Lágrimas de tinta china.

Capitulo 2- El primer día del fin de mi vida

Asistí al entierro de mi marido, sin embargo no era capaz de mirar en el interior del féretro, no se si por miedo o por guardar en mi mente la imagen de mi Ron, el Ron de mejillas sonrojadas, no aquel Ron que estaba tan pálido como la nieve Llevé a los gemelos todo el rato cogidos de la mano, no quería soltarles por miedo a que si les dejaba sueltos ellos también se alejarían de mí. En el discurso que Harry dio en honor a Ron pude escuchar palabras como "Un gran amigo" "un padre y un marido excepcional" "todos lloraremos su muerte" "sin embargo la vida sigue" "el quisiera que fueramos felices", sin embargo yo no podía ser feliz pues había perdido lo que más quería.

El entierro se prolongó una hora más, en esos momentos no quería hablar con nadie, solo quería estar sola. Cogí un el autobús noctambulo y los gemelos y yo volvimos a casa. Aunque aún era pronto les acosté en la cama, había sido un día agotador. Después de darles las buenas noches fui al salón y cogí un libro de la biblioteca, lo leí sin mucho entusiasmo, sin embargo debía mantenerme despierta, no quería dormirme, no quería soñar, por miedo a soñar con él. Debía aceptar que se había muerto, por el bien de los gemelos, si soñaba con él, viviría consumiéndome en aquellos maravillosos sueños donde nada era realmente verdad. Oí unos pasitos que venían del pasillo, ví a Cory que se acercaba a mi con mirada melancolica.
-¿no tienes sueño?le pregunté mientras dejaba el libro en la mesilla.
-tengo zueño, pero no puedo dormir, mama, hablame de eze jardín, hablame de papa. Le senté en mi regazo y le acaricié la cabeza, no quería hablarle demasiado de la muerte, ni aún siendo un jardín. Pero le hablé de Ron, para que se sintiera orgulloso de su padre, para que no le olvidara nunca para que me ayudara a no olvidarle. Al poco rato se quedó dormido, le llevé a su cuarto y le arropé con ternura, como no quería seguir leyendo me fui a la cama, que parecía enorme y fría, su lado de la cama seguía oliendo a él, me abracé a la almohada para poder sentir su presencia, y lloré, no por su muerte si no por todo lo que yo había perdido, se que suena egoísta pero me aferraba a la idea de que él estaba en un lugar mejor pero yo, por el contrario me tocaba vivir una pesadilla. Me desperté cuando los rayos que se filtraban entre las rayas de las persianas rozaron mi rostro. Esa noche no había soñado nada, y si había soñado era incapaz de recordarlo, era lunes y debía ir a trabajar, la verdad era lo único que me apetecia , al menos así dejaría de pensar en él, miré el reloj, solo eran las seis y quarto, sin embargo era incapaz de volver a dormirme. Así que me vestí y baje a la cocina, donde me preparé un paupérrimo desayuno a base de café y dos galletas de las que le gustaban a Christopher. A pesar de ser muy temprano recibí una lechuza, era de color negro y con los ojos ambar, la identifiqué con rapidez, cogí con cuidado la carta y la desdoblé sin mucho interés.
Queriada Hermione-
Lamento profundamente lo que te ha pasado.
En mí tienes un amigo, ya que tu supiste ser una amiga.
Cuando nadie más lo fue.
Draco. Draco había cambiado mucho desde que salimos de Hogwarts, se había alejado de todo lo relacionado con los mortifagos o con su padre y había renunciado al apellido Malfoy, sin embargo, a causa de eso había perdido muchos amigos y a pesar de ser un reconocido auror se le hacía difícil conseguir otros nuevos. Ni siquiera Ron era capaz de olvidar el pasado y esperar que él hubiera cambiado.

Miré el reloj, eran las siete y la niñera estaría apunto de llegar, la estuve esperando sin embargo no vino, subí a despertar a los gemelos para llevarles yo misma a la guardería. Aunque antes de llegar a su habitación, me retracté y pensé que todavía era demasiado pronto para que volvieran al colegio. Sin embargo no podía dejarles solos en casa, y yo debía ir a trabajar. Volví a su habitación y como de costumbre descorrí las cortinas dejando pasar un haz de luz que llenaba de vida su habitación, ví como los gemelos se tapaban aún más con las mantas e intentaban prolongar su sueño el mayor tiempo posible. Les desperté y les dejé vistiendose mientras yo bajaba a prepararles el desayuno. Antes de irme al trabajo les dejé con la vecina, la señora Stoot.

Chris, no quería que me fuera, pensaba que si me iba no volvería a verme, me sentí fatal, sin embargo trabajar era el único aliciente que me quedaba. Intenté no escuchar sus lloros cuando salía por la puerta, pero era imposible, aquel llanto me partía el corazón, me dí la vuelta y le abracé le dije que volvería lo antes posible y le llené de besos, a él y a Cory, cuyos ojos azules revelaban su tristeza aunque él no la mostrara abiertamente, en esos momentos me dí cuenta de lo diferentes que eran entre sí, y en lo diferentes que éramos Ron y yo.

