El refugio del diablo
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Orihime se llevó una mano a la barbilla, mientras analizaba y comparaba el boceto que estaba haciendo en su cuaderno de dibujo. Había decidido tomar como modelos al par de muñecos que Rangiku le había regalado, pero para ser honesta con ella misma, sus trazos estaban bastante amorfos.
—No me gusta —hizo a un lado el cuaderno junto con el lápiz. Había decidido practicar su dibujo, pensando que con el regalo de Rangiku se esmeraría más, pero definitivamente este no se le daba bien. El profesor Piers no iba estar nada contento con eso.
Se recostó por completo en el pasto y sus ojos grises se clavaron en el cielo, miro las nubes con atención tratando de darles alguna forma con su imaginación. A veces se permitía ser la niña que tanto quería, aquella que pudiera recrear con su imaginación algún juego divertido, pero esto solo podía darse cuando no estaba la demás gente a su alrededor, de acuerdo, excepto Rangiku; porque con ella y su presencia podía hacer cosas que los demás no aprobarían. Ellos dirían…
"Olvídate de esas tonterías, esas son cosas de niños"
"Tú eres excepcional, no eres una niña normal"
"Las que son como tú, no piensan tonterías"
Los ojos de Orihime se cerraron con fuerza al momento que esas voces se apoderaban de su cabeza y no permitían dar paso a su imaginación con las nubes. Estaba a punto de gritar que se callaran, cuando un grito de Rangiku las ahuyento, la mujer la estaba llamando.
Se levanto, sacudiendo a la vez su vestido y la miro a lo lejos, Rangiku hacía ademanes con las manos para que se acercara. La niña recogió sus cosas y se acercó a ella corriendo.
― ¿Qué pasa, Ran?
―Tenemos que irnos a tu habitación ―dijo, tomando a la niña de la mano y apremiándola para que se diera prisa.
― ¿Y eso por qué? ―Orihime abrazaba como podía sus cosas contra su pecho para que estas no se cayeran, sobre todo los muñecos, la mujer de atractivas curvas se dio cuenta de esto y la ayudo con todo lo que cargaba, sin ralentizar su prisa.
―Tenemos visitas.
― ¿Entonces me tienes que esconder? ―Rangiku detuvo sus pasos y con ellos los de Orihime. Sintió una punzada en el pecho, acompañado de un sentimiento de aflicción cuando miro a la pequeña, esta no se mostraba inconforme o triste, simplemente era una expresión de inocente duda y por ello, Rangiku se sintió abatida, era esa inocencia por la cual la mujer se sentía culpable de que quisieran destruir y ella no pudiera hacer nada para evitarlo.
―Es que… ―Rangiku se obligo así misma a contener sus sollozos, entonces se posiciono a su altura, acaricio la mejilla de la chiquilla, queriendo mostrar una sonrisa, pero fallo y termino por derramar una cuantas lagrimas; la pequeña colorina se apresuró a secar estas con la orilla de su vestido―. Es que a él no le gusta que a ti te conozcan y sepan tu existencia, ¿me entiendes?
―Si, lo entiendo.
Como le dolía esa niña.
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Después de haber dejado a la niña en su habitación, la mujer se apresuró a estar junto a Unohana, una mujer de rasgos delicados, amables y armoniosos. Una mujer de fachada perfecta, de la cual no se dudaría de su integridad y bondad con aquellos rasgos tan característicos, nadie sospecharía que, aquella que era llamada el ángel guardián, ocultaba y transformaba la oscuridad de aquel lugar.
― ¿Ya está hecho? ―pregunto a Rangiku una vez que la vio entrar por la puerta de su oficina y posicionarse a su lado.
―Si, la he dejado en su cuarto ―Unohana la miro con su habitual serenidad, notando los rojizos ojos de Matsumoto, señal de su inevitable llanto.
―Son órdenes ―inquirió con tranquilidad. Aquella manera de expresarse, irrito por completo a Rangiku, y no es que Unohana le desagradara, de hecho, le tenía cierta estima porque siempre la sacaba de algún apuro cuando lo necesitaba, pero esa parte indiferente y tranquila que siempre mostraba le molestaba; era como si la mujer no se sintiera afectada con nada.
