Ni€a, Lilith... espero que la situación se vaya resolviendo a su gusto. En esta historia hay mucho espionaje... pero no siquiera las mirones pueden estar seguros de no estar siendo observados, ¿no'. Amazona, gran honor, me gusta mucho tu "regreso al pasado", muy buena idea, síguelo ya...

Besos para Anna Potter y Nevi.

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-Venga, ¡pasad!- dijo una voz un poco gatuna.

Harry, Ron y Hermione entraron en el despacho de Mac Gonagall medio a escondidas. Si los demás estudiantes supieran que la jefa de la casa Griffyndor les dejaba utilizar su chimenea para viajar con polvos flu, muchos empezarían a hablar de "favoritismos", con toda la razón del mundo.

Pensaban ir al callejón Dragón. Harry casi hubiera preferido darse una vuelta por los barrios muggle de Londres, quizá por el mercado de Carden Town: necesitaba despejar su cabeza, porque últimamente tenía algo que revoloteaba con alas negras. Sin embargo, Ron y Hermione habían insistido.

-Vamos, Harry, ¿qué vas a encontrar en las tiendas muggle?

Harry asintió con la cabeza, sus amigos tenían razón. Así que le pidieron el favor de usar su chimenea a la profesora de transformaciones. Quedaron en ir después de la comida. Al entrar en la habitación, se la encontraron vestida para salir, con su sombrero gris azulado de los domingos.

-Bueno, chicos, ¿listos para viajar?

Harry y Ron la miraron, sorprendidos. No contaban con que la profesora iba a acompañarles. Pero Hermione respondió:

-Estamos impacientes, Minerva. ¿Vamos?

Harry y Ron se miraron, sin entender porqué Hermione llamaba por su nombre de pila a Mac Gonagall, que lucía una sonrisa de niña ilusionada. Es verdad que no salía muy a menudo. Los cuatro sacaron un puñado de polvos flu de su bolsillo, los arrojaron al fuego, y se teletransportaron al callejón Dragón con la característica sensación de gancho en el ombligo.

Aparecieron en el Caldero Chorreante. Ya que estaban allí, pidieron unas jarras de cerveza de mantequilla, para empezar bien la tarde.

-Bueno, chicos- les comunicó Mac Gonagall- tengo algunas compras que hacer. Quiero visitar esa nueva boutique, "Sangre azul".

-¡Me encantaría verla!- exclamó Hermione- ¿Puedo acompañarte, Minerva?

-Bueno... por supuesto, Hermione.

-Chicos, ¿quedamos para cenar a las nueve en el nuevo restaurante italiano del final de la calle?

Los chicos asintieron. La profesora y su mejor alumna pagaron sus bebidas y se fueron, comentando no se sabe qué asuntos. Harry y Ron dieron sendos largos tragos a sus bebidas.

-No me parece bien hacerse amigo de los profesores- murmuró Ron.

-Ah, ¿Y Lupin? ¿Y Dumbledore? No te confundas, Ron. Creo que simplemente te da rabia que Hermione prefiera pasar tiempo con ella a estar con nosotros.

-Dices unas tonterías... - dijo Ron, con un tono casual más falso que un sickle de chocolate- No tienes ni idea.¡otra cerveza, por favor! ¡Doble!

...oooOOOooo...

Lo primero que hicieron Harry y Ron fue, evidentemente, ir a visitar la tienda de Fred y George. El chico de los ojos verdes esperaba que esta visita le animara un poco, después de los días pensativos y confusos que había sufrido recientemente: necesitaba diversiones.

Efectivamente, el negocio de Fred y George bullía de animación: decenas de niños curioseaban ávidamente, buscando la mejor manera de gastar sus knuts.

Ron se quedó atónito con una especie de triple peonza con satélites, y Harry aprovechó para dar una vuelta, y curiosear qué novedades había en la tienda. En seguida vio una puerta que tenía un letrero colgado:

Sección de entretenimiento para adultos.

Puerta protegida de la entrada de menores.

Harry lamentó ser demasiado joven para que la puerta le dejara entrar, pero en seguida recordó que hacía poco que había cumplido los dieciocho, no como Ron. Qué despiste. Se adelantó, y franqueó la puerta con paso decidido.

