CAPÍTULO
4
-Pero nos falta confirmar una cosa, Kudo -dijo
Heiji-. No podemos precipitarnos.
-Tienes razón
-respondió el otro detective-. Ya iré yo a verlo.
Shinichi salió de la habitación y entró
en el despacho de Kino. Justo allí donde debía haber
ese pequeño agujero había un armario. Estaba un poco
separado de la pared por un lado. Lo movió un poco más
y vio que había un rodete de hilo de pescar.
El chico
salió del despacho y entro en el de Akizuki. Lo inspeccionó
de arriba a abajo. Luego salió y entró de nuevo en el
que estaban Kuroba y Hattori.
-¿Y bien? -preguntó
Heiji. Shinichi asintió.
-Teníamos razón.
-Vale, entonces llamemos a los demás para explicarselo
-dijo Hattori.
-No, espera cinco minutos, que tenemos que
prepararlo todo otra vez.
-Sí, tienes razón.
Cinco minutos después Heiji abrió la puerta y
salió para avisar a las chicas, al inspector y a los dos
policías. Todos se reunieron en el despacho.
-¿Ya
lo habéis descubierto? -preguntó Aoko, algo nerviosa.
-Tranquilízate, Aoko -dijo Kaito, cogiéndole la
mano. Por fín, el chico se había quitado los guantes.
-Bien, primero vamos a explicar cómo lo ha hecho -dijo
Heiji.
-¿Es que no ha sido este chaval? -preguntó
Akizuki.
-No, no ha sido él -respondió
Shinichi-. Bien, pasen detrás de la mesa, por favor, y por la
izquierda, si son tan amables.
Todos se estrecharon detrás
de la mesa como pudieron. Todos menos Heiji, que ya sabía el
montaje.
-¿Ven este hilo de aquí? -preguntó
Shinichi, señalando un hilo que había a la altura de
los pies, sujetado a la parte interior izquierda de la mesa con celo
y cruzaba la mesa de izquierda a derecha-. Pues agáchense
todos.
Las chicas y los policías obedecieron y se
agacharon. Shinichi pasó la mano por el hilo, que se
desenganchó del celo, se oyó un ruido en la parte
izquierda de la habitación y luego como si algo se hubiese
clavado en la pared, debajo de la ventana.
Shinichi se
levantó seguido de los demás y señaló la
pared de detrás, donde había un cuchillo.
-El
montaje es muy sencillo -explicó Heiji. El chico salió
de la habitación.
-Por favor, fígense todos en
ese pequeño agujero que hay ahí -dijo Shinichi. Y poco
después de decirlo se vio una aguja torcida que pasaba por él.
Luego, Heiji volvió a entrar en la habitación y quitó
la aguja, sin soltar el hilo. Luego, sin perder tiempo, se puso a
explicar el montaje-. Estiraremos un buen trozo de hilo para que no
falte. Utilizando una silla, engancharemos el hilo en el techo con
celo. Luego meteremos el hilo por el pequeño agujero del
cuchillo y llevaremos el hilo hacia la derecha.
-Utilizando
la mima silla, engancharemos el hilo con celo en el techo, dejando el
cuchillo arriba -siguió Shinichi-. Bajaremos el hilo y lo
engancharemos en la pared, encima del rodapié, y finalmente,
lo llevaremos hacia la mesa y lo sujetaremos con celo en la parte
izquierda de la mesa, de manera que el hilo cruze la mesa. Luego,
solo se necesita colocar el cuchillo hacia donde se quiera que caiga.
Ahora, si se desenganchara el celo de la mesa, el cuchillo caería
rápidamente hacia donde apunta y el hilo, junto con todos los
trozos de celo, quedarían enrollados en el rodete que hay
detrás de ese agujero.
-¡Un momento! -exclamó
Kino-. Ahí está mi despacho, ¿eso significa que
yo soy el asesino?
-No, no es usted -negó Heiji.
Shinichi había desenganchado el hilo y lo había
ido recogiendo lentamente hasta es cuchillo. Cuando tuvo el cuchillo
entre sus manos, dejó que el rodete se encargara de recogerlo.
-¡Ha sido usted, señor Akizuki! -exclamó
Shinichi, señalándolo-. ¡Usted lo ha matado!
-¿¡Qué!? -gritó Akizuki-. ¿Cómo
puede estar tan seguro? ¿Tiene alguna prueba?
Heiji
sacó de su bolsillo una bolsa en la que había un trozo
largo de hilo de pescar con trozos de celo enganchados en varias
partes y lo puso sobre la mesa. Había una parte de ese hilo
que tenía sangre.
