Había estado a punto de perder el control por completo, algo poco habitual en él. Era como si Lily pudiera accionar un interruptor oculto que liberaba sus emociones, y no estaba seguro de que aquello le gustara. Ninguna otra mujer había conseguido algo parecido.

No lo entendía.

-¿Por qué no volvemos? -propuso. Lily se alegró en secreto de que James se Hubiera detenido. Aquello era una locura, impropia de ella. No se podía creer que hubiera estado revolcándose con un hombre en una manta, en la arena. Aunque con él, cualquier cosa era posible.

Intentó mantener la calma mientras se ponía la ropa. Cuando empezó a recoger las cosas, James la detuvo.

-Déjalo.

Ya vendremos mañana a buscarlo. Esta noche es sólo para nosotros. No perdamos un minuto más. James estaba sentado en un sillón de la habitación de huéspedes, Quería dejar algo de tiempo a Lily antes de ir con ella, para que hiciera lo que fuera que hacían las mujeres en su noche de bodas.

También quería pasar un rato a solas, para intentar acallar la aprensión que se había apoderado de él desde que entraron en la casa.

Aspiró otra bocanada de aire. Ajuzgar por cómo se sentía, parecía que era la primera vez que estaba con una mujer. Estaba excitado, ansioso por complacerla. Lo que más deseaba en el mundo era que su primera noche juntos fuera inolvidable.

Lily no podría compararla con nada, por lo que James quería que fuera incomparable.

Un viaje a un mundo de placer. Como Adán y Eva. El primer hombre, la primera mujer.

Se llevó la mano al bolsillo de la bata y tocó la pulsera. Estaba fría. Necesitaba el contacto de la piel de Lily para cobrar vida. En su muñeca, brillaría con luz propia.

Miró el reloj. Ya había pasado bastante tiempo.

Mientras se levantaba y respiró profundamente. Su esposa lo esperaba.

Lily estaba en la terraza con el cepillo de plata en la mano y la mirada perdida en la distancia. Ya había terminado de cepillarse el pelo. La luna estaba en lo alto del cielo y las estrellas parecían más cercanas que nunca.

Se había concentrado en cepillarse el pelo para no pensar demasiado en James. Pero había fracasado.

James estaba siempre con ella, como una presencia inmutable. Era la luz que guiaba su vida.

Volvió a la habitación, dejó el cepillo en el tocador y tomó un frasco de perfume. Se lo puso en las muñecas, pensando en él. En Sus caricias, en sus besos, en su presencia. Aquella noche la llevaría a un lugar que Nunca había visitado.

Se miró al espejo, preguntándose si a James le gustaría lo que viera.

Esperaba que fuera así.

Estuvo a punto de reírse de su propia inseguridad. Allí estaba, una mujer capaz de enfrentarse a las negociaciones más duras, que podía combatir a los mejores como su igual, aterrorizada por lo que James podía hacerle sentir.

O peor aún, porque podía obligarla a confesar sus verdaderas emociones. Se daba cuenta de que James podía proporcionarle placer y dolor sin límites.

-¿Linda?