Capítulo 17. Todo se precipita.

A la hora de la comida, ya en el Gran Comedor, Beatriz se dejó caer en uno de los bancos de la mesa de Gryffindor, junto a Harry, Ron y Hermione. Éstos estaban pensativos, con cara preocupada y saltaron en sus sillas cuando ella se sentó.

- ¡Beatriz! ¿Dónde está Dumbledore?- preguntó Harry.

- La vista me ha ido muy bien, muchas gracias por preguntar.-contestó sarcástica.

- Lo siento, pero es que tengo que hablar con él.- respondió el joven con voz suplicante.

- Dumbledore se ha tenido que quedar en el ministerio a una reunión en la confederación de magos.

Al ver sus caras apesadumbradas y las miradas de angustia que se lanzaron entre ellos, se preocupó.

- ¿Qué ocurre?

Con un rápido cuchicheo la pusieron al tanto. Beatriz les miró fijamente y no pudo evitar soltar una carcajada.

- No me digáis que os lo habéis creído. ¡Ja,ja,ja,ja,ja...! Pero si esa mujer es un auténtico fraude, vosotros mismos lo habéis dicho. Seguro que se aburre y sólo busca que le hagan caso.

- En circunstancias normales – comentó Hermione- estaría completamente de acuerdo contigo. Pero Trelawney ya hizo otra profecía cuando estábamos en tercero y se cumplió.

- ¿Cuándo Colagusano escapó?

- ¿Cómo sabes eso?

- Dumbledore, por supuesto. Me ha contado muchas cosas, pero se guardó lo de la profecía. He atado cabos, nada más.

- ¿Qué más sabes?

- Lo de tu padrino, Harry, lo de la Orden- susurró-, lo de tus tíos, lo de Snape, lo del torneo de los tres magos...

- ¿Se cumplirá esta profecía también? Porque es la segunda que hace....- comentó Ron.

- La tercera.- interrumpió Harry, aún perdido en sus pensamientos y aparentemente sin darse cuenta de lo que acababa de decir.

Pero al ver a los otros tres mirándole con cara asombrada, se dio cuenta de que se le había escapado.

- ¿Cómo que la tercera, Harry?- preguntó Hermione mirándole muy seria.

Él les miró pillado.

- Lo mejor será que nos lo cuentes.- dijo Beatriz.

- Está bien. ¿Os acordáis del año pasado, cuando Voldemort consiguió que fuera al ministerio?- Ron y Hermione asintieron.

- Quería una profecía que sólo tú o él podíais coger sin peligro.- dijo Hermione comenzando a entender.

- ¿Qué tiene que ver eso con Trelawney?- inquirió Ron.

- Cuando Dumbledore me trajo de vuelta al colegio, me contó que Voldemort me había utilizado para conseguir una profecía que nos atañe a ambos y que hizo Trelawney hace diecisiete años. Dumbledore entrevistó a una aspirante para el puesto de profesora de adivinación que era la tataranieta de una muy dotada y famosa vidente, Trelawney, y que cuando se iba a marchar, ella la hizo.

- Espera un momento.- pidió Beatriz .- ¿Eso ocurrió en un cuarto sobre el bar en la posada de La Cabeza de Cerdo?

Harry asintió, asombrado.

- ¿Qué sabes tú?- preguntó Ron

- El único con el poder para vencer al Señor Oscuro se acerca. . . nacido de aquellos que lo han burlado tres veces, nacerá mientras el séptimo mes este muriendo. . .

Es la primera parte de la profecía, la única parte que Voldemort sabía. Se la he oído repetir miles de veces, darle vueltas, cuando estaba distraído y creía que nadie le escuchaba. Sé que deseaba fervientemente conocer el resto, pues nunca supo por qué le derrotaste.

- Pero, entonces...- quiso saber Hermione.

- Significa,-dijo Harry,- que la única persona que tiene oportunidad de terminar con Lord Voldemort nació a finales de julio, hace casi diecisiete años, y que este muchacho nacería de padres que hubieran burlado a Voldemort tres veces.

- Pero... ¿Cómo supo que se refería a ti?- preguntó Beatriz.