Dentro de la pequeña habitación, iluminada con tenues luces rojas, había todo tipo de juguetes sexuales: cigarros afrodisíacos, lazos de seda imposibles de desatar, boas hechas de diminutas serpientes que parecían vivas, geles ultralubricantes con sabor a éxtasis, recordadoras con sonidos estimulantes, pociones para aumentar la sensibilidad de la piel, lenguas trífidas suplementarias y todo tipo de repuestos y suplementos corporales, con y sin movimiento...

Pero en el centro de todo, con un gran cartel que lo anunciaba como el artículo más vendido, había una caja que parecía contener... ¡un muñeco hinchable con el aspecto de Harry!

-No me lo puedo creer- murmuró Harry, con la boca abierta.

-Pues precisamente esta mañana le hemos vendido uno a alguien a quien conoces muy bien...- dijo la voz de Fred a su espalda. Harry se dio la vuelta y se encontró con los dos hermanos de Ron.

-¡No quiero saberlo!- gritó Harry, que temía demasiado saber ya de quien se trataba. Imaginarse a Snape haciendo cualquier cosa con una especie de réplica hinchable de sí mismo era más de lo que podía soportar.

-...no molestes más a Harry- dijo George- Además, no podemos decirlo, Fred. Eso sería violar el secreto profesional.

Pero había una sonrisa burlona en ambos gemelos que a Harry no le gustó ni un pelo. "Ingratos", pensó, "sólo recordar que yo les financié el negocio, y mira cómo me lo pagan..."

-Violar el secreto profesional está mal, ¿verdad? Pero que violen a cientos de pequeños Harrys de plástico da igual, ¿no?

-Pero no se llama como tú, ¿ves? Se llama Barry Cocker, marca registrada. Y no es de plástico: está confeccionado en un polímero de silicona mágica que...

-Fabuloso-, murmuró Harry.

-Vamos, ni siquiera se parece mucho a ti, son sólo las gafas y los ojos verdes... bueno, y el color de pelo, pero hay mucha gente con esas características...

-Sí, seguramente hay mucha gente que, además, viste una túnica de Griffyndor, lleva el pelo demasiado revuelto y tiene una cicatriz en la frente...

-Bueno, Harry, detalles... hay diferencias, por ejemplo, tú no tienes la boca abierta todo el tiempo, ¿verdad? Después de todo, es el precio de la popularidad... Oye, ¿Por qué no nos vamos al "oreja de puerco" y te invitamos a unas pintas de "ala de mosca"?

-Está bien, pero antes dejadme dar una vuelta por la tienda- respondió, aún enfadado.

Recogieron a Ron, que aún seguía en el corro de niños que admiraban las peonzas galácticas, y los gemelos les enseñaron toda la tienda. Cuando pasaron por el cuartito con el cartel en la puerta, Ron pidió que le dejaran pasar, pero fue inútil.

-Cuando seas mayor, hermanito...- dijo George, para provocar aún más el enfado de Ron. Harry tampoco estaba de un humor excelente esa tarde. Sólo de pensar que cualquiera pudiera ver, y no digamos comprar o utilizar un juguete sexual con su cara... le daban escalofríos.

Salieron a la calle y los gemelos les llevaron a una grasienta y maloliente tasca. Fred pidió cuatro "alas de mosca", y les pusieron delante unos vasos de contenido negro-azulado, con matices verdosos.

Flotando en ellas, había un fino reborde de espuma pantanosa.

-No hay nada como esto, créenos...

Seguramente no lo hubiera, pensó Harry, porque nadie querría bebérselo. Cada gemelo hizo desaparecer su pinta de un solo trago. Harry y Ron dudaban. Entre otras cosas porque era el líquido con menos apariencia de ser una bebida que habían visto nunca.

-Venga, Harry, el "ala de mosca" es lo que distingue a los niños de los hombres.- dijo Fred con bravuconería.

-Ron, ¿vas a ser toda la vida el niñito de mamá?

