Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.

Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.

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51: La Gran Inquisidora.

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Esa mañana, todos se llevaron una... mala sorpresa.

MINISTERIO BUSCA REFORMA EDUCACIONAL

DOLORES UMBRIDGE NOMBRADA PRIMERA GRAN INQUISIDORA

— ¿Umbridge… "Gran Inquisidora"? —murmuró Janeth sombríamente, mientras la tostada que tenía a medio comer resbalaba de sus manos, y pasaba sentir como si, acabara de comerse una bala de cañón, sintiendo algo para nada agradable, en su estómago. — ¿Qué significa eso?

Hermione leyó en voz alta, para todos los que allí se encontraban: —En un movimiento sorpresa, la pasada noche el Ministerio de Magia aprobó una nueva legislación, otorgándose un nivel de control sin precedentes sobre la Escuela de Magia y Hechicería Hogwarts: "El Ministro ha sentido una creciente inquietud acerca de los acontecimientos que vienen ocurriendo en Hogwarts desde hace algún tiempo" —comentó el joven Asistente del Ministro, Percy Weasley. — "Está respondiendo a las preocupadas voces de padres ansiosos, quienes sienten que la escuela pudiera estar moviéndose en una dirección que no aprueban" No es la primera vez, en el transcurso de las recientes semanas, que el Ministro de Magia, Cornelius Fudge, ha utilizado nuevas leyes para efectuar mejoras en la escuela de hechicería. Ese es el caso del Decreto Educacional Numero Veintidós, publicado el 30 de agosto, que fue aprobado para asegurar que, en caso que el actual Director fuera 271 incapaz de ofrecer un candidato para un puesto vacante entre el profesorado, el Ministro seleccionaría la persona adecuada. "Así fue como la profesora Dolores Umbridge se unió al grupo de profesores de Howarts", señaló Weasley la pasada noche, "Dumbledore no pudo encontrar a nadie más, de modo que el Ministró colocó a Umbridge y, por supuesto, ella ha resultado un éxito inmediato…" Los nuevos movimientos del Ministerio han recibido el apoyo entusiasta de los padres de los estudiantes de Hogwarts. "Me siento mucho más tranquilo ahora que sé que Dumbledore está siendo sometido a una evaluación más justa y objetiva" opinó el Señor Lucius Malfoy, de 41 años, hablando desde su mansión de Wiltshire la pasada noche. "Muchos de nosotros, en la búsqueda de los mejores intereses para nuestros niños, nos hemos preocupado por algunas excéntricas decisiones que Dumbledore ha tomado en los últimos años y nos alegra saber que el Ministerio está vigilando la situación".

—Gracias, Hermione —dijo Janeth, interrumpiéndola. —Creo que ya he escuchado suficiente. Ni siquiera Valentine o Sebastian —gruñó. La pelinegra de ojos verdes, miró de reojo a Umbridge, quien tenía los puños apretados y la barbilla tensa. Obviamente, quería, se moría, por decirle algo o responderle a la mocosa Fairblue.

Umbridge cerró los ojos y tomó aire. —No puede ser una buena idea castigarla, teniendo en cuenta lo que pasó la última vez. —Aun podía recordar, los cortes de la Pluma de Sangre, en su trasero, cuando castigó a esa maldita mocosa. —Lo mejor, es no caer en sus provocaciones.

— ¡Así que ahora sabemos cómo acabamos con Umbridge! ¡Fudge aprobó el "Decreto Educacional" y forzó que viniera con nosotros! ¡Y ahora le otorga el poder para inspeccionar a los otros maestros! —respiraba con mucha rapidez y sus ojos estaban brillantes— ¡No puedo creer esto! ¡Es escandaloso!

— "Oh, no puedo esperar ver a McGonagall siendo inspeccionada" —aclaró Ron alegremente. — "Umbridge no sabe lo que le espera" —Los Gryffindor asintieron abiertamente. Los Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin, fueron más rezagados, ante su alegría.

