Cicatrices

Por: Meiko Akiyama

Capítulo 3: "En Privet Drive".

-¡Ron!- Hermione tanteó la mano de su amigo en la oscuridad. Estaba bastante asustada, más cuando desconocía las verdaderas intenciones del pelirrojo- ¡Si Filch nos encuentra nos castigará severamente!-

-¿Jamás vas a dejar de ser una matada por las reglas, no Hermione?- ella sintió cómo Ron la tomaba de la muñeca derecha y la conducía por el largo y oscuro pasadizo.

-¡Cuando les encubro de sus escapadas no te escucho quejarte!- reclamó ella, visiblemente molesta.

Hermione iba a agregar algo más, pero el espectáculo que presenciaron sus ojos segundos después, le imposibilitó el habla. Ron la había llevado hasta las afueras del castillo, a un sitio donde se podía contemplar a todo gusto el firmamento.

-Son hermosas…- suspiró ella, arqueando el cuello hacia atrás y observando las estrellas.

-Lo sé…- susurró Ron, a escasos centímetros de ella.

Ella continuó mirando las estrellas por un rato más, hasta que un rápido movimiento de Ron la tomó por la cintura y la recostó contra el pasto. Hermione intentó decir algo, una queja, un reclamo, pero las palabras se negaban nuevamente a salir de sus labios. ¿Por qué?

Quizás porque nunca en su vida había tenido a Ron tan cerca de ella. Porque sentía sus respiraciones mezclarse en una sola, y los latidos de ambos corazones iban con tal ritmo, que le era imposible distinguir cuál pertenecía a quién.

Aquella noche, los ojos de Ron brillaban cual dos solitarias estrellas, pero no pudo adivinar si se trataba de la preciosa luz de la luna lleva o simplemente porque la estaban mirando a ella…

La mirada de Hermione era borrosa cuando abrió los ojos. Con el extremo de la manga se limpió las lágrimas que amenazaban con salir.

Hacía muchísimo que no soñaba con Ron. Al principio le costaba demasiado no pensar en él, y no era sólo por las noches, a veces en cualquier momento del día su recuerdo le invadía. Luego, sus recuerdos llegaban sólo al caer la noche. Durante muchas noches pidió a su madre que la acompañara, que la acunara en su regazo cual niña pequeña y entonces, en algunas ocasiones, lograba conciliar el sueño con tranquilidad.

Nunca olvidará el preciso instante en que vio el cuerpo sin vida de Ron a sus pies. Sabe perfectamente que una parte de ella también murió con él aquella noche. Esa parte que aún contenía a la jovial adolescente de 17 años, la cual se moría por vivir, por experimentar, por sentir…

OoOoOoO

Privet Drive no se diferenciaba demasiado al sitio donde ella vivió durante su infancia. Aquel ambiente tan tranquilo le hizo sentirse altamente familiarizada. Las calles estaban bien pavimentadas y las casas tenían un ambiente externo bastante hogareño; se podía respirar un enorme ambiente de hospitalidad. Incluso dos jóvenes que se encontraban lavando su auto en la cochera respondieron amablemente al saludo de Hermione.

Costaba pensar que aquel sitio había sido casi como una cárcel para Harry durante todos los veranos de su adolescencia. Cuando él le mandaba cartas, siempre dejaba escapar frases como "ojalá pronto los vuelva a ver" o "no aguanto el día para volver al colegio". Él no hablaba demasiado de su "familia", quizás porque de verdad prefería pretender que esas tres personas no existían hasta el momento de volverlas a ver.

Ella había visto a los tíos de Harry en un par de ocasiones. Una de las que recuerda con mayor claridad fue el fin del quinto curso. El recuerdo del rostro asustado del regordete y bigotudo tío de Harry aún le causa bastante gracia. Tampoco olvidará la cara de repulsión que puso la tía de Harry al ver el cabello rosa chillón de Tonks.

Sólo entonces pudo comprender de verdad por qué Harry los detestaba tanto. A simple vista, era muy obvio que ellos eran unos "muggles" de pura cepa, por así decirlo. Que aborrecían todo lo que tuviera que ver con el mundo mágico. Y sin embargo, resultaba bastante irónico que ahora dependiera de ellos para hallar con el paradero de Harry.

