Aún ves esos dibujos animados? -preguntó en tono de burla y se marchó sin esperar respuesta.
Shun habría querido explicarle que no los estaba viendo, que estaba haciendo zapping, pero no le dio tiempo. Además era mentira. Todavía le gustaba ver dibujos animados. Le recordaban a su infancia, que aunque no hubiera sido muy feliz, la recordaba con cariño por los buenos momentos pasados junto a su hermano. Pero que viese esas cosas no significaba que siguiera siendo un crío. Habían pasado varios años desde la batalla contra Hades y ya era mayor de edad: hacía unos meses había cumplido los 18.
A pesar de todo, sus compañeros seguían viéndole como al niño del grupo. Hyoga también...Shun suspiró. Si Hyoga supiera lo que soñaba por las noches no le llamaría crío nunca más. En cambio, probablemente se asustaría...al saber que era el protagonista de todos sus sueños húmedos.
Sin embargo Hyoga no le prestaba ninguna atención, sobretodo últimamente. Todos los fines de semana tenía alguna cita ya que le pedía consejo a Shun sobre qué ropa le quedaría mejor. El joven Caballero de Andrómeda nunca le preguntaba con quién quedaba, le dolería mucho saberlo. Pero sospechaba que se trataba de Camus, el maestro de Hyoga, por una conversación que había oído hacía unos días.
Recuerdo
Los Caballeros de Bronce estaban en el gimnasio. Habían adquirido esa costumbre para no perder la forma a pesar de que las batallas habían terminado por el momento. Shun estaba descansando mientras se secaba el sudor con una toalla cuando le llegaron las voces de su hermano y Hyoga, que estaban a unos metros de allí. El Cisne parecía estar enseñando a Ikki un nuevo ejercicio con unas pesas.
-Mmm...sí, está bien para trabajar los bíceps -comentó el Fénix.- ¿Dónde lo aprendiste?
-Me lo enseñó mi Maestro.
-Ahh...veo que todavía os queda tiempo incluso para entrenar -dijo Ikki con un extraño tono.
-¿Qué quieres decir? -Hyoga estaba de repente a la defensiva.
-Bueno, rubito, ya sé que Camus te está enseñando muchas cosas que no tienen nada que ver con la lucha...
-Qué sabrás tú -le espetó el Cisne y se alejó hacia otra máquina de ejercicios.
Fin del recuerdo
Si realmente Hyoga estaba con Camus... entonces sí que Shun no tenía ninguna oportunidad. El Maestro de Hyoga tenía unos cuantos años más que éste. "Si le gustan los hombres maduros jamás se fijará en m" pensaba Shun con tristeza.
El Cisne estaba entrando en un hostal a pocas manzanas de allí. Saludó a la recepcionista la cual le dio una llave.
-Hoy tenéis la 202.
-¿La del ventanal grande? Me gusta -sonrió Hyoga, y subió las escaleras en dirección a la habitación. Se preguntaba si llegaba el primero o... Nada más entrar en la habitación salió de dudas, puesto que unos firmes brazos le agarraron y le atrajeron a un apasionado beso de bienvenida.
-Veo que hoy has llegado pronto -comentó Hyoga cuando se liberó de los labios de su Maestro.
-Estaba impaciente -contestó Camus- Te necesitaba conmigo ya.
Y sin más preámbulo comenzó a arrancarle toda la ropa al Cisne, incluida la camisa azul que con tanto cariño le había recomendado Shun. Los dos Caballeros se entregaron a unas horas de sexo ardiente y salvaje, y luego cayeron en la cama, jadeantes y agotados. El Caballero de Acuario miró a Hyoga, tumbado junto a él, la boca entreabierta, la vista en el techo, recuperándose de la pasión que había desbordado sus cuerpos un sábado más.
-Te amo -le dijo. Hyoga se río - ¿De qué te ríes?
-No es cierto.
-¿Qué quieres decir? -preguntó Camus extrañado.
-Que tú no me amas. Pero tranquilo, no hace falta que disimules, no me vas a hacer daño ni nada parecido.
Camus frunció el ceño. Definitivamente Hyoga ya no era un discípulo inexperto ni mucho menos, no esperaba que fuese tan claro. El Cisne se dio cuenta de su consternación.
-Si me amases no gemirías "Milo" cada vez que terminas. -dijo en tono burlón.
