Mientras todos los alumnos marchaban a las gradas a ver otro impresionante duelo entre Griffindor y Ravenclaw, Severus trataba de escabullirse hacia las cocinas en busca de un elfo doméstico.

- Buenos días profesor.- Exclamó un servicial elfo haciendo reverencias ante él - ¿Podemos hacer algo por usted?

- Pues si, tenéis que buscar en los vestuarios, habitaciones y salas comunes a que alumno pertenecen unas zapatillas de deporte muggles con cordones de color verde. Y dejad todos de hacer reverencias, que me estáis mareando.

- Pero señor, ¿Eso no sería ir contra la privacidad de los alumnos? Deberíamos decírselo al director.

- ¡No!- Gritó Severus asustando a los pobres elfos. – Dumbledore no debe saber nada. – Lo que le faltaba, que el viejecito obsesionado con los dulces interviniese. No es porque le fuese a reñir ni nada, era mucho peor, seguro que organizaba un baile para que encontrase a su estudiante con zapatillas de deporte muggles con cordones de color verde.

Y en efecto así fue, uno de los elfos le fue con el cuento al director. Este muy inteligente e igualmente de entrometido tubo una idea, que no distaba mucho de lo que nuestro querido profesor de pociones temía.

Durante la cena y mientras Griffindor celebraba un nuevo triunfo gracias a su maravilloso buscador Dumbledore se levantó a dar la noticia.

- Queridos alumnos, mañana por la noche se celebrará un baile de pijamas, sombreros y zapatillas de deporte muggles, ya sabéis como tenéis que vestir, espero veros a todos.

Los comentarios más oído por el comedor eran "A este se le ha ido la pinza", "La edad que hace estragos".

- A, se me olvidaba los profesores también asistiremos, por supuesto igualmente vestidos.

Entonces ya si que se armó, los profesores chillaban a Dumbledore, los alumnos gritaban aterrados, las lechuzas de la lechucería partían en todas direcciones enloquecidas, los retratos de los cuadros se escondían tras las armaduras, los elfos domésticos limpiaban las cocinas. Bueno, os hacéis a la idea de lo que ocurría, mientras Dumbledore tranquilamente ofrecía caramelos de limón a todo el mundo.

Severus (que intuía de que iba todo esto) sonreía como ido, sentado en su silla. Para él en el comedor no había nada más que él y el muchacho de ojos verdes que corrían el uno hacia el otro (como en las películas románticas muggles) para fundirse en un tierno abrazo y un apasionado beso. En otra mesa un rubio de ojos azules permanecía estático sin moverse, porque él ¡No tenía pijama! (ya os podéis imaginar como dormía, tal como su mamá lo trajo a este mundo, pero un poco más crecidito, no babeéis demasiado que luego no se ve la pantalla).

Poco a poco la gente se fue calmando, más que nada por los hechizos calmantes lanzados por Dumbledore, y se fueron hacia sus salas comunes.

A media noche cuando el efecto del hechizo se pasó todo el castillo estalló en un grito despertando a medio Hogsmeade, el otro medio ya estaba despierto y celebrando un campeonato de trivial mágico en las tres escobas.

Finalmente el día llegó, y con él se fueron los gritos dado que todos los estudiantes y gran parte de los profesores se encontraban afónicos. Después de una parada por enfermería, en la que le tocó hacer cola como a todos, para recibir un remedio a la afonía (sabiamente mezclado con pociones calmantes), Severus fue al comedor. Cual sería su sorpresa al encontrarse con su alumno preferido (de cara al público) aun en estado de shock en su mesa repitiendo una y otra vez "Yo no tengo pijama, yo no tengo pijama, yo no tengo pijama".

- ¿Le pasa algo Sr. Malfoy?

- Profesor, no tengo pijama- Dijo rompiendo a llorar como un niño de tres años – Y no quiero que me vean desnudo, porque se van a reír.

- ¿Porqué se van a reír Sr. Malfoy?

- Porque...porque...latengomuypequeña.

- Sr. Malfoy no se sonroje, no pasa nada, seguro que no es para tanto.

- Mire – Dijo bajándose los pantalones.

- Pues si que es pequeña, si. Pero ahora ya lo sabe todo el colegio, así que no le dará vergüenza aparecer así esta noche.

Malfoy miró aterrado a todos los alumnos, que aguantaban a duras penas la risa, antes de salir corriendo nadie sabe hacia donde. Y más le valía correr, porque un par de ojos verdes miraban celosos en su dirección, con intenciones nada amigables. ¿Quién se creía ese tonto para intentar seducir a SU Sev?

- ¿Alguien quiere un caramelo de limón? – Preguntó el director para relajar el ambiente

"Este hombre tiene un problema grave, no se como no está en San Mungo", pensaron todos los estudiantes.

Por Sarhaliene