Niña: muchas gracias por tu comentarios. Espero que te guste el resto ;

Anna Ptter y Lilith: Ahí va otro capítulo. Por cierto, estoy preparando otro fic para que necesito algo de ustedes... pronto lo sabrán... jijiji...Besazos.

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Optaron por desayunar, evidentemente.

Ron y Harry llegaron los últimos al gran comedor, tras haber caminado por un túnel subterráneo durante una hora. Eso, sumado a su aspecto resacoso, producía cierto efecto espectacular.

-Harry, ¿te han estado usando de muñeco en una piara, o en un pantano?- chilló Parvati con su horrible voz, provocando las carcajadas de muchas mesas.

-¡No le contestéis, por favor!- susurró Hermione, nerviosa- mirad el marcador.

Gryffindor iba perdiendo por más de cuarenta puntos. Les recordó que si quedaban los últimos, serían vendidos uno por uno en la rifa anual para la beneficiencia.

"Perfecto", pensaron los dos. Ni siquiera se acordaban.

Ron y Harry se sentaron, intentando calmarse. Por supuesto, ningún profesor apareció para castigar a Parvati por el escándalo.

Ron se sirvió una ración doble de panceta crujiente y dos raciones de huevo revuelto con patatas. Pero Harry, de repente había perdido el apetito, mientras la ira contra la casa de las serpientes, contra Draco Malfoy, y algo más contra Severus Snape crecía y creía en su interior. Pero lo peor era ese sentimiento de culpabilidad y el enfado, la rabia contra sí mismo. La culpa.

Porque acababa de recordar lo que había soñado aquella noche, eso que le estaba haciendo sentir tan bien; y descubrió con horror que, aún sabiendo que se trataba de Snape, le seguía gustando la idea.

...oooOOOooo...

Tan sólo durante el camino desde el comedor hasta la lóbrega mazmorra donde tenía lugar la clase de pociones, Harry fue escuchó todas las frases publicitarias que había en el envoltorio de "Barry Cocker". Y lo que era peor: de vez en cuando, le parecía detectar miradas de complicidad o de flirteo entre algunos varones de tendencias alternativas. Hermione le susurró:

-Tengo un plan para lo de Malfoy. Te lo cuento después de la clase.

Y Harry se alegró un poco. Llegaron a la clase. Harry quiso sentarse con Ron, pero Snape se lo impidió: aquella poción era un trabajo individual. Y de paso, le restó cinco puntos a Gyiffindor por intentos impertinentes.

Iba pasando el tiempo. De vez en cuando, Harry sentía que la mirada de Snape le sobrevolaba, sin posarse nunca, pero con una intensidad que Harry notaba en la piel. Y no soportaba sentir cómo su cuerpo reaccionaba a ese estímulo: sus músculos en tensión, la piel hipersensible y todo el vello incandescente. La cabeza la daba vueltas: sólo había dormido un par de horas, y las había aprovechado para soñar con Snape... qué gran reposo. Oh, incluso se le estaba contagiando el sarcasmo...

Snape restaba puntos a Gryffindor cada diez minutos. Era una locura. Hasta un alumno de primero se daría cuenta de lo inquieto que estaba. "Pero, ¿por qué?", pensaba Harry, "se supone que él no sabe que yo sé... a no ser que ese Jeff, el que iba con Lupin, le haya contado que escuché cierta conversación..."

Harry trabajaba en su poción sin ningún interés. Cortaba los tallos de asfódelo y los capullos de gusano de seda de cualquier manera, Snape evitaba pasar por su lado, con lo que al menos no le restaba puntos. Pero se cebaba en Neville, en Ron, en Seamus... y especialmente en Hermione, haciendo que a Harry le hirviera la sangre. Era como si todo Gryffindor estuviera pagando una guerra personal entre el profesor y él.

Tomó una decisión drástica. Esperaba que no le causara demasiados daños... respiró hondo, reunió valor, y se las arregló para echarse el contenido de su caldero por encima.

La poción ardía, y le quemó toda la túnica en segundos, llegando hasta su piel. Era un dolor agudo, como el que causarían millares de agujas al rojo vivo. Harry profirió un grito ahogado.

-¡Potter! ¿Qué demonios has hecho?- Snape se acercó, asustado, y sacó la varita rápidamente- ¡"accio tunica"!

Toda la ropa de Harry desapareció, y con ella la quemazón. Snape enarcó los ojos un instante, al ver el cuerpo completo de su alumno.

-¡"pluvius localis"!

Una pequeña nube se formó sobre Harry en décimas de segundo, y empezó a llover sobre él para lavarle completamente los restos de poción.

