Capítulo 12: Clases extra. Poderes enfrentados.
Beatriz bajaba lentamente las escaleras del vestíbulo, cargada de libros. Venía de la biblioteca, donde se había acercado a última hora, ganándose una airada mirada de Madam Pince, la bibliotecaria, cuando, a punto de cerrar, la había importunado
Cuando entró en el Gran Comedor, vio a los tres chicos saludándola junto con una Ginny inusualmente seria y apartada. Al sentarse, la niña le echó una gélida mirada mientras se levantaba y se fue, dejándolos asombrados.
- ¿Qué la ocurre?
Los jóvenes se encogieron de hombros.
- Ni idea -.Contestó Hermione.- Lleva unos días muy rara, supongo que será por los exámenes, este año tiene los Timos.
- Será eso.- Y sin darle más importancia, se pusieron a cenar.
Una conversación sobre quidditch comenzó, y ella poco a poco fue quedándose en silencio, perdida en sus propios pensamientos, siendo observada por Hermione.
¿Por qué? ¿Por qué cada vez que las cosas parecían mejorar, siempre volvían a torcerse?
- Si no fuera porque he hecho mil veces el contrahechizo, juraría que alguien me ha echado el mal de ojo.- pensó, suspirando.
Al oír la voz de Ron a su lado se sobresaltó. Al mirarle, vio que ojeaba los libros que ella había dejado sobre la mesa a su lado con cara de extrañeza.
- ¿Para qué quieres libros de leyes? ¿Te vas a hacer abogado?
¿Qué podía contestar? Dumbledore le había pedido que mantuviera en secreto la disputa por su tutela todo el tiempo que pudiera, que no sería mucho si Draco Malfoy se iba de la lengua. Rezando para que la escusa sonara convincente, empezó.
- Veréis... es que...
Pero antes de que pudiera continuar, un ave de grandes dimensiones, con el plumaje de colores intensos, anaranjado, rosado, verde lima y amarillo, llamó la atención de todo el comedor cuando entró por una de las ventanas. Sobrevoló varias veces las cabezas de los alumnos, como buscando algo, y finalmente, se posó sobre la mesa de Gryffindor al lado de la joven.
- ¡Ra! ¿Qué haces aquí?
- ¡Un fwooper!- Exclamó Hermione maravillada.
- ¿Qué es? Me suena- preguntó Harry.
- Es un pájaro africano, vi algunos cuando estuve en Egipto con mi familia.- Sorprendentemente, fue Ron quien contestó esta vez.- Con sus plumas se fabrican las plumas de fantasía y sus huevos son muy raros, pues tienen grabados de distintos colores. Pero hay que tener cuidado con su canto, vuelve loco al que lo escucha demasiado tiempo. Los gemelos quisieron comprarle uno a Percy, ya que no pudieron encerrarlo en la pirámide, pero mamá les volvió a pillar.
Mientras ellos hablaban, la joven había desatado un papiro y que acompañaba a una pequeña bolsita que pendía de una de las patas del fwooper, quien, con un melódico graznido, levantó el vuelo y salió sin esperar respuesta.
Desenrolló el papiro.
Querida Beatriz,
¿Cómo estás? Espero que bien, y que mi querido Dumbledore te trate como mereces, por que si no, conozco unas maldiciones antiguas que encontré en una pirámide bastante efectivas. Es broma. Salúdale de mi parte, ¿quieres?
Con el papiro, Ra lleva atado a las patas una bolsita. Me la dejó tu madre antes de que os descubrieran y tuvierais que marcharos a España.
Estoy seguro de que tu madre querría que lo tuvieras llegado el momento. Según mis informaciones, ese momento ha llegado. Aquí lo tienes. Espero que te ayude en tu lucha.
Un beso enorme
Medjeb Al-Saner
PD: A ver cuando vienes a visitarnos, Alania y los niños no dejan de preguntar por ti y te mandan saludos.
Con una triste sonrisa, bajó el pairo y miró hacia la mesa de los profesores. Asintió con la cabeza en dirección al director, y éste, con un movimiento de varita, hizo que el papiro desapareciera de las manos de la joven para aparecer en las suyas.
Beatriz cogió la bolsita, de color azul noche y decorada con unos jeroglíficos dorados. Lentamente los acarició.
- ¿Qué significan esos símbolos?- Preguntó Neville, quien desde enfrente los miraba intrigado.
- Son jeroglíficos.- respondió la joven.
- ¿Es un idioma dibujado?
- Casi, aunque no exactamente. Los jeroglíficos representan sonidos, como las letras de nuestro alfabeto.
- Algunos dibujos representan dos o incluso tres sonidos, y algunas veces, palabras enteras.- intervino Hermione, sin poder evitarlo.
