En la clase, la tensión cristalizaba como hielo en cubitos. Ningún alumno
se atrevía a levantar la cabeza de su poción. Snape, como siempre, se
paseaba con la barbilla alta y los labios tan fruncidos como su ceño,
mirando por encima del hombro a los alumnos temblorosos.
-Observo que el señor Potter no está presente. Díganle que tiene el curso suspenso por faltar a un examen.
"Puede ser", pensó Harry debajo de la capa de invisibilidad, "pero te prometo que tú no vas a olvidarte de este día durante mucho más que un curso".
Harry estaba furioso. Snape había conseguido anular un partido de quidditch que Griffyndor había ganado limpiamente, sólo para favorecer a sus huevitos de serpiente, que no podían hacer nada sin que papá viniera a ayudarlos. Harry estaba harto de las injusticias y arbitrariedades que Snape llevaba a cabo constantemente, y ya iba siendo hora de darle una lección. No le había dicho a Ron y Hermione lo que planeaba: así sería más divertido. Se acercó a Snape por detrás y, con cuidado para que no se le deslizara la capa, tocó ligeramente su cuello.
Pero Snape ni siquiera se inmutó. Sólo al cabo de un rato, lentamente, se giró como si fuera a buscar un libro Volvió a intentar hacerle cosquillas en la espalda. Nada. "Demonios", pensó Harry, "tiene más control de sí mismo que una piedra".
Entonces intentó algo más arriesgado. Cogió una de las manos de Snape y la levantó en el aire. El profesor pareció sorprenderse ligeramente, pero en seguida recuperó el control de su brazo y siguió revisando pociones como si tal cosa. Harry se estaba poniendo nervioso. Quería hacer algo que realmente sobresaltara a Snape, para que toda la clase le viera perder el control. Superando su aversión, volvió a acercarse al profesor de pociones y le palmeó sonoramente el trasero.
Toda la clase levantó la cabeza al oír ese ruido inesperado, y vieron a un Snape ligeramente descompuesto.
-¿Acaso les sobra el tiempo, señores?- susurró malévolamente con su voz de bajo.
Pero estaba inquieto. No era Peeves: el fantasma sabía perfectamente que Snape conocía maneras de castigarle. No era un hechizo a distancia, sabía reconocerlos. Snape sintió otra fuerte palmada en el trasero. "Harry, sé que eres tú..." se dijo... con esa maldita capa de invisibilidad. No era la primera vez que sentía su presencia debajo de ella.
Harry se enfadaba cada vez más. Ya que no podía hacer que Snape se asustara, por lo menos podía ridiculizarle. Cogió una lechuza disecada de un rincón, y se disponía a ponérsela de sombrero al profesor, cuando sintió que se desvanecía. No había visto que los labios del profesor pronunciaban silenciosamente "desmaius".
Harry cayó al suelo, pero la capa de invisibilidad lo seguía cubriendo, así que nadie más lo veía, ni sabía de su presencia allí. Harry estaba a la más completa merced del maestro de pociones.
...oooOOOooo...
El examen había terminado, y todos los alumnos se habían ido ya. Snape se había colocado muy cerca del cuerpo tendido de Harry para que nadie lo pisara al salir. Protegió la puerta, para que nadie pudiera entrar, y entonces, con mucho cuidado, levantó la tela de la capa y recogió del suelo a Harry con delicadeza, para tumbarlo encima de una mesa sobre la que había hecho aparecer una espesa colcha.
Entonces se sentó al lado del muchacho, en el borde de la mesa, y se quedó mirándolo. Pasaron más de veinte minutos, pero Snape no se cansaba de mirar con una paciencia infinita al chico tumbado, de recorrer con sus ojos cada detalle de su rostro y de su cuerpo, de grabar en su mente la expresión de tranquilidad que tenía el muchacho. Snape nunca había visto a Harry dormido, y estaba fascinado con esa imagen.
Sólo después de otro rato largo se atrevió el profesor a acercar su mano temblorosa al rostro de Harry, y a acariciarlo. Su rostro expresaba una ternura que él mismo se sorprendía de sentir.
