HELLFIRE - Metal Cover by Jonathan Young
Vuelvo con un pequeño especial de vidas pasadas, vaya que este Lukanette me esta costando lo suyo, esta demasiado diferente a mis usuales cursilerías azucaradas y cubiertas de miel jajajajaja. Pero me ha gustado los resultados.
Decidí dividirlo en dos partes porque estaba yéndose demasiado largo, así para que no se haga pesado de leer, les entrego la primera parte. Espero que les guste.
(Pov Tikki)
Los demás kwamis y yo estábamos sobre el elegante candelabro de la iglesia esperando ansiosos que Marinette apareciera caminando rumbo al altar donde Luka ya lo esperaba erguido en toda su estatura y luciendo su elegante traje, lucia bastante apuesto, ya quería ver la cara de mi portadora cuando apareciera.
Observó mientras tanto la bella catedral de Notre Dame, que era donde se casarían. Adrian y Kagami fueron muy bondadosos al mover todas sus influencias para que la boda pudiera llevarse a cabo aquí. El lugar no ha cambiado casi nada pese a los años, solo algunas remodelaciones para mantenerlo, pero aún conservaba los grandes ventanales con pinturas religiosas que yo recordaba a la perfección, la estructura al estilo gótico, la gran capilla al fondo donde estaba Luka esperando a la novia. Si, era todo tal y como lo recordaba, pero el ambiente era muy distinto a como de aquel entonces con una de mis antiguas portadoras.
-es irónico que se casen aquí ¿no crees? – me pregunta Sass, al parecer el también recordó aquella vida de nuestros portadores
-quizá inconscientemente quisieron que este lugar presenciara un hermoso momento para variar – respondo observando a Luka, llegando a mí la imagen de su vida pasada en el que era un recto y justo sacerdote durante el siglo XV que luchaba contra sus propios sentimientos.
Durante ese tiempo las cosas para ellos no fueron nada fáciles, su amor era más que prohibido y me toco presenciar como ambos sufrían por ese hecho, pues ambos se anhelaban, se amaban genuinamente. Sass también lo recordaba, era por eso por lo que para ambos presenciar su matrimonio era muy significativo, pues en esta vida, aunque también tuvieron sus obstáculos para estar juntos, por lo menos no se vieron tentados por el temor de caer bajo el fuego del infierno únicamente por caer en el disque pecado de amarse.
(pov normal)
(Bells of Notre Dame, by Alan Menken & :: BSMO Granada)
Las campanas resonaban como cada mañana en la catedral de Notre Dame en el Paris del siglo XV, deleitando a los oídos del pueblo que se levantaba abriendo sus ventanas para iniciar una nueva mañana, para encender los hornos y comenzar a hacer el pan cuyo aroma llegaría por el aire a sus compradores hambrientos. Cada persona en aquel sencillo pueblo comenzaba sus variadas actividades mientras las campanas sonaban ofreciendo sus diferentes matices y tonalidades. Las más grandes resonando cual impactante trueno, las más pequeñas brindando su canto en anuncio del comienzo de la misa matutina que el sacerdote Luka Couffaine ofrecía como todos los días.
La misa de aquel sacerdote ofrecía una embriagante paz espiritual a todo aquel que la escuchaba, era como si sus solas palabras recitando pasajes de la biblia fuera suficiente para purgarlos de cualquier clase de temor, culpa o tormento, al igual que la tranquilidad que les daba ante las confesiones. Si duda, Luka Couffaine era el sacerdote que más ha llevado la espiritualidad a aquella iglesia, además de ser el más joven con solo 27 años.
….
Un par de suaves campanadas anunciaban el fin de la última misa de la tarde. La gente del pueblo comenzó a salir no sin antes mostrar sus respetos y agradecimientos a Luka al tiempo que recibían su bendición. En cuanto la última alma dejo la iglesia, desde lo alto se descolgó por una cuerda un dinámico joven de pelo negro y sonrisa constante en su rostro. Sus ropas eran sencillas, las que usualmente solo necesitaría un humilde campanero, aunque lo que más sobresalía era un lunar en su cara que parecía atravesaba su ojo izquierdo. Dicha marca de nacimiento nunca le impidió vivir resplandeciente y con vitalidad, aun cuando muchos del pueblo tomaban dicho lunar una marca maligna, todo porque el juez Felix hacia lo había declarado.
-Gustav… un día de estos vas a rómpete un hueso haciendo eso – reprende Luka, aunque en actitud más divertida que reprobatoria
-no tiene que preocuparse su inminencia – responde este despreocupado, aunque sin dejar el respeto hacia a Luka por su cargo divino – he bajado así tantas veces que incluso ya lo puedo hacer con los ojos cerrados – presume guiñando un ojo
-mejor no lo intentes – comenta divertido ante la usual actitud de Gustav – y ya te lo he dicho, Gustav. Cuando las misas ya hayan terminado puedes tratarme de tú – dice al tiempo que iba apagando todas las velas de alrededor
-pero Sor Lila Rossi me reprende por tomarme esas ¨formalidades irrespetuosas¨ contigo – se queja haciendo las comillas con sus dedos y siguiendo a Luka, quien solo suelta una sutil risa
-la hermana Lila puede ser algo exagerada con lo que considera respetuoso – apaga otra vela a su camino, siendo seguido por el más fiel de sus monaguillos
Gustav era huérfano, perdió a sus padres a la edad de 11 años por uno de los tantos juicios despiadados del ministro Felix al incendiar su casa solo para poner de ejemplo al pueblo de que no debían ocultar gitanos en sus hogares.
Una vez que Felix y sus demás hombres emprendieron la indiferente huida al no importándoles que murieran tres personas inocentes a mercedes de las llamas, el capitán Adrian se adentró en aquel humilde molino, buscando entre el fuego a aquella familia. Sin embargo, ya era tarde, una pesada viga estaba encima del hombre y la mujer, mientras que un pequeño valiente intentaba con desesperación alzarla. Adrian tomo a Gustav pese a su insistencia entre lágrimas desconsoladas de que quería salvar a sus padres.
Llevo a Gustav a la catedral, sabía que debido a aquella marca ninguna persona del pueblo lo acogería, pero Luka no tendría problemas en darle un hogar en su catedral, incluso le dio el puesto de campanero pese a las insinuaciones de Lila de que podría traer desgracias a la iglesia y a su vida (ella creía ciegamente en el juicio de Felix). Desde entonces, más que su protegido, ha considerado al muchacho de 15 años como a un hermano menor a quien cuidar e instruir.
Al tiempo que se apagaba la última vela de los candelabros, una joven gitana con la cabeza cubierta por una capucha corría desesperada huyendo por su vida por las frías calles de aquel pequeño pueblo en Paris. Podía escuchar con el corazón latiéndole frenético por el miedo, los rápidos trotes de un imponente caballo negro, cuyo jinete era nada menos que el temido juez Felix Fhatom que la perseguía sin tregua por las estrechas calles.
La gitana saltaba los barandales con el desesperado objetivo de tomar atajos en los que el caballo y su maligno jinete no pudieran seguirla, pero justo cuando creyó que ya lo había perdido, volvía a escuchar los constantes trotes a sus espaladas y a Felix con la mirada puesta en ella. Esos ojos verdes reflejaban más que odio en ella, eran ira pura, una obsesión agresiva que demostraba que no la dejaría escapar por nada del mundo, que era capaz de incendiar todo París para dar con ella.
Salta un muro con suma agilidad, sin embargo, al estar huyendo con el temor infundiéndole adrenalina, sus piernas ya comenzaban a debilitarse, por lo que al caer del muro sintió un punzante dolor en el tobillo, dolor que dejo de lado puesto que escuchaba detrás de ella los galopes del caballo de Felix acercándose más y más. Así que, apretando la quijada para aguantar el dolor de su tobillo, se incorporó dirigiéndose a Notre Dame, esperando, rezando al Dios que posiblemente no escucharía a una marginada como ella, que pudiera ocultarse ahí el tiempo suficiente para que aquel ministro se fuera.
Las puertas estaban cerradas, por más que hizo el esfuerzo de abrirlas estas no cedían. Toco con desesperación rogando asilo, pero ya era tarde, el juez Felix ya estaba ahí, ya la había encontrado y la miraba como si con solo eso la condenara al más tortuoso de los infiernos.
-es tu última oportunidad gitana – condena Felix mientras su caballo trotaba lentamente a los pies de las escaleras – vienes conmigo o aceptas tu condena en la hoguera
A modo de respuesta, la gitana escupe hacia el ministro. Esta ofensa solo lo enfurece más así que lentamente saca un látigo de uno de los costados, preparándose para matarla a azotes…
-¿Qué está pasando aquí? – sale su excelencia justo a tiempo, mirando con desaprobación tal escena de una mujer con la cabeza cubierta, temblando de miedo, y el ministro a punto de azotarla – explíqueme, ministro Felix ¿Qué pretende hacer bajo las puertas sagradas de la catedral? – le encara, él y el ministro nunca concordaban con sus ideales, podría decirse que eran rivales consagrados.
-solo hago mi trabajo, su excelencia – dice esto último más con desprecio que con respeto – purgo las calles de Paris de los actos pecaminosos de los gitanos – mira a la mujer que perseguía
La manera en que el ministro Felix ejercía su ¨justicia¨ era déspota, tan solo pura vanidad y soberbia. Luka no aprobaba para nada sus ideales, que según Felix, eran lo correctos para mantener la pulcritud en todo ciudadano, aunque la verdad era que el ministro cometía más pecados actuando en el nombre de Dios. Ambos tenían bastantes diferencias; Luka solo buscaba redimir en lo posible a toda alma, le ayudaba a buscar la paz, el camino de luz. Felix parecía que encontraba pecado en todo, pero, a diferencia del sacerdote, solo quería ejercer temor para que la gente actuara según sus propios ideales, él solo estaba enfermo de poder que buscaba salirse con la suya en todo lo posible.
-acabo de escuchar que esta mujer ha pedido asilo – defiende Luka agachándose a donde la gitana temblaba de miedo – y usted, ministro, sabe respetar las leyes sagradas de la iglesia – acoge gentilmente a la mujer, poniendo sus manos en sus hombros
Felix apretó la quijada, casi rechinando los dientes mientras miraba las figuras sagradas talladas en piedra de la catedral, sintiendo realmente temor de ser castigado en ese mismo instante. Claro, un hombre que encontraba pecado en todo era porque, aunque lo negara, temía de sus propios demonios, de sus propios pecados que negaba y reflejaba en todos, poniendo en inocentes una culpa que a él le correspondía.
-escogiste una magnifica prisión gitana – escupe Felix, dirigiendo su caballo para irse – pero sé que los gitanos no resisten estar entre murallas, pon un pie afuera, y serás mía – se aleja, mientras Luka lo maldice con la mirada, notando que sus intenciones con aquella mujer no eran precisamente porque según sus creencias, los gitanos vivían una vida pagana y pecaminosa.
-tranquila hija mía – susurra al escuchar un leve sollozo de la asustada mujer – en la iglesia no tiene jurisdicción sobre ti, no podrá hacerte daño
Tras escucharla sollozar una última vez, levanta el rostro, provocando que la capucha que le cubría la cabeza se fuera hacia atrás y dejara ver su rostro.
Luka miro su rostro, a sus ojos azules llorosos temblando por el miedo. Algo en su corazón se removió al verla, sentía que en su interior una sensación como si estuvieran escuchando la más sublime y sagrada de las melodías. No pude evitar conmoverse ante la inocencia que reflejaba su rostro de aquella joven, que debía tener alrededor de 16 o 17 años, además claro, aun siendo sacerdote eso no le impedía reconocer que era una joven muy hermosa. Tez blanca y tersa, cuyos labios de un rojo carmesí atraparon inevitablemente su mirada. Mejillas sutilmente rosadas, cabello negro, haciendo que su blanca piel fuera más notoria. Pero no solo era la pureza y belleza de su rostro, era que reflejaba la más pura y conmovedora inocencia que rara vez se veía en un ser humano. Sentía en su pecho una calidez extraña al verla, un sentimiento reconfortante, una paz que solo había sentido al estar en su iglesia.