Ningún muchacho puede aguantar ese tipo de comentarios durante mucho tiempo, como demuestra la reacción habitual de Marty Mac Fly al ser llamado "gallina".

-Oh, callate, estúpido- dijo Ron, agarrando con fuerza su vaso.

Harry y Ron se bebieron los combinados, que a pesar de su aspecto de residuos tóxicos tenía un agradable sabor a piña, cola y regaliz. Y ni siquiera parecía demasiado alcohólico. A los pocos minutos, Harry y Ron se dieron cuenta de que su mal humor y su enfado desaparecían por completo, y que sólo tenían ganas de contar chistes y reírse a carcajadas. Pasaron una hora fantástica escuchando bromas y anécdotas de los gemelos, y casi se olvidan de su cita con Hermione.

-¡Por Merlín! ¡Tenemos que irnos ya!- exclamó Ron.

-Bueno chicos, nos vemos luego. Y recordad que si alguna vez estáis de mal humor, sólo hace falta beberse un "ala de mosca". Nosotros los bebemos todo el tiempo para no poder estar de mal humor ni un segundo, eso sería terrible para nuestra reputación... Por cierto, chicos, si queréis divertiros esta noche, id al "Tercer ojo", es el sitio más entretenido de todo el callejón...

Se despidieron, y mientras caminaban hacia el restaurante, Harry le dijo a Ron:

-Son tramposos, pero la verdad es que les agradezco que nos hayan descubierto esta bebida...

-Sí... por cierto, ¿Qué le dice el sombrero seleccionador a un centauro tuerto?

Riendo a carcajadas, llegaron al lugar de su cita. Era un edificio de estilo tirolés con la madera pintada de verde, cortinas moradas, y una gran enseña que decía "La melanzana la più grande del mondo". Entraron y vieron a Hermione, que ya estaba sentada... ¡con Mac Gonagall!

-¡Hey, chicos! ¡Llegáis tarde! Vamos a pedir ya, nos morimos de hambre...

Ron parecía repentinamente cohibido, pero Harry le echó una mirada de complicidad y faltó un pelo para que empezaran a reírse a carcajadas. Vino el camarero. Los dos amigos pidieron pasta, mientras que Hermione y Minerva querían una pizza de berenjenas para compartir.

-No sé cómo puedes comer eso- apuntó Ron, censurándola. – Es asqueroso.

-No seas inmaduro, Ron. Reconozco que no siempre me han gustado las berenjenas, por su sabor un poco amargo, pero ahora he aprendido a disfrutar ese matiz. Quizá tú también, en algún momento de tu vida, dejes de comer y de comportarte como un crío- suspiró la chica. Mac Gonagall sonreía.

Pero Ron ya no escuchaba, absorto ante un gran plato de spaghetti con tomate y albóndigas.

Se contaron lo que habían hecho durante la mañana. Las chicas habían estado comprando telas y cintas.

-He descubierto mi afición por el "patchwork" gracias a Minerva- dijo Hermione, pestañeando con aire inocente.

Estoy haciendo una colcha de San Jorge y el Dragón...

La interrumpió un ruido líquido que Ron consiguió hacer con la única ayuda de la salsa de tomate y un spaghetti.

Hermione miró hacia el techo y suspiró.

...oooOOOooo...

Mac Gonagall se despidió de ellos al terminar de cenar, y volvió al castillo.

-No os portéis demasiado bien- les dijo antes de irse, con una sonrisa nostálgica.

Hermione se quedó pensativa, como si hubiera preferido irse con ella. Pero en seguida se animó, cuando sus amigos la invitaron a un "ala de mosca" en un pequeño bar.

-Por cierto, Ron, ¿qué sitio nos recomendaron tus hermanos? ¿El "Tercer ojo"?

-Sí, creo que era eso.

-Pues lo tenemos justo enfrente.

El club tenía una puerta dorada de estilo indio flanqueada por dos grandes elefantes, detrás de la cual se veían unas cortinas de lentejuelas color vino.

-¡Guau! Parece un sitio estupendo, ¿no? Creo que por una vez mis hermanitos no nos han tomado el pelo...

-¿Te gusta de verdad, Ron? No creía que te interesaran este tipo de lugares.