-Harry...- murmuraba, en voz muy baja-, qué me has hecho, qué le has hecho a este viejo...
Siguió acariciándole la cara y el pelo como si el tiempo se hubiera detenido, deleitándose en los mechones desordenados, y también acarició la cicatriz., como si quisiera borrársela. Él más que nadie sabía el dolor que dejaba una marca de ese tipo.
Por fin, Snape se decidió a despertar a Harry. Hizo desaparecer la colcha, y murmuró un hechizo de reversión. Sujetó con la mano la capa de invisibilidad, y volvió a exhibir su mejor tono sarcástico cuando se despertó Harry:
-Espero que esté usted orgulloso de su bromita, señor Potter, porque le va a salir un poco cara. Cien puntos menos para griffyndor. Y, por supuesto, tiene el curso suspenso, pero eso se lo ha ganado simplemente con faltar injustificadamente al examen.
Harry no dijo nada. Se sentía humillado e inútil.
-Ahora puede irse, Potter. Y no vuelva a intentar nada así.
Harry estaba un poco sorprendido, pero aprovechó la ocasión y abandonó el despacho. Snape se quedó solo, pensando, un rato más, y luego también se fue.
Entonces salieron de un armario dos figuras encapuchadas: Hermione Granger y Harry Potter. Llevaban en ese armario más de dos horas. Harry estaba tan sorprendido que no podía articular palabra.
-¿Ves como no quería hacerte nada malo?- dijo Hermione.
...oooOOOooo...
Harry, al salir de la clase de Snape tras la reprimenda de Snape, miró el reloj y se dio cuenta de que llevaba más de media hora desmayado.¿Qué había pasado durante todo ese tiempo? ¿Qué había hecho Snape con él? No sabía qué podía hacer para averiguarlo. Entonces se le ocurrió una idea: fue a buscar a Hermione para pedirle el giratiempo.
Pero la chica no se lo dio sin que antes Harry le explicara la situación, cosa que no tuvo más remedio que hacer. Hermione fue con él, por suerte. Inteligentemente, ella había previsto que Snape cerraría la clase al terminar el examen, así que se adelantaron bastante en el tiempo y entraron en el armario un rato antes de que empezara el examen. Hermione vio a su yo anterior escribiendo, y tuvo tentaciones de soplarse a sí misma algún detalle olvidado, pero pudo contenerse. Vieron cómo Harry intentaba molestar a Snape, cómo éste lo derribaba, y también vieron todo lo que pasó después.
-Harry ¿puedo decirte algo que te va a molestar?
Sólo Hermione podía hacer una pregunta así.
-¿Tú que crees?- respondió enfadado Harry- Claro que no, si ya sabes que me va a molestar. Además, ya sé lo que me vas a decir. Que Snape no es tan malo, y que sólo nos quita tantos puntos porque yo le provoco, y todo eso, y que en realidad es un excelente profesor y una buena persona...
Harry estaba acostumbrado al rollo habitual de Hermione en defensa de Snape, y era la última cosa que deseaba oír en ese momento.
-No, Harry. No es eso. ¿No te diste cuenta de lo cuidadosos que eran sus gestos? Te trataba con tanta dulzura, con tanta paciencia... nunca había visto a Snape así...
Harry estaba bloqueado. Él también había visto esa escena con sus propios ojos, pero no estaba preparado ni siquiera para empezar a asimilarla.
-Lo que quería decirte es que creo que Snape está enamorado de ti, Harry.
...oooOOOooo...
Severus daba vueltas y más vueltas en su mazmorra. Había descubierto uno de los armarios de la clase en desorden, y tenía la grave sospecha de que alguien le había estado espiando mientras admiraba y acariciaba al cachorrito Potter. Estaba realmente harto de esa maldita escuela: no se podía tener ni pizca de intimidad.
Caminaba desnudo por su habitación, mientras fumaba un cigarrillo grisáceo que dejaba escapar un humo verde intenso. Y pensaba. Necesitaba saber cómo descubrir al culpable de espionaje, y entonces...
