Se volvió hacia la puerta. James estaba en el umbral. Tenía el pelo revuelto, como si se hubiera estado pasando la mano por él varias veces. Al parecer, no estaba tan tranquilo
Como debería, dada su experiencia. Siguió mirándolo, incapaz de apartar la vista de él. Sólo llevaba una bata de seda azul, por las rodillas, atada con un cinturón. Debajo podía ver parte de su pecho bronceado, sus fuertes piernas y sus pies descalzos.
Había visto modelos masculinos con mucha menos ropa; sin embargo, no poseían el atractivo de James Potter. Eran representaciones de sueños, pero él era real. De, carne y hueso.
James también la miraba, desde la cabeza hasta el final del camisón, que le llegaba por los tobillos, pasando por su cuerpo envuelto en satén y encaje blancos.
-Si has cambiado de opinión, basta con que me lo digas.
-No he cambiado de opinión -le aseguró Lily, con la cabeza muy alta-. Esto es lo que quiero.
-Muy bien -dijo aliviado.
Se llevó la mano al bolsillo y sacó algo. -Acércame la mano -añadió.
Lily le tendió la mano y se quedó mirándolo, fascinada, mientras le colocaba la pulsera. Se dio cuenta en el acto de que hacía juego con sus pendientes y su anillo de compromiso
Levantó el brazo para admirar la joya. James le tomó la mano y se la besó con galantería, como un príncipe que saludara a su princesa.
Subió por su brazo, cubriéndola de besos que la llenaban de deseo y, a continuación, se acercó para desabrocharle la bata, que cayó al suelo.
Se quedó mirando sus senos bajo el fino camisón de satén. Levantó una mano hasta el escote y lo siguió con un dedo, subiendo hasta el hombro por el tirante. Podía sentir el temblor de Lily a su contacto.
Aquello lo alegró. Si hubiera permanecido impasible, habría demostrado que la noche sería un desastre. Pero su reacción indicaba que lo deseaba tanto como él a ella.
Las manos de Lily ardían con la necesidad de explorarlo, de sentir la textura de su piel. Afortunadamente, no llevaba el cinturón fuertemente anudado, y no le costó trabajo soltarlo. A continuación, se puso a acariciarlo lentamente, con incredulidad, como si esperase que se desvaneciera en cualquier momento.
James se quitó la bata y la tiró a un lado. Lily respiró profundamente y extendió las manos sobre su pecho. Podía sentir los latidos constantes de su corazón. Hundió los dedos en su vello.
Los pezones de James le pedían a gritos que los examinara. Se dejó llevar por la curiosidad, y se sorprendió al ver que contenía la respiración.
-¿Te molesta? -No -gimió. Siguiendo el ejemplo que él le había dado en la playa, se acercó para besarlo. James volvió a gemir.
En su interior, el deseo luchaba contra la paciencia.
Incapaz de contenerse, empezó a fantasear. Imaginó la boca de Lily en todo su cuerpo, arrancándole las mismas sensaciones
En toda la piel. No sabía si podría soportarlo. La tomó por los brazos y la apartó ligeramente, con delicadeza. Vio la pasión en sus ojos. Inclinó la cabeza y la besó, dejándose llevar.
Pero un beso no era suficiente. Siguieron más, más fuertes y apasionados cada vez.
Tampoco era suficiente una caricia. Cada contacto era más íntimo y directo que el anterior.
James recorrió su clavícula con los labios. -¿Sabes cuánto te deseo? -le preguntó-. ¿Te lo puedes imaginar?
-Si me deseas la mitad que yo a ti, será casi doloroso.
