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La ruptura con Bankotsu había sido dura y dolorosa, probablemente la peor que había pasado en sus veintisiete años de vida, por eso le había costado tanto intentar salir de ella, ocho meses después. Y no lo extrañaba porque fuera la mejor persona, es que lo quería, bueno, lo había querido mucho, pero él había sido un maldito estúpido hijo de puta infiel, no tenía como más describirlo y en la cama… en la cama era bueno, pero…
¿Era tan bueno como InuYasha, que no necesitaba ni siquiera una cama para hacerle retorcer todo el cuerpo como si fuera una vil serpiente en pleno apareamiento?
Intentó frenar los gemidos roncos, pero estos escapaban por su garganta cada vez que la lengua de su amante pasaba por el cuello mientras coordinaba el movimiento de sus dedos ágiles, que, sí, por fin había logrado que estuvieran adentro. Apretó las piernas ante la nueva descarga que el masaje en su campanita le provocó y el gimoteo se escuchó casi lastimero.
—Shhh, tranquila, Kagome —y el susurro no ayudó, más bien, la condenó—. Mírate —le ordenó, con ese tono autoritario que había usado desde que todo había comenzado, pero que ella obedecía porque le salía de los ovarios y porque le excitaba como sus caricias mismas.
Ella hizo caso, pues ahora veía a través del espejo cómo sacaba las manos de entre sus piernas para atrapar sus pechos desnudos, humedeciendo la piel con sus propios fluidos y devorando parte de su espalda. Abrió la boca para intentar tomar aire cuando la primera embestida —aún con ropa—, la invadió. Sintió que InuYasha dio un par de pasos hacia atrás para expandir su campo de visión y ahí, le alzó la falda, revelando también su intimidad, hinchada y latente. El sonrojo que la invadió fue tal, que cerró los ojos con fuerza, no tolerando lo que veía en el espejo.
—I-InuYasha, no-
—Es gracioso —sonrió, deleitándose con el reflejo, haciendo que el morbo creciera todavía más y abriéndose paso con los dedos por entre los pliegues abultados por sus caricias—, cómo tú no quieres verlo, mientras yo… —se atragantó con su propio placer cuando ella volvió a apresar su muñeca con las piernas, que ahora temblaban por el primer muy seguro orgasmo que le llegaría.
—Siento que… —ahora apretó los párpados por la presión, porque la yema del dedo índice de InuYasha se frotaba contra su botón sin parar y cada vez parecía más rápida, provocándole una explosión de latidos que estaban amenazando con ahogarla.
Sumado a esto, los roces de su todavía muy rígida entrepierna, se habían unido a la danza, mientras los gimoteos de Kagome aumentaban como su placer e InuYasha se enloquecía mirando, aunque de vez en cuando, la sensación le ganaba al cuerpo y tenía que estirar el cuello y cerrar los ojos para dejar ir sus propios gemidos. Solo hizo falta que accediera al beso que ella buscó desde su posición, girando la cabeza lo más posible para encontrarlo detrás y devorarle los labios. El mimo terminó cuando la azabache clamó piedad por su cuerpo que se deshizo en la cúspide de su placer.
—Dios, Dios… —susurró, extasiada y queriendo desvanecerse por la sensación tan plena que la estaba invadiendo.
—Te perdiste el espectáculo —la giró para tenerla por fin de frente a él y volvió a acercarse al filo del mesón para que ella se recargue ahí.
—Ah, no, el espectáculo es esto, créeme —sonrió ella, teniéndose con los codos cerca del lavabo y echándose ligeramente hacia atrás. Suspiró hondo, mordiéndose los labios por las cosquillas que quedaban todavía en su centro y la sensación de espasmos en el vientre. Quería más de eso, quería provocárselos a él también.
InuYasha la veía desde su ángulo y se satisfizo con lo que apreciaba: el pecho completamente descubierto y apetitoso, marcado por sus dedos, en partes rojizo por los estrujones, pero lucían cómodos; ella se veía tan libre… Lo que le gustaba más de que sus parejas sexuales llegaran al orgasmo era verlos sentirse tan plenos y también desear más de él, que en su mirada exista un indicio de hacerlo de nuevo, que el ciclo se repitiera y él también volver a vivirlo todo otra vez. Cuando ella se enderezó, lo miró sedienta, con fuego puro ardiendo en sus ojos chocolates y aprisionó con delicadeza su ya muy animada erección; las palabras de Kagura entonces parecían cobrar sentido.
