Transcurrieron dos días más, Shun continuaba cuidando de Hyoga sin hacer preguntas y éste se lo agradecía interiormente. El tercer día por la mañana Shun estaba preparando el desayuno de Hyoga, siempre lo hacía cuando los demás se marchaban a sus trabajos, cuando el Cisne apareció en la cocina.
-¿Qué haces aquí? Deberías estar acostado. -dijo Shun preocupado.
-Tranquilo, ya estoy bien. Me encuentro mejor que nunca, incluso creo que voy a volver al trabajo. -ciertamente Hyoga se veía en plena forma. Shun no pudo dejar de admirar una vez más su belleza, sobretodo esos ojos azul cielo, casi ocultos por el flequillo rubio que Hyoga solía echarse hacia atrás en un gesto muy sexy.
-Bueno, pero desayuna algo antes -logró decir. El Cisne asintió:
-Tengo mucha hambre, ya estaba harto de sopitas y purés -dijo riendo y mostrando su blanca dentadura. Cogió varias tostadas que le ofreció Shun y se sentó a desayunar. El Caballero de Andrómeda se puso a fregar los platos para ocuparse en algo, la presencia de Hyoga le incomodaba. Tenía la sensación de que llevaba escrito en la frente: "Hyoga, te amo". Quizás por eso ni le miró cuando terminó de desayunar y se levantó para marcharse.
-Me voy ya, esos vagos de la oficina no habrán hecho nada sin mí y tendré un montón de trabajo atrasado. Además así puedes volver con tus niños. -dijo el Cisne, pero contrariamente sus palabras, no se fue. Se quedó observando a su joven amigo, fregando sin mirarle, la cabeza agachada, el pelo tapándole la cara.
-Shun... -se acercó a él. Éste levantó la cabeza sorprendido, Hyoga había hablado con un tono de voz extraño, muy cálido- Quiero agradecerte...estos días, me has tratado muy bien. Es gracias a tí que ya estoy recuperado.
Tomó la cara de Shun con una mano, acariciándole la mejilla.
-Gracias. -dijo una vez más, y vio como Shun se ruborizaba y bajaba sus grandes ojos, su pequeña boca entreabierta... Sintió enormes deseos de abrazarle, de... Dejándose llevar por un impulso Hyoga posó sus labios sobre los de Shun. Éste abrió mucho los ojos, sorprendido. "¡Me está besando!" Sentía la calidez de los labios del Cisne sobre los suyos, que le besaba con dulzura pero firmemente. No se lo podía creer, pero al final cerró los ojos y se dejó llevar. "Por favor, que este momento no termine nunca..."
Pero el momento terminó. Hyoga se separó confundido, dándose cuenta de lo que acababa de hacer. Shun intentó decir algo pero no podía ni hablar, sólo miraba a su amado, tenía miedo, miedo de que sólo hubiese sido un sueño, pero allí estaba el Cisne, delante suya y además aún podía sentir el calor de sus labios...
-Yo... -Hyoga no sabía qué decir, demasiados pensamientos pasaban por su mente, demasiados sentimientos en su corazón. Tenía que ordenarlos. Recuperó un poco la compostura- Shun...me tengo que ir a trabajar, hablamos por la noche, ¿vale?
Los dos Caballeros se miraron por unos momentos, algo asustados por lo que acababa de ocurrir.
-Va...vale -dijo Shun haciendo un esfuerzo. Hyoga se marchó prácticamente corriendo.
"Cobarde, eres un cobarde, te ha faltado tiempo para salir corriendo" se decía Hyoga a sí mismo en la oficina. No podía concentrarse en el trabajo y sus compañeros lo habían notado:
-Para venir y no hacer nada mejor te quedabas en casa. -le habían dicho.
El rubio intentaba concentrarse en la pantalla del ordenador, pero era imposible. "Dioses, he besado a Shun. ¿Por qué? ¿Y por qué estoy así por un simple beso? ¿Qué es esto que siento? ¿Esto es lo que llaman amor?"
