Capítulo 16. El tribunal

Entraron en una enorme mazmorra. Las paredes estaban hechas de piedra oscura, débilmente iluminada por antorchas. Había bancos vacíos a los dos lados pero enfrente, en los bancos superiores, había varias figuras oscuras. Hablaban en voz baja, pero cuando la pesada puerta se cerró detrás de ellos todos guardaron un profundo silencio.

En el centro de la mazmorra había dos mesas, con dos sillas cada una. Dumbledore les indicó que se sentaran en las sillas de la mesa de la derecha, mientras él caminaba hacia los bancos superiores y se sentaba junto al resto de miembros del Wizengamot.

Había aproximadamente 12 de ellos, todos, por lo que podía ver, vestían ropas color ciruela con una ornamentada W bordada en plata en el lado izquierdo del pecho.

En el centro de la fila, se sentaba Cornelius Fudge, el ministro de Magia. Una bruja rellenita, con expresión risueña y una sonrisa agradable, se sentaba la izquierda de Fudge. A la derecha del ministro se había sentado Dumbledore, quien parecía realmente contento al ver la cara de enfado de Fudge.

Bruscamente se volvió a abrir la puerta, dando paso a un hombre alto, grueso y nervudo, quien se presentó a sí mismo como el abogado de Lucius Malfoy.

- ¿Y el señor Malfoy?

- Se encuentra enfermo, señor ministro, nadie sabe cómo se pudo enfermar, y no podrá asistir a la vista, pero me ha otorgado plenos poderes para actuar en su nombre.- Contestó entregándole un pergamino enrollado y sellado, que él revisó con suma atención.

Beatriz no pudo evitar una leve sonrisa al oírle. Por supuesto que sabía como había enfermado Lucius Malfoy. Una mirada de reconvención de Dumbledore le recordó que no se lo había contado.

-Muy bien, siéntese- dijo el ministro enfadado. - Podemos empezar. ¿Estas preparado?- preguntó a alguien en la otra parte del banco.

-Si señor- dijo una voz impaciente, perteneciente a un joven delgado y pelirrojo, sentado muy tieso y envarado, que miraba a la joven fijamente. Sus ojos se cruzaron y un estremecimiento recorrió su espalda. Sabía quien era aquel joven: el hermano de Ron,

Percy Weasley.

Hermione le había contado lo que había ocurrido con él, pero ahora Beatriz supo que lo que le ocurría no era solo una ambición desmedida. Había algo más, podía sentirlo, su instinto nunca la había fallado. Tendría que averiguarlo.

- Bien, no perdamos más tiempo y comencemos- dijo Fudge y Percy se apresuró a comenzar a escribir.- Vista tutelar del 13 de Mayo, Dentro del Comité de Custodia y Tutela del Mundo Mágico por Beatriz Ryddle, residente en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, a petición del señor Lucius Malfoy, representado por su abogado Eric Wilson. Interrogan: Cornelius Oswald Fudge, ministro de magia; Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore, presidente del Wizengamot, Megan Hutson, directora del Departamento de Tutelas y Custodias, Percy Ignatius Weasley...

Uno a uno fue nombrando a todos los miembros del consejo que se encontraban presentes.

-Tiene la palabra Megan Hutson- continuó Fudge

La bruja sentada a la izquierda del ministro se dirigió a la joven.

- Señorita Ryddle, como sabrá esta vista se celebra porque el señor Malfoy ha presentado pruebas de que su padre deseaba que asumiera su custodia en el caso de que él faltara algún día. ¿Qué le parece la idea?

- Me resulta bastante extraña.

- ¿Por qué?

- No sabía que el señor Malfoy fuera amigo de mi padre y mucho menos que le hubiera dejado mi custodia.- contestó con cara de no haber roto nunca un plato y adoptando un tono de total inocencia en la voz.

- ¿No lo sabías?

La joven negó con la cabeza.

- Ni siquiera conozco al señor Malfoy.

-¿No le conoces? ¿Ni le has visto nunca?