"Pero es muy poco probable que Harry haya acudido a ellos en busca de auxilio" aquella premisa le ha estado dando vueltas y vueltas en la cabeza.

Sí, resulta muy poco lógico que Harry haya corrido a refugiarse en este lugar precisamente. Pero de todas maneras, piensa que no tiene nada que ver. A lo mejor y le dan alguna pista para poder buscar en otro sitio. O algún indicio que revele su paradero. Algo. Lo que sea.

"Número cuatro de Privet Drive" tenía esa dirección grabada en la cabeza. Fueron tantas cartas dirigidas a ese lugar durante pasados veranos, que sería imposible borrar ese dato de su memoria.

La casa no lucía tan diferente al resto de las otras en Privet Drive. Parecía una casa común y corriente.

"Hecha justa a la medida de los Dursley" recitó una vocecita dentro de su cabeza. Hermione no pudo contener una sonrisita.

No pudo evitar el notar una camioneta, tamaño familiar, estacionada frente a la casa. Se preguntó si alguien estaría de visita. Aquella idea la hizo dudar por unos segundos. Ella no deseaba ser inoportuna, y estaba seguro que una visita inesperada haría estallar el humor de los Dursley.

Caminó por la vereda con cuidado, sintiendo su corazón latir a cada paso que daba. Se plantó frente a la puerta y le tomó varios minutos decidirse a llamar. Dio tres finos golpes, intentando no sonar desesperada.

Esperó un par de segundos, pero nadie parecía contestar.

Tomó una bocanada de aire, armándose de valor, y volvió a tocar la puerta. Golpeó un poco más fuerte en esta ocasión, esperando que ésta vez sí la atendieran.

Justo cuando estaba decidida a tocar la puerta otra vez, ésta se abrió de improviso, dando paso a una mujer alta, de largo cuello, con una nariz un poco puntiaguda. Llevaba el cabello, poblado de canas, recogido en un pequeño moño, su rostro denotaba varias arrugas y su ceño fruncido le daba un aspecto amenazador.

-¿Qué se le ofrece?- preguntó Petunia (sin duda alguna debía tratarse de ella) en un tono bastante huraño, pero menos brusco del que Hermione había imaginado.

-Buenos días ¿señora Dursley?- preguntó ella, sólo para asegurarse, porque estaba segura que se trataba de Petunia Dursley.

-Soy yo, ¿quién es usted y qué se le ofrece?- Petunia, sin vergüenza alguna, la recorrió minuciosamente con la mirada. Arrugó un poco la nariz, revelando que no le agradaba demasiado su presencia.

-No creo que me recuerde…- Hermione intentó arquear sus labios en una sonrisa, pero el duro rostro de Petunia se lo impidió.

-¿Quién es, Petunia querida?- un hombrecillo regordete se colocó junto a Petunia, mirando fijamente a Hermione.

Vernon Dursley había sufrido menos cambios que su esposa con el pasar de los años. Quizás no fuera cierto que las mujeres envejecen menos rápido que los hombres.

-Jovencita ¿quiere decirnos quién es usted?- inquirió ahora Vernon. Era obvio que empezaban a desesperarse con su silencio.

-Lo lamento- se excusó ella, desviando un poco la mirada de la pareja.

-¿Y bien? ¿Nos dirá quién es usted?- preguntó Petunia nuevamente, apresurada en su hablar- no tenemos tiempo ni interés si se trata de una vendedora…-

-¿Eh?- Hermione tardó unos segundos en comprender- ¡No, no! ¡No se trata de eso!-

-¿Entonces?- Petunia arqueó sus cejas en forma amenazante.

-Mi nombre es Hermione Granger- pronunció ella lenta y pausadamente.

Ambos se quedaron mirándola sin comprender. Hermione suspiró un poco, era obvio que no la iban a recordar. ¿Para qué acordarse de la amiga de un sobrino al cual detestaban?

Sin embargo, con el correr de los minutos, mientras el rostro de su esposo permanecía impasible, Petunia movió los labios con lentitud. Hermione pudo leer con claridad sus labios, "Hermione Granger" dijo para sí misma, como intentando recordar algo.

Finalmente, vio cómo las formas de su rostro se arrugaban más todavía, sus mejillas se coloraron repentinamente y abrió su boca, escupiendo las palabras;

-¡Tú!- exclamó, señalándola con la mano temblorosa.