Un ligero rubor tiñó las mejillas del Caballero de Acuario.
-¿Es cierto eso? Yo...no me doy cuenta...lo siento.
-¿Cómo van las cosas con él?
-De mal en peor. Sospecha que me estoy viendo con alguien y no me deja en paz.
-¿Pero sigue acostándose con Mu?
-No. Ni siquiera se hablan. Milo no le perdona que me confesase que se habían liado.
-Dioses...no sé por qué le quieres tanto.
Shun no podía dormir. No había oído la puerta de la Mansión, lo que quería decir que Hyoga aún no había llegado. Eran casi las cuatro de la mañana y estaba cansado de dar vueltas en la cama, así que bajó a la cocina a buscar a su inseparable compañero nocturno: helado de chocolate. Tenía una gran tarrina en el congelador que se comía a cucharadas cada vez que estaba deprimido. En las últimas semanas esto ocurría a menudo.
Llevaba un rato engullendo cuando oyó abrirse y cerrarse la puerta de entrada. "Ese debe ser Hyoga" pensó. No se equivocaba, puesto que éste entró al poco en la cocina.
-Hola, Shun. -dijo, un poco sorprendido de verlo allí.
-Hola -contestó éste, tragando el helado algo avergonzado. Hyoga se dirigió a la nevera y sacó una botella de agua fría, de la que dio un gran trago.
-Bueno, me voy a dormir -le dijo a Shun cuando terminó- No te comas todo el helado, a ver si te va a dar una indigestión.
Shun sonrío y entonces Hyoga se acercó a él y se inclinó, de forma que su rostro quedó a pocos centímetros del de su amigo. Shun se quedó sin respiración: los labios de Hyoga tan cerca... ¿qué estaba ocurriendo? Entonces el Cisne alargó una mano y pasó un par de dedos muy cerca de la comisura de los labios de Shun...entonces éste se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Limpiarle el chocolate de la cara.
-Estabas lleno de helado -comentó Hyoga, ya saliendo de la cocina. Shun agachó la cabeza, ruborizado y avergonzado. Por un momento había pensado que Hyoga lo iba a besar. "Soy un estúpido".
Al día siguiente era domingo, el único día de la semana que los Caballeros de Bronce pasaban casi entero juntos. Por semana todos tenían obligaciones, (Shun por ejemplo cuidaba de los niños en el orfanato donde se había criado) y los sábados solían salir (sobretodo Hyoga). Pero los domingos eran días de descanso, y muchas veces de resaca, así que solían alquilar una película y verla todos juntos.
En eso estaban cuando a Hyoga le sonó el móvil: un mensaje.
-Para la película. -le pidió a Ikki, que era el que tenía el mando de la tele.
-No.
-¡Ikki, no seas imbécil, para la película! Este cacho está muy interesante, no me lo quiero perder mientras miro el móvil.
De mala gana, el Fénix puso el vídeo en "pause". Hyoga cogió su móvil y apretó unos cuantos botones para leer el mensaje. Ya que la película estaba parada y no había nada mejor que ver, todos le miraban expectantes, mientras leía al Cisne se le dibujó una sonrisa en la cara, aunque un poco extrañada "Qué raro" estaba pensando "Nunca quedamos los domingos".
-¿Y? ¿Quién es? -preguntó Seiya. Seiya era muy cotilla y Shun solía reprochárselo pero en esa ocasión le agradeció preguntar lo que estaba deseando saber.
-¿Y a vosotros qué os importa? - no tenía intención de contárselo e hizo ademán de guardar el móvil, pero Ikki fue más rápido y se lo quitó de la mano. Hyoga se lanzó a quitárselo, pero no pudo evitar que el Fénix leyese el mensaje en voz alta.
-"Hielito soy Camus...-leía Ikki mientras esquivaba al Cisne- quedamos en el parque de las fuentes dentro de media hora.Te espero.Muchos besos"
Shun creyó que se le pararía el corazón. Entonces su hermano tenía razón: Hyoga y Camus estaban saliendo juntos. Miró a sus amigos, Hyoga intentaba golpear a Ikki, Seiya y Shiryu le estaban intentando sujetar... pero en realidad no les estaba viendo, sus ojos estaban vacíos. Salió del salón sin que ninguno de los demás se diese cuenta.