La joven volvió a negar. Fudge intervino con un matiz de advertencia en la voz.

- Pero no negarás que conoces a su hijo, Draco Malfoy. Según tengo entendido es compañero tuyo en el colegio, ¿es así?

- Sí pero…

- Es más, incluso creo que pertenecéis a la misma casa, Slytherin, como podrá corroborar el señor Snape, profesor de Pociones y jefe de la misma - siguió Fudge.

Severus, que se mantenía en silencio, se limitó a asentir fríamente con la cabeza, mientras miraba al ministro con un acerado brillo en los ojos.

- Pero conocer al hijo no implica conocer al padre. – contestó ella serenamente.

Megan Hutson volvió a hablar.

- ¿Podrías decirnos como te llevas con el señor Malfoy hijo?

- Chocamos continuamente. Yo diría que la relación es bastante caótica.

Fudge soltó el aire que había estado conteniendo y se dirigió a Severus con enfado.

- Sr Snape, ¿cómo calificaría usted la relación de los dos jóvenes?

- Caótica es una forma suave de definirlo. No se llevan bien, discuten continuamente.

- Según tengo entendido, el comportamiento de la señorita Ryddle en clase también deja mucho que desear, al igual que con el resto de sus compañeros- dejó caer Fudge insidiosamente.- Creo por ello que el ofrecimiento del sr Malfoy es muy generoso.

- Eso no te lo crees ni tú.- pensó Beatriz.

Un hombre mayor, calvo y arrugado, con unas enormes gafas circulares, intervino.

- Creo que nos hemos desviado de la cuestión. La pregunta es: señorita Ryddle, ¿quiere usted ir a vivir con los Malfoy?

Un silencio sepulcral se instaló en la sala, todos esperaban pendientes de sus palabras.

- No.

- ¡Venga, niña!- saltó Fudge, furioso.- Los Malfoy son una de las familias con más raigambre del mundo mágico, con ellos tendrías todo lo que pudieras desear, ¿te hacen el honor de ofrecerse a acogerte y tú tienes la desfachatez de rechazarles? ¿Qué es lo que quieres?

Ella le miró severamente y respondió con voz segura.

- La emancipación legal.

Fudge no pudo evitar soltar una esperpéntica carcajada mientras el resto de miembros del Wizengamot le miraban horrorizados ante la completa pérdida de papeles del ministro de magia.

- ¿La emancipación legal? ¿Con el-que-no-debe-ser-nombrado por ahí suelto? Eres una menor...

- Ejem, ejem...- una suave tosecilla interrumpió a Fudge, que se volvió con enfado hacia su derecha.

- La señorita Ryddle es mayor de edad.

- Vamos, Dumbledore, si aún está en el colegio.

- Lo sé- aceptó suavemente.-Pero cuando era pequeña usó un giratiempo, según ella misma me comentó, y vivió algo más de tres años extras, así que si mis cálculos son correctos, ahora es mayor de edad.

- ¿Es eso cierto?- Inquirió Fudge bruscamente, volviéndose hacia la joven que asintió.

-Debemos verificarlo.- la bruja volvió a hablar.-Podemos hacerlo ahora mismo, si nadie se opone.

Echó un vistazo a sus colegas y con un movimiento de varita hizo aparecer una cajita plateada encima de la mesa de la joven.

- Esta caja mide el tiempo extra que ha vivido una persona que ha usado un giratiempo- Explicó.- Por favor, tócala.

Beatriz así lo hizo y la caja se iluminó brevemente con un resplandor azulado. La bruja se levantó y bajó hasta la mesa, abriendo la cajita y sacando de ella un trozo de pergamino.

- Cierto, ha vivido tres años, dos meses y seis días.- dijo entregándole a Fudge el pergamino, quien lo miró por encima y se lo entregó a Percy.

- Certifíquelo y cámbielo en su expediente.- gruñó.