Pero la Profesora Umbridge no estaba inspeccionando su clase de Historia de la Magia, que fue igual de aburrida que la del lunes anterior, ni estaba en la mazmorra de Pociones cuando llegaron para la doble clase, donde el ensayo de Janeth sobre el feldespato le fue devuelto con una negra, grande y puntiaguda "E" garrapateada en una esquina superior. —Les he premiado con las notas que habrían recibido si hubieran presentado este trabajo en su TIMO —declaró Snape, mientras caminaba con rapidez entre ellos regresándoles sus tareas. —Esto debería darles una idea realista de qué esperar en el examen.

Durante el almuerzo, Janeth escuchó a la mesa de Gryffindor, hablando. — ¿Todavía no han tenido una lección supervisada? —les preguntó Fred.

—No —contestó Hermione al momento. — ¿Y vosotros?

George asintió. —Sólo ahora, antes del almuerzo: Encantamientos.

— ¿Qué tal estuvo? —preguntaron Alex y Hermione a un tiempo.

Fred se encogió de hombros. —No estuvo mal. Umbridge apenas acechó en la esquina tomando notas en un portapapeles. Ya saben cómo es Flitwick, la trató como un invitado, no parecía molestarlo en absoluto. Ella no dijo mucho. Le hizo a Alicia un par de preguntas sobre cómo eran las clases habitualmente y ésta respondió que eran realmente buenas, eso fue todo.

—No soporto que el viejo Flitwick se haya rebajado —comentó George. —Normalmente, todo el mundo termina bien sus exámenes.

Cuando todos salieron del Gran Comedor, un sonriente Alex, se acercó a su hermana, a su cuñada y a su novia. —Pues, Trelawney, no es un fraude —Las tres lo miraron con algo de preocupación e interés, y él les contó lo que ocurrió, en la clase de Adivinación.

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Recuerdo

La caída abrupta en el nivel del ruido hizo que la Profesora Trelawney, quien había estado repartiendo copias de El Oráculo de Sueño, mirara a su alrededor.

Buenas tardes, Profesora Trelawney —saludó la Profesora Umbridge con su ancha sonrisa —Recibió mi nota ¿verdad? ¿Informándole la fecha y la hora de su inspección?

La Profesora Trelawney cabeceó lacónicamente y, luciendo muy enfadada, invitó a pasar a la Profesora Umbridge y continuó repartiendo libros. Todavía sonriendo, la Profesora Umbridge tiró del respaldo del sillón más cercano hasta quedar al frente de la clase, apenas unas pulgadas por detrás del asiento de la Profesora Trelawney. Se sentó, sacó su portapapeles de su floreado bolso y levantó la vista expectante, esperando que la clase comenzara. La Profesora Trelawney enrolló sus chales alrededor de su cuerpo con manos ligeramente temblorosas e inspeccionó la clase a través de sus enormes lentes. —Hoy continuaremos con nuestro estudio sobre los sueños proféticos —comenzó, en un valiente intento por mantener su tono místico habitual, aunque su voz se agitó ligeramente. —Divídanse en parejas, por favor, y con ayuda del Oráculo interpreten uno al otro las visiones que tuvieron la última noche.

Alex dio unos pasos con intención de dirigirse a su asiento cuando vio a la Profesora Umbridge, sentada a la derecha de su sillón, y giró inmediatamente hacia la izquierda, dirigiéndose al encuentro de Parvati y Lavender, que ya estaban enfrascadas en una profunda discusión sobre el más reciente sueño de Parvati. Al lado de Alex, Ron estaba preguntándole sobre su tarea, pero Alex no estaba prestando atención. Estaba mirando a Umbridge.

Ahora —declaró Umbridge observando a Trelawney— ¿por cuánto tiempo ha permanecido en este puesto, exactamente?

