Su majestad la reina.
Knight Hiccup x Queen Elsa.
El rey de Arendelle es un completo idiota. Nadie lo decía en voz alta, pero cuando se hacían muecas disimuladas y se miraban entre ellos, el pueblo entero asentía ante aquel estamento unánime. El rey de Arendelle era un completo idiota, es un completo idiota y sería para siempre un completo idiota.
Es conocimiento nacional que aquel hombre al que le pusieron la corona tiene la cabeza que solo sirve para exactamente eso, sostener la corona de rey. Es un hombre ridículo, sin pasión ni ideales, sin ninguna idea propia ni ningún interés... bueno, tiene el interés de contratar a furcias de los barrios más bajos y tomar y zampar como un desgraciado, pero a parte de esos vicios repulsivos no tiene nada más que lo haga con alegría. No nutre ni su cuerpo ni su mente, es solo un fauno con demasiado poder y muy poco cerebro. Se queda días y días, entre mujeres pagadas y desorbitadas cantidades de comida, de vez en cuando se detiene para pedirle un poco más de dinero de la arca del reino a la reina, quien obviamente no le da ni un solo centavo extra, pero nunca hace nada más.
Pero la reina, oh, la reina, ella es diferente, una mujer tan elegante y brillante, una gobernante comprensiva y preocupada por su pueblo, una intelectual que tenía las conversaciones más interesantes con los sabios del reino, ella sola era una manera más de notar lo imbécil que es su esposo, el penoso hombre con el que se tuvo que casar para que el resto de familias nobles y la Iglesia la aceptaran como heredera al trono de Arendelle. Menuda ridiculez, como si ella en algún momento hubiera necesitado a ningún acompañante para ser merecedora de su corona, no solo era su derecho de sangre y nombre, sino que su personalidad y todo su esfuerzo era suficiente para ser coronada como reina de Arendelle.
Aunque, claro está, a Hiccup no le hubiera molestado en lo absoluto haberse convertido en el acompañante de la reina. Es más, le hubiera encantado poder convertirse en el esposo de la reina, no por el puesto de rey, en lo absoluto, eso no le importaba en lo más mínimo. Pero poder haber sido él quien uniera su vida eternamente a la de su majestad la reina... Dios, eso hubiera sido maravilloso, el mejor de los regalos del cielo.
Pero él no era más que un caballero, hijo de un héroe de guerra lo que había hecho que se ganara desde pequeño un importante puesto en la Corte y en el ejército. Había pasado su vida en el palacio de Arendelle, aprendiendo el oficio bélico y cómo cuidar de sus majestades los reyes y las princesas. Había tenido solo dos años cuando la princesa nació, y cuando cumplió once años le asignaron vigilar a tiempo completo a la mayor de las princesas. Habían crecido, aprendido y compartido tanto juntos, y, a pesar de que sabía a la perfección que jamás podría desposarla, Hiccup no le prohibió a su corazón amarla con la intensidad con la que la amaba.
Se pasaba los días enteros viéndola de reojo o siguiendo sus pasos por el castillo. Respirando profundamente para no cometer tonterías que pusieran el honor de ella en cuestionamiento. Apretando los dientes y los puños por la frustración de no poder tenerla entre sus brazos, aprovechando al máximo cada momento que ella pedía caminar a su lado, con el corazón enloqueciendo cuando ella se aferraba a uno de sus brazos al pasear. Su simple aroma lo enloquecía, sus sonrisas le facilitaban la vida, su mirada cariñosa y llena de ternura lo tenía por completo de rodillas, donde creía firmemente que debía de estar para su reina.
Ni siquiera intenta suprimir los sentimientos y fingir que no estaba profundamente enamorado de ella, sus sentimientos eran tan fuertes, tan profundos... prefería mil veces sufrir abiertamente por ella que realizar semejante blasfemia como negar lo mucho que la amaba. Él vivía por y para ella, y cada día se lo dejaba claro mediante sus acciones, sabiendo que su boca debería de estar sellada para no causarle problemas.
Deseaba ser su esposo, el esposo de su majestad la reina... mucho más de lo que deseaba sobrevivir a las batallas o recibir puestos importantes en el ejército... solo quería ser suyo, ser absoluta propiedad de la reina de todo manera posible. Lo que daría por el permiso a desposarla... oh, todo lo que daría por ella.
–¿Nuevamente soñando despierto? –pregunta con sorna Gerda mientras salía de la oficina de la reina. El muchacho da un respingo, como si se le hubiese olvidado que él mismo la había llevado hasta allí por petición de la reina. Hiccup aclara su garganta con leves toses antes de disculparse por su distracción–. Oh, Hiccup, tuve que cambiarte los pañales mientras tu madre se recuperaba de su parto –dice de momento a otro, sonrojando al caballero– no me intentes engañar con eso de que eres un hombre tan serio y firme.
