Cicactrices

Autora: Meiko Akiyama

Capítulo 2: "San Mungo. Cuarto Piso"

Era un lugar frío, muy frío. Lucía bastante parecido a la Casa de los Gritos, con la diferencia que este sitio sí le producía bastante terror. El piso y las paredes eran todas de madera, cada paso suyo producía un rechinar bastante desagradable.

No estaba segura cómo había llegado allí, ni mucho menos qué era ese lugar. Lo único seguro es que tiene un presentimiento, que debe permanecer allí por lo menos un tiempo más. Camina sin rumbo por aquel lugar, está hecho un completo desastre. En una pared a su izquierda, hay una parte considerablemente quemada, se pregunto qué pudo haber ocurrido. ¿Algún incendio?

Observa, varios metros delante, una enorme escalera. También es de madera y tiene el mismo aspecto deteriorado que el resto del lugar. Sin embargo, algo la impulsa a colocar un pie en el primer escalón. El rechinar es tal que casi parece el grito de algún animal diabólico.  Al alzar la mirada, comprobó que sólo eran unos diez escalones y se animó a seguir.

La planta alta no era muy diferente de la anterior. Sólo que estaba aún más deteriorada y llena de telarañas. Pero ésta vez, había un montón de cosas escritas en las paredes con una tinta roja. Intenso color rojo… rojo sangre. Enseguida le llamaron la atención, sobre todo por los mensajes que se leían, todos contenían la misma palabra: CULPABLE.

Se preguntaba qué podrían estar haciendo ese tipo de mensajes en ese lugar tan apartado y desolado. Se acercó hacia una de las letras y le paso un dedo por encima. Quedó totalmente manchada, la pintura aún era fresca.

Un ruido la distrajo de aquellos mensajes en la pared, afinó la vista para ver de qué se trataba. Al parecer algo o alguien estaba allí también. Otra en su lugar, habría tenido miedo, pero ella tenía ese presentimiento que en ese lugar no hay nada que pueda dañarla. Caminó lentamente, haciéndose paso entre las enormes y pegajosas telarañas que reinaban en aquel sitio.

Pudo vislumbrar algo en las esquinas. Al principio pensó que era una especie de bulto, pero cuando se movió un poco comprobó que se trataba de ¿una persona? Se asombró mucho al llegar a esta conclusión. ¿Quién estaría en un lugar como éste? Por lo poco que podía distinguir desde su posición, parecía un chico.

Estaba hecho un ovillo, sus ropas estaban sucias y desgastadas, como si las llevara usando durante años, llenas de agujeros y rasgadas. Sea quien fuera, parecía no importarle demasiado su aspecto personal. Su cabeza estaba apoyada en las rodillas, era imposible ver su rostro. Temblaba, pero al parecer no por el frío, sino de dolor y agonía. Cuando se acercó un poco más, pudo escuchar con claridad sollozos, era obvio que aquella persona estaba llorando. Su corazón se invadió de tristeza, no sabía por qué, pero deseaba poder consolarle. No le gusta ver a la gente sufrir, siente que muy pocos realmente lo merecen. Aquella persona susurraba algo, pero tan bajito que para ella era imposible entenderle bien. Hermione permaneció contemplando al desconocido por varios minutos, en silencio.

Entonces, por alguna razón, él alzó la mirada. Hermione contuvo un grito desesperado, porque ella conocía muy bien el par de ojos esmeraldas que la miraban fijamente. Claro, la última vez que los vio, tenían un brillo de vida.

-¿Harry?- alcanzó a decir, paralizada del asombro.

-Yo, nunca quise, lo juro…-

-¡Londres, señores! ¡Si es su destino, por favor, bajen del tren!- abrió los ojos, exaltada. Las manos le sudaban y su respiración era bastante agitada. Le tomó varios minutos reincorporarse, y otros más para entender que aquello presenciado no ha sido más que…  ¿Un sueño? ¿Sólo un sueño?

"Parecía tan… real…"

oOoOoOo

El viaje a San Mungo se le volvió algo prácticamente cotidiano después de la guerra, era muy común que fuera allí a visitar a Ginny y Luna. Iba casi a diario, hasta que finalmente el dolor y la desesperación de ver a sus amigas en ese estado tan deplorable, pudo más que su fuerza de voluntad.

San Mungo fue remodelado, como casi todo después de la batalla. Tuvieron que hacer más salas, más cuartos especiales y demandar muchísimo más personal. En los primeros meses, diversos sanadores extranjeros pasaron una temporada en Inglaterra, con el propósito de ayudar a nivelar la exigencia del hospital. En sus dos primeros años en Hogwarts, la carrera más solicitada era aquella.