Oh, entonces esa persona iba a pasarlo mal, realmente mal. Una sonrisa torcida afiló los rasgos de Snape, mientras sus ojos brillaban con maldad. Se tumbó en su colcha con aspecto de musgo y encendió a distancia el equipo de música.
La habitación se llenó con los primeros acordes del tema "provocación", de Raphael.
...oooOOOooo...
Aquella noche, a Harry le estaba costando conciliar el sueño. Las imágenes de Snape acariciándole volvían una y otra vez a su mente, insistentemente, como si tuvieran algo que decirle. Harry se puso a pensar en las palabras que tanto repetía Hermione. Sí, era posible que él no se portara con Snape todo lo bien que debiera, pero... ¿Quién había empezado todo?
Con la cabeza llena de un sentimiento mezclado de culpa, de ira, de frustración, y de desasosiego, Harry consiguió por fin adormecerse. En su sueño, estaba tendido en la mesa de pociones, pero era consciente de las caricias de Snape. Quería levantarse y gritarle, pero no podía. Sin embargo, poco a poco, la constancia de esas manos empezó a parecerle agradable...
Entonces, de repente, no sólo sentía el tacto sino que, de alguna manera, podía ver la expresión de Snape mientras le acariciaba. Snape le miraba como si quisiera decirle muchas cosas y no se atreviera,
Y el contacto de los dedos de Snape con el Harry desmayado se fue haciendo más y más intenso, como si las miradas avivaran las llamas del tacto. Harry sentía cómo su piel reaccionaba y se despertaba ante esas sutiles y tiernas caricias, cómo un hormigueo de diminutos temblores, generado por las huellas dactilares de su profesor, se repartía por todo su cuerpo, transmitiéndole una emoción completamente nueva... todo su cuerpo palpitaba de expectación, esperando la siguiente caricia, suplicando algo más de contacto...
Harry despertó, bañado en sudor, en el dormitorio de Griffyndor. Se incorporó sobre la cama. Su sueño había sido tan real... y tan extraño... ¿Qué demonios le pasaba a su cabeza? Tardó un buen rato y calmarse y en volver a poder conciliar el sueño.
Pero desde las sombras, alguien no perdía detalle de la evolución de sus "pesadillas"...
-Observo que el señor Potter no está presente. Díganle que tiene el curso suspenso por faltar a un examen.
"Puede ser", pensó Harry debajo de la capa de invisibilidad, "pero te prometo que tú no vas a olvidarte de este día durante mucho más que un curso".
Harry estaba furioso. Snape había conseguido anular un partido de quidditch que Griffyndor había ganado limpiamente, sólo para favorecer a sus huevitos de serpiente, que no podían hacer nada sin que papá viniera a ayudarlos. Harry estaba harto de las injusticias y arbitrariedades que Snape llevaba a cabo constantemente, y ya iba siendo hora de darle una lección. No le había dicho a Ron y Hermione lo que planeaba: así sería más divertido. Se acercó a Snape por detrás y, con cuidado para que no se le deslizara la capa, tocó ligeramente su cuello.
Pero Snape ni siquiera se inmutó. Sólo al cabo de un rato, lentamente, se giró como si fuera a buscar un libro Volvió a intentar hacerle cosquillas en la espalda. Nada. "Demonios", pensó Harry, "tiene más control de sí mismo que una piedra".
Entonces intentó algo más arriesgado. Cogió una de las manos de Snape y la levantó en el aire. El profesor pareció sorprenderse ligeramente, pero en seguida recuperó el control de su brazo y siguió revisando pociones como si tal cosa. Harry se estaba poniendo nervioso. Quería hacer algo que realmente sobresaltara a Snape, para que toda la clase le viera perder el control. Superando su aversión, volvió a acercarse al profesor de pociones y le palmeó sonoramente el trasero.
Toda la clase levantó la cabeza al oír ese ruido inesperado, y vieron a un Snape ligeramente descompuesto.
-¿Acaso les sobra el tiempo, señores?- susurró malévolamente con su voz de bajo.