–Bueno, es papel que como primogénito de los Haddock y primer protector de la reina tengo que seguir –se excusa intentando disimular la vergüenza que aún sentía.
Gerda, sin embargo, se limita a sonreírle como si fuera un niño pequeño al que había atrapado en medio de una leve travesura.
–Hablando de la reina, me ha dicho que te pida que pases.
Hiccup frunce levemente el ceño. –¿Os ha dicho por qué?
–No, me dijo que si seguías afuera te dijera que pasarás. Nada más –la sonrisa de Gerda se ensancha–, ¿qué has hecho?
El joven caballero Haddock se pregunta lo mismo, pero disimula. –No será nada grave –dice ignorando las memorias de sus discusiones con el coronel Nordness que se le vienen a la cabeza–. Con tu permiso, Gerda –se despide inclinando la cabeza, Gerda, por otro lado, hace una reverencia más marcada. El joven espera a que la mucama se retire, antes de abrir levemente la puerta y esperar unos segundos a que la voz de su reina le indique que puede pasar. Abre por completo la puerta, se adentra con la cabeza agachada, cierra detrás de él para luego hacer una pronunciada reverencia, aún más que la reverencia que le había dedicado Gerda, a su majestad la reina–. ¿En que puede serviros este humilde caballero, mi señora? –pregunta antes de alzar su rostro hacia ella.
Se ve tan imponente, elegante y maravillosa con esa mirada azul tan seria clavada en sus papeles, con las telas de su vestido, por lo menos en la parte superior, apretándose contra su cuerpo de manera que Hiccup se podía hacer una perfecta imagen mental de su figura. Tiembla con tan solo verla, tiene que, como siempre, apretar los puños tras su espalda y respirar profundamente para tranquilizar su necesidad de besarla por todo el cuerpo.
–Hiccup, querido –tiembla cuando ella le llama así... esa mujer acabaría con él–. Dime, ¿qué tan bien protegido está el palacio del sur?
Luego de asegurarse que tenía control sobre sus instintos, luego dar unos pasos más cerca de su escritorio, el caballero responde.
–Tiene una protección muy básica, mi señora, lo suficiente para aguantar hasta la llegada de refuerzos en caso de ataque –responde con toda la seriedad posible.
La reina parece estar en duda.
–¿Quiere visitar el palacio, su majestad? –pregunta luego de un rato en que la reina se había mantenido en silencio–. Estaré más que encantado de acompañaros, mi señora, a dónde sea, no es necesario que os angustiéis por la seguridad pues estaré en todo momento a su lado.
Elsa sonríe ante la afirmación del caballero, pero aún así niega. –No, había pensado que nuestro pobre... –la reina entonces se detiene, finalmente sacando la mirada de los papeles, pero todavía sin fijarse en él, luego de un rato, formula una pregunta–, ¿cómo se llamaba? –cuestiona, finalmente dedicándole una mirada, derritiéndolo de inmediato.
Hiccup se asegura de guardar la compostura. –¿A quién se refiere, su majestad?
–Al rey, ¿cómo se llamaba él?
El caballero parpadea algo incrédulo.
–¿Habla... habla de su esposo, su majestad? –ella asiente con obviedad.
–Sí, dime su nombre, se me ha olvidado por completo.
Hiccup a penas puede contener la carcajada antes de responder. –Filip, sus majestad, el rey se llama Filip.
Él disfruta por completo la mueca de su majestad la reina.
–Que desagradable oírlo, ahora recuerdo por qué luché tanto por olvidar ese nombre –masculla con el ceño fruncido, mirando nuevamente los papeles con enojo–. En fin, enviaremos al pobre Filip al palacio del sur, no puedo soportarlo por más tiempo aquí, tan solo me dificulta el trabajo y trae a pobres mujeres trabajadoras de la calle al palacio. Sencillamente esto no puede continuar, no pienso seguir siendo testigo de todos sus horribles vicios.
Hiccup asiente. –Por supuesto, su majestad comenzaremos la movilización en cuanto usted lo ordene.
–Perfecto –responde–. Por cierto, Hiccup, querido –él nuevamente tiembla encantado–, he oído que has tenido encuentros desafortunados con el coronel Nordness –comenta con simpleza, nuevamente mirándolo fijamente a los ojos.
La mueca que el caballero pone le parece bastante infantil a la reina.
–No sé qué habrá oído, mi señora –comienza a justificarte–, pero, sea lo que sea... el coronel Nordness lo comenzó.
Una risilla honesta sale de los labios de Elsa ante la respuesta poco madura de su caballero más leal.
