La sinceridad de aquella confesión expulsó por completo todos los sentimientos de camaradería que James pudiera conservar. Lo único que le importaba era aquel momento. Ella, él, y el calor que generaban con cada una de las caricias.

La tomó en brazos y la llevó a la cama.

-Eres preciosa -susurró, tumbándose a su lado.

¿De verdad?- pregunto Lily casi

Extrañada.

-Confía en mí -le dijo mientras le subía el camisón lenta y seductoramente.

-Confío en ti.

James siguió subiendo el camisón, hasta llegar a los muslos.

-Quiero verte; Entera. Me encanta esta preciosa prenda, pero en este momento es un estorbo.

Lily accedió a su petición y lo ayudó a desnudarla. Después se quedó tumbada en la cama, consciente de los ojos de James, que recorrían todo su cuerpo. Contuvo el impulso de cubrirse los senos con los brazos y lo miró mientras la observaba, orgullosa al comprobar que parecía bastante satisfecho con lo que veía.

Tenía el cuerpo con el que soñaban todos los hombres, con las curvas necesarias en los lugares adecuados. Unos senos altos y voluminosos que invitaban a perderse en ellos. Unas piernas largas que podrían aprisionar a un hombre.

Lily gimió y arqueó la espalda. Cerró los ojos mientras James seguía analizando hasta el último centímetro de su piel, trazando un camino con los dedos del cuello a la cintura, deteniéndose por el camino de vez en cuando, para después bajar más aún.

Sintió las uñas de Lily en la espalda, y el peso de la pulsera apretada contra la piel. Sonrió al oír sus gemidos.

La estaba volviendo loca. Con cada beso, con cada caricia, la acercaba más al éxtasis. De repente, se sobresaltó al ver que se apartaba.

-¿Qué pasa?

-Nada -le aseguró-..

Abrió los ojos de forma desmesurada cuando James se quitó los calzoncillos y se mostró desnudo ante ella.

-James...

No sabía si era un ruego, una invitación o una orden. Pero él obedeció.

Una vez más, sus bocas se encontraron. Ya habían emprendido el viaje.

La recompensa era un placer sin límite.