Disclamer: Los personajes y parte de la trama son propiedad de Rumiko Takahashi y no mía.
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Nota: Segunda Parte de la trilogía "Los Hongos del Amor". Recomiendo leer esta trilogía en orden y estar alerta a los saltos en el tiempo. También os recomiendo ver de nuevo o por primera vez el capítulo del anime: "Vamos al Templo de los Hongos" para entender mejor como se desarrolla esta historia. Esta parte será un poco más larga, pero espero que os guste ^^
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—Efectos Secundarios—
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4.
Atravesaron el patio hacia la zona de las canchas donde los chicos ya esperaban. Observó la espalda de Ukyo que caminaba por delante de ella con su energía habitual, fue de las primeras en llegar y por supuesto escogió un lugar en las gradas cerca de donde estaba su prometido. Ella se sentó lo más lejos posible, apoyó los codos en sus muslos y con una mueca de fastidio, se dedicó a escuchar las explicaciones del profesor y a cazar rayos de sol con la mano.
El profesor Mishima era un hombre alto, robusto y que siempre tenía el rostro rojo. No tenía relación con la temperatura y tampoco con que estuviera más o menos alterado; parecía que esa fuera la tonalidad natural de su piel. Aunque lo cierto era que a menudo parecía enfadado. Su tono de voz era duro, más bien afilado, quizás porque hablaba poco y la mayor parte de las cosas que decía eran ordenes que había que obedecer al instante.
—¡Silencio! —Les chilló en primer lugar, pese a que casi nadie estaba hablando en ese momento—. ¡Quietos!
Todos los días llevaba un atuendo deportivo blanco, desde las deportivas hasta la gorra de su cabeza. En su pecho relucía un silbato que Akane no recordaba haberle visto usar nunca.
—Antes de que haga más calor vamos a acabar el módulo de atletismo —Les anunció. Muchos estudiantes se quejaron, a nadie le apetecía correr siendo la última clase antes de la comida, aunque fue algo inútil—. ¡Silencio!
—¿No podemos pasar ya al módulo de natación? —preguntó alguien y otros le apoyaron. Era lo siguiente en el temario y todos sabían que la piscina del colegio había sido preparada hacía ya varios días para tal fin. Hubo quien giró la cabeza en su dirección y puede que incluso escucharan el prometedor rumor del agua fresca.
La idea gustó a casi todos pero entonces, comenzaron a oírse risitas entre las gradas ocupadas por los chicos y que alguien mencionó la palabra Bikini de forma maliciosa y jocosa.
—¡Silencio! —Repitió Mishima por tercera o cuarta vez. Chasqueó la lengua—. ¿Eso es lo único en que pensáis? ¿En ver a vuestras compañeras en bikini?
Algunos chicos se echaron a reír ahora con auténtica fuerza. Otros, solo hicieron comentarios por lo bajo.
Serán idiotas pensó ella, malhumorada. ¡Por eso siempre había odiado a los chicos! Eran todos unos pervertidos que solo pensaban en una cosa. Akane no quería ni oír hablar de las clases de natación, eran la peor parte de la asignatura. Por más que se esforzaba no lograba aprender a nadar y estaba harta de que se rieran de ella por eso.
De pronto, sintió una nueva mirada sobre ella, pero de algún modo, supo que no se trataba de Ranma. Se estiró sobre su asiento y escudriñó, con los ojos entrecerrados, el otro lado de las gradas. No alcanzó a descubrir quién la espiaba porque el profesor volvió a chillar.
—¡Saotome, basta!
El susodicho estaba de pie, con la mano abierta por debajo de su cuello y expresión hostil. A sus pies había un chaval con la cara estampada en el suelo.
Pero, ¿qué hace?
—¡No quiero peleas aquí, ya lo sabes!
El chico herido alzó la cabeza con cuidado, tenía restos de césped pegados en la frente y en las mejillas y arenilla incrustada en la nariz.
—Solo he dicho que Tendo estaría muy mona en bikini, nada más… —Ranma volvió a alzar la mano pero el profesor hizo sonar su silbato (¡Si suena y todo!)
—¡He dicho basta!
Por supuesto hubo un aluvión de miradas que se clavaron en ella en ese instante, pero las ignoró mirándose, a su vez, los pies.
¡Será tonto! Pensó, ofuscada. ¡¿Por qué siempre tiene que ponerme en evidencia?! Si además los bikinis están prohibidos en las clases de natación.
El profesor zanjó la discusión sobre la piscina y los bikinis declarando que terminarían el módulo de atletismo tanto si les gustaba como si no, les amenazó además con sustituir la natación por un módulo teórico de primeros auxilios si seguían con esa actitud tan rebelde y así, logró que todos dejaran de protestar.