-Aquí hay sangre -dijo Heiji,
señalando el hilo-. Y en el agujero de la pared hay un punto
de sangre, también.
-Señor Akizuki -dijo
Shinichi-, me he fijado que tiene una herida en la palma de la mano
derecha, como si se hubiese cortado con algo muy fino. Seguramente se
la debe haber hecho cuando estiraba el hilo. Con la fuerza del rodete
se le debía escurrir, y para evitarlo lo debe haber estirado
fuerte y se debe haber hecho la herida.
Akizuki se miró
la palma de la mano derecha.
-Es una prueba absurda -dijo-.
Esta herida me la hizo el gato ayer.
-No sabía que los
gatos tuvieran una sola uña -murmuró Kaito,
irónicamente.
-Si quiere una prueba consistente -dijo
Heiji-, la tiene en el bolsillo de sus pantalones.
Akizuki
buscó en sus pantalones y sacó, entre la cartera y las
llaves del coche, una aguja torcida.
-Y si quiere otra prueba
consistente -siguió Shinichi-, el celo debe tener sus huellas.
Akizuki no aguantó más y cayó de
rodillas.
-Él... ese Haruta... Él mató a
mi hermana hace diez años... Mi pequeña hermana que
solo tenía nueve años, él la mató... Y
encima lo reconoció ante mis narices, el muy idiota!
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Shinichi y Kaito habían quedado en el despacho a
solas. El detective quería hablar con Kaito antes de que
Nakamori lo interrogara.
-¿Por qué te
convertiste en Kid? -le preguntó El chico del este.
-Fue
por mi padre. Él era el verdadero Kid. Murió y al cabo
de ocho años me enteré de que lo habían
asesinado. Investigué por mi cuenta y descubrí que lo
habían matado unos hombres de negro. Desde ese momento que los
estoy buscando, disfrazado de Kid.
-¿¡QUÉ!?
¡Esos fueron los mismos que me hicieron beber la poción!
¡Tengo que hacer una cosa! -exclamó Shinichi, saliendo
de la oficina.
-¡Ei, Kudo! ¡Adonde vas!
-¡Confía en mí!
Kaito miró
como se alejaba corriendo. "Este va a hacer una de las suyas".
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Hacía un cuarto de hora que Shinichi se había
ido y que el inspector Nakamori había entrado en el despacho
para interrogarlo. Pero en todo ese tiempo, Nakamori no consiguió
articular palabra. De pronto algo chocó contra el cristal y lo
rompió. A fuera había alguien con un sombrero y una
capa que le cubría el rostro.
-¡Es Kid! -exclamó
el inspector. Kuroba sonrió.
-Vaya, ¿cómo
os podéis fiar de un simple disfraz? -dijo "Kid"-.
¿creéis que me dejaría coger tan fácilmente?
La verdad es que ha sido un plan de distracción perfecto: el
collar está aquí -"Kid" enseñó
el collar que tenía en la mano derecha, mientras que con la
otra se cubría el rosto-. ¡Nos volveremos a ver,
inspector!
El chico dio un salto enorme y desapareció
en la oscuridad.
-Definitivamente, tú no eres Kid
-dijo el inspector Nakamori-. ¿Por qué no lo has dicho
antes?
-Usted no ha preguntado.
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Eran las doce del mediodía. Kaito no había
conseguido pegar ojo en toda la noche, así que decidió
salir a tomar el aire. En el jardín vio a Shinichi y lo llamó.
-¡Kudo!
El chico se giró.
-Vaya
nochecita, ¿verdad, Kuroba? ¡Ah! Por cierto, esto es
para ti -Shinichi le entregó el collar.
-Gracias
-murmuró Kaito, cogiéndolo, algo sorprendido. Luego
sonrió y dijo-. Deberías practicar un poco.
-¡Encima
que te ayudo!
-¡Jeje! ¿Y ahora qué? ¿Qué
vas a hacer, sabiendo quien soy?
-Bueno... Una cosa eres tú,
y otra es Kid, ¿no?
-Entonces... ¿Sigue siendo
un desafío?
Shinichi le tendió la mano. Al
princípio, Kaito la miró algo extrañado, pero
luego la estrechó.
-Según se mire -respondió
Shinichi, sonriendo.
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Una semana después...
-¡Ahí va!
-exclamó Aoko, al encender la luz de su habitación.
Encima de la cómoda estaba su collar, con una nota que decía:
"¿Aun seguirás odiándome, encima
que te llevo el collar a arreglar?"
-¡Vaya! ¡Así
que era por eso! -Aoko estrechó el collar y la nota contra su
pecho y murmuró-. Gracias, Kid. Te admiro mucho.
FÍN
