Los personajes son de S. M., la trama es de mi autoría.

Una mujer sin corazón

de la saga La vida de ellas

Sobre los celos (ESPECIAL Jasper)

Angielizz (Anbeth Coro)

Alice se estaba riendo a carcajadas. Sus ojos se encontraron con los míos y dejó de reírse para sonreír.

—¿De verdad?

—¿No te gusta?

—Es ridículo, ¿por qué te haces esto?

Era la mañana de navidad. James Y Edward salían temprano para ir a patinar y yo lo sabía, pero aun así, y como cada año, me aparecí antes de tiempo en su casa y fingí que esperaba que ya estuvieran ahí antes, aunque sabía que volverían hasta mediodía.

Alice tenía veintiún años. Llevaba el cabello entonces a la cintura, se trenzaba el cabello para dormir, para que de esa manera durante el día tenía el cabello en ondas. Le duraban unas pocas horas, para mediodía su cabello estaría liso como siempre. Y yo no debería saber tanto sobre la rutina de su cabello, por supuesto, pero lo sabía.

—Me encanta —admite cuando me quedo en silencio, embobado mirando su cabello, recompongo mi expresión esperando no ser tan obvio.

Un bugs bunny con una esfera navideña en su trasero y cubriéndose la boca con falsa sorpresa con un gorro rojo en la cabeza es la imagen de mi suéter navideño de este año. Me parece horrible, pero esperaba que a ella le gustara. Así que como cada año me esfuerzo en conseguir uno de estos suéteres horribles con tal de escuchar la risa más hermosa de mi vida.

Alice tiene veintiuno, yo veintisiete. Y esto no está bien. Es sólo una niña, mientras yo estoy intentando despegar mi empresa ella está luchando con no reprobar materias en la universidad.

—¿Dónde los consigues? —me pregunta pasándome su taza con chocolate caliente con bombones encima.

—Internet —los mando personalizar con un mes de anticipación para ser honesto. Pruebo la bebida y levanto las cejas, Alice es muy buena inventando recetas de chocolate y café—. Insisto, deberías abrir tu propia cafetería.

—Estudio administración de empresas, no licenciatura en chocolates y cafeína.

Lo que era un error porque podía imaginarla perfectamente sirviendo café y siendo feliz con sus inventos en lugar de eso ella se convencía que trabajar tras un escritorio durante esos días.

Canción sugerida: Im Mr LOVERMAN

Supe que no veía a Alice como la hermana de Edward, cuando aparecieron los celos. Estaba familiarizado con ellos, había tenido novia antes y me habían gustado otras mujeres mucho antes también, los celos son muy similares a la envidia, pero se diferencian entre sí con facilidad. Puedes envidiar un juguete, o un accesorio, puedes envidiar incluso la suerte de otra persona o su estatus social. Los celos son más acerca de envidiar estar en el lugar de otra persona para recibir el afecto que otros reciben.

Tenía Alice diecinueve años y entrenaba artes marciales con James. Los vi apenas llegué en mi automóvil, no toqué a la puerta de la entrada para ver a Edward, en su lugar caminé hacia donde ella y él jugaban encima de unas colchonetas.

Resultó que le enseñaba defensa personal, defensa personal no para aprender a defenderse de un agresor, sino para agredir.

Alice no era dada a la violencia, es decir, tenía esos lapsus dementes cuando jugaba videojuegos o la retaba en algun deporte, pero no era violenta.

Por eso cuando ella dijo que quería romperle los dientes a un idiota de su clase supe que debía haber algo más, y ella no quería hablar sobre el tema.

¿Cómo siquiera James consideraba que era buena idea ponerla en riesgo de esa manera? Suponiendo que Alice pudiera estar tan cerca de un hombre para darle un puñetazo a los dientes, dudaba que eso fuera a terminar ahí.

Podrían devolverle el golpe, podría resultar peor, podría iniciar una guerra a largo plazo con un idiota que estuviera buscando como molestarla, podría incluso terminar expulsada de la universidad.

