Poderes Supremos

Capítulo 4: "Muerte en el Campo de Batalla"

El Callejón Diagon, desde tiempos ancestrales, había sido el centro de compras más importante de la comunidad europea mágica. En él había de todo, excepto quizás enseres oscuros, aunque para eso ya estaba el Callejón Knocturn. La Sra. Weasley caminaba con Hermione Granger por los escaparates, mirando con recelo las carteras llenas de galeones.

-¿Has visto ese libro, Hermione?- dijo Molly de repente- Una nueva edición de Guía para Conflictos Familiares Mágicos, de Lockhart. Parece que se ha recuperado y vuelve a la carga.

-Sí, es una buena noticia.- dijo la chica a regañadientes, tratando de que no se le notara mucho.

Siguieron paseando por unos cuántos escaparates más y Hermione, en la pastelería, se fijó en un pastel gigante con forma de corazón que tenía cupidos encantados de chocolate que volaban entorno a la nata lanzando flechas de caramelo. Se quedó observándolo detenidamente y estuvo tentada de comprarlo para Harry.

-Hacéis buena pareja.- dijo la Sra. Weasley.

Hermione se giró para mirarla a los ojos.

-¿Quién?

-Oh, vamos, es obvio- contestó Molly sonriendo- Digamos que Minerva y yo nos llevamos muy bien últimamente.

-Yo...

-Harry es un buen chico. No te preocupes, si no quieres no contaré esto a nadie.

La chica asintió, algo abrumada, y siguieron su camino en silencio hasta el Caldero Chorreante. Allí se había congregado mucha gente, quizá más de la que se debería haber reunido, y la gente miraba con recelo a aquel grupo de más de veinte personas apretujadas en una sola mesa.

-Propongo que vayamos a alguna sala reservada, este es sitio para oídos indiscretos.- dijo Alastor con gravedad.

Hubo algunos que asintieron pero otros negaron con la cabeza y la mayoría se rascó la cabeza o miraba a un punto inexistente.

-¿Y si esperamos a Dumbledore? Me envío a Fawkes hace unos minutos y me ha dicho que Harry y él vienen para aquí en autobús noctámbulo.- propuso Tonks, esta vez con el pelo de color rubio platino.

La gente aplaudió la idea y decidieron pedir bebidas mientras esperaban. Hermione volvió a dar un ataque a sus uñas al comprobar que Harry no había vuelto todavía.

Mientras, Dumbledore, Sirius, James, Lily y Harry iban en el autobús noctámbulo de camino al Callejón Diagon. Después de que Harry encontrara a sus padres y tuviera una fuerte discusión con los tres jueces, los cuatro volvieron al mundo real y Dumbledore se echó a llorar mientras abrazaba fuertemente a los recién resucitados.

El aspecto, tanto de su padrino como de sus padres, era mucho mejor de lo que Harry esperaba. Pensaba que les iba a encontrar demacrados y débiles, pero los sirvientes del Hades se habían encargado de servirles ambrosía, una comida especial que se comía en los territorios sagrados que hacía que un ser no envejeciese.

No sabía qué decirles, aunque bastante les había dicho ya. Les había puesto al corriente de sus años en Privet Drive y de sus últimos 5 años en Hogwarts, donde tanto James como Lily rieron con las aventuras que había pasado junto con Ron y Hermione y Sirius asentía de vez en cuando y daba su opinión. Dumbledore estaba sonriente, también, aunque muy pensativo.

-Estoy pensando en la forma con la que podemos decirles a los demás que habéis resucitado- dijo Dumbledore refiriéndose a los dos animagos y a Lily.

-Me estoy imaginando la cara de Snape- dijo Harry con sorna.

-¡¿Snape?!- dijeron James y Lily al unísono, después James añadió sonriendo- No había pensado en él durante todos estos años, ni siquiera me acordaba de que existía.

-No todo el mundo se tomará vuestra resurrección de la misma manera- dijo Dumbledore con seriedad- Algunos actuarán sumidos en la locura, pensando que están alucinando, otros puede que sufran shocks, no sé qué hacer...