-¿Cómo te llamas? – pregunta casi en un suspiro
-Ma-ma-ma-Marinette – tartamudea la joven, aun no sintiéndose del todo a salvo pese a que el ministro ya se había ido
-muy bien ma-ma-ma-Marinette – intenta bromear un poco para que la joven gitana no estuviera tan asustada, lo que parece funcionar al verla sonreír tenuemente - ¿Qué te parece si entramos? Te daré un poco de té para que entres en calor y descanses… - intenta ayudarla a ponerse de pie, pero Marinette exclama un quejido y por poco cae de nuevo de no ser porque Luka la sostuvo a tiempo - ¿estás lastimada?
-es mi tobillo – musita a penas, claro, aún estaba asustada
-entonces también tenemos que curarte – dice Luka, mostrando una increíble gentileza y brindándole a Marinette la calma que necesitaba
Luka la invita a que se apoye en su hombro para ayudarla a caminar, Marinette, con cierta inquietud al estar de esa manera con un sacerdote, comienza a caminar a la iglesia con cuidado de no apoyar demasiado su tobillo lastimado.
-su excelencia… - se escucha el eco de lo voz de Sor Lila – ¿Quién estaba tocando de… - se calla al ver a la gitana con quien Luka entraba, y de esa manera, tan cerca de él – su excelencia… es una gitana… - exclama indignada – sabe que los gitanos…
-pidió asilo – interrumpe Luka lo más sereno posible, no era prudente hablar fuerte ni en tono endurecido en la iglesia – es deber de la iglesia dar asilo a toda alma que lo necesita, no importa quien sea – la lleva a una de las habitaciones de la catedral tras que Lila asiente ¨respetuosa y solemne¨ ante su decisión, sin darse cuenta como su labio se fruncia con desprecio tras que pasaron de largo.
La razón por la que el ministro perseguía a Marinette era únicamente porque lo había desafiado en la plaza pública en el festival anual de los tontos al defender y proclamar justicia por un inocente niño gitano con una leve deformidad en la espalda que lo hacía ver un poco encorvado.
La inocente criatura únicamente había salido por mera curiosidad a ver el festival, aunque el juez Felix le había dado la despiadada orden a sus padres de que lo mantuvieran siempre encerrado pues consideraba su deformidad como una aberración, que era un monstruo que debía permanecer en el infierno. Cuando era solo un bebé estuvo a punto de echarlo a un poso al arrebatárselo de las manos a sus padres creyendo que eran bienes robados, pero afortunadamente (y para aumentar más del desprecio del ministro) Luka apareció, llegando al acuerdo de dejar vivir al bebé y devolvérselo a sus padres mientras que siempre lo mantuvieran oculto.
Claro que el niño en algún momento no aguantaría la curiosidad de salir al mundo, especialmente al escuchar y ver desde su ventana aquella festividad, así que ha escondidas y oculto tras una capucha, salió de su casa.
Cuando los aldeanos empezaron a humillarlo y el ministro no hizo nada a pesar de que Adrian le pidió permiso para actuar, este se lo impidió, diciendo que una lección debía ser aprendida. Los padres del pequeño tuvieron que soportar ver como su pequeño lloraba por las humillaciones que recibía su hijo, pero Felix les prohibió tajantemente intervenir amenazándolos con que los tres recibirían azotes si lo hacían. Fue ahí que Marinette se interpuso, deteniendo aquello y enfrentando a Felix al entregar al niño a sus padres y diciéndoles que se fueran, que ella se encargaría.
Causo un tremendo alboroto y ocasionó aún más la obsesión enfermiza del ministro por ella cuando, usando unos simples polvos que crearon una cortina de humo, desapareció ante sus ojos para reaparecer en otro lado y burlarse de sus incompetentes hombres por toda la plaza, y claro, cuando Marinette se esfumo completamente de su vista con un simple truco, Felix ordeno fúrico que la buscaran.
Desde entonces huía y se escondía de los guardias que parecían plagas esparcidos por donde volteara. Lograba escapárseles hábilmente, pero eventualmente se fue cansando, las fuerzas debido al hambre por no poder ganarse unas monedas al bailar la fueron debilitando y cada vez le costaba más mantenerse alerta, fue entonces que Felix la encontró y la persiguió hasta la catedral.
-hubo un soldado que me encubrió en una ocasión – cuenta Marinette en la humilde recamara en la que la asigno Luka. Ya había recobrado su vitalidad una vez que comió algo y una de las monjas le vendo el pie – me imagine que solo era una treta para llevarme ante Felix, así que tome un tuvo oxidado de la calle para golpearlo y huir – Luka entonces no puede evitar soltar una pequeña carcajada, que confundió un poco a Marinette
-lo siento, pero estoy casi seguro saber quién es ese soldado – dice tras superar su pequeña carcajada - ¿de casualidad era rubio, ojos verdes y barba en la barbilla?
-sí, es él – se sorprende por la exactitud de la descripción, después de todo, Felix tenía a miles de hombres a su mando
-es el capitán de la guardia Adrian – explica aun un poco divertido por la situación tan irónica – trabaja en efecto para el ministro Felix, pero en secreto ayuda a los que son injustamente sentenciados por él – va encendiendo otra vela para que aquella habitación no estuviera tan oscura – la familia del niño al que defendiste esta oculta, temíamos que Felix fuera a tomar represalias contras ellos después
-¿temían? –
-sí, el capitán Adrian colabora conmigo por así decirse – prende la última vela del candelabro, Marinette de inmediato se sintió muy avergonzada por el golpe en el mentón que le dio cuando solo quería ayudarla – es irónico que lo hayas golpeado, de esa forma conoció a su esposa Kagami, también es una gitana. Aunque ella hizo que su cabra lo golpeara en la boca del estómago – le dice divertido, contagiando un poco a Marinette hasta que cayó en cuenta de algo
-¿una gitana casada con un capitán de la guardia de Felix? –
-si, yo mismo los case hace un par de años en secreto– se sienta en un pequeño banquillo delante de Marinette – Adrian y yo creamos un refugio para los gitanos que son víctimas de las injusticias de Felix, ellos lo bautizaron como la corte de los milagros. Quizá podríamos llevarte ahí, estarías a salvo
-gracias su excelencia -
-puedes llamarme Luka mientras no esté en mi labor de sacerdote – le dedica una encantadora y amigable sonrisa
-entonces, gracias, Luka – se sentía tan paz en su presencia, quizá por lo mismo de que era un sacerdote
-por ahora descansa – se pone de pie – mañana veremos que hacer – tras dirigirle una última mirada amable y dulce, se retira para dejarla descansar
Cerró la puerta detrás suyo soltando un involuntario suspiro junto con una apacible sonrisa a la que no le encontró significado de momento, pero que sintió bien dejar que se le dibujara en el rostro al pensar en la gitana, es decir, eran muy pocos los que se atrevían a encarar de esa manera a Felix tras haber logrado sumir a la mayoría en un dominio de temor.
-se excelencia - le alcanza Sor Lila de camino a su habitación - no es que quiera ir de contra de sus deberes parroquiales, pero las gitanas tienen la reputación de hacer caer a los hombres a las más bajas e impuras de las tentaciones. No quisiera que usted se vea...
-hermana... No todo lo que encuentra el ministro Felix por pecaminoso es cierto - dice lo más paciente posible - los gitanos solo tienen otro estilo de vida, pero no por eso propagan el pecado como lo dice el ministro
-aun así, su excelencia, con todo respeto yo creo que debería….
-Sor Lila – detiene sus pasos, mirando de frente con rostro sereno pero inflexible – lo que he tratado de profetizar en esta iglesia es a no juzgar a nadie por sus propias creencias o costumbres, si no por sus actos – le dirige una muy leve mirada de reproche, que era más que nada para hacerle entender que no cambiaría los ideales de la parroquia pese a que Felix ha dado ¨fundamentos¨ para defender los suyos – que descanse, hermana – retoma su camino, dejando a Lila atrás con la mirada agachada pero maldiciendo por dentro e ideando la forma de convencer al sacerdote de que aquella gitana no tenía buenas intenciones.
….
Felix le había dicho que no resistiría estar entre murallas al ser ella una gitana, pero Marinette, al menos en su primer día en aquella catedral que le dio asilo, no se sintió en ningún momento como una prisionera, todo lo contrario, aquel lugar era muy pacifico, especialmente porque Luka le daba totalmente la libertad de recorrerlo, invitándola a sentirse como en casa, lo que era irónico pues ella al ser tan errante nunca tuvo un lugar fijo en el que vivir y sentirse cómoda, especialmente desde que los hombres de Felix no paraban de perseguirla.
Paso casi toda la mañana con ella tras que dio la correspondiente misa, la cual Marinette escucho atentamente a pesar de que ella no llevaba en si una religión, pero Luka hablaba de una forma tan sabía, que no daba la sensación de inculcar miedo por una religión o un Dios que castigaba, no, él hablaba de la buena moral, de los buenos actos, etc. Marinette se sentía encantada de su forma de hablar, especialmente al defender las diferentes ideologías y costumbres al tiempo que la miraba con una disimulada sonrisa.
Al terminar, Luka gustoso y de forma encantadoramente gentil, la guio por la catedral para mostrarle donde estaba el comedor, las duchas, y todo lo que necesitara saber durante su estadía ahí. La presentó frente a todos los miembros de la iglesia para que le ayudaran y atendieran en lo que necesitara, a lo que todas las monjas se mostraron en su mejor disposición. La mayoría eran mujeres de edad, aunque había unas cuentas más jóvenes, una de ellas, una pelirroja de ojos verdes no disimulo su disgusto ante su presencia, pero Marinette no le tomo importancia, ya estaba demasiada acostumbrada a que la gente la miraran con desprecio.
-seguramente debes tener muchas historias interesantes que contar – habla Soi Lila, aparentemente amigable – has llevado una vida bastante…. Libre…. – con un disque disimulo, la mira de pies a cabeza
-algunas, he visto muchas cosas y toda clase de personas – contraataca con astucia Marinette, creando una clara fricción entre ella y aquella monja
-sigamos – interrumpe Luka antes de que Lila dijera algo más – hay un lugar de la catedral que seguro te encantara – se la lleva colocando gentilmente su mano en el hombro de la gitana
Para las demás monjas, les era encantador que Luka, su joven sacerdote, estuviera comportándose tan encantador con aquella inocente joven, les era normal que quisiera ayudarla a sentirse cómoda durante su estancia. Sin embargo, Lila miraba con fuego en la sangre como Luka trataba tan bien a aquella gitana, repudiaba ver que le dedicara tal cálida sonrisa mientras la acompañaba.
-¿Qué hay subiendo las escaleras? – pregunta al ver un pasillo oculto que tenían unas escaleras que daban hacia arriba
-es donde están las campanas, es justo el lugar que quería enseñarte – responde este - ¿te gustaría verlas? Seguramente Gustav las está puliendo, o al menos es lo que se supone que debería estar haciendo – dice con cierto reproche, o eso quiso, para Marinette tenía una expresión tan apacible todo el tiempo que le era difícil verlo estricto.
-claro, me encantaría –
Luka la invita a adelantarse, especialmente para cuidar que no fuera a tropezar debido a su tobillo lastimado, del cual lógicamente aun cojeaba un poco.
Al final de las escaleras se rebeló una pequeña habitación donde había una mesa con varias figuras de madera y una réplica de la catedral. Marinette, movida por la curiosidad, fue corriendo cual niña hacia ellas, viendo con fascinación que estaba la gente del pueblo, aunque había la figura de una joven que se repetía mucho, como si estuviera buscando la perfección especialmente en ese trabajo. Luego su vista se dirigió al frente al balcón, que ofrecía una espectacular vista de la plaza, era como tener Paris a sus pies.
-es un lugar precioso – exclama fascinada Marinette observando ahora hacia arriba donde estaban esparcidas todas las campanas – creo que el mejor de toda la catedral, sin ofender – comenta un poco apenada
-descuida, también es mi lugar favorito de la catedral – mira al frente también – aunque estaría mejor si Gustav lo ordenara de vez en cuando – mira resignado el montón de escombro de los pedazos de madera y las herramientas de trabajo regadas por todos lados mientras se preguntaba donde estaría holgazaneando aquel muchacho
Es entonces que empiezan a escuchar una sutil tonada que rebotaba en el metal de las campanas, dando incluso la sensación de que sonaban tenuemente junto a aquella melodía proporcionada por un instrumento de cuerdas. Luka sonríe entre divertido y resignado, dirigiéndose a un costado donde movió una cortina, revelando a un joven que tocaba con suma concentración un laud.