Alice no quiso contármelo y yo no insistí, pero una vez que la dejé de regreso en su casa, después de destruirle la motocicleta a ese imbécil, obligué a James a contármelo.

Lo que ocurre con Alice es que es un potencial peligro para sí misma cuando cruza su límite de alcohol. Borracha es divertida, una bailarina graciosa, pero cuando cruza su límite es… sólo una chica indefensa que se queda dormida donde sea.

Fue posiblemente la mejor venganza planeada de todos los tiempos.

Y entonces entendí que había algo peor a los celos que sentía cuando veía a Alice con alguien más: El odio.

El enojo de James no era nada en comparación a lo que yo sentía. Por supuesto que Alice quería romperle todos los dientes, yo quería desfigurarle la cara.

Convencí a Alice de que golpear una motocicleta, estrellarle los espejos y pincharle las llantas le daría más satisfacción que golpearlo una vez. Y cuando ella terminó yo estaba ahí para rodearla entre mis brazos, la apreté con fuerza intentando ser lo que necesitaba. Un amigo que la ayudaba a buscar venganza.

—Gracias, Jasper —agradeció con sus brazos aun alrededor de mi cuello.

Era doloroso a un nivel que no había siquiera sentido antes, el odio es un sentimiento que consume tanto como el amor, comprendí.

Y unas semanas después Alice llegó a casa de Edward, estábamos en la biblioteca de su casa trabajando en un proyecto, Randall nos había cedido esa parte de la casa para usarla de oficina.

Alice tenía solo diecinueve años, yo veinticinco.

—Gracias —pasó sus brazos alrededor de James, y él lucía desconcertado al menos. Le palmeó el hombro con clara incomodidad al tener mi mirada sobre ellos.

—¿Gracias?

—Tú sabes porqué —dijo ella levantando ambas cejas de manera sugestiva— aunque creo que se te pasó un poquito la mano con eso de lanzarlo por las escaleras…

—¿Y por qué crees que soy yo?

—Porque él dijo que lo ataco un hombre rubio y sin lentes —me miró a mí— y Jasper usa lentes.

Alice no sabía entonces que usaba lentillas para salir en las noches. Le di una mirada larga a James y él comprendió que debía quedarse con el crédito de eso.

—Ya… cuando quieras.

—Le rompió las dos piernas así que no creo que extrañe andar en motocicleta.

—Menos mal ya no tiene —dije sonriendo por su sonrisa satisfecha.

En cuanto Alice salió de la biblioteca James dejó la máscara de tranquilidad por completo.

—¿Qué ocurre contigo?

—Era algo que tenía que hacer.

Y por supuesto que tenía qué, de otro modo el odio seguiría esparciéndose por dentro.

—¿Y si te atrapan? —James ya se había graduado en leyes y era todo un señor honorable que seguía y respetaba las leyes porque las conocía, más tarde aprendió que conocerlas le daba ventajas para saber cómo evadirlas.

—No me importa.

Y supe que era en serio.

Alice era un peligro para sí misma y con los años esa idea solo iría perdurando e incrementando en peligrosidad.

Los celos que sentía por verla irse con otros hombres, pronto también se convirtió en odio, los odiaba a todos por usarla de esa manera. Por reafirmar lo que ella creía de sí misma.

Edward se había dado por vencido y no toleraba verla jugar con esos desconocidos, así que él era quien menos salía con nosotros. Además, desde que inició su relación con Heidi, su ausencia fue más que notoria, lo que hizo de estos últimos dos años los peores.

—Tienes que hablar con Alice o se meterá en problemas una de estas noches —intenté meses atrás.

—¿No crees que ya lo intenté? Se aferra a creer que existe una maldición en la familia —Edward sonaba exasperado por la terquedad de su hermana menor.

—¿Una maldición?

Y entonces me lo explicó.

