Capitulo 11. Planes, hechizos y problemas

- Entonces...

- Las noticias son alarmantes, Albus. Su actividad se ha incrementado por todo el país en los últimos meses, han atacado varias poblaciones mágicas y han empezado a torturar a los muggles. Hemos consultado a varias fuentes y todas dan por seguro una posible incursión que realizarán los mortífagos al colegio para raptar a una de las alumnas, una tal Eld-Dyr.

Dumbledore suspiró cansado. Su semblante, otras veces jovial y risueño, ahora sólo mostraba una gran preocupación.

- ¿Han dicho cuando pretenden entrar?

- Aún no sabemos nada. Por cierto... ¿quién es esa chica? Para que el señor oscuro se tome tantas molestias, debe ser alguien muy importante.

- Lo es.

Se encontraba en su despacho, sentado en una silla frente al fuego, en el que aparecía la cabeza de Remus Lupín sobre un lecho de llamas de color verde. Éste, al ver que no conseguiría hacerle hablar, cambió de tema.

- También nos han llegado noticias del ministerio de un aumento de actividad de los mortífagos por la zona que rodea Hogwarts. Para colmo, Mundungus y Ojoloco fueron atacados cuando los mandamos a investigar.

- ¿Cómo se encuentran?- preguntó el director, incorporándose sobresaltado.

- Ojoloco tiene rasguños y heridas superficiales, nada que un buen medimago no pueda curar. Uno de los rayos aturdidores le dejó inconsciente. Mundungus trató de defenderle y recibió la peor parte. Por lo visto se encontró con quien-tú-ya-sabes y está muy débil. Lo llevamos a San Mungo, pero quiere verte. Dice que tiene algo muy importante que decirte.

- Salgo enseguida para allá.- Contestó Dumbledore con rapidez.

La cabeza de Remus desapareció y el fuego volvió a crepitar en la chimenea con su color normal. Dumbledore contempló las llamas pensativo y, después de un rato, cogió un pergamino, escribió unas líneas, lo cerró y lo lacró, poniendo su sello en el lacre. Acto seguido, salió del despacho con el pergamino en la mano, con una leve sonrisa en los labios. A pesar de todo, algo bueno podría salir de todo ello.


Después de la conversación en el despacho del director en la que se había enterado de tantas cosas, Severus se encontraba sentado al lado del lago en una fría mañana de Navidad. Dentro de poco las vacaciones terminarían, los bulliciosos alumnos regresarían con energías renovadas y no podría pensar. Y ciertamente lo necesitaba. Se sentía dividido entre dos emociones muy distintas. Por un lado, odiaba todo lo que tuviera que ver con Voldemort. Por otro, sentía un "afecto" muy especial por esa mujer, porque ya era toda una mujer, que había conseguido calentar su congelado corazón.

- ¿Afecto? –pensó-. No te engañes a ti mismo, Sev, lo que sientes no es afecto, si no algo mucho más fuerte. Por primera vez en tu vida amas realmente a alguien, es ese sentimiento lo que te abruma y te asusta. Pero... pero resulta que ese alguien es la hija de tu "otro" jefe, del hombre al que más odias y desprecias en esta vida, y del que juraste vengarte. ¿Qué hacer?

La nieve crujió detrás suya y él se levantó y se volvió bruscamente, sacando la varita con un fluido movimiento y apuntando al intruso. Volvió a guardarla cuando vio quien era, sabiendo que contra sus poderes, la varita no tenía nada que hacer.

- ¿Qué desea? –desde aquella conversación, habían vuelto al trato formal, que se había establecido como un acuerdo tácito entre ellos.

- El profesor Dumbledore me pidió que le entregara esto –contestó Beatriz con cara seria, sacando de entre los pliegues de su capa un pergamino enrollado y alargándoselo.

Severus lo cogió, momento en el que sus manos se rozaron inevitablemente, en un gesto buscado por él. La miró directamente a los ojos, pero la dureza y el desprecio que pudo leer en ellos se le clavó directamente en el corazón.

