Capítulo III

Los dos días siguientes pasaron sin precedentes, excepto por el hecho de que los gemelos casi hacían estallar la cabaña, y Ginny continuaba acosando a Hermione con preguntas. Severus había tenido que comenzar a comer con los muchachos, pensando que tal vez Hermione no estaría alegre de tener que cocinar por separado. Era frío y reservado como siempre, pero ya no impedía a los jóvenes que tuvieran alegres conversaciones y bromas cuando se reunían en la mesa.

Nadie se percataba de las miradas que se le escapaban hacia la morena.

Al cuarto día, los muchachos decidieron ir al cine que estaba en el pueblo cercano. Para eso tendrían que salir por la mañana, así tendrían tiempo de recorrer el lugar, realizar compras y conocer el lugar. Dumbledore les había provisto de un vehículo para esos casos, y Harry había sacado su licencia un par de años atrás, al igual que la morena. A pesar de todo, ésta última decidió quedarse en casa.

-La cabaña esta que se cae por cochina y ustedes no quieren ayudarme a limpiar- alegó ella. Trataron de convencerla, pero nada de lo que dijeron hizo efecto, estaba decidida a quedarse. Así, muy temprano, el auto de los muchachos se perdió a lo lejos mientras ésta los observaba desde el pórtico. Fue a la cocina y comenzó a fregar los platos utilizados durante el desayuno, cuando entró Snape.

-Buenos días profesor- saludó ella. Desde que tomara las clases de vuelo, el trato se había hecho un poco mas accesible. Él ya no le dirigía comentarios venenosos a ella. En cuanto a vuelo todavía le faltaba dominar la parte del aterrizaje, y un poco de la elevación.

-Buenos días- respondió él cortésmente. Tomó asiento y comenzó a leer "El Profeta matutino". La morena suspiró. ¿Qué no era posible que alguna vez en su vida admitiera que necesitaba ayuda?

-¿Gusta que le prepare algo?- preguntó. Éste asintió mirándola de la forma que a ella le incomodaba, pero no dijo nada. Se volvió a poner el delantal y comenzó a prepararle la comida.

-¿Dónde están sus compañeros?-

-Fueron al pueblo, querían salir un poco de la monotonía del lugar. Creo que iban al cine-

-¿Al que?-

-Cine. Es un lugar donde te pasan películas en pantalla grande- Severus arqueó la ceja. Definitivamente no conocía nada del mundo no mágico. La última frase de la chica había sido para él totalmente incomprensible. El hecho de que en la escuela jamás hubo tenido trato con los hijos de muggles era un factor muy poderoso para que desconociera todo de ese mundo.

Comenzó a comer lo que la chica le había puesto en el plato, al momento que ella salía de la cocina en dirección a las habitaciones para comenzar a limpiar.

Al poco rato de estar batallando en el cuarto de los gemelos por todo el chiquero que tenían, entró su profesor de vuelo con la sombra de una mirada lejana al odio en sus ojos.

-Llegará tarde a sus clases- le informó. Ella miró el reloj. Eran mas de las diez, se le había olvidado por completo.

-Lo siento profesor, en seguida me cambio- Y salió corriendo a su habitación para ponerse la ropa adecuada.

-Ya domina el vuelo en sí, solo le falta aprender a aterrizar- le dijo Snape en cuanto se puso a su lado. La chica miraba nerviosa a todas partes. Justo a la hora del descenso era cuando le ocurrían todos sus accidentes. -¿Dónde está el valor Gryffindor del que tanto presumen?- le preguntó al verla así. Ella no le contestó, mas bien se subió a su escoba y comenzó a volar por encima del lago.

-Ahora trate de aterrizar. Necesita inclinarse un poco hacia delante, pero no mucho, con unos diez grados de inclinación estaría bien- le indicó el profesor. Se había subido a su propia escoba y la había seguido, hasta ponerse a la par de ella. Tomó el mango de la Barredora con un mano y lo inclinó levemente, en tanto la chica no despegaba sus manos de la escoba.

-Me voy a caer- declaró un poco tensa.

-No se va a caer, es necesario que haga eso para descender- Severus soltó la escoba de ella y se alejó, para vigilar como lo hacía.

Hermione trató de aterrizar, pero justo cuando iba a una altura de poco menos de cincuenta metros, sintió que las manos le temblaban y las separó del mango de la escoba.

Snape voló hacia la muchacha, que había caído y se sostenía con una mano. Ella alzó su otra mano y alcanzó a agarrar el mango. Luego de ello sintió un brazo que se cernía alrededor de su cintura y la jalaba, alejándola de su escoba.

Se encontró con la mirada de Snape, quien la sostenía con su mano derecha mientras ella se acomodaba en la escoba de él.