-¿Qué ocurre querida?- Vernon se sobresaltó por el repentino acto de su mujer.

-Es una… una… de ellos- susurró Petunia, como si no deseara que nadie más le escuchara.

El rostro de Vernon se contorsionó segundos después, mirando a Hermione como si se tratase de un monstruo de los infiernos.

-Por favor- ella alzó ambas manos y retrocedió un par de pasos, como para darle espacio al matrimonio- he venido a hablar de Harry…-

Hermione se dio cuenta demasiado tarde que había sido un tremendo error mencionar el nombre de Harry en la conversación tan temprano.

Petunia palideció de manera instantánea, y ahora era el rostro de Vernon el que se tornaba de un color rojo intenso. La palabra "Harry" fue casi como soltarles una especie de maldición.

-¡Le aseguro que nada de lo que usted nos digas puede interesarnos!- chillaba Vernon, con el rostro contorsionado, arrugando su nariz con fuerza.

-Por favor…- Petunia miró de reojo hacia dentro de la casa, como temiendo que alguien pudiera acercarse- ¡váyase!-

-Pero es importante…- continuó Hermione pausadamente.

-¡Que se vaya o la sacaré de aquí por la fuerza!- Hermione estaba segura que Vernon se le abalanzaría en cualquier instante, la tomaría por el brazo y la arrastraría hasta unos cinco kilómetros lejos de su casa.

-¿Quién es ella?- una pequeña niña, Hermione no le calcularía más de cinco años, apareció en el umbral de la puerta.

Petunia se apresuró a tomarla del brazo, pero ya la pequeña se encontraba a pocos centímetros de Hermione.

Era en verdad diminuta, su cabecita apenas llegaba a las rodillas de Hermione. Llevaba sus cabellos recogidos en dos pequeñas coletas, aquel típico peinado que todas las madres les hacen a sus hijas alguna vez.

No tuvo que preguntarse demasiado sobre el parentesco de aquella pequeña niña con los Dursley, hasta que reparó en sus ojos. Eran redondos y demasiado grandes para la pequeña y blanca carita de la niña; pero lo más llamativo era el color.

Verde esmeralda.

"Un poco irónico" pensó ella, con cierta amargura. Le sonrió a la pequeña, quien no dudó en devolverle el gesto.

-¿Sabes? Jamás pensé que volvería a ver unos ojos tan bonitos como los tuyos- atinó a decir Hermione, con un dejo de nostalgia.

La pequeña simplemente soltó una risita divertida, sonrojándose un poco. Evidentemente no entendía el verdadero significado de aquella frase, pero era obvio que el señor Vernon Dursley, sí que lo comprendió.

-¡No vuelva a decir eso! ¡Nunca!- exclamó, tomando a la pequeña en sus brazos, y pasándosela hacia Petunia, quien la abrazó con fuerza, como si intentara protegerla de Hermione.

-Necesito que me responda algo, señor Dursley, y le juro que nunca más me volverá a ver en la puerta de su casa- por alguna razón, ese par de ojitos esmeralda mirándola fijamente, le habían dado un poco de coraje a Hermione.

-¿Qué le hace pensar que responderé a sus preguntas? ¿Cree que dejaré que alguien como usted me interrogue?- se defendió, moviendo sus manos en forma brusca.

-Respondamos Vernon, y así nos libramos de su presencia- suspiró Petunia como con cansancio, quien había cerrado la puerta, para así impedirle el paso a su nieta o a cualquier otra persona.

Vernon miró a su esposa, como preguntándole si realmente estaba segura de sus palabras. Pero como Petunia no daba gestos de estás bromeando y mucho menos de dudar de sus palabras, Vernon chasqueó la lengua con rudeza y miró nuevamente a Hermione.

-¡Muévase! ¡Nuestro hijo y nuera nos esperan!-

Hermione no pudo evitar esbozar una sonrisa. No había sido "tan" difícil, después de todo. Miró hacia el cielo, como buscando las palabras necesarias, lanzó un enorme suspiro, mordiéndose el labio inferior.

-Necesito que me digan, si saben algo acerca de Harry-

Los Dursley se le quedaron viendo por interminables segundos, como si ella les estuviera hablando en algún idioma exótico. Intercambiaron miradas confusas entre ellos, murmurando muy bajito cosas que Hermione no alcanzó a entender, Vernon parecía bastante enojado, Petunia, sin embargo, lucía más tensa. Incluso, Hermione diría que luce preocupada.