―Ya lo sé, pero jamás vas a entender los sentimientos tan grandes que guardo por esa niña, tú menos que nadie que jamás muestras nada por nadie ―Unohana permaneció impasible ante las palabras tan duras de Matsumoto, reacción que ya se esperaba esta.
―Tienes razón, yo soy un monstruo con mascara de gentileza y bondad ―por un momento, la mujer de rubios cabellos se sintió culpable de aquella acusación, porque Retsu en más de una ocasión la había ayudado, pero era demasiado difícil saber que pasaba por su mente con aquella actitud.
De la boca de ambas mujeres no volvieron a brotar palabras, al menos no hasta que irrumpió en aquella pieza, una joven de estatura muy alta, cabello corto y grisáceo que, apresurada, puso al tanto a Unohana y Rangiku de la presencia de dos personas que habían llegado, Retsu no dudo en ponerse de pie de inmediato y dirigirse a recibir a los recién llegados; por su puesto Rangiku fue con ella.
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―Estamos agradecidos porque hayan accedido y cooperen con este reportaje.
―No hay absolutamente nada que agradecer, para nosotros es un honor que mostraran interés y que hagan llegar a otras personas de lo que hacemos aquí. Bienvenidos a San Christine ―Unohana hizo un ademán para que la joven y el hombre entraran al lugar, estos así lo hicieron y cuando se encontraron dentro, la muchacha extendió su mano a Retsu y se presentó.
―Me llamo Mashiro Kuna, reportera del programa de televisión Nuestro alrededor ―la mujer de cálidas facciones sonrió, correspondiendo al saludo de aquella chica de mediana estatura, delgada y con peculiar color de cabello. Unohana examino cada parte de ella, desde su apariencia extravagante, hasta cada gesto y actitud corporal. Se notaba lo infantil e inmadura que era, seguramente teniendo aquel puesto por ser pariente de alguien que estaba a la cabecilla de aquel programa. Ningún peligro que le representara… Sin embargo, el hombre que la acompañaba y el cual Mashiro presento como su camarógrafo y por el nombre de Love Aikawa, no podía decir lo mismo. El tipo podía poseer una apariencia extravagante también, pero tras saludarla, noto seguridad y un formalismo muy propio, además que se sintió minuciosamente observada, al parecer no era la única que estudiaba a las personas.
―Muy bien, señorita Kuna, señor Aikawa, yo soy Unohana Retsu su anfitriona y directora de este lugar; es un placer tenerlos aquí ―al igual que Mashiro presento a su acompañante, Unohana hizo lo mismo con Rangiku, esta sonrió con falso entusiasmo, pensando en la vergüenza que le causaba mentir y aparentar para encubrir la realidad de aquel lugar.
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Despertó, sintiendo el cuerpo bastante molido. Se sentía peor que otras veces en las que recibía golpizas de ese estilo, tal vez la diferencia radicaba en que lo habían cogido desprevenido, sin saber lo que le iba esperar hasta que sintió el primer golpe sin darle la oportunidad para defenderse.
―Mierda… ―soltó una maldición al tratar de incorporarse y sentir repentinamente tremendo dolor que lo obligo acostarse nuevamente.
―Así que ya despertaste, basura ―el muchacho busco a su alrededor al dueño de aquella voz, cuando sus ojos se cruzaron con un chico no más grande que él y con una apariencia que se le antojo un poco afeminada; parecía que aquel joven ponía bastante empeño y cuidado a su persona.
― ¿Quién demonios eres tú? ¿Qué es este lugar? ―pregunto, amenazante y con la mirada fiera hacía su interlocutor, pero este, fuera de alertarse o asustarse simplemente se encogió de hombros y sonrió.
―Es lo que todos preguntamos cuando llegamos aquí. Tranquilo, ya vas a ir descubriendo que es este lugar y créeme que cuando lo descubras no te va gustar, así que por el momento relájate hasta que llegué el jefe. En cuanto a mi nombre te lo puedo decir, me llamo Yumichika Ayasegawa. ¿Y el tuyo cuál es?
