estamos haciendo. Tenemos que hablar -se resistió .

-¡Ya está bien de hablar y pensar! Yo lo que quiero es... -pero se detuvo al ver la cara de susto de susan-. ¿Quieres que pare? -preguntó frustrado.

-No -respondió susan después de unos segundos eternos, consciente de que, en realidad, tampoco ella quería hablar-. No quiero que pares; quiero que te des prisa.

No tuvo que decírselo dos veces. Sirius conquistó sus labios nuevamente y, con increíble destreza, la desnudó y la tumbó sobre la cama en cuestión de segundos.

Antes de que pudiera darse cuenta, Sirius se había situado entre sus muslos y la estaba lamiendo y mordisqueando mientras le acariciaba los senos y le pellizcaba los pezones con las manos...

Nunca había estado en medio de un tornado; pero estaba segura de que ningún huracán tendría tanta fuerza y velocidad como la boca de Sirius, el cual se apartó un segundo... para quitarse los zapatos y los calzoncillos, mientras susan terminaba de sacarle la camisa y recorría su torso con la lengua.

Sirius se estremeció, la tumbó de espaldas y se colocó sobre ella.

-Rápido -le suplicó susan-. No puedo esperar más.

Y, de golpe, la penetró profundamente, una y otra vez, al tiempo que la besaba con una urgencia que la hizo concebir esperanzas de que Sirius la amara.

Este incrementó el ritmo y la profundidad de sus arremetidas, incapaz de pensar en nada más que en susan, y, cuando ésta le rodeo la cintura con las piernas y arqueó la espalda para recibirlo aún más adentro, Sirius se desbordó a la vez que ella y ambos gritaron sus nombres hasta desplomarse exhaustos sobre la cama.