Luka lo dejo finalizar su melodía, además, Marinette también se quedó escuchando a aquel muchacho quien no reparo en la presencia de ninguno de los dos hasta que terminó de tocar profiriendo un suspiro.
-Luka ¿Qué haces aquí arriba? – pregunta poniéndose de pie y dejando el instrumento a un lado - ¿no deberías estar dando la misa matinal?
-ya pasan de las cuatro – se cruza de brazos mirando al chico con una sonrisa ladina mientras observaba como su distraído protegido miraba hacia afuera totalmente desconcertado – está bien que practiques tan arduamente, pero no olvides tus deberes como campanero – Gustav tan solo se lleva una mano a la nuca, sonriendo jocoso – en fin, ella es Marinette – la aludida le sonríe amigable – Marinette él es Gustav, se encarga de las campanas
-mucho gusto, Gustav – se presenta ante aquel muchacho que parecía tener su misma edad
-igualmente – responde este amistosamente
-debo encargarme de algunos pendientes para la siguiente misa – dice Luka mirando a Marinette
-quisiera quedarme si a Gustav no le importa, podría ayudarlo a pulir las campanas – ofrece ella amigablemente
-claro que no, te lo agradecería – de hecho, le caía como del cielo la ayuda, estaba retrasado en eso
-Marinette…. Pero tu tobillo…. – comenta Luka un tanto al pendiente de que se fuera a lastimar más
-estaré bien, tendré cuidado – promete ella
-de acuerdo – dirige de nuevo su atención a Gustav – ordena un poco el lugar, por favor
-claro – responde despreocupado llevándose las manos a la nuca
Luka entonces le despeina su alborotado cabello antes de dar la vuelta y desaparecer al bajar las escaleras, ignorando el leve berrinche de Gustav que volvía a acomodarse el cabello con las manos.
-ustedes dos se llevaban bastante bien – comenta Marinette - ¿tienen algún parentesco?
-no para nada, yo llegue a la catedral a los once años – responde al tiempo que sube unas pequeñas escaleras de madera hacia donde estaban todas las campanas – sube, seguro te gustaran, es mejor conocerlas en persona que solo escucharlas – la invita a seguirlo
-su trato me pareció como de hermanos, por eso creí que tenían algún parentesco – sigue al animado muchacho, quedándose maravillada por las doradas campanas de diferentes tamaños – son hermosas
-lo sé, cuidarlas y tocarlas es el mejor trabajo que pudo darme Luka en la catedral – empieza a pulirlas con suma atención y gusto – hay otro trapo de ese lado, si aun quieres ayudarme – señala a unos pasos cerca de él, a donde va Marinette siguiendo casi los mismos movimientos del muchacho al pulir las campanas – también me enseñó a tocar el Laud
-¿Luka también toca? – eso sí que era una sorpresa, no se imaginaba a tan recto sacerdote tocando el Laud.
-claro, es un musico asombroso – exclama con admiración, tal como un hermano menor, lo cual enternece a Marinette
-¿también te enseño a tallar madera? – pregunta mirando con atención el brillo de la campana que reflejaba su rostro – son hermosas las figuras que tienes en la mesa
-gracias, pero no fue Luka quien me enseño…. Fue…. Mi padre…. – a Marinette le extraña en tono bajo del muchacho cuando menciono a su padre, así que se asomó por detrás de la campana, observando que Gustav se había puesto un tanto melancólico – me enseño desde muy pequeño, tallar madera es una forma de sentir que sigue conmigo – no necesito más, era obvio a que se refería
-te aseguro que está orgulloso de ti – le da una sonrisa reconfortante, lo que parece levantarle los ánimos al verlo extender su gesto – no pude evitar ver que hay una figura que se repete mucho – la campana se mueve, dando un fuerte toque que incluso desconcierta a los que estaban tomando la misa que miran hacia arriba mientras que Luka solo da un suspiro resignado
-buee… buee… es que… esa figura en especial me tiene que quedar perfecta – dice con una expresión boba y chocaba sus dedos índices – es…. Para un regalo….
-oh entiendo – dice con un tono pícaro – debe ser una persona muy especial – no por nada ha viajado tanto, conocía una expresión enamorada en donde fuera
-si…. Es…. Una amiga muy especial…. – continúa puliendo la campana, aunque ahora de una forma algo torpe y con un notable sonrojo en sus mejillas – Mei… siempre ha sido muy amable conmigo desde que éramos niños, a ella nunca le importo el lunar que tengo en el rostro
-deberías decirle lo que sientes – otro fuerte toque suena por la campana que se mueve hacia al frente de Marinette, casi empujándola y que provoca que de nuevo se perdiera la concentración de los quienes tomaban la misa
-¿lo… lo… lo que siento? Pero… ella… y yo… bueno no… – Marinette ríe divertida ante el nerviosismo de Gustav, quien exhala para tranquilizarse - ¿soy tan obvio? – la ve asentir muy segura – no lo sé, hemos sido amigos desde hace mucho, no quisiera perder eso si ella no siente lo mismo por mí
-te aseguro que ella sabrá tomar tus sentimientos de la mejor manera – lo ve un tanto dudoso, era normal, pero en el poco tiempo que ha estado con el muchacho ya intuía que era de buen corazón, ella tenía buenos instintos para eso – debes intentarlo, te arrepentirás si nunca lo intentas
-si… si tienes razón – nace de la nada una convicción asombrosa en él – me esforzare en terminar su figura en madera y se lo diré
-sé que todo saldrá bien – le asegura con los mismos ánimos
-bien, entonces apresurémonos a pulir las campanas para ponerme de inmediato a ello – dobla entonces su velocidad de trabajo, estaba más que decidido a que la figura de Mei le saliera perfecta. Marinette al verlo tan entusiasmado, también se apresura – oh, y después, antes del atardecer te enseñare el mejor lugar de la catedral, Luka va ahí casi a diario – eso le causa curiosidad a Marinette, Luka era alguien tan gentil, pero a la vez muy misterioso, sentía que había algo más tras su apacible sonrisa y su rectitud de sacerdote
Gustav era un chico de lo más encantador y simpático, bastante parlanchín. En todo lo que les tomo pulir las campanas el muchacho no dejo de hablar sobre su vida estos dos años en la catedral, de la relación de casi hermanos que tenía con Luka y que este de hecho solía molestarlo un poco cada que tenía la oportunidad.
-esa cara de no mato ni una mosca es pura fachada al ser sacerdote – se queja puliendo incluso con más fuerza la campana – no es para nada un santo – Marinette ríe ante esto, pensando luego en que le gustaría ver esa faceta más humana del benevolente sacerdote que daba la misa con tal espiritualidad y paz.
Con la ayuda de Marinette, todas las campanas estuvieron relucientes y bien atendidas antes de lo esperado, enterándose en el proceso que cada una tenía nombre, el propio Gustav las nombro, e incluso Luka les puso nombre a algunas. Una vez hecho esto, fueron a la mesa de trabajo del joven campanero para que terminara su preciada figura, aunque dicha tarea no se terminó de concretar puesto que el exigente artista le parecía que ninguna le hacía justicia a su querida Mei, así que opto por concluirlo por el momento y llevar a Marinette al mejor sitio de la catedral, que estaba escaleras más arriba.
La vista era digna de reyes, no, a Marinette le parecía que ni el mismísimo rey tendría una vista así de hermosa como la que le ofrecía al estar en el tejado de las torres de aquella imponente y emblemática catedral, especialmente cuando el atardecer pintaba la ciudad a sus pies con cálidos tonos del crepúsculo. Los tejados de cada casa de madera eran suavemente acariciados por los tenues rayos del sol, mientras que, mirando más allá en el horizonte, dicho astro iba cayendo, por lo que el cielo se iba degradando entre el color dorado cálido y el azul claro.
Ahí, con Paris a sus pies, no había manera de sentirse encerrada.
-era de suponerse que estarían aquí – la voz pacifica de Luka la saca de su fascinación por la espectacular vista que tenía en el lugar.
Marinette voltea con la intención de comentarle algo, sin embargo, no esperaba encontrárselo vestido con una sencilla camisa holgada de algodón y unos pantalones beige. Una vestimenta de lo más sencilla pero que lo hacía lucir muy atractivo (aunque inmediatamente se recrimino por pensar eso de un sumo sacerdote)
– a Gustav le parece de lo más fascinante que desde aquí se pueda ver la esquina del tejado de la casa de Mei – se acerca a la barda a lado de Marinette
-no vengo solo por eso – replica Gustav con un claro sonrojo, sacando una risilla a Luka que enternece a la gitana
Sumo sacerdote o no, Luka trasmitía una paz y una atracción muy difícil de negar, especialmente al verlo suspirar hondo el aire fresco mientras que los últimos rayos del sol acariciaban su sereno rostro. Gustav tenía razón al decirle que ese era uno de los sitios favoritos de Luka, y era muy obvio por qué.
-se respira una total libertad aquí arriba – rompe el reconfortante silencio tan sutilmente, que parecía un susurro del viento – la catedral por dentro es hermosa, pero aquí, no hay manera de sentirse prisionero – su mirada tan azul como el cielo despejado la cohíbe, provocando que volviera su inquieta mirada al frente, donde el sol ya estaba ocultándose.
-pensé que los sacerdotes siempre debían tener puesta la sotana – comenta casual, girándose para verlo de frente
-es incómodo traerla todo el tiempo – imita el mismo movimiento que Marinette, quedando frente a frente – y bueno, también necesito sentirme como un simple hombre y no como a alguien a quien todo el mundo ve como un sabio santo – sonríe de forma encantadora, con tales vestimentas sencillas era sumamente fácil sentir que en efecto estaba ante un hombre, y no un sacerdote. Se sentía más en confianza ante él – es una carga pesada sentirse de esa forma todo el tiempo, con la presión de tener siempre una palabra sabía o divina
-tener libertad con miedo también es una carga pesada – baja la mirada, aunque era más de frustración – mi pueblo y yo…. No podemos disfrutarla, nosotros solo queremos compartir nuestras costumbres, nuestras experiencias al viajar tanto…. Pero Felix….
-lo sé – interrumpe – Marinette…. Los gitanos jamás han hecho nada, Felix ha cometido más pecados actuando en el nombre de Dios – desliza su mano por la barda, donde también Marinette tenía la suya – no vivirán su libertad con miedo, Marinette – la mira con decisión, con una convicción en sus ojos que capta totalmente la atención de la gitana – te lo prometo…
Existía una valía en los ojos zafiros de Luka al prometerle aquello, algo que Marinette le pareció sumamente atrayente pues existía algo más allá de la serenidad que daba aquel sacerdote. Sus ojos profesaban también valor, el honor de un justiciero.
-capitán Agreste – la exclamación de Gustav rompe el contacto entre los dos al virar su vista a donde estaba llegando el mencionado
El capitán Adrian Agreste llevaba todo el porte de un honorable soldado de dorada armadura, aunque en ese momento saludaba jovial y alegre al joven campanero, quien le tenía una alta estima y agradecimiento por haberlo salvado. Marinette lo reconoció enseguida y por instinto se puso alerta, Adrian al verla, alzo sus manos en son de paz al tiempo que sonreía nervioso.
-tranquilo Adrian, ya le expliqué que estas de nuestro lado – calma Luka, aunque era obvio su hilo de diversión
-menos mal, no quiero más golpes proporcionados por temperamentales pero bellas gitanas – bromea – con los que me da mi esposa es más que suficiente
-lo lamento – dice Marinette levemente apenada
-está bien, en tu defensa no sabías quien era yo en realidad – era alguien agradable, ahora notaba porque Luka confiaba en él – Luka, me temo que Felix esta más colérico que nunca – su amigable rostro se pone serio, al igual que el de Luka – ahora no solo busca desesperadamente a Babol y a Kalbelia, ahora, se ha obsesionado con encontrar a Marinette – la mencionada se pone algo tensa – tiene a toda una horda de hombres sitiando la catedral, está haciendo revisar a todo aquel que entra y sale
Eso era muy preocupante, si Felix estaba así de obsesionado por Marinette lo creía capaz de declararle la guerra a la mismísima Notre Dame. Igualmente, eso significaba que Marinette no podría poner un pie afuera de la catedral sin que los hombres de Felix se la llevaran.