El muchacho al no tener la respuesta que más le interesaba, opto por comportarse aún más hostil.
―No te incumbe ―el tal Yumichika al parecer se molestó con aquella respuesta, pues murmuro amenazas en su contra.
El muchacho que reposaba en la cama decidió ignorarlo, esperando que con su falta de conversación e interés el intruso se marchara para que lo dejara solo, pero este no se movió para nada y se quedó ahí como quien cuidaba a un custodio para que no se fugara, si ese era su motivo por el cual estaba ahí perdía su tiempo, pues en su condición y sin saber dónde estaba dudaba que llegaría muy lejos.
Y como si este le hubiese leído la mente le dijo:
―Descuida, no estoy aquí para vigilarte. Estoy aquí para entregarte a mi jefe, solo espero le seas de utilidad.
― ¿Cómo? ―pregunto, absorto a lo que había escuchado.
Una sonrisa desagradable se formó en la cara de aquel individuo, divertido ante la ignorancia de aquel muchacho que no podía imaginar ni un poco lo que pasaba en aquel lugar. Sin embargo la boca del desconocido comenzó abrirse, al parecer con el motivo de decirle algo, pero justo cuando estaba por hablar la puerta se abrió, interrumpiendo su cometido. Yumicika y el muchacho en la cama miraron hacia la puerta, por donde se podían ver a dos hombres entrar, uno de ellos era alto y muy esbelto, el otro de estatura normal y cabello rubio.
¿Quiénes serían esos? Se pregunto si acaso uno de ellos seria la persona que Yumichika esperaba, pero este se mostraba confuso y perturbado.
― ¿Señor Nnoitra?
―Así que ya llego mi pedido. Espero que esta vez sea lo que espero ―la figura larguirucha se acercó para examinar al muchacho que yacía en la cama, pero Yumichika se interpuso, al tiempo que se inclinaba en una reverencia.
―Lo siento, señor Nnoitra, pero me parece que está equivocado, recuerde que fue a mi jefe a quien se le concedió un nuevo recluta ―la expresión de satisfacción del tal Nnoitra se descompuso a una de indignación, mientras su mirada se posaba en aquel que le obstruía el paso.
―¿Qué mierdas me estás diciendo? ―Nnoitra se giró entonces para mirar al hombre que lo acompañaba. ―Tesla, ¿tú me puedes decir desde cuando un perro le gruñe al amo?.
―A veces los infames no conocen su lugar, ¿Mi señor, quiere que me encargue de él? ―el rubio se acercó para acatar cualquier orden que le dieran, pero Nnoitra negó y devolvió su mirada hacia Yumichika, el cual no había cambiado su postura, a pesar de la amenaza frente a él.
―Quítate imbécil ―sonó tan frio, que el muchacho que reposaba en la cama sintió que la vida de ese individuo peligraba si no lo obedecía, pero este no se amedrento, mucho menos se movió.
―Lo siento, pero usted no es el amo al que sirvo ―aquello fue el detonante para que Nnoitra rabiara. ¿Qué se creía ese imbécil para oponerse y faltarle el respeto así?
―Por supuesto, ¿qué puedo esperar de alguien que está bajo el mando de un animal sin razonamiento como Kenpachi? ―la expresión de enfado se transformó a uno de burla. Sin embargo, Nnoitra no iba dejar pasar aquello y no solo estaba dispuesto a castigar a Yumichika por su atrevimiento, sino que se llevaría con él al que consideraba su nuevo perro de caza.
Yumichika sabía lo que iba pasar, pero estaba claro que su lealtad era inquebrantable y estaba ahí para defender lo que por derecho le pertenecía a su jefe; así lo mataran o terminara casi muerto él no iba a retroceder. Pero justo cuando Nnoitra iba asestar el primer golpe, una risa estruendosa se escuchó en la entrada y este se detuvo, sabiendo a quien pertenecía aquella carcajada que le desagradaba tanto.
―Vamos, Nnoitra, si tanto deseas pelear conmigo puedes venir a mi directamente y darme la cara para que te la pueda desfigurar ―todos los presentes miraron al recién llegado, este sonreía de manera desquiciada.