–Bueno, querido Hiccup, no me puedo permitir tener a dos honorables soldados de Arendelle enfrentados en este palacio –empieza a explicarle con algo de obviedad, la preocupación de ser retirado de su puesto, de ser alejado de ella, lo angustia por completo–. Voy a tener que pedirte que le informes al coronel Nordness que él y sus hombres se encargarán desde ahora del cuidado del rey, así que viajarán con él al sur.
Vaya que lo intenta, pero Hiccup no puede disimular en lo absoluto su sonrisa mientras se inclina frente a su reina. –Por supuesto, su majestad –asiente mientras se prepara para retirarse–, informaré de inmediato...
–Hiccup –lo llama con un tonito mandón al ver que él intentaba irse, el caballero se pone recto y firme de golpe y nuevamente regresa su atención a ella. Elsa tiene una sonrisa juguetona en los labios y una de sus cejas está alzada–, ¿en qué momento he dicho que podías retirarte ya?
Las mejillas del caballero se tiñen de rojo al darse cuenta de aquel error de novato, intenta disculparse apresuradamente, pero enmudece cuando se da cuenta que Elsa estaba haciéndole una seña para que se acercara hasta ella. Tembloroso, completamente embelesado por la imagen de su reina, avanza hasta que su cuerpo choca con la madera del escritorio. Sigue conteniéndose, manteniendo su calma mediante respiraciones profundas y el temblor de sus puños fuertemente apretados.
–Te quiero más cerca –le deja en claro Elsa mientras mantiene en él una fija y firme mirada llena de cariño e interés. Él rodea como puede el escritorio, con las piernas tan temblorosas que una vez que logra estar a su lado se cae de rodillas, sin ningún tipo de vergüenza, frente a ella. Al ver la sonrisa de su majestad la reina, el caballero Haddock se deja llevar y recuesta su cabeza sobre el regazo de ella, sintiendo un maravilloso escalofrío recorriéndolo entero cuando sus finos dedos empiezan a acariciar su cabeza.
–Mi reina, mi hermosa, maravillosa y perfecta reina –logra susurrar con la voz entrecortada mientras pasa sus manos delicadamente sobre las piernas de Elsa–, ¿en qué más puede serviros este vuestro humilde caballero impaciente, mi reina?
Con unos dedos ella le levanta el rostro, obligándolo así a que la mirase a los ojos. Todo lo que puede ver él es el paraíso mismo.
–¿Sabes algo, querido Hiccup? Una gran variedad de mujeres, mucamas, sirvientas, campesinas, damas de compañía y realeza extranjera me han dado el mismo pésame. Me dicen que es una pena que una reina tan atenta como yo viva sin el placer de sentirme amada, respetada o tan siquiera deseada –le explica mientras acaricia con su pulgar una de las mejillas pecosas del caballero–, lo que a mí me parece una pena es no poder decirles que se equivocan gravemente porque, después de todo, contigo a mi lado, sé que soy amada, respetada y deseada por el hombre que más me importa, por el hombre que más adoro.
Él tiembla y pierde la respiración cuando la escucha, se aferra con fuerza a sus piernas y se contiene todo lo posible para no volverse loco en ese preciso momento. No puede guardar del todo la compostura, no puede evitar repartir leves besos sobre los muslos cubiertos de su reina.
–Lo sois todo para mí, su majestad –asegura a la par que regresa su mirada hacia esos maravillosos ojos azules que le dedican tantos cantares románticos en completo silencio–, vivo por y para usted únicamente.
–Lo sé –contesta volviendo a acariciar su cabello–. Hiccup, querido mío... amado mío –él tiembla y gime levemente al escucharla. Está viviendo una gloria inexplicable, con el cuerpo entero ardiendo por completo, el corazón enloquecido y sus zonas más privadas completamente enloquecidas, apretando todo lo que podía las delgadas piernas de su reina–. El rey será asesinado poco después de retirarse al palacio del sur. Pero necesito que hagas algo para poder quitarme a ese estorbo de encima.
–Haré todo y cuanto queráis, mi reina, todo y mucho más, mi señora –promete mientras intenta detener a sus manos de colocarse por debajo de las sagradas faldas de su reina.
–Si ese intento de humano muere sin darme ningún heredero a la corona me obligarán a desposar otro hombre, algún príncipe, infante o rey tan patético como este, o peor aún, alguno que sea cruel y opresivo –explica con cierta rabia–, he de engendrar un heredero pero tú comprenderás que repudio hasta su imagen.
–Por supuesto que un ser tan magnífico como vos aborrece a tal insulto de la naturaleza, mi señora.