La aludida frunció el ceño, cruzó los brazos y se echó sobre las espaldas la punta del chal como si deseara protegerse tanto como fuera posible de la indignidad de la inspección. Después de una ligera pausa en la que pareció decidir que la pregunta no era tan ofensiva, pudo razonablemente ignorarlo, aunque agregó en un tono profundamente resentido: —Casi dieciséis años.

Bastante tiempo —señaló la Profesora Umbridge e hizo una nota en su portapapeles. — ¿Así que el Profesor Dumbledore la nombró?

Eso es correcto —contestó la Profesora Trelawney brevemente.

La Profesora Umbridge hizo otra nota. — ¿Y usted es una bisnieta de la famosa vidente Cassandra Trelawney?

Sí, lo soy —respondió la Profesora Trelawney y sostuvo su cabeza un poco más alto. Otra nota en el sujetapapeles.

¿Pero creo, corríjame si me equivoco, que usted es la primera persona en su familia, desde Cassandra, en poseer la Visión?

Está usted en lo correcto. La Visión suele saltar a menudo hasta… tres generaciones—explicó la Profesora.

La sonrisa de sapo de Umbridge se ensanchó —Por supuesto —concordó dulcemente haciendo otra anotación. —Bien, entonces ¿podría predecir algo para mí? —Y levanto la mirada interrogante, aun sonriendo.

La Profesora Trelawney se puso rígida, como si no pudiera creer lo que estaba oyendo —No entiendo —replicó, acomodando el mantón alrededor de su cuello huesudo con visible agitación.

Me gustaría que usted hiciera una predicción para mí —solicitó la Profesora Umbridge muy claramente. A estas alturas Alex y Ron no eran los únicos que miraban y escuchaban furtivamente detrás de sus libros. La mayoría de la clase estaba paralizada, con la vista fija en la Profesora Trelawney quien en ese momento se irguió en toda su altura, sus pulseras y collares tintineando.

Trelawney suspiró. —El Ojo Interno, no funciona así, profesora Umbridge. Es una habilidad mágica, que solo permite conocer el destino de una persona, si es que afecta a muchos. Y.… es casi, como una maldición. —Explicó. —Pues esto entra en acción, cuando menos lo esperas. En los momentos más... propicios y no permite al usuario, recordar las Profecías, pues podrían ser víctimas de un maestro Legeremántico, quienes instantáneamente, conocerían las profecías e intentarían evitarlas.

Umbridge anotó algo más, en su sujetapapeles, manteniendo una sonrisa tórrida de burla total. —Entendido...

El bosque... —su voz etérea apareció. Todos prestaron atención. —Lo que usted más odia, con cuatro patas se manifestará. Usted, por el odio primero los atacará, la venganza y el contraataque, la violación justificados estarán.

Y un segundo después, Trelawney estaba normal. Como si nada hubiera pasado. Pero nadie más horrorizado, que la propia Umbridge, quien se fue del salón de clase, pálida y sin pronunciar ninguna otra palabra.

Fin del Recuerdo

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Lo que dijo Alex en el almuerzo, explicaba la mirada perturbada y temerosa, de Umbridge, cuando los Slytherin y Ravenclaw, llegaron a clases. —No necesitarán, sus varitas. Solo sus libros —Todos sacaban sus copias de Teoría Mágica Defensiva; pero antes que Hermione pudiera hacerle una pregunta, la Profesora Umbridge los había llamado para pedir orden y todos callaron. —Varitas en sus mochilas —les ordenó con una sonrisa, y aquellas personas que habían tenido la esperanza suficiente para sacarlas, tristemente las regresaron a sus mochilas. —Como en la clase pasada terminamos con la última lección del capítulo uno, quisiera que todos fueran a la página diecinueve para comenzar con el capítulo dos, "Teorías Defensivas Comunes y sus Derivaciones". No será necesario hablar. —Todos estaban con sus libros, tal y como le gustaba a Umbridge, pero pronto frunció el ceño, ante la mano levantada— ¿Qué es lo que pasa esta vez, señorita Granger? —preguntó irritada y con los dientes apretados.