- Pero señores,- interrumpió el abogado de Malfoy-, esto no es serio. Aún está en el colegio y no creo que el haber usado un giratiempo le halla dado la madurez mental necesaria para poder cuidarse a sí misma. Además, ¿cómo va a hacer frente a la parte económica de su manutención? Tendría que trabajar, lo que supondría dejar de estudiar. Con mi cliente esto no sucedería.

- A eso puedo responder yo.- Intervino Dumbledore.- Su estancia en el colegio está completamente pagada y su madre le dejó una pequeña fortuna, que le permitiría vivir desahogadamente hasta el fin de sus días sin tener que trabajar.

- ¿Qué garantías tenemos de ello?

Severus se levantó y se acercó al tribunal, sacando de entre los pliegues de su túnica varios pergaminos que entregó a diferentes miembros del consejo. El mago calvo volvió a hablar.

- Entonces, Dumbledore, ¿qué proponéis? Aunque tuviera la emancipación, necesitaría un tutor que controlase la marcha de sus estudios, al menos hasta que termine el colegio.

El director asintió.

- Lo sé, por eso creo que el tutor debería ser alguien de Hogwarts.

-¿Y qué hará durante los veranos? ¿Dónde irá?- Incordió el abogado.

- Yo podría encargarme- dijo de pronto Severus, provocando airadas miradas por parte de Fudge y del abogado, y una mirada muy sorprendida por parte de Beatriz.

- Preferiríamos a alguien sin antecedentes.

- Severus no tiene antecedentes, Cornelius, quedó absuelto de todos los cargos al igual que el señor Malfoy, como seguramente recuerdes- le contestó amablemente el director.

- Solamente porque tú respondiste por él.

- Y sigo haciéndolo. ¿O es que mi palabra ya no tiene valor?- comentó con una irónica mirada. Al ver que el ministro no respondía, continuó.- Creo que es el más indicado, puesto que es el jefe de su casa en el colegio y tiene más facilidad para cuidarla.

- ¿Y en el verano, cuando se acabe el curso?- preguntó el abogado.

- Tengo una casa en la playa.

- ¿Y estaría dispuesto a hacerse cargo de la señorita Ryddle en los meses de verano?

- Sí.- contestó totalmente serio.

- ¡Esto es indignante!- volvió a gritar el abogado.

- ¡Cállese!- contestó Fudge.- ¿Qué prefiere entonces?- preguntó a Beatriz.

Ésta alucinaba. ¿Severus se había ofrecido a cuidar de ella? Debía estar soñando. Por cierto... ¿cuándo habían decidido que Severus pediría su tutela?

- Al profesor Snape.

- ¡Esto es un ultraje! El señor Malfoy...

- El señor Malfoy es un hombre inteligente, lo entenderá.- Contestó Dumbledore dirigiéndose al abogado.

- Bien, entonces esto ya está.- dijo alegremente la bruja.- Los que estén a favor de que se quede con el profesor Snape, que levanten la mano.

Diez manos oscilaron en el aire. Diez excepto la de Fudge y la de Percy, que les miraban horrorizados.

- Concedida la tutela al señor Snape.- dijo el ministro de mala gana.- La señora Hutson les dará los certificados. Si su cliente desea reclamar.- comentó dirigiéndose al abogado,- puede hacerlo en próximos diez días.

Dumbledore y Megan se levantaron y se acercaron a Beatriz y Severus.

- Si me acompañáis...

- Claro que sí, Meg- contestó Dumbledore.

Los cuatro subieron a la segunda planta, donde la bruja les entregó todos los papeles de la tutela y de la emancipación, así como el certificado de la mayoría de edad de la joven, que había llegado vía lechuza procedente del despacho de Percy Weasley.

Cuando se quedaron solos, se miraron sonrientes. ¡Lo habían conseguido!

- Por cierto, ¿Vas a contarme qué le hiciste a Malfoy?

- ¿Yooo? – contestó ella con una traviesa sonrisa. Miró largamente al director y este asintió con la cabeza.

- Muy inteligente.