-Gracias profesor-

-No me lo agradezca señorita Granger. Ahora utilizaremos un método diferente de enseñanza- todavía con su brazo alrededor de la cintura de la chica, la ayudó a acomodarse en la escoba de él. Luego de eso le indicó que tomara el mango, como si ella fuera la que manejaba. –Yo voy a sostenerme de usted solamente, usted es quien guiará la escoba, si se equivoca la corregiré. Así podremos ver en donde está su problema- le indicó.

La muchacha sintió la voz a un lado de su oído, y sus mejillas se tiñeron de un escarlata que, según Snape, se le veía bastante bien. Éste aferró ambas manos a la cintura de la chica.

El viento fresco de la mañana en su rostro no ayudaba a calmar el calor que estaba sintiendo, y deseó que aquello terminara ya. Si inclinó levemente hacia delante, tratando de aterrizar, mientras que Severus le daba instrucciones que la muchacha trataba de desglosar en su mente, ya que el tenerlo tan cerca y que la estuviera "abrazando" no ayudaba a que su razón funcionara por momentos. Por fin sintió el suelo bajo sus pies.

-Ahora inténtelo usted- le aclaró Snape, quien por su voz, parecía que hubiera aguantado la respiración por espacio de unos momentos. La muchacha asintió y se elevó en la escoba.

Ya no sabía lo que hacía, simplemente se dejaba guiar sin pensar. Volvió a aterrizar.

-Lo ha hecho bastante bien. Al parecer ya no necesitará clases, solo continúe practicando- dijo el hombre, haciendo un esfuerzo por sonar tranquilo. Él solamente estaba a solas con la chica cuando tenían sus sesiones de vuelo. Tal vez lo negara, pero se sentía completo al estar con ella, como si ella se ajustara perfectamente a él.

-Si, muchas gracias- contestó ella –Señor- le llamó al ver que se alejaba -¿Me permite su escoba un momento? La mía sigue en el aire- señaló hacia donde su Barredora se balanceaba suavemente. Snape le cedió la suya y miró a la chica elevarse. Casi se podría decir que parecía un ángel.

"Uno muy hermoso, por cierto" No hizo el menos esfuerzo por contradecirse a si mismo. Todo se estaba dando ya. Era demasiado bueno para ser verdad, el poder estar ahí, solos los dos en esa cabaña, sin embargo, sentía que algo mas inmenso que el lago los separaba.

"Si la dejaras conocer lo que sientes..." -¿Estas loco? Ella jamás te aceptaría. Fuiste su profesor, el menos preciado, y conoces tu realidad. Ella jamás te tomaría en cuenta para algo así-

-¿Decía algo señor?- preguntó Hermione a su lado.

-Nada señorita Granger.- contestó Snape amargamente, tomando su escoba y alejándose de ella.

-¿Gusta tomar algo?- le ofreció la chica. Él asintió y se encaminaron a la cabaña. Los muchachos tardarían mucho en llegar, así que Hermione no se preocupó. De una vez por todas descubriría que era aquello que sentía desde tiempo atrás, cuando recién había ingresado a la Orden.

Justo estaba pensando en eso cuando aparecieron Tonks y Remus. Caminaban platicando alegremente, como quien no quiere la cosa.

Al llegar donde estaban ellos, saludaron a Severus, casi ignorándolo y luego fueron a abrazar a Hermione.

-¿Dónde se habían metido? Casi se matan los Weasley y de seguro ustedes festejando- le riñó la muchacha. Por mucho que tuviera unos veintitantos, se comportaba como alguien mayor para su edad, dado que tenía la madurez de alguien mas grande.

-Lo sentimos mamá- bromeó Remus.

-Se nos encomendó una misión y acabamos de terminar hace unos momentos- y señaló las ropas de ambos, bastante sucias, para dar énfasis a sus palabras. La chica les sonrió.

-Si quieren denme la ropa, la lavaré. Tengo ropa sucia y nada que hacer- les aclaró al ver la interrogante de ellos. Asintieron. Se dirigieron a sus respectivas habitaciones para darse una ducha, y Hermione y Severus volvieron a quedar solos. -¿Usted tiene ropa para lavar?- le preguntó tímidamente.

-Si, tengo todo un guardarropa por lavar. Son mas de veinte prendas- le aclaró. La chica lo miró suspicazmente, y por primera vez en su vida, vio como su huraño profesor de pociones dejaba caer su cabeza hacia atrás y soltaba una carcajada. No era una muy amplia, y mucho menos que llenara el lugar, pero si era sincera. Hermione agradeció el gesto.

-¿Profesor?- preguntó extrañada.

-Puede llamarme Severus señorita, no la reñiré- le aclaró él, al momento que retiraba un mechón de cabello que se negaba a salir de su cara. Ella le sonrió.