Hyoga había tenido varios amantes pero sus relaciones se habían limitado sólo al sexo. No se había enamorado de ninguno, nunca había sentido dolor al separarse de ellos. Con Camus tampoco era distinto. Sabía que tarde o temprano su Maestro volvería con Milo y no le importaba. Simplemente se lo pasaba bien con él. ¿Y sus amantes? Alguno se había enamorado de él pero el Cisne no había dudado en dejarles las cosas claras.
Pero con Shun era distinto. No podía hacerle eso, Shun era...Shun. Y no había estado bien que le besara...cierto que sus labios eran los más dulces que había probado...pero sentía que se había aprovechado de él. "Es tan ingenuo, tan frágil...no puede estar con alguien como yo."
Mientras tanto Shun jugaba con los niños en el orfanato, pero tampoco conseguía prestarles mucha atención. Cuando Hyoga se había ido tuvo que sentarse, se sentía hasta mareado. Su querido Cisne le había besado, pero en vez de sentirse alegre tenía un mal presentimiento. Hyoga había huido de él. "Seguro que está arrepentido. Está enamorado de su Maestro y no se atrevió a decírmelo." No soportaba más estar en aquella casa y tampoco tenía nada que hacer, así que había venido a cuidar de los niños.
Estaba absorto en estos pensamientos cuando una pelota impactó contra su cabeza. Esto le hizo volver a la realidad. Un niño moreno le miraba decepcionado.
-Te dije que la cogieras -decía haciendo pucheros- ¿Ya no quieres jugar conmigo?
Por fin llegó la noche. Shun estaba impaciente porque Hyoga le dijera lo que tuviese que decir. "Aunque sea que no me quiere, que fue un error, pero esta incertidumbre es insoportable", pensaba. Sin embargo tuvo que esperar un rato más porque Shiryu había hecho la cena para todos. Normalmente cada uno cenaba cualquier cosa a su aire, de forma que Hyoga y Shun hubieran podido hablar, pero justo hoy iba a ser noche de cena todos juntitos...
Ikki y Seiya estaban peleándose por la última salchicha. Shiryu les miraba resignado. "Para qué me molestaré yo en hacer la cena...es mejor cada uno por su lado". Finalmente Seiya había ganado y masticaba la salchicha satisfecho y con la boca abierta. El Fénix le lanzó un pedazo de pan y pronto empezó una guerra de lanzamiento de comida. Cuando una empanadilla desviada fue a caer en el pelo de Shiryu, éste perdió la paciencia:
-¡Ya basta! ¿No os da verguenza? ¡Parecéis críos! -gritó.
Ikki y Seiya parecieron hasta avergonzados, y dejaron la batalla por el momento. Mientras tanto, Hyoga y Shun comían en silencio. Shun, impaciente por hablar con el Cisne, Hyoga, temeroso de que llegase ese momento. "¿Cómo se lo digo?".
Cuando terminaron de cenar, Shiryu ordenó al Fénix y a Pegaso que recogieran ellos ya que su batallita había dejado la cocina hecha un desastre. Estos dos iban a obedecer, cuando el Dragón se ponía serio era mejor hacerle caso, pero Shun les interrumpió:
-No, dejadlo, ya recojo yo.
-¿Tú? -Seiya no podía comprender que alguien se ofreciera a recoger algo voluntariamente.
-Y yo le ayudo.-respondió Hyoga- Ya he estado bastantes días sin hacer nada.
-Ahí tienes razón. Que recoja el pato -dijo Ikki satisfecho, y él y Seiya se escabulleron antes de que cambiasen de idea. Shiryu les miró extrañado:
-¿Estáis seguros? Deberían recoger ellos...
-Que sí, que sí...- Shun y Hyoga empujaron fuera de allí al Dragón, quedando solos en la cocina. Hyoga se apartó el flequillo de la frente, incómodo. No sabía como empezar. Decidió ir al grano.
-Lo de esta mañana...yo...
Shun desvió la mirada. Intuía el final de la frase, pero aguardó a que el Cisne lo pronunciara:
-...fue un error.