Cuando iba a volver a casa Harry pasó por mi trabajo y se ofreció a llevarme. Estuvimos hablando de muchas cosas durante el camino de vuelta, pero en ninguna de nuestras conversaciones mencionamos a Ron. Al despedirnos Harry me entregó dos pequeños paquetes.
-Son para Cory y para Chris.
-Pasa y dáselos tú, les gustará ver a su padrino. Harry sonrió, los años no le habían cobrado factura y tenía el mismo rostro que cuando llegó a Hogwarts, cada vez que le miraba, no podía evitar pensar en Ron.
-Tengo un poco de prisa, bueno, adios Hermione. Tras decir esto me dio un beso en la mejilla, pero aquel beso era más que un beso de amigo, aquel era un beso de hermano.
-adios Harry dije tan bajo que apenas pude oirlo ni siquiera yo. Al entrar en casa les entregé a mis hijos el regalo de Harry, Cory lo miró con recelo y lo dejó sobre la mesa, sin embargo Chris arrancó con nerviosismo el papel que lo envolvía para ver lo que era.
-Vamos Cory dije yo entregandole de nuevo el regalo te lo ha traido tu padrino, ¿no quieres ver lo que es?. Cory apenas levantó la mirada del libro sobre quiditch que le regaló Ron cuando cumplió tres años, y que este ojeaba sin cesar aún sin saber leer.
-No me apetece. Dejé el regalo sobre la mesa y me acerqué a él, en esos momentos me dí cuenta de que todo iba a ser mucho más difícil de lo que esperaba.
-Mira mama dijo Chris con una pequeña escoba que volaba sobre la palma de su mano mira lo que me ha regalado el tio Harry.
-Que bonito dije yo con una sonrisa en los labios¿Cory, no quieres jugar con la escoba?le pregunté mientras este miraba con envidia el regalo de su hermano.
-No, no me apetece.

-Mama. ¿ezta no ez la ezcoba de papa?dijo mientras observaba con minuciosidad su nuevo juguete Cogí con delicadeza aquel pequeño objeto y pude ver una inscripción "Nimbus 2004", era la escoba que le había regalado a Ron, cuando este terminó los estudios, la verdad es que Harry pensaba en todo. Sonreí a Chris y le acaricié la cabeza.
-Si cariño esta es la escoba de papa. Tras decir esto Cory se levantó y desenvolvió su regalo, la puso en la palma de su mano y se dedicó a mirar como esta revoloteaba sin cesar.

Me fui a la cocina para preparar la comida, normalmente esperabamos hasta las tres que es cuando Ron llegaba del trabajo, pero me dí cuenta que eso ya carecía de importancia, ¿Por qué esperar si él no iba a llegar nunca? Calenté la sopa, y preparé una tonelada de patatas fritas, tal y como le gustaban a Cory, crujientes por fuera pero muy blanditas por dentro. Aquellas patatas eran igual que él, duras y resistentes por fuera, pero por dentro tan vulnerables como un conejillo asustado. Tras hacer esa deducción me dí cuenta de que pasaba demasiado tiempo sóla. A la una y media recibí la llegada de tres lechuzas pardas, no sabía de quien eran y ni siquiera pretendía leerlas, no quería recibir el pésame de gente que al día siguiente se olvidarían de todo. Me parecía un estúpido protocolo, en realidad pensé que únicamente Cory, Chris y yo, hechabamos de menos a Ron, aunque en realidad no fuera así. Sin embargo y a pesar de todo las abrí, las miré por encima, dos de ellas eran de los compañeros de trabajo de Ron, pero la otra era de su abogado, la miré con desprecio sin saber siquiera la razón, la doblé y la guardé en el cajón de la cocina para leerla en otro momento, o quizás nunca.

Después de comer me llevé a los niños al parque, aunque a ninguno de los tres nos apetecía demaiado ir, pasé casi todo el rato sentada en un banco mirando con envidia a aquellas familias, que reían y jugaban con sus hijos. Entonces comenzé a llorar, tan suavemente que era casí inaudible, mis ojos derramaban lágrimas tan negras como la tinta, a causa del rimel. Lágrimas que no tardé en secar con el pañuelo que Harry me había entregado hace un par de noches.

Nuevamente se hizo de noche, tras acostar a Cory y a Chris, me dirigí a mi habitación, la cama seguía sin hacer, me metí en ella tratando de ocupar el menor espacio posible. El principio del fin de mi vida, dije entre susurros antes de quedarme completamente dormida.

Notas de la autora- Este capitulo ha sido un poco corto, sin embargo espero que os haya gustado y que me deis vuestra opinión, es la primera vez que escribo un fic de Harry Potter, así que no seaís demasiado crueles. Besos.