La recepción no estaba tan atiborrada, quizás porque era un día laborable. No tuvo que hacer demasiada cola. Una bruja anciana, con el rostro bastante arrugado, pero afable, fue quien la atendió.

-Vengo a visitar a Ginny Weasley…- sonrió Hermione a la anciana recepcionista, quien enseguida empezó a buscar en sus registros.

-Cuarta planta- le indicó la recepcionista.

-También… he venido a ver a Luna Lovegood- entonces, el rostro de la recepcionista cambió a uno más sombrío. El estado de Luna era más delicado, requería de cuidados más especiales y no siempre que tenía podía verla- ¿puede ella recibir visitas?-

-No ha sido su mejor semana- contestó otra recepcionista, más joven, de cabellos cortos y rubios, nariz perfilada y mirada preocupada-… es uno de los casos que más se comentan en el Hospital. Si quiere hablo con el sanador encargado de su caso y luego le aviso si puede verla-

-Está bien- asintió Hermione sin enfadarse, ya conocía muy bien los trámites del hospital. "Y luego se quejan que los muggles son burócratas" pensaba ella, mientras se dirigía hacia el cuarto piso.

La cuarta planta, la división de "Daños Provocados por Hechizos", era la que más cambios había sufrido en todo el hospital. Había requerido de bastantes ampliaciones y de construcciones de cuartos especializados para los pacientes más graves. Los mortífagos se dieron gusto aplicando Cruciatus hasta la locura, la cantidad de pacientes de aquella planta lo corroboraba.

El cuarto de Ginny era uno compartido con otro paciente, de apellido Abbott, un primo hermano de una de sus ex compañeras de colegio, Hannah Abbott. Ambas se veían con frecuencia en ese lugar.

El cuarto está dividido por una delgada pared, el espacio de Ginny está decorado como el de una niña pequeña. Está lleno de muñecas, lápices y plumas para colorear y varios muñecos de peluche que Hermione le trajo de las visitas a sus padres en el mundo muggle. La cama de Ginny está llena de almohadones, en donde ambas siempre se sentaban a conversar; Hermione solía pasarse horas cepillando los rojos cabellos de su amiga, mientras la escuchaba hablar sobre su mundo de fantasía.

Eran Fred y George quienes mantenían todo ese cuarto impecable. Luego de la guerra, la gente necesitaba aprender a reír de nuevo, y los Sortilegios Weasley eran la mejor manera de hacerlo. Su negocio prosperó con una rapidez que habría alarmado a Molly Weasley, de seguir viva. Ambos se turnaban para visitar a su hermana varias veces a la semana, jamás dejaban que ella se sintiera sola. Por lo menos, en su pequeño mundo, Ginny era feliz.

-¿Ginny?- la joven estaba mirando concentrada la ventana. Se volteó hacia Hermione y, como siempre, le llevó varios minutos reconocerla, pero luego amplió la sonrisa y fue corriendo a prenderse de ella.

-¡Hermione!- la pelirroja llevaba un largo vestido celeste, el cual no dudó en mostrarle enseguida a Hermione- ¡Me lo regaló Fred hace unos días! ¿No es precioso?-

-Sí, es muy lindo- asintió ella, sentándose al borde de la cama. Ginny entonces, pareció olvidar su presencia y se sentó en el suelo, tomando una pequeña muñeca entre sus brazos. La menor de los Weasley empezó a hablar con la muñeca, en lo que parecía ser un idioma inventado, porque Hermione por más que trató no pudo entenderle.

"Es imposible que recupere la cordura" fue lo único que les dijo el sanador asignado a su caso.  "Sin embargo, haremos lo posible para que pueda comunicarse con el mundo" y así lo habían logrado. Ahora que poseían recursos, Fred y George no escatimaban en costos para darle a su hermana la mejor calidad de vida.

Las pociones curativas habían hecho un buen efecto en Ginny, ella ahora podría ser feliz, a su peculiar manera.

-Hace mucho que Ron no me visita- Hermione sintió una punzada en el estómago al escuchar aquella frase, que sonaba tan inocente en voz de Ginny- ¿Cuándo lo hará?-

-Seguro que muy pronto- sonrió Hermione, aquella sonrisa tranquilizadora le salía ya casi por inercia- es que ha estado muy ocupado últimamente-

-¿Ya se casan?- Ginny acariciaba intensamente el cabello de su muñeca- él me lo dijo… que no aguantaba más para pedírtelo. Vas a aceptar ¿verdad que sí?-

A gatas, Ginny llegó hasta Hermione y abrazó sus piernas.

