Al día siguiente Hyoga se levantó temprano, estaba harto de despertarse sudando presa de horribles pesadillas, todas con una constante: Shun y Shiryu juntos. Se metió en la ducha para relajarse. Alzó la cabeza y dejó al agua recorrer su cuerpo musculoso durante un rato. Siempre le hacía mucho bien, pero en esta ocasión no consiguió nada, cuando salió de la ducha se sentía igual de mal. Encima cuando bajó a desayunar Shun y Shiryu estaban en la cocina, conversando alegremente mientras desayunaban. El rubio no les dijo nada, metió una taza de leche en el microondas y se quedó de espaldas a ellos.
-Hyoga, ¿no das ni los buenos días? Empiezas a parecerte a Ikki -le dijo el Dragón.
Shun rió al oír este comentario. El Cisne apretó el botón del microondas con fuerza y sacó su taza aunque aún no estaba caliente. Se bebió la leche de un trago y salió de allí sin decir nada. Si abría la boca se pondría a insultar a Shiryu, cosa que no pensaba hacer por lo menos de momento. No quería que Shun supiera que sabía que estaban liados y que estaba celoso. Se fue a trabajar pero no hizo mucho en todo el día: no paraba de imaginarse a Shiryu congelado por su polvo de diamantes, lo que conseguía arrancarle una amarga sonrisa.
Sin embargo, a medida que transcurría el día su furia y sus deseos de venganza se fueron apagando hasta que sólo le quedó un tremendo vacío al saber que su amado Shuni había encontrado el amor con otra persona. Y no podía echar la culpa a nadie más que a sí mismo, si no hubiera sido tan imbécil ahora todo sería distinto.
Cuando Hyoga salió de la cocina sin abrir la boca Shun se había quedado consternado, sin saber qué pensar. ¿Qué le pasaría? Era evidente que estaba furioso esa mañana. Shiryu estaba pensando lo mismo.
-¿Tienes idea de qué le pasa? -preguntó el Dragón.
-Pues no. Ayer estaba como siempre. Ahora que lo pienso... le llamó Camus. Tal vez discutieron.
-Puede... por cierto, ¿has pensado en lo que hablamos ayer?
-Sí. -Shun se ruborizó- Yo...ahora me averguenzo de haberte pedido una cosa así. No sé cómo se me ocurrió.
Shiryu se levantó y se puso a recoger la mesa:
-Tranquilo, no pasa nada. Pero recuerda lo que te dije: si esa persona te ama le dará igual que nunca hayas besado a nadie, la experiencia no importa en esos casos, sino el cariño y las ganas con que lo hagas. Bueno me voy a trabajar, nos vemos por la noche.
Shun se quedó solo en la cocina, aún con una taza de leche entre sus manos, pensativo. El día anterior había decidido demostrarle a Hyoga que ya no era ningún niño, y para ello le pidió a Shiryu que le enseñara a besar, ya que cuando el Cisne le besó él no había hecho nada, se había limitado a corresponderle. Quería ser ÉL quien besara a Hyoga para demostrarle que podía hacer lo mismo que sus amantes. Pero el Dragón le hizo entrar en razón, apartándose de él en el último momento: "Yo no puedo enseñarte a besar, tienes que aprender tú mismo...sólo déjate llevar por tu instinto y todo saldrá bien". Shun había pasado todo el día nervioso, esperando a que Hyoga regresara, decidido a besarle, decidido a hacerle cambiar su forma de verle. Pero el rubio no había vuelto hasta bien entrada la noche, y esta mañana estaba de tan mal humor que no se habría atrevido aunque se lo hubiese encontrado a solas.
Bebió lo que le quedaba de leche, que ya estaba fría, y dejó la taza en el fregadero. En teoría le tocaba a Seiya fregar los platos del desayuno, lo que significaba que probablemente seguirían allí cuando regresara. Recogió sus cosas y se marchó al orfanato a cuidar de los niños, intentando olvidarse del Cisne aunque fuese por unas horas. Comió allí así que no volvió a casa hasta por la tarde. Cuando llegó no había nadie así que se sentó en el jardín a leer para disfrutar del sol. Llevaba un rato haciéndolo cuando oyó pisadas en el césped y levantó la cabeza: era Hyoga que llegaba del trabajo con su maletín de ejecutivo. Ikki siempre se metía con él por ese maletín: lo cierto es que no le pegaba nada.