―Ladras mucho. Me recuerdas a los perros cuando tienen rabia, Kenpachi ―una nueva carcajada inundo el lugar. Nnoitra no se pudo sentir más irritado.
―Creo que tantos delirios de grandeza te llenaron la cabeza de aire, o peor aún, te frieron el cerebro. Nnoitra, ¿acaso olvidaste que tu no tendrías nuevos reclutas por un tiempo? Ese bastardo de la cama va conmigo.
El mencionado miraba con incredulidad toda aquella escena. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿De qué demonios estaban hablando?
―No me importa lo que hayan dicho, me hacen faltan perros para mis trabajos ―Nnoitra se encogió de hombros―. Una vez que vean los resultados de mis trabajos ni siquiera recordaran el castigo.
―Me importa una mierda tus trabajos, respeta lo que se te ordeno. Es tu culpa, ¿quién es tan estúpido como para aliarse con un chiflado como Szayel y perder tanta gente con sus depravaciones? ―Nnoitra le dirigió una mirada asesina y sin contenerse más decidió atacar a Kenpachi, el cual lo recibió gustoso.
―¡Mi señor! ―grito Tesla queriendo intervenir cuando Kenpachi había tomado del cuello a Nnoitra, pero este, furioso le grito que no interviniera o lo mataría.
―Esto no es bueno, si esos dos se pelean terminaran por hacer esto muy grande ―dijo un tanto angustiado Yumichika―. Tú quédate aquí y no hagas ninguna tontería. Iré por ayuda.
El muchacho en la cama estaba tan absorto de lo que pasaba que apenas y le prestó atención.
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―Así como lo escuchan en sus hogares, mis queridos televidentes, este lugar se esfuerza día a día por darles un hogar y una nueva oportunidad de vida a estos niños que, por desgracia no han tenido la fortuna de tener un hogar o este es inestable ―dijo la reportera, mientras miraba hacia la cámara y tras haber hecho unas cuantas preguntas a Unohana.
―Y cuéntenos señorita Unohana, ¿aparte de su mayor benefactor, el señor Muramasa hay más gente involucrada al apoyo de este lugar?
―Por supuesto contamos con algunos otros benefactores o donadores a nuestra noble causa ―contesto con tranquilidad la mujer de amables rasgos.
―Gente importante imagino.
―No necesariamente, a veces son ayudas anónimas de las cuales ignoramos su estatus social. De cualquier forma, las personas que ofrecen su ayuda no lo hacen para que su apellido quede bien ante la sociedad, solo les interesa poder ayudar.
―Si, por supuesto ―Mashiro soltó una risita tonta, mientras se acomodaba el cabello, entonces carraspeo y continuo con sus preguntas―. Señorita Unohana, nos interesa saber qué fue lo que la motivo a unirse a este lugar y velar por esos pobres niños.
Rangiku que hasta ese momento se mantenía al lado de Retsu, quería reír, irónica, pensando que sí, ese lugar pintaba a todas luces ser el paraíso de los pobres huérfanos, pero que en realidad no era más que una mentira descarada de lo que era en realidad. Ahí bien se podía aplicar el dicho que nadie daba sin recibir algo a cambio.
Cuando Unohana termino de relatar el camino de iluminación que ella siguió para ser un "buen samaritano", la estúpida reportera sonrió, enternecida y argumentando cosas sobre el altruismo y ciudadanos ejemplares. Sinceramente Rangiku la veía bastante idiota. No le agradaba la chica, además que se notaba que solo actuaba. Por su parte, el camarógrafo hizo una pequeña negación con la cabeza. La verdad era que su compañera no tenía madera de reportera. Al parecer no había preparado su entrevista como debía ser. Hacía ver las cosas muy obvias y simples. No estaba ofreciendo un material de verdadero interés para el público, todo estaba bastante flojo. No había suficiente trasfondo en las preguntas y respuestas de aquellas dos mujeres, y por lo que parecía, la anfitriona estaba muy conforme con eso.