-De acuerdo... erm... Severus...- Se sentía casi flotando. Había perdido completamente el control de su cuerpo. Sabía que en ese día, lo menos que estaba usando era la razón. Su corazón era quien regía la situación. No había un Voldemort persiguiéndolos, no había un mundo mágico al cual dar cuentas, nada. Solo ellos dos. Le sonrió con dulzura. – Puede llamarme Hermione, si no le incomoda-

Por la tarde Tonks y Remus se desaparecieron, ya que fueron a buscar a los chicos al pueblo. Al menos esa fue su excusa. Hermione fue a caminar un poco al lago, aspirando el fresco aroma de la tarde, sintiendo la hierba bajo sus pies, (Iba descalza) y admirando el panorama. Una figura se acercó por detrás, sin que ésta lo notara, la abrazó por la cintura, obligándole a dar la vuelta y encarar al atrevido.

-¡Severus!- se sorprendió. Sus mejillas volvían a arder con la intensidad de cuando la tenía sujeta en la escoba, y su cuerpo languidecía.

-Tranquila Hermione, no le voy a hacer nada- le aclaró éste. Puso un dedo sobre los finos y suaves labios de la muchacha y los acarició lentamente. Ella no hizo esfuerzo alguno por retirar la mano, al contrario, se dejó acariciar. Ahora era la mano acariciando su mejilla. Ella cerró los ojos y se aferró a el. Hundió su cabeza en el pecho de él ocultándose de su vista. -¿Te asusté?- le preguntó él, dudoso.

Ella negó con la cabeza, pero continuaba oculta entre sus ropas. Por fin levantó su cabeza. ¡Estaba sonriendo! –Soy tan feliz. Pensé que nunca te ibas a dar cuenta- le susurró delicadamente, mientras cerraba sus brazos alrededor de su cuello. Por fin él levantó su rostro y selló sus labios en los de ella. No se percataron del pequeño público que tenían dentro de la cabaña y que los observaban desde hacía rato.

-¡Esto es inaudito! ¡Jamás!- exclamó Ron, totalmente furioso, dando vueltas por toda la habitación como loco.

-Ron, no necesito tu permiso para...-

-¡Mi mejor amiga y el profesor mas amargado y odiado de todo Hogwarts! ¿Por qué no escogiste de una vez a Filch?- Hermione se levantó de su asiento roja de vergüenza e indignación.

-¡Ronnald Weasley! No te permito que me hables así, en primer lugar. Y en segundo, no necesito tu aprobación para este tipo de cosas. Puedo hacer lo que quiera y CON quien quiera, cuando quiera, y tu no eres nadie para impedírmelo- su voz y ademanes firmes lograron apaciguar los ánimos del mas joven de los varones pelirrojos. Harry aún seguía en shock.

-Hermione...- susurró Ginny desde el otro lado de la habitación -¿Estás segura que es lo que quieres? Digo.. recuerda lo que te hizo en cuarto grado....-

-Lo recuerdo perfectamente Ginny. Y también recuerdo que tiempo después me pidió disculpas, alegando que jamás en su vida podría darse el lujo de defender a una hija de muggles, dado que había demasiados servidores de Voldemort en Hogwarts. Si lo hacía podría haber muerto- Se sirvió un poco de agua que había en la mesita de centro y la apuró toda de un solo tiempo. Los gemelos la miraban, palideciendo de momentos y otros totalmente rojos. Por fin se levantaron.

-Creemos que puedes hacer lo que quieras con tu vida...- aclaró Fred.

-Solo te pedimos...-

-Que por favor, tengas cuidado... –

-Snape no es de fiar....-

-Y nosotros tenemos los mejores productos...-

-Para evitar que te fuerce a hacer algo que no quieres....-

-Son inhibidores, es una pomada que provoca....-

-¡George! ¡Fred! ¡Realmente no quiero saber que es lo que provoca esa cosa! Creo que me puedo dar una idea de eso...- Nuevamente estaba roja. Los gemelos salieron de la habitación dejando un pequeño paquete en su regazo, "por si acaso".

-¿Y que te dijeron?- preguntó Severus.

-Pues, después de media hora en la cual Ron estuvo gritando como loco... No creo que lo hayan aceptado, pero al menos lo asimilaron. Saben que no me pueden impedir que a... que quiera a alguien- se corrigió. Apenas iba comenzando todo aquello, no estaba totalmente segura de sus sentimientos y mucho menos lo estaba de lo que él iba a decirle. Lo mejor sería darse un tiempo, esperar.