¿Cómo no podía darse cuenta que era ella misma quien se ponía en riesgo? ¿Cómo no era capaz de entender que ella se lanzaba a esas relaciones de una noche que no irían a parar en nada bueno? ¿Cómo era tan ciega para no ver que me tenía a mí? ¿Cómo podría hacérselo entender?

Cansado de jugar en la banca mientras la veía pasearse de un lado a otro, comencé una jugada diferente con Alice. Era su segundo en salidas.

Alice no tiene amigos, lo que significa que está conforme y se adapta con su pequeño círculo de influencias, lo mismo ocurre con los lugares. Va a los mismos restaurantes, frecuenta los mismos tres bares y sale los viernes y sábados a la misma hora siempre.

Así que me convertí en su guardián el último par de meses, aunque ella posiblemente me consideraba su espanta idiotas. Algunas noches funcionaba y otras no.

No era mi plan ponerla celosa con Sandy, sencillamente las cartas cayeron en mis manos y yo las usé. Una pequeña prueba para corroborar el nivel en el que estaba con Alice.

Si Alice actuaba indiferente entonces tendría mi respuesta, y así me lo pareció por un momento hasta que su voz la traicionó, sonó triste, o al menos de eso quise convencerme, una pequeña luz de esperanza abriéndose paso.

Y en cuanto me colgó, entendí que Alice estaba entendiéndolo todo mal: pensaba que volví con Sandy y rompía con ella en su lugar. ¿Y qué hace Alice cuando está sola y desdichada? Follar con idiotas.

Ya que había hecho un espectáculo exhibicionista en su cafetería semanas atrás no fue difícil que me recordaran los meseros de la mañana, así que me dejaron pasar sin avisar de mi llegada.

Alice tenía la cabeza recostada en el escritorio con los ojos cerrados. Y cuando me miró inexpresiva fue suficiente prueba de que había más. Si ella no sintiera celos, entonces habría sido sonriente y bromista como siempre. Pero su máscara sin emociones era la manera en que ella se ocultaba.

No contaba con Alice siendo una demente que se escapa en el primer taxi que aparece. La vi desde la puerta del callejón subir, escapando de mí y de lo que sentía.

Eres un imbécil. ¿Cuál es tu puto problema?

Le envié mensaje a James apenas perdí el taxi de Alice. No tenía idea de hacia dónde ir.

Más te vale encontrar a Alice antes de que ella se encuentre con cualquier idiota para follar o voy a partirte la cara.

Tuve que estacionarme sin tener idea de que rumbo tomar. Lo menos que quería era terminar alejándome demasiado cuando tal vez ella estuviera más cerca de lo que pensaba.

¿Tenías que ser un imbécil lengua suelta?

Y bueno, esos son los mensajes más amables que envíe, el resto de mensajes eran más ofensivos de lo que pensé alguna vez que sería capaz de decir. Hasta que James envió el único mensaje que necesitaba leer:

Estoy con ella al teléfono, lindura, va a píe.

Respiré tranquilo.

¿Dónde? Perdí su taxi hace diez minutos y no sé en donde la dejó.

Un minuto después, James me reenvió el mensaje de texto de Alice con su ubicación exacta.

Gracias. Vivirás otro día.

En respuesta recibí la amenaza de James.

Si vuelves a lastimarla, el que no vivirá serás tú.

Iba a decirle que todo eso era su culpa, pero yo fui quien no aclaró la situación por poner a prueba los sentimientos de Alice, así que supuse que yo fui el culpable de eso.

Cosas que jamás iba a entender: la relación de Alice y James. Ella siempre lo elegía a él para resolver sus problemas. Sin importar que yo llevara más años ahí o que jamás hubiese actuado contrario a lo que ella quería, ella siempre iba tras James.

Y Alice era posiblemente la única amiga que le conocía a James, el resto eran sólo personas ocasionales en su vida, ni siquiera tenía una relación tan firme con Victoria, puede que ellos realmente se amaran como decían hacer, pero James no saltaría de un puente por Victoria, y lo imaginaba sin dificultad haciéndolo por Alice.

