En realidad, se estaba esforzando para controlarse. Sabía que no se debía apresurar, y que tenía toda la noche.

Con Lily, la primera vez tenía que ser perfecta. La miró y supo que no podía seguir esperando para besarla. Se quitó las gafas y las dejó en la manta, al lado de la cesta. Después, tumbó en la arena la copa de champán y apartó los restos del postre.

Los labios de Lily sabían a fresas, nata y champán. Sus cuerpos se fundieron sobre la manta, a través de la barrera de la ropa. Durante un momento, Lily estuvo tumbada sobre él; después, dieron la vuelta.

Las ágiles manos de James recorrían todo su cuerpo, hasta que Lily no pudo más e introdujo los dedos por debajo de la camiseta, buscando la piel.

Su recompensa fue el sonido de su respiración, mas intenso.

Se miraron a los ojos. Los dos sabían lo que pensaba el otro.

-Quítamela -le susurró James al oído.

-¿Qué? -La camiseta. Lily obedeció, subiendo la tela más y más, hasta que, con ayuda de James, desapareció. Aprovechó la oportunidad para observar sus músculos, definidos sin ser exagerados. Una fina capa de vello castaño cubría su pecho. Extendió las manos para acariciarlo, de forma instintiva.

Era la primera vez que el simple contacto de las manos de una mujer lo excitaba hasta tal punto, como si las caricias de Lily superasen todas las que había recibido hasta entonces, borrando todas las experiencias anteriores y marcando un camino completamente nuevo.

Tenía la impresión de que le hervía la sangre. Tomó la mano de Lily y se la llevó al corazón. Quería que Lily supiera lo que era capaz de hacer con él.

-¿Lo sientes? -le preguntó-. Tú eres la culpable.

Los latidos acelerados que sentía en los dedos eran comparables a los que sentía en el pecho.

James se inclinó sobre ella y la besó de nuevo. Los dos se dejaron llevar por la pasión, como un torbellino, sin dejar de explorarse con las manos. James desabrochó con destreza los botones que sujetaban la camisa de Lily y se la quitó lentamente. Llevaba un sujetador de seda muy escotado, que apenas abarcaba la mitad inferior del pecho. Tardó muy poco en encontrar el cierre y ver lo que buscaba.

Lily sintió sus manos en la piel, en los senos. Estaba tan concentrada en los besos que no había reparado en lo que ocurría.

Pero ahora lo sabía. Las sensaciones que James le provocaba eran nuevas, intensas. Tenía la impresión de que su vida empezaba en aquel momento.

Gimió de placer cuando la boca de James sustituyó a sus manos. Arqueó la espalda, apretándose contra el, animándolo a seguir, Mientras le apretaba los hombros con los dedos, como si tuviera miedo de soltarlo.

De repente, sintió algo frío en el pecho.

Abrió los ojos al instante. Un montículo de nata montada le cubría un pezón.

-No he sido capaz de resistir la tentación -murmuró James mientras bajaba la cabeza para limpiarla.

Después se pasó la lengua por los labios, como si quisiera prolongar el descubrimiento.

-Esto es mejor que la guinda del pastel... -anuncio.

Lily no pudo evitar reír. A James le gustaba aquel sonido. También le gustaba que pudieran compartir la risa, y no solo la pasión.

-Te deseo, Lily -dijo, mirándola a los ojos-. Pero aquí no. No la primera vez.

Se apartó de ella a duras penas. Le debía lo mejor. Una noche inolvidable. Ya tendrían tiempo más adelante para probar los sitios nuevos y para dejarse llevar por la pasión. Aquella noche tenía que ser especial. Lily merecía unas sábanas suaves, en vez de una manta sobre la arena.