Primer capítulo: Cartas de Hogwarts

Sigilosamente, un niño de tal vez diez años abrió la puerta de la habitación de su hermana y la cerró con el mayor silencio posible, andando entre la asombrosamente desordenada habitación; habían libros apilados en rincones inexplicables, libros, libros y libros, el pobre librero estaba a punto de colapsar y el escritorio a punto de desplomarse por la desmesurada cantidad de… ¡libros!, magia antigua, bromas mágicas, encantamientos antiguos, adivinación eran los temas que predominaban en las portadas de todos la mayoría gruesos, incluso libros muggles, como una colección de libros de J. R. R. Tolkien en algún lugar recóndito del sitio.

Al fin, logró llegar hasta un rincón donde estaba una cama lo suficientemente grande para que pudiera dormir una persona, la cual estaba cubierta de mantas, tantas mantas que apenas se veía la mitad de el rostro de una chica pelirroja que dormía plácidamente agarrando un libro en que se leía 'La Divina Comedia', un libro escrito por un muggle…

― Serpensortia ― murmuró el niño llevando a cabo el hechizo con la varita que le había robado a su padre, de la cual se deslizó una larga pitón…

La pelirroja se despertó de repente y con la mirada algo aturdida observó a la serpiente que se deslizaba por su cama…

Un grito enorme se oyó abajo en el comedor, y una mujer alta con cabello castaño liso que sostenía una conversación con un mago en la chimenea, salió corriendo por las escaleras de su casa y se tropezó con su hija, que tenía el semblante de haber llevado un gran susto.

― ¿Qué ha pasado ahí arriba? ― dijo con voz molesta, no era la primera vez que la sobresaltaba de esa forma.

― ¡Hugh! Conjuró una serpiente, y yo soy ofidofobica ― dijo la pelirroja con semblante de tener un gran trauma.

― ¡Hugh! ¡Ven aquí en este instante! ―

En respuesta, un pequeño de cabello algo así como castaño rojizo y ojos como avellanas se deslizaba montado en el pasamano de la escalera, hasta que se cayó caóticamente al suelo. La pelirroja estalló en carcajadas instantáneamente.

― Oh sí Joan recibiste un trauma demasiado grande ― le contestó el niño.

― Sí, al igual que tú tienes aracnofobia ―

― ¿Que dices?, esa eres tú ¡miedosa! ―

La madre de ambos giró los ojos hacia el techo: ― Cálmense ambos, por Dios,
¿no puede haber una mañana tranquila? ―

― Si seguimos viendo a nuestros tíos,… creo que no ― contestó la niña, a lo que su hermano asintió.

Los interrumpió una lechuza que golpeaba el cristal de una ventana cercana, y como ninguno le abrió golpeó más fuerte hasta causar una larga grieta en el vidrio, y se disponía a seguir pero Joan le abrió antes de eso:

Su madre tomo el sobre y comenzó a leer, la lechuza se marchó y Joan sacó su propia varita y dijo: ― ¡Reparo! ― A lo que el cristal quedó intacto.

― Ya estaba tardando en llegar tu carta ― le contestó su madre. ― Sí, por fin te aceptaron en Hogwarts ― añadió con el rostro lleno de felicidad abalanzó a abrazar a su hija.

― Me alegra recibir tus muestras de afecto… pero podrían ser menos intensas ¿no? ― dijo Joan con el rostro algo verdoso.

En cambio, en casa de los Potter…

Una chica saltaba sobre su cama mientras oía música en un pequeño radio de color azul al extremo de la habitación, la verdad el cuarto en sí era azul y daba la impresión de estar en un congelador, un escritorio a un lado un armario en el centro lleno de ropa hasta casi estallar, eso sí todo ordenado; la cama era de una madera muy exótica con sabanas azul claro, al lado de esta una mesa de noche con una lámpara que brillaba en una luz azul…

Una lechuza golpeaba la ventana.

La chica de abundante pelo negro y ojos azules seguía saltando en su cama distraída por la música. La lechuza golpeaba más la ventana hasta que arreglándoselas logró abrirla y ponerse a picotearle la cabeza a la chica.

― Ouch, ay, lechuza, espera, Duch, suelta,… ― decía, hasta que logró golpear la lechuza con una almohada para así quitarle la carta que llevaba:

― Srta. E. Potter… bla, bla… ¡sí! ¡Me aceptaron en Hogwarts! ― se puso a saltar en la cama y atléticamente saltó hacia el suelo y avanzó por el pasillo hasta llegar a la habitación de sus padres y lanzarse sobre estos gritando a los cuatro vientos que la habían aceptado en la escuela… Ella y su madre empezaron a saltar sobre la cama y a dar vueltas, gritando como lunáticas.

― Eh, ¿qué pasó? Luna, Elizabeth, ¿por qué el alboroto? ― dijo Harry algo aturdido por los gritos.

― ¡Me aceptaron en Hogwarts! ¿No es genial? ― gritó Elizabeth.

― Eso es genial ― dijo alegremente. ― Espero que estés en Gryffindor ―

Luna le miró alzando las cejas.

― Mejor en Ravenclaw ―…