Llegué.

Le envié el mensaje a James en cuanto estacioné detrás de la banca en la que estaba Alice, abrí la puerta con cuidado y bajé.

—Voy a matarte —amenazó Alice a su celular quitándoselo de la oreja. Esperé a que estuviera de un mejor humor.

—Preferiría que tú inventes las condiciones a que lo haga alguien más. Pero no pongas palabras en mi boca que nunca he dicho para que después me culpes de eso.

Alice se quedó quieta y podía ver los engranajes de su cerebro luchando por dar con las palabras que no la hicieran parecer más vulnerable frente a mí.

—Sería irresponsable que fueras por ahí contagiando a más mujeres de gonorrea.

Sonreí, porque incluso entonces y ahora me pareció gracioso, aunque es un hecho que si la broma hubiese venido de alguien más mi respuesta no sería la misma.

—Sería horrible… aunque gracias a una chiflada para la siguiente semana todo el edificio estará al tanto —y no exagero.

Sólo un par de horas atrás me encontré con lo que Alice posiblemente catalogaría como quedar a mano.

—Ingeniero Esquivel, tuvo una llamada durante su reunión —y mientras Sara me lo decía evitó mirarme— los estudios que esperaba dieron positivo —explicó.

No tenía idea de a qué se podría referir, Edward se detuvo a mi lado con una interrogante en su expresión, quizás igual de confundido que yo.

—¿Cuáles estudios?

—Los estudios —insistió incomoda.

—Tendrás que ser más específica.

Para ese punto otros dos empleados se detuvieron en recepción.

—Sara, ¿qué estudios? —veras no soy paciente, soy paciente con Alice. Pero no con el resto de las personas que me rodean. Y lo soy con Alice exclusivamente porque se trata de ella. Así que cuando le pregunté eso a Sara mi voz sonó molesta y eso la llevó a responder en voz alta y clara mi pregunta:

—Los de gonorrea.

Edward se rio y palmeó mi hombro. Las personas en recepción me miraron con incomodidad y otros rieron mal ocultando sus risas con tos fingida.

—¿A quién hiciste enojar esta vez? —me preguntó Edward más sonriente que todos los días anteriores.

A tu hermana. No se lo dije, aunque por callar su risa lo estuve a punto de hacer.

—¿Debería hacerlo público y añadirte en alguna lista en los bares para alejar a tus pretendientes?

Y en ese inoportuno momento el celular de Alice sonó entre sus manos. Como una alarma indicándome que tenía el tiempo contado para cambiar nuestra situación.

—Lo que tenemos es mutuo, Alice. En el nivel que tú estés, ahí estoy.

—No lo sabes —no sabía en qué nivel estaba ella, pero cualquier nivel en el que estuviera yo ya había estado ahí mucho antes.

—Bueno… dado que has salido corriendo, te subiste a un taxi, casi consigues que un camión te pase encima, te citaste con un imbécil como venganza y caminaste todas estas cuadras, yo creo que lo sé.

No tenía idea, pero al menos me conformaba saber que no le era indiferente. Y como ella no dijo más continué:

—Puedes tener sexo con otros hombres si eso te ayuda a hacer un cuadro comparativo, pero te lo dije antes de empezar. Al final vas a volver a mí.

Aunque ese cuadro comparativo me comiera el alma.

—No quiero tener sexo con otros hombres, ni siquiera he considerado… —me contradijo— hasta hace una hora —lo que no era tanto culpa de ella sino mía—. Y eso fue tu culpa —dijo pensando lo mismo que yo, se cruzó de brazos intentando verse molesta— ¿y cómo supiste que iba a hacer eso?

Eso es simple, porque cuando no podía tener a Alice me conformaba con otras mujeres. Las distracciones eran el único modo de mantenerme alejado de mujer más complicada que había conocido y de la que me sentía más atraído. ¿Cómo no puede verlo? Se recostó en la banca con su cabeza contra el respaldo y miró hacia las hojas del árbol. Giró su rostro a mí y me levantó una ceja.