- Sigues sin creerme. – no era una pregunta.

- ¿Hay algún motivo por el que deba hacerlo?

- ¿Y qué vas a hacer entonces?

- Vengarme. –Contestó con una mirada de odio en estado puro. Se dio media vuelta y se alejó con paso seguro hacia el castillo.

Él la siguió con la mirada, sopesando sus palabras, hasta que desapareció por la puerta principal. Sólo entonces reparó en el pergamino que tenía en sus manos. Revisó concienzudamente el lacre, y cuando se aseguró de que no había sido abierto, lo rompió y lo desenrolló. Una fría arruga de preocupación apareció en su frente mientras lo leía.


El reloj del castillo estaba a punto de marcar las 12:20 de la noche cuando Beatriz subió los últimos peldaños de la escalera de caracol que conducía a la azotea de la torre de astronomía. Había quedado con Dumbledore para ayudarle con la realización de un hechizo, ya que la profesora McGonagall no podía hacerlo. Al llegar, se sorprendió al ver a un hombre vestido completamente de negro, que se hubiera confundido con la noche de no ser por el candil que estaba en el suelo

- ¿Qué hace aquí?- No pudo evitar preguntar.

El hombre se dio la vuelta sobresaltado, pues no la había oído llegar. Miró fijamente a la aparición situada junto a las escaleras, que se recortaba contra la oscuridad, pues la joven llevaba su capa beige sobre un vestido blanco largo hasta los pies que enmarcaba su figura. Iba descalza, al igual que él.

- Sustituyo al profesor Dumbledore –contestó sorprendido y sin poder apartar los ojos de la chica. Ésta se dio cuenta y enarcó una ceja burlona. Él pronto recuperó la sangre fría e inquirió con voz desagradable:

- ¿Qué hace USTED aquí? Debería estar en la cama durmiendo. Rompiendo otro montón de reglas, ¿eh? Empieza a parecerse a su querido amigo Potter. Es más, no me extrañaría que anduviese por ahí detrás, con su capa invisible, también levantado. Creo que esto se merece un buen castigo.- dijo con un destello perverso en la mirada. Ella se rió, cosa que le descolocó, y respondió burlona:

- No se adelante tanto a los acontecimientos. El director me pidió que le ayudara con el ritual de protección.

Severus no pudo evitar mirarla con la boca abierta.

- ¿Conoce el ritual?

- Al pie de la letra. ¿Sorprendido?

- Es muy difícil. Incluso con sus poderes, no creo que pueda hacerlo.

- Eso mismo le dije al profesor Dumbledore, pero él insistió: "el ritual funcionará mejor si lo realizan un hombre y una mujer, pues son los polos opuestos de una unidad. Feminidad y masculinidad reunidos para formar un todo. El día y la noche, claridad y oscuridad, el Ying y el Yang".-Respondió ella, imitando la voz del director y despojándose de la capa, que dejó caer al suelo.- Bien, ¿comenzamos?

Él se quedó mirándola. ¿Sería una casualidad que ella fuera vestida completamente de blanco y él completamente de negro? Él también se quitó la capa, quedándose con unos pantalones y una camisa de manga larga, ambos negros.

La vió acercarse a un saquito que estaba en el suelo, cerca de su capa, abrirlo, sacar un puñado de sal y ponerlo en el centro de la torre circular. Luego cogió el saco y fue derramando el contenido, formando un círculo completo con la sal en el suelo. Severus sacó unas ramas de serbal (un árbol considerado mágico por los antiguos celtas) y murmurando un hechizo, las lanzó hacia el centro del círculo, hacia el montoncito de sal. Tras una pequeña explosión, una llamarada de luz iridiscente fue creciendo sobre el montoncito de sal y pronto una pequeña hoguera chisporroteaba alegremente sobre la torre de astronomía.