-Creo que lo mejor será que simplemente Harry diga que hemos vuelto y aparezcamos nosotros de repente en el Caldero Chorreante- dijo Lily imitando un telón que se abría de repente.

Harry y los demás decidieron que simplemente dirían que habían resucitado y punto, que no darían detalles de los poderes del chico. Sin embargo, en el último momento dijo que preferiría decírselo a solas antes a Hermione. James le piró de forma pícara y le dio un pequeño codazo.

-¿Qué? ¿Hay algo con esa tal Hermione, hijo?

-¡James! Déjale respirar un poco, lleva unas horas que creo que la cabeza le va a estallar- dijo Lily con desenfado.

-No pasa nada, mamá- dijo Harry muy sonriente, oyéndose a sí mismo decir por primera vez esa palabra- Es que verás, papá, conocí a una chica que se llamaba Cho y me empezó a gustar desde que jugamos a Quidditch, salimos pero no funcionó, ahora estoy saliendo con Hermione.

-¡Quidditch!- gritó James levantándose sin poder reprimir un grito de alegría, Stan Shunpike le miró con recelo por vigésima vez- ¡Mi hijo juega al Quidditch, Lily! ¡Esto es fantástico, lo llevas en la sangre, hijo mío!

-Sí, bueno...- dijo Harry algo turbado y siguió contando su historia- Cho era buscadora pero yo conseguí atrapar antes la snitch... aunque...

-¡Snitch! ¡Mi hijo es buscador!- volvió a exclamar James, antes de que Lily le reprochara el volumen de su voz- Esto es fantástico, y dime, hijo, ¿eres bueno jugando?

-Estupendo- dijeron Sirius y Dumbledore a la vez Harry se ruborizaba.

James iba a gritar de nuevo pero el autobús se paró y algunas camas con gente durmiendo en ellas se desplazaron desde el final de éste hasta donde estaban ellos. Intentándolos empujar. Dumbledore desvió las camas con la varita. Tanto sus padres como su padrino hicieron intento de coger la suya también, pero se dieron cuenta de que no tenían, a Harry se le ocurrió que al día siguiente tendrían que ir a Olivander´s para comprarles una varita.

-¡Callejón Diagon!- gritó Stan.

Los cuatro salieron rápidamente del autobús para evitar que se fijaran mucho en ellos y en vez de entrar directamente al Caldero Chorreante se quedaron al lado de la puerta hasta que el autobús se marchó de nuevo. Harry dijo:

-Vale, quedaros aquí, les diré a todos lo qué ha ocurrido y después vengo y os hago pasar, ¿os parece bien? – asintieron como respuesta y Harry entró en el Caldero Chorreante.

Todo el mundo que estaba entorno a la mesa dejó de hablar y algunos se abalanzaron sobre Harry, primero Hermione, para preguntarle qué tal le había ido y qué pasaba. Las antorchas de la posada, que emulaban una luz heterogénea, creaban de aquella escena algo dramático, acentuado.

-Es mejor que os sentéis todos cada uno en una silla. Debo hablar con alguien primero, esperadme un segundo.- dijo Harry, bajo la atónita mirada de todos, y cogió de la mano a Hermione, a la que se llevó a otra pequeña sala del Caldero Chorreante.

Entraron y cerró la puerta detrás de él. Hermione se apoyó ligeramente en la pared y miró atentamente a Harry, que no sabía cómo encontrar las palabras.

-He resucitado a mis padres y a Sirius.- dijo con voz queda.

Hermione profirió una mezcla entre grito cáustico y de sorpresa y se tapó la boca, como si hubiera dicho alguna atrocidad.

-Harry... no sé qué decir...

-Albus me ha dicho la verdad.- dijo Harry llamando al director por su nombre de pila- Soy un dios.

Esta vez la chica no gritó, ni dio aspavientos con las manos, simplemente se quedó mirando a Harry con entrever escéptico y chasqueó la lengua.

-El dios del Hades, y puedo resucitar a las personas.- continuó entrecortadamente- Aunque hay más... yo soy inmortal. Me han dicho personas del Hades que mi... que la que se convierta en mi esposa se convertirá en inmortal.