»—Necesito más… —le susurró al oído y lo atrajo del cinturón, lista para desatarlo.
Kagome le había dicho que no se movería de la barra, pero, al parecer, aquello había sido mentira, porque cuando regresó, no había nadie que él conociera en ese lugar. El bartender lo saludó con un gesto de la cabeza y él le respondió igual, con miedo de preguntarle si había visto a la azabache. Mejor que no. Miró para todos lados mientras casi terminaba el acto del artista en el escenario y notó que, en la entrada del bar, estaba Kagura, apenas arribando y perdiéndose de vista con un chico que tomó otro rumbo como si no la conociera. No pasó demasiado para que se encontraran nuevamente cerca de la barra.
—¿Te diviertes, Kagura? —Llegó hasta ella, con un tono suspicaz.
La aludida le hizo una señal de espera con la mano mientras se alzaba la copita y volvía a estar disponible para entablar conversación, con un suspiro.
—Si me has visto entrar con el rubio ese —señaló hacia la entrada del bar, sentándose en el taburete—, pues he tenido mejores noches —se encogió de hombros, ante la mirada confundida de su amigo—, pero al menos ya no me palpita tanto la-
—¡¿En dónde está Kagome?! —Le inquirió casi asustado, frenando el comentario. Parecía que él podría soltar cualquier cosa, pero no le apetecía escuchar a su amiga siendo tan explícita justo cuando él estaba vuelto loco por no saber en dónde estaba Kagome—. No seas tan especifica —le reprendió y ella puso los ojos en blanco—, que ahora estoy muerto de pánico por no saber de ella… —hizo memoria de lo que Susaku había dicho antes en los camerinos y achicó los ojos— y cómo es eso de que se estaban besando.
Toriyama no pudo evitar sonreír, recordando los momentos previos. Maldita fuera Kagome, qué buena estaba y qué bien besaba.
—¿Quieres la verdad? —Puso cara seria cuando vio que la expresión de Jakotsu lo pedía a gritos.
—¡Sí! —Movió las manos en señal de desesperación.
—Primero, sus besos me dejaron así —se señaló fugazmente la figura con una mano—, por eso me viste con ese niñato.
—¿Qué carajo…? —Negó, sin entender de lo que estaba hablando. Era Kagome, o sea, ¡Kagome! ¿Tan ebria estaba para hacer eso? ¿En qué momento había bebido tanto? Era su culpa, seguro que lo era.
—Y, segundo —prosiguió, como si nada—, yo creo que ahora mismo está de rodillas frente al miembro de InuYasha.
—Kagome… —el llamado de atención vino cuando se colocó muy cómodamente frente a él y sonrió, lasciva.
—Vaya, todo esto provoqué —rio, orgullosa, tocando con su dedo índice la punta, notando la humedad y la hinchazón, el color rojizo—. Tranquilo —lo miró desde abajo —, solo que desde que te vi, quería que me pusieras de rodillas —le explicó, con la mirada brillante.
Eso le arrancó una sonrisa al ambarino, que no dudó en humedecerse la boca ante el comentario, recordando que él lo había pensado también. Ambos sabían que la boca de Kagome no lo tocaría, específicamente porque ambos eran desconocidos con vidas sexuales probablemente muy activas, que desconocían el estado del otro, así que, para eso, se habían inventado las caricias y los preservativos.
Sin decir más, tomó las manos de su compañera y las guio despacio por su virilidad, recorriendo la extensión a su gusto, autocomplaciéndose, justo como le apetecía, a su ritmo, con la fuerza que quería. Cuando ella tomó las riendas, él le agarró el cabello en una coleta que mantuvo con la derecha. Kagome abrió la boca cuando notó que los estragos en su intimidad habían vuelto, que las palpitaciones se hacían presentes no solo en su corazón y que eran rápidas, se hacían notar. La humedad propia de la excitación de InuYasha hacía que la tarea resbalara con simpleza y eso la hizo sonreír.