—Practicaremos las carreras por relevos —Les informó, mucho más enfadado— Y como no quiero más problemas, yo mismo formaré las parejas que serán mixtas —Se estiró el elástico de los pantalones cortos blancos y avanzó, como un león ante un pequeño rebaño de ovejitas, mirándolos a todos a los ojos.
Alguien soltó un quejido de angustia.
Las parejas de Mishima eran del todo aleatorias. No parecían obedecer a ningún criterio de peso o altura equilibrado, sino que parecía formarlas según la cercanía de cómo estaban sentados. Akane se dio cuenta en seguida, y Ranma también debió notarlo pues, tratando de no llamar la atención, empezó a acercarse a ella despacio.
Entonces, Mishima clavó sus ojos de halcón resentido en él.
—¡Saotome! —Despachó su nombre como si fuera el peor insulto del mundo. Después sonrió—. Nada de eso, muchacho —Le hizo un gesto con la cabeza—. Tú te pones con Kuonji.
Ukyo soltó una carcajada de alegría y corrió hacia su nuevo compañero. Akane apartó la mirada.
—Tendo… —A su alrededor quedaban cada vez menos chicos. A unos pocos pasos de ella, Gosunkugi observaba al profesor con sus ojos hundidos, más abiertos que nunca, como si le rogara algo en silencio—. Con Watanabe.
Fantástico…
Watanabe era, justamente, el chico al que Ranma había pegado por hablar de ella.
¿Lo habrá hecho a propósito? Se preguntó, mientras se acercaba al joven. Le pareció una idea tonta, sin embargo era evidente que su prometido lograba perturbar la paciencia del profesor con mucha facilidad.
El tal Watanabe la miró con cierta prudencia cuando tomó asiento a su lado. ¡Como si ella fuera la responsable de lo que había pasado! Notó que él dejaba un buen espacio entre los dos, aunque no fue algo que la molestara en realidad. ¿Qué clase de chico se pone a opinar sobre cómo le quedaría el bikini a una chica con la que jamás ha hablado? Se dijo que no le interesaba conocerle, solo terminar esa clase de una vez.
—Las parejas correrán en tandas de cuatro —Terminó de explicar Mishima—. La pareja ganadora de cada tanda pasará a la final.
—¿Y qué premio recibirá la pareja ganadora?
—Un aprobado —Les lanzó una mirada terrible y retrocedió, con siniestra lentitud, hasta la zona donde ya esperaban los primeros corredores.
A Akane y a su compañero les tocó de los últimos, así que se quedaron en las gradas para ver cómo lo hacían los demás. Fue todo un espectáculo de gritos, tropezones y testigos rodando por el suelo en cuanto el profesor dio el primer silbido. Se suponía que aquel era el último día del módulo de atletismo, pero por lo que se veía no habían aprendido mucho al respecto.
La gente se caía, o se echaba a reír cuando perdía el testigo. Nadie estaba muy interesado en ganar la carrera salvo, por supuesto, Ranma y Ukyo. Ellos vencieron a sus contrincantes en pocos segundos y con una gran ventaja. La verdad, mal que le pesara, fue una exhibición de auténtica sincronización y velocidad por parte de ambos.
Ella ya se imaginaba que su prometido pasaría a la final hiciera pareja con quien fuera. Le fastidió un poco que, justamente, esa persona fuera Ukyo quien, nada más terminar, gritó:
—¡Somos la pareja perfecta, Ran-chan!
—Equipo —Corrigió ella en voz baja. El chico asintió con su torpeza habitual pero, de nuevo, giró la cabeza en su dirección y Akane sintió un vuelco en su pecho cuando vio su sonrisa dedicada a ella. Como si le dijera ¿lo has visto? ¿A qué soy genial?
Sostuvo esa mirada todo lo que pudo y al final se le escapó una sonrisa nerviosa.
—¿Perdón? —Watanabe la miraba con el rostro inclinado y una tímida sonrisa en sus labios—. ¿Me has dicho algo?
Ella parpadeó, recordando que el chico seguía a su lado.
—No, no era a ti.
Asintió y se mantuvo callado unos instantes, pero ella intuyó que quería decirle algo más por el modo en que apretó los labios y sus rodillas, la una contra la otra.
—Esto… perdona por lo de antes —confesó, pasándose una mano por el cabello y apañándoselas para gesticular con la otra—. No pretendía incomodarte con lo del bikini, solo era…
—Da igual.
—Ni siquiera lo he dicho en voz alta, no pretendía que nadie me oyera —Se explicó, aunque sonó algo extraño y él debió darse cuenta porque se sonrojó—. Tu novio tiene muy buen oído.
—No ha debido pegarte.
Aunque sospechaba que ella habría hecho lo mismo de haberle oído.