-Muero porque seas parte de mi familia, Hermione- rió divertida, mirando su muñeca- ¡Estoy cansada de ser la única mujer!-

-No creo que sea muy pronto, Ginny, porque tengo que irme- Ginny se volteó bruscamente, mirando fijamente a Hermione. Ya sabía ella que Ginny detestaba las despedidas, pero cree que debe ser sincera con su amiga.

-¡También tú vas a dejarme! ¡Ron ya no viene a jugar conmigo! ¡Papá y mamá siempre están de viaje! ¡Bill y Charlie ya no viven cerca! ¿También tú me dejarás?- tenues lágrimas empezaban a salir de los ojos de Ginny. Hermione sentía que su alma se desgarraba.

-Es que, tengo que hacerlo. Te prometo que cuando regrese, las cosas van a ser muy diferentes- dijo con firmeza y Ginny pareció creer en sus palabras porque dejó la muñeca a un lado y de un brinco quedó junto a Hermione.

-¿Regresarás pronto?- inquirió, con la vista fija en Hermione.

-No lo sé. Pero volveré, puedes estar segura- sonrió para transmitirle tranquilidad.

-¿Y adónde vas?- Ginny inclinó su cabeza hacia un lado, en actitud curiosa.

-A buscar a Harry…- susurró Hermione, alzando un poco su cabeza, hacia la enorme ventana que estaba frente a ella.

-¿Harry?... ¡Harry! ¡El niño que vivió!- Ginny soltó una risita divertida, dando un saltito en el colchón- ¡Él tampoco viene a verme! … ¿es que está muy lejos?

-Sí, muy lejos, y yo voy a buscarlo-

-¿Y por qué se fue lejos?- Ginny miró hacia el techo, como si éste tuviera las respuestas- ¿Lo mismo que Bill y Charlie?-

-No, lo de Harry es diferente- aseveró Hermione.

-¿Sí…? ¿Qué es…?-

-Es porque… está triste…- suspiró Hermione, volviendo a mirar hacia la ventana. Recordó el extraño sueño que tuvo camino a Londres. Sabe que es un simple sueño, pero refleja la enorme preocupación que tiene por su amigo. ¿Cómo estará Harry? Teme mucho encontrarlo en aquellas condiciones… o peores.

-Supuse que estaría aquí- a Hermione esa voz se le hacía bastante familiar. Se volteó para encontrarse con la recepcionista que minutos atrás le aseguró hablaría con el sanador de Luna.

-¡Hola!- saludó Ginny sonriente, era obvio que le encantaba tener visitas.

-Vine para decirle que el sanador ha autorizado su visita- le sonrió, mientras se acercaba hacia Ginny, sonriente- puede ir sin preocuparse, yo cuidaré de ella-

-¿Seguro? No quisiera…-

-Mi turno casi acaba y ya llegó quien me reemplazará. No es ningún problema-  Hermione le regaló una sonrisa como agradecimiento y despidiéndose momentáneamente de Ginny, se apresuró hacia el cuarto de Luna.  Agradeció a su suerte, porque también deseaba poder despedirse de Luna. Claro, a diferencia de Ginny, lo más probable es que Luna ni siquiera recordara quién era ella.

La mente de Luna estaba mucho más perdida que la de Ginny. Estaba muy trastornada, Hermione jamás perdonaría a Lucius Malfoy y su banda de mortífagos por el estado de Luna. Es por ello que desea que Draco siguiera sufriendo en Azkaban. No era su ideología desearle mal a alguien, ni siquiera a seres tan despreciables como los mortífagos, pero lo que más deseaba es que una estadía permanente en Azkaban les hiciera pagar sus culpas.

 -¿Hermione?- ella sonrió amablemente cuando el sanador la llamó por su nombre. Era un joven bastante fornido, rubio y de mirada seria. Habían asistido juntos al colegio, él fue miembro de la casa de Hufflepuff.

-Hola Zacharias- Hermione sonrió a Zacharias Smith. Sorprendentemente, el chico se había decidido converstirse en sanador, luego de presenciar cómo mataban a varios de sus amigos en la cruenta guerra que se libró cinco años atrás.

Él ha estado llevando el caso de Luna muy de cerca, informándole al Sr. Lovegood y Hermione cualquier tipo de novedad relacionada con ella.

-¿Cómo está ella?- preguntó Hermione, esperanzada que hubiera alguna mejoría. Sin embargo, sus esperanzas se desvanecieron al ver el sombrío rostro de Zacharias.

-En realidad, no hay ningún avance verdaderamente notable. Pero dejé que la vieras porque los últimos días ha estado muy estable.