― ¿Sera posible que para concluir con nuestro reportaje nos pueda dar un recorrido por el lugar? ―y ahí otro problema de su compañera, no disimulaba muy bien las ganas que tenía por largarse del lugar.
Unohana hizo un asentimiento de cabeza y un ademan con la mano, dándoles a entender que accedía a la petición y la siguieran. Rangiku se sentía extraña en ese momento, puesto que era la primera vez que extraños pisaban aquellos terrenos que cuidaban tan celosamente. ¿Sería una señal para ella? ¿Cómo sería si ella se encargara de darles información verdadera? ¿Cómo la usarían? ¿Terminaría por darle fin o desencadenar algo peor? La mente de la mujer imagino una y mil posibilidades y con ello el sentimiento de algo indescriptible que afloraba en su pecho.
― ¿Rangiku, me escuchas? ―la mencionada abrió los ojos grandes cuando salió de sus cavilaciones y miro la mano que se había posado en su hombro para llamar su atención y luego a la dueña de esta.
―Lo siento, Retsu, ¿me decías algo?
―Si, te decía que por favor te encargaras de dar el recorrido a nuestros visitantes.
― ¿Cómo? ¿Porqué? ―Rangiku no entendió aquella petición hasta que se dio cuenta de la presencia de Izane.
―Necesito atender un asunto importante del que me ha puesto al tanto Izane, así que por favor continua por mí con la entrevista ―¿asunto? ¿Qué es lo que estaba pasando? ¿Tan ensimismada se había quedado en sus pensamientos que no se había dado cuenta de cuando la chica de cabellera grisácea llego y hablo con Unohana?
―Está bien, yo me encargo. ¿Paso algo malo? ―Retsu tan solo sonrió con su habitual gesto de amabilidad. Sin embargo, Rangiku detecto un aura amenazante tras aquel gesto.
―En absoluto ―fue su única respuesta para después salir con Izane tras de ella.
Mashiro y Love se miraron, mostrando desconcierto en sus miradas, a lo cual Rangiku llamo su atención.
―No se preocupen, quedan en buenas manos ―dijo, mientras sonreía, amigable y los invitaba a que la siguieran.
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Nnoitra sonreía triunfante al haber invertido los papeles y tener acorralado a su contrincante en el suelo, mientras apretaba entre sus manos su cuello. Sin embargo, no le era nada fácil asfixiarlo como deseaba, puesto que el cuello de Kempachi era bastante grueso por el musculo, así que, tomando ventaja de eso, Kenpachi tomo la cabeza de Nnoitra y le asesto un cabezazo, dejando un poco aturdido a este y dándole tiempo a levantarse y propinarle una buena patada en el estómago. Tesla permanecía en su sitio, rabioso por no poder intervenir y ayudar a su jefe; mientras que el chico en la cama no podía hacer más que contemplar aquella escena. Aquello parecía una broma, un sueño en realidad. ¿Cómo es que se había visto envuelto en todo eso? ¿Dónde diablos había ido a parar?
―¡Qué bien! Esto me servirá para pedir sus cabezas y ponerlas como decoración en su área, como recordatorio de lo que les pasa a los que atentan con la privacidad de este lugar ―tras escuchar y reconocer aquella voz, Kempachi se separó de su adversario, mientras este se tambaleaba y limpiaba sangre de su nariz. Unohana los miraba desde el umbral de la puerta con su característico semblante de serenidad. Sin embargo, ellos sabían que por dentro la mujer estaba hecha una furia.
―Fue su culpa, sabe que no tiene derecho a nuevos reclutas y quiere apoderarse de la nueva adquisición ―Retsu miro hacia donde señalaba Zaraki, sin prestar mucha atención al chico que reposaba en la cama. Suspiro y adopto una postura más severa.
―Saben que tengo toda la autoridad para castigarlos o destruirlos sin contemplaciones, así que no deberían poner a prueba su suerte. En este momento tengo encima a un par de intrusos que…
― ¿Intrusos? ¿De qué hablas? ―Zaraki se sintió curioso, pero Unohana lo miro de forma amenazante. El hombre no se intimido, muy al contrario, le divertía las expresiones de la mujer.