—¿Qué? —pasé mi brazo por detrás de la banca para usar eso de pretexto y poder estar tan cerca como pudiera de ella. ¿Cómo no podía ver que yo llevaba viéndola por años? Prestandole toda mi atención y mis pensamientos. Recorrí su rostro del mentón hasta su frente y luego le quité el mechón de su cabello del rostro.

—Te lo diré en nuestra séptima cita —le prometí y sus cejas en lugar de suavizarse se fruncieron mientras apretada sus labios. Negó con su cabeza.

—No veo como eso vaya a terminar bien, si me insultas voy a cortarte los testículos.

Sonreí, porque sí, incluso eso me parecía divertido.

—¿Por qué haría algo así?

Al menos no tenía una respuesta porque se encogió de hombros y volvió a morir lejos de mí.

—Eres una pequeña celosa.

—Yo no soy celosa —vuelve a mirarme con sus ojos entrecerrados.

—No lo eras, ¿eso cuenta como una primera vez?

—Sólo promete que cuando ella aparezca vas a decírmelo —¿ella?—, tus hermanas tienen teorías interesantes sobre la mujer de la que hablaba Peter.

¿Mis hermanas? ¿Peter? ¿Se refería a ella? ¿Que es ella misma? ¿Lo sabe?

—¿Cómo…

—Tu grupo familiar. Y fue obvio que Peter estaba molestándote con alguien como para actuar como cavernícola. Venga, que ni siquiera mi hermano, que encontró a su prometida con él perdió los estribos de esa manera.

No. Ella no lo sabe. Ella piensa que hay otra mujer por la cuál yo terminaría tras las rejas con tal de defenderla. Ella sigue tan ciega.

—Eso… eso no va a pasar, Alice.

Jaló mi cabello hacia abajo en un tirón infantil.

—Promételo —exigió.

Le quitó mi cabello de sus dedos y sujeto sus dedos antes de besarle la mano. Eso nunca podría pasar.

—Te lo juro.

Y por extraño que parezca mi promesa de avisarle cuando vaya a cambiarla por alguien más la hace verse más tranquila. Por supuesto. Porque todos esos idiotas solo han hecho que ella se crea hasta los huesos que esa maldición es real. Porque ella piensa que yo podría un día sólo tener suficiente y girar para ir a buscar a otra mujer. Y por eso los odio a todos ellos, por jugar con ella y luego lanzarla al siguiente.

Y entonces me besó, sin ir tras ella, ni hacer uso de juegos ni trucos para conseguir que fuera a buscarme, me besó sin timidez enredando sus dedos en mi cabello y yo la sujeté con fuerza esperando que pudiera sentirlo, sentirme, que yo estaría aquí y que había estado aquí mucho antes de que pudiera darse cuenta.

—Listo, señorita, tenemos el desayuno.

Le digo mientras dejo las bolsas con nuestro almuerzo en el asiento trasero. Alice sonríe mirando todas las bolsas.

—¿Qué compraste?

—Querías un bufete y te duele la cabeza ¿no? Y no tenía intenciones de perder tiempo cocinando.

—Eso que haces no es cocinar —dice bajito mirando hacia las bolsas.

Cierro la puerta trasera y cuando me siento tras el volante miro a Alice para defender mis habilidades en la cocina.

—Por supuesto que lo es —arruga su nariz y luego me mira— ¿algo más que le falte a tu cita perfecta? —cambio de tema.

Sonríe y niega con su cabeza.

—La verdad es que nadie podría haberme dado esa cita. No creo que existan dos hombres en la Tierra a quienes les guste ir de compras como a ti.

—Bueno, yo no conozco a nadie que le guste ir de compras como a ti.

—Gracias —dice como si fuese un halago y yo me suelto a reír.

—Bien, ya te di tu cita y lo justo es que hagas tu parte.

