Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es bornonhalloween, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to bornonhalloween. I'm only translating with her permission.


Capítulo 14

No es tan malo despertar así: un giro de la cabeza entrecana de Edward cuando escucha las sábanas moverse, el elevamiento de sus cejas pobladas cuando descubre que mis ojos están abiertos, y la sonrisa que marca un hoyuelo en su mejilla izquierda.

—Buenos días.

Normalmente, esas dos palabras no coexisten, pero Edward hace que todo sea posible.

—Mmm.

Él no solo está completamente vestido, sino que su cámara cuelga alrededor de su cuello como si estuviera listo para salir por la puerta ahora mismo—o quizás ya haya salido a buscar café y regresado.

—¿Lista para otro día de exploración?

—Síp. —Lo estoy, en efecto, pero lo que quiero explorar se encuentra sentado en un sillón, observándome con gran curiosidad y altas expectativas.

Se pone de pie y junta sus manos.

—¡Bueno, vamos! ¡Arriba!

—No-oh.

Ahora está perplejo, manos en sus caderas, cabeza inclinada como si pudiera comprenderme mejor a un ángulo de cuarenta y cinco grados.

—¿No?

Aparto las mantas —por completo— y curvo mi dedo.

Se le enciende la lamparita.

—¡Oh! Bueno, cuando lo dices así... —Gatea desde los pies de la cama, y lo encuentro a mitad de camino, deteniéndolo con una mano en su pecho.

—Cierra los ojos —digo—. Tengo algo para ti.

—¿Oh, sí? —Sus ojos tienen un brillo juguetón justo antes de cerrarse. Edward conoce este juego.

Me inclino para besarlo, y justo cuando nuestros labios se encuentran, mi pecho golpea la cámara, la cual choca contra el pecho de Edward.

—¡Mierda! ¡Lo siento! ¿Estás bien, Bella?

—Sí, pero creo que ese primer plano estuvo un poco peligrosamente cerca.

—Ten, déjame besarlo y hacerlo sentir mejor. —Edward no espera una respuesta antes de cerrar sus labios alrededor de mi "herida".

—Qué bueno saber que la caballerosidad sigue viva en el Valle de Napa.

Él me sonríe, y mi pecho se zafa de su boca.

—Será mejor que revise el otro para asegurarme de que no haya daño colateral.

—Muy meticuloso, Dr. Cullen.

Su risita ahogada vibra contra mi pecho. Completa su examinación con un suave beso en cada pezón.

—Las hooters están mejor que nunca.

—Increíble. ¿Quizás deberías quitarte esa cámara para evitar más daños?

—Probablemente sea un plan inteligente. —Edward toma la correa, la pasa sobre su cabeza, y entonces se detiene con los brazos en el aire—. Aunque...

La mirada que me da podría derretir la capa de hielo polar. Ninguno de los dos necesita decir una palabra. Levanta la cámara a su ojo.

Permiso concedido.

Retrocedo lentamente, moviéndome hacia las almohadas, mis ojos absolutamente fijos en la cámara, en el artista detrás de la cámara—¿o es el hombre? No puedo separarlos ya. Honestamente, no quiero.

Es un baile entre el objeto (yo) y el observador (un gran ojo entre las talentosas manos de Edward). Marco el ritmo, estirando mis brazos por encima de mi cabeza, extendiendo mis piernas a lo largo de la cama. Mi grácil pero avaro compañero se mueve a mi alrededor, manteniéndose a fuera de mi alcance. El seductor voyerista, sin una pizca de vacilo o arrepentimiento esta vez.

Recuerdo esta excitante sensación de la primera vez que posé en el estudio de Edward, el entusiasmo deliciosamente erótico de ser vista y grabada, de sentirme deseada y digna de la mirada del artista. Todo es mucho más intenso ahora que ninguno de los dos finge que esto no es sexual. No puedo ver en qué está concentrado, a qué está tomando fotos. Los lentes se acercan y retroceden. Él se mueve como un ladrón en la noche, pero es demasiado tarde para que Edward finga que no está aquí.

Él aviva mi respuesta, y entonces la captura.

Somos la causa y el efecto del otro. Edward está duro, y yo estoy húmeda. Es hora de hacer algo al respecto.

Me apoyo sobre mis codos. Un suave gruñido se escapa de la boca sexy visible bajo la cámara. Me deslizo hacia Edward sobre mi vientre como agua que se mueve a través de la orilla. Él retrocede; yo lo sigo. Se pone de pie sobre la cama, con Vans y todo, tomando fotos desde arriba.

Lo tomo de los tobillos, deslizo mis manos por sus gemelos, y por debajo de sus shorts. Él suelta un gemido torturado mientras mis palmas se encuentran en el medio. Me pongo de pie y lo beso, pero la maldita cámara se interpone de nuevo. Levanto la correa sobre su cabeza y la coloco alrededor de mi cuello.