Hermione tragó con dificultad y Harry se sentó, apesadumbrado, en una de las sillas de la sala.

-Te quiero, Harr...

-¡Hermione, si llevamos esto adelante estarás condenada a una vida eterna! Una vida sin fin, hasta que los lazos del universo desaparezcan y sus partículas se conviertan en simples corrientes de energía. Son millones de años, ¿estarías dispuesta a soportar todo eso por un amor adolescente?

La chica ni siquiera le replicó ni contestó, se abalanzó sobre él fuertemente, aplastándolo contra la mesa, y moldeó sus labios con los de Harry. Éste se había quedado de piedra, ¿qué significaba aquello?, ¿le quería? Su cabeza estaba hecha un lío, pero estaba sintiendo un deseo tremendo por Hermione. Ésta recorría con sus manos cada centímetro de su torso, besándole una y otra vez y de vez en cuando mordiéndole la oreja. Harry se volteó y se puso encima de la chica.

-Hermione, lo que no te he dicho es que la inmortalidad se obtendrá la primera vez que se acueste con el dios... osea yo.- dijo severamente.

-Entonces cuanto antes mejor.- contestó Hermione con voz pícara.

Harry no lo pensó dos veces. Poco a poco sus cuerpos se fueron moldeando el uno para el otro y pasaron los minutos en aquella sala fría y oscura, mientras aquel hechizo de inmortalidad se cumplía al ritmo de los golpes que ambos producían en la madera de la mesa carcomida.

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-Harry está tardando mucho, ¿no crees?- dijo Lily interrogando con la mirada a su marido.

Dumbledore sonrió y dijo:

-No tardará mucho, supongo, sospecho que está marcando el destino de alguien

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-¿Qué ha sido ese ruido?- preguntó la Sra. Weasley al oír un varios gritos amortiguados que provenían de la sala en la que Harry había entrado.

-Perdona, he sido yo, es que me asusté- dijo Ginny rápidamente, para solucionar el problema, imaginándose qué sería el ruido.

Remus, que sospechó también qué era el ruido, puso los ojos en blanco a la vez que sonreía y Tonks, que estaba segura de qué fue aquel grito, trató de simular una carcajada con una tos. Molly miró a Ginny recelosamente pero rápidamente la puerta se abrió y Harry y Hermione salieron de ella hacia la mesa. La chica evitó mirar a nadie, aunque no tuvo problema, todas las miradas se dirigían a Harry, que trataba de aparentar apatía y serenidad.

-Mis padres y Sirius han resucitado.- soltó Harry de repente.

Ginny, que estaba balanceándose sobre dos patas para intentar escuchar más gritos de la sala, cayó de la silla hacia atrás. Molly, y algunos aurores amortiguaron entre una exclamación y un grito. La cara de Remus cambió de su habitual color pálido a un verdoso bastante desagradable y el pelo de Tonks empezó a adquirir diversos colores hasta volverse al de antes.

-Sé que no me cree, profesor Lupin, pero le prometo que es verdad.- dijo Harry con seriedad y acercándose a la puerta de la posada- Voy a hacerles pasar.

Todo el mundo contuvo la respiración mientras la puerta se abría y tres hombres y una mujer entraban por ella. Molly se desmayó y Arthur la cogió a tiempo, antes de que diera con la cabeza en el suelo. James, Lily y Sirius estaban algo ruborizados por la extraña bienvenida que les habían dado.

-Esto... hola a todo el mundo, ¿dónde está el champán?- dijo James con una sonrisa, en un intento de romper el hielo- Habrá que brindar, ¿no? No he pasado 15 años muerto para entrar al Caldero Chorreante y ver este panorama.

Lily chasqueó la lengua con desaprobación, lo que a Harry le recordó mucho a lo que solía hacer Hermione cuando alguien decía algo fuera de contexto. Sirius, en cambio, emitió una fuerte carcajada. Remus, que estaba temblando, de pie, se acercó lentamente y miró con recelo a James.

-James, amigo mío, ¿eres tú? Júrame que eres tú.- balbuceó el hombre lobo.