―De los asuntos del exterior me ocupo únicamente yo, solo deben saber que estaban a punto de poner en evidencia este lugar y con eso a todos los involucrados, No permitiré que por su estupidez e insolencia nos pongan en riesgo por una tontería ―la mujer miro al hombre de extremada delgadez, apuntándolo con su dedo índice ―. Nnoitra, sabes de antemano que tienes un castigo que cumplir. Tanto Aporro como tú no les queda más que obedecer y afrontar las consecuencias de lo que hicieron, y si no estás dispuesto a cumplir, siempre eres bienvenido a visitar el corredor ―el mencionado miro a la mujer con expresión irónica, entonces bufo y luego dirigió su mirada a su enemigo.
―Algún día, idiota, algún día me cobrare esto ―dijo, para entonces dirigirse a la entrada de la habitación, Unohana le lanzo una última mirada de advertencia antes de que Tesla y él desaparecieran por donde habían llegado.
―Toma a tu adquisición y no me des más problemas, Kenpachi, porque puedes estar seguro que yo misma hare rodar sus cabezas ―la mujer de gentiles facciones se retiró también, dejando una situación algo sombría para los únicos que habían quedado en aquella habitación.
―Bah, ese estúpido de Nnoitra, mira en qué situación nos dejó… ―Kenpachi miro entonces al chico herido, se acerco y lo examino con la mirada. ―Tu nombre y edad, tan solo me interesa y contestaras eso.
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Unas cuantas preguntas a un par de niños y docentes, según esto, Mashiro no quería interrumpir con su presencia las actividades que se realizaban. Sin embargo, se permitió explorar y ver cada salón, así como la clase que se impartía en cada una. Algunos jóvenes y chiquillos se sintieron curiosos, como conmocionados al ver extraños en aquel lugar, pues no era para nada habitual, aun así, conocían las reglas y como debía ser interpretada y manejada aquella intrusión.
Rangiku pudo notar algo de tensión, así como incomodidad por parte de alguno de sus compañeros, quienes consideraban una amenaza al par ahí presente, aunque a sus ojos supieron disimular muy bien el rechazo a su presencia; para su compañera era imposible ocultarle esto. Los años trabajando juntos los hacían conocerse bien entre ellos.
―Estoy realmente impactada. Este lugar es realmente una maravilla. Es que… ¿en realidad no es un internado privado? ―Rangiku entre lazo sus manos y sonrío de manera afable. El recorrido había terminado y ahora el trio se encontraba en el patio, punto donde darían por concluida a entrevista.
―En absoluto, señorita Mashiro, es un lugar dedicado a niños en orfandad.
―No imagine que un lugar así pudiera existir ―se atrevió a decir el camarógrafo ya con la cámara en pausa.
―Ni que lo digas, estos niños viven mejor que yo. También quiero estar bajo la protección del señor Muramasa ―Mashiro comenzó a reír con su propio chiste. Sin embargo, Love y Rangiku consideraron la broma de muy mal gusto, por lo que el compañero de la reportera la reprendió llamándola por su nombre con seriedad, a lo que la reportera carraspeo, acomodando su cabello para disimular su bochorno.
―Discúlpela, Mashiro es un poco bromista ―dijo Love, disculpándose en lugar de su compañera.
―No se preocupe ―dijo la mujer, tratando de restarle importancia al comentario de mal gusto. Ahora entendía por qué Unohana no los consideraba una amenaza, así como descarto completamente tratar de confiarles algo tan peligroso como los secretos de aquel lugar.
―La señorita Unohana está demorando un poco ―dijo Mashiro repentinamente, Rangiku pudo notar impaciencia en sus movimientos y constantes miradas a su reloj, su compañero solo atino a mirar su cámara, tratando de ocultar su vergüenza, así como pretender que no la había escuchado.
―Estoy segura que estará pronto aquí ―a decir verdad, Rangiku no estaba tan segura de eso, pues no tenía idea de que es lo que había pasado como para haberla forzado a retirarse y que demorara tanto, como quiera que fuera; Mashiro no se veía muy conforme con esa respuesta.