Ya está. Lo había dicho. Shun fue a salir de allí, ya no necesitaba oír más, pero Hyoga lo detuvo cogiéndole del brazo:
-Déjame explicarte...no quiero hacerte daño.
-Ya me lo has hecho -contestó Shun con rencor- ¿Por qué me besaste?- le miró casi suplicando una explicación. Hyoga no supo qué contestar, ni él mismo lo sabía bien.
-Me dejé llevar, fue un impulso.
-Hyoga, nunca...vuelvas...a jugar conmigo. -Shun estaba llorando, se odiaba a sí mismo por llorar delante de Hyoga, pero no podía evitarlo.
-¡No jugué contigo! En ese momento, yo...creí...mira, tú eres como mi hermanito pequeño y no...
Al oír eso, Shun se soltó el brazo, furioso.
-Tú necesitas hombres mayores que tú, ¿no? ¡Como Camus! ¿Crees que no sé que estás con él? ¡No soy tonto! ¡Todos pensáis que soy tonto y no lo soy!
-Nadie piensa eso -Hyoga intentaba calmarlo.
-¡Si lo piensan! ¡Y tú también! ¿No ves como me hablas? ¡Como si fuese un niño! ¡Tengo 18 años!
El Cisne bajó la cabeza. Probablemente Shun tenía razón. Por mucho que creciera ellos seguían considerándole un crío.
-Lo siento. Pero escucha...no te equivoques con lo de Camus, no estoy enamorado de él ni nada parecido.
-¿Entonces por qué siempre quedas con él?
Hyoga enrojeció, no sabía como decirle a Shun...
-Bueno, porque nosotros... -carraspeó.
-Ya entiendo. Sólo folláis.
El rubio miró a su amigo, sorprendido de oírle utilizar esa palabra. Shun bajó la cabeza, avergonzado.
-Shun, yo sólo espero que sigamos siendo amigos. Lo de hoy...podemos olvidarlo. -le pidió el Cisne.
El Caballero de Andrómeda suspiró. ¿Qué iba a hacer? ¿Suplicarle, rogarle, llorar más...? No, ya se sentía bastante humillado.
-De acuerdo, olvidémoslo. Hasta mañana, me voy a dormir.
Los días siguientes fueron un infierno para Shun. Después de haber probado los labios de Hyoga se le hacía más difícil aún estar sin él. Pero no sabía muy bien cómo, estaba continuando con su vida y no dejaba a los demás ver su dolor. O eso creía él. Shiryu le pilló una mañana en el salón:
-¿Qué te está pasando? -le preguntó el Dragón sin más preludios.
-¿A mí? Nada, ¿por? -Shun intentaba parecer despreocupado.
-No me mientas. Apenas comes, ni hablas...ya no eres aquel niño alegre...
"Niño" otra vez esa palabra. Shun desvió la mirada, enfadado. Shiryu no se dio cuenta y continuó hablando:
-Además tienes muchas ojeras y en ocasiones te oigo caminar por la casa de noche. ¿Qué es lo que no te deja dormir?
-Shiryu, no insistas. No me pasa nada, ¿vale?
Por su parte Hyoga también continuaba con su vida. Entre el trabajo y las juergas con los amigos no le fue difícil olvidar el "accidente" del beso. Y las veces que éste acudía a su memoria lo ignoraba pensando "Al final lo solucioné, hice lo correcto y punto". Además Camus le había llamado. Por suerte para Hyoga, Milo y él aún no estaban juntos, de hecho se llevaban peor que nunca, así que habían quedado para el sábado en el hostal de siempre. El Cisne sonrió pensando en la tarde de pasión que pasarían juntos.
El sábado Hyoga se vistió con sus mejores vaqueros y... a la hora de escoger la camisa dudó... Antes Shun siempre le aconsejaba la que mejor le quedaba, pero ahora no estaban las cosas como para preguntarle por algo así. "Soy un imbécil...si no me hubiera dejado llevar y no le hubiera besado ahora todo seguiría como siempre". Al final se puso la roja, la que menos le gustaba a Shun.
Pasó por el salón a despedirse de sus amigos y encontró al joven Caballero de Andrómeda solo.