Ambos entraron en el círculo y se dieron las manos sobre la hoguerita. Sintieron como si una corriente eléctrica se extendiera desde sus manos a través de su cuerpo, y cómo esa energía se liberaba para formar una pared de luz a su alrededor, sobre el círculo de sal. Se miraron sonrientes, y sin soltarse de las manos, comenzaron a salmodiar un hechizo. Lentamente, insistentemente, en un trance de líquido silencio, las palabras brotaron de sus labios y se extendieron en la noche.

Donum dona, vera lucem

Vera lux

Lucem dona, tradat qui noctem

Ecc' adamás qui

Medius terror

Media terra...

(Da un don de verdadera luz)

(Oh!, verdadera luz)

(Da una luz que delate a la noche)

(Contemplad el diamante)

( [que es] centro del terror)

( [que es] centro de la Tierra...)

Severus, conteniendo el aliento, vio que la azotea se iluminaba, brillando con una luz propia. También las manos de Beatriz y las suyas propias se habían iluminado, con una luz rosácea y transparente.

...Vivat qui vider

Vitem qui jacit

Urbem ex arce

Arme ex orbe

(...Larga vida para el que ve la vida)

(y edifica la ciudad en torno a su ciudadela)

(y defiende su muralla)

Habían terminado. Un largo silencio. Todo el castillo y sus alrededores estaban iluminados levemente. El brillo comenzó a disminuir de intensidad hasta que desapareció. Se miraron sonrientes. Había funcionado. Lo habían conseguido.

Una rata había observado todo desde el lindero del Bosque Prohibido, oculta bajo un tronco caído. Corrió y se transformó en un hombrecillo bajo, calvo y rechoncho, que con un chasquido desapareció.


Un hombre alto, delgado bajo la capa negra que le cubría completamente y que llevaba puesta la capucha, recorría rápidamente un frío y húmedo pasillo de piedra, mientras su sombra bailaba al reflejarse en la pared debido a las antorchas que iluminaban el pasillo. Al final del mismo, una puerta de madera reforzada con placas de hierro se abrió, dando paso a una gran sala ya conocida.

El señor oscuro estaba sentado en su trono, acariciando la cabeza de Nargiri, su serpiente, que tenía los ojos cerrados y recibía las caricias con placer. Un hombrecillo estaba arrodillado ante él, hablando en voz baja. Al oír los pasos del intruso, Voldemort le despidió. Con un ademán, ordenó al recién llegado que se acercara y se descubriera, mientras el otro salía. Una tez pálida, unos ojos grises y fríos como el hielo, y una cabellera rubia delataron al señor Malfoy.

- Lucius.

- Mi señor.

- ¿Sigue tu hijo pasándonos los informes del colegio?- comenzó sin preámbulos de ningún tipo.

- En efecto, mi señor, aunque ahora está de vacaciones. Además, los planes que trazó ya están puestos en marcha.

- Hay un cambio de planes. Han realizado el ritual de protección sobre Hogwarts y no podéis entrar, seríais enviados a Azkaban de nuevo y no podemos permitírnoslo. Tendremos que seguir el otro plan.

- Muy bien, mi señor. Ya está todo dispuesto, sólo falta entregarlo.

- Lucius...Has sido mi mejor y más fiel mortífago. No me falles ahora y te recompensaré como jamás hubieras podido imaginar.- Dijo mirándole a los ojos. Unos segundos después, y al ver la indecisión del hombre, comentó- Hay algo que quieres preguntar y no te atreves. ¿Qué es?

- ¿Por... por qué es tan importante la chica, mi señor?

- Ella es el eje alrededor del cual giran todos mis planes. Es, como si dijéramos, la llave de nuestra victoria. También es poderosa, la maga más poderosa sobre la tierra que ha existido en mucho tiempo. Su poder es comparable al de Dumbledore y al mío, aunque ella aún no sabe utilizar todo su potencial. Es sólo una niña asustada. ¿La has visto? Es hermosa, la más hermosa que puedas desear. Tráemela y te la daré en matrimonio, en pago a todos tus sacrificios y a tu fidelidad. Te convertirás entonces en mi mano derecha y en mi sucesor.- Contestó, poniéndole una mano en el hombro.