Justo cuando Rangiku se decidió por ir a buscar a Unohana por su cuenta para acabar de una vez con aquello, la guardiana del lugar apareció, aproximándose a ellos y con su semblante habitual de serenidad.
―Lamento mucho el retraso. Tuve que resolver algunos inconvenientes ―dijo la mujer a manera de disculpa.
―Espero que nada serio ―ya que Mashiro no mostro ningún interés en preguntar, el camarógrafo se atrevió hacerlo.
―Gracias por su preocupación, pero no es nada grave, tan solo unos problemas con algunas remodelaciones que están haciendo en las habitaciones de algunos de nuestros niños ―Rangiku se pregunto que es lo que realmente habría sucedido, pero obviamente no preguntaría en ese momento―. Y bueno, ya que el recorrido ha concluido, ¿hay algo más con lo que podamos ayudarlos?
―No, tenemos todo lo que necesitamos. Agradecemos mucho que nos haya abierto las puertas y dejar que compartamos este maravilloso lugar con los demás ―se adelantó rápidamente a decir la reportera, mientras sonreía ampliamente.
―No hay nada que agradecer, estamos realmente honrados con su presencia.
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Unohana había invitado a Mashiro y Love a tomar un refrigerio una vez que concluyeron la entrevista, pero la reportera se negó, excusándose con la farsa de que estaban cortos de tiempo para realizar una entrevista más a otro lugar. La directora entonces se despidió de ellos y una vez que estos se encontraron dentro la camioneta que viajaban, la reportera suspiro, reclinándose en su asiento, para después sacar un espejo y mirar si todo estaba bien con su apariencia.
―Demasiado bueno para ser verdad. No me agrada tanta generosidad ―soltó de pronto su compañero, por lo que su compañera volteo a mirarlo con duda.
―¿De qué hablas?
―De este lugar, ¿no te parece demasiado bueno?
―Por dios, ¿estás bromeando? ¿qué insinúas? ―Mashiro miro irritada a su compañero, por lo que este se encogió de hombros.
―Solo digo que…
―¿Sabes qué? No me interesa. Vámonos de una maldita vez ―el camarógrafo negó, molesto por la actitud de su compañera, honestamente él también estaba empezando a sentirse irritado.
―¿Por qué diablos te dedicas a esto? Está claro que no te gusta tu trabajo.
―Solo hablas tonterías, Love. ¿Quién diablos te dijo que no me gusta ser reportera? Lo que no me gusta es esto. ¿No te das cuenta? A la gente no le interesa estás cosas. La gente se mueve por el morbo, por notas amarillistas, por la vida ajena de alguien importante, escándalos… no por esto ―Love noto frustración en la mirada de la chica, conocía de más su vida, más de lo que él hubiera querido, y es que su jefe Hirako Shinji, le había pedido expresamente a él ser su compañero, contándole lo mal que lo pasaba Mashiro con sus intentos fallidos por entrar a un noticiero importante.
―Yo se que puedo dar más que esto ―la molestia de su compañero no hizo más que crecer. Shinji podía tener toda la lástima que quisiera, Love iba a darle el trato que mejor merecía.
―Deberías estar agradecida con tener un trabajo. Si te esforzaras para que tus notas y reportajes fueran mejores, quizás la gente se fijaría más en ti y te tomaría más en serio, como toda una profesional.
―¿Es en serio? Diablos, Love, vámonos de una maldita vez.
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Rangiku se enteró del altercado que había ocurrido con Nnoitra y Kenpachi, una vez más pensó en las posibilidades de lo que hubiera ocurrido si esos dos terminaban en un conflicto más grande que dejara al descubierto la oscuridad de aquel lugar. Sin embargo, ¿no era un riesgo ya que aquellos dos pisaran y exploraran?, aunque todo lo que escucharon y vieron fue la capa, la parte superficial de lo que realmente había en el fondo.
―¿No te sientes preocupada? Puede que cuando el reportaje sea transmitido por televisión, haya personas que llame su atención este lugar.