Severus no pillaba nada, así que suspiró. En ese momento, se abrió uno de los ascensores y de él salió revoloteando un memorándum con forma de avión de papel, de color violeta claro y con el sello de Ministerio de Magia en las alas, que fue a caer en las manos de Dumbledore.

Éste lo abrió y les miró.

- Me temo que tendréis que volver solos a Hogwarts, me reclaman para una reunión en la confederación de magos.

Severus asintió con la cabeza.

- ¿Podemos?...

-¿Sí, Beatriz?

- Me preguntaba si podríamos pasar por el Callejón Diagon antes de volver al colegio. Quisiera pasar por Flourish y Blotts para ver si tienen el libro que me comentó...

- Por mi no hay problema.- contestó el director.-¿Tú que opinas, Severus?

- Yo también tengo que comprar unos ingredientes.

- Muy bien entonces.

Y despidiéndose, desapareció por unas escaleras. Severus y Beatriz se miraron.

- ¿Cómo vamos a ir al Callejón Diagon?- preguntó la joven.

- Bueno, la verdad es que queda lejos, y como no sabes aparecerte, tendremos que ir por la red flu.

- ¿Quién ha dicho que no se aparecerme?

- No me digas que...

- Pues no te lo digo, pero no sé de que te sorprendes.

- ¿Desde cuando?

- Desde que tenía siete añitos.

- Eres fantástica, ¿lo sabías?

- Sí- contestó ella con una traviesa sonrisa mientras entraban en un ascensor y bajaban hasta el Atrio.

Una vez allí, él la cogió suavemente por el codo.

- Apareceremos delante de la librería, ¿de acuerdo?

- De acuerdo.

- Ni se te ocurra ir a otra parte.

- ¿Tienes miedo de que me pierda?- dijo con voz burlona.

Y antes de que él pudiera contestar, desapareció.

Cuando Severus volvió a aparecer, lo hizo en el Callejón Diagon y pudo ver que la chica le esperaba junto a la puerta de la librería. Extrañamente, ya no llevaba su capa beige, si no que su túnica color vino se adivinaba bajo la capa negra que la habían regalado por navidad.

- Bien, vamos a hacer una cosa.-comentó Severus con aire paternal.- Tú entrarás y comprarás el libro mientras yo compro los ingredientes que me hacen falta. Quedamos aquí dentro de quince minutos ¿entendido?

- El que te hayas convertido en mi tutor legal no te da derecho a darme órdenes- respondió ella lo más friamente que pudo- Hasta dentro de quince minutos.- Y dándose media vuelta, entró en la tienda.

Severus no pudo evitar bufar por lo bajo al alejarse.

- ¡Maldita niña!

Beatriz entró en la librería con paso firme y se dirigió decidida hacia el piso superior del establecimiento, donde se encontraban los libros más raros y los más antiguos.

Buscaba un libro en concreto, una edición en particular, así que paseó la vista por las estanterías, pero no lo encontró. Sin embargo, sí había una edición más reciente, que cogió con delicadeza y abrió justo por la mitad.

Con un suspiro la volvió a cerrar. Tendría que haberlo supuesto, ya que según su información sólo la primera edición lo contenía. Se acercó a uno de los vendedores.

- Disculpe, buscaba la primera edición de este libro.

- ¿La primera edición? Lo siento, pero no tenemos ninguna copia. Aún así, ésta que ha cogido usted respeta en todo al original.

- Ya lo sé, pero es que trabajo para un coleccionista de libros.- comentó inventándoselo sobre la marcha-, y ya sabe usted cómo son, sólo quiere la primera edición.

- Lo siento.- contestó el dependiente con una franca sonrisa.

- No importa, seguiré buscando. ¿No sabrá usted por casualidad de algún lugar en el que pudieran tenerlo?

- Déjeme pensar... Ahora que lo dice, hace unos meses vino un hombre que quería vendernos un montón de libros antiguos, dijo que habían sido una herencia. El jefe no quiso comprarlos, pues pedía una cantidad demasiado elevada para el valor real de los libros, así que se marchó. Y creo que uno de los libros que quería vender era el que usted está buscando.