-lo mejor es que te quedes un tiempo más aquí – se dirige a la gitana – dentro de la catedral no tiene jurisdicción sobre ti
-será demasiado problemático si permanezco aquí – objeta ella preocupada – a Felix no le importará por mucho tiempo que me hayas dado asilo, será capaz de atacar la catedral
-tú no te preocupes por eso – la reconforta con una cálida sonrisa – te prometí que ningún gitano viviría su libertad con miedo, especialmente tu – ahí estaba de nuevo esa seguridad y convicción de justiciero, era como si supiera exactamente que hacer
-ojalá supiéramos como contactar a Babol y Kalbelia – comenta Gustav – nos serviría mucho tenerlos como aliados
-ya son aliados sin que sepamos directamente de ellos – Luka mira con sumo disimulo a Adrian, quien da un apenas perceptible asentimiento de cabeza
-¿Quiénes son ellos? – pregunta Marinette
-¿bromeas? – exclama incrédulo Gustav – son un par de gitanos que aparecen en el preciso momento en que Felix esta más descontrolado – empieza a explicar con infantil admiración – ni todos los hombres del ministro papanatas han podido hacerles frente, y eso que solo son ellos dos
Gustav empieza a poner al corriente a Marinette respecto a sus dos héroes, alegata ante la que Luka y Adrian solo ríen divertidos por la euforia que mostraba el joven campanero respecto a esos dos misteriosos justicieros.
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Los guardias acechaban alrededor de la catedral día y noche, asunto que a Luka le disgustaba mucho, no porque no le agradara tener a Marinette viviendo en la catedral, al contrario, se sentía bien hablar con ella o estar simplemente en su compañía, demasiado bien de hecho. A veces se descubría a si mismo rozando sutilmente su mano cuando estaban los dos en el tejado de una de las torres, sitio que habían tomado para charlar o simplemente, para disfrutar acompañados del atardecer.
Cada día durante su estancia, descubría que era una mujer extraordinaria y encantadora, con un corazón valiente y bondadoso cuando le contaba que buscaba ayudar a su gente. Era divertida, constantemente reían y bromeaban entre ellos, Luka sentía quitarse el peso de ser una eminencia respetable al estar con ella, a su lado, era un simple hombre conversando con una hermosa mujer, cayendo en cuenta precisamente por eso, que comenzaba a verla con ojos de hombre, que comenzaba a verse sumamente atraído por su belleza, que no dejaba de pensar en ella y desear hacer un más íntimo contacto con ella. Tales pensamientos lo tenían constantemente abatido al querer suprimir los sentimientos que estaban naciendo por la gitana, quería dejar de pensar de esa forma en ella, se supone que él no debía tener tales pensamientos ni sentimientos.
Había hecho una excelente amistad con el joven campanero, a quien siempre le ayudaba a pulir las campanas, siendo de hecho, una actividad que le agradaba bastante a la joven gitana y que Gustav agradecía bastante ya que Marinette no solo se volvió una gran amiga que le ayudaba en dicha tarea, se fue convirtiendo fácilmente en una gran confidente a quien le conto la trágica perdida de sus padres por órdenes de Felix, siendo rescatado por Adrian y acogido por Luka, dándole el puesto de campanero.
-Felix solo ha causado miseria, no solo con mi pueblo – había dicho Marinette frustrada e imponente por no poder hacer nada – y ahora ustedes también se están viendo involucrados
-por nosotros no te preocupes – dice despreocupado, muy confiado – Luka y el capitán Adrian de alguna manera le han podido hacerle frente, puedes confiar en ellos
Claro que confiaba plenamente en ellos, Luka especialmente parecía que tenía un muy buen plan entre manos, además, era casi imposible estar preocupada ante Luka, pues él era capaz con su simple presencia de que todo estaría bien al hablar a solas con él, al escuchar su serena risa tan encantadora y darle la libertad de sentirse en como en su propia casa en aquella catedral. Le gustaba especialmente los momentos en que subían al techo de las torres de Notre Dame y veían el atardecer en un cómodo silencio. Le gustaba verlo con ropas normales y sencillas, disfrutaba de las sutiles risas y comentarios del joven sacerdote que le sacaban una sincera sonrisa. Luka era un ser humano después de todo, alguien que le gustaba charlar, bromear y que también tenía inquietudes. En poco tiempo, se había formado una reconfortante confianza entre ellos, aunque igual, y era un pensamiento que le daba inquietud a Marinette, empezaba a sentirse algo más entre ellos.
Le inquietaba que comenzaba a disfrutar de una manera muy especial su sonrisa, su sutil sentido del humor, que constantemente se perdía en sus ojos azules tan serenos que le daban la sensación de querer acercarse más. Luego el golpe cruel de realidad al recordar que ella era una gitana errante y el un sacerdote.
-¿no has recibido noticias de Adrian sobre los planes de Felix? – rompe el agradable confort del momento con aquella pregunta, desviando la mirada hacia el atardecer
-aun no, lo que quizá son buenas noticias – ve la inquietud en los ojos verdes de la gitana, lo que la hace mal interpretar – ya quisieras marcharte de estas murallas ¿no es cierto? – dice con un poco de pesar, pero era lógico que Marinette ansiara ya irse
-no, no del todo, no es que no esté cómoda aquí, es un lugar hermoso – aclara – podría quedarme para siempre…
-pues… quédate… - había casi una súplica en la voz de Luka, o eso le pareció a ella
-no, no podría…. – sonríe, pero con tristeza y resignación – yo no pertenezco aquí, Luka – se vuelve a él, dándole una sonrisa nada convincente, pues es que, en verdad, una parte de ella quería quedarse, pero su sensates le advertía del peligro que corría por sus propios sentimientos.
-podrías pertenecer…. – Luka tomó sus manos, quedando frente a ella y mirándose mutuamente y perdiéndose en las pupilas del otro.
Ahí estaba la mirada que le causaba tantos conflictos, pues era una mirada adorable, que le atravesaba el alma y le brindaba un refugio interior, pero, que, a la vez, le daba miedo, pues no olvidaba que no podía dejar que el sentimiento llegara a crecer hasta que no hubiese vuelta atrás y ambos, terminaran sufriendo por lo que no podría ser.
-Excelen...- Lila se detiene al ver la imagen de la gitana con las manos tomadas por el sacerdote – su excelencia - eleva la voz, caminando hacia ellos e interponiéndose entre ambos para mirar directamente al sacerdote e ignorar deliberadamente a la gitana – ha llegado alguien para confesarse su excelencia, es su deber atender a las almas que si merecen su ayuda – no disimula en absoluto la indirecta – y tiene que ponerse su sotana – le apresura
Luka tan solo da un tenue suspiro mirando luego fugazmente a Marinette por encima del hombro de Lila antes de darse la media vuelta y perderse tras las esclareas que conectaban a aquella azotea. Es entonces que Lila se vuelve a Marinette, clavándole sus ojos verdes con altanería.
-no funcionara tus pecaminosos trucos en el sacerdote, gitanilla – escupe con desprecio – tú y tu gente tendrán su merecido, nos liberamos de sus actos indecentes que solo llenan de impurezas esta ciudad – alardea, segura de sus palabras
Marinette no dijo nada por unos momentos, lo que le dio la falsa soberbia a Lila que la había atemorizado o se había impuesto ante ella. No, su altanería no la dejo ver que Marinette estaba viendo en ella la misma actitud de Dios con la que Felix caminaba y juzgaba.
Esto le dio una muy mala espina. ¿Será que Lila y Felix eran conspiradores? Si así era, lo que sé que tuviesen planeado Luka y Adrian no funcionaría si había una espía entre ellos alertando a Felix.
-no te sientas a salvo a aquí por mucho tiempo – continua Lila, clamando para sí misma el haberse impuesto ante esa gitana – todos terminan pagando sus pecados, nadie escapa de la justicia divina – casi como si le cerrara la puerta en las narices se da la media vuelta sin borrar la marcada arrogancia en su rostro.
Eso terminó de aclarar sus sospechas, Lila de algún modo haría algo para entregarla a Felix, incluso a costa de tener asilo, a costa de la propia catedral.
Debía decirle a Luka sobre sus sospechas de Lila. Quizá estaría un poco escéptico de que una de sus monjas estuviera colaborando con el ministro Felix, pero debía hacer el intento.
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-gracias su excelencia – dice un hombre con una capucha en el rostro, inclinado ante la capilla del confesionario – sus palabras realmente son un alivio para el alma
-me alegra que ya estes en paz, hermano – dice Luka detrás de la ventanilla
Aquel hombre se pone de pie, dando una reverencia hacia el sacerdote antes de dar la media vuelta y reflejar una sombría sonrisa mientras caminaba tranquilamente rumbo a la salida, cambiando abruptamente de dirección para ocultarse tras un pilar de la iglesia.
Marinette ubicó a Luka a lejos, saliendo de la capilla sin reparar en su propia presencia. No estaba segura de como empezar a expresarle sus sospechas hacia Lila, era una de las monjas de la catedral después de todo. Sin embargo, si existía alguien que perjudicara o estuviera actuando en contra de los propios ideales de Luka, debía decirlo, si no le creía del todo, por lo menos esperaba que tuviera más precaución lo que hablaba frente a ella.
Estaba por alcanzarlo cuando un hombre cubierto de la cabeza por una capucha cayó abruptamente delante de ella. Parecía que se había lastimado pues temblaba en el suelo tratando de levantarse.
-¿se encuentra bien? – se apresura a ayudarle a levantarse, probablemente era un anciano, se le notaba muy débil
-gracias…. – dice este, efectivamente por su voz débil y ronca se trataba de un anciano – por favor ¿podría acompañarme a la salida? No puedo caminar bien sin mi bastón
-claro –
Lo acompaña a la salida tomándolo cuidadosamente del brazo para ayudarlo a caminar, sus pasos de aquel hombre eran lentos y débiles, parecía incluso enfermo, así que, ella misma abre las enormes puertas de la catedral para ayudarlo a pasar.
Fue solo cuestión de un momento a otro, un segundo en el que aquel débil hombre se irguió adquiriendo incluso una mayor estatura y la tomó del brazo para apresarla con tal fuerza que Marinette no alcanzó ni pudo zafarse. El cambio abrupto de la situación le había impedido reaccionar rápido.
-arréstenla – ordena con voz dominante y mucho más juvenil al tiempo que la empujaba a un par de guardias que la tomaron cada uno de un brazo
La gitana no solamente estaba apresada por dos guardias, estaba rodeada de varios soldados a todo su alrededor, sin posibilidad de escapar.
Aquel hombre que había fingido ser un débil anciano que necesitaba su ayuda se quitó la capucha de encima, rebelando el rostro altivo y soberbio de Felix que se acercaba a ella sonriendo victorioso y lascivo.
-ahora eres toda mía gitana – dice con gesto libidinoso tomándola posesivamente de la mejilla, ante lo cual, Marinette ladea el rostro asqueada, pero Felix solo ensancha su gesto, acercándose a su oído y tomándola fuertemente del brazo – será mejor que cooperes, porque soy yo o la hoguera – no era simple amenazas vanas, Felix la dañaría de una forma u otra - capitán Adrian – este se acerca en su caballo sin si quiera ver de reojo a Marinette – llévela al calabozo del palacio de la justica, y no la pierda un segundo de vista
-a la orden – dice inflexible, tomando a Marinette del brazo y subiéndola a la carroza blindada sin si quiera darle un leve gesto, algo que le dijera que la sacaría de eso
Las dudas, confusión y temores de Marinette fueron mayores al momento en que Adrian la subió a la carroza de forma violenta, empujándola al interior y cerrando las puertas sin si quiera mirarla un segundo. Empezaba a temer que el ser amigo de Luka que fingía estar con Felix era una doble coartada, era todo esto demasiado raro, la forma en que le pusieron aquella trampa había sido casi perfecto y empezaba a sospechar que Adrian formo parte de aquella tetra, que había traicionado a Luka.
-plaga – susurra Adrian mientras cabalgaba a lado de la carroza que empezó a ponerse en movimiento, saliendo de la funda de su espada un pequeño ser negro que se asemejaba a un pequeño gato – busca a Luka, dile que tendremos que adelantar el plan – la pequeña criatura asiente, volando rápidamente hacia la catedral
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Aunque todo había ocurrido de un momento a otro y estaba demasiado confundida con la situación, Marinette no se quedaría quieta, haría todo lo que estuviera en sus manos para tratar de escapar de esa prisión sobre ruedas.
Sacó de los pliegues de sus ropas un pequeño gancho con el que trataría de forzar la cerradura para escapar, anticipado y preparándose ya que una vez que lograra abrir las puertas tendría que ingeniárselas para escapar de todos los hombres de Felix que la asediaban.