-¿Por qué? ¿Piensas que sólo puedo ir a tabernas sin fregar? Pues para que lo sepas, puedo comportarme perfectamente en un sitio con clase como este. Vamos para dentro.

Ron cruzó la calle con tanto ímpetu que casi le atropella un carruaje, y los otros le siguieron. La entrada en el club costaba la friolera de un tercio de galeón (eso sí, con consumición incluida), pero Harry invitó a sus amigos.

El portero miraba a Ron de una manera extraña, como pestañeando demasiado. Cuando traspasaron la cortina, sonaba una vieja canción de Barbra Streisand.

-¿Veis? Música elegante, en vez de esos berridos de "Las brujas de Macbeth" o de "Ofelia y las raíces".

Se sentaron en asientos acolchados de terciopelo, entre decenas de cojines, alrededor de una mesa que tenía un mosaico de Vishnú. Había cortinas de raso entre las mesas.

Los tres chicos se miraron en silencio durante un rato, impresionados por el aspecto del lugar, y luego estallaron en una carcajada. Volvieron a contarse un par de chistes, que estaban repetidos pero les hacían la misma gracia, y llegó un camarero que tenía la piel azul y seis brazos.

Pidieron las bebidas, y luego Ron y Hermione entraron en una larga discusión acerca de si las extremidades suplementarias del camarero eran o no de nacimiento. Pero mientras tanto, Harry escuchó algo que le llamó la atención, al otro lado de la cortina, en la mesa contigua. Don hombres mantenían una conversación bastante interesante.

-... no te lo puedo explicar, fue maravilloso. Cómo se deslizaban sus dedos por mi cuerpo, cómo me manejaba, me sentía un pedazo de barro amasado por sus ágiles manos... era como si supiera exactamente qué hacer conmigo, cuál era la manera más infalible de excitarme, y luego se divirtiera prolongando mi agonía, jugando en el borde de lo insoportable hasta que tuve que suplicar, pero mereció la pena, cuando por fin me tomó, me llevó más alto de lo que nunca hubiera imaginado, de verdad, tuve un placer tan brutal que cuando terminó me quedé como sin fuerzas, agotado... fue delicioso.

-Qué suerte. Hace mucho que no estoy con alguien así.

Esa segunda voz le resultaba familiar a Harry... muy familiar. Pero le costaba localizarla en ese contexto, y con varias copas en el cuerpo. Siguió escuchando, cada vez más intrigado.

-Te prometo que no sabía que se pudieran hacer ese tipo de cosas en una cama... tensaba mi piel, me arañaba justo en los lugares adecuados... me hacía cosas tan inesperadas que simplemente el no saber qué iba a ser lo siguiente me excitaba rabiosamente, y de repente algo helado en mi espalda, y de pronto algo abrasador y húmedo devorándomela... y ni siquiera tenía los ojos vendados, todo pasaba rapidísimo, pero parecía tan despacio...

-Sé de lo que me hablas. Qué envidia me das.

Esa voz... esa voz... ¿de quién era?

-Sí, pero ahora... dice que no quiere que pase otra vez. ¿Es verdad que nunca está más de una noche con nadie?

-Hace muchos años que es así. Cuando yo lo conocí... bueno, ya hace tanto tiempo de eso que es como si fuera una persona distinta... por ejemplo, aún no había perfeccionado tanto sus técnicas... pero ya tenía ese aura morbosa que nos tenía locos a unos cuantos.

Un momento... ¿"lo" conocí?. No era posible. ¿Estaban hablando de un hombre? Pero las dos voces eran inequívocamente masculinas...

-En esa época sí que tuvo algún amante que le duró más tiempo... Por cierto, ¿te puedo contar un secreto?

-Claro.

-Era yo. Me enamoré de él en tercero, y le buscaba por los pasillos como un lobo en celo... en quinto, por fin, conseguí atraparlo, aunque tuve que usar algunas malas artes... estuvimos juntos durante casi un año, en secreto, pero después me dejó. No podía soportar a mis amigos.

-¿Y por qué no dejaste a esos amigos? Yo no lo habría dudado.