—Ya leí el capítulo dos —explicó Hermione, calmada.

—Bueno, entonces avance al capítulo tres —dijo, como si eliminara una mancha, en un libro.

—También lo leí. —Dijo Hermione calmada —Ya leí todo el libro.

La Profesora Umbridge se turbó, pero recuperó la compostura casi inmediatamente. —Bueno, entonces imagino que es capaz de decirme lo que comentó Slinkhard sobre los Contra—Maleficios en el capítulo 15. —Lo dijo con una sonrisa, como creyendo que era mentira, el que hubiera leído todo el libro.

—Dijo que el Contra—Maleficio era nombrado incorrectamente —respondió Hermione con prontitud. —También comenta que es sólo un nombre que la gente da a sus Maleficios cuando quieren que suenen más aceptables. —La profesora Umbridge levantó sus cejas y los hermanos Fairblue/Potter, se dieron cuenta que estaba impresionada muy a su pesar. Todos sonrieron, al ver que le había cerrado la boca a Umbridge, haciendo exactamente lo que ella quería que hiciera: leyendo el libro de texto, el cual no les sería útil, en lo más mínimo. —Pero no estoy de acuerdo —continuó Hermione.

Las cejas de la Profesora Umbridge subieron un poco más alto y su mirada fija se volvió claramente helada. — ¿No está de acuerdo? —Repitió.

—Sí, así es —continuó Hermione quien, a diferencia de Umbridge, no estaba susurrando, sino que hablaba claro, con una voz que por los momentos había atraído la atención del resto de la clase. — ¿Al señor Slinkhard no le gustaban los Maleficios, cierto? Pero creo que pueden ser muy útiles si se usan defensivamente.

— ¿Así que eso crees, ¿verdad? —preguntó la profesora Umbridge, olvidándose de susurrar y hablando en voz alta. —Bueno, me temo que es la opinión del señor Slinkhard y no la suya la que importa en este salón de clases, Señorita Granger.

—Pero... —empezó Hermione.

—Ya fue suficiente —declaró la Profesora Umbridge. Caminó de nuevo hacia el frente del salón y los encaró, toda la satisfacción que había mostrado al inició de clase se había esfumado. —Señorita Granger, le voy a quitar 5 puntos a la casa Gryffindor. Por distraer mi clase con interrupciones sin sentido, y la estoy esperando en mi oficina, esta misma tarde —replicó la Profesora Umbridge tranquilamente. —Estoy aquí para enseñarles según un método aprobado por el Ministerio, que no incluye que los estudiantes sean invitados a opinar sobre materias acerca de las cuales entienden muy poco. Sus anteriores maestros de esta materia pudieron haberles permitido más licencia, pero ninguno de ellos, con la posible excepción del Profesor Quirrel quien al menos parece haberse limitado a materias propias de su edad, hubiera pasado una inspección del Ministerio.

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La Profesora McGonagall entró en el cuarto sin dar la más ligera indicación de que sabía que la Profesora Umbridge se encontraba allí. —Esto es lo que haremos —comenzó a hablar y el silencio reino de inmediato. —Señor Finnigan, por favor venga aquí y entregue las tareas corregidas; Señorita Brown, por favor tome esta caja de ratones, no sea tonta niña, no la van a lastimar, dele un animal a cada alumno...

—Hem, hem —se escuchó a la Profesora Umbridge, utilizando la misma tos absurda que había empleado para interrumpir al Profesor Dumbledore en la primera noche del curso. La Profesora McGonagall la ignoró. Seamus le regresó a Janeth su ensayo, quien lo tomó sin mirar a su compañero y descubrió con alivio que había sacado una 'E'.