-lo primero es escapar de aquí – se dijo al tiempo que introducía el gancho en aquella cerradura
El constante movimiento de la carroza le dificultaba dicha tarea para escapar, quien sabe cuánto tiempo llevaba tratando de que el enorme candado cediera cuando la carroza se frenó abruptamente provocando que la inercia ejercida la hiciera irse de nuevo al fondo, escuchando tras eso, una serie de golpes mezclados con los claros reclamos de Felix. Miró tras los barrotes, pero la ventana apenas le permitía mirar a alguien peleando a puño limpio con los soldados. Con esfuerzo alcanzaba a ver una serie de golpes cual ráfaga y a los hombres de Felix tratando en vano de detener a alguien a quien lo podía ubicar bien ¿Era un gitano? No, imposible, toda su gente vivía atemorizada del ministro, nadie se atrevería a luchar en su contra.
De repente, el silencio, el cual apenas duro unos segundos al ser interrumpido por el chirrido de las puertas de la carroza abriéndose de par en par, revelando a un gitano, era claramente un gitano como ella, una persona de su pueblo. Sin embargo, aquel hombre tenía claramente la pinta de ser un justiciero ¿Acaso seria aquel héroe del que Gustav le hablo con tanta admiración?
Sus ropas, su aspecto era tal cual lo describió el joven campanero. Un sombrero de lana verde militar de ala ancha con una banda verde claro que asemejaba ser la piel de una serpiente. Una especie de capucha igual de verde militar que llevaba a modo de capa. Camisa holgada verde acua en corte de cuello ancho que dejaba ver parte de su pecho, de cuyo cuello colgaba un collar de serpiente que parecía rodearlo. Pantalón verde oscuro suelto. Botas que le llegaban arriba de las pantorrillas, igualmente con adornos serpentinos.
-vamos, he venido a rescatarte, Marinette – le extiende su mano, que lucía algunos anillos con símbolos gitanos
Sus ojos se asemejaban a la de una serpiente, y, sin embargo, no infundían temor, todo lo contrario, estos eran demasiado hipnotizantes, tanto, que Marinette tardó en reaccionar en que era lo único distinguible de su rostro puesto que llevaba una máscara verde que parecía ser la mandíbula de una serpiente por los colmillos que sobresalían de esta.
-tranquila…. – dice este extendiendo más su brazo para que lo tomara de la mano – puedes confiar en mi – ofrece una sutil sonrisa, que era una mezcla entre cautivadora y tranquilizante, era como si muy sutilmente, ya hubiese visto ese pequeño gesto pacifico que la hacía confiar sin dudar
Toma a aquel enigmatico gitano de la mano, este la saca de la carroza y casi de inmediato, ante la desesperada orden de Felix al ver que Marinette había quedado libre, varios de sus hombres los rodean. Aquel justiciero la coloca detrás suyo, comenzando entonces a golpear a puño limpio y a patadas los ataques de los soldados, quienes cayeron uno a uno inconscientes ante los golpes del gitano. Marinette veía con asombro, impacto y fascinación como le era tan sencillo evadir los ataques de espadas de los soldados con tan solo sus puños, era como si solo necesitara asestar un solo golpe para dejarlos fuera de combate. Tan rápido estaba sucediendo todo ante sus ojos, que no reparo, ni supo de donde venia una soga que el misterioso gitano toma al aire para inmediatamente agarrarla de la cintura y pegarla a su cuerpo, haciendo que Marinette por mero instinto, lo rodeara del torso
-sujétate – le dice casi con voz sisiante, casi seductora, o eso le pareció a Marinette
Al momento que sintió el tirón hacia arriba que la elevaba por los aires, se aferró más al cuerpo del gitano. Miro hacia abajo primero, observando como Felix y sus hombres miraban como se alejaban, luego viro su vista a su rescatador quien mantenía su expresión cautivante y valerosa mirando hacia a donde sea que aquella soga los estuviera dirigiendo, que era justo al balcón delante de la vidriera de la catedral, donde otro gitano los esteba esperando. Era este quien había mandado aquella soga para sacarlos de ahí.
-debo admitirlo, echaba de menos el encantador rostro de Felix al vernos arruinándole sus actos de justicia – dice el otro gitano, claramente bromista, al ver desde lo alto al ministro cuyo rostro era todo menos de gusto – sí que debiste haberla liado para que se tomara tantas molestias contigo – se dirige a Marinette, quien estaba demasiado confundida por todo lo que estaba pasando para responderle
-no temas – habla el otro gitano, tomándola de la mano para envolverlas con las suyas en gesto protector – ahora ya estas a salvo, no permitiré que te ponga las manos encima – tendrá un antifaz, pero era suficiente la intensidad de sus ojos verdes que te hipnotizaban cual serpiente a una inocente presa – soy Kalbelia, a tus servicios – se presenta agarrando la punta de su sombrero y sonriendo de lado
-yo soy Babol – se presenta el otro haciendo una galante reverencia
Aquel otro gitano también llevaba una máscara, pero esta era como una pañoleta negra amarrada alrededor de sus ojos, los cuales eran de un verde intenso y con pupilas que se asemejaban a la de un gato juguetón
Camisa gris de manga larga, holgadas y bombachas, ajustadas de las muñecas cuyo cuello era en corte en V ancho que dejaba ver gran parte de su pecho. Sobre esta llevaba un chaleco ajustado de hombreras en punta, de un color de negro intenso. Pantalón de algodón del mismo tono que el chaleco, llevando alrededor de este un cinturón que le daba varias vueltas a su cintura dejando sobresalir una parte que colgaba detrás suyo, pareciendo que tenía una larga cola. Botas negras más brillosas que estaban por encima del pantalón, llegándole a mitad de la pierna. La palma de sus manos estaba vendada con una tela, igualmente negra.
Claro que los gitanos tendían a ser llamativos y usar ropas algo extravagantes, pero nunca había visto ese tipo de vestimenta en su vida. Más que gitanos, en verdad, parecían un par de justicieros.
-el vitral cuenta con una puerta – dice Kalbelia – en la catedral estarás a salvo, nosotros distraeremos a Felix y sus hombres - y tomando la cuerda con la que subieron, se deslizo hacía abajo, provocando que el chaleco a sus espaldas se alzara como si fuese una capa.
-Kalbelia y sus salidas teatrales – se queja Babol tomando la cuerda una vez que su compañero la soltó para luego balancearse por ella a donde su compañero ya estaba peleando con los hombres de Felix
Ambos peleaban únicamente a puño limpio, tan solo tenía en sus manos unas especies de mancuernas, pero se enfrentaban a los soldados que estaban armados con flechas, arcos, espadas y escudos. Era poco lo que alcanzaba a ver desde ahí arriba, además que era demasiado el alboroto que estaban ocasionando como para observar todos los detalles, pero eran solo ellos dos contra cientos de soldados, eran solo Kalbelia y Babol, y sorprendentemente no podían hacerles frente.
-Marinette – escucha tras ella a Gustav, saliendo efectivamente por la puerta que había en una esquina del enorme vitral – escuché demasiado ruido y vi desde el campanario como alguien te subía hasta aquí – dice conmocionado, asomándose – no puede ser, son ellos – exclama admirado – ¿Kalbelia y Babol te recataron de Felix? – Marinette solo asiente, observando a aquellos gitanos, especialmente a Kalbelia
Si, había quedado encantada de inmediato con aquel gitano, era como si de verdad la hubiese hipnotizado. Era gallardo, pero a la vez apasionado, imponente sin dejar de ser encantador. En unos pocos segundos de su rescate de la carroza, había causado intensas sensaciones en ella, es decir, no sabría decir si su corazón estaba latiendo tanto debido al encuentro con Kalbelia o la situación en sí que se estaba presentando en tan solo unos cuantos minutos.
-aaah santo cielo – grita Gustav cuando una flecha paso a escasos milímetros de su cara – será mejor que entremos – toma de la mano a una todavía desconcertada Marinette para llevarla a la puerta del vitral y ponerse a salvo. Una vez cerrada esta, el ruido de afuera pareció atenuarse, permitiendo a Marinette ponerse a procesar lo que estaba ocurriendo
-cuando me hablaste de Kalbelia y Babol pensaban que solo eran gitanos que le robaban a Felix para hacerlo enfadar – comenta Marinette aun atenta al ruido de afuera, que era cada vez menos -¿Qué clase de gitanos se pueden enfrentar a cientos de hombres de Felix ellos solos? – era físicamente imposible, se supone que los guardias del ministro tenían un rígido entrenamiento – deben de estar usando una especie de magia
-¿magia? ¿existe algo así? – cuestiona Gustav escéptico, pero a la vez, encontrando sentido. El también creía que la manera de pelear de esos dos gitanos no era común
-los gitanos provenimos de brujas y hechiceros, o eso es lo que se cree – responde aun poniendo atención al ruido de afuera, el cual casi ya no se escuchaba – es por eso por lo que Felix nos cataloga de paganos, aunque nunca he sabido de un gitano que posea alguna especie de magia, en realidad solo usamos trucos con polvos y remedios naturales – aunque ahora empezaba a cuestionar si en realidad existía – ya no se escucha nada – abre entonces la puerta, ignorando la voz de Gustav para que no saliera
Al salir, era como si nada hubiese ocurrido, es decir, no había ni un rastro de batalla, ni un solo signo donde segundos antes había cientos de hombres armados, únicamente para capturarla y posteriormente, para enfrentar a dos gitanos.
-¿Cómo puede ser posible? – murmura escéptica, incluso comenzaba a preguntarse si todo lo que ocurrió había sido un sueño
-así son ellos – agrega Gustav – aparecen y luego se van como si nunca hubieran estado – ella no creía lo que el campanero afirmaba, y es que, toda su vida errática, jamás había presenciado algo como esto – volvamos adentro
Bajaron las estrechas escaleras de madera que conectaban al enorme vitral. Marinette estaba algo ausente, aun asimilando todo lo ocurrido, había pasado todo demasiado rápido. Además, no dejaba de pensar en Kalbelia, en su porte, en la su voz suave y aterciopelada que te hacía sentir protegida y en confianza, así como cautivada.
-Gustav ¿Kalbelia ya había estado en la catedral? – pregunta al recordar que Kalbelia le había dicho sobre la puerta en el vitral
-no desde que yo vivo aquí – responde este – es primera vez que los veo tan de cerca – él, al contrario de Marinette, estaba estupefacto por la admiración de ver de tan cerca a sus héroes.
Al llegar a los pies de las escaleras, Gustav saca de sus bolsillos traseros varias llaves, abriendo con una de ellas la puerta de madera que conectaba al sitio donde se encontraban todas las campanas, y un poco más abajo, bajando otras pequeñas escaleras, llegaron al lugar donde Gustav tenía su mesa de trabajo donde fabricaba sus pequeñas figuras de madera.
-¿todos en la catedral saben de la puerta de ese vitral? – pregunta sentándose en la silla
-no, solo Luka. Por ser el sacerdote debe conocer cada rincón de la catedral, y claro, yo…. – juguetea con el juego de llaves, orgulloso – además de ser el campanero, me dio la tarea de pulir los vitrales de la catedral, así que conozco cada una de las puertas que conectan a ellos.
Ahora las palabras de Kalbelia diciéndole de la puerta del vitral le daban cada vez más vueltas. Si nunca ha estado en la catedral hasta ese día y los únicos que conocían las puertas que conectaban a los vitrales eran Luka y Gustav ¿Cómo él tenía ese conocimiento?
-Marinette, Gustav ¿están arriba? – se escucha la voz de Luka junto a sus pasos apresurados subiendo las escaleras
-aquí estamos – responde Gustav
-vaya, que bueno que están bien – dice aliviado al verlos a los dos – Felix estuvo a punto de atacar la catedral, su obsesión por ti está llegando demasiado lejos – mira a Marinette, reflejándose la molestia que eso le causaba
Marinette pudo ver en esa mirada un mínimo destello muy similar a los ojos de Kalbelia, pero no, desecho esa idea casi de inmediato, era imposible. Seguramente seguía abrumada por lo que había pasado recién y su mente le estaba jugando chueco.