—Ha sido un comentario lamentable —insistió él—. Lo siento mucho.
. ¿Puedes perdonarme?
Se quedó mirándole y por alguna razón, estuvo segura de que era sincero. Era honesto en su malestar y también en sus disculpas. Decidió que sería comprensiva, al fin y al cabo cualquiera puede decir algo desafortunado sin darse cuenta.
—Claro, te perdono —respondió.
—¿En serio?
—Sí, no te preocupes —El chico sonrió aliviado y contento, así que ella también lo hizo. Y descubrió que eso la hacía sentir bien. Al principio no supo por qué, pero luego descubrió que era poco normal para ella tratar los conflictos de esa manera tan natural y sencilla.
No solía recibir disculpas cuando alguien la ofendía, así que pocas veces tenía la oportunidad de perdonar. Y era agradable poder hacerlo. También lo era hablar de esa manera con un chico, sin estar alerta o buscar motivos para enfadarse con él.
Cuando ocupó su lugar en la pista, se descubrió mucho más animada de lo que había estado en todo el día. Volvieron a ella las ganas y su viejo espíritu competitivo, ese que siempre la llevaba a hacer lo mejor posible en las competiciones deportivas, fuera la que fuera.
A pesar del calor, a pesar del malestar que arrastraba desde esa mañana, Akane esperó atenta a que Watanabe le entregara el testigo y después corrió con todas sus fuerzas hasta cruzar la línea de meta la primera.
—¡Watanabe, Tendo, pasáis a la final!
De pronto, estaba eufórica, muy emocionada y decidida a seguir esforzándose para ser la más rápida de la clase. Estaba tan motivada por la victoria anterior cuando se colocó de nuevo en su puesto, que apenas hizo caso a que Ukyo corría en la calle al lado. En cuanto Akane tomó el testigo un fuego se adueñó de sus piernas, de sus pulmones y extinguió el frío de su pecho. Corrió con más ganas que nunca, sin pararse a pensar en su postura o en el estilo, apenas pensó en nada salvo en respirar y llegar la primera.
Puedo ganar se animó a sí misma, casi sin notar el esfuerzo. ¡Puedo ganar!
Y lo hizo.
Fue la primera en cruzar la línea y la sensación que la invadió fue de las mejores que había experimentado en mucho tiempo… exceptuando la delicia de emociones románticas y placenteras del día del hechizo, claro.
—¡Tendo, lo has conseguido! —La felicitó Watanabe al llegar junto a ella. El chico daba botes de verdadera alegría—. ¡Hemos ganado! —Loco de contento, se acercó a ella y le dio un abrazo tan breve que ella apenas pudo reaccionar—. ¡Ha sido increíble cómo has echado a correr!
. ¡Parecía que volaras sobre el suelo!
La dicha y admiración rebosaban en sus ojos, tanto así que Akane se acabó ruborizando por la vergüenza.
—No ha sido para tanto.
—¡Ya lo creo que sí! —Insistió él. Se pasó las manos por el cabello, esta vez con ansía e histeria—. Ni siquiera he sido yo el primero en llegar, Saotome me ha sacado un par de metros de ventaja. Pensé que nos ganarían, pero luego tú has salido como una bala y has dejado atrás a Kuonji.
. ¡Ha sido bestial!
Ella ni siquiera había sido consciente de superar a Ukyo, apenas si había visto nada más a su alrededor que la pista por delante y la meta al final.
¿De verdad lo que había hecho había sido tan increíble?
Sintió un acaloramiento de pura felicidad y, por supuesto, giró la cabeza buscando a su prometido. Le sonrió cuando se encontraron sus miradas, igual que él lo había hecho antes. ¿Has visto lo que he hecho? ¿Qué te parece? Y él la sonrió también, aunque no era la clase de expresión que ella esperaba.
La sonrisa duró muy poco, se apagó a los pocos segundos y Ranma bajó los ojos.
¿Qué…? Se preguntó, extrañada. No es posible que este celoso de mi victoria, ¿verdad?
Aunque si ella era competitiva, Ranma lo era mucho más. No obstante, no terminaba de comprender esa cara tan rara.
El artista marcial se dio la vuelta, sin decir más, y se alejó rumbo a los vestuarios junto al resto de sus compañeros. Akane se quedó pasmada, no supo qué pensar de lo que había pasado hasta que Ukyo pasó por su lado.
—Enhorabuena, Akane. ¡Menuda carrera has hecho!
—Gracias —La cocinera se acercó a ella y le guiñó un ojo.
—Y qué compenetrada se te veía con Watanabe.
—¿De qué hablas?
—¡No te hagas la tonta! Si incluso le has abrazado delante de todo el mundo.
¿Abrazado?