- Lo extraño, -dijo Harry suavemente, -es que pudo no haberse referido completamente a mí. Según me contó Dumbledore, la profecía de Trelawney habría podido aplicarse a dos niños magos, ambos nacidos a finales de julio de ese año, ambos con padres en la Orden del Fénix, y ambas parejas de padres habían logrado escapar por poco de Voldemort tres veces. Uno, por supuesto, era yo. El otro era Neville Longbottom.

- Pero entonces. . .¿porqué estaba tu nombre en la profecía y no el de Neville?- preguntó Hermione.

- El registro oficial fue reetiquetado después de que Voldemort me atacara cuando era niño. Según me dijo Dumbledore, al guardián del Salón de la Profecía le pareció claro que Voldemort había intentado matarme porqué sabia que era yo a quién se refería la profecía.

- Entonces, ¿podrías no ser tú?- dijo Ron.

-Me temo que soy yo.

- Pero has dicho que Neville también nació a finales de julio, y sus padres...

-Olvidáis que falta una parte de la profecía: ...y el Señor Oscuro lo marcará como su igual, pero él tendrá un Poder que el Señor Oscuro no conoce ... y uno debe morir a manos del otro, pues ninguno puede vivir mientras que el otro sobreviva. .

La condición que identificaría al muchacho que podría vencer a Voldemort. . . Voldemort mismo lo marcara como su igual. Y así lo hizo. Él me eligió a mi, no a Neville. Él me dio esta maldita cicatriz.

- Es sorprendente.- dijo Beatriz gravemente.- Pensó que el muchacho que podría representar más peligro para él no era el sangre-limpia (que, según su creencia, es la única clase de mago digno de ser o conocer) sino que era el media-sangre, como él. Se vio reflejado en ti, Harry. Mi abuelo era un muggle, que abandonó a mi abuela cuando se enteró de que ésta era una bruja.

- él solamente oyó el principio... por eso te atacó cuando eras pequeño, creyó que eras un peligro y nunca creyó que pudieras vencerle...- dijo Hermione en un susurro

- El final de la profecía. . .era algo acerca de que... ninguno puede vivir. . . – preguntó Ron.

- . . . mientras que el otro sobreviva - terminó Harry.

- Entonces...- dijo Beatriz comprendiendo.

- Eso significa que, al final, uno de nosotros tiene que matar al otro.- dijo Harry.

- Te ayudaremos.- dijo Beatriz muy seria. Ninguno la había visto nunca así, con esa gravedad en el semblante.

Harry sintió como si se le quitara un gran peso de encima y, por primera vez, respiró un poco más libremente al pensar que ellos le entendían.

Unos alegres gritos les sacaron de su triste conversación.

-¿Fred? ¿George? ¿Qué hacéis aquí?

Los gemelos acababan de entrar por la puerta del Gran Comedor, recibiendo una inmensa cantidad de vítores y aplausos de los alumnos que aún recordaban su última travesura en contra de la profesora Umbridge el año anterior. Tranquilamente se acercaron a la mesa de Gryffindor.

- Veníamos a hablar con Dumbledore por lo de la fiesta.

- ¿Qué fiesta?- preguntó Ron.

- ¿No os lo ha contado?- inquirió Fred sin hacer caso a su hermano.

Los chicos negaron.

- ¿Qué fiesta?- insistió Ron molesto.

- Si Dumbledore no os lo ha contado aún, no esperarás que te lo digamos nosotros, hermanito.

- Así que Dumbledore va a hacer otra fiesta...

- ¡Ron, cállate!- pidió Hermione.-en las cartas que nos mandan todos los años antes de empezar el curso, ponía que teníamos que traer una túnica de gala,¡por eso me acompañasteis a comprar una nueva el día que conocimos a... ¡- Una mirada de Beatriz la silenció.

- Es cierto, compañero.- dijo Harry, tratando de desviar la conversación.

- Pues Dumbledore se ha ido al ministerio esta mañana y aún no ha vuelto.- comentó Beatriz.

- ¿Y para que quiere Dumbledore que vosotros le ayudéis?- preguntó Hermione con una severa mirada.

- Hermione, no nos regañes, te empiezas a parecer demasiado a Percy, el prefecto perfecto- comentó George con voz guasona.- Está preparando unas cuantas sorpresillas...- siguió, mirando a su gemelo.

- Y hablando de sorpresas... Beatriz, ¿podríamos hablar contigo?- pidió Fred.- En privado.- Terminó al ver las caras de interés de los otros tres.