Lucius le miró asombrado. Vería colmada todas sus ambiciones de poder. Sería grande, más que cualquier otro mortífago. Y tendría una nueva esposa, joven y lozana, con la que se divertiría mucho. Una perversa sonrisa apareció en sus labios. Nunca había amado a Narcisa, se casó con ella porque Voldemort se lo ordenó y nunca la había soportado. Sólo la había utilizado para su propio placer y para tener descendencia, pues ella se plegaba a sus deseos, no importaba lo sádicos que fueran, y estaba harto de su sumisión. Ella no se interpondría en su camino, aunque tuviera que quitarla de en medio.

- Sí, mi señor.- Y con una inclinación de cabeza, se puso la capucha y salió.


- Vamos, chicos, si no practicáis nunca conseguiréis dominarlo.

Era un viernes por la tarde a finales de Enero y se encontraban en la sala de entrenamiento del grupo de DA. Snape les había estado enseñando a defenderse y a atacar, mediante hechizos de ataque, escudos y desarmes, y los jóvenes estaban agotados.

Los tres leones se habían puesto juntos a practicar con Beatriz, que les estaba dando muchos problemas ya que no conseguían vencerla ni aún aunando fuerzas. Para ella era muy fácil defenderse, y aunque Snape les había ordenado atacar, ella no lo hacía.

- Por Merlín, Beatriz, para un momento, déjanos descansar –dijo Harry, sentándose en el suelo, entre las alfombras y los cojines desordenados que lo cubrían para evitar que se hicieran daño.

- Es casi peor que Hermione con los deberes.- gimió Ron, recibiendo acto seguido un cojinazo de parte de la chica, que estaba a su lado.

- ¡Tonto!- Los cuatro rieron.

Beatriz los miró sonriente. Ella ya dominaba todos aquellos hechizos, así que no le resultaba difícil y no se encontraba cansada. Cuando iban a continuar la voz de Severus, que se había ido acercando, les detuvo.

- ¡Señorita Eld-Dyr!

- ¿Sí, profesor? –contestó con retintín, volviéndose con un destello de desafío en sus ojos.

- No la veo atacar.

- Es que no quiero lastimar a mis compañeros.

- ¿Cree que no son lo suficientemente buenos para usted?

Ella le miró desafiante, pero contestó con voz serena.

- Creo que no han entrenado lo suficiente.- los tres Gryffindor se levantaron presintiendo la tempestad que se avecinaba y que latía bajo la aparente calma de las palabras de la chica.

- Veo que sigue con sus aires de grandeza. Pues déjeme decirle que no es más que una niña insolente con aires principescos. ¿Por qué no lucha contra mí? ¿O es que cree que yo tampoco he entrenado lo suficiente?- inquirió con voz burlona, levantando la varita y poniéndose en posición.

- ¿Sabe? Esta situación me recuerda a otra, en la que quedó demostrado que no.- dijo ella, haciendo un esfuerzo para no saltar ante la provocación del hombre, provocándolo a su vez, y sintiendo un secreto placer al ver cómo él palidecía ante su descaro. Los alumnos se miraron sin saber qué iba a ocurrir, pues muchos de ellos no sabían lo que había ocurrido en la primera clase de DCAO. Durante el tiempo que llevaba en Hogwarts, había aprendido a controlar sus poderes mucho mejor, y había descubierto que eran grandes, muy grandes.

- La clase ha terminado.- Rugió Severus mirando a los alumnos.

Beatriz se dio la vuelta con una traviesa sonrisa en los labios, pensando que había ganado- Uno a cero- y dispuesta a irse, cuando oyó al profesor.

- Eld-Dyr, usted QUÉDESE.