-y casi se sale con la suya – agrega Gustav – Felix, de algún modo, se las arregló para sacar de la catedral a Marinette y llevársela. Pero Kalbelia y Babol aparecieron y la rescataron de esa carroza – la emoción al narrar aquello iba en aumento, mientras que los ojos de Luka estaban desorbitados a escuchar eso – hubieras visto, fue estupendo. Pero a todo eso ¿En dónde estabas tú?
-al escuchar el alboroto que había me estaba asegurando que ni Felix ni alguno de sus hombres entraran a la catedral – se le notaba auténticamente consternado y molesto con el ministro de haber roto el asilo con el que Marinette estaba resguardada - ¿Cómo estás? – se acerca a Marinette - ¿te ha hecho daño? – la mira con preocupación, calidez y protección. Marinette no responde por unos momentos, por alguna razón, seguía viendo a Kalbelia en Luka – Marinette ¿estas bien? – insiste, lo que parece despertar a la joven gitana
-si, estoy bien. Solo un poco abrumada –
-no es para menos, pero ya estas a salvo – la reconforta con sus palabras y su cálida mirada – necesito hablar contigo de algo muy importante ¿Podemos charlar un momento en el tejado de la catedral?
-si… de hecho, también hay algo que quisiera consultarte –
El cielo aún estaba entre ese azul marino y el negro de la noche a punto de predominar, Marinette no pudo evitar asomarse al sitio donde se desarrolló el caos entre Kalbelia y Babol contra Felix y sus hombres al momento de rescatarla. Todo se veía tan tranquilo, ni siquiera una mínima señal de una batalla, y vaya que dos gitanos lograron causar todo un alboroto.
-¿de verdad estas bien? – insiste Luka al verla tan abstraída
-si, lo siento – da un tenue suspiro – es….
-de verdad lo lamento – interrumpe mirando al horizonte, donde el azul marino del cielo iba oscureciéndose poco a poco – creí que aquí estarías a salvo
-no, no fue tu culpa – se acerca más al sacerdote, casi rosando su mano con la de él que estaba posada en el barandal – fui muy ingenua, yo debí ser más precavida – ahora que recordaba, ella iba a advertirle de sus sospechas hacía Lila. Era demasiada coincidencia que, tras su amenaza, Felix se las hubiera ingeniado para entrar a la catedral sin que Luka se diera cuenta – Luka, no estoy muy segura, pero….
-me temo que Felix se valdrá de todo para capturarte – vuelve a interrumpir sin mirarla – mientras sepa que estas aquí – el silencio se prolongó unos instantes, lo suficiente para que los últimos colores claros dejaran el cielo para dar paso a la oscuridad – debemos llevarte lo más pronto posible a la corte de los milagros – finalmente la mira, parecía que había pesar en sus ojos, como a quien no quería hacer algo, pero no le quedaba de otra
Marinette no supo que decir ante eso. Claro que comprendía la inquietud de Luka por ella y también por su catedral, ella misma no deseaba ser la causa de que Felix fuera capaz de atacar a Notre Dame todo por capturarla.
-por supuesto, entiendo – aun así, no quería dejar la catedral, finalmente había sentido que podría pertenecer a un lugar, pertenecer a alguien - pero ¿cómo iré? Solo Adrian y tú conocen donde esta ese lugar. Y me temó que Adrian resultó estar más de parte de Felix – eso creía al ver como aquel amable soldado cambio completamente su semblante al seguir las ordenes de Felix – quizá ese lugar este en peligro en este momento…
-no temas por eso – muestra un semblante tranquilo, seguro – estoy enterado de lo que paso, Adrian fingió arrestarte, pero luego el mismo contacto a Kalbelia y Babol – las cosas comenzaban a encajar, a tomar sentido para la astuta gitana
-Kalbelia sabía que hay puertas en los vitrales – comienza a analizar ella – y Gustav me dijo que solo ustedes dos saben eso – el corazón de Luka comenzó a latir fuertemente. No, si Marinette lo descubrió todo se complicaría – Adrian y tú… - trago disimuladamente, tratando de mantener la compostura para explicarle – saben quiénes son ellos ¿cierto? – no pudo evitar soltar el aire, sintiendo que el alma le regresaba al cuerpo
-si, sabemos quiénes son, son nuestros aliados – veía claramente la curiosidad en los ojos de la gitana, algo que le pareció encantador – pero hicimos un trato con ellos de no revelar a nadie más sus identidades ni su ubicación, son los únicos que pueden hacerle frente a Felix
-esos dos causaron un gran alboroto – comenta Marinette mirando en lugar donde se suscitó la batalla - ¿Cómo es que solo ellos dos pueden enfrentarse a toda una horda de soldados? Parece incluso que usan magia
-¿crees en la magia? – se recarga en el barandal, a una distancia prudente de la gitana, mirando el hermoso paisaje que les ofrecía estar a esas alturas y que ya estaba sumido en la tranquila oscuridad de la noche
-entre los gitanos creemos que hay fuerzas más allá de nuestro entendimiento, aunque solo eran eso, creencias –
-como sacerdote, creo en eso, en una divinidad que está fuera de nuestro entendimiento racional – sin duda Luka era un hombre abierto y comprensivo, completamente justo – lo que ustedes llaman magia, los religiosos los llamamos elegidos por Dios, y Felix no soporta la idea de que haya personas que posean algo que está fuera de su consentimiento, por eso quiere ejercer su propia ley
-quiere posicionarse como un Dios encarnado – comenta Marinette con desprecio, pues ella lo había visto, tan altivo, encontrando en todo y en todos pecado, menos en el mismo.
-la única solución es que la gente deje de temerle, que se unan contra él, es la única manera de quitarle poder –
-me gustaría ayudar en eso –
-lo harás – la mira de frente, poniendo una mano en el brazo de la hermosa joven – tienes un ímpetu, espíritu y fuego que los gitanos necesitan para tomar valor, por eso, Kalbelia te llevara a la corte de los milagros – ante la mención del gitano Marinette sintió un leve calor en las mejillas ¿lo vería de nuevo? – ahí, incitaras a tu gente a tomar valor y enfrentarse al ministro y sus hombres
¿Ella? ¿Armar una revolución contra Felix?
No, no podía ponerle sobre sus hombros tal responsabilidad, era demasiado para una simple gitana como ella.
-pero, Luka…. Yo no… - no, no sabría ni que decirle a su gente. Después de todo, han vivido con miedo durante mucho tiempo ¿Cómo infundirles valor para ir en contra del ministro?
-confió en que lo harás – ver a Luka, más seguro que ella misma, solo la ponía más nerviosa – tú también causaste todo un alboroto en el festival ¿o no? – dice divertido – alguien con tu ímpetu para defender a un inocente de Felix sé que podrá contagiar a los demás gitanos – toca su mejilla apenas con sus nudillos, un contacto apenas, pero que le trasmitió confianza y cariño
-lo intentare –
-contamos contigo, Kalbelia vendrá por ti esta misma noche, no podemos arriesgarnos a ponerte en más peligro –
Marinette se despidió de Gustav, quien alagaba en broma que ya no tendría quien le ayudaría a pulir las campanas, aunque más que nada, se lamentaba que ya no tendría a quien contarle sus conflictos amorosos con Mei. Marinette simplemente le deseo suerte, alentándolo para que tomara valor y le confesara pronto sus sentimientos.
De Sor Lila no supo ya nada, ni siquiera le dijo a Luka o a Gustav de sus sospechas a con ella, esperaba equivocarse, aunque, si tenía razones de sospechar, confiaba en que Luka era lo suficientemente listo para darse cuenta de que en su propia catedral había alguien quien trabajaba secretamente con Felix.
-extrañare especialmente la vista de este lugar – dice Marinette de nuevo en lo alto de la catedral, donde la noche ya cubría completamente la ciudad
-cuando todo esto termine, podrás venir libremente cuando tú quieras – le dice Luka, a unos cuentos pasos de ella – aunque, estoy seguro de que la corte de los milagros será un buen hogar para ti
-un lugar oculto no es precisamente un hogar, Luka – lo único que sabía de ese sitio es que ese accedía por las catacumbas, y que, de hecho, Kalbelia la llevaría prácticamente a ciegas – no sabre a donde estoy perteneciendo, es decir, nunca he pertenecido a algún lugar en específico, pero al menos sabía dónde me encontraba
Esas palabras, prácticamente Marinette le estaba dando a entender que la mandaba a una jaula de oro junto con los suyos, a un sitio encerrado, y bueno, eso era verdad, los gitanos estaban viviendo encerrados en aquella guarida por debajo de las catacumbas. El mismo ya deseaba que pudieran andar libres, sin el miedo al mal juicio del ministro.
-espera a Kalbelia aquí – agrega mirando las oscuras calles – él se asegurará de llevarte sin llamar la atención
-¿aquí, arriba? – no debería extrañarle, pero pensó que lo vería en algún sitio afuera
-si, todavía hay guardias en cada puerta, pero Kalbelia sabrá evadirlos – toma su mano con gentileza, envolviéndola con las suyas – ten cuidado, Ma-ma-ma- Marinette – bromea, sacándole a Marinette una pequeña risa ante la referencia de su primer encuentro. Tras eso, le deposita un casto beso en la frente, dándose la media vuelta y dejándola sola en espera al gitano.
-essstasss luchando contras tusss propiosss sssentimientoss, Luka – sale un pequeño ser de sus ropajes que se asemejaba a una pequeña serpiente – no essta mal lo que sssientess
-claro que está mal, Saas – replica Luka frustrando, se escuchaba hasta en sus pasos al bajar las escaleras de madera – este deseo se volvió demasiado fuerte, ya no estoy seguro de poder controlarlo, y menos si la sigo viendo como Kalbelia – se lleva una mano a la cabeza, tomándose el cabello. Los sentimientos por Marinette, por aquella hermosa y encantadora gitana, habían crecido más de lo que él hubiese querido – Saas, transfórmame – pide descubriéndose la muñeca que mostraba una pulsera verde y por la cual, Saas fue absorbido, dando paso a aquel cautivador gitano, Kalbelia.
(Beltane Fire Dance - Loreena McKennitt)
Tan sigiloso como una autentica serpiente, Kalbelia bajo el resto de las escaleras, se ocultó tras los pilares, escapándose de los ojos de las personas que estaban en la iglesia únicamente para rezar, de los ojos de las monjas que hacían sus respectivos deberes, incluso de Sor Lila, que únicamente le pareció ver una sombra fugaz, restándole importancia ya que justo en ese momento, debía encargarse de un asunto personal.
Kalbelia trepo por los muros de la catedral, tal fácil como una serpiente rectando en su entorno. Se camuflaba perfectamente entre los muros de estilo gótico, pasando totalmente desapercibido ante los guardias que deambulaban con sus antorchas alrededor de la catedral al seguir nuevamente las órdenes del ministro de mantenerla totalmente cubierta. Sin embargo, ninguno se percató ni siquiera de reojo del gitano que estaba contra dichos muros y quien continúo escalando una vez que los guardias pasaron de largo.
Debía llegar hasta el tejado de las torres más altas de la catedral. Esperaba que Marinette continuara ahí, que le hubiera hecho caso a Luka de esperar a Kalbelia.
Su corazón lo sentía retumbar como tambores desenfrenados, y no por la adrenalina al estar escalando aquellos muros de estilo gótico, era más bien, por las emociones desenfrenadas que su transformación como Kalbelia le permitía sentir sin la restricción de su voto de sacerdocio. Al ser el gitano justiciero, podía permitirse sentir con libertad, que sus emociones se desenfrenaran, y justo, al ver a la bella gitana recargada en el barandal cuando por fin llego a lo alto, sus deseos que trataba de limitar como Luka afloraron mucho más al estar trasformado.
Se quedo unos momentos admirando su perfil a lo lejos, que era tenuemente iluminado por la escaza iluminación de los faroles que estaban ya encendidos en las calles. Era un ser sublime cuyo rostro angelical provocaba querer tocar su rostro con gentileza y devoción. Sus labios, alcanzaba a ver de lejos sus labios carmesí tan apacibles que incluso como Luka, el verlos por primera vez cuando llego a la catedral al ser perseguida por Felix, lograron tentarlo.
Se fue acercando a ella con gallardía, de forma incluso casi acechante y calmada, tal como un reptil siendo sigiloso al acercarse a su inocente presa. Marinette de verdad no parecía reparar en su presencia, parecía abstraída en sus propios pensamientos.