Subió escaleras y más escaleras de la gran Mansión Kido como un autómata hasta llegar al último piso: el desván. Era un cuarto pequeño, sucio y oscuro, pero donde no llegaban los ruidos de la casa. Por un pequeño ventanucho se podía observar gran parte de los alrededores. Lo cerró: quería aislarse del mundo en un vano intento por dejar de sentir dolor. Se sentó en el suelo y se abrazó las rodillas, cerrando los párpados con fuerza. Pronto unas lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas.
Perdió la noción del tiempo, pero cuando su cuerpo entumecido no aguantaba más estar sentado se levantó, abriendo los ojos con dificultad. Tenía los párpados hinchados de tanto llorar. Abrió la ventana, pero fue una mala idea. La luz le dio en los ojos lastimándoselos más aún, así que volvió a cerrarla rápidamente. Pero...le había parecido ver... Entreabrió un poco el ventanuco y dejó que sus ojos se acostumbraran a la luz. Entonces lo abrió del todo y miró hacia fuera...sí, era Hyoga acercándose a la Mansión. Pero había algo extraño en él... caminaba muy Daba la impresión de estar herido. Había quedado con Camus...¿qué le había hecho su Maestro? Pronto su preocupación por su amigo fue más grande que el dolor que le había hecho recluirse allí y se apresuró a salir del desván .
Paso rápidamente por el baño para lavarse la cara y borrar así las huellas de que había estado llorando y fue en busca de Hyoga casi corriendo. No estaba en el comedor, tampoco en el salón... no había nadie, ¿dónde estarían los otros tres?...finalmente lo encontró en la cocina. Estaba apoyado sobre el fregadero con la cabeza gacha.
-Hyoga, ¿estás bien?
El Cisne se sobresaltó, hasta el momento no había visto a nadie en casa y creía que estaba solo. Miró a Shun, que estaba en la puerta visiblemente preocupado.
-Sí, no te preocupes, estoy bien.
Shun se acercó:
-¡No estás bien! Tu cara... -Hyoga tenía un labio partido y sangre seca en la nariz- ¿Qué te ha hecho Camus? -preguntó, apretando los puños con rabia. Hyoga no contestó, una arcada le hizo volver a bajar la cabeza y Shun observó horrorizado que vomitaba sangre. Cogió unas servilletas y se las alcanzó a Hyoga para que se limpiara. Con mucho gusto lo hubiera hecho él pero no se atrevía.
-Vamos al médico. Estás herido.
-Shun, no digas tonterías. Hemos tenido heridas mucho peores y no hemos ido al médico -logró decir Hyoga mientras un fuerte dolor en el estómago le hacía doblar las rodillas.
-Por lo menos ve a acostarte. Apenas puedes mantenerte en pie -le pidió Shun.
-Está bien...me...acostaré -jadeó Hyoga. El Caballero de Andrómeda se acercó a él y tímidamente le pasó un brazo por la cintura para ayudarlo a caminar hasta la habitación. Hyoga puso un brazo sobre los hombros de Shun recargando su peso en él. "Qué agradable es sentir su peso..." pensó Shun, pero se reprimió a sí mismo. "Déjate de tonterías. Es tu amigo, está herido y lo que tienes que hacer es ayudarle".
Avanzó arrastrando a Hyoga por el pasillo, pero una vez que llegaron a las escaleras el Cisne fue incapaz de subirlas ni así, por lo que Shun tomó una decisión. Tomó a su amigo por detrás de las rodillas y por la nuca y lo alzó sin dejarle tiempo a protestar. Lo llevaba en la misma postura en que Hyoga le había llevado a él hasta la Casa de Escorpio, cuando estaba desmayado tras darle toda la energía de su cosmos en la Casa de Libra. Hyoga sin duda recordó el parecido de la situación porque sonrió.
-Eres más fuerte de lo que pareces -le dijo, mientras era llevado escaleras arriba sin dificultad. Shun no dijo nada, lo llevo hasta la habitación y lo posó sobre la cama.
-Gracias -le susurró Hyoga. En ese momento la puerta se abrió bruscamente y Shun se giró a mirar ¿sería su hermano? ¡No! ¡Era Camus! "¿Cómo se atreve a venir aquí después de lo que le ha hecho a Hyoga?" Guiado por la rabia y sin pensárselo dos veces, el joven Shun le dio un puñetazo en la cara al Caballero de Acuario que le hizo retroceder varios pasos, aturdido.