Hermione contuvo la respiración cuando Zacharias le abrió paso por la enorme puerta de metal, la cual llevaba hasta el cuarto de su amiga. Aquellas cuatro paredes no diferían mucho a los que los muggles están acostumbrados a ver. Paredes acolchonadas, de color claro, que parecen crear un ambiente imperturbable para su residente.

Luna está allí, sentada en su cama, con las piernas cruzadas, mirando hacia la nada. Sus encuentros eran casi siempre iguales, eran muy contadas las ocasiones en que Luna le respondía o siquiera le prestaba algo de atención.

-Estaré en la entrada- después de aquella frase, Hermione escuchó la puerta cerrarse.

Dio un par de pasos, intentando que su amiga notara su presencia. Pero Luna parecía estar entretenida mirando algún punto fijo en la pared. Hermione suspiró, rascándose atrás de la nuca e inclinando un poco su cuello hacia atrás. Le dolía muchísimo ver a Luna en esas condiciones. Luna, tal vez demasiado excéntrica para los gustos de algunos, pero si hay algo que Hermione siempre agradeció eran las inyecciones de ánimo y esperanza que ella siempre les inculcaba.

-Luna- Hermione no se atrevió a sentarse al lado de su amiga. A veces Luna le parecía un frágil cristal, que con el más leve roce podría romperse.

No recibió respuesta, los ojos cristalinos de su amiga seguían perdidos en algún sitio del cual jamás podría escapar. Sus largos cabellos dorados estaban tan opacos como seguro estaría su alma.

-Luna…- con cuidado, extendió su mano hasta un mechón de cabello de su amiga. Ella ni siquiera se inmutó- voy a irme por un tiempo, no sé cuándo vuelva a verte. Sólo quería despedirme-

Sus palabras cayeron en oídos sordos, en teoría no lo estaban, pero los oídos de Luna parecían estar en un sitio muy lejos de allí. Entrelazó sus manos, la piel de luna estaba fría, a pesar que en aquella habitación no había enormes ventanas por donde transitara el aire. La piel de Luna seguía estando tan fría como aquella vez…

-¡¡Expelliarmus!!- aquel mortífago de baja estatura voló varios metros hacia atrás. Cayó sobre una débil pared que se desplomó con su peso y un montón de escombros le cayeron encima. Eso lo retendría por algunos momentos.

-¡Luna! ¡Ginny!-

Ron tomó a su pequeña hermanita en brazos, tembloroso y jadeante. Estaba de espaldas a Hermione, pero ella pudo escucharlo sollozar claramente. Murmuraba varias palabras desordenadas y maldecía a Lucius Malfoy y a su hijo.

Hermione reparó en Luna, quien no parecía inconsciente a diferencia de Ginny. Apoyó sus rodillas en el suelo y se inclinó hacia ella. Su cuerpo tiritaba de frío, pero su rostro no parecía reflejar incomodidad, a decir verdad, su rostro no reflejaba ningún tipo de sentimiento o sensación. La tomó por sus brazos, estaban muy fríos, e intentó por todos los medios que ella le mirara a los ojos, pero Luna parecía estar perdida en otro lugar.

-Luna… Luna…- sus ojos han perdido el brillo, tenía su rostro lleno de raspadas, sucio, sus ropas manchadas de sangre y su mirar tan ausente- ¡¡Luna!! ¡¡Luna!!-

-Luna…- desde ese día, la ha estado llamando, y ella jamás responde. Parece haber olvidado por completo quién es, limitándose a existir en medio de esas cuatro paredes. Sin hablar, sin reír, sin sentir. La joven que tiene frente a sí no se parece en nada a la dulce niña que corría por los pasillos de Hogwarts con la última edición de El Quisquilloso.

Era demasiado injusto que por un hombre con ansias de poder, ideas radicales sobre la limpieza de sangre y su horda de seguidores; muchas personas inocentes hayan perdido su brillo, justo como Luna. Era injusto y atroz.

"… es en los ojos de aquellas personas, en donde la historia nos recuerda por qué debemos prevenir en un futuro este tipo de acciones, por qué debemos aprender a aceptarnos unos a otros, y empezar a ver nuestras semejanzas, en vez de siempre empeñarnos en encontrarnos diferencias…"    

Aquellas palabras las pronunció Dumbledore en un discurso ofrecido en una cena ofrecida en el Ministerio de Magia, meses después que la guerra terminara. Las palabras del director jamás le parecieron tan sabias.

-¿Hermione?- la voz de Zacharias la sobresaltó, a pesar que lo dijera bastante bajito.

Se avergonzó al notar que unas cuantas lágrimas resbalaban por sus mejillas y al instante se apresuró a apartarlas de su rostro.

