Hola a todos :3
Ya me había tardado en escribir algo más de éste fanfic y aunque ha sido bastante divertido, creo que ya lo voy a terminar próximamente :D
Ahora les dejo una escena donde Ariadna deber aprender a escribir los números y a contar XD
Muchas gracias por leer y por los reviews que gusten regalarme :3
Sobre sus comentarios:
Natalita07: Efectivamente, muchas veces los padres son más consentidores que las mamás XD Minos adora a su hija y no puede resistir su carita convenenciera jaja. Gracias por comentar.
Kitty 1999: Los papás son muy solapadores, tienes toda la razón. Las mamás tienen que ingeniárselas para hacer que sus hijos se coman todo jaja XD Gracias por comentar.
Atención: Todos los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya: The Lost Canvas, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente. La historia es de mi autoría personal, la cual solamente escribí por diversión :3
Capítulo 22: Números
Isla de los Curanderos, casa de Anna.
Era media tarde cuando la mujer terminó de cocinar algunas galletas. Se encaminó a la sala, donde encontró a su marido e hija muy concentrados en una actividad, mientras Aleksi dormía profundamente en una cuna cercana.
—No Ariadna, hazlo otra vez, después del número cinco, sigue el seis— dijo el juez con voz estricta. —Y dibuja bien ese cinco, que parece una "S" chueca. —
Frente a él, sentada en la alfombra y recargada en la mesita central, estaba su hija tratando de escribir bien.
—No puedo, son muy difíciles— se quejó la niña.
—¿Cómo van a ser difíciles?, las letras son más del doble y ya te las aprendiste, además, son números arábigos, mucho más fáciles de aprender. —
En ese momento, Anna se acercó y dejó el tazón de biscochos en la mesita, para luego tomar asiento en el sillón junto a su esposo.
—¿Qué sucede? —
—Que tu hija no puede aprenderse los números— respondió el juez, mientras se llevaba a la boca una galleta.
La chiquilla se cruzó de brazos e hizo un gesto enojado.
—Es que papá no me explica bien, no entiendo sus números, están muy feos. —
La madre tomó el pergamino y vio los dígitos: Cifras grandes y revueltas. Ella las comprendía perfectamente, dado que manejaba las matemáticas básicas, pero su hija no lo entendería, pues apenas estaba familiarizándose con los números.
—Pero cómo se te ocurre enseñarle así, es obvio que no va a comprenderlos de inmediato— le reprochó.
El juez se alzó de hombros impasible.
—¿Y por qué mi hija no podría?, así me enseñaron a mi— agarró más galletas. —Ella puede hacerlo, sólo necesita memorizarlos. —
Su esposa rodó los ojos e hizo un gesto de negación.
—No seas tan presumido— tomó un pergamino en blanco. —Cada niño es diferente y aprende de distinta forma, por ejemplo, yo lo hice ordenando dátiles y nueces, a la vez que lo relacionaba con una cantidad. —
Dobló y cortó el papel en varios fragmentos, luego empezó a escribir y dibujar en ellos. Minos no dijo nada, simplemente observó con atención. La mujer escribió del 0 al 9 y posteriormente, al lado de cada dígito, colocó puntitos.
—Mira, hija, primero vamos a conocer sus nombres y su representación— le mostró los papeles y fue colocando galletas sobre cada punto. —Usa tus dedos y cuenta conmigo, uno, colocamos una galleta, dos, colocamos dos galletas, tres… —
Ariadna veía el proceso atentamente y poco a poco fue siguiendo a su madre en el conteo, relacionando el número escrito con la cantidad de galletas. El proceso se repitió un par de veces más, hasta que comenzó a memorizar los dígitos que seguían del seis. Entonces, observó que no se colocó ningún bizcocho sobre el cero y quiso saber el motivo.
—¿Por qué ese número no tiene nada? —
—El cero, cuando está solito, representa la nada, por eso no tiene galleta— explicó Anna. —No obstante, es un número muy importante porque, al hacer pareja con otros, colocados a la izquierda— dibujó en otro papel un diez y un veinte. —Forman una cantidad más grande— puso varias galletas para ejemplificar.
La niña hizo un gesto de comprensión, entonces extendió sus manitas hacia el frente y empezó a contar.
—Uno, dos, tres… — fue nombrando los números mientras doblaba sus deditos y cuando se detenía, su madre le ayudaba. —Nueve y diez— sonrió emocionada.
—Muy bien, así se hace, abre la boca— Anna le dio dos galletas. —¿Cuántas fueron? —
—¡Dos! — contestó la niña después de comerlas.
Minos sonrió levemente, en verdad su esposa era bastante hábil para educar a su hija y estaba agradecido por ello, ya que él tuvo que aprender por el método difícil y estricto. Se sentía orgulloso de la inteligencia de su primogénita y cuando lograse dominar los números, la instruiría en aritmética elemental. Es decir, si ya sabía medio leer y escribir, también era necesario aprender a contar.
—Bien, entonces que siga practicando de esa manera— habló el juez. —Pero, en cuanto a la caligrafía, no voy a ceder, tiene que escribir los números correctamente, no como garabatos. —
La niña hizo un puchero y se cruzó de brazos nuevamente.
—Tu padre tiene razón, hija— apoyó la mujer. —Tienes que dibujar números entendibles, así como escribes letras bonitas, esto es importante, porque si alguien quiere engañarte con las cifras, tú te darás cuenta. —
—¿Otros niños saben contar números? — quiso saber.
—No todos saben contar números y mucho menos saben leer— reveló Anna con un gesto levemente serio. —Así que tú debes valorar lo que te enseñamos, porque más adelante, tendrás que ayudar en el negocio familiar cuando seas mayor. —
La chiquilla abrió los ojos en grande y sonrió emocionada.
—¿Podré ayudarte con las compras del almacén?, yo contaré las frutas, las semillas, los panes… —
El juez liberó una risita, entretenido con la expresividad de su hija.
—Es más que eso, Ariadna— tomó una gaceta del buró cercano. —Cuando ya domines esto, no sólo entenderás cómo ayudarle a tu madre con las cuentas de la casa, sino que también aprenderás a manejar un negocio mucho más grande— le enseñó una página.
La pequeña vio la información que siempre leía su padre acerca del comercio de piedras preciosas y los valores del oro en el mercado.
—¿Voy a saber contar gemas de colores? — preguntó intrigada. —¿Y eso para qué sirve?, no pueden comerse como las frutas o las galletas. —
Minos rodó los ojos, era demasiado pronto para que una niña tan pequeña entendiera la importancia de dichos temas y comprendiera todo lo que ello implicaba.
—Las gemas sirven para comprar frutas, comida, ropa y mucho más— intervino Anna. —Pero no te preocupes cariño, aún es muy pronto para eso, así que sólo concéntrate en mejorar tus habilidades numéricas. —
La chiquilla asintió, tomando de nuevo su pluma entintada para comenzar otra vez con los ejercicios caligráficos y así poder dibujar correctamente los números.
Continuará...
En lo personal, yo sufrí mucho para aprender a contar, lo recuerdo y me traumo un poco, mi madre fue muy estricta con eso jaja XD
Gracias por leer ;)
10/Noviembre/2022