Él da un paso hacia atrás, completamente divertido al verme, desnuda con su cámara.

—Diablos, luces increíble de ese lado de la cámara también.

Lo que me da una idea.

No tengo idea de lo que estoy haciendo, ¿pero qué tan difícil puede ser? Apuntar y tomar la foto. Levanto la cámara a mi rostro, imitando a cómo Edward la sostiene.

—Eh, Bella, ¿qué haces?

—¡Fotógrafo tonto! Estoy tomándote una foto. —Al menos, eso creo. Veo su rostro, presiono el botón, escucho un clic.

Él sonríe hacia las lentes y espera pacientemente a que deje de tomar fotos, pero no lo hago. Él pasa al plan B: extender su mano.

—De acuerdo, devuélvela.

—No-oh.

Bella...

Doy un paso atrás.

—Vamos. Es lo justo. Quítate la ropa.

Capturo el perfecto elevamiento de sus cejas de su asombro.

¿Qué?

—¿Alguna vez has querido probar...?

—Nop. —Se cruza de brazos.

Reconozco su determinación; he chocado contra uno de los límites de Edward. No tengo deseos de arruinar el humor al presionarlo con algo que parece importante, incluso si no lo comprendo.

—No pasa nada —digo, bajando la cámara—, pero para que lo sepas, es excitante. —Como si él no pudiera notar lo que me hacía con sus lentes.

—Sí, no creo que necesite alguna ayuda en eso.

Le doy una gentil caricia a su encantadora erección.

—Eso puedo ver.

Se acerca, suavemente me quita la cámara de la mano y levanta la correa por encima de mi cabeza.

—¿Qué tal si guardo esto ahora, y terminamos lo que comenzamos? —Toma mi barbilla con su mano libre y me distrae con un suave beso. Es muy efectivo.

Jamás he visto a una persona desvestirse más eficientemente. Edward se quita los zapatos mientras salta sobre el colchón y hacia la mesa de noche, donde coloca la cámara. Su camiseta desaparece con solo levantar un brazo y puede que necesite que me lo enseñe más tarde. Él ha dominado el arte de quitarse la ropa interior junto con sus shorts.

Apenas tengo tiempo de recuperar el aliento antes de que él se encuentra sobre mi cintura y sujeta mis manos sobre mi cabeza. Su erección pesa con emoción en mi vientre.

—¿Tienes idea de lo duro que fue no tocarte cuando estabas acostada aquí así?

—Podría decir lo mismo de ti, Sr. Sexy Fotógrafo.

Comparado con las lentes impersonales, la mirada de Edward es una ola de calor. Contengo el aliento mientras sus dedos comienzan a deslizarse por los costados de mi cuello y hacia mis pechos. Los toma, repentinamente impaciente y brusco. Suelto un jadeo y contoneo mis caderas debajo de sus muslos.

Él se inclina y mueve su lengua sobre los pezones rosados y duros, primero uno, luego el otro, y deja un camino de besos hacia mi vientre. Él abre mis piernas con sus hombros y se ubica entre ellas. Adelante, cariño.

Para Edward El Generoso, el hecho que ambos estemos completamente sobrios en un cuarto bañado por la luz del sol ni siquiera será un problema. Sus labios tocan mi entrada, un dulce beso en saludo. Suspiro.

Bajo la barbilla para observar su coronilla bailar entre mis piernas mientras su lengua traza el paisaje. Sus caricias lentas son un bienvenido cambio a... lo que sea que ya no me tengo que conformar.

Estiro mi brazo para pasar mis dedos por su cabello, una señal de apreciación y apoyo, no que Anticuado siquiera consideraría detenerse antes que me retuerce con éxtasis. Si tuviera que hacerlo, él usaría esa lengua suya a morir—trabajando duro en el clítoris.

DEMONIOS, eso se siente bien. Quiero decir, eso se siente jodidamente bien. El aliento caliente, la lengua suave, ¿y lo que está pasando con esos dedos? Él se encuentra dentro de mí, sobre mí... No puedo rastrear todas las deliciosas sensaciones.

Él me lame como un gato hambriento, gimiendo y ronroneando con su comida. La tensión crece, una presión, una banda elástica sujetada firmemente...

¿Esto es...? ¿Voy a...?

¡OH, DIOS, SÍ!

Un suave gemido apasionante borbotea de mi vientre. El placer es una cadena que Edward jala cada vez más hasta que vuelo y chillo y jadeo en busca de aire.

Cuando puedo respirar de nuevo, lo que ingreso a mis pulmones es más agua gasificada, pequeñas burbujas suaves y efervescentes estallan en mi cabeza. Como si acabara de soplar una docena de globos y ya no tengo oxígeno.