-Te lo juro, Lunático.

Ambos se abalanzaron a abrazarse, junto con Sirius, mientras lloraban a lágrima tendida. Harry estuvo a punto de llorar, pero mantuvo la compostura mientras Hermione le apretaba fuertemente la mano. Lily miró la escena sonriendo y también se dio un abrazo con los otros dos merodeadores antes de girar sobre sus talones y sentarse al lado de Hermione. Ambas se miraron intensamente, sin saber qué decirse, Hermione abrió la boca varias veces para emitir algún sonido, pero no lo consiguió.

-Hola, soy Lily, tú debes ser Hermione, ¿no?- preguntó efusivamente- Encantada de conocerte.

Cuando los tres antiguos merodeadores terminaron su abrazo, Fred y George, con sendas capas de seda, muy caras se levantaron de la mesa y les miraron sonriendo de oreja a oreja.

-Sr. Potter...- dijo George sobresaltando a su padre.

James le miró, acompañado de Sirius y Remus.

-Ahora que usted... bueno... está con nosotros, aquí...- continuó Fred.

-...nos preguntábamos si podría decirnos...- terció George de nuevo.

-... cómo hicieron el Mapa del Merodeador.- terminó Fred enfatizando las tres últimas palabras.

Los merodeadores, junto con el resto de la gente, rieron a carcajadas y pasaron su primera noche juntos, al lado de la chimenea del Caldero Chorreante, contando anécdotas y algún que otro detalle desternillante, sabiendo que aunque había empezado la Segunda Guerra Mágica, eran más fuertes que antes y que eran capaces de cualquier cosa.

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El profesor Flitwick se había despertado por una razón desconocida para él, aunque no le importaba mucho. Desperezó su pequeño y velludo cuerpo acompañándolo con un sonoro bostezo y se dirigió hacia la ventana de su habitación.

Hogwarts se veía precioso de noche, y mas cuando todavía no había estudiantes. Los pasillos del castillo estaban vacíos, a excepción de algunos elfos domésticos, los fantasmas, Peeves, que estaba algo más tranquilo que en el anterior curso, y Filch, que sabiendo que iba a ser despedido de un momento a otro, arrastraba los pies por las escaleras voladoras de Hogwarts, apesadumbrado.

Flitwick podía ver los jardines de Hogwarts, aunque para ello tuvo que subirse a la repisa, pues no llegaba a ver por la ventana con su pequeña estatura. Veía destellos que provenían de la cabaña de Hagrid, entornó los ojos y poco después una llamarada salió del techo de la cabaña, quemándola por completo. Casi por acto reflejo, el pequeño profesor sacó la varita de su bolsillo, bajó hasta los jardines gritando a viva voz "¡Invasión! ¡Invasión!", despertando a algunos de los profesores que ya había en el colegio y acompañado con ellos se pusieron delante de la cabaña de Hagrid.

¡Eran decenas de mortífagos! Sus miradas eran de odio, y bajo la marca tenebrosa que brillaba en el aire, apuntaban con sus varitas a los profesores.

-¡Al Ataque!- gritó la profesora Sinistra mientras blandía su varita, como si de un florete se tratase.

La explanada de hierba se cubrió de rayos de distintos colores con los hechizos de ambos bandos mientras Hagrid, herido, respiraba con dificultad tendido en el suelo de su cabaña, que apenas se sostenía en pie. Con rapidez, a pesar de ni poder levantarse, escribió un mensaje en un trozo arrugado de pergamino y lo ató a la pata de una lechuza que estaba en el poyete.

Mientras la lechuza batía sus alas llenas de pluma rumbo a Londres, los jardines de Hogwarts se teñían de rojo mientras los profesores, que eran ganados en número por los mortífagos, luchaban por su vida y por la de la comunidad mágica, lanzando chorros de luz por la punta de sus varitas.

Nota del autor:

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No sé si el capítulo ha quedado como yo quería, aún así me ha llevado dos días ponerlo sobre firme y planificar cómo plasmar lo que quería escribir. ¡Por favor, dejadme reviews!