Con una mirada de disculpa, Beatriz se levantó y siguió a los gemelos sorprendida, pues no sabia de qué querían hablar estos con ella.

La llevaron hasta una clase vacía, que cerraron y silenciaron con un hechizo.

- Verás...- comenzó Fred.

- Queríamos preguntarte...- siguió George.

- ... si en la fiesta de disfraces de principios de curso...

- ...notaste algún cambio en Snape...

- ...después de que habláramos con vosotros.

La chica les echó una mirada entre severa y divertida, creyendo saber a lo que se referían. ¿Podrían...? Decidió seguirles la corriente.

- ¿Fuisteis vosotros?

Los gemelos asintieron fervientemente con sonrisas traviesas.

- ¿Cómo lo hicisteis?

- Verás.- empezó Fred adoptando un tono profesional.-Cuando nos acercamos a hablar con vosotros, George os distrajo mientras yo le echaba polvos de la alegría a Snape en la copa.

-¿Polvos de la alegría?

- Sí. Como os fuisteis antes de que pudiéramos ver nada, ¿podrías decirnos que efectos observaste y qué te pareció la broma?- pidió George sacando pluma, tintero y pergamino y sentándose en una de las mesas.

- Ugh... Emm... le noté mucho más alegre, más... "efusivo"- mintió convincentemente, aguantándose las ganas de pegarles, o, más bien, de lanzarles un crucio-, una gran broma, chicos.

Salieron de la clase y bajaron hasta el vestíbulo, donde se despidieron. Ella decidió irse a su sala común. No se sentía con ánimo de volver al Gran Comedor después de semejante revelación, donde él podría estar. No sabía muy bien cómo reaccionar y decidió pensarlo antes muy bien.

Subió hasta su habitación, vacía a esas horas y entró en el cuarto de baño, abrumada por sus sentimientos y por lo que representaba la declaración de los gemelos, que abría un mundo totalmente nuevo.

Se miró al espejo y vio cómo este le devolvía la mirada, frunciendo el ceño mientras decía:

- Entonces es cierto.

- Eso parece.- contestó ella tímidamente.- Los polvos pudieron perfectamente haber reaccionado con el alcohol y el zumo y convertirse en el filtro.

- Entonces Severus te ha estado diciendo la verdad y tu no le has creído.

- Pero el filtro no tenía potencia suficiente para hacer que nos enamoráramos.

- Pero sí para hacer que mostrarais vuestros sentimientos y lo que tú niegas que sientes por él.

- Merlín sabe que me he enamorado de él, pero... ¿él de mí?

El reflejo bufó.

- ¿Cuándo vas a darte cuenta de que él se ha enamorado de ti y de que no ha estado jugando contigo?

- ¿Y quien te dice que no lo haya hecho después?

- Sabes perfectamente que es sincero y que lo que ocurrió aquella noche fue real.¡Acéptalo de una vez!

- Aquella noche... sus besos, sus caricias, sus miradas...- no pudo evitar sentir como una corriente eléctrica le recorría la columna al recordar las manos de Severus sobre su piel.- Pero es un profesor y yo una alumna.

- Sí, una alumna mayor de edad la que él ha prometido cuidar, incluso legalmente.

- Hay otra cosa: quien soy yo y quien es él, lo que represento y la posición en la que él se encuentra.

- ¡Mentalízate! Él está enamorado de ti, y algo me dice que a Dumbledore no le disgusta en absoluto.

- ¿Estás loca?

- Ha habido muchos signos, piensa un poquito.

Era cierto. El baile, en su despacho, por los pasillos... siempre sonriendo al verles juntos...

- Y no sólo eso- interrumpió descarado el reflejo- Le "oblig" a darte clases extra, los dos solos y por la noche. Además, ha consentido que sea tu tutor.

- ¿Qué puedo hacer?

- Como Gizeh dijo una vez: " Sé que te gustan los retos"

Beatriz sonrió pícaramente al espejo mientras terminaba de arreglarse el pelo y luego, bajó cantando una canción.

- ¡Profesor Snape!

Severus se encontraba en el vestíbulo, a punto de entrar en el Gran Comedor para cenar cuando oyó que alguien le llamaba.

- Profesora McGonagall.- Saludó con una inclinación de cabeza.