Por primera vez, se sintió intimidada cuando encaró la seria y seca mirada de Petunia.

-¿Por qué deberíamos saber algo de Harry?- espetó.

-¿No saben nada… de él?- suspiró Hermione, decepcionada. Ya se esperaba algo así, sin embargo, una parte de ella guardaba la esperanza que ellos tuvieran por lo menos una pista remota sobre el paradero de Harry.

El matrimonio se volvió a mirar, al parecer estaban como preguntándose quién sería el que iba a responder.

-¡Usted es una de…!- Vernon la examinó nuevamente de pies a cabeza- ¡… una de las de su clase! ¿Por qué tendríamos que saber más que usted?-

¿Hasta qué punto sería bueno contarles la situación de Harry a sus tíos? ¿A aquellas personas que verano tras verano, no hacían nada más que renegar de él y humillarle? Puede ser un arma de dos filos, sin duda. Pero ¿qué otras opciones tiene? No muchas en realidad.

-Hace más de cinco años que desconocemos el paradero de Harry-

Directo al grano, sin dar demasiados detalles y sin sonar especialmente desesperada. Sin embargo, pudo notar que causó el impacto requerido, enseguida los Dursley palidecieron y volvieron a mirarse mutuamente. Pero en esta ocasión, sus miradas lucían menos rígidas. Sí, sin duda han quedado sorprendidos.

-No sabemos absolutamente nada de él- hubo algo en el gesto de Petunia, que le hizo saber que ella estaba siendo sincera.

-¡Ya lo escuchó!- exclamó Vernon, tomando a Petunia por los hombros, conduciéndola hacia la puerta. Se detuvo en el umbral y, moviendo sus brazos con fuerza, le gritó- ¡Ahora lárguese de aquí! ¡Y no vuelva a poner un pie más en nuestra casa! ¡Ni siquiera se acerque!-

Dio un fuerte portazo, y con esa blanca puerta Hermione sintió que todas sus esperanzas se cerraban con ella. Se quedó allí, parada en la vereda, sintiendo el lugar más frío y desolado que antes.

Se acomodó un poco la chaqueta que llevaba, y casi por descuido, sus ojos se posaron en la enorme ventana de la casa de los Dursley. Allí, en la esquina inferior izquierda, estaba la pequeña nieta de Vernon y Petunia. La niña le sonrió ampliamente y con su manita le hizo un cálido gesto de despedida.

Hermione no pudo evitar sonreírle a ese par de ojitos esmeraldas, y también alzó su mano derecha, moviendo un poco su muñeca, despidiéndose de la niña.

Seguramente, ambas se abrían quedado así por un buen rato más, de no ser porque un hombre regordete, de mirada huraña (bastante parecida a la Vernon) se asomó en la ventana y con un rápido gesto tomó a la niña en sus brazos. El hombre dirigió una mirada de disgusto a Hermione y despareció con la niña tras las blancas e impecables cortinas.

Nuevamente, Hermione se sintió desolada.

OoOoOoO

-Habitación 15- le dijo la vieja bruja a Hermione, entregándole una llave de color cobre- sus maletas ya están en su cuarto-

-Gracias- sonrió ella, subiendo las escaleras del Caldero Chorreante.

La habitación era pequeña, pero ella no necesitaba demasiado espacio. Sus pertenencias estaban apiladas en un rincón al lado de la cama. Sobre la mesita de centro, estaba la jaula de Pig, quien graznaba incesantemente. Hermione sonrió divertida y se apresuró a abrir la portezuela, para dejarlo en libertad.

La lechuza empezó a revolotear por la alcoba, graznando y emitiendo chillidos.

-Disfruta ahora- dijo Hermione, mientras colocaba comida en un platito, Pig se abalanzó sobre él, comiendo desesperadamente- porque tendrás trabajo que hacer-

Hermione buscó entre sus cosas un pergamino, su pluma y un tintero. Se acomodó en el pequeño escritorio y procedió a escribirle una carta a Neville.

Las palabras y frases le salieron con una facilidad increíble, quizás porque Neville era el único de sus antiguos amigos al cual recurrir. Se sentía como desamparada, y Neville era la única persona que podría comprenderla.