-No te preocupes- dijo él, dándole unas palmaditas en el hombro- yo sé que estas cosas afectan. Las veo todos los días-

Hermione simplemente sonrió. En un pequeño impulso, se inclinó para besar la fría frente de Luna. Nuevamente, su amiga apenas y se movió. Lanzó un suspiro de desaliento, rezaba porque la próxima vez que la viera estuviera algo mejor. Que por lo menos la mirara a los ojos, no pedía mucho.

-Hacemos todo cuanto está a nuestro alcance- le aseguró Zacharias cuando estuvieron fuera del cuarto-… pero tememos usar encantamientos curativos, podría ser contraproducente. Su mente está muy dañada y…-

-Yo sé que harás lo que creas conveniente- sonrió Hermione, a manera de agradecimiento- sé que jamás intentarías algo que pudiera dañar a Luna-

-Tus visitas le hacen bien. Es bueno que tenga contacto con alguien aparte del personal. Su padre no colabora, siempre está al pendiente de todo su tratamiento y todos los meses me envía una lechuza, preguntándome si ella necesita algo. Sin embargo, se rehúsa a verla. Aunque…- Zacharias miró por la ventanilla de la puerta, Hermione pudo notar un dejo de tristeza en su expresión-… no lo culpo-

-Hablaré con Fred y George para que la visiten también a ella. Estoy seguro que para ellos no será ningún problema- aseveró Hermione. Zacharias se volteó hasta ella, sin comprender sus palabras- es que voy a salir de viaje. Por tiempo indefinido-

-Oh…- Hermione no supo si ese suspiro era de desaliento o tristeza.

-Pero apenas regrese te prometo que lo primero que haré será venir a verla. No quiero dejarla desamparada, creo que ella sabe en lo más profundo de su ser, que no está sola-

-Sí, tal vez lo sepa-

Hermione aceleró su andar de regreso a la habitación de Ginny. Necesitaba agradecerle a aquella recepcionista la especial atención que le mostró. Pero cuál es su sorpresa al volver y en lugar de encontrarse con aquella amable joven, encontró un rostro conocido.

Hannah Abbott le sonreía acostada a un lado de la cama de Ginny, quien dormía plácidamente a su lado. Con cuidado de no despertar a la "bella durmiente", Hannah descendió del colchón y se acercó hasta Hermione, para darle un cálido abrazo.

-Se durmió hace unos pocos minutos- dijo refiriéndose a Ginny- insistía en que le leyera algún cuento, y a mitad de la historia y dormía como un angelito-

Hermione miró a Ginny, quien tenía la muñequita entre sus brazos. Sí, parece una niña pequeña. Algo se encogió dentro de sí al contemplar aquella escena.

-Es una grata sorpresa- prosiguió Hannah- cuando Ginny me dijo que estabas aquí pensé que no lo decía en serio. ¡Yo te hacía en Hogwarts, preparando tu informe anual! Como siempre te gusta tener todo impecable-

Sintió sonrosarse ante la risita divertida de Hannah. Sí, había aspectos de Hermione que jamás cambiarían y éste era uno de ellos. Ordenada hasta el final, siempre teniendo los pendientes a tiempo. Suspiró hondo, mirando a Hannah fijamente.

En Hogwarts siempre tuvieron un trato amable, especialmente durante su quinto curso, en las reuniones de la "ED". Sin embargo, lo que realmente las acercó han sido estas visitas a San Mungo. Los primeros meses solían quedarse a dormir allí ambas, y esas noches en vela cuidando a sus seres queridos las unió con un hilo invisible, pero muy poderoso.

-Lo que pasa es que… he renunciado- es por ello que no le importó contárselo.

Aunque no hubiera visto a la joven a la cara, Hermione sabía que iba a quedar con la boca entreabierta. Claro, nadie iba a esperar que precisamente ella renunciara a ese trabajo que le encajaba tan bien.

-No creas, me lo pensé muchísimo- le aseguró Hermione, aún bastante cohibida porque la cara de asombro de Hannah no se borraba.

-Pero…- Hannah respiró hondo, mirando a Hermione con los ojos muy abiertos- ¿Por qué?-

Hermione suspiró y condujo a Hannah hacia un banquito que estaba a pocos metros de cama de Ginny. Fred y George antes solían pasar la noche sentados allí, en silencio, simplemente velando el sueño de su hermana menor. Hermione invitó a Hannah a sentarse.