-Señor Potter, nunca he visto un alumno más inútil- dijo Snape, alterado- ¿Sabe lo que habría pasado si esa poción hubiera permanecido sobre su piel unos segundos más?

-No, profesor- respondió serenamente un Harry desnudo y erguido, que mostraba su cuerpo con orgullo mientras miles de gotitas de agua lo recorrían, haciéndolo resplandecer.

Toda la clase esperaba la respuesta de Snape, queriendo saber si a Harry le habrían salido pechos o setas amarillas, pero Snape se había quedado sin palabras. Estaba detenido en el tiempo en dirección a Harry, con una extraña mirada brillante.

-¡Todo el mundo fuera! ¡Cincuenta puntos menos para Gryffindor!- exclamó de pronto, rugiendo.

El tono había sido realmente convincente. Los alumnos, incluso los de Slytherin (especialmente ellos, que conocían muy de cerca los enfados de Snape) huyeron corriendo, abandonando sus calderos de peltre.

Pero Harry aún le mantuvo la mirada durante unos largos segundos más, y después salió del calabozo caminando lentamente, sintiendo el peso ardiente de la mirada del profesor entre su espalda y sus piernas.

Y no sólo la de Snape.

...oooOOOooo...

-¡Harry! Vamos a acabar con esto de una vez por todas.

Hermione parecía muy decidida.

-Tengo una idea. Primero: vamos a robarle el muñeco ese a Malfoy. Segunda: vamos a modificarlo... he estado buscando información sobre escultura y relieve mágico en la biblioteca... y transformarlo en una réplica de Draco.

A Harry se le iluminó la cara.

-¡Es una idea buenísima! ¿Cuándo lo haremos?

-Esta noche, después de mi castigo con Snape- dijo Hermione-. Me tienen harta.

...oooOOOooo...

Se encontraron a las once, tras el castigo de Hermione. Parecía agotada.

-Me ha estado intentando sonsacar... sospecha que le espié aquel día que te retuvo. Pero creo que he disimulado bastante bien. Me ha dado la impresión de que no está seguro de que fuera yo... menos mal, ¿te imaginas el castigo?

-Me extraña que no te haya borrado directamente la memoria- le dijo Harry.

-Mucha gente se daría cuenta de eso... - dijo misteriosamente Hermione.

Los dos amigos se sumergieron bajo la capa de invisibilidad y se dirigieron a las mazmorras de las serpientes.

...oooOOOooo...

Malfoy tenía la única habitación individual de Slytherin. Estaba protegida con unos veintisiete hechizos, que Hermione tardó algunos minutos en neutralizar. Abrieron la puerta con muchísimo cuidado, y buscaron por toda la habitación sin encontrar nada. De pronto, oyeron un ruido.

-¡Es Draco! ¡Rápido, bajo la capa!

Hermione y Harry se pegaron a una esquina de la habitación, y vieron a Malfoy llegar de muy mal humor, y quitarse la ropa con violentos tirones. Cuando se quedó desnudo, se sentó en el borde de la cama y escondió la cabeza entre las manos, hasta que se tranquilizó un poco. Entonces, con mucho cuidado, sacó a su Barry Cocker hinchado y erecto de debajo de su cama, y lo depositó tiernamente sobre la colcha.

-Menos mal que te tengo a ti... si no fuera por eso, te prometo que me mataría...

Harry cerró los ojos, horrorizado. Hermione le dio la mano como para tranquilizarle, e impedir que interviniera. Draco estaba cubriendo de besos al muñeco hinchable, y frotándose contra su piel de polímero de silicona mágica de primera calidad.

-No me lo puedo creer- susurró Harry con un volumen casi inaudible.

Draco arañaba la piel hinchada, arrancándole chirridos de plástico, e introducía su lengua por la boca abierta de la figura.

Harry se tapaba los oídos con fuerza, y cerraba los ojos desesperado para impedir que entrara en ellos ni un solo fotón.

Pero Hermione, siempre curiosa, no perdía detalle de las contorsiones del rubio. Nunca te acostarás sin saber una cosa más, era uno de los lemas de su repertorio.

-Oh, sí, Barry, Barry...- gemía Draco, introduciendo su insignificante dedalillo en un entrante estratégico de la figura- ¿lo sientes? ¿lo notas dentro?

Draco manchó rápidamente el muñeco, en una operación que a Hermione le recordó los alivios de su gato. Jadeante, se abrazó a Barry Cocker y apagó la luz con la varita. Poco tiempo después, Hermione escuchó sus desagradables ronquidos y dio un suave tirón de Harry.

Ya en los pasillos de Slytherin, Hermione le explicaba a Harry:

-Por favor, no digas nada...