-diez monedas de plata por tus pensamientos – habla, causándole a Marinette un leve sobresalto y que finalmente la hiciera reparar en su presencia
-Kalbelia…. – dice en un susurro tras el sobresalto
-a tu completa disposición – se quita el sombrero, haciendo luego una galante reverencia – he venido a llevarte – un estremecimiento al ver esos ojos reptilianos verdes brillante entre la máscara y la oscuridad – aquí ya no estás segura, el ministro encontrara otra manera para capturarte. Debo llevarte a la corte de los milagros – la toma de las manos, acercándose a ella casi sin pudor
-lo sé, pero…. – ladea el rostro, el mirar a Kalbelia fijamente le generaba demasiados estragos – estoy preocupada por Luka, por la catedral en general. Felix piensa que aún estoy aquí, no dudara en atacar de nuevo
-créeme, hay alguien que se encargara de decirle a Felix que Kalbelia se le ha adelantado – muestra una sonrisa ladina, casi arrogante y cautivante - ¿nos vamos? – le extiende la mano
Había algo, definitivamente algo en Kalbelia, aun no sabía qué, pero la hacía sentirse irremediablemente atraída. Sin embargo, existía también algo muy familiar, que la hacía confiar ciegamente ¿será aquella misteriosa magia que posee?
-¿Cómo evadiremos a los guardias? – pregunta mirando hacia abajo, donde claramente se veían a varios guardias en cada puerta, y otros más, caminando alrededor
-sencillo, no usando salidas convencionales – Marinette estaba por decir algo más, cuando Kalbelia, sin pudor, la tomo en brazos. Por inercia, Marinette puso sus brazos alrededor de su cuello, quedando su rostro muy cerca del cautivante enmascarado que acentuaba su galante sonrisa – no tengas miedo….
-no tengo miedo – Kalbelia entonces salta la barda, sosteniéndose de una ornamenta con un solo brazo, mientras con el otro aferraba a la gitana a su costado. Todo justo en el momento en que Sor Lila salía al tejado, presenciando aquello – ahora si tengo miedo….
-el truco es no mirar hacia abajo – dice Kalbelia mirando fugazmente hacia arriba, observando que Lila los miraba atónita y más que enojada.
Tras que le dio una altiva sonrisa a aquella mujer, comenzó a saltar por las ornamentas que sobresalían de la orilla de la catedral, dando saltos largos al estar estos tan separados uno del otro. Marinette se sujetaba fuertemente, rodeándolo por el cuello. Kalbelia la sostenía tan solo con un brazo, rodeándola de la cadera.
-sostente fuerte – le advierte antes de soltarla de su agarre para tomar su látigo, enredarlo en una de las vigas de la torre y balancearse al estrecho que estaba entre las dos torres, lo que casi provoca que a Marinette se le salga el corazón y apenas pudiera evitar gritar.
-¿no era más fácil bajar por el campanario? – pregunta casi sin aliento, llevándose una mano a su pecho donde el corazón le latía a mil por hora
-Felix ya pudo infiltrarse una vez – responde Kalbelia dándole un jalón a su látigo para desenredarlo – tenemos que escapar por detrás de la catedral, donde no hay ninguna puerta y por ende, ningún guardia – tras guardar su látigo entre sus ropas, toma nuevamente a Marinette entre brazos, causándole un nuevo sobresalto a la gitana – procura no moverte mucho, lo que sigue será como caminar por la cuerda floja y tú eres mi punto de equilibrio – sí, eso de verdad pudo interpretarse de más de una forma, especialmente por el tono seseante de Kalbelia al hablar en susurros.
Con Marinette en brazos, caminó por el tejado de la catedral que estaba en forma de triangulo, que, al estar tan estrecho, verdaderamente tenía que caminar como si estuviese en la cuerda floja. Si daba un paso errado, ambos caerían.
Marinette literalmente contenía el aliento. No importa a qué lado mirara, era el vacío lo que se encontraba, después de todo, la catedral era una edificación muy alta, y siendo de noche, sus ojos solo se encontraban un oscuro vacío que parecía ser infinito, apenas y podía visualizar algo gracias a los faros y a las antorchan que iluminaban fugazmente cuando un guardia merodeaba por abajo.
Estaban por llegar a la aguja central donde Kalbelia trataría de subir a Marinette a uno de los estrechos balcones, pero una fugaz distracción de parte del gitano al sentir que su látigo se salía de sus ropajes le hizo perder el delicado equilibrio que llevaba, lo que hizo que se deslizaran por el tejado a una alarmante velocidad.
Kalbelia abrazo fuertemente a Marinette, protegiéndola de no golpearse con algo y recibir el mismo el probable impacto. Iban directo a la contra fuente, pero el rumbo que llevaban los llevaría a un lado de esta. Kalbelia, en un acto de asombrosos reflejos, se sostuvo con una mano, aferrando a Marinette a su costado con su brazo. La mano del gitano se deslizaba por el plano inclinado de la contra fuente, rosándole los dedos, causándole un ardor que aguantaba apretando los dientes. Finalmente se detuvieron abruptamente ante un pilar. Kalbelia entonces pudo soltarse, aterrizando de rodillas en un pequeño tejado, todo procurando, primeramente, mantener a Marinette entre sus brazos.
Segundos después, una de las tejas que se soltó, salió volando lejos de la catedral, lo creó la distracción perfecta, ya que todos los guardias salieron corriendo tras que esta hizo escandalo al caer lejos de ahí.
-al menos este accidente nos dio ventaja – bromea con encanto, poniendo a Marinette de pie
-habla por ti, a mi casi se me sale el corazón – pone una mano sobre su pecho para tratar de regularizar sus latidos
-pensé que estarías acostumbrada a las aventuras – lanza de nuevo su látigo, enredándolo en uno de los pináculos
-no de este estilo, mi concepto de aventura es ir de lugar en lugar ganándome unas cuentas monedas bailando – noto entonces el guante desgastado de Kalbelia, y la piel rojiza, casi en carne viva cuando estaba probando el agarre del látigo – te heriste – toma su mano, examinándola
-tranquila, no es grave – pero, haciendo caso omiso a sus palabras, Marinette saca un pequeño frasco de vidrio, cuyo corcho saca con la boca, vaciando un espeso liquido sobre su herida.
El ardor fue inevitable, pero momentáneo, pues casi a los segundos fue reemplazado por una sensación agradable y refrescante.
-de verdad, estás llena de sorpresas –
-solo es ungüento de romero, un remedio casero – explica tras que se rasgó un pedazo de sus ropas, para vendarle la mano al gitano, cuidados ante el cual, Kalbelia no pudo evitar sentirse conmovido
-mucho mejor – abre y cierra las manos, aún estaba el ardor, pero era más tolerable – hay que darnos prisa antes que los guardias vuelvan – sin pudor, la acerca a él, cerniéndola a su cintura y rodeándola con su brazo. Marinette de hecho comenzaba a acostumbrarse (e interiormente, a gustarle) a aquello.
Eran escasos metros lo que les faltaban para llegar a los pies de la catedral, y gracias a esa desprevenida distracción de la teja, ningún guardia estaba a los costados de la catedral. Aun así, se fueron con sigilo detrás de esta, frenándose en seco al ver una luz acercándose a ellos. Kalbelia rápidamente tomó a Marinette de la mano, guiándola para que se diera la vuelta, pero otra antorcha venia del otro lado.
Kalbelia fácilmente podría encargarse de ellos, pero no era momento de causar un alboroto y llamar innecesariamente la atención, así que opto por llevar a Marinette a un costado de una de las estatuas religiosas, cubriéndola a su vez, con su propio cuerpo.
La capucha de Kalbelia se camuflajeada perfectamente entre aquella esquina oscura, por lo que ninguno de los dos guardias se percató de ellos, pasando de largo.
A pesar de sentir que estaban fuera de peligro, ni Kalbelia, ni Marinette se movieron un centímetro. Sus rostros estaban tan cerca uno del otro, que podían sentir sus tenues respiraciones, sus pechos retumbando, y esta vez, no era por la adrenalina por estar escapando de la catedral brincando por los tejados.
Un beso, era demasiado tentador no aprovecharse de esa cercanía y besar aquellos labios que lo tentaron desde la primera vez.
Como Kalbelia, podría hacerlo, pero el estar trasformado no lo exoneraba de su voto como sacerdote. Aun no siéndolo, se supone que Kalbelia únicamente iba a rescatarla, y Marinette recién lo conocía en esa forma.
-ya se fueron – musita en una exhalación – no perdamos más tiempo – finalmente se aleja de Marinette, dándole espacio para que ella saliera también – los demás guardias no tardaran en regresar
-si… claro… - algo raro sentía, estaba acaso…. ¿decepcionada de que Kalbelia no la hubiera besado? No, tan solo era la agitación de todo lo sucedido
-es verdad, casi lo olvido – dice este, sacando a Marinette de aquella cuestión interna – a partir de ahora, tendrás que confiar ciegamente en mi – saca una pañoleta – literalmente - observa el desagrado en el rostro de Marinette – lo lamento, la ubicación de la corte de los milagros solo debe ser conocida por Babol y por mí, es por tu seguridad y la de los demás gitanos
-lo sé, Luka me lo explico antes de que vinieras – alza su vista, mirando con un estrago en el corazón aquella catedral que ya estaba considerando un sitio al cual pertenecer y al cual, esperaba volver algún día.
Sin embargo, sabía que también era bueno alejarse, no de la catedral en sí, si no de Luka. El estar lejos de él le ayudaría a olvidarse de esos sentimientos que no podía permitirse tener.
…..
A pesar de que iba literalmente a ciegas y tan solo confiando en la mano de Kalbelia que la guiaba sin soltarla un solo segundo, los sentidos de Marinette estaban bastantes despiertos. Podía percibir por el caminar de sus pies que pisaban hojas secas y ramas que se habían adentrado a una parte del bosque, deteniéndose y escuchando luego un objeto pesado moverse, como si empujaran una enorme roca.
-te ayudare a subir – sin pudor, sintió que la jalaba delicadamente de la mano, tomándola luego de la cintura – bajaremos unas escaleras, ten cuidado – le indica, Marinette podía escuchar su siseaste voz demasiado cerca de su oído para su estabilidad emocional
Podía sentir que se adentraba a un estrecho pasillo, sentía la humedad a su alrededor, el encierro. Si no fuera porque aquel gitano no la soltaba de la mano y constantemente, con aquella voz tan incitante como tranquilizadora, le decía que no tuviera miedo, estaba segura de que no podría hacer aquello, el adentrarse a un lugar completamente desconocido sin si quiera saber cómo llegó o como irse era algo demasiado nuevo para ella como para hacerlo sola.
Ante de dar otro paso para bajar aquellas escaleras, Kalbelia, nuevamente y sin pudor alguno, la tomo entre sus brazos, sacándole un leve grito a Marinette que retumbo por aquel desconocido lugar, lo que le ayudo a ubicar que estaba en alguna parte de las largas catacumbas de París.
-el suelo esta un tanto húmedo – claramente lo dijo con sarcasmo, pues Marinette escuchó ante los pasos que dio, el enorme charco de agua que pisaba.
-no me molesta mojarme los pies – dice Marinette con un deje divertido ante las constantes veces en que Kalbelia la cargaba sin si quiera previo aviso
-y a mí no me molesta cargarte – y nuevamente ese tono de voz serpentino que sentía en su oído, causando que se le enchinara inevitablemente la piel
Humedad y gotas cayendo al agua era todo lo que podía percibir y oler Marinette mientras que iba cargada en los brazos de Kalbelia, cuyos pasos seguían pisando las aguas de aquellas catacumbas que parecían no tener fin. Marinette comenzaba a preguntarse, más no inquietarse, que tanto le faltaba de recorrer de aquel sombrío lugar para llegar a la dichosa corte de los milagros, cuestión cuya respuesta no tardó en llegar cuando escucho el sonido de otra pesada piedra siendo movida lentamente.
-hemos llegado al fin – la pone cuidadosamente de pie, quitándole al fin aquella venda de los ojos para revelarse ante ella la famosa corte de los milagros
Digno de ser un lugar que albergaba puros gitanos, era un sitio bastante colorido, adornado de varias telas de llamativos colores que colgaban en las paredes. Tiendas donde descansaban su gente con improvisadas camas hechas con almohadones, donde también tenían sus exóticas pertenencias esparcidas por todo el lugar, que, en sí, era bastante extenso, pero escaso para tanta gente que estaba encerrada ahí, a salvo, claro, pero siendo gitanos podía ver en los rostros de cada uno de ellos esa añoranza de salir, de volver a sentirse libres.
