Nevi, te echaba de menos…

Anna Potter, el verdadero amor es un juego lento… y sádico…

Niea, creo que lo de Malfoy es incurable… por lo menos en este fic.

Hola, Nunu… weird world is comming.

Y Lilith, sí, el nuevo fic es sobre un Harry un poco más mayor y un Severus aún más maltratado por la vida… en cuanto termine este lo cuelgo y les digo…. ¡Estén atentas!

¡Besos!
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Harry ya no tenía ganas de continuar el jueguecito de poner nervioso a Snape. Pasaba mucho tiempo pensando. Alguna vez intentó hablar con Hermione, pero ¿cómo podría entenderlo ella? Cuando le descubrió, con Mac Gonagall, en el despacho de Snape, puso cara de horror. No, sólo servía alguien que hubiera tenido el mismo tipo de dudas. Entonces se acordó de Lupin, y le mandó una lechuza pidiéndole consejo. Sólo le explicaba a medias la situación, pero Lupin era muy buen entendedor.

…oooOOOooo…

Querido Harry:

Cuánto me alegra recibir noticias tuyas. Ante todo, quiero aclararte que cierta compra, de la que seguramente sospechaste, no era para mi uso personal sino un regalo.

Es estupendo que te hayas dado cuenta de que los conflictos de la escuela son insignificantes. Yo nunca conseguí hacérselo entender a James y a Sirius… Sirius, mi buen amigo, que podría estar vivo aún si no hubiera desconfiado de Severus.

Sí, Harry, yo fui muy amigo de Severus. Descubrí en él una mente lúcida y sutil, un gran talento, un amigo sensato que siempre supo escucharme, y un alma sensible, demasiado sensible, demasiado vulnerable a las agresiones del exterior. Siempre he pensado que fue ese dolor, el sufrimiento ante los dolores del mundo, lo que le empujó a ser un mortífago. Y eso es culpa mía, en una parte grande: sé que Sev creyó que yo prefería ser amigo de James antes que compañero suyo. Pero no era verdad. Sin embargo, un día, por un malentendido, por un ataque de celos, me impidió todo contacto con él, me cerró todas las puertas. Yo nunca había llorado, Harry, tenía dieciséis años, y perder a Sev fue lo peor que me pasó en muchos años.

Hay veces en las que no se puede evitar perder a los que amamos. Pero Severus me dejó ir por puro miedo, por no ser capaz de escucharse a sí mismo ni tener el valor de escucharme a mí. Me rechazó por orgullo. Quién sabe ahora lo que hubiera sucedido, si hubiera sido más fuerte o más valiente… quizá nunca habría llegado hasta Voldemort.

Harry, ojalá pudiera evitar que cometieras los mismos errores que nosotros. Pero eso es imposible, nadie escucha nunca a los viejos.

Un beso de tu amigo

Remus Lupin

Menos mal que Harry había tenido la precaución de subir a lo más alto de la torre de Gryffindor, porque oyó el ruido de una lágrima al caer sobre el pergamino. Se sentía triste como la lluvia. Pensaba en lo poco que sabía de la vida de Remus, siempre incompleta y dolorosa, y en la de Severus, enigmática y amarga y llena de cicatrices. ¿Qué habría pasado si hubieran conseguido estar juntos? Por un momento, le vinieron imágenes de un Remus sonriente junto a un Snape vestido con un suéter, de ambos viajando por el mundo convertidos en aurores para investigar sobre defensa contra las artes oscuras, de un Snape acariciando a un lobo, con esa expresión que sólo Harry había visto…

Empezó a llover. Pero Harry se sentía mucho mejor.

Había vuelto la confianza en sí mismo.

…oooOOOooo…

Snape empezó su exposición. Era una lección que había explicado decenas, quizá cientos de veces, pero perdía el hilo de vez en cuando. Eso era intolerable. Hizo un gran esfuerzo por concentrarse, a pesar de que el sonido de la lluvia aumentaba su tristeza. Llevaba tres días sin ver a Harry. Pero él no iba ser quien le buscara: algo tan fuerte como el orgullo se lo impedía.

Sacudió la cabeza. Volvió al tema.

…oooOOOooo…

Minerva y Hermione estaban tomando un té de canela en el despacho de la primera.

-Estoy muy preocupada por Severus- dijo la profesora.

-Y yo por Harry- respondió Hermione- le veo muy perdido.

Cada una seguía un curso independiente de pensamientos.

-Está siempre distraído, como en las nubes…

-Nunca le encontramos últimamente… y en las comidas está ausente…

-…como si estuviera enamorado- dijeron a la vez.

Se miraron, sorprendidas por la coincidencia, y se echaron a reír. Hermione se acercó a Minerva y se sentó sobre sus rodillas.

-¿Qué te crees, que somos las únicas con derecho a estar así de tontas?- le preguntó cariñosamente a la profesora, mientras acariciaba su rostro.