-¿Dónde están los demás?
-Shiryu tenía una cita con Shunrei, Seiya y mi hermano están el bar de la esquina.
-¿Y tú...no sales? Te vendría bien -por primera vez Hyoga se fijó en que su amigo no tenía muy buen aspecto.
-No tengo ganas.
Se quedaron en un silencio incómodo durante unos momentos, hasta que Hyoga volvió a hablar para decir que se le hacía tarde y se fue.
-No vayas a hacer esperar a Camus -murmuró Shun para sí mismo.
Hyoga se recostó en la cama y cerró los ojos, dejando a su Maestro que recorriera cada centímetro de su piel con su boca hambrienta. Pero esta vez algo era distinto...el Cisne no conseguía disfrutar del momento, había algo que fallaba. Los labios de Camus, por muy expertos que fuesen, ahora ya no conseguían transmitirle nada. Al besar a Shun había probado la ternura, el amor que transmitían, y en comparación los de su Maestro ahora ya no le servían. ¿Por qué besar a alguien que no amas? Los besos deberían ser una prueba de amor, pero durante todas sus noches de amantes y lujuria, Hyoga había hecho que perdiesen su significado.
Se incorporó y alejó a Camus de él.
-¿Qué ocurre? -preguntó éste, pero no le hizo caso. Se sentó en el borde de la cama y apoyó la cabeza entre las manos, intentando aclarar estos nuevos sentimientos que desconocía. El Caballero de Acuario se acercó por detrás, resistiéndose a dejar escapar al precioso rubio, y comenzó a acariciarle la espalda. En respuesta Hyoga se levantó. De repente estaba harto del sexo, harto de cuerpos lujuriosos que sólo le amaban durante una noche. Comenzó a vestirse ante la mirada atónita de Camus.
-¿A dónde vas?
-A buscar el amor. Y tú deberías hacer lo mismo.
Camus no entendió qué quería decir pero tampoco tuvo tiempo de preguntar porque Hyoga ya se había marchado. La recepcionista del hotel tuvo una de las mejores visiones del día cuando el Cisne pasó por delante de su mesa aún con la camisa sin abrochar...
Hyoga se fue directo a la Mansión Kido. No tuvo que buscar mucho para encontrar a Shun porque éste estaba en el jardín, tirado en la hierba leyendo un libro. Se acercó despacio. Su amigo no le había visto, estaba concentrado en la lectura. "Es hermoso" pensó Hyoga. El sol reflejaba en el pelo de Shun haciéndolo brillar, éste le caía por los hombros posándose suavemente sobre su espalda. Entonces Shun alzó una mano y se puso el pelo detrás de la oreja, permitiendo a Hyoga admirar de perfil su pequeña boca, su nariz respingona...
-Shun- lo llamó. Éste levantó la cabeza y sintió un cosquilleo en el estómago al ver quién era: su amado rubio había hincado una rodilla en la hierba y le miraba con una intensidad que no sabría explicar.
-¿Qué? -contestó. Hyoga parecía querer decirle algo, porque abrió la boca.
"Te amo" era lo que el Cisne estaba a punto de decir. "TE AMO CON TODA MI ALMA SHUN" era lo que sentía en lo más hondo de su corazón pero...
-Nada...que si ya han vuelto Seiya y Ikki. -contestó. Shun bajó la mirada, decepcionado. La intensidad había desaparecido de los ojos de Hyoga, y la magia del momento se había evaporado. "¿Qué magia?"-se reprochó a sí mismo- "Son todo imaginaciones mías".
-No...aún no -logró decir. Hyoga no dijo nada más, entró en la Mansión dejando a Shun solo, sin poderse concentrar ya en el libro. "¿Por qué siempre que hablamos sale corriendo?"