-¡Estaba diciendo el nombre del muñeco! O sea que no es que esté enamorado de ti... ¡Es que le gusta el plástico! ¡Y además la tiene diminuta diminuta! Claro, con eso no podría hacer disfrutar ni a una ardilla, por eso nunca va con chicas.... - iba diciendo Hermione como para sí misma.

Pero Harry no quería saber nada. Fastidiado por los comentarios, ya que le había pedido que no comentara nada de la escena que acababan de ver, salió de debajo de la capa, justo a tiempo de tropezarse con Snape.

-¡Señor Potter! ¡Visitas nocturnas a Slytherin! Cómo nos alegra su visita- el filo sarcástico de Snape brillaba de puro afilado- Le voy a enseñar la casa, pase, pase...- dijo mientras agarraba con fuerza un hombro de Harry.

Hermione, arrebujada bajo la capa, se asustó de la rabia que dejaban traslucir esas palabras, y decidió seguirlos.

Snape guió a Harry hasta su despacho, una sala que no conocían: era una pequeña habitación insonorizada. ¿Por qué? La chica pensó que Snape podría ser capaz de cualquier cosa, y se fue corriendo a avisar a Mac Gonagall.

...oooOOOooo...

Harry, bajo el brazo de Severus, estaba rabioso. Todo su cuerpo temblaba de odio hacia Draco, hacia Snape, hacia todo Slytherin y sus malditas serpientes omnipresentes. Sentía su sangre hervir, y eso le impedía pensar. Guiado por Snape, llegaron hasta un pequeño despacho insonorizado con métodos muggle y mágicos. Harry se estremeció, pensando para qué podría servir tanta protección acústica, e imaginó torturas infinitas; pero se horrorizó al darse cuenta de que la idea de estar sometido a una tortura por Snape lo excitaba: recordaba los comentarios del amigo de Lupin en el bar uno por uno. Se odiaba a sí mismo por dejar que esas ideas cupieran en su cabeza.

Snape sentó a Harry en una silla de un empujón, y cerró la puerta con la varita.

-Harry, ¿qué hacías aquí? ¿habías venido para espiarme otra vez?

Harry se sobresaltó. El tono de Snape había sido casi dulce, comprensivo, y además le había tuteado. Algo iba muy mal. ¿Dónde estaba la trampa?

-No, profesor. Quería darle una lección a Malfoy- dijo Harry, sin mirar a Snape.

Este guardó silencio. Quizá esperaba otra respuesta...

-Ya he visto el muñeco. Y también sé que estuviste en el "Tercer ojo"...

Harry cerró los ojos. No, por favor... no podía enfrentarse a esta conversación precisamente con Snape. Él mismo había empezado el juego, sí, pero se había vuelto demasiado en su contra.

-Profesor, NO soy gay, ¿de acuerdo? Yo no tengo la culpa de que unos pervertidos quieran fabricar flotadores con forma de mí, ni de que los gemelos Weasley me gastaran una broma diciéndome que ese bar era normal. Fue un accidente que estuviéramos allí. No me gustan los chicos, ¿de acuerdo?

Snape guardó silencio. Si Harry lo hubiera mirado, habría descubierto una expresión de profunda decepción y tristeza en su cara.

-Estoy harto de que todo el mundo crea saberlo todo de mí- continuó el muchacho, mirando al suelo, como para sí mismo- Ojalá fuera normal...

Entonces Snape hizo algo muy inesperado. Levantó el rostro de Harry con la mano, en un gesto lento pero firme, y le obligó a enfrentar su mirada.

-Voy a decirte algo para que nunca lo olvides, Harry. Eres un chico muy afortunado. Lo tienes todo en la vida. No te atrevas a quejarte porque la gente te conoce y te aprecia. Puede que creas que te han sucedido desgracias en la vida, pero créeme: tú no conoces el dolor.

Los ojos de Snape reflejaban la amargura más intensa que Harry había visto en su vida. De repente, sintió que todo era absurdo: las peleas, la venganza, los malditos puntos. Snape y él habían compartido secretos y situaciones verdaderamente importantes, y el chico se dio cuenta de que tenían mutuamente más cosas en común que, seguramente, con ninguna otra persona. Le mantuvo la mirada largamente, hasta que la expresión de Severus fue cambiando y se convirtió en una mirada de ternura, como si quisiera de ese modo enseñarle todo lo que había de bueno en él, con un discurso silencioso que dejara salir su alma a través de sus ojos.

Harry, sin darse cuenta, giró su rostro sobre la mano de Snape, y cerró los ojos, frotando su mejilla contra sus dedos, convirtiendo ese contacto en una caricia. Snape estaba sorprendido, y a la vez... ¿se podría decir, tratándose de él que "emocionado"?...

En ese momento Mac Gonagall y Hermione entraron apresuradamente en la habitación.