Le contó sobre su encuentro con los Dursley, y enfatizó bastante sobre la hija de Dudley, porque hija de Petunia y Vernon no iba a ser. Aquella pequeña niña le dejó fascinada. Aún no sabe si es por ese par de ojitos esmeraldas que daban vivacidad a su mirada, o quizás porque aún conservaba esa fresca inocencia infantil. El punto es que, esa pequeña niña le hizo pensar tanto en Harry.

"Tienes una sobrina, Harry. Y te alegraría saber que no se parece demasiado a su padre" pensó Hermione sonriente, observando una fotografía en que aparecían los tres amigos, a inicios de su sexto curso.

Dobló cuidadosamente el pergamino y, cuando Pig se hubo acomodado en su brazo, colocó la carta para Neville en su pata izquierda. Era más seguro así, ya que la pequeña lechuza había extraviado un par de cartas sin quererlo. Desde ese momento aprendió a atar con fuerza la carta a la pata de Pig, por "seguridad".

-Pig, tienes que llevar esta carta a Hogwarts- le dijo con calma a la lechuza, que inclinó un la cabeza hacia un lado, como si le estuviera prestando toda su atención- Hogwarts, ¿recuerdas Hogwarts, cierto?-

Pig emitió un chillido aprobatorio, al menos eso le pareció a Hermione. Se alzó en vuelo y salió por la ventana, dio un par de giros desorientados, pero luego pareció recordar la dirección precisa y enfiló recto, perdiéndose en el firmamento nocturno.

-Por favor, Pig, no me falles- suspiró Hermione, acercándose hacia la cama.

Dentro de poco empezarían las clases en Hogwarts. Se preguntó si alguno de sus estudiantes la extrañaría este año.

Aún recuerda cuando tuvo ante ella su primera clase. Eran de primer curso, y todos la miraban con curiosidad. La primera pregunta que le hizo una niña era si ella "también podía transformarse en gato". Hermione no pudo evitar soltar una carcajada sincera. Ella les explicó que, la transformación para animago requería montones de años y estudios, y que ella no le había dedicado el tiempo necesario.

-Claro que me gustaría, Harry, pero lleva muchísimo tiempo. No soy tan brillante como tu padre, o Sirius. Me tomaría años, estoy segura- sonrió a Harry, quien estaba mirando algún punto perdido en el lago.

-Terminaremos el colegio este curso- suspiró él, lanzando una piedra al agua, la cual rebotó tres veces y luego se hundió en las profundidades- tendrás todo el tiempo del mundo-

-Harry… a veces pienso que…-

-No lo digas- Harry la cortó con brusquedad, mordiéndose el labio inferior.

-Lo siento…-

-…-

-…-

-Prométeme una cosa- susurró Harry, tendiéndose en el suelo.

-Lo que quieras- ella esbozó una tenue sonrisa.

-Cuando todo esto termine, prométeme que realizarás tu sueño de ser animaga. Haz que la profesora McGonagall tema por su puesto de profesora de Transformaciones- ambos amigos rieron, imaginando aquella escena- y que serás muy feliz con Ron…-

-¿Eh?- Hermione iba a decirle algo, pero justo en ese momento cierto pelirrojo apareció, corriendo hasta donde ambos se encontraban.

-¡Hasta que los encontré!- suspiró, sonriente e inclinándose hacia Hermione, para tenderle la mano- es casi la hora de la cena ¿por qué no vamos?-

-Los alcanzo en unos minutos- dijo Harry, mirando hacia el cielo, algo pensativo.

-Como quieras, vamos Hermione- la mano de Ron seguía extendida hacia ella.

Hermione la tomó y él cuidadosamente la ayudó a ponerse de pie. Ella, antes de irse del hombro de Ron, se volteó hasta Harry, dirigiéndole una sonrisa.

-Es una promesa, Harry-

"Si hubiera podido cumplir al menos una de las cosas que te prometí" pensó, mirando el techo de la habitación.

Detestaba quedarse sola, la invadían pensamientos y reflexiones que la atormentaban. Que se acercaban hacia ella, envolviéndola como enormes y aterradores fantasmas, rodeándola de sombras y pesadillas.

Volvió a mirar la foto. Estaba rodeada de las dos personas que más amaba en el mundo. Siempre pensó que estaría con ambos para siempre, que ninguno de los tres se separaría jamás. Y le parece una enorme y amarga ironía que ahora no tenga a ninguno de los dos. ¿Por qué?