El resplandor es este hermoso y persistente latido, una suave pulsación que me deja satisfecha pero codiciosa de más. Cualquier otro tipo estaría alardeando ahora mismo sobre sus habilidades, levantándose tan rápido como sus rodillas podían llevarlo hacia mi boca, con un «¡Es mi turno, nena!».

Echo un vistazo allí abajo para ver cómo son las cosas, y encuentro a Edward, sobre su costado, tan relajado como puede estar, rozando la punta de sus dedos sobre mi piel como un susurro, provocándome de la manera más dulce posible.

—Oye, ven aquí.

Levanta la mirada, registra mi expresión dichosa, y se acerca lentamente a mí—sin prisa aunque puedo sentir su necesidad, dura contra mi muslo. Él suelta un suspiro mientras se hunde a mi lado, como si él fuera quien acabara de tener el mejor orgasmo de su vida.

—Bueno, Sr. Cullen, me temo que ha dejado la vara extremadamente alta.

Él se ríe contra mi pecho izquierdo, haciéndome cosquillas con su barba.

—No me preocuparía demasiado —contesta—. Soy muy fácil.

Levanto mi pierna derecha sobre su cadera.

—Me refería a tu próxima salida, no la mía.

Su risa sopla sobre mi piel

—¡Oh! Desafío aceptado.

—Hablando de desafíos...

Abierto y listo para la aventura, como siempre, sonríe.

—¿Siiiií?

—¿Crees que podrías permanecer quieto así yo tengo mi turno?

Edward no necesita que le pregunten dos veces. Gira sobre su espalda y lleva las manos por detrás de su cabeza.

—No prometo nada sobre quedarme quieto.

Él es malo para quedarse quieto —o callado, ya que estamos— casi saliéndose de la cama al primer giro de mi lengua, pero diablos, es divertido verlo intentarlo. Agachada entre sus piernas, le sonrío, deslizando mi lengua alrededor de la punta, imaginando exactamente cómo debo lucir desde su posición.

Cierro mi puño a su alrededor. Él sisea y gruñe, jala de mi cabello —todo lo que él puede alcanzar— y mueve sus caderas de un lado al otro.

Ambos sabemos cómo termina esto, pero lo tomo como un desafío personal para llevar su épico autocontrol al límite.

Comenzaremos lento, cariño. Beso, beso, lamida. Mmm. Se siente bien, ¿no?

Te trago por completo porque me encanta sentirte y saborearte en mi boca. Arriba y abajo, arriba y abajo. Mmm.

¿Te gusta cuando giro tus bolas dentro de mis mejillas? Calientes y húmedas, ¿te gusta eso? Mmm.

¿Y estás relajado, cariño? ¡Momento de despertarte!

Oh, ¿qué es esto? ¿Una mano y mi boca...? Froto, trago, froto, lamo.

—Aaaah.

Oh, sí, me encanta cuando gimes para mí.

—Mmmm.

Así es, cariño, embiste tus caderas... Froto, froto, froto... Respiro...

—Ah, ah, ahhhhh...

No, no, cariño, aún no. Tranquilo... tranquilo...

Aquí vas de nuevo. Vamos, eso es, cariño.

—Ah...

Trago, froto, trago, froto...

—Ah, ah... Oh... ¡MIERDA!

Aw, ¿eso fue un gruñido? Pobrecito. De acuerdo, no jugamos más.

Aquí vamos. Eso es. ¡Vamos, eso es, quédate conmigo!

—¡Ah, ah, AHHHHH!

Siiiií. Hermoso.

Dios, me encanta ver cómo te corres.

Me echa un vistazo debajo del brazo que cubre sus ojos.

—Bueno, eso fue...

—¿Asombroso?

—¡Ja! ¡Iba a decir "malvado"! Jamás noté lo maligna que eras —dice—. Qué bueno que pude ver este lado tuyo antes de que las cosas se pusieran serias entre nosotros. —Abre los brazos y me pongo cómoda dentro de ellos.

—Sí, te salvaste de una buena.

Su risa es el mejor premio.

Realmente odio decir esto, pero tengo que levantarme.

—¿Qué, por qué?

Planta un suave beso en mi cabello y se baja de la cama.

—Necesito hacer una llamada, y estoy a punto de morir de sed.

Es tan divertido verlo buscar la botella de agua en el escritorio. Bebe la mitad, coloca la tapa, y me la lanza hacia la cama.

—Bebe. No terminé contigo.

¡Gah!

Estoy completamente cautivada con el Edward desnudo que toma el teléfono y se pone serio.