- Verá, me gustaría comentarle una cosa con respecto a uno de sus alumnos. Si me acompaña...

Ambos caminaron hasta el despacho de la profesora de Transformaciones y se sentaron en sendas sillas.

- Verás, esta mañana ha llegado a la oficina de Dumbledore una lechuza de la señora Malfoy, solicitando que su hijo saliera este fin de semana del colegio, pues por lo visto su padre se encuentra muy enfermo.- Comentó mientras le entregaba la carta.

- ¿Se ha ido? – preguntó Severus totalmente impasible.

- Sí, ha venido al mediodia y se lo ha llevado.

- Está bien. ¿Algo más?

Ella negó con la cabeza.

- Si me disculpas, bajaré a cenar.- Y acto seguido, el profesor se levantó y salió.

Cuando bajaba por las escaleras, un fuerte dolor en el antebrazo le hizo parar, la marca oscura había empezado a quemarle. Rápidamente fue a su despacho, escribió una corta nota y se la dio a su cuervo, con la indicación de que se la llevara a Dumbledore lo más rápidamente posible.

Después, salió del castillo.

Después de cenar, Harry, Ron, Hermione y Beatriz salieron del castillo y se sentaron junto al lago.

- Bueno, ¿nos vas a contar por qué estás tan contenta?- preguntó Harry con una sonrisa en los labios.

- Apuesto a que es por la vista.- comentó Ron.

- Pues has ganado la apuesta.- contestó Beatriz con una gran sonrisa.- Lucius Malfoy no asistió, parece que está muy enfermo, así que el abogado no pudo hacer nada y me concedieron la emancipación legal.

Hermione soltó un gritito.

- Pero si aún estás en el colegio.- Harry y Ron le echaron una mirada asesina.- Me refiero a que necesitará a alguien que la controle.- Esta vez la mirada asesina partió de Beatriz.- Entendedme, en el colegio, con los deberes, las notas...

- Lo mismo pensó el consejo, así que nombraron a un tutor.

- ¿Quién es?

- Snape.

- ¡¡¡¿QUÉ?!!!- El grito de los tres jóvenes pudo oírse en todo el castillo.

- ¡NO PUEDEN HACER ESO! ¡ES PEOR QUE UN CASTIGO! ¡ES HORRIBLE! ¡ESTÁN LOCOS!

- ¡Ron, cálmate!- Harry y Hermione intentaban tranquilizarle para que dejara de gritar.

Cuando lo consiguieron, Harry preguntó:

- ¿Qué opinas tú?

- Es Snape. Sobreviviré.- Les miró sonriente, pero a Hermione no se le escapó el brillo en los ojos de la joven y la observó con una expresión de complicidad y entendimiento pintada en el rostro.

Era noche cerrada y el colegio se encontraba silencioso, a excepción del ocasional ulular de alguna lechuza.

En una de las habitaciones del castillo dormían plácidamente cuatro jóvenes. La tranquilidad de sus acompasadas respiraciones presagiaba dulces sueños, mientras los rescoldos y cenizas de lo que había sido un buen fuego crujían suavemente en la chimenea.

Una de las jóvenes, tumbada boca arriba, abrió súbitamente los ojos, mirando fijamente el techo. Se incorporó, sentándose en la cama y posó los pies en el duro y frío suelo de piedra.

Avanzó silenciosamente hacia la puerta, la abrió y bajó las escaleras, llegó a su sala común y salió por el retrato.

Anduvo por los pasillos hasta que en un recodo casi se chocó con Neville, que volvía de las cocinas. Éste, muy sorprendido, preguntó:

- ¿Dónde vas a estas horas?

Como una autómata, ella levantó el brazo y apuntó al chico.

- ¡Desmaius!

Neville cayó al suelo con un golpe sordo. La joven pasó por encima de él y siguió su camino.

Bajó las escaleras hasta el segundo piso y entró en uno de los baños, uno al que nunca entraba nadie porque no funcionaba, y porque en él habitaba el fantasma llorón de una chica que había muerto allí cincuenta años antes: el baño de Myrtle la Llorona.

Se acercó a los lavabos, extendió las manos y unas oscuras palabras salieron de su boca lentamente, en una lengua desconocida. Uno de los grifos giró y se iluminó con una luz blanca. Al cabo de un momento, se hundió en el suelo, dejando a la vista una gran tubería oscura.