-Shun, ¿pero qué haces? -preguntó Hyoga asombrado. Shun se quedó quieto al darse cuenta de lo que había hecho, pero dispuesto a contraatacar si Camus le devolvía el golpe. Pero el Maestro de Hyoga no parecía ir a molestarse en devolvérselo. Entró en la habitación tocándose la mejilla dolorida y le habló al Cisne:
-Dile que se vaya o no respondo de mis actos.
-Shun, vete, por favor -pidió Hyoga. El Caballero de Andrómeda se le quedó mirando, paralizado en medio de la habitación. No podía creer lo que oía. Hyoga quería que lo dejara a solas con su agresor.
-Por favor -volvió a decir el Cisne, mirándole suplicante. Al final Shun obedeció. Si era lo que Hyoga quería...no lo entendía, pero lo respetaría.
Cuando Shun se hubo ido, Camus se sentó en la cama junto al rubio.
-Menos mal que conseguiste que se fuera, un minuto más y le desencajo la mandíbula. ¿Ese niño está loco o qué? -aún le dolía el puñetazo.
-Ese niño tiene nombre, se llama Shun, y no le habrías hecho nada porque yo no te habría dejado ni tocarle -contestó Hyoga desafiante. Camus se sorprendió un poco por la reacción de éste pero no hizo ningún comentario, cambió de tema.
-Desvístete, voy a ver esas heridas.
-No tengo ninguna herida -el Cisne quería conservar su orgullo maltrecho, se resistía a que su Maestro cuidara de él.
-Sí las tienes. Mírate la camiseta.
Hyoga miró hacia abajo y vio que unas manchas de sangre comenzaban a empapar su camiseta.
-Te la quitas tú o te la quito yo -insistió el Caballero de Acuario- Y cuéntame qué ha pasado.
-Cuando veas cómo son las heridas lo sabrás -dijo Hyoga mientras se quitaba la camiseta, resignado.
Mientras tanto Shun había bajado las escaleras y daba vueltas por todo el primer piso intentando calmarse. Entonces oyó la puerta de entrada y fue hacia allí: eran Seiya, Shiryu y su hermano.
-¿Dónde estabais? -les preguntó alterado.
-Comprando palomitas: como no nos poníamos de acuerdo sobre quién debía ir a por ellas, fuimos los tres -contestó Seiya.- ¿Te ocurre algo?
Shun les contó lo que había ocurrido, omitiendo sus sentimientos, por supuesto.
-¿Dices que Camus hirió a Hyoga? -dijo Shiryu extrañado.
-Sí. Había quedado con él, ¡todos escuchamos el mensaje!
-Imposible, no ha sido él -contestó Ikki- ¿Tenía alguna herida Camus, acaso?
-Pues...no.
-¿Y crees que Hyoga se dejaría golpear sin luchar?
-Entonces, ¿quién ha sido? ¿Con quién ha luchado? -Shun no entendía nada, y encima, el Caballero de Acuario y Hyoga estaban arriba, solos en la habitación de éste. Pero no se desmoronaría, por lo menos no delante de sus amigos.
Camus observó las heridas de Hyoga, tenía pequeños agujeros en el torso, como aguijones...
-Agujas escarlata, ¿verdad?
El Cisne asintió.
-Me lo imaginaba. -dijo el Caballero de Acuario- ¿Por qué crees que he venido aquí? Milo me llamó misterioso diciéndome que había tenido unas palabras contigo...enseguida me puse en lo peor y acerté. ¿Qué pasó? Cuéntamelo todo.
-Me llegó un mensaje, supuestamente tuyo, para que quedásemos en el parque. La verdad, me pareció extraño, pero fui.
Hyoga le relató los sucesos de aquella tarde tal como los recordaba.
Recuerdo
Estaba en el parque buscando a su Maestro. No tardó en encontrarlo al ver una larga cabellera azul de lejos. Pero según se acercaba salió de su error: ese pelo no era el de Camus...¡era Milo, el Caballero de Escorpión!
-¿Qué haces tú aquí? ¿Dónde está Camus?
Milo le miraba con maldad:
-No va a venir. Fui yo el que te mandé el mensaje.
-¿Y para qué querías traerme aquí?