¡Más bien había sido él quien…!
¡Oh, vaya! Akane se llevó las manos a la boca, con sorpresa.
¿Podía ser que Ranma lo hubiera visto y por eso estuviera tan serio?
Espera… entonces… ¿Estaba celoso?
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Solía esperar hasta que todos se marchaban y aquel día no fue distinto.
Desde un rincón privilegiado observó a sus compañeros y compañeras alejarse de las canchas, en dirección a los vestuarios para cambiarse y los imaginó yendo después en tropel a la cafetería o bien a su clase para comer allí lo que hubieran llevado de casa.
No tenía hambre, ni le gustaba desnudarse delante de otras personas. Por eso esperaba a que todos se fueran, aunque ese día no fue solo por eso.
Había captado algo distinto entre Ranma y Akane. Fue muy sutil durante las primeras horas de clase, pero había sido durante la Educación Física cuando descubrió las señales que confirmaban, sin lugar a dudas, que algo había cambiado. Los dos actuaban de una manera anómala para su comportamiento habitual y no sabría decir, por más que los había estado observando, cuál actuaba más diferente.
¿Qué está pasando entre esos dos?
Deseaba descubrirlo con todas sus fuerzas, quizás se había repetido esa misma pregunta tantas y tantas veces durante la mañana que esta se le había dibujado en el rostro con claridad. Por lo que fuera, no le sorprendió escuchar.
—Te gustaría saberlo, ¿eh?
Dio un respingo y se volvió. Fue por esa voz salida de la nada, no tanto porque le hubiera leído la mente. Pero disimuló con un encogimiento de hombros de lo más indiferente.
—Puedo descubrirlo.
—¿Tú crees?
Nabiki Tendo era peligrosa, lo sabía muy bien. Se creía la reina del Furinkan y era muy buena convenciendo a todo el mundo de que ella podía conseguir cualquier cosa que desearan a cambio de un buen precio. La mayoría de las veces era así, aunque en otros casos ocurría al contrario. Primero usaba su discurso tentador y engañoso para convencerte de que necesitabas algo que, curiosamente, era lo que ella tenía en sus manos.
La miró con cuidado. Llevaba una caja en los brazos a la que no había hecho mención, pero que tampoco ocultaba. Se dio la vuelta antes si quiera de permitirse preguntarse qué habría dentro.
—¿De verdad que no quieres saberlo?
—No quiero tu ayuda —respondió—. Tengo mis métodos.
—Sé lo que quieres, y también sé que tus métodos no han resultado hasta ahora —replicó ella, sonriente. Dejó la caja en el suelo y con un guiño, le invitó a mirar—. Esto podría ayudarte a conseguirlo.
Un poco reticente, se inclinó y echó un vistazo. Al principio no entendió lo que veía, hizo una mueca y arrugó la nariz.
—¿Me tomas el pelo?
—Nada de eso.
—¿Cómo va a ayudarme esto a conseguir lo que quiero?
Nabiki sostuvo su mirada de sospecha hasta que bajó la cabeza y se agachó para cerrar la caja. La levantó contra su pecho, torciendo la cabeza.
—Puedo mostrártelo… A cambio de una cantidad adecuada de dinero.
—¡Qué sorpresa!
—Oh, vamos, piensa en lo que conseguirías —Le incitó—. Akane y Ranma. ¿No quieres liberarte de ese obstáculo y alcanzar tu felicidad?
Sabía que eran palabras engañosas, artificialmente dulces y atrayentes. Intentaba confundir, seducir pero… ¡Ah, si fuera verdad! ¡Si fuera tan fácil! Conseguir el amor de su vida de una vez por todas y disfrutar de ello. Frente a todos los demás. Frente a su eterno rival.
Sin embargo, se mantuvo en silencio, no quería mostrar su entusiasmo.
—¿Y por qué me ayudarías a conseguirlo precisamente tú?
Nabiki se atusó el pelo, sin dejar de sonreír.
—Esto son negocios.
—Pero Akane es tu hermana.
—Y la familia lo perdona todo al final, ¿no crees?
Entonces, sintió una intensa repugnancia hacia esa chica. Incluso en ese momento, mientras consideraba aceptar su propuesta y beneficiarse de sus malas artes, la miraba y sentía un intenso rechazo hacia ese egoísmo descarado, esa indiferencia tan repulsiva hacia todo lo que no era ella misma. De nuevo, su rostro debió demostrarlo, pero ella no se ofendió.
No le importa, pensó sin sorprenderse. En verdad, no le importa lo que nadie piense de ella.
Por eso era tan terrible y peligrosa.
—Está bien —aceptó—. Cuéntamelo todo y después decidiré si me interesa tu ayuda.
—Hablaremos mejor en un sitio más privado.