»—Diría que ese muchacho…
—Yoi —le aclaró él, con la voz ligeramente entrecortada.
Ella volvió a verlo hacia arriba, sin quitar la expresión complacida y sonreída.
—Yoi —continuó, corregida y haciendo un movimiento rectificador de cabeza—, hizo un buen trabajo, pero la verdad es que sé que lo he hecho yo —le devolvió su comentario inicial sobre Kagura, a propósito, pero qué bien que se sentía.
¿En serio? ¿Realmente acababa de decir eso? ¿Más egocéntrica que él que todavía le quedaba humildad para darle créditos a Toriyama sin que los tenga tanto realmente? Taishō la vio incrédulo, sin poder creer que fuera real. Si es que eso era posible, su miembro dio un tirón, uno muy doloroso. Le soltó el cabello y se estiró para tomar el preservativo que yacía junto al corsé azul de ella y lo abrió para extendérselo.
—Ponlo y deja de parlotear —le dijo en tono plano, todavía medio incrédulo.
Lo peor no era que hubiera dicho eso, sino que su cuerpo hubiera reaccionado de forma positiva. Sintió los dedos finos recorrer su extensión, corriendo el látex hasta la base y juró que el tacto ardía, ardía más que al principio y eso lo hizo respirar con dificultad. Higurashi se puso de pie entonces, dedicándole otra mirada pícara para después darse la vuelta y quedar de nuevo frente al espejo, ofreciéndole su retaguardia como entrada.
Se tomó de las sienes, tratando de entender lo que su compañera le estaba contando.
—¿Cómo pasó esto? —No iba a negar que se sentía culpable y eso era peor. ¡La había dejado sola! Sabía que tenía que quedarse con ella. No conocía bien a InuYasha, no estaba seguro de si se había aprovechado de Kagome para llevarla a un lugar solitario—. ¡¿Cuándo?!
—Ahora que lo dices… —se tocó el mentón, recordando algo con esas preguntas—. ¿No habías mencionado que estaba llorando por su ex? —Claro, así era. Le sorprendió la manera tan rápida en la que se le pasó todo el berrinche y fue con InuYasha.
—¡Mañana hace ocho meses exactos que rompieron! —El grito de Jak la sacó de sus reflexiones, haciéndola preguntarse con más ardor cosas acerca de los sentimientos de la azabache. Sonrió, burlona.
—Bueno, pues… —miró al joven, haciendo un movimiento de cabeza que indicaba que no había marcha atrás—, yo creo que es a ella a quien van a romper esta noche.
A falta de sábanas, Kagome rasgó el mármol con sus uñas al tiempo que los sonidos propios del placer se dejaban ir por su boca. Su cuerpo hacía fricción sobre el mesón, siendo objeto de violentas embestidas que ella misma había pedido casi a gritos. Entre su nebulosa, sonrió lujuriosa por la forma en la que sus fantasías estaban haciéndose realidad, la adrenalina, el hombre con el que estaba, en la forma en la que tomaba su cuerpo… Era mejor que cualquier película para adultos que hubiera visto y hubiera deseado replicar.
Se dejó hacer cuando las manos masculinas tomaron control de ella, una aferrada por su cintura y la otra por su cabello, obligándola a enderezarse mientras las exhalaciones de InuYasha se hacían más sonoras en su oído. Piel contra piel chocaban incesantes, creando esa maravillosa melodía propia del sexo que tanto InuYasha disfrutaba. Su pelvis ahora se movía más lento, pero las embestidas seguían siendo profundas y llenas de brío, Kagome las disfrutaba.
—Vamos, InuYasha… —sus caderas solo obedecían al ritmo que su amante marcaba y pasaba de ser un electrizante vaivén salvaje a un mar en calma, con olas tranquilas.