Shun sintió un nudo en el estómago. Era el momento. Tenía que agarrar a Hyoga y besarle antes de que éste tuviera tiempo de reaccionar, pero no se atrevía a moverse. Después de todo su plan no era tan bueno... ¡A la mierda! Se levantó decidido, no quería tener que arrepentirse toda su vida de no haber intentado conseguir a Hyoga por todos los medios. El Cisne había pasado cerca de él pero sin detenerse, así que ahora estaba de espaldas. Shun le alcanzó y le puso una mano en el hombro para obligarle a girarse, pero Hyoga reaccionó con una furia que el Caballero de Andrómeda no se esperaba. El rubio le cogió la mano y se la apartó bruscamente. Shun observó horrorizado que en ese instante de contacto Hyoga le había congelado la mano.
-Pero Hyoga...
El Cisne no se giró ni dijo nada, siguió su camino imperturbable. Shun se quedó quieto allí en medio, agarrándose con la mano sana la congelada, y sin creerse aún lo que había ocurrido. "¿Qué le está pasando a Hyoga?", se preguntó con lágrimas en los ojos. Lo que no sabía Shun era que Hyoga también estaba llorando, y que por eso no se había dado la vuelta en ningún momento.
-¡Eh, hermano! ¿Qué haces ahí? -era la voz de Ikki. Shun se giró y vio a su hermano acercándose. Ocultó la mano congelada detrás de la espalda, si su hermano veía lo que le había hecho Hyoga lo mataría.
-Nada...ya...ya iba a entrar...
-¿Te encuentras bien? -preguntó el Fénix frunciendo el ceño. Shun estaba pálido.
-Sí, bueno...creo que me ha dado mucho el sol.
A Ikki le satisfizo esta explicación:
-Siempre te digo que te pongas un gorro cuando salgas a tomar el sol.
-Se me olvidó.
Shun consiguió deshacerse de Ikki y se encerró en el baño. Puso la mano bajo el grifo pero no surtía ningún efecto, seguía igual de congelada. Entonces recordó que aunque hacía mucho que no peleaba, seguía siendo un Caballero... concentró su cosmos y en pocos minutos había conseguido descongelarse la mano. Movía los dedos para recuperar la sensibilidad cuando Ikki llamó a la puerta del baño:
-Hermano, tengo que hacer unas compras. ¿Me acompañas?
-Sí, ahora mismo voy.
Hyoga observó a los dos hermanos alejarse de la Mansión Kido desde la ventana de su habitación. Se sentía peor que nunca por haberle congelado la mano a Shun. Cada vez estropeaba más las cosas, pero al ver a su Shuni e imaginárselo con Shiryu le había invadido de nuevo una furia irracional. Tenía que pedirle perdón cuanto antes. Estaba absorto en estos pensamientos cuando vio precisamente a Shiryu franqueando la puerta de entrada del jardín y dirigiéndose hacia la casa. Hyoga respiró profundamente, esta vez no se dejaría llevar por la rabia, pero eso sí, iba a tener unas cuantas palabras con el Dragón.
Bajó corriendo las escaleras y se encontró con Shiryu al pie de éstas. El Dragón lo vio muy agitado:
-¿Te pasa algo? Estás muy raro últimamente.
-No, no me pasa nada -mintió Hyoga- Sólo quería hablar contigo.
"¡Deja a Shun en paz! ¡Es mío!" quiso gritar, pero no lo hizo.
-Verás, sé lo tuyo con Shun... -Shiryu abrió la boca para decir algo pero el Cisne no le dejó- Shun es mi mejor amigo y por nada del mundo quiero que sufra.
"Ya le he hecho sufrir bastante yo" estaba pensando.
-Pero, ¿qué...? -le interrumpió el Dragón.
-Déjame hablar a mí. Sabes que Shun es muy ingenuo, y muy sensible... es casi un niño, no te aproveches de él o te las verás conmigo.
-Hyoga, yo no...
-No quiero explicaciones. Te gusta Shun y ya está, lo respeto, pero no se te ocurra hacerle daño.
El rubio se fue sin dejarle tiempo a Shiryu a decir ni una palabra. El Dragón se quedó entre sorprendido y divertido, ¿Hyoga pensaba que él y Shun estaban juntos? ¿Estaba loco o qué? Pero ahora que lo pensaba... Shun le pidió que le enseñara a besar para sorprender a alguien...¿ese alguien no sería Hyoga? Encajaba todo bastante bien. "Menudo embrollo se traen estos dos".
Esa noche Hyoga estaba preparándose una hamburguesa cuando se oyó la puerta de la entrada y las voces de Shun e Ikki que ya habían vuelto de hacer las compras.
-Voy a dejar todo esto en mi habitación -decía el Fénix, y Hyoga lo vio pasar por delante de la cocina con un montón de bolsas.