-Tenemos que ayudarles, Hermione. Ya les estropeamos bastante la historia la otra tarde…

…oooOOOooo…

La tarde cayó sobre Hogwarts. La lluvia se había convertido en una poderosa e intimidante tormenta, de esas que hacen sentir insignificantes a quienes están debajo. Snape, con su balcón abierto de par en par, se dejaba empapar por la lluvia. Hacía meses que no tenía contacto físico con nadie, así que era agradable sentir que su piel revivía y se estremecía de frío.

Entró en la habitación y puso un disco de Raphael. Le hacía vibrar la manera en que el cantante hacía destacar cada palabra. No necesitaba comprender el idioma para entender el sentido de las canciones. Secó su ropa con la varita. Se sirvió una copa de oporto. Siempre había preferido las bebidas muggle a las mágicas, igual que Remus… pero por qué se acordaba de él después de tanto tiempo…

Entonces Snape comprendió. Extendió su brazo ante él y le arrancó la capa a Harry.

-¿Me estabas intentando leer la mente aprovechándote de la invisibilidad?

Harry estaba avergonzado. Había sido una idea demasiado absurda, la de intentar colarse en el dormitorio de Snape para practicarle una legeremancia sin que se diera cuenta.

-Sí. Lo siento.

Severus guardó un momento de silencio, irritado.

-Estoy descubriendo que eres muy cobarde, Potter.

-Yo también. Deberían echarme de Gryffindor- apostilló Harry con una triste ironía.

-Lo estudiaremos- dijo Snape, sonriendo por fin.- Anda, siéntate.

Harry se sorprendió, esperaba un castigo… o quizá no. ¿Qué demonios esperaba, acudiendo en secreto al dormitorio de un profesor en mitad de la noche, mientras la tormenta se cernía sobre el castillo? ¿Qué le cantara la canción de los gatitos y de los mitones?

Snape sirvió dos copas de Lygondrick.

-¿Qué es esto?- preguntó Harry.

-Es una bebida medicinal suiza. Sirve para calmar los nervios. Ah, y también lleva bastante alcohol.

A Harry le convenció bastante esa descripción. Le pegó un largo trago. La bebida quemaba, con su aroma a hierbas recién arrancadas de la montaña.

Estuvieron un rato en silencio, mientras fuera restallaban los látigos de la tormenta, y dentro de sus cuerpos el alcohol se iba convirtiendo en un tipo de paz consigo mismos.

-¿Qué quieres de mí, Harry? ¿Qué has venido a buscar?

El temblor en la voz de Snape dio a Harry el valor de hablar sinceramente.

-Ayúdame a entender lo que siento cuando te tengo delante.

Severus, sorprendido, evitó su mirada. Su necesidad de confiar en alguien era tan grande que nada le daba más miedo en el mundo. Prefería enfrentarse a mil Voldemorts que tener un día a Harry para luego perderlo.

-No puedo ayudarte, como tú no puedes ayudarme a mí- le contestó Snape con dulzura.- Es mejor que te des cuenta ya.

Entonces Harry imitó un gesto que una vez Snape le había hecho a él, y sujetó con su mano la mandíbula del profesor para obligarle a mirarse.

-Severus- dijo, con un hilo de voz-, no voy a irme hasta saber por qué estoy temblando.

Lentamente, muy lentamente, sus cabezas se fueron acercando, como si no hubiera más remedio. Era una atracción como la que provoca las mareas, como la que hace que todas las brújulas del mundo miren al norte. Sus bocas se encontraron como si no formaran parte de sus dueños, y se unieron como si llevaran mucho tiempo deseándolo, en un beso como un temblor de tierra.

No querían separarse, no podían. Si separaban sus bocas tendrían que enfrentarse a los ojos, a las palabras, al tiempo. Así que permanecieron unidos, al principio sólo rozándose, mezclando sus labios después, y luego, cada vez más dentro, buscándose unas lenguas que se escapaban todo el tiempo, así que había que perseguirlas de nuevo con más furia, con más ahínco, con más prisa…

Harry lamía la lengua extendida de Snape como si fuera la última gota de agua de la tierra. Y en ese momento abrió los ojos, y se encontró con la mirada de su profesor.

-No puede ser, Harry… no puede ser… - dijo Severus, firmemente.

Un brusco choque de realidad sacó a Harry de su ensimismamiento. "Demonios, es el profesor de pociones", pensaba Harry a toda velocidad, intentando despejarse, "sólo es un niño… y el hijo del maldito James", se decía Snape, mientras endurecía la mirada.

Se alejaron. Por un momento, se contemplaron el uno al otro como dos perfectos desconocidos. Después, Harry creyó ver ira en los ojos de Snape, y este creyó ver desprecio en la mirada del chico…

Antes de poder pensarlo, Harry ya estaba corriendo escaleras arriba, hacia la torre de Gryffindor, como alma que lleva el diablo. Se dio cuenta de que se había olvidado la capa, pero le daba igual, ¿por qué sentía ese dolor en el pecho, esa opresión… esa sensación de tristeza infinita?

Corría, y el corazón le latía cada vez más fuerte.