Ella vuelve a hacerle el rostro, pero sigue yendo hasta arriba, obligando a Hiccup a levantarse, enloqueciéndolo cuando ella también se levantaba para aferrarse a su cuerpo. –Necesito un heredero, Hiccup –le repite–. Un niño sano es la prioridad, un niño sano y fuerte que lleve con orgullo la corona de esta nuestra patria –Hiccup tiembla al sentir los labios de su reina tan cerca de los suyos no sabe cuánto más podrá contener todos sus deseos–, me gustaría que también pudiese llevar tu apellido.
–Mi señora... ¿me está pidiendo usted que... que yo? –quiere confirmar lo que está sospechando antes de emocionarse en lo más mínimos. Su voz se corta en cuanto siente las manos de su señora acariciándole el torso y el cuello–, mi reina... –suspira atreviéndose a sostenerle las caderas para apegarla contra la protuberancia de sus pantalones, recarga su frente contra uno de los hombros de ella, dejando escapar sus suspiros contra su pálida piel–. Si usted en verdad me lo pide, si usted en verdad lo desea, yo cumpliré todo lo que me pidáis, pero le advierto que nunca más podré contenerme las ganas de estar con vos... voy a ser un pobre desgraciado adicto al magnifico secreto de sus faldas –lleva sus manos por todas las zonas que puede, parte de sus piernas, sus caderas, su fina cintura, dejando reposando sus fuertes manos al inicio de sus pechos. La siente temblar bajo su tacto, la escucha respirar con dificultar. Coloca sus labios contra uno de sus oídos y le pregunta–, ¿es eso lo que queréis?
Ella le levanta el rostro para nuevamente tener sus labios pegados.
–Tú eres absolutamente todo lo que quiero.
Cuando el rey murió por envenenamiento y los hombres del coronel Nordness regresaron con el cadáver, el coronel Sander Nordness, luego del poco sentimental entierro, tomó a Hiccup del hombro y lo arrastró lejos de todo el mundo, ocultándose en uno de los pasillos menos concurridos de todo el palacio de Arendelle.
–¿Qué es eso que se dice que la corona caerá en la cabeza de tu vástago, Haddock? –pregunta entre dientes el hombre de impoluta armadura–. ¿Te has atrevido a meterte en las faldas de su majestad la reina?
Hiccup hace una mueca. –La criatura que se forma en el vientre de su majestad la reina es hijo de nuestro difunto rey, siquiera sospechar de lo...
–Te han visto saliendo de su habitación en las últimas tres noches, idiota –le interrumpe dándole una hostias en la nuca al joven caballero–. No te equivoques, muchacho, que el futuro rey no tenga sangre de ese ridículo rey es un alivio para el reino entero, el problema es que eso lo sabe todo el mundo, piensa un poco en la honra de nuestra buena reina.
–He pensado en ello, Nordness, por supuesto que he pensado en todo momento en la integridad de nuestra señora.
El hombre aún se mostraba indignado por las formas del caballero. –¿Ah sí? ¿Y a qué conclusión habéis llegado?
El muchacho jugueteó un poco con el mango de su espada antes de contestar.
–Buscare la manera de desposarla y convencer a la Corte de que mi hijo fue concebido en tiempos correctos –lo escucha bufar, por lo que Hiccup lo encara seriamente–. Necesito que el ejército me apoye, coronel, necesito que estéis de mi lado en esto. Tal vez la Iglesia escupa al pronunciar mi nombre, pero necesito a mis compañeros bélicos conmigo.
El hombre se pasa una mano por la cara con cansancio. –¿Por qué le habré prometido a vuestro padre hacerme cargo de vos mientras él se marcha tranquilamente a batallar por la patria? –el coronel vuelve a suspirar pesadamente–. No me caes bien, muchacho –gruñe mirándolo fijamente a los ojos, Hiccup intenta no reaccionar de ninguna manera–, pero no negaré que mejor es un vástago tuyo que de cualquier otro panoli real que quieran meter a la fuerza a la dinastía de nuestra señora la reina. Nos tendrás de tu lado, solo porque a su majestad la reina parece que le agradáis.
Hiccup no puede evitar bromear. –Oh, claro que le agra... ¡Ah! –el joven caballero se queja al recibir un fuerte golpe en la nuca de parte del coronel.
–Empezad a comportaros de una vez como un rey antes de que vea necesario rajaros el cuello.
–Su majestad la reina os mandara a matar como me hagáis algo.
Sander Nordness le dedica una ceja alzada. –Pero valdrá la pena, muchacho, valdrá la pena.
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Dijeron que Hiccup jamás sería cristiano y lo tomé como un reto (y lo seguiré tomando como un reto)... además ¿que ship está completo sin un Knight Au?