Pero estaba inquieto. No era Peeves: el fantasma sabía perfectamente que Snape conocía maneras de castigarle. No era un hechizo a distancia, sabía reconocerlos. Snape sintió otra fuerte palmada en el trasero. "Harry, sé que eres tú..." se dijo... con esa maldita capa de invisibilidad. No era la primera vez que sentía su presencia debajo de ella.
Harry se enfadaba cada vez más. Ya que no podía hacer que Snape se asustara, por lo menos podía ridiculizarle. Cogió una lechuza disecada de un rincón, y se disponía a ponérsela de sombrero al profesor, cuando sintió que se desvanecía. No había visto que los labios del profesor pronunciaban silenciosamente "desmaius".
Harry cayó al suelo, pero la capa de invisibilidad lo seguía cubriendo, así que nadie más lo veía, ni sabía de su presencia allí. Harry estaba a la más completa merced del maestro de pociones.
...oooOOOooo...
El examen había terminado, y todos los alumnos se habían ido ya. Snape se había colocado muy cerca del cuerpo tendido de Harry para que nadie lo pisara al salir. Protegió la puerta, para que nadie pudiera entrar, y entonces, con mucho cuidado, levantó la tela de la capa y recogió del suelo a Harry con delicadeza, para tumbarlo encima de una mesa sobre la que había hecho aparecer una espesa colcha.
Entonces se sentó al lado del muchacho, en el borde de la mesa, y se quedó mirándolo. Pasaron más de veinte minutos, pero Snape no se cansaba de mirar con una paciencia infinita al chico tumbado, de recorrer con sus ojos cada detalle de su rostro y de su cuerpo, de grabar en su mente la expresión de tranquilidad que tenía el muchacho. Snape nunca había visto a Harry dormido, y estaba fascinado con esa imagen.
Sólo después de otro rato largo se atrevió el profesor a acercar su mano temblorosa al rostro de Harry, y a acariciarlo. Su rostro expresaba una ternura que él mismo se sorprendía de sentir.
-Harry...- murmuraba, en voz muy baja-, qué me has hecho, qué le has hecho a este viejo...
Siguió acariciándole la cara y el pelo como si el tiempo se hubiera detenido, deleitándose en los mechones desordenados, y también acarició la cicatriz., como si quisiera borrársela. Él más que nadie sabía el dolor que dejaba una marca de ese tipo.
Por fin, Snape se decidió a despertar a Harry. Hizo desaparecer la colcha, y murmuró un hechizo de reversión. Sujetó con la mano la capa de invisibilidad, y volvió a exhibir su mejor tono sarcástico cuando se despertó Harry:
-Espero que esté usted orgulloso de su bromita, señor Potter, porque le va a salir un poco cara. Cien puntos menos para griffyndor. Y, por supuesto, tiene el curso suspenso, pero eso se lo ha ganado simplemente con faltar injustificadamente al examen.
Harry no dijo nada. Se sentía humillado e inútil.
-Ahora puede irse, Potter. Y no vuelva a intentar nada así.
Harry estaba un poco sorprendido, pero aprovechó la ocasión y abandonó el despacho. Snape se quedó solo, pensando, un rato más, y luego también se fue.
Entonces salieron de un armario dos figuras encapuchadas: Hermione Granger y Harry Potter. Llevaban en ese armario más de dos horas. Harry estaba tan sorprendido que no podía articular palabra.
-¿Ves como no quería hacerte nada malo?- dijo Hermione.
...oooOOOooo...
Harry, al salir de la clase de Snape tras la reprimenda de Snape, miró el reloj y se dio cuenta de que llevaba más de media hora desmayado.¿Qué había pasado durante todo ese tiempo? ¿Qué había hecho Snape con él? No sabía qué podía hacer para averiguarlo. Entonces se le ocurrió una idea: fue a buscar a Hermione para pedirle el giratiempo.
Pero la chica no se lo dio sin que antes Harry le explicara la situación, cosa que no tuvo más remedio que hacer. Hermione fue con él, por suerte. Inteligentemente, ella había previsto que Snape cerraría la clase al terminar el examen, así que se adelantaron bastante en el tiempo y entraron en el armario un rato antes de que empezara el examen. Hermione vio a su yo anterior escribiendo, y tuvo tentaciones de soplarse a sí misma algún detalle olvidado, pero pudo contenerse. Vieron cómo Harry intentaba molestar a Snape, cómo éste lo derribaba, y también vieron todo lo que pasó después.