Ese era el momento de Taishō, sin duda, toda su anatomía sentía un gusto indescriptible cada vez. El cuerpo femenino siempre era suave y confortable, tenía sus diferencias con el de los chicos, y, en especial, Kagome era una mujer muy cálida y definitivamente apetecible. Era deseable con solo mirar, hacía comentarios que lo descolocaban y sus miradas, por todo lo que era sagrado, su mirada era una invitación a follar, a hacer lo que ella quisiera. ¿Realmente ese momento era solo lo que él quería? O es que, ¿había estado complaciendo la mayoría de sus deseos porque eso lo había excitado desde que no cedió ante su juego? Como fuera, a ese tiempo, ya había aceptado que ambos se estaban follando.
Paró un segundo y ahora, tomándola por los hombros, volvió a tenerla frente a él. Mientras la alzaba al lavabo, jamás despegó el ámbar del chocolate, que ahora se veía perdido por las sensaciones. Las piernas femeninas lo apresaron y volvió a clavarse hasta el fondo, se hundió en su cuello, lo besó incansable, adicto a esa espiral de movimientos y a cómo se retorcía cada vez que se hacía dueño de esa zona tan sensible para ella; no le soltó el cabello, mordisqueó los pechos con ansias y luego, apretó los glúteos por debajo de la falda, marcando el ritmo de las caderas.
La mano derecha de Kagome sonó contra el lavabo sirviéndole de apoyo cuando simplemente tenerse de la nuca de su amante ya no fue suficiente. Ahora sus senos subían y bajaban frenéticos y tuvo que agarrarlos con su extremidad libre para que no fuera tan estrepitoso. Nuevamente, sus piernas fueron testigos de temblores cuando en un momento, las embestidas pararon para dar paso a un último estímulo que iba a llevarla a límite.
Otra vez.
—Vamos, Kagome, una vez más… —casi le gruñó contra el oído, atrapándola de nueva cuenta—. Que dos me parecen muy pocas —volvió a sonreír, encargándose de hacer que ese botón volviera a hacerla temblar de gozo.
—Oh, por favor… —se aferró de los hombros, ahora casi saltando sobre la experta mano masculina. La espera se hacía eterna, pero el incontrolable tiritar de sus muslos solo hacía que ella no pudiera hacer nada más que dejarse llevar—. ¿P-poco? ¡Ah!
Pero ahí estaba ella, completamente a la merced del hombre más jodidamente guapo de todo el bar, de todos los que había visto, con una energía humana y sexual que no había conocido antes. Cada gota de sudor, cada gemido y cada latido del corazón que quiso explotarle en la cabeza cuando él también explotó dentro, de cómo apretó nuevamente sus glúteos, de lo húmedo que se sentía su centro y cómo se escuchaban sus respiraciones rápidas y agotadas cuando todo finalmente acabó, era como perderse entre fantasía y realidad, era notar que ahora su sensibilidad estaba exacerbada y que se sentía satisfecha. Miró para el techo y la luz le dio en los ojos, así que se obligó a cerrarlos mientras dejaba ir una sonrisa.
Después de unos segundos en los que la sensación pudo dejar que él se moviera, salió de ella despacio, sintiendo las carnes cerrarse después de él, dejándoles un recuerdo. Su pantalón y ropa interior todavía estaban arriba y su torso desnudo, húmedo por todo el sudor, le hizo darse cuenta de que ambos tenían casi la misma cantidad de ropa. El gusto de siempre era el mismo, pero pocas veces era tan dulce. Quizás era porque había batallado más en conseguirlo que otras ocasiones, como cuando consigues algo con esfuerzo. Alzó la vista para verla y ahora ella también estaba viéndolo, con una expresión de satisfacción que no tuvo precio. Ambos sonrieron, casi cómplices.
—Entonces, ¿te animas ahora a usar el baño? —Le dijo en tono sardónico, evidentemente burlón.
Ella asintió, dándole la mano para que le ayude a bajarse.
—Ahora sí —se cubrió los pechos muy hipócritamente, considerando el contexto anterior.
Los movimientos de Hitomiko y su presencia asesina en el escenario tenían a todos hipnotizados y alabando el gran trabajo de la artista, que se notaba que lo hacía con entrega y cariño, porque le gustaba. A unos metros, Kagura y Jakotsu la aplaudían, aunque este último ligeramente desconcentrado por estar pensando en el paradero de la mujer que era como su hermana. Aunque Toriyama le había dicho que ella estaba perfectamente bien, quería escucharlo de la boca de la afectada.