-Tengo algo que hacer. Algo muy importante-

-Claro, debe ser en verdad muy importante para que hayas dejado ese trabajo- comentó Hannah, aún no acababa de creérselo- ¿se puede saber qué es?-

-Tengo que- Hermione dejó salir una bocanada de aire y le sonrió a Hannah de manera nerviosa- tengo que buscar a Harry-

Hannah quedó en silencio, mirando a Hermione sin una expresión fija en el rostro. Hermione sabía que, de todas las personas, quizás Hannah era quien la comprendiera mejor. Ella varias veces ha puntualizado que deben conocer el paradero de Harry, no porque sea el "héroe" o el "salvador" del mundo mágico, sino simplemente porque la gente que le tiene afecto o aprecio debe hacérselo sentir.  

"Esté donde esté, no puede aislarse del mundo para siempre" le ha escuchado decir en varias ocasiones.

Es por ello que no le sorprendió ver cómo ella asentía lentamente, moviendo su cabeza de arriba hacia abajo.

-Me parece muy bien Hermione. Nadie mejor que tú- los labios de Hannah se arquearon en una sonrisa aprobatoria- sabes que tienes mi apoyo de sobre y de hecho yo hasta te acompañaba, pero no puedo descuidar a…- ella desvió su mirada hacia la pared que separaba la estancia de Ginny de la de su pariente.

-No te preocupes- sonrió Hermione- creo que podré con esto sola-

-¿Y tienes alguna pista de dónde pueda estar? ¿Algún sitio dónde empezar a buscar?- la pregunta de Hannah es la más lógica y, sin embargo, ella aún no está muy segura de cómo iniciar su búsqueda.

-Pues, creo que primero iré donde vivían sus tíos- se alentó a decir. Sí, no era una mala idea empezar por allí.

-Los muggles ¿no? Dudo mucho que Harry siga viviendo allí, digo si lo que quería era escapar…- Hannah suspiró, apoyándose en el umbral de la ventana. Muy pronto anochecería, las nubes aparecerían en tonalidades rojizas y un poco grisáceas.

-Lo sé, pero espero que ellos puedan darme algún sitio en donde pueda estar- pensó Hermione, mirando también el precioso atardecer. Había tanta paz en este preciso instante, que le pareció casi imposible que hubo una época en donde cada atardecer representaba una victoria, porque era un día más que habías sobrevivido y a la vez, un nuevo reto, porque sería una noche más en que debías ocultarte.

-¿Dónde planeas quedarte a dormir?- preguntó Hannah, curiosa.

-Creo que en Caldero Chorreante. No necesito demasiada comodidad- Hermione se encogió de hombros- después de todo, solamente será una noche-

-Si lo deseas, puedes pasar la noche en mi apartamento. Después de todo, esta noche no lo voy a ocupar. Pasaré una velada con Zach…- dijo Hannah, sonriendo nerviosamente, sonrojándose como una colegiala enamorada.

Hace apenas unos meses atrás, ella llegó sonriente y le enseñó un reluciente anillo de compromiso que llevaba en dedo anular. Zacharias y ella llevaban saliendo un tiempo considerable y finalmente él decidió pedirla en matrimonio. Se casarían a fin de año y Hermione fue una de las primeras en recibir la noticia y la invitación.

-Ve y busca a Harry, te doy permiso, pero no faltes a la boda- Hannah le hizo un guiño- por que eso no te lo perdono-

-No te preocupes, no planeo perderme la boda, por nada- sonrió Hermione.

Se despidió de Hannah con un cálido y abrazo, ella le hizo prometer que le mantendría informada de todos sus avances. Hermione asintió, después de todo, aún contaba con el pequeño y viejo Pigque siempre estaba dispuesto a seguir sus órdenes. Ella lo había conservado y cuidado muchísimo, en memoria de Ron. Con los años, la pequeña lechuza había mejorado sólo un poco en sus entregas y ya no se demoraba tanto. Sin embargo, a pesar que no era tan veloz como las demás, ella jamás utilizaría otra lechuza que no fuera Pig.

oOoOoOo

El apartamento de soltera de Hannah era bastante acogedor. Sus paredes estaban pintadas de un tenue tono rosa y todo allí parecía tener el indiscutible toque femenino. Nadie pondría en duda que allí vive una chica.

Pighabía estado extrañamente silencioso en su jaula, la cual colocó en una esquina un tanto oscura, para que la lechuza estuviera cómoda y pudiera dormir. Ella dejó su túnica sobre el enorme sofá de la sala, era como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Encendió un par de candelabros, era un ambiente más propicio para un par de enamorados que para una joven mujer soltera. Rió divertida al sorprenderse pensando en aquellas cosas. Como siempre ha sido en su vida, los amores están en un segundo plano.