―¿Preocuparme? ¿De qué? ¿De un programa mediocre, con apenas una cuanta audiencia y que es transmitido por la madrugada? No hay ninguna amenaza, querida ―Unohana sonrió a Rangiku, para entonces dar media vuelta y marcharse.
Y Rangiku se sintió muy tonta… Por supuesto, eso era lo que pasaba.
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Algunos días transcurrieron después de aquella visita indeseada. La vida dentro de aquel lugar siguió como si nada. Para Orihime fue triste saber que estaba por terminar su descanso y volvería a su vida cotidiana de lecciones exhaustivas. La niña miro el calendario y con recelo una fecha en especifica.
Faltaba poco para que él volviera de su viaje.
La pequeña colorina decidió apartar de su mente lo que la atormentaba y pasar sus últimos días de tranquilidad en el lugar que más la reconfortaba. Orihime se dispuso a ir a la bodega abandonada, una que habían dejado en el olvido, junto con todo lo roto e innecesario que habían ido a tirar ahí, además que todos decían estaba embrujado, por lo que nadie se acercaba, mucho menos se metían. Era el lugar ideal para ella.
Desde que descubrió aquel lugar, ella jamás había visto fantasmas o algo que pudiera asustarla, por lo mucho solo habitaban roedores que, con el tiempo se acostumbraron a la presencia de la chiquilla, inclusive Orihime llegaba alimentarlos con migas de pan, dulces o lo que llevaba por si le daba hambre.
Con precaución vigilo que nadie la estuviera viendo, para poder colarse en el lugar. Aparto algunas ramas de arbustos y unas tablas que había usado para poder tapar el hueco que usaba como entrada. La chiquilla se colocó de rodillas y entonces gateo para poder meterse, una vez dentro, se apresuró a tapar nuevamente la entrada y arrastrarse por un pequeño túnel que daba al interior. Cuando salió del túnel se levantó, acomodo algunos mechones de cabello y sacudió su vestido con ambas manos. Un pequeño bolso colgaba de su lado lateral derecho y echo una mirada a este para asegurarse que no se hubiera abierto.
―Bien, todo en orden ―declaro con una gran sonrisa en sus labios. Cuando Orihime estuvo a punto de echar andar, escucho como algo golpeaba contra uno de los tantos pupitres viejos y rotos que habían desechado ahí. Completamente alarmada, la niña volteo en dirección de donde había provenido el ruido y descubriendo a un chico que parecía estar tan sorprendido como ella.
―Oh… Hola… ―Orihime miraba asombrada al muchacho frente a ella. No supo que hacer en ese momento, era algo que la había dejado completamente anonadada.
¿Quién era él y que hacía ahí?
Aunque para él también había sido sorpresivo y un poco angustiante el hecho de que alguien lo descubriera ahí, recobro la compostura y tan rápido como pudo se aproximó a ella, lo suficientemente cerca para taparle la boca cuando la niña estaba por hablar, quizás para interrogarlo o quizás llamar a alguien; cualquiera que fuera el caso no podía darle la oportunidad de hacerlo.
―No, no digas nada ―la niña lo miro, asustada por su repentina reacción e intento apartarlo de ella, pero este no la dejo, apresándola rápidamente contra él.
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Wuuuuuuuaaaaaauuuuu! Es bueno volver después de mucho tiempo. Quería subir el cap antes de que empezara el nuevo arco de Bleach, pero no pude.
Chicos, no voy a ondear respecto a mi ausencia, pero créanme tuve motivos muy poderosos y lamento mucho esto de aparecer y desaparecer. No prometeré nada, pero quiero que sepan que, aunque me lleve mucho tiempo terminare mis historias.
Agradezco infinitamente sus reviews y el tiempo que me han esperado, así como su apoyo. No ha sido justo dejar mis historias en el abandono tanto tiempo, pero poco a poco lo compensare.
Respecto a esta historia, se que los deje con muchas dudas en el anterior capitulo, pero espero que aquí ya haya aclarado algunas de esas dudas. Poco a poco conocerán más de esto.
Espero sus reviews, se que no lo merezco, pero por lo menos quiero leer sus reclamos… ok no XD
Próxima actualización: Tu amo y señor.
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