—Sí, vamos a necesitar una salida tarde en el cuarto 407. ¿Qué tan tarde podemos quedarnos? De acuerdo, eso estará bien. ¿Y pueden enviar dos hamburguesas con queso y papas fritas? Perfecto...

—¡Ajem!

Me mira y esboza una enorme sonrisa.

—Y un helado con salsa de chocolate y bastante crema batida. Genial, muchas gracias.

Él camina hacia el baño y regresa a la cama unos minutos después, lanzando dos condones a mis pies.

—¿Dos?

Se encoge de hombros.

—No quiero tener que abandonar la cama de nuevo.

—¿No crees que deberíamos ducharnos en algún momento?

—Después de almorzar —dice—. Tengo el presentimiento de que será una aventura muy desastrosa.

—Solo puedo imaginar. —Y lo hago: crema batida y salsa de chocolate por todas partes.

Junta sus manos.

—¿Qué sigue? —pregunta, como si planeando nuestro próximo tour en un viñedo.

—Mmm. —Estudio su polla parcialmente dura—. Tú. Boca arriba. Ahora.

—¿Sí? ¿Te gusta arriba?

—Sí, puedo quemar mi hamburguesa por adelantado.

Él gatea hacia el medio de la cama y gira sobre su espalda.

—¿Qué hay de ti?

Me encojo de hombros.

—Ese es tu problema. —Y esa es la última palabra respecto al tema antes de que comiencen los besos.

Su tiempo de recuperación es impresionante, lo cual es útil porque nuestro almuerzo golpeará a la puerta pronto. Está cubierto y listo y con unos jalones no tan románticos (para ser honesta), estoy arriba y él dentro de mí. Y entonces es sexy de nuevo.

Me encanta cómo sus abdominales se contraen y relajan mientras sus caderas se levantan para encontrarse con las mías, me encanta escuchar sus gruñidos sexys cuando embiste dentro de mí, me encanta cómo aferra mi trasero con ambas manos, deslizándome arriba y abajo por su polla.

Me inclino hacia adelante, mis manos en sus hombros, mis tetas colgando en su rostro. Él lo resuelve rápidamente, su boca estirándose en esa sonrisa sexy justo antes de levantar la cabeza y contonear su lengua alrededor de mi pezón. Se estira hacia mí como un niño que come donas colgadas en una fiesta de Halloween, buscando pezones.

Mmm, ¿cómo supiste que esta es mi posición favorita?

Cielos, era de esperarse. ¿Los chicos y las tetas?

—Lo adiviné.

Intensificamos y encontramos un ritmo. Mis muslos están doloridos por montar en bicicleta, pero el ardor se siente bien. Todo se siente bien.

Me echo atrás, sentándome en la montura, y aparto el cabello de mi cuello. Edward me observa con maravilla pura, como si estuviera viendo su primer arcoiris—eh, doble arcoiris, por la manera que estudia mis pechos que rebotan.

—Dios, eso es perfecto —dice, lamiéndose los labios y embistiendo un poco más fuerte—. Bella, ¿te molestaría si...?

Estoy segura que él va a cerrar los ojos y rugir contra mí como un tren de carga, pero me sorprende e inclina nuestros cuerpos unidos hacia la mesa de noche. Se estira hacia la correa de la cámara, la cual toma con un dedo y lleva a su costado.

—¿Puedo?

—Adelante.

El paseo de rodeo baja la velocidad a un trote mientras Edward toma varias fotos de mi pecho, pero está todo bien. Él se está divirtiendo tanto. Me recuerda a un niño que acaba de conseguir el autógrafo de su ídolo, excepto que soy yo y son solo tetas.

Feliz y cachondo, baja la cámara sobre la cama, y nos ponemos en marcha hacia la meta. Su orgasmo dispara el mío —o quién sabe, quizás sea al revés— pero somos dos personas débiles, contentas y exhaustas después. Me agacho para darle un beso, el cual él profundiza.

—Bella, ¿sabes lo feliz que me haces?

—Probablemente podría hacer una buena suposición ahora mismo.

Él se ríe.

—No quiero que adivines. Quiero que lo veas. Toma. —Me tiende la cámara—. Toma mi foto.

—¿En serio?

—Sí, en serio.

—¿Así? —Sigue dentro de mí.

—Sí. Así como estamos ahora mismo.

Levanto la cámara hacia mi ojo, y él sonríe.

—¿Necesito concentrarme en algo?

—No, solo apunta a lo que sea que quieras y presiona el botón.

Ya lo he encontrado—su sonrisa. Clic. Sus ojos. Clic. Su mano, deslizándose por mi pierna —clic— descansando en mi muslo—clic. Su expresión —clic— el rostro de un hombre que está satisfecho exactamente donde se encuentra —clic— y no se moverá pronto—clic.

Excepto...

—Servicio a la habitación.