—Muy bien, todos, escuchen con atención. Dean Thomas, —se interrumpió observando al aludido— si vuelves a hacerle eso al ratón te pondré en detención —regresando su atención a la clase, continuó. —La mayoría de ustedes ha hecho desvanecer sus caracoles con éxito y aun aquellos que han dejado algo del caparazón captaron el punto esencial del hechizo. Hoy, practicaremos algo más difícil, desapareceremos un ratón. Ahora, el hechizo desvanecedor. —Hem, hem.

—Me pregunto— dijo la Profesora McGonagall, con una helada voz de furia, girando nuevamente hacia la Profesora Umbridge— ¿cómo pretende tener una idea de mi manera de enseñar si me sigue interrumpiendo? Como podrá darse cuenta, generalmente no permito que la gente hable mientras yo lo hago. —La Profesora Umbridge se veía como si acabara de recibir una bofetada. No habló, sólo enderezó el pergamino en su portapapeles y empezó a garabatear furiosamente. Luciendo completamente despreocupada, la Profesora McGonagall se dirigió de nuevo a la clase. —Como les estaba diciendo, el hechizo desvanecedor se vuelve más difícil con la complejidad del animal a desaparecer. El caracol, como es un invertebrado, no representa un gran desafío; pero un ratón, al ser vertebrado, es un reto mucho mayor. Esta no es, por lo tanto, magia que puedan llevar a cabo mentalmente mientras están cenando. Bueno, ya conocen el hechizo, ahora déjenme ver lo que pueden hacer.

La profesora Umbridge no siguió a la Profesora McGonagall por toda el aula como lo había hecho con Trelawney, quizás intuyendo que ésta no lo permitiría. De todas maneras, continuó tomando notas mientras permanecía sentada en una esquina, y cuando la profesora McGonagall señaló que podían guardar todo, tenía una sombría expresión en su cara. — ¿Cuánto tiempo lleva enseñando en Hogwarts? —preguntó la Profesora Umbridge.

—Treinta y nueve años este diciembre —contestó McGonagall bruscamente, cerrando su bolso. La Profesora Umbridge tomó nota.

—Muy bien—comentó—, recibirá los resultados de su inspección en diez días.

—No puedo esperar —declaró McGonagall, con voz fría e indiferente, dirigiéndose hacia la puerta con grandes zancadas.

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*Sala de Gryffindor*

Era casi medianoche cuando Hermione abandonó la oficina de Umbridge. Su mano sangraba con tanta severidad que manchaba la bufanda en la que la había envuelto. Esperaba que la sala común estuviera vacía cuando volviese, pero Ron y Alex la estaban esperando.

Se alegró al verlos, Alex le extendió un bote con algo dentro, algún tipo de poción. —Aquí —le dijo con ansiedad, empujando el bote con un líquido amarillo hacia ella. —Empapa tu mano en esto, es una solución de tentáculos Murtlap, tensos y conservados en vinagre, debería ayudar. —Hermione colocó su sangrante y dolorida mano en el tazón y experimentó un maravilloso sentimiento de alivio.

—Gracias —murmuró la castaña con gratitud, rascando tras las orejas de Crookshanks con su mano izquierda.

—Todavía considero que deberías quejarte acerca de esto —opinó Ron preocupado, en voz baja.

—No —negó rotundamente Hermione, luego de pensarlo, por unos instantes.

—McGonagall se volvería loca si supiera...

—Sí, probablemente lo haría —dijo Alex frunciendo el ceño—. ¿Y cuánto tiempo consideras que le tomaría a Umbridge crear otro decreto que diga que quienquiera que se queje del Alto Inquisidor será echado inmediatamente?

—Es una mujer horrible —declaró Hermione en voz baja. —Horrible. Sabes, se lo decía a Ron cuando entraste... Tenemos que hacer algo respecto a ella.

—Sugerí veneno —señaló Ron desagradablemente.