—Qué gran acto —admiró la pelinegra, alzando una mano para hacerse notar ante la intérprete, quien le sonrió.
—Sí, sí… —él sonrió igual, dándole la razón y aplaudiendo también.
Pero Kagura había notado el semblante todavía disperso del chico, así que suspiró, cansada y poniendo los ojos en blanco—. ¿Qué pasa?
Quizás nadie lo entendía, pero era él quien había visto los momentos más vulnerables de la azabache, que la conocía y que la adoraba como a familia y que la había llevado allá con la promesa de hacerla pasar un buen rato para superar la herida de Bankotsu, no a dejarle por ahí a su suerte, es que no podía superarlo.
—¿Crees que Kagome la esté pasando bien? —Preguntó, nervioso, mordiéndose apenas los labios.
La risotada que soltó su compañera llamó la atención de algunas personas a su alrededor, quienes los miraron extrañados por un momento.
—¡Ay, por favor!
Los dedos de InuYasha, ahora limpios, claro, pasaron los cordones de seda de un lado a otro, sin poder despegar la vista de lo que hacía. Se tomó el tiempo para hacer lo que la azabache le había pedido por favor mientras ella veía al espejo, con una mano sosteniendo su cabello para que no cayera por su espalda y dificultara el trabajo de su compañero. No pudo evitar recobrar ciertos recuerdos recientes que la hicieron respirar hondo.
—¿Por qué demoras tanto? —Le inquirió con voz suave, sinceramente interesada—. ¿Nunca antes habías puesto un corsé?
El soltó una risita de suficiencia. ¿Tenía cara de ser inexperto?
—Probablemente, he puesto y sacado más de estas mierdas que tú en toda tu vida —prosiguió con su tarea, sin dejar la expresión. Ella puso los ojos en blanco, también sonriendo. Era presumido con ganas—. Es solo que aprecio la vista —se atrevió a decir, volviendo a recorrer la espalda con sus ojos, con las pupilas bailando. Le quedaba realmente bien, era una prenda que la hacía ver…
—¿Sexy? —Soltó las hebras azabaches y las tiró hacia atrás—. ¿Crees que me queda sexy este corsé? —Giró para tenerlo de frente y retarlo. El abría los brazos para que la camisa pase por sus extremidades y vestirse también. Estiró las manos cuando él comenzó a abotonarse para ayudarlo.
—Lo has dicho tú, no yo —alzó una ceja. El tacto de esa mujer era delicado incluso para hacer cosas tan tontas como abotonar una camisa. Se dejó hacer sin perderla un momento de su visión.
Al término de la acción, la joven sonrió, esta vez, más complacida y agradecida.
—Gracias, InuYasha —le dijo sinceramente, suspirando hondo y cruzando los brazos.
Mientras él se acomodaba la ropa, hizo un gesto de confusión—. ¿Por qué agradeces? —Se vio al espejo para comprobar detalles mientras esperaba una respuesta.
Kagome abrió la boca para decirle algo, dispuesta a soltar todo lo que tenía dentro sobre su ex pareja, pero se arrepintió al instante. Negó.
—Nada, solo quería pasar una buena noche y tú me la diste —terminó por decir, más satisfecha con su propia respuesta.
Él asintió, aceptando el halago. Se encogió de hombros antes de soltar lo que le pareció lo más increíble que había dicho desde su primera relación seria.
—Bueno, parece que ambos debemos agradecernos, entonces.
Salió nuevamente a la multitud y otra nueva presentación encendía al público. La sonrisa tonta no se le quitaba por más que había luchado por ponerse seria y a pesar de la mentira que él le había dicho. Se dirigió nuevamente a la barra en donde todo había comenzado, pero fue detenida antes de llegar.
—¡Kagome! —La voz de su mejor amigo, que la veía como si algo malo le hubiera pasado, llamó su atención. El joven la abrazó de inmediato, como comprobando que estuviera en una pieza—. ¿Estás bien? ¿Ese salvaje de InuYasha no te hizo nada?