-Era una situación complicada... pasaron demasiadas cosas, y realmente no me dejó elección. Ahora sé que nunca nos hubiera ido bien juntos. Pero de vez en cuando echo de menos esas manos...

Por Merlín... Harry ya sabía de quien era esa voz. Se trataba de Remus Lupin. De modo que era... Harry se sintió bastante mareado.

-¡Harry! ¿Te encuentras bien? Llevas un rato como en la luna... -dijo Hermione.

Pero Harry se llevó un dedo a los labios, como pidiendo a sus amigos que guardaran silencio, y luego siguió escuchando. Quería saber de quién estaba hablando Remus, porque tenía una horrible sospecha. Ron y Hermione siguieron contándose tonterías y riendo.

-No te hagas ilusiones con él- continuó Lupin.- Es un alma torturada, y sospecho que no sabe ni puede querer a nadie. Yo llegué a conocerlo mejor que nadie, pero el chico que me dio su confianza y su afecto ya no existe. Haber estado en el lado oscuro durante tanto tiempo es un juego muy peligroso, y deja secuelas inevitablemente. Intenta olvidarlo, Jeff.

-Ojalá fuera tan fácil... No sabes cuánto he deseado a ese hombre, Remus, desde que era mi profesor y me pasaba la clase mirándole los labios, la espalda, las manos... Me tocaba pensando en su voz... Por Merlín, si hubiera sabido entonces lo que sé ahora... Qué idiota, ¿verdad? Qué difícil es deshacerse de las obsesiones de la adolescencia. Si nunca nos hubiésemos acostado...Pero tengo el recuerdo de esa noche tan grabado, no sueño con otra cosa... y cómo me acariciaba...

Harry se estremeció. No podían estar hablando de otro. La visión de los dedos de Snape recorriendo su rostro y su cuello cobraba una dimensión diferente después de lo que estaba oyendo. De repente, se dio cuenta de que había dos hombres besándose en la barra del bar. Ron los miraba, petrificado totalis. Casi echaba humo.

-Mecachis en la mar estos cabrones de mis hermanos nos han mandado a un bar de maricas como los agarre los machaco...

-Por eso el portero te miraba así, Ron. Creo que le gustabas. Te estaba poniendo ojos golositos...

Ron la miró, horrorizado.

-¿De qué demonios estás hablando? ¡Por favor, no le den más de beber a esta chica!- gritó Ron.

-Ron, si quieres nos vamos. Ya veo que no estás cómodo.

-Harry, ¿cómo diantres quieres que esté cómodo en un bar de mariquitas? ¿y si me miran?

-Ron, no te hagas ilusiones. Mira qué guapos son todos los chicos aquí...- puntualizó Hermione, bebiendo con una pajita su daiquiri de coco.

Era cierto. Los hombres y muchachos que se paseaban o estaban sentados llevaban ropas muy bien escogidas, tenían en general un pelo estupendo, y sus cuerpos parecían estar cuidadosamente trabajados. Por no hablar de sus cutis perfectamente hidratados.

Ron no vio salir de la cortina a Lupin y a su acompañante cuando empezó a decir:

-Vamonos ahora mismo de aquí antes de que venga uno de esos maricas y nos...

-Buenas noches, Ron- le interrumpió Lupin, cortante.

-Euh... eehh...

-Quiere decir buenas noches. ¿Qué tal, Remus?- dijo Hermione, levantándose para saludarlo con un beso- ¡Qué alegría verte!

-Os presento a Jeff. ¡Harry! ¿Cómo estás?

Entonces Harry se dio cuenta de que Lupin llevaba un paquete que tenía la forma y el tamaño exactos del envoltorio del muñeco "Barry Cocker, marca registrada".

-Remus, por favor, dime que eso no es un...- dijo Harry con pesar.

Remus, de repente, enrojeció hasta la raíz del cabello.

-Bueno, bueno, tenemos que irnos. Chicos, encantado de veros, ¿eh?

Lupin abandonó el local con Jeff, rápidamente. Ron y Hermione miraron a Harry con los ojos desorbitados.

-¿Qué está pasando aquí, exactamente?