- Mira éste.-indicó Beatriz señalando a un dibujo parecido a la tira de una sandalia.- Representa el sonido ankh, que significa vida o vivir. Ankh es un símbolo poderoso y mágico para los egipcios.
- ¿Mágico?
- Es como un amuleto de la buena suerte. Y ankh está escrito a menudo con otros dos símbolos. Los tres juntos forman el amuleto egipcio más famoso.
- ¿Cuáles?- Neville escuchaba ensimismado, al igual que buena parte de la mesa de Gryffindor.
- Éste- repuso la joven, mostrándole los otros dos símbolos de la bolsa.
Uno era algo así como un taladro manual, la palabra wedja abreviada, prosperidad, y otro como el doblez de la ropa, q representaba la s de la palabra seneb, salud.
- Ankh, wedja y seneb.- dijo con un suspiro.- Vida, prosperidad y salud.
Con cuidado, desató las cuerdas que cerraban la bolsita, y lentamente extrajo un cilindro de marfil, de unos 20 cm de largo y unos 5 cm de diámetro, tallado en motivos jeroglíficos. Con inmensa alegría, se puso en pie de un salto, se agachó para dejar el cilindro en el suelo, delante... delante de unos zapatos negros.
Levantó un poco la vista y se topó con unos pantalones y una camisa, recubiertos por una capa, todo ello negro. Levantó la vista un poco más y se encontró sumergida en dos pozos negros como el carbón, que la miraban con una expresión indefinida. Pronto se entrecerraron con sorna.
- Veo que ha terminado de cenar. Le recuerdo que está castigada, así que recoja sus "juguetes" y acompáñeme.
Con un bufido, la joven se agachó, recogió el cilindro, la bolsa, los libros, y con una mirada de disculpa hacia sus amigos, que la miraban atónitos, salió presurosa del comedor tras el profesor.
- ¿Otra vez está castigada?- preguntó Harry.
- Parece que Snape le tiene más manía que a ti.- Comentó Ron.
- Y mira que eso es difícil.- Aseveró Harry.
- Será por lo de esta tarde en DA.- comentó Hermione.
Los dos chicos asintieron.
Por una puerta en el despacho de Snape, pasaron a una habitación, que Beatiz reconoció como aquella por la que se entraba al dormitorio del hombre. Sin embargo, Severus abrió otra puerta. Tras andar por un pasillo y bajar unas escaleras, se encontraron en una amplia sala de piedra, con el techo alto y abovedado, dividida en dos alturas e iluminada por antorchas ( no olvidemos que estamos en las mazmorras).
La parte baja estaba ocupada por una piscina, y detrás cuatro escalones permitían el acceso a la parte más alta, en la que se podían ver colchonetas, espalderas, cuerdas....
- Ahora entiendo de donde ha sacado ese cuerpazo.-pensó la joven con una traviesa sonrisa, mientras le seguía hacia la parte más alta, bordeando la piscina y pasando junto a unos armarios llenos de toallas.
No pudo evitar rememorar su cuerpo aquella fatídica noche, sus firmes músculos, el sabor de su piel, sus manos acariciándola... Sacudió la cabeza alejando los pensamientos.
Dejó sus cosas en los escalones. Un aleteo les distrajo y un cuervo se posó en el brazo de Severus, mirándola inquisitivo.
-¡Intrusa!- graznó.
Severus le acarició con suavidad la cabecita.
- No, Corvus, es una de mis alumnas, se llama Beatriz.- El cuervo la miró largamente, como si pudiera leer en su mente y en su alma, y después graznó:
- ¡Poderosa!- Severus sonrió.
- Creo que ya te ha bautizado. No te preocupes, a Draco le llama Travieso.
La joven sonrió.
- Yo también estoy encantada, Corvus.- El pájaro voló y se posó en una de las espalderas.
Se quitaron las capas y se pusieron uno frente al otro.
- Está bien, comenzaremos por lo más sencillo: levitar objetos livianos sin varita.
- Pero yo ya...- se calló ante la furiosa mirada del hombre.
-¿Le he permitido interrumpirme?
- No me lo ha prohibido.- Severus decidió pasar por alto la impertinencia.
-Primero le enseñaré como y después lo hará usted.
-¿Puede hacer magia sin varita?
- Sí, pero muy poca y concentrándome mucho.
- ¿Lo... lo sabe Voldemort?- preguntó.
- No.- respondió sencillamente el hombre. Ante la mirada interrogadora de la joven, cambió de tema.
- ¿Lo ha entendido?
- ¡Sí, señor!.-Contestó ella cuadrándose militarmente.
Él cerró los puños con fuerza, pareció contar hasta diez para relajarse y cerró los ojos, concentrándose, extendió la mano hacia una fila de balones. Uno de ellos comenzó a elevarse poco a poco en el aire.
Sin abrir los ojos, comentó:
- ¿Lo ha visto?