La joven se metió en la tubería y se dejó caer. Se deslizó por ella, bajando cada vez más, viendo otras tuberías que se ramificaban de aquella por la que ella iba. En un momento dado, utilizó un hechizo para frenar su velocidad y se deslizó por una de las ramificaciones.

Cuando la tubería terminó, cayó del extremo del tubo al húmedo suelo de una gran sala, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra tallada con serpientes entrelazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad. En el centro, se encontraba un solitario espejo de cuerpo entero.

La joven se acercó a él y lo tocó suavemente, no más que una caricia, mientras empezaba a cantar en una lengua desconocida. La imagen del espejo comenzó a cambiar y a moverse, siguiendo la cadencia de su voz.

En un momento dado, sin dejar de salmodiar, separó la mano y, en un rápido gesto, rasgó su muñeca con una afilada uña. Dejó manar la sangre hasta que empapó toda su mano derecha, y con el dedo índice dibujó en el centro del espejo una calavera con los ojos rojos.

Se retiró unos pasos, admirando su obra, y de repente posó la palma de la mano abierta y cubierta de sangre encima de la calavera.

La imagen había cambiado. Antes podía verse reflejada, ahora vio a Voldemort, tendiéndole los brazos rodeado de todos sus mortífagos. La joven avanzó con una beatífica sonrisa en los labios y traspasó el espejo.

Beatriz despertó sobresaltada, con el miedo metido en el cuerpo. Habia tenido una horrible pesadilla.... pero un momento, ¿había sido verdaderamente una pesadilla? Algo le decía que no, que había sido muy real.

Saltó de la cama, se puso la bata sobre el camisón blanco y salió, bajando los escalones de dos en dos. Atravesó la sala común y se internó por el pasillo que conducía a las habitaciones de Severus. Mientras corría, un rayo salió de sus manos e impactó en la puerta que le cerraba el paso, provocando que ésta se abriera.

Entró en el dormitorio del profesor y, tal y como esperaba, estaba vacío y la cama hecha. Volvió a la sala común y salió por el tapiz. Atravesó como una exhalación los corredores del castillo hacia la torre de Gryffindor cuando divisó una figura tendida en el suelo.

- ¡Neville!- le zarandeó pero el chico no despertaba.

Se concentró y su varita apareció en su mano.

- ¡Enervate!- El joven abrió los ojos.- ¿Qué ha ocurrido?

- ¿Beatriz? ¿Qué... qué...? ¡Ginny!- susurró.

- Lo sé, ¿dónde está? ¿Ha vuelto a la sala común?

- No... no... losé.- Balbució el joven.

Le ayudó a levantarse y le sostuvo hasta que llegaron al retrato de la Dama Gorda. Tuvieron que gritar para despertarla.

- ¿Contraseña? – preguntó de mal humor.

Beatriz miró a Neville.

- No... recuerdo- contestó éste frotándose la frente, donde tenía un gran chichón.

- ¿Contraseña? – Volvió a repetir la Dama Gorda mirándoles enfadada.

- Es una causa de fuerza mayor, tenemos que entrar.- suplicó la joven.

- Si no hay contraseña, no hay entrada.- sentenció el retrato.

- ¡Una alumna puede estar en peligro! ¿Es que no te importa?

La Dama Gorda negó con la cabeza, enfurruñada y Beatriz se enfadó. Miró con ira al retrato, que saltó violentamente de sus goznes y cayó estrepitosamente al suelo. Se lanzó por el hueco, arrastrando tras de sí a un alucinado Neville para encontrarse con Ron, Harry y Hermione parados delante de las escaleras de subida a las habitaciones de las chicas. Harry parecía nervioso, Ron y Hermione expectantes.

- ¿Beatriz? ¿Qué haces aquí? ¿Y qué ha sido ese estruendo?- inquirió Hermione.

- ¿Y Ginny?

- ¿Tú también?- preguntó Harry. Ella asintió sin resuello por la carrera.

En ese momento apareció Luna en las escaleras.

- ¡Qué bien, una fiesta! ¿Qué celebramos?

- Luna, ¿está Ginny en vuestra habitación?

- No, y en el baño tampoco. ¿No está aquí?

Beatriz y Harry se miraron asustados.

- Hay que avisar a Dumbledore - dijo ella.