Cerró sus ojos, concentrándose en la serenidad de la noche. Varios años atrás, las noches eran aterradoras, nadie se atrevía a salir a las calles, temiendo que la marca tenebrosa apareciera en el cielo o a que algún mortífago surgiera de entre las sombras. Aquello no era vida.

Ahora, todo es tranquilidad, paz. Crearon un futuro tranquilo para que los niños puedan vivir sin temores, sin miedos; sin rencores ni odios.

Pero ¿a qué precio? Muchas vidas inocentes se han perdido en el camino. Charlie, Bill, los señores Weasley. Y otros muchos, como Luna y Ginny, han quedado condenados a vagar en un mundo aparte, alejados para siempre de la realidad. El precio por la paz fue demasiado alto. Demasiado doloroso.

Todos los días, cada vez que ve a un niño sonreír por la calle, o a una feliz pareja hacerse mimos en una esquina; se repite una y otra vez que valió la pena. Que la ausencia de Ron y Harry valen la pena.

"Pero cuánta falta me hacen" pensó ella, conteniendo un sollozo.

Un revoloteo en la ventana interrumpió su pensar.

Una enorme lechuza negra estaba posada al borde de la ventana. Hermione se extrañó muchísimo, porque no reconoció al animal, sin embargo, extendió su brazo derecho hacia él. Segundos después, la enorme ave estaba acomodada en la esquina de la cama.

Llevaba una carta consigo e iba dirigida a ella.

Señorita Hermione Granger.

Habitación # 15

El Caldero Chorreante.

Buscó el remitente del otro lado del sobre, sin embargo, no lo encontró. Curiosamente, aquella caligrafía se le hacía bastante familiar. ¿Dónde la ha visto antes?

Con cuidado, abrió el sobre y desdobló el papel. Apenas leyó las primeras frases, recordó a quién pertenecía aquella caligrafía tan peculiar.

Estimada Hermione:

Debo confesar que me he sorprendido bastante al enterarme que ya no impartías clases en Hogwarts. Estoy seguro que los alumnos extrañarán a tan buena profesora.

Sin embargo, más se sorprendió conocer las razones de tu abandono a la profesión.

En cuanto me enteré, supe que debía comunicarme contigo.

Dumbledore me ha dicho cómo localizarte.

Es preciso que nos veamos, creo tener algo que puede servirte de mucha ayuda.

Reúnete conmigo en Grimmauld Place lo más rápido que puedas.

Envía la respuesta con Antares, es muy confiable y me traerá tu recado enseguida. Aunque no rechazaría un alimento antes del viaje.

Estaré esperando.

Atentamente,

Remus J. Lupin.

Hermione sonrió ampliamente, era bueno tener noticias del profesor Lupin, sobre todo, saber que se encontraba bien.

Miró a la enorme lechuza y le dio un poco de la comida que Pig no se había terminado. La lechuza parecía contenta por el buen trato que le estaban dando, porque ululaba alegremente.

"Creo tener algo que puede servirte de mucha ayuda" releyó atentamente aquella frase. ¿A qué se refiere el profesor Lupin? ¿Y por qué en Grimmauld Place?

Con ésta, y muchas otras preguntas en su cabeza, tomó nuevamente un trozo de pergamino, el tintero y la pluma, para escribir una respuesta.

De una cosa estaba segura, debía ser algo realmente importante, o de lo contrario el profesor Lupin no hablaría con tanta urgencia. Se vería con él dentro de dos días, así tendría algo de tiempo para esperar alguna carta de Hogwarts.

Mientras le daba la carta a Antares, la enorme lechuza negra, Hermione sentía cómo algo en su pecho iba creciendo nuevamente.

La esperanza.

Continuará.

Notitas: Me demoré bastante con este capítulo, y me ha quedado demasiado soso y flojo, lo sé, pero en más determinante en la trama de lo que creen.

Tal vez demore un poco en publicar el siguiente, porque la escuela no me deja mucho tiempo. Por lo que pido un poquito de paciencia.

Muchas gracias por todos los reviews que he recibido y a los que, sin dejarlo, también han leído la historia.

Para contacto meiko[at]wings[dot]distant-sky[dot]org