Capítulo 8

Por la reina cristiana

Ivar aguardaba fuera de los aposentos de Elain esperando a que Helga terminase de atenderla. Y sin poder evitarlo, empezó a inquietarse porque la mujer tardase tanto en salir, ya que quizá eso podría significar que la herida se había infectado.

No, no debía pensar así, pues sería atraer a la mala suerte.

La risita de Floki llamó su atención.

-¿De qué te ríes?- Preguntó el joven molesto.

-De ti, sabes que está bien y aun así aquí estás, nervioso como un padre primerizo.- El constructor de barcos volvió a reírse ignorando el silencio de Ivar, quien se había quedado pensativo por esas palabras.

En el interior del cuarto mientras tanto

-¿Crees que ya podría ponerme de pie?-

-Oh, seguramente sería bueno que lo intentases, pero despacio.- Aconsejó la mujer con amabilidad terminando de cambiar la cataplasma para luego vendar la herida que estaba comenzando a cerrarse.

-Muchas gracias por todo Helga, me daba algo de apuro que fuera tu marido quien me atendiese.-

-Lo imaginé, por eso tomé su lugar ayer.- Ambas intercambiaron una sonrisa, era fácil estar juntas, sentían, aunque no lo hubiesen hablado que había algo que las conectaba.

-¿Me ayudarías a cambiarme?- Preguntó Elain con timidez, no queriendo abusar de la buena disposición de la mujer nórdica.

-¿Primero que te parece si limpio tu pelo? Estoy segura de que te ayudará a sentirte mejor.-

-Te lo agradecería en el alma Helga.-

-Decidido entonces, les pediré a esos dos tozudos que vayan a por algo de agua.-

En ese momento en el pasillo

Ivar dio un brinco cuando la puerta se abrió, expectante y deseoso de entrar.

-¿Podríais ir a por algo de agua? Voy a lavarle el pelo.-

Floki asintió listo para cumplir con el mandado mientras Ivar boqueaba sin entender nada.

-¿Su herida está bien?- Preguntó nervioso, pues esa era su principal inquietud aquellos días.

-Estupendamente, no tienes nada de qué preocuparte.- Le aseguró con una sonrisa tranquilizadora.

-¿Y lo de lavarle el pelo?- Preguntó sin entender.

Helga salió del cuarto por completo y cerró la puerta por un momento, -creo que le daba apuro pedírmelo, pero no dejaba de toquetearse un mechón mientras retiraba la cataplasma.-

Ivar asintió comprendiendo, había notado la complicidad entre las dos mujeres según se conocieron la mañana anterior, cuando fue Helga también quien se encargó de atender su herida.

Pero aun así Elain debía sentirse fuera de lugar, siendo casi una rehén en su propio hogar, mientras que el hombre con el que iba a casarse esperaba a que se recuperara antes de continuar su guerra contra su padre y sus hermanos.

No debía de estar segura de cómo comportarse por cómoda que se sintiese con quienes la rodeaban.

-¿Mientras Floki vuelve puedo pasar?- Preguntó necesitando estar con ella para comprobar por sí mismo que se encontraba bien.

-Claro, pero no está vestida, llama para que la de tiempo a cubrirse.-

Eso hizo, dio unos toques y esperó hasta que Elain le concedió permiso para entrar, estaba sentada en la cama con la espalda apoyada en unas almohadas y con la mirada perdida en la ventana, seguramente pensando, siempre tenía algo en la mente.

-La lanza de Odín por tus pensamientos.- Ella se giró y notó como se sonrojaba al mirarle, apretando las mantas ligeramente contra su pecho.

-Pensaba en Alfred.- Frunció el ceño, -es raro estar separada de él.-

-¿Crees que Aethelred intentará matarle ahora que tú no estás?-

-Quizá, o tal vez espere a que se encuentre enfermo, no estoy segura.- Ivar se acercó pesadamente a la cama, hoy sus huesos dolían más que otros días.

-¿Te encuentras bien?- Le cuestionó ella cuando él se quedó mirándola desde los pies de su lecho.