Divisó un enorme espejo en mitad de la estancia y se acercó hasta allí. Observó detenidamente su reflejo, su aspecto físico no ha cambiado tanto a pesar de los años. Sus cabellos siguen siendo bastante rebeldes, es por ello que pocas veces se esfuerza por llevarlo recogido en un moño. Siempre los lleva al descuido, como un último recuerdo de sus tiempos de estudiante.

Le llamó especialmente la atención un pequeño mueble de madera que tenía en su parte superior un montón de fotos mágicas. La más grande de ellas era una en donde salía Hannah con tres de sus mejores amigos: Justin Finch-Fletchley, Ernie Macmillan y Susan Bones. Ernie hacía muecas a Hermione, sacando la lengua y uniendo sus pupilas incesantemente. Justin jalaba la siempre característica trenza de Susan, quien ponía una expresión de dolor e intentaba por todos los medios de pegarle a su amigo. Hannah, por su parte, intentaba separar a sus dos amigos, poniéndose en medio de ellos. Al final, todos reían abiertamente, como si fueran unos cómplices que acaban de cometer un robo.  

Hermione lanzó un suspiro de tristeza al pensar que, de los protagonistas de tan graciosa escena, tan sólo dos siguieran con vida. Susan murió intentando retener a la enorme serpiente de Voldemort, mientras que Ernie sucumbió en un duelo con Rabastan Lestrange.

Justin sobrevivió a las torturas de Lucius Malfoy, pero pasó varios meses en San Mungo, en sanación intensiva. Hannah también estuvo, pero menos tiempo que su amigo. Hacía bastante que no sabía de Justin, pero si hubiera malas noticias Hannah hubiera sido la primera en confiárselo.

De cuatro amigos, sólo dos sobreviven. "La guerra es así" suspiró, deteniendo su mirada y su corazón en otra foto.

"Es la foto de…" ni siquiera era capaz de terminar la frase en su cerebro.

Iniciando el sexto curso, los antiguos miembros de la disuelta "ED", resolvieron tomarse una foto. Recuerda que, para variar, las iniciadoras de aquello fueron Parvarti y Lavender. Aún no sabe cómo logró que la convencieran, pero a los pocos días ya habían convencido a la mayoría de los ex miembros. Lo primero que preguntó Hermione fue qué harían con aquellos que ya estaban fuera del colegio.

"Sencillo" sonrió Lavender, con esa sonrisa que decía 'lo tengo todo bajo control'.

"Les enviaremos cartas, para que asistan. La tomaremos el primer fin de semana que vayamos a Hogsmeade. Allí será fácil para todos ¿no crees Granger?"

"De acuerdo" aceptó ella, rindiéndose ante sus dos compañeras.

Todos asistieron ese fin de semana, y Hermione jamás volvió a dudar de la capacidad de convencimiento de Parvarti y Lavender.

Con las manos temblorosas, tomó la foto entre sus manos. Estaban todos allí, incluso Zacharias, recuerda que les tomó bastante convencerlo que asistiera. Ahora que lo recuerda, fue Hannah quien dijo en ese entonces, "no se preocupen, yo lo convenceré".

Estaban todos allí, incluso los gemelos Weasley, Lee, Angelina, Katie y Alicia. Supongo que todos deseaban esa foto, como un recuerdo de lo que alguna vez compartieron. Para poder decir que habían creado una sociedad secreta que combatía las absurdas ideas que en ese entonces tenía el Ministerio de Magia sobre la educación.  

En una esquina estaban los gemelos Weasley, en donde Fred pasaba su mano por el hombro de Angelina, quien luchaba por quitárselo de encima, con un gesto de fastidio. Sonrió al pensar que ahora ambos estaban casados. Alicia y Katie cuchicheaban mientras entre George y Lee se les lanzaban por detrás, segundos después eran ellas quienes se les iban a lanzar de vuelta. Dolía pensar que Lee y Katie ya no estaban entre ellos.

En la esquina de los Ravenclaws, como había bautizado Luna, se encontraba ella misma, con ese peculiar sombrero que siempre se empeñaba en llevar para ocasiones especiales. Aún no puede creer que esa preciosa niña, de aspecto despistado y risueño, el pasado de la joven que fue a visitar horas atrás. Anthony Goldstein miraba con horror el enorme sombrero de su compañera, mientras Michael Corner y Terry Boot miraban algún punto fijo en el cielo, mientras hablaban despreocupadamente. Michael había tratado de salvar a Ginny por todos los medios, dando su vida a cambio. Hermione siempre pensó que él estaba profundamente enamorado de su amiga, sólo que no fue lo suficientemente valiente como para recuperarla. En cuanto a Cho y Marietta, no recibieron invitación y está segura que fue lo mejor. Después de todo, nadie iba a perdonarle a Marietta que los hubiera delatado, ni tampoco que Cho siguiera apoyándola ciegamente.