- Sí.
- Elija un objeto y levántelo.
Miró a su alrededor, y al ver un cubo de metal apoyado contra una de las paredes de la piscina, una idea comenzó a tomar cuerpo en su mente. Lo hizo levitar, sumergiéndolo en la piscina y sacándolo lleno de agua.
- ¿Ya?
- Sí.
- Ahora acérquelo hacia usted.-indicó, mientras su balón se acercaba hasta quedar a sólo un metro de distancia.
Ella movió el cubo lleno de agua hasta situarlo justo sobre la cabeza del profesor. El cuervo aleteó suavemente hasta posarse en su hombro, mirándola con expresión conspiradora.
-¿Lo tiene?
- Sí.-Tuvo que ahogar una risa.
- Ahora, dele una vuelta en el aire, así...-su balón giró.
- Ehm... ¿Está seguro?
- ¡Pues claro!- contestó él, abriendo de repente los ojos, provocando que el balón cayera al suelo y mirándola cabreado.
- Muy bien.-dijo ella mirando burlona sobre la cabeza del hombre. Severus, presintiendo el peligro, miró hacia arriba, justo en el momento en el que el cubo volcaba su contenido sobre su cabeza.
Beatriz estalló en carcajadas, al tiempo que el cuervo graznaba alegremente. Ambos retrocedieron cuando un Severus completamente empapado se acercó a ellos.
- ¡Maldito saco de plumas! ¡Podías haber avisado!- barbotó con el puño en alto hacia el cuervo, que volaba en círculos sobre sus cabezas.- Y tú... tú...- empezó volviéndose hacia ella, que retrocedió hacia las escaleras.
De pronto, la agarró de un brazo, la atrajo contra sí y la cogió en brazos, bajando las escaleras.
- ¿Qué haces?
- Veo que has dejado el trato formal. Mejor. ¿Tú que crees?- preguntó acercándose al borde de la piscina.
- Ni se te ocurra.
- ¿El qué?- preguntó él con voz inocente y un brillo maligno en los ojos.
- Bájame.
- Tus deseos son órdenes para mí.
Y acto seguido la tiró a la piscina. Cuando salió a la superficie, le miró furibunda.
- Serás cabr...- sus palabras se perdieron entre las burbujas al nadar hacia el bordillo.- Mira que es cabrón- pensó.- pero qué atractivo es.
Sin que ninguno de los dos se diera cuenta, el cilindro de marfil había empezado a brillar tenuemente, atrayendo la atención del cuervo.
- ¿Decías?- preguntó Severus con una sonrisa burlona.
- Al menos, podías ayudarme a salir.- Él la miró no muy convencido, pero se agachó tendiéndole la mano para que se agarrara y tiró de ella.
Pero en un momento dado, la joven se agarró al bordillo y tiró de él hacia abajo, haciendo que cayera de cabeza a la piscina.
Se movió hacia atrás, tratando de mantenerse a flote ,pues no hacía pie, a pesar del ataque de risa, cuando sintió cómo dos manos se agarraban a sus piernas y tiraban de ella hacia abajo, haciéndola tragar agua.
Emergió tosiendo fuertemente, casi sin respiración. Severus se puso de pie, con el agua al cuello y la atrajo suavemente hacia él, haciendo que la joven pasara sus piernas por la cintura del hombre para que se sujetase, mientras ella trataba de respirar y le rodeaba el cuello con los brazos.
- Solo era una ahogadilla. Si llego a saber que no sabes nadar...
- ¡¿Quién no sabe nadar?!- respondió ella airadamente entre toses, fulminándole con la mirada. Él la sonrió, regalándole una de las pocas sonrisas verdaderas de su vida. Y ella, a pesar del enfado, no pudo evitar sonreír a su vez.
Entonces se dieron cuenta de que estaban muy cerca el uno del otro. Se fueron acercando aún más, aún más... cuando un airado graznido les hizo separarse y volverse.
Corvus estaba picoteando furiosamente el cilindro de marfil que brillaba cada vez más
- ¡PARA, NO!- gritó Beatriz, al tiempo que nadaba hacia el bordillo con Severus detrás.
Al instante, un violento destello de luz dorada les envolvió, cegándoles. Sólo pudieron oír un feroz aleteo y algo que parecí un... ¿rugido?
Cuando la luz se desvaneció, pudieron ver que en lo alto de los escalones había un pequeño animal, con cuerpo de león y cabeza de mujer, que tenía aprisionado a Corvus entre las patas delanteras.
- Gizeh, no, déjale, por favor.- pidió la joven mientras subía lentamente los escalones.
La esfinge la miró intensamente y soltó al cuervo, quien fue a refugiarse en lo más alto de las espalderas, graznando dolido.
Beatriz se arrodilló junto a la criatura para abrazarla, pero esta retrocedió.