-Tendría que ser yo quien te lo preguntase.- Ella alzó una ceja, dejando en claro sin palabras que no pensaba pasar por alto la falta de respuesta a su pregunta.

-Es un día malo, pero los tengo peores, así que…- Se encogió de hombros restándole importancia a su dolor, -¿y tú?-

-Helga me ha dicho que seguramente sea bueno que me ponga de pie.-

-Y además quieres tener el pelo limpio para estar presentable cuando conozcas a mis hermanos.-

-También,- admitió sonriendo y arrugando su nariz al hacerlo.

-¿Permitirías que fuese yo quien lave y peine tu cabello?- Le preguntó en un impulso que no pudo retener, pues cuidar de ella de esa manera tan íntima y hogareña era lo más cercano que podía imaginarse a sí mismo siendo un hombre completo con la mujer que amaba. –Por favor.- Le pidió al ver la duda en sus ojos.

Elain no sabía porque, tal vez se debía a su cultura, pero para Ivar lo que acababa de pedirle era claramente importante, aunque para ella al no estar aún casados, ni bajo la mirada de su Dios, ni de los de él, se sentía impropio.

-Supongo que está bien.- Dijo dubitativa.

-¿Te avergüenza que pueda verte desnuda cristiana?- Le preguntó con picardía, a lo que ella asintió con el sonrojo creciendo por sus mejillas como un fuego descontrolado. –Te envolveré bien en esa manta tranquila,- se acercó más a su cama y se sentó en ella poniendo su mano sobre la de Elain. –Pero cuando nos casemos,- su boca se pegó a su oído y le mordió el lóbulo de la oreja, sonriendo al notarcomo ella contenía el aliento, -sea pecado para tu Dios o no, quiero verte desnuda tan a menudo como me sea posible.- Sus ojos clavados en los de ella con la misma intensidad con la que su brazo podía lanzar un hacha la atrajeron sin remedio, y sus bocas se unieron en un beso inflamado por las promesas que el futuro les ofrecía sin reservas.

-Floki,- el reclamo de Helga les llegó a tiempo para separarse, pues el constructor de barcos entró con dos grandes cubos llenos de agua en los aposentos de la princesa sin esperar ningún tipo de consentimiento previo. –Te dije que llamases primero hombre.- Le amonestó Helga con las manos en las caderas.

-Pero si no estaban haciendo nada mujer,- dijo él con una risita, pues a pesar de que no les había pillado, el sonrojo de Elain les delataba a ambos.

-Nada que tú no hayas hecho antes con Helga,- respondió Ivar de buen humor, devolviéndole la broma al hombre a quien quería como a su propio padre.

-Bien, basta ya de molestar a la princesa vosotros dos, fuera de la habitación.- Dijo la mujer con tono autoritario.

-En realidad,- Ivar carraspeó, -yo lavaré y peinaré su cabello.-

Del rostro de Floki desapareció su casi perpetua risita burlona y se instauró en sus rasgos el cálido orgullo y el cariño que sentía por el menor de los hijos de Ragnar.

-Bien,- Helga abrazó a Floki y les sonrió con compresión, -pero luego llámame para que la ayude a bañarse, es mejor ponerse un vestido limpio con el cuerpo también limpio.- Dicho lo cual tomó la mano de su esposo y ambos salieron de la habitación en silencio.

-Helga es realmente atenta.- Reconoció Elain.

-Sí, tiene un corazón generoso.- Miró a su princesa y luego a sus manos unidas. –Eres una princesa, no una rehén, no quiero que sientas lo contrario.- Dijo con seriedad.

-¿A qué viene eso?-

-Pues a que no quiero que sientas que no tienes el derecho de pedir algo que desees o necesites, se trate de lo que se trate.-

-Ivar, mírame.- Él lo hizo y se quedó sin aliento, sus ojos se habían humedecido y brillaban como gemas dejándole sin habla. –Cuando me desperté contigo a mi lado fue cuando por fin me dejé de sentir como una prisionera en mi propio hogar, no sé cómo explicarlo, es como si nosotros juntos significase que todo es posible.-

-Lo significa porque lo es, mi reina.- Se puso de pie y la ayudó a incorporarse, cuidando de que la manta no se cayese entre ambos accidentalmente dejando el cuerpo de Elain al descubierto.