El Cisne entró en su habitación y arremetió a golpes contra todo lo que encontró. Pasado su ataque de furia se dejó caer en la cama y unas lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas. Se había dado cuenta de que amaba a Shun, pero ya le había hecho demasiado daño, no merecía que ahora le dijera "Shun lo que te dije que fue un error en realidad no fue un error..." ¿Cómo podría creerle? Se ponía en la situación contraria, que fuera Shun quien le hubiera besado y luego rechazado, y se dio cuenta del dolor que le habría causado. "Soy un cabrón, un imbécil, ¿cómo pude hacerle algo así? Nunca me perdonará. Por mucho que le ame...tengo que olvidarlo".
Pasaron los días. Hyoga había decidido olvidar sus sentimientos por Shun pero no era nada fácil. Cada vez que lo veía su corazón latía desesperadamente y tenía que realizar verdaderos esfuerzos para no quedarse mirándole y perderse en esos ojos verdes...
Shun se dio cuenta de que a su amigo le pasaba algo raro, porque cada vez que se cruzaban Hyoga ni le miraba, parecía que le esquivaba... en cambio cuando creía que no lo veía, Shun podía sentir la mirada del Cisne fija en él. Por ejemplo hacía unas horas, mientras comían, había tenido esa sensación, así que miró hacia Hyoga y le vio observándole con una expresión extraña. Cuando sus ojos se cruzaron el Cisne había desviado la mirada rápidamente. "Me mira si me deseara" Pero Shun no quería hacerse ilusiones: "Ya me dejó bien claro que no". Eres como mi hermanito pequeño... le había dicho el rubio. "Además está con Camus", recordó. Justo cuando pensó esto oyó un teléfono sonar. Recorrió el salón con la mirada buscando el aparato y lo vio encima de la mesa. Era el móvil de Hyoga; siempre se lo olvidaba en cualquier sitio. Lo cogió para llevárselo y vio que en la pantalla ponía "Camus". Seguramente el Caballero de Acuario le llamaba para quedar. Por un momento pensó en colgarle el teléfono, pero enseguida se avergonzó de haber tenido ese mal pensamiento.
-¿Ese no es mi móvil? -era Hyoga, que había entrado al oír sonar la melodía de su móvil.
-Ah, sí...ten- Shun se lo dio y el rubio salió al jardín para hablar. Camus estaba bastante mosqueado.
-Pensé que por lo menos me llamarías para darme una explicación -le dijo en cuanto Hyoga cogió la llamada.
-Lo siento, Maestro. Iba a hacerlo...pero se me olvidó.-respondió el Cisne.
-¿Y a qué esperas para explicármelo?
-Bueno, pues... me di cuenta de que lo que hacíamos estaba mal.
-¿Que estaba mal? ¿De qué hablas? - Hyoga notó que en vez de arreglarlo estaba enfureciendo más a Camus.
-Mira Camus, los dos sabemos que sólo estábamos juntos por el sexo. Es mejor que estemos con personas a las que sí amemos de verdad.
-Creía que lo pasabas bien conmigo.
-Sí, es cierto, lo pasaba muy bien, pero ahora quiero dedicarme sólo a la persona a la que amo.
-¿Y quién es esa persona? -el Caballero de Acuario comenzaba a olvidarse de su enfado.
-Pues...algún día te lo contaré.
-¿No confías en mí?
-Sí, pero... es que ni siquiera esa persona sabe que la amo.
-¿Y por qué no se lo dices?
-No quiero hacerle daño.
-¿Cómo vas a hacer daño a alguien por decirle que le amas? Mira, no sé qué habrá pasado entre vosotros pero hay algo que nunca falla: la sinceridad.
Hyoga se quedó un momento callado. Sinceridad. Probablemente su Maestro tenía razón. "Le diré a Shun todo lo que siento. Le he hecho mucho daño pero... si me ama podrá perdonarme. Ojalá..."
-Maestro.
-¿Qué?
-Gracias. Voy a seguir tu consejo.
-Me alegro.
-Oye y tú... deberías perdonar a Milo.
-¿Qué? No me puedo creer que me digas eso. Te peleaste con él y...
-Me da igual. Yo no le aguanto pero tú le amas y él te ama a tí. A su manera, pero te ama.
-Me lo pensaré, pero no te prometo nada...
-Bueno, algo es algo -sonrió el Cisne- Te dejo, tengo algo importante que hacer.