-Yo voy preparándonos algo de cenar, hermano -respondió Shun, y entró en la cocina. Al ver a Hyoga se quedó un momento quieto, como dudando si marcharse o no, pero al final entró y sin dirigirle la palabra, se puso a preparar algo de comer. La tensión se respiraba en el aire, los dos Caballeros trajinaban en la cocina con la cabeza gacha y evitando rozarse.
Fue Hyoga quien terminó con esa situación, aspiró hondo y posó bruscamente el plato que tenía en la mano.
-Shun...
El Caballero de Andrómeda no le miró, hizo como si no le hubiese escuchado.
-Lo siento mucho, yo... no sé qué me pasó.
Shun seguía sin contestar, estaba echando ketchup a unos perritos y no hacía caso al Cisne. Hyoga se acercó y le quitó el bote de ketchup de la mano.
-¡Escúchame, joder! Te estoy pidiendo perdón.
En ese momento entró Ikki, y les miró extrañado:
-¿Pasa algo? -dijo con desconfianza. Si Hyoga pedía perdón era que seguro había hecho algo malo, y su hermanito parecía muy triste. Se interpuso entre ellos dos:
-¿Qué está pasando aquí? -no hablaba con Shun, se lo preguntaba directamente al Cisne. Hyoga le sostuvo la mirada, desafiante.
-No pasa nada.
-Eso no es lo que me parece a mí. -se giró hacia su hermano- ¿Shun?
Shun levantó por primera vez la vista, mirando a Hyoga a los ojos. Si quería vengarse de él no tenía más que decirle a Ikki que le había congelado la mano, el Fénix se encargaría del resto. Pero Shun no era vengativo... además...la mirada de Hyoga... bajó la cabeza, no podía soportarla. ¿Cómo alguien con esos ojos celestiales podía hacerle tanto daño?
-No, no pasa nada. -dijo al fin. El Fénix no parecía muy convencido, pero dejó el tema:
-Entonces podremos cenar, ¿no?
Hyoga no se quedó con ellos, se fue al salón con su hamburguesa.
-Si te ve Shiryu protestará porque dejas migas en el sillón -le advirtió Seiya que estaba allí jugando a la consola. La mirada que le echó Hyoga le convenció de no decir nada más.
Shun no cenó mucho, estaba pensando en Hyoga (en quién sino). Hacía mucho que no entendía el comportamiento del que hasta hace poco era su mejor amigo. Subió pronto a su habitación y iba a meterse en la cama cuando llamaron a la puerta. Era Shiryu.
-Hola -le dijo cuando Shun abrió- Vengo a hablar contigo muy seriamente.
Shun le dijo que pasara, un poco asustado. Se sentaron los dos en la cama:
-¿De qué quieres hablar?
-De Hyoga. ¿Qué rollo te traes con él?
Shun se quedó boquiabierto, ¿cómo sabía Shiryu lo que sentía por el Cisne?
-Yo...bueno, si ya te has enterado, no sé que quieres que te diga.
-Hoy vino Hyoga a hablar conmigo, ¿de dónde sacó que estamos liados?
El Caballero de Andrómeda no salía de su sorpresa:
-Pues ni idea, ¿de veras piensa eso?
-Sí. Me advirtió que te tratara bien, que no te hiciera daño. Intenté sacarle de su error pero no me dejó hablar.
Ahora sí que Shun no entendía nada, ¿primero le congelaba la mano y luego le decía a Shiryu que no le hiciera daño? El Dragón se dio cuenta de su consternación y le pidió que le contara qué estaba pasando. Shun se desahogó con él, ya no podía guardarse más todo lo que había ocurrido esas semanas. Terminó llorando en el hombro de Shiryu, que intentaba tranquilizarle.
-Es que no entiendo nada -sollozaba- No entiendo a Hyoga, pensaba que le conocía bien...pero parece que no.
Shiryu le separó de él y le miró fijamente a los ojos:
-¿Pero no te das cuenta? ¡Hyoga está celoso!
En ese momento se abrió la puerta de la habitación: era Seiya. Parecía estar muy nervioso:
-¡Shiryu!
-¿Qué pasa?
-¡La tele! ¡Se ha estropeado justo cuando iba a terminarme el juego! -Seiya parecía tan desesperado que sus amigos no pudieron reprimir la risa -¿Qué pasa? ¡Es algo muy serio!
-No lo dudo... -dijo Shiryu levántandose. Le revolvió el pelo a Shun- Voy a ver qué le pasa a esa tele... no te comas mucho el coco.