Era de noche. La luna se filtraba por la ventana de la habitación del profesor y daba de lleno en dos personas. Un hombre y una mujer, quienes estaba recostados en la cama, abrazados, como si pelearan contra alguna fuerza invisible que los quería separar. Él le acariciaba el cabello y admiraba su belleza. Ella miraba sus ojos negros que tantos misterios ocultaban y que a la vez le habían abierto el mas grande de todos. Su corazón. Le sonrió y él le respondió.

-¿En que piensas?- retiró un mechón negro que cubría parte de la cara de él y luego respondió.

-En nosotros-

-¿En nosotros?-se había incorporado de golpe, como quien teme algo.

-Si. Apenas hace un par de días no cruzábamos palabra y ahora... Es diferente. No me explico como- hablaban en susurros, dado que el resto de los habitantes de la cabaña estaban en el quinto sueño.

-Hermione- Le llamó él. Ella se incorporó a la par de él. –Solo quiero decirte que a pesar de que llevamos poco tiempo así, yo estoy totalmente seguro de lo que siento- le tomó una mano. –Estoy seguro que te amo- reafirmó. La chica tembló.

-También te amo- respondió por fin. Sellaron esa nueva declaración con un beso. Todo estaba demás. El beso fue haciéndose mas profundo, hasta que se separaron en busca de aire y él la tomó nuevamente entre sus brazos. Volvieron a unir sus labios. Ambos sabían lo que querían e iban por ello. Las manos de él comenzaron a recorrer el fino y suave cuerpo de la chica, en tanto ésta desabrochaba el primer botón de la túnica de él.

Al poco tiempo la luna era el único y mudo testigo de lo ocurrido en la cabaña perdida en el bosque, de dos amantes que solamente pensaban e imaginaban el mundo juntos.

A la mañana siguiente los muchachos bajaron a desayunar con su acostumbrada facha y pijamas.

-¿Dónde está Hermione?- preguntó torpemente Fred.

-No lo sé. Anoche no llegó a dormir a nuestra recámara.- Ginny había salido al corredor. Se imaginaba donde podía estar su amiga. Al poco rato regresó con los ojos desencajados y perdidos. Su piel había adoptado un color entre blanquecino y verduzco. Los gemelos tuvieron que sujetarla para que no cayera. Ron le trajo un vaso de agua y Harry hacía intentos por reanimarla.

-¿Qué tienes Ginny? ¡Despierta!- le exigió uno de sus hermanos. Poco después entraron a la cocina Tonks y Remus, con la pinta exactamente igual a la de Ginny. Los Weasley y Harry se miraron entre sí, extrañados.

-¿Qué está pasando aquí? ¿Los atacaron?- le preguntó a la metamorfomaga, quien comenzaba a reanimarse. Tal vez fuera gracias al vaso de agua que había sido derramado en su rostro con toda intención.

-Casi casi- murmuró.

-¿Quién?-

-Encontré a Hermione. Será mejor que no la busquemos. Ella... está bien... de hecho, mas que bien- afirmó Ginny, poniendo manos a la obra para preparar el desayuno.

-¿A que te refieres Virginia Weasley? ¿De que hablan todos? ¿Por qué no explican nada?-

-Los hombres nunca entienden nada- bufó la roja.

-Todos nosotros vimos a Hermione. Y a Severus.- explicó Remus. Los chicos hicieron cara de no entender. –Los vimos juntos. Esta mañana. Aparentemente... No pasaron la noche... durmiendo precisamente....- Ahora fue el turno de los varones Weasley y de Harry ponerse verde. Ya habían comprendido.

En la otra habitación estaban los dos amantes dormidos. La una en brazos del otro, ambos sonriendo en sueños. Las ropas habían sido esparcidas por todo el suelo. Estaba con la misma vestidura que usaban al llegar al mundo. Pero eran felices. Y eso era lo que importaba.

FIN

¡Argh! Cursi, cursi, cursi XD.... Ahora mismo voy a negar haber escrito esto yo. No pensé que me fuera a quedar tan azucarado (Oo Nimwen corre a la cocina y busca comida amarga para comer). Solo espero que a pesar de todo lo dulce que me salió, les haya gustado. Sería mi consuelo saber que a alguien SI le gustó el fic Jejejeje.

Muchas gracias por su tiempo.

Por cierto. Antes que se me olvide. Tengo un pequeño espacio en LJ. ¿Para que? Pues simplemente he visto demasiados fics buenos aquí en La idea es que de repente recomienden algún fic leído para discutirlo. Mas o menos como un análisis.

Como sea. Es nuevo, por lo que todavía tengo otras ideas por ahí y apreciaría mucho las que me dieran. El url está en mi profile. TRaté de ponerlo aquí, pero el (censurado) ff no lo guardó, por mas que lo intenté.

Les agradecería que al menos consideraran la opción.