Anna Potter y Olga TomFelton: aquí tenéis otro capítulo recién horneado. Gracias por Escribir.

Ni€a y niña: tienen nombres parecidos y un sentido del humor similar, mil gracias.

Lilith y Amazona verde: les agradezco infinito los reviews tan largos... Me ayudan mucho.

Ana Rickman, qué estupendo que te des cuenta de que dejar al menos un review anima un montón. Ahora voy por ti, mallorquina. Muac.

Neviiii... I've missed you so much. Muak!!!

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Harry, como sonámbulo, se dejó llevar por la mano de Severus, y tomaron asiento entre la gente.

-He preparado un pequeño juego – dijo Severus-, quiero que lo veas.

Harry se dio cuenta de que su profesor no le soltaba la mano, ni siquiera estando sentados. Pero a él no le molestaba ese tacto...

La subasta siguió su curso, hasta que llegó el turno de Ron Weasley.

-¡Cien galeones!- dijo una voz de hombre detrás de Harry.

-¡Es Remus!- susurró Harry a Severus. -¡Está comprando a Ron!

Su amigo pelirrojo se había puesto más pálido que las rayas de un pez payaso. Severus, por el contrario, sonreía maliciosamente.

-Bueno, ya va siendo hora de que ese Weasley espabile... ¿no crees?

...oooOOOooo...

Tras la subasta, la decorada masa humana se puso en pie, con un gran ruido de cascabeles, pulseras y lentejuelas, y dio comienzo la fiesta. Era el momento de la primera actuación como cantante de Albus Dumbledore.

-Queridos magos y magas, y amantes de la magia musical: ¡¡¡os presento al señor Ringo Starr!!!

Un hombre bajito, con el pelo corto y una curiosa nariz, avanzó por el escenario, saludó a Dumbledore, y se sentó en una gran batería que acababa de aparecer, con muchos más tambores de lo normal. La sala estalló en aplausos.

-¿Es ese tamborilero famoso en el mundo muggle?- le preguntó discretamente Severus a Harry.

-Bueno, bastante... la verdad es que tocaba en el grupo más famoso del mundo durante dos décadas.

Severus puso cara de "este director excéntrico y sus aficiones muggle", pero miró con cierto interés lo que estaba pasando en el escenario.

Ron, unos asientos más atrás, estaba sentado junto a Remus, un poco tembloroso. Desde que le había visto en el "Tercer ojo", su visión del hombre lobo había cambiado mucho. Pero este no parecía hacerle caso, y se concentraba en la actuación que comenzaba. "Pero entonces", se preguntaba Ron, al ver cómo Severus acariciaba a Harry, "¿para qué me habrá comprado?".

Ringo comenzó a tocar. Pero no era sólo percusión lo que sonaba: gracias a tambores afinados en todas las notas, Ringo estaba dibujando una melodía rítmica. Eran los compases de comienzo del tema "Blackbird".

Dumbledore, con el micrófono en la mano, empezó a cantar.

Toda la sala enmudeció. Del pequeño cuerpo de Dumbledore salía una voz muy hermosa y profunda, potente y generosa. Interpretaba la canción con mucha sensibilidad. La belleza de la música y de la manera de cantarla de Dumbledore tenía al público cautivado.

Severus Snape pensaba en la letra. "Blackbird, fly". Sí, él podía sentirse a veces como un pájaro de muy negras alas.

Pero eso significaba que también podía volar... Oh, no, maldito Dumbledore, siempre diciendo las cosas de través...

Harry, hipnotizado por la música, no se daba cuenta de que esta vez era él quien acariciaba tiernamente la mano de su comprador.

Pero Ron sí lo veía... Por Merlín, Harry era gay, muy gay, tan gay como Snape y como Lupin, o más... mucho peor que eso, puesto que le gustaba el horrible profesor de pociones. Si al menos hubiera escogido a alguien más guapo y atractivo, como era Remus...

Al terminar la canción, el público aplaudió tanto que temblaron las viejas piedras del castillo. Y dumbledore empezó con su último tema "Here comes the sun".