-No soy reina,- negó ella apoyando su frente en el pecho del vikingo para distraerse del tirón que la herida le había dado en el costado al incorporarse, acelerando con esa simple acción el corazón de Ivar.

-Lo serás.- Elain no tenía claro si esas palabras eran una promesa o una profecía, pero era el sentimiento que había en ellas al pronunciarlas lo que la hizo feliz. –Vamos.- Con cuidado el pagano la guió hasta dejarla delante de la chimenea, y luego arrastró una silla para que Elain pudiera sentarse ante el fuego.

Ivar El Deshuesado, conocido por su temperamento violento peinó su largo cabello y después echó la fría agua de uno de los cubos que había traído Floki sobre la cabeza de Elain cuidando de no mojarla a ella.

El vikingo hizo su trabajo con delicadeza y esperó a que su pelo se secase, respondiendo a las preguntas que ella le hizo sobre su viaje de regreso a las costas de Anglia mientras tanto, para luego una vez más peinar su cabello, y en cuanto quitó los enredos procedió a hacerle un intrincado peinado de trenzas digno de la Reina que él ya consideraba que ella era.

Cuando terminó Elain tenía los ojos cerrados y sonreía, relajada y feliz, realmente él nunca vio esa expresión tan libre en su rostro mientras estuvo en aquel castillo la última vez.

Siempre parecía en guardia, siempre alerta, siempre altiva, siempre contenida, sabiendo demasiado bien quizá que su carácter decidido y curioso era algo con lo que los demás no podrían lidiar si simplemente se dejase ser ella misma.

-Llamaré a Helga,- le dio un beso en la frente y ella alzó una de sus manos para acariciarle la cara con suavidad.

-Gracias.-

-No hace falta que me lo agradezcas.- Negó, pues para él había sido un placer y un honor.

-¿Entonces que he de decirte?- Ivar Sin Huesos guardó silencio, sonrojándose avergonzado, no atreviéndose a pedirle lo que le gustaría escuchar. -¿Te amo te parecería mejor?-

-Estaría bien, supongo.- Dijo bajando su mirada debido a la emoción que le embargó al escuchar esas palabras.

-Bien, te amo Ivar.-

-Te amo cristiana.- Se inclinó sobre ella y esta vez la besó en la boca, un roce de labios lento que le llevó a apoyar una de sus manos en la clavícula desnuda de ella.

Cuando el beso terminó ninguno dijo nada, pero los dos pensaron en lo que hubiera pasado si esa mano simplemente hubiese bajado un poco más. ¿Él se hubiera atrevido a tomarla? ¿Ella se hubiese atrevido a pecar?

Cuando Ivar se marchó pasó un largo rato hasta que Helga ingresó de nuevo en sus aposentos, quien no pudo sino mirar a la doncella con evidente asombro y respeto al verla sentada frente al fuego con el peinado que Ivar le había hecho con tanta paciencia, cuidando de no darle ni el más mínimo tirón.

Tarareando suavemente Helga la ayudó a bañarse y a vestirse para la cena que tendría con los hijos de Ragnar, en la que tanto debía decirse y decidirse.

El presente estaba teñido en sangre, pensó Elain tocándose el costado herido por sobre la tela azul de su vestido de seda. Aun así había dudas por experimentar, y certezas que confirmar.

En los aposentos del difunto Ecbert

Elain tembló con el pergamino en su mano, pues no podía creer las palabras que en el estaban escritas.

Mientras tanto y aunque Ivar la esperaba en el pasillo, ella pudo percibir su impaciencia a través de la puerta cerrada, quizá preocupado porque lo que hubiera dejado Ecbert en su escritorio pudiera hacerla cambiar de opinión con respecto a su matrimonio.

Eso no pasaría, pero no era capaz de salir y mirarle a la cara en aquel instante, ni siquiera era capaz de entender si aquello era cierto.