-Harry ¿puedo decirte algo que te va a molestar?
Sólo Hermione podía hacer una pregunta así.
-¿Tú que crees?- respondió enfadado Harry- Claro que no, si ya sabes que me va a molestar. Además, ya sé lo que me vas a decir. Que Snape no es tan malo, y que sólo nos quita tantos puntos porque yo le provoco, y todo eso, y que en realidad es un excelente profesor y una buena persona...
Harry estaba acostumbrado al rollo habitual de Hermione en defensa de Snape, y era la última cosa que deseaba oír en ese momento.
-No, Harry. No es eso. ¿No te diste cuenta de lo cuidadosos que eran sus gestos? Te trataba con tanta dulzura, con tanta paciencia... nunca había visto a Snape así...
Harry estaba bloqueado. Él también había visto esa escena con sus propios ojos, pero no estaba preparado ni siquiera para empezar a asimilarla.
-Lo que quería decirte es que creo que Snape está enamorado de ti, Harry.
...oooOOOooo...
Severus daba vueltas y más vueltas en su mazmorra. Había descubierto uno de los armarios de la clase en desorden, y tenía la grave sospecha de que alguien le había estado espiando mientras admiraba y acariciaba al cachorrito Potter. Estaba realmente harto de esa maldita escuela: no se podía tener ni pizca de intimidad.
Caminaba desnudo por su habitación, mientras fumaba un cigarrillo grisáceo que dejaba escapar un humo verde intenso. Y pensaba. Necesitaba saber cómo descubrir al culpable de espionaje, y entonces...
Oh, entonces esa persona iba a pasarlo mal, realmente mal. Una sonrisa torcida afiló los rasgos de Snape, mientras sus ojos brillaban con maldad. Se tumbó en su colcha con aspecto de musgo y encendió a distancia el equipo de música.
La habitación se llenó con los primeros acordes del tema "provocación", de Raphael.
...oooOOOooo...
Aquella noche, a Harry le estaba costando conciliar el sueño. Las imágenes de Snape acariciándole volvían una y otra vez a su mente, insistentemente, como si tuvieran algo que decirle. Harry se puso a pensar en las palabras que tanto repetía Hermione. Sí, era posible que él no se portara con Snape todo lo bien que debiera, pero... ¿Quién había empezado todo?
Con la cabeza llena de un sentimiento mezclado de culpa, de ira, de frustración, y de desasosiego, Harry consiguió por fin adormecerse. En su sueño, estaba tendido en la mesa de pociones, pero era consciente de las caricias de Snape. Quería levantarse y gritarle, pero no podía. Sin embargo, poco a poco, la constancia de esas manos empezó a parecerle agradable...
Entonces, de repente, no sólo sentía el tacto sino que, de alguna manera, podía ver la expresión de Snape mientras le acariciaba. Snape le miraba como si quisiera decirle muchas cosas y no se atreviera,
Y el contacto de los dedos de Snape con el Harry desmayado se fue haciendo más y más intenso, como si las miradas avivaran las llamas del tacto. Harry sentía cómo su piel reaccionaba y se despertaba ante esas sutiles y tiernas caricias, cómo un hormigueo de diminutos temblores, generado por las huellas dactilares de su profesor, se repartía por todo su cuerpo, transmitiéndole una emoción completamente nueva... todo su cuerpo palpitaba de expectación, esperando la siguiente caricia, suplicando algo más de contacto...
Harry despertó, bañado en sudor, en el dormitorio de Griffyndor. Se incorporó sobre la cama. Su sueño había sido tan real... y tan extraño... ¿Qué demonios le pasaba a su cabeza? Tardó un buen rato y calmarse y en volver a poder conciliar el sueño.
Pero desde las sombras, alguien no perdía detalle de la evolución de sus "pesadillas"...