Hyoga fue a por una chaqueta y su cartera y se dirigió al centro comercial. Pronto encontró lo que buscaba porque se veía a metros de distancia: era un peluche gigantesco que a Shun le encantaba. Siempre que iban de compras su amigo se quedaba observándolo con sus grandes ojos y los demás, incluido él mismo, se burlaban de él por tener gustos tan infantiles. Ahora se arrepentía, y pensó que regalárselo sería una buena forma de empezar a decirle todo lo que sentía.
Volvió a la Mansión Kido cargado con el enorme peluche y se dirigió al salón, probablemente Shun seguía allí. No se equivocaba pues oyó su voz pero no estaba solo, estaba hablando con alguien. ¿De quién era la otra voz? Ah, sí, de Shiryu. Iba a darse la vuelta y volver en otro momento que pudieran hablar a solas cuando se dio cuenta de que sus dos amigos hablaban en susurros. No pudo evitar sentir curiosidad, así que posó el peluche en el suelo y asomó la cabeza. Shiryu y Shun estaban en el sillón, sentados bastante juntos, parecían tener una conversación íntima. Aguzó el oído.
-Shun, ¿estás seguro? -estaba diciendo el Dragón. Como respuesta Shun se acercó más a él y le puso una mano en el hombro. Hyoga sintió una punzaba de celos, sabía que Shiryu y su Shuni eran sólo amigos, pero... ¡espera! El Cisne no podía creerse lo que estaba escuchando.
-Sí, estoy seguro. Bésame -le había contestado Shun.
¿¿Qué?? El rubio se agarró al marco de la puerta para no caerse. Shun estaba acercando su boca a la de Shiryu y... Hyoga no quiso seguir mirando, se apartó de la puerta, cogió el peluche y salió corriendo de la casa. Tiró el peluche en el primer contenedor que encontró.
¿Qué estaba pasando? ¿Shun y Shiryu...? Nunca lo hubiera imaginado. Apretó los puños con rabia. Después de todo Shun no debía haber sufrido tanto...ahí estaba el Dragón para consolarle.
-¡Eh! ¡Ten más cuidado!
Hyoga caminaba rápido, como en shock, sin mirar a su alrededor y chocaba contra todo el que no se apartaba a tiempo de su camino.
Pasó todo el día fuera, no quería volver a la Mansión Kido y ver a esos dos... No conseguía borrar de su mente la imagen de Shun pidiéndole al Dragón que lo besara. Anocheció cuando estaba tirado en la playa. Había algunas parejas a su alrededor contemplando el bonito anochecer, pero Hyoga no lo admiraba. Comparado con Shun el cielo no tenía nada de admirable.
Hacía rato que era de noche cuando por fin se levantó y emprendió el camino de regreso. Con un poco de suerte estarían todos dormidos o de juerga, así que no tendría que ver a nadie. Desde el jardín vio que en la habitación de Shun había luz. Por su mente pasó una imagen nada agradable: tal vez en ese momento, en la habitación... "Shiryu, Shun es un niño, no te atreverás a quitarle su virginidad" pensó rabioso, pero su conciencia le regañó:
"Tú lo harías gustoso, ¿por qué no va a poder hacerlo Shiryu?"
"Porque yo le amo y ese dragón no"
"¿Y cómo lo sabes?"
Hyoga suspiró. No sabía qué responderse a eso. La verdad es que Shun era adorable, seguramente él no era el único que se había enamorado de él. Entró en su habitación y se puso el pantalón del pijama. No tenía esperanzas de dormir, pero se echó en la cama y enseguida se durmió, aunque hubiera preferido no hacerlo. En su sueño (más bien pesadilla) se repetía la escena que había visto en el salón, pero él se quedaba paralizado, no se podía mover del sitio, así que tuvo que presenciar cómo el Dragón besaba a su Shuni, y no sólo lo besaba, lo acariciaba y le quitaba la ropa... Hyoga tenía que impedirlo, Shiryu le iba a hacer daño, pero por más que lo intentaba no podía moverse.