-Marinette – se acerca a ella Adrian acompañado de una hermosa gitana de cabello corto y mirada recta. Adrian no traía su usual armadura, vestía rompas sencillas; una camisa blanca holgada de algodón y pantalones beige sueltos – me alegra que por fin estes aquí, sabía que Kalbelia te traería sin problema alguno – mira a dicho gitano, que solo sonríe fanfarrón – lamento mucho haberme portado tan rudo ayer, debía mantener mi papel de capitán de la guardia
-no hay cuidado, Adrian – responde esta – aunque al principio si pensé que estabas traicionando a Luka
-oh no eso jamás, sería como traicionar a mi propia esposa – toma la mano de la gitana a su lado, besándola. Está a penas esboza una tenue sonrisa, su porte elegante la hacía ver aún más hermosa – por cierto, ella es Kagami – esta mira a Marinette, a quien hace sentir algo extraña por su mirada analítica – Kagami, ella es Marinette
-así que eres tú a quien ahora Felix persigue – dice esta – Adrian ya me ha contado todo, hiciste bien en defender a ese pequeño – muestra una expresión un tanto más amigable, lo que hace a Marinette relajarse un poco más
-bien, al parecer ya has hecho tu primera amiga – habla Kalbelia – estoy seguro de que serás bien recibida aquí, después de todo, recibieron a Adrian – mira a este con una expresión burlona
-¿Qué insinúas con eso? – reacciona este cruzándose de brazos al tiempo que Kagami reía disimuladamente cubriéndose la boca, mientras que Marinette, por su parte, veía curiosa la obvia amistad que tenían Adrian y aquel enigmático gitano
-bueno, yo ya debo marcharme – toma la mano de Marinette, quien voltea con el rostro incendiándosele por el sonrojo que le dio cuando Kalbelia, sin quitar su intensa mirada serpentina de ella, le da un beso en sus nudillos – nos estaremos viendo, Marinette – promete con voz seductora antes de dar la media vuelta agitando su capucha y su cola de cabello y caminar a aquella salida que obstruía la pesada roca que varios gitanos movieron
-alguien será la envidia de muchas gitanas de por aquí – canturrea Kagami, mirando picará la falta de habla en el que se había quedado la recién llegada, quien solamente empieza a balbucear cosas sin sentido.
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El juez Felix miraba las llamas de la chimenea abstraído, con la mente completamente en otro lugar, mejor dicho, con los pensamientos obsesivos en aquella gitana que se atrevió a desafiarlo frente a todos, que se burló de él, que lo sedujo usando una especie de hechizo del que se tenía que liberar y que la única forma de hacerlo, era encontrándola y haciéndola suya.
Ya casi la tenía en sus manos, era casi suya cuando ese par de gitanos que han sido un dolor de cabeza para él aparecieron y se la llevaron de vuelta a la catedral
¿Cómo supieron tan rápido que había capturado a la gitana? Fue sumamente sigiloso, ni Luka se había dado cuenta cuando logro sacarla de la catedral. No importaba, sabía que Marinette seguía ahí, volvería a tenerla, no importaba si tenía que entrar a la fuerza a Notre Dame.
Sus obsesiones fueron interrumpidas por el golpear de las puertas detrás suyo, entrando uno de sus hombres.
-ministro Felix, la gitana escapo – esto lo hace ponerse abruptamente de pie, mirando fúrico al soldado que le traía aquella noticia
-pero ¿Cómo sucedió eso? Les dije que no dejaran ni un momento de vigilar la catedral – tira la silla donde estaba sentado
-aquel Gitano, Kalbelia, fue quien se la llevó – aparece Lila, pasando de largo a lado del soldado yendo a Felix – tus incompetentes soldados ni siquiera los vio irse
-¿y tu porque no lo impediste? – exclama furioso tomando a Lila agresivamente del rostro
-a mí no me heches la culpa – quita de un manotazo la mano de Felix – te di la oportunidad perfecta para llevártela, pero tus hombres no pudieron ante dos simples gitanos que llegaron a rescatarla – eso hace que el ministro apriete la mandíbula, mirando luego al soldado a quien le dijo tajantemente que se fuera de ahí – y ahora ¿Qué harás? – cuestiona con soberbia Lila, en parte divertida ante la desesperación del ministro
-esa gitana no se escapará de mis manos – pone sus manos en puño, mirando la fogata – aun si tengo que incendiar todo París para encontrarla
-aun no entiendo por qué la obsesión por esa vulgar gitana – expresa Lila indignada mientras acomoda la silla que tiro Felix y se sentaba en ella, comentario que solo hace a Felix que le hirviera más la sangre
-eso no te incumbe – escupe molesto, pues hasta el odiaba tener que pensar de esa manera pecaminosa en ella – pero sé que a ti también te molesta que su excelencia la haya acogido con tanto cariño – mira victorioso que efectivamente, aquella monja repudiaba a Marinette, el conocía bien de los sentimientos que tenía por el sacerdote, que era más bien, también una obsesión de tener lo que no puede – a ambos nos conviene que esa gitana este entre mis manos
-¿y que harás con ella una vez que la captures? – Felix no responde, tan solo se quede viendo las llamas de la fogata, en las que veía el pecaminoso y seductor baile de aquella gitana
-eso es problema mío, y ya vete – la toma del brazo para levantarla de la silla – debes tenerme informado si Luka sabe algo de su querida protegida –
Lila se zafa de un jalón del agarre de Felix, caminando de forma digna y altiva a la salida, dejando al ministro con aquella enfermiza obsesión mirando la chimenea, muy al contrario de los tormentos del sacerdote Luka, que en ese momento llegaba a la catedral, encerrándose en el confesionario.
(HELLFIRE - Metal Cover by Jonathan Young (Disney's Hunchback of Notre Dame))
Saas le había dicho que no tenía nada de malo tener aquellos sentimientos por Marinette, era un hombre después de todo, y en su naturaleza, está el enamorarse, el querer tener cercanía con una mujer. Sin embargo, sus tormentos no eran porque se estuviese castigando por haberse enamorado de una gitana, era porque no podría estar con ella por su voto de sacerdote y eso era lo que lo tenía sufriendo, pues no podía sacarse de la cabeza a tan hermosa gitana a quien quería tener entre sus brazos, a quien quería proteger y cuyos labios deseaba acariciar con los propios.
Felix, por su parte, estaba fúrico y también en cierta manera atormentado por sus propios deseos desenfrenados de tener a aquella gitana únicamente para él. Sus pensamientos en esos momentos era que Marinette no podía ser de nadie más, que no estaría en su pagana libertad bailando para que otra persona además de él la mirara. No entendía de verdad porque, él, que pregonaba la justicia y la pureza divina, que juro acabar con los gitanos que vivían en pecado, no podía parar de sentir ese impuro deseo, que no dejaba ver a la gitana bailando entre las llamas, incitándolo a pecar. Era como sentir las mismas llamas del infernal fuego quemándolo, no lo soportaba, interiormente le exigía a la santa Maria que le dijera porque, porque ha caído en esa enferma obsesión, porque no dejaba de verla, de sentirla.
Luka también pensaba en ella, sus labios rojos carmesí, en su incitante cabello negro cuyo aroma era de fresco romero, lo había sentido cuando la sacó de la catedral como Kalbelia. Claro, era natural que sintiera atracción también por ella, cuando como Kalbelia la llevo a la corte de los milagros no pudo evitar reparar en su estético cuerpo, en su cintura bien definida. Era hermosa, muy hermosa, claro que deseaba amarla como las sagradas leyes mandan, como un hombre a una mujer. Pero él, no era un simple hombre, tenía un voto divino que lo obligaba a vivir en la pureza y en la abstinencia.
Atormentado por sus propios demonios, Felix comenzó a alucinar que lo juzgaban, que varias sombras a su alrededor lo estaban condenando por fallar en su misión de librar las calles de Paris del modo pagano de vivir de los gitanos, incitando a demás almas a caer en el pecado, a vivir de esa manera poco digna. Pero, no, no era su culpa, había sido la gitana que lo ha sumido en un lujurioso hechizo, él era inocente, no tenía por qué ser juzgado, él era la víctima en eso.
-perdona Ave Maria – rezaba Luka dentro de su confesionario – sé que no debo amarla, que solo debo entregarme a mi iglesia, dime que hacer, que es lo correcto – rogaba con humildad, el deseaba actuar con bien, pero también, deseaba seguir a su corazón
-esto no ha sido mi culpa – arroja a las llamas de la chimenea la pañoleta que le dejo esa vez la gitana en la feria de los tontos – Ave Maria, acaba con esa gitana, condénala al fuego por el hechizo que me ha puesto, o deja que me pertenezca – exige sintiendo el fuego quemándolo, torturándolo
Ambos no podían tener sentimientos más diferentes por aquella gitana. Luka de verdad la amaba, tan solo quería más momentos con ella viendo el atardecer de la catedral, de poder abrazarla. Se imaginaba con ella como un hombre normal paseando por las calles de París tomados de la mano, amándose, tocándose suavemente en la privacidad, protegiéndola.
Felix solamente tenía una obsesión que adjudicaba a un hechizo de la gitana, un deseo tortuoso que lo quemaba por dentro, pero que no podía sacarse, solo había una manera de acabar con ello.
-debo encontrarla – se dice a si mismo – así deba quemar todo Paris – y lo haría, por ningún motivo, la dejaría escapar
-la protegeré – se dice Luka con el rosario entre manos – Felix no la dejara vivir en paz, y le prometí que viviría su libertad sin temores. Después de eso, la dejare ir, no importa lo que sienta por ella, la dejare en libertad – esto último le daba una punzada en el corazón, pero no tenía otra opción
Luka y Felix, ambos con sus respectivos tormentos y conflictos, muy distintos, pero con algo en común; en la gitana Marinette. Uno tan solo deseaba su felicidad por el amor que había desarrollado por ella, otro la culpaba de su obsesión y deseaba fervientemente castigarla al fuego si no lo aceptaba a él, si no era suya, solamente suya.
-ten piedad de ella, mi señor – reza Luka, besando su rosario
-ten piedad de mi – reza Felix, aunque era más una exigencia al creerse la victima de ese deseo obsesivo – si ella no acepta ser mía, la condenare al fuego, soy el único que puede salvarla – y con esa retorcida idea, creyéndose con el derecho de reclamarla por creerse el único salvador, sale de esa habitación para reunir a sus hombres y ordenarles que su única prioridad era encontrar a Marinette, no importa los medios que tuvieran que usar.
A la mañana siguiente, en cuanto Felix salió de la carroza blindada, su primera orden dirigida a Adrian fue encontrar a la gitana, expedición que el mismo superviso montando en su negro corcel.
Los soldados no se tentaban el corazón al saquear las casas en busca de gitanos, especialmente de una. Había caos en toda la ciudad de Paris, más miedo que nunca incluso en aquellos que no eran gitanos. Felix, en su retorcida obsesión, estaba causando miseria incluso en su propia gente, encerraba incluso a ciudadanos a los que descubría encubriendo a los gitanos, porque claro, existía gente que no concordaba con sus ideales y solo pregonaba lo que el sacerdote Luka les ha inculcado, el de ser personas que no debían juzgar.
Las mazmorras debajo de la corte de los milagros empezaron a llenarse, tanto de gitanos como los propios residentes del pueblo. Adrian, sintiéndose en parte culpable, miraba con impotencia la locura enfermiza que estaba causando Felix.
-esto es malo, debemos hacer algo – susurra plagga preocupado, asomándose de uno de los costados de su armadura
Adrian solo mira con desaprobación todo el caos causado, sin embargo, Felix lo tenía a él y a los demás soldados bajo una estricta sombra y ordenes constantes. No podía transformarse en Babol y Luka, seguramente estaba ocupado resguardando a toda la gente que pudiera en su iglesia. Él debía hacer algo por su cuenta, de alguna manera, debían parar esto.
Luka, por su parte, también miraba todo el caos desde el tejado de la catedral. Felix ya había llegado demasiado lejos y esta vez, no podía contar con Babol, Plagga le había informado que Felix no le quitaba los ojos de encima, que no dejaba de darle ordenes sin descanso.
-tenemosss que conseguir masss ayuda – sisea Sass flotando a lado suyo
-lo sé – tan solo dice aquello, pensando en una sola persona….