A medida que las preguntas surgían, el rostro de Higurashi iba poniéndose más y más rojo, sin poderlo evitar. ¡Jakotsu ya lo sabía! Eso seguramente era obra de Kagura… Maldita fueran las circunstancias.
—¿P-por qué habría de no estar bien? —Inquirió, nerviosa, con las manos del chico todavía teniéndola por los hombros.
—¡¿No te lo han dicho?! Ese hombre es un salvaje dios del sexo —miró hacia arriba, reparando en que era endemoniadamente sexy—. Tiene fama de dejar a hombres y mujeres en silla de ruedas.
Kagome agachó la cara al instante, poniendo los ojos saltones. No supo si quiso llorar o reír por el comentario. Bueno, seguramente que en la mañana tendría un dolor de caderas y presión en los muslos monumental, pero todavía seguía con el cuerpo caliente, como si acabara de hacer mucho ejercicio, ¡sin embargo, eso no significaba que hubiera sido todo tan salvaje! Quizás un poco, pero no tanto. ¿Se trataría de la razón por la que él le había dicho que también le daba las gracias? ¿Cómo? Se mordió los labios, confundida. No parecía ser un hombre que solo se preocupara por su placer.
»—¡K! —Volvió a llamarla, alterado.
—¡¿Qué pasa?!
—Quiero que me cuentes cómo es eso de que besaste a Kagura y terminaste en el baño con el dueño de este bar —exigió saber, con determinación.
Kagome suspiró profundamente, cansada. El viaje de vuelta a casa sería muy largo esa noche.
Rainbow House | Fanfic de InuYasha.
Pues, no sé, sinceramente que no tengo idea de qué será de mí después de esta actualización; puede que arme una historia larga, pero posiblemente sea después de escribir "Rasgo Femenino" y de terminar "Raíz Cuadrada", por lo que falta un tiempo, sin embargo, puede que vaya armando la historia, ya tengo algunas cosas planeadas que fui dejando esparcidas por estos capítulos, por si se presenta la oportunidad de hacer un long fic.
10/11/2022
Hola, mis reinas. La verdad es que tomé la decisión de seguir con el fic en algún momento, ya que tengo interesantes ideas pensadas para este cliché. Agradezco infinitamente su apoyo, han estado ahí en cada actualización, son unos soles.
Geanery Sandoval Castaneda: ¡Siempre me emociona leer tus comentarios, hermosa! Parece que disfrutas lo que escribo y si es así, créeme que es una alegría y honor para mí. Gracias por estar en cada actualización, por siempre animarte a leer mis locuras, eres una preciosa.
MegoKa: ¡Ya créese una cuenta, jovena hahahh! Ay, qué emoción por fin poder hacerte una notita mas personal. Eres una gran lectora, me encantan tus reviews, siempre aprecias muchos detalles y eso me encanta. Millones de gracias por seguir algunas de mis historias, de verdad es un honor para mí. Cuídate y recuerda que tus comentarios siempre son bienvenidos y me emocionan —y seguro que a todos a quienes leen también—.
Marlenis Samudio: Mi Marle bella, te quiero mucho, eres una linda, tu apoyo incondicional y tus bellos reviews siempre me alegran el día. Gracias por seguir cada cosa InuKag que hago y por siempre ser sincera con tus opiniones. Espero volver a WhatsApp pronto. Te mando un beso y espero que esté todo bien.
Rodriguez Fuentes: ¡Aaaaaah, tú siempre tan preciosa conmigo, eres una reina! Me encantan tus comentarios, siempre apreciando todo. Amo que, aunque el fic sea raro, te animaste a leerlo, qué hermosa. Y, por cierto, captaste perfectamente la esencia y objetivo del fic; no importa si quienes están al lado de InuYasha y Kagome son personas de sus mismos sexos, todo lo demás sobra porque necesitamos concentrarnos en el reto de miradas y cómo Kagome lo seduce con su baile y todo. Te mando un beso, siempre es un honor que me leas.
Por lo demás, nos seguimos leyendo por mi página y en las demás actualizaciones.
Mil gracias, nuevamente.
