Cap. IV - Hasta las 12 en punto.

En ese momento un "¡plaf!" desordenó el cabello de Harry, con lo que le había costado arreglárselo un poco.

—¡Trevor! ¡Vuelve aquí!!! -se oyó la voz de Neville detrás de ellos. Su cabeza asomaba por entre las cortinas de su cama. -¡Agárralo, Harry, por favor!

Atrapar un sapo que ha sentado sus reales sobre su cabeza no tenía dificultad ninguna para el buscador de Gryffindor.

—Toma, Neville -se lo entregaba cuidadosamente en propia mano al preocupado dueño, que estaba parado al lado de su cama, en pijama, sí, pero despeinado, descalzo, en absoluto listo para bajar.

—¿Te falló el hechizo de la caja? -se interesó Ron.

—No -se puso un poco rojo-, se me olvidó ponérselo. Bueno, pero ¡váyanse!, que se les hace tarde.

—Apúrate, Neville, te esperamos. Sólo tienes que peinarte un poco.

—No. Yo no voy -apesadumbrado.

—¡Vamos! No seas aguafiestas. Va a ser divertido.

—A ver que otra locura se le habrá ocurrido a Dumbledore. ¿No tienes curiosidad?

—Claro que tengo -su estomago soltó un gruñido-. Y hambre también. Muchachos,...mmmm, sería mucho pedir, ... que luego si pueden se escapen un momento ...

—... ¿para traerte algo? -completó Harry.

—¡Claro! -saltó Ron, inmediatamente solidario, sin pensárselo dos veces, ni una tan siquiera.

—¡No! -exclamó Harry-. Tú bajas con nosotros.

—¡Cierto! ¿Por qué vas a quedarte aquí solo? Aunque no tengas ganas vas a ver como enseguida te sientes a gusto.

—¡Lo que no tengo son zapatillas! -explotó por fin Neville-. ¡Zapatillas muggles de deporte!

Los dos lo miraron con cierta sorpresa. ¿Quién en este mundo carecía de un par de zapatillas de deporte?

—No me miren así. Según mi abuela todo lo que tenga que ver con deporte es peligroso para mí. Ni siquiera tengo calzado deportivo mágico. ¿Cómo voy a tener muggle?

En eso se oyó un toquido y tres cabezas femeninas asomaron por la puerta sin solución de continuidad.

Los tres chicos se estaban mirando, entre la reflexión y el desconcierto.

—¡Vamos, chicos! -exigió Hermione

—¡Harry! ¡Qué preciosidad de pijama! ¿Dónde lo compraste? -fue Laverne.

Ginny no dijo nada, pero se ruborizó por lo que pensó.

—Her..., chicas -dijo Ron-. Tenemos un problema.

Hermione puso cara de "ya me lo suponía yo" y "hablen, para que lo resolvamos de una vez".

—Neville no tiene zapatillas de deporte -explicó Harry.

—Creo que Seamus tiene dos pares -apuntó Lavender.

—Sí, me las ofreció. Pero Seamus calza 43, y yo 40, y además son para ese deporte muggle que a él le gusta, ese 'fóbol': Están llenas de clavos por debajo, no se puede caminar con ellas.

Por el rostro de Hermione se expandió una sonrisa, tenía una nueva oportunidad de hacerles notar lo importante que es aprender bien las cosas.

—Y a nadie se le ocurrió un hechizo para aplicar, por supuesto.

Le respondieron cinco silenciosas expresiones morrudas.

—Igual no me gustaban. Son horribles.

—¿Cuáles te gustan? -preguntó Hermione, señalando las que calzaban Harry y Ron.

Neville se sorprendió, pero señaló de inmediato las de Harry, sobrias y elegantes.

—No te ofendas, Ron -dijo- pero las estrellas anaranjadas no ... bueno, no van conmigo.

—Ya, Neville, tranquilo. También yo prefiero los de Harry -sonrió Ron.

Harry, que había entendido de inmediato por donde iba la idea de Hermione, lanzó en seguida sobre sus zapatillas el hechizo duplicador: También tenía (hambre) prisa ya.

—Toma, Neville -le dió el duplicado.

—¡Gracias, Harry! -con el rostro iluminado por una gran sonrisa.

—¡Apúrate! -dijo Ron, más con el estómago que con la boca.

Muy pronto iban saliendo los seis por el retrato de la señora gorda (¡qué raro! estaba también en pijama y zapatillas, parece que la pasión decoradora de Dumbledore se había extendido esta vez hasta los pasillos).

—Y ¿entonces?, Harry. ¿Cuánto tiempo le diste al hechizo? -pregunto inocentemente Hermione-. Supongo que hasta mañana por lo menos, ¿no? Aunque mejor lo hubieras hecho solidum y así Neville tendría zapatillas para siempre: Son lo más cómodo que existe para calzarse.

—¿Tiempo? ¿De qué hab...? -entonces cayó en cuenta, dándose una palmada en la frente. Se detuvo en seco-: No me acordé del tiempo. No les dí ninguno.

Hermione puso cara de "mala suerte":

—Bueno, Neville, entonces te quedarás descalzo a las doce de la noche, es la duración por defecto del hechizo.

Ron y Ginny no pudieron reprimir una carcajada, más que todo por la seriedad con que lo dijo Hermione. Lavender ni se enteró: Seguía pensando en la grosería de la gorda del retrato que había volteado la cara, molesta, cuando ella la halagó:"¡Bonito modelo!", al pasar por el retrato. ¡Para una vez que había sido un elogio sincero...!

—No importa, Hermione -dijo Neville-. Al menos puedo asistir. Y sólo dura hasta la 1 la fiesta, no me voy a perder de mucho. Sólo tengo que estar pendiente cuando vayan a ser las 12 para regresarme.

—¿Quién va a hacer el rol de recordadora para Neville? -preguntó jocoso Harry. Neville le dio un cariñoso empujón de reproche. Harry agregó-: ¿No querrás quedarte descalzo en medio del Gran Comedor?

Ya habían llegado, tenían delante el torbellino de gente esperando a que abrieran las puertas.

Ignorante

O

freytes