Suspiró profundamente conteniendo un sollozo, embargada por una emoción tal que sentía que la desbordaba por los costados.

-Ecbert,- pronunció su nombre con dolor y finalmente lo hizo, lloró por él, por su muerte, por las decisiones que tomó para el bien de ella, y que en la misma medida le llevaron a su final.

Ya no podría darle las gracias por su confianza y amor en aquella vida, tendría que esperar a llegar al reino de los cielos, de modo que se secó las lágrimas y decidida aunque despacio, se levantó de la silla en la que había estado sentada hasta entonces.

Dobló el pergamino y dejó un suave beso en el antes de salir de esas paredes entre las que tantas cosas había aprendido, y que tal vez no volvería a pisar jamás si las cosas salían mal.

Fuera cual fuese el destino que la aguardase, lo único que podía hacer por Ecbert de ahí en adelante era tenerle presente en su memoria y honrar el legado que el hombre había forjado con taimada astucia.

Pues si en algo a pesar de no hablarlo habían estado de acuerdo ambos era en que la traición destruía reinos, y en que las alianzas creaban imperios.

Más tarde en el salón de Wessex

Ivar miró a Elain de reojo mientras tomaba vino de su copa de plata, preocupado, ya que aunque al salir de los aposentos de su abuelo ella le aseguró que estaría bien si le daba un momento para recomponerse antes de ir con sus hermanos, al encontrarse sentados en aquella mesa viéndola callada, él no estaba seguro de si realmente había hecho bien en no hacerle preguntas.

Ivar la había abrazado en aquel pasillo silencioso queriendo saber como consolarla, y ella se había apretado contra su cuerpo como si eso fuera todo lo que necesitase para estar mejor.

Cuando entraron en el salón Helga se acercó a ellos y la ayudó a sentarse, sorprendentemente sus hermanos se habían comportado, aunque no dejaban de mirarla como lobos hambrientos y los odiaba por ello.

Por su parte Elain permanecía ajena a esas miradas, manteniéndose aferrada a ese trozo de papel como algunos de los cristianos a los que había matado se habían aferrado a sus cruces desesperados en busca de salvación.

-Así que…- Empezó Bjorn. –Matrimonio.- Le miró con burla en la cara y Ivar quiso arrancarle los ojos, tal vez lo hiciera, algún día.

-¿Qué?- Por fin Elain salió de su ensimismamiento y sonrió a los presentes, Floki no pudo sino reírse de todos al notar como parecían quedarse sin habla. –Lo lamento, no estaba prestando atención, ¿qué me estabas diciendo?-

-Yo… Eh- Bjorn carraspeo. –Decía… Que… Bueno, matrimonio entre mi hermano y tú.-

-Oh sí,- la felicidad casi la hizo brillar como las estrellas en la noche. –Me alegra que Ecbert respetase la promesa que le hizo a vuestro padre.- Contestó tomando la mano izquierda de Ivar que este tenía sobre la mesa y entrelazando sus dedos delante de todos los presentes, llevando acabo esa acción sin ningún tipo de vergüenza porque el menor de los hijos de Ragnar fuera un tullido.

Ivar sonrió orgulloso, alzando sus manos unidas y besando sus nudillos después con adoración.

-¿De verdad quieres casarte con él?- Jadeó Sigurd indignado, incapaz de entenderlo y celoso por la felicidad del hermano a quien detestaba por haber sido el claro favorito de su madre.

-Sí, y no sé cómo será en el norte, pero te aseguro que en Anglia que una mujer pueda decidir con quien se desposa es inaudito cuanto menos.-

Hvitserk la miraba embelesado, arrepintiéndose de haber creído que el hecho de que ella viviese o muriese pudiera resultarle indiferente, cuan equivocado había estado.

-Bueno, el matrimonio servirá para ratificar las tierras que tu abuelo nos dio.- Intervino Ubbe queriendo que ella centrase su atención en él aunque fuese un momento fugaz.

-Sobre eso,- Elain se puso seria y los miró como si estuviera a punto de regañarlos, sin poder evitarlo los hermanos enderezaron al unísono sus espaldas a la defensiva.