- ¿Sabe dónde fue, o si consiguió venderlos?

- Supongo que iría a alguna otra librería cercana.

Las librerías más cercanas eran las del Callejón Knockturn

- Muchas gracias- contestó la joven.

Se dirigió hacia el Callejón Knockturn, poniéndose la capucha al llegar, pues no deseaba ser reconocida. El callejón era estrecho

Cerró los ojos y dejó que su instinto la guiara. Pasó de largo por delante de dos librerías y entró en la tercera. Era destartalada, pequeña y lúgubre, iluminada por varios candelabros sujetos en lo alto de unas apretadas estanterías llenas de polvo.

Su entrada provocó una nube de polvo, seguida de una desagradable mirada del dependiente, situado tras un viejo mostrador.

Ignorándole, se acercó a las estanterías, mientras una bruja de aspecto repulsivo se alejaba con varios libros en las manos.

Miró por encima los títulos de los libros cuando... ¡Sí, allí estaba! Sin que su cara o sus ademanes denotasen ninguna emoción, cogió el libro y, al igual que había hecho antes, lo abrió por la mitad.

Lo hojeó. Las páginas centrales eran de un color amarillento, distinto al blanco inmaculado de las diez primeras hojas y de las diez últimas. Con el corazón martilleándole en el pecho, se acercó al dependiente con el libro.

- Son cinco galeones.

Pagó y salió del establecimiento caminando rápidamente hasta que alguien la cogió por detrás por la cintura y la empujó hacia un hueco que se abría a la izquierda, aprisionándola contra la pared.

Forcejeó y se dio la vuelta, para ir a encontrarse con la furiosa mirada de dos pozos negros.

- ¿Qué narices crees que estás haciendo?- inquirió bruscamente Severus.

-Si me soltaras y te apartaras, tal vez podría respirar.- El hombre, que la tenía sujeta contra la pared con su cuerpo, se separó unos milímetros.

- ¿Qué haces en el Callejón Knockturn?

Ella levantó el paquete que tenía en una de sus manos.

- Comprar el libro.

- ¿Aquí?

- No lo tenían en Flourish y Blotts.- replicó ella con retintín.

Severus le echó una mirada asesina y le quitó el paquete.

- ¿Aplicaciones de los hongos y setas venenosas? Hay al menos siete copias de este libro en Hogwarts. ¿Para qué lo quieres?

- Esta es la primera edición.

-¿ Para- qué-lo-quieres?

- ¿Sabe, profesor? Eso es algo que NO le incumbe. Le veré en las verjas de Hogwarts.

Y separándole, desapareció.

Rápidamente traspasó las verjas del colegio y echó a andar por el camino. Severus la alcanzó y la obligó a darse la vuelta.

- ¿Sabes? Yo creo que SÍ me incumbe.

- Suéltame.

- Dime lo que quiero saber.

- Suéltame.

- No

- ¡Eres realmente insoportable!

- ¡Y tú una estúpida!

- ¡Y tú un imbécil!

De pronto, él la empujó contra uno de los árboles que bordeaban el camino y la besó apasionadamente. Sorprendentemente, ella le respondió. Cuando separó sus labios de los de ella, vió que ella tenía lágrimas en los ojos.

- Lo siento.- murmuró mientras la abrazaba.-Pero cuando te vi pasar en el Callejón Knockturn a través del cristal de la tienda de ingredientes, me asusté mucho. Si te hubiera ocurrido algo... nunca... nunca me lo hubiera perdonado- musitó, con los labios en la frente de la joven.

Ella apoyó su cabeza en el pecho del hombre.

- Es un encargo de Dumbledore, él me pidió que lo buscara, no puedo contarte más, lo siento.

Él la miró dulcemente, acariciando con un largo y fino dedo el contorno de la cara de la joven e intentó volver a besarla, pero ella se lo impidió.

- No juegues más conmigo, por favor.

Y separándose, se encaminó hacia el castillo.