Debajo del grupo de Ravenclaw, estaban los pertenecientes a Hufflepuff. Allí estaba Justin nuevamente jalando las trenzas de Susan, al parecer éste era un hobbie del chico, pues tenía una mirada bastante divertida. Susan lo amenazaba con su varita mientras él lanzaba una carcajada. Ernie daba de saltitos, recordaba que ese día no esperaba que terminara esa dichosa foto para irse corriendo a Honeydukes. Padma Patil tenía una pose que semejaba más a las modelos de las revistas muggles. Hannah por su parte miraba a sus amigos de reojo, como si fuera a temer que Susan le echara un maleficio a Justin y estaba tímidamente junto a Zacharias, quien estaba bastante serio, como era costumbre. Sí, desde ese entonces ella lo quería, aquella fotografía lo dejaba ver.

Y finalmente, en la esquina superior derecha, estaba el grupo Gryffindor. Allí estaban Parvarti y Lavender, quienes hacían una infinidad de poses, como probando cuál era su mejor ángulo. Ellas dos habían sobrevivido a la guerra, Lavender ha terminado siendo profesora en Hogwarts y Parvarti abrió una tienda de artículos mágicos de belleza en Diagon Alley. Neville sonreía tímidamente, para luego resbalarse y caer en el suelo; se ponía en pie rápidamente y hacía gestos como diciendo que estaba bien. Dean intentaba ayudar a Neville a ponerse en pie, Hermione sintió su corazón encogerse porque recordó el momento en que encontró sin vida el cuerpo de Dean, en las mazmorras del colegio. Más abajo estaba Ginny, volteando su mirada hacia Luna, quien le hacía gestos y señas para llamar su atención.

Y allí estaba el trío. Ron pasaba sus brazos sobre los hombros de ella y Harry, uno a cada lado del pelirrojo. Justo en ese momento, sin querer, Ron hace un pequeño movimiento con su mano y golpeaba su oreja. Ella le propinaba un fuerte golpe en el pecho a Ron, provocando que éste cayera de bruces en el suelo. Ella empezaba a mover los brazos de forma violenta y Ron la miraba calladito e inmóvil. Harry, por su parte, hacía una mueca de cansancio y miraba hacia el cielo, como diciendo "Ya vamos otra vez…"

Se detuvo en Harry. Sus ojos esmeraldas ya no brillaban tanto, desde la muerte de Sirius siempre estuvieron tristes. Pero estaba allí, sonriente e intentando separarlos, poniéndose en medio de ambos e intentando controlar la ira de Hermione hacia Ron. Ella se descuidó de Harry e intentaba tomar a Ron por su corbatín. Harry simplemente los veía, alborotándose los cabellos y contiendo una sonrisa.

"Tengo miedo, Harry…" se dijo, mientras rozaba con sus dedos la figura de Harry en la fotografía. Sí, tenía bastante miedo que cuando volviera a verlo ya no fuera ese adolescente risueño y alegre. No podría soportarlo. No desea ver una mirada perdida e insalvable, como la de Luna. No podía soportar aquel dolor una vez más.

Inconscientemente, recordó el sueño que tuvo aquella mañana. No deseaba encontrar a Harry en esas condiciones. Lágrimas resbalaron por sus mejillas, cayendo en la fotografía, justo en el espacio donde estaban Parvarti y Lavender, quienes empezaron a hacerle gestos de enfado.  

-Por favor Harry, sé fuerte- comentó en voz alta, pensando cuánto habría cambiado Harry durante todo ese tiempo. Cómo estaría su corazón, no puede imaginarlo. Si para ella debió haber sido un horror todo lo ocurrido, Harry debió estar viviendo un verdadero infierno interior para recurrir a la huida como único medio.

Pero eso no importa, se dice mientras observa la imagen del trío, ella sabe que tiene que ir por su amigo. Que ahora es Harry Potter quien necesita ser salvado y ella lo hará.

Continuar

Notitas: me quedó un poco larga la última parte. Es que necesitaba describir qué había pasado con la mayoría de los personajes en este segundo capítulo y la idea de una fotografía grupal me pareció excelente. Espero hayan leído bien la última parte y si no… pues les comprendo.

Lamento si algunos de sus personajes no han terminado bien, pero después de una guerra, es muy normal que las historias no acaben en "y vivieron felices para siempre".

Gracias por todos los comentarios del primer capítulo. Espero que este les guste también y que les agrade cómo se va desarrollando la historia. ¿Dónde está Harry? Aún es pronto para saberlo, Hermione ni siquiera ha empezado sus pesquisas.

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