- ¿Qué ocurre?- La esfinge arrugó la nariz.
- Estás un poco mojada, ¿no?
- ¿Un poco?- inquirió la joven con una sonrisa.
Estaba mojada de la cabeza a los pies, con el uniforme del colegio pegado al cuerpo y los zapatos chorreando.
La esfinge de repente la rodeó, yendo a interponerse entre ella y Severus, que subía las escaleras. Sabiendo que la esfinge intentaba protegerla, intervino rápidamente.
- Gizeh, mira, te presento a Severus Snape, mi profesor de Pociones. Severus,ella es Gizeh, mi esfinge. Era amiga de mi madre y ahora me cuida y me protege a mí.
- Encantado.- dijo Severus con una ligera inclinación de cabeza.
- Encantada- Contestó la esfinge.- ¿Y ese... cuervo?
- Es mi mascota.- respondió el hombre, mientras la chica le hacía una seña de negación con la cabeza que llegó tarde.
- ¿Mascota?- el animal bufó.- Los humanos siempre tan prepotentes. No sabía que aquí se considerase un deporte el tirarse vestido a la piscina.
- No me extraña.- dijo Severus pensativamente.
- ¿El qué?- preguntó la chica sabiendo que no se refería a lo que había dicho la esfinge.
- El que ella te cuide. Tenéis el mismo maldito carácter insoportable.
Ambas se miraron y sonrieron.
- Creo que deberíais cambiaros de ropa, es tarde y vais a coger una plmonía.
- Tienes razón.- Contestó la joven, y con una mirada a uno de los armarios, dos toallas salieron volando directas a sus manos. Le tendió una a Severus.
- Creo que será mejor que vayas a cambiarte.- dijo el hombre, secándose el pelo con la toalla.
- No hace falta.- Y con un chasquido de dedos cambió el uniforme por unos pantalones y una camiseta.
- ¿Cómo...? ¿Desde cuando?- preguntó un asombrado Severus
- Desde siempre.
- Entonces... el día en el tren..- Ella le miró burlona.- Eres fantástica.
- Lo sé.- dijo ella con una gran sonrisa.
- Voy a cambiarme.- y se fue bordeando la piscina.
Beatriz se volvió hacia la esfinge, a quien abrazó cariñosamente.
- Me alegro de que estés aquí.
- Me alegro de estar aquí. Por lo visto tienes muchas cosas que contarme. Así que... ¿Severus Snape? ¿El profesor más temido y odiado de todo Hogwarts? Sabía que te gustaban los retos, pero esto...
- ¿Qué quieres decir?
- ¿No es un poco mayor?
- No puedo creer que estés pensando lo que estas pensando.
- Yo no pienso nada, observo y analizo la situación. Es viernes noche y estáis aquí juntos.
- Dumbledore le pidió que me diera clases extra de DCAO para que aprendiera a controlar mis poderes. A él no le hizo mucha gracia.
- Ya, por eso estáis los dos en el agua pasándoslo en grande.
- Le eché un cubo de agua por encima como pequeña venganza y él me tiró a la piscina.
- Y me dirás que así es como reacciona un hombre de la fama de Snape.
- La fama muchas veces no concuerda con el individuo, deberías saberlo. Severus es...
- ¿Severus?
- Verás...- rápidamente le relató lo que había ocurrido entre ellos.- Además, yo... le odio.
- ¿Estás segura?
Beatriz no respondió.
En su habitación, Severus se había puesto unos pantalones negros de chándal y se estaba secando el torso frente al espejo.
- Severus, por favor , serénate.- pensó.-eres su profesor, no puedes permitirlo. Además, ella te odia, te dijo que se vengaria. Y es de armas tomar. Eres un idiota, pensar siquiera por un momento que ella se iba a fijar en alguien como tu...- Con furia lanzó la toalla contra el espejo.
- ¡Ey! – se quejó su reflejo- ¡Que yo no tengo la culpa! Te pierde tu mal genio.
- Mi mal genio... y mi aspecto.- musitó, mirándose al espejo. Vio un hombre con el pelo grasiento, ojeras, nariz ganchuda, piel pálida y aceitosa...- ¿Quién va a querer algo así? Además, ella sabe lo que soy.- se miró la marca tenebrosa.
- No tienes ninguna posibilidad. Ella sigue creyendo que tu pusiste el filtro para llevártela a la cama.
- Gracias por los ánimos.
- Además, eres su profesor. No sería... decente.
-Mírame. ¿Crees que yo soy decente después de lo que hice, después de mi vida?
- Olvídala.
- Lo intento.- Pero no podía. No pudo evitar evocar el sedoso tacto de su piel mojada, su cercanía, el calor de su cuerpo, sus labios, tan cerca, volviéndole loco, su sonrisa...
- ¡NO!- rugió, saliendo del baño