-Para...¡esto! -de repente el Escorpión se lanzó sobre Hyoga y le atacó, clavándole una aguja escarlata.. El Cisne se llevó la mano al pecho, sorprendido. Le había pillado desprevenido, no pensó que le fuera a atacar, pero esto no sucedería una segunda vez. Se puso en posición de combate. Milo se río al verlo.
-Ridículo -comentó.- No debí perdonarte la vida cuando nos enfrentamos en el Santuario.
Pero enseguida su sonrisa desapareció y le miró seriamente, echando chispas de rabia por los ojos:
-Te estás follando a Camus, ¿verdad?
Entonces Hyoga comprendió.
-Sí. ¿Tienes algún problema con eso? -dijo sonriendo. Si intentaba sacar de sus casillas al Escorpión, lo había conseguido, ya que éste volvió a lanzarle su ataque. Pero esta vez Hyoga estaba preparado y lo esquivó, disponiéndose él a su vez a atacar.
Mientras luchaban muchos curiosos fueron congregándose a su alrededor, impresionados por la fuerza de los combatientes. Pero no tardó en llegar la policía alertada por el jaleo y a regañadientes tuvieron que dejar la pelea para no ser multados por escándalo público. Cada uno se fue por su lado no sin antes advertirle Milo:
-Deja en paz a mi novio o esto no quedará así.
-¡Ya no es tu novio! -le gritó Hyoga mientras se alejaba.
Fin del recuerdo
Camus sonreía.
-¿Te hace gracia que nos peleemos por tí? -dijo Hyoga molesto.
-No, perdona... Es sólo que...Milo nunca cambiará. ¿Cómo está él? ¿Conseguiste herirle?
-¡Claro que sí! No me subestimes porque no sea un Caballero de Oro.
-Hace mucho que aprendí que no hay que subestimaros...
Shun y los demás Caballeros de Bronce estaban reunidos en el salón cuando entró Camus.
-Hyoga no tiene nada grave así que ya me marcho. Eso sí, necesita reposo y es posible que le suba la fiebre -y sin dar tiempo a los demás a contestar se marchó sin dar ninguna otra explicación.
-Imbécil arrogante... -murmuró Ikki entre dientes.
Al día siguiente todos tenían trabajo pero alguien tenía que quedarse con Hyoga. Shiryu sugirió que fuese Shun quien se quedara, ya que su trabajo era voluntario y no tenía que dar explicaciones a ningún jefe. El Caballero de Andrómeda aceptó aunque no de muy buena gana: hubiera preferido alejarse de Hyoga, dejar de pensar en él durante un instante, y los niños le hubieran ayudado. Pero Shiryu era el más sensato y tenía razón. Su trabajo no les mantenía, el de los demás sí. Le gustaría cambiar eso, buscarse un trabajo "de verdad", pero no podía abandonar a esos niños. Se veía reflejado en ellos y quería contribuir a hacerles un poquito más felices.
Así que se quedó al cuidado del rubio. Ayer le habían interrogado entre todos (o casi todos, porque Shun no dijo nada) pero el Cisne no había querido contarles lo que había pasado.
-Una pelea sin importancia y ya está, ¿de acuerdo? -había contestado irritado.
Así que Shun no tenía intención de presionarle para que se lo dijera. No quería mostrarse más interesado de lo normal, no quería descubrir sus sentimientos ante Hyoga. De todas formas no tuvo que fingir en toda la mañana, ya que aunque iba cada hora a cambiarle la compresa fría que tenía en la frente (le había subido bastante la fiebre), Hyoga siempre estaba dormido. O eso creía él, porque en cuanto salió de la habitación esta última vez, el Cisne abrió los ojos.
Hacía rato que estaba despierto, pero cuando entró su amigo se había hecho el dormido, no sabía muy bien por qué. Tal vez era que no quería enfrentarse a esa dulce mirada...si Shun le preguntaba qué le había pasado probablemente se lo contaría, nunca había podido negarle nada. Todavía podía sentir impreso en su frente el suave roce de la mano de Shun, el cual había querido comprobar si la fiebre bajaba. Hyoga alzó la mano poniéndola en su frente, encima de donde había estado la de Shun hacía unos instantes, cerró los ojos y volvió a dormirse.
Continuará...
Notas: ¡Hola a todos! Es el primer fic que publico en esta web, espero que os esté gustando, dejadme reviews con vuestras opiniones. ¡Pronto subo el 2º capítulo!