Harry, Ron y Hermione también se quedaron parados, pero una furibunda mirada de Snape, les obligó a marcharse. El profesor cerró la puerta tras ellos, de un portazo, y se volvió hacia Beatriz con una expresión nada halagüeña, cuando una lechuza marrón del colegio picoteó en el cristal de la ventana.

Severus abrió y con un gesto de mal genio, cogió el pergamino y despidió a la lechuza, quien, enfadada ante la grosería, le dio un picotazo en la mano antes de echar a volar.

-¡AUCH!- Beatriz no pudo evitar reírse, recibiendo por su parte una mirada nada agradable. ¡Si las miradas matasen...!

El profesor arrugó el pergamino tras leerlo y comentó:

- Dumbledore quiere vernos ahora mismo en su despacho.

Y sin esperar, salió de la clase. Al ver que ella no le seguía, inquirió:

- ¿Va a venir o piensa quedarse ahí toda la tarde?

La chica le miró con desprecio y avanzó en dirección al despacho de Dumbledore. Una vez allí, el director les hizo pasar y sentarse en sendas sillas situadas delante de su escritorio.

- Bien, veréis, acabo de llegar de viaje. Tenemos grandes problemas.

Ambos le miraron boquiabiertos, ya que el tono empleado por el director no auguraba nada bueno.

- ¿Qué ocurre?-preguntó Snape.

- Nos llegaron noticias de que los mortífagos querían entrar en Hogwarts para intentar raptar a Beatriz, pero alguien les dijo que habíamos hecho el ritual y lo descartaron. Lo cierto es que Voldemort no ceja en su intento de llevarte a su lado. Así que...- explicó, haciendo una pausa.

- ¿Qué ha hecho entonces que sea tan terrible?- preguntó la joven.

- Lucius Malfoy ha presentado en el ministerio una solicitud pidiendo tu tutela.

Snape se incorporó hecho una furia.

- ¿Que ha hecho qué?

- Dice que tiene una carta de Tom Riddle, escrita de su puño y letra, por la cual le deja a él la tutela de Beatriz en el caso de que a él le ocurriera algo.

- ¡Será cabr...!- no terminó de decir la joven, debido a una mirada de Dumbledore.- Lo siento.- Él movió la cabeza.

- ¿Qué podemos hacer?- Severus se había calmado como por ensalmo, y su voz denotaba la frialdad acostumbrada.

- De momento, esperar. Lucius se libró de Azkaban, así que no tenemos nada en contra de él. He hecho unas gestiones en el ministerio que espero sirvan de ayuda. Ahora les toca mover a ellos. Severus, quiero que le des clases extra de defensa a Beatriz, quiero que aprenda a controlar todos sus poderes y que descubráis los que aún no sepa que tiene. Debemos trabajar duro hasta que podamos.

- Pero, Albus...

- Severus, eres el que más sabe de artes oscuras de los aquí presentes y el más capacitado para ello. Necesito que la ayudes. ¿Estáis de acuerdo?

Ambos asintieron, mirándose el uno al otro.

Beatriz se recostó en la silla. Era como si le hubieran echado un jarro de agua fría sobre la cabeza. No podía volver con Voldemort, no podía someterse, no podía...

- Mamá, ayúdame.- murmuró.


Bueno, aquí tenéis un nuevo capítulo. Esto se pone interesante... El hechizo está en latín, para el que quiera saberlo. como todo, tiene varias interpretaciones, pero esta es la más adecuada (creo yo).

Siento no haber podido actualizar antes, pero he estado muuuy liada con la facultad, los trabajos de la carrera y ahora empiezo con los exámenes, pero prometo escribir más a menudo. ( la autora pone carita de niña buena)

Por cierto, pienso terminar la historia antes de que termine junio, le quedan varios capítulos (a ver si consigo escribir alguno más ;)) Por cierto, si tenéis ideas de cómo debería terminar o seguir, mandadme reviews!! Me gustaría hacer una continuación, pero no lo tengo muy claro.¿Ideas?

Un saludo, ¡y dejadme reviews!!