"Por ahí viene el sol", decía la canción, y Severus miraba a Harry, que brillaba como el centro de un sistema planetario con un solo planeta que era Severus.

Los grandes ojos del muchacho miraban a Snape y se lo decían todo: que ese nuevo aspecto era muy de su agrado, que le agradecía mucho que le hubiera comprado, que tenía muchas cosas que decirle, y, sobre todo, que esta vez no pensaba huir.

-Me muero de ganas de arrastrarte fuera de aquí- le susurró Severus, con esa voz arrastrada e infrasónica- pero aún queda algo por ver.

Harry notó que se le erizaba la piel del cuello allí donde le había tocado la voz de Severus.

Dumbledore terminó la canción. Tras los grandes aplausos, empezaron a aparecer camareros con bandejas de copas y de canapés. Todo el mundo se puso a charlar en pequeños grupos, comentando los detalles de la subasta y de la actuación.

Entonces, Snape hizo un gesto casi imperceptible: miró hacia uno de los cuadros y asintió levemente con la cabeza. Harry se dio cuenta de que el personaje salía del cuadro, ¿dónde iría?

-Cuéntame qué pasa- le pidió la boquita impaciente de Harry. Severus no contestó más que con una sonrisa.

Pero al cabo de un rato tuvo la respuesta: Peeves irrumpió en la sala sosteniendo una especie de hombre... No, era un muñeco hinchable, pero muy distinto a Barry Cocker; tenía una larga melena rubia, el delgado y pálido torso desnudo y lleno de cadenas, y un escaso pantalón deshilachado por toda vestimenta. ¡Y la cara de Lucius Malfoy!

-En la tienda de tus amiguitos ví este juguete, llamado "El prisionero de Azkabán". Me imaginé que a Draco le haría mucha gracia ver este retrato de su padre.

-Pero tú eres su tutor... creía que apreciabas a Draco.

-Y lo hago. Pero también te aprecio a ti y te he castigado cuando lo merecías. Draco no se ha estado comportando bien últimamente, eso es todo.

Draco estaba mortalmente pálido, en medio del colorido y la alegría de la fiesta. Eso era más de lo que podía soportar. Su ira contra todo gryffindor se hinchaba como un globo gigante. Estaba seguro de quién podía haber sido... Además los celos hacia Harry por el afecto de su padrino se estaban volviendo dolorosos, aunque no quisiera reconocerlo. Iba a vengarse de ese Potter, y de una vez por todas.

Harry miraba las risas y los comentarios ofendidos de la gente mirando a Peeves, que estaba empezando a besar y toquetear al muñeco.

-Además, ¿cómo iba a perdonarle a Draco que te hiciera daño a ti? – le susurró cariñosamente Severus.

Harry no lo puedo evitar, y buscó la boca de su profesor. El beso fue tan suave como si estuviera hecho de aire: las dos bocas se decían secretos una a la otra, lentamente, disfrutando de cada décima de segundo, y extendiéndola en el tiempo.

Un poco más lejos, Ron los miraba sin podérselo creer. Era una pesadilla espantosa, Harry realmente parecía estar disfrutando de ese beso, con sus ojos cerrados y todo... A su lado, Remus hablaba animadamente con Mac Gonagall y Hermione.

Dumbledore hizo desaparecer el "Prisioneros de Azkabán", y amenazó a Peeves, que desapareció como alma que lleva el diablo. Y siguió con su fiesta, enseñándole a Ringo los noventa tipos de canapés.

Severus miró a Harry, como preguntándole si le apetecía quedarse en la fiesta. Harry miró a Severus, respondiéndole que no.

Salieron discretamente de la fiesta, en medio de una lluvia de confeti, sin poder borrar la sonrisa de su rostro.

...oooOOOooo...

Ron miró a Harry y Severus, asustado. Tenía miedo porque le desconcertaba pensar en lo poco que conocía a su amigo, pero también albergaba bastantes temores porque había descubierto que... a lo mejor tampoco le importaría que le pasara lo mismo.

Por primera vez en la noche, Remus le miró.

-Muy bien, Ron, creo que