Shun se quedó sólo. Suspirando, se levantó de la cama y caminó por la hbitación, pensando. ¿Tendría Shiryu razón? ¿Hyoga sentía algo por él y estaba celoso? No podía ser, cuando hablaron después de que Hyoga le besase, éste le había dejado bien claro que no le amaba.
¿Por qué demonios tendría que haberse enamorado? ¿Por qué era todo tan difícil?
Estaba absorto en estos pensamientos cuando oyó la voz de su hermano en el pasillo, parecía estar discutiendo con Seiya. Entonces le vino a la mente una conversación que habían tenido cuando eran pequeños.
Recuerdo
El orfanato había organizado una excursión al parque de atracciones. Era invierno, nevaba y hacía mucho frío. Shun caminaba el último, con el cuello de su gastado abriguito tapándole hasta la nariz, mirando con sus grandes ojos todos los puestos de juguetes y cosas ricas.... Entonces lo vio. Estaba en un puesto de tiro al blanco, y era uno de los regalos que estaban más arriba, por lo tanto, más difícil de conseguir.
-¡Eh! ¡Hermano! -era Ikki quien se le acercaba- No te quedes atrás, te vas a perder. ¿Qué estás mirando?
Shun levantó un dedito enfundado en un guante rojo y lo señaló. Ikki siguió la dirección que le marcaba.
-¿Te gusta ese muñeco?
Shun asintió con la cabeza, con una sonrisa triste. Ikki se fijó en que estaba a punto de llorar.
-¿Y por qué te pones tan triste?
-Porque nunca podré tenerlo. Nunca hemos tenido un juguete nuevo.
El pequeño Ikki frunció el ceño.
-Nunca digas "nunca podr" -le dijo regañándolo- Si te lo propones puedes conseguir cualquier cosa.
-No me mientas hermano, hay cosas que son imposibles para nosotros.
-No hay nada imposible y te lo voy a demostrar. Espérame aquí.
Ikki se marchó corriendo antes de que Shun pudiese decir nada. Había pasado un rato y empezaba a tener miedo allí solo cuando vio a su hermano aparecer con una gran sonrisa. Le cogió la mano y le puso unas monedas en ella. Shun abrió mucho los ojos:
-¿De dónde has sacado este dinero?
-Deja de hacer preguntas y consigue ese muñeco.
Shun le dio las monedas al hombre que atendía el puesto de tiro:
-¿No eres muy pequeño para disparar? -preguntó el hombre ceñudo- ¿Dónde están tus papás?
Ikki asomó su cabeza azul por encima del mostrador:
-No tenemos papás, pero no somos pequeños. Mi hermano va a disparar y va a conseguir ese muñeco -dijo señalando al que tanto le gustaba a Shun.
El hombre se rió y le pasó a Shun una gran escopeta.
-Si apenas puede con ella...
Ikki ignoró al hombre y le habló a su hermano suavemente:
-Mira, tienes que disparar a esa diana. Vas a darle en el centro y vas a conseguir el muñeco, ¿de acuerdo?
Shun lo miró temeroso. La escopeta pesaba mucho, se la había apoyado en el hombro pero aún así le temblaban las manitas.
-¿De acuerdo? -repitió Ikki.
-Sí...
Shun hizo un esfuerzo y levantó la escopeta. Intentó ver por la mirilla el centro de la diana...apretó los dientes, cerró los ojos y disparó. Los abrió con miedo. ¿Lo habría conseguido?
-¡Sí! ¡Ese es mi hermano! Ahora le tiene que dar el muñeco jajaja -Ikki estaba dando saltos. El hombre le pasó el muñeco a regañadientes:
-Menuda suerte que ha tenido... -murmuraba para sí mismo Shun cogió el muñeco y lo miró con los ojos llorosos. Ikki le cogió por los hombros.
-¿Me crees ahora? No hay nada imposible, nunca lo olvides. Si quieres algo tienes que luchar hasta que lo consigas.
Fin del recuerdo
Shun sonreía. Tenía el viejo muñeco entre las manos; aún lo conservaba. Lo que nunca había conseguido es que Ikki le dijese de donde sacó aquellas monedas.
No hay nada imposible, nunca lo olvides. Si quieres algo tienes que luchar hasta que lo consigas.
Dejó el muñeco sobre la cama. "Gracias, hermano". Ahora sí que estaba decidido. Salió al pasillo, todo estaba en silencio, debían haberse acostado ya. Caminó rápidamente hacia la habitación de Hyoga, tratando de no pensar, tratando de no tener tiempo para cambiar de idea.