- No está, fui a hablar con él antes de acostarme y McGonagall me dijo que la reunión se había alargado y que no volvería hasta mañana, pero me prometió contarle lo de la profecía por lechuza.

- ¡¡¡¿Queréis decirme de una vez que demonios ocurre con Ginny?!!!- explotó Ron comenzando a asustarse.

- Voldemort la tiene.- Afirmó Beatriz. Harry sujetó al chico que parecía a punto de caerse.

- Hay que avisar....- gimió.

- no hay tiempo.- Cortó Beatriz.- Cada segundo que pasa es un segundo menos para tu hermana.

- ¿Qué vamos a hacer?- Preguntó un Neville inusitadamente tranquilo.

- Sacarla de allí.- Sentenció Hermione.

Salieron en tropel por el hueco de la pared y se toparon con cuatro elfos que miraban asombrados el estropicio allí formado.

- ¿Qué...?- susurró Luna.

- No quería dejarnos pasar.- respondió Beatriz con indiferencia.

-¡Es Harry Potter, señor!

Un elfo vestido estrafalariamente se había abalanzado sobre el chico y le abrazaba feliz. Beatriz le reconoció como el elfo que la había preguntado sobre el desayuno el primer día de colegio.

- Hola Dobby.- Contestó el chico apartándole suavemente.

Beatriz se arrodilló junto a él.

- Dobby, necesito que me hagas un gran favor.

- ¡Los amigos del señor Harry Potter son mis amigos, señorita!- ella sonrió.

- Necesito que vayas a ver a la profesora McGonagall, la despiertes y le digas que la profecía de Trelawney era cierta, que Voldemort-el elfo se llevó las manos a la boca- tiene a Ginny Weasley, que se la ha llevado a la mansión Ryddle, no a la que todo el mundo conoce, a la otra, y que nosotros vamos a la Cámara de los Secretos, que es por donde la ha sacado. ¿Te acordarás?

El elfo asintió.

- Pues vete ya.

El elfo desapareció. Los chicos salieron corriendo hasta el segundo piso y entraron en el baño.

- ¿Qué es eso?- preguntó Neville señalando al agujero de la tubería.

- Por donde se entra a la Cámara de los Secretos.- respondió Hermione. No preguntéis y seguidnos.

Bajaron por la tubería y caminaron por las galerías subterráneas hasta entrar en la gran sala con el espejo en el centro.

- El espejo de Oesed- susurró Ron.- ¿Qué hace aquí?

- Lo han convertido en una puerta de una dirección, por eso pudieron sacar a Ginny.

- ¿Cómo lo vamos a hacer?- preguntó Hermione.

- ¿Disculpa? No lo "vamos a hacer", lo voy a hacer yo.- contestó Beatriz. – Lo contrario sería un suicidio. Voldemort sabe que Harry iría a rescatarla y que vosotros iríais con él, así que no voy a permitir...

- ¡Ginny!- gritó Ron. La imagen de la joven había aparecido en el espejo y el chico se abalanzó sobre ella, arrastrando consigo a Harry y Hermione que trataron de detenerle. Sin pensárselo dos veces, Luna, Neville y Beatriz fueron detrás y atravesaron el espejo, que se cerró tras ellos.

Se encontraron en una pequeña sala cuadrangular, con el suelo de tierra y las paredes de piedra. Una recia puerta de madera con una ventanilla enrejada se abrió, dando paso a varios mortífagos y a una rata traidora.

Beatriz se volvió hacia sus compañeros con una gélida sonrisa que les hizo estremecerse y levantando la mano, hizo que todas sus varitas volaran hasta las manos de los mortífagos, mientras levantaba la otra mano y les apuntaba con su varita, de la que salieron unas cuerdas que les ataron firmemente.

Cundió el desconcierto en ambos grupos. Colagusano se adelantó y se inclinó sumiso ante ella.

- Bienvenida a casa, mi señora.- Ella respondió con una perversa mirada

- Entonces tú....- dijo Harry furioso.

- ¿Sabéis cuál es vuestro problema? Sois demasiado cándidos.

Sin dedicarles ni una sola mirada, Beatriz salió con paso firme de la mazmorra seguida de Colagusano.


Como habréis observado, muchas cosas de este capítulo y de los siguientes están sacadas del quinto libro.