—No… me refiero a lo terrible que es como profesora. No estamos aprendiendo absolutamente nada de Defensa Contra las Artes Oscuras— protestó Hermione.

—Bueno, ¿Qué podemos hacer sobre eso? —preguntó Ron bostezando. — ¿Es muy tarde verdad? Ella trabaja aquí, va a quedarse aquí. Fudge se asegurará de eso.

—Bien... —comenzó Hermione tentativamente. — ¿saben?, hoy estaba pensando… —le lanzó una mirada ligeramente nerviosa a Alex, y continuó— …estaba pensando que tal vez ha llegado la hora... de que hagamos algo al respecto.

— ¿Hacer qué? —preguntó Alex con suspicacia.

—Bien… aprender Defensa Contra las Artes Oscuras por nuestra cuenta —concluyó Hermione.

— Vamos —gruñó Ron—. ¿Quieres que hagamos trabajo extra?, ¿quieres que Alex y yo tengamos trabajo extra, cuando apenas estamos en la segunda semana?

— ¡Pero esto es mucho más importante que la tarea! —exclamó Hermione. Alex y Ron la miraron desconcertados.

— ¡No pensé que hubiera en el mundo nada más importante que la tarea! —ironizó Ron.

—No seas tonto, por supuesto que lo hay —dijo Hermione realmente enfadada. Alex observó, con un sentimiento sombrío, que su cara estaba encendida con la clase de fervor que los TIMOs usualmente inspiraban en ella. —Se trata de prepararnos, como Alex dijo en la primera lección de Umbridge: para lo que nos está esperando ahí afuera. Se trata de asegurarnos que realmente podemos defendernos. Si no aprendemos nada en todo un año…

—No podemos hacer mucho por nuestra cuenta—admitió Ron con voz derrotada. —Digo, está bien, supongo que podemos ir a la biblioteca, buscar algunos Maleficios, e intentar practicarlos.

—No estoy de acuerdo, ya superamos la etapa en la que únicamente podíamos aprender de los libros —replicó Hermione. —Necesitamos un maestro, uno apropiado, quien nos pueda mostrar cómo usar los hechizos y corregirnos si lo estamos haciendo incorrectamente.

—Si estás hablando de Lupin… —comenzó Alex.

—No, no estoy hablado de Lupin —lo interrumpió Hermione, negando con la cabeza, pero se veía, cuanto desearía tener a su profesor licántropo, enseñándole. —Está demasiado ocupado con la Orden y, en todo caso, podríamos verlo como mucho los fines de semana de Hogsmeade y esa no es ni de cerca la frecuencia suficiente.

— ¿Quién entonces? —preguntó Alex mirándola con el ceño fruncido.

Hermione lanzó un suspiro muy profundo — ¿No es obvio? —preguntó—. Estoy hablando de ti, Alex. — Hubo un momento de silencio. Una ligera brisa nocturna hizo vibrar los cristales detrás de Ron y el fuego parpadeó.

— ¿Qué pasa conmigo? —preguntó Alex, frunciendo el ceño.

—Estoy sugiriendo que nos enseñes Defensa Contra las Artes Oscuras. Eres uno de los mejores…

—No lo soy —la mente de Alex estaba pensándolo a toda velocidad. La mejor opción, así como la más lógica, llegó a su mente. Por un instante, Hermione sonrió, creyendo que había conseguido convencerlo. —Pero, si quieres aprender algo que valga la pena, en DCAO, entonces necesitamos ayuda profesional.

— ¿A qué miembro de la Orden, propones pedirle ayuda? –preguntó Ron.

—Janeth —dijo él repentinamente. Tratando de entender, como es que no había pensado antes, en su hermana. —Ha combatido a los Subterráneos. Ha combatido demonios, la he visto hacer magia, que solo los adultos saben y por no decir: que sus clases nos son útiles. La necesitamos a ella. A Janeth Cristal Fairblue… o incluso, a Jonathan Christopher Morgenstern.