Alice me rueda los ojos, pero se acerca y deja sus labios a milímetros de los míos.

—Si alguien te escucha pensará que eres un bruto machista porque —la interrumpo cerrando la distancia entre sus labios y los míos. Se gira en su asiento para profundizar el beso—. ¿Estamos a mano? —pregunta retrocediendo, niego con mi cabeza.

—No estás ni cerca en compensar lo que me has hecho esperar.

—Sólo fueron unas tiendas y te gustó.

No, ha sido mucho más que eso.

—A ti también te va a gustar, no te preocupes —se ríe y recarga su cabeza contra el asiento mirando hacia mí. Enciendo el vehículo.

—Estaba escuchando tu lista de reproducción mientras te esperaba —señala el reproductor de música del automóvil— Quiero que sepas que tengo dos opiniones respecto a tu lista de música. Estás muy idiota y enamorado —que es la correcta— o estás loco.

—Debe ser la segunda —digo mientras pongo el automóvil de reversa para salir del estacionamiento.

Im mr Loverman. Si lo que buscas es que ella sienta culpa por hacerte sufrir, vas a conseguirlo, aunque dada la cantidad de novias locas que has tenido seguro que se merece saber.

—Me alegra que lo creas, es justo la intención.

Paso mi mano derecha detrás de la nuca de Alice para llamar su atención.

—¿Cuál te ha gustado hasta ahora?

—No he escuchado muchas. Digamos que me has tenido dormida, follando o comprando.

—¿Estás quejándote por lo que suena el sueño de cualquier mujer? —al menos se ríe en lugar de negarlo.

—La canción de anoche me gustó, creo que deberías añadirla a tu lista de música sexual —levanto una ceja sin saber de qué habla—, la que estaba mientras teníamos sexo.

—¿Y esa cuál era? —pregunto, porque cuando tengo a Alice todo lo otro desaparece y eso al parecer incluye la música que pone a repetir infinitamente.

Agarra mi celular y selecciona la canción.

Always been you, la identifico apenas comienza la música.

—Si ella te perdona eso de llamarla mujer cactus y llega a esta posiblemente tengas suerte. Posiblemente.

—Bueno, ya tuve suerte contigo, ¿no? —sacude su cabeza y golpea mi hombro.

—Eso es porque no soy ella, si lo fuera no podrías decir eso.

Jugamos un juego peligroso, Alice. En lugar de responder paso a la siguiente canción y le subo el volumen. Miro a sus piernas donde sus manos agarran sus rodillas con fuerza, recorro su brazo hasta capturar su mano izquierda y entrelazar nuestros dedos.

—Nuestra cita de hoy ha sido mi favorita —le digo para alejarnos del tema de la peligrosa lista de reproducción.

—¿Entre todas las otras seis?

—Entre todas las que he tenido en mi vida —sonríe aun más y recarga su cabeza contra mi hombro—. ¿Y la tuya?

—Nuestra cena de la tercera cita —admite—, cualquier otro lugar que hubieses elegido no habría funcionado igual.

—Soy consciente de eso. Es una suerte que tenga tan… buena memoria —tan selectiva mi atención en ti.

—Lo es. Gracias —y acerca su rostro de nuevo hacia mí para dejar un beso en mi mejilla, la miro de reojo. A veces Alice es la linda joven cariñosa y sonriente que era antes de la universidad. A veces ella me da esos besos inocentes y se aleja sonriente como ahora y puedo verla todavía, oculta entre la mujer que tuvo que inventarse para luchar contra sus propios sentimientos.

—Cuando quieras.

Y sé, sin dudas que jamás tendré suficiente de ella. Y cada vez estoy más cerca de hacer que vea que jamás tendrá suficiente de mí.

Ya tengo el siguiente capítulo terminado, ¿te gustaría que lo publicara hoy mismo? No olvides comentar y dejarme tu opinión del capítulo de hoy.

Si no terminaron derretidas con Jasper, al hospital a revisar si tienen un corazón

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