Helga sonrió divertida por lo fácilmente que la muchacha los había subyugado y bebió secretamente a su salud, contemplando el espectáculo que se desarrollaba ante sus ojos con su marido a su lado, quien soltaba risitas crueles mientras se aseguraba de que ella tuviera al alcance de su brazo sus alimentos preferidos.

-¿Qué sucede?- Preguntó Ubbe notando como su pierna derecha comenzaba a temblar bajo la mesa.

Elain soltó la mano de Ivar y miró a los hijos de Ragnar con severidad uno por uno.

-Ecbert os mintió para conseguir una muerte limpia, cuando vosotros llegasteis aquí él ya no era rey.-

-¿Qué?- Ladró Bjorn furioso.

-Utilizó esa baza para entreteneros aquí y darle tiempo a mi familia para escapar. Aethelwulf será el regente de Wessex hasta que mi hermano Alfred cumpla los dieciocho.-

-Pero este papel.- Ubbe lo enarboló como si fuera una bandera, -dice que las tierras de York son nuestras.-

-No lo dudo, pero él selló que lo ratifica es el de Ecbert y tendría que ser el de su hijo, lo que significa que lo que pone ahí no es legal.-

-Maldito viejo.- Se indignó Bjorn.

Ivar bebía su vino sin intervenir, disfrutando con el desconcierto y la ira de sus hermanos ante algo que para él había sido obvio desde el principio.

-Lo cierto es que no puede deshacerse lo hecho.- Elain sonrió claramente divertida por aquello en lo que estaba pensando. –Dicho eso, ¿os gustaría conseguir tierras aún mayores que las que él falsamente os prometió y quizá con suerte sin tener que desenvainar ni una espada más? -

-Eso es imposible,- Dijo Bjorn mirando con desconfianza a la bella mujer que tenía ante sí, creyendo menos en ella de lo que lo había hecho en Ecbert.

-Improbable tal vez, pero no necesariamente imposible.- Le replicó ella con evidente deleite, disfrutando del hecho de ser escuchada en una conversación de hombres en lugar de ser silenciada.

-¿Cuál es el plan?- Preguntó Ivar deseando saber.

-Vosotros organizad una reunión con Aethelwulf y mis hermanos, del resto me encargaré yo.-

-¿Cómo podemos confiar en ti? Ecbert nos traicionó, tú misma nos lo has confesado.- Gruñó Bjorn a la defensiva.

-Tanto si llego a un acuerdo con ellos para que se rindan, como si deciden luchar contra nosotros el resultado será el mismo.-

-¿Cuál?- Preguntó Hvitsek.

-Elain será reina y ellos tendrán que pedirle clemencia de rodillas.- Les aseguró a todos Ivar con fiereza, dispuesto a luchar contra cualquiera que le contradijese en aquel momento.

-Si os casáis y ella termina siendo reina eso te convertirá en rey a ti, ¿quieres ser rey de cristianos? ¿Pensaba que preferías matarlos?- Dijo Sigurd con veneno en sus palabras.

-Siempre habrá cristianos en otros reinos que no sean él nuestro a los que Ivar pueda matar.- Tras escuchar las palabras de la princesa Floki se echó a reír con frenesí, contagiando a pesar de algunos a todos los demás.

-¿Estás segura de que eres cristiana?- Le preguntó cuando se le pasó el ataque y los demás seguían riendo.

-Oh, lo soy, pediré perdón por mis pecados contra mis enemigos una vez los mismos estén derrotados.-

-Skal.- Brindó el constructor de barcos poniéndose de pie. –Por la reina cristiana.-

-Skal,- rugieron todos los presentes al unísono y ella se echó a reír, feliz porque su ambición y pragmatismo resultasen tan bien acogidos entre gentes que la corte en la que había vivido toda su vida consideraba barbaros.

-Skal.- Dijo Ivar mirándola a los ojos fijamente, antes de besar sus nudillos de nuevo con promesas de ardientes deseos por descubrir.

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Bien halladas seáis almas Corsarias, espero que el capítulo os haya gustado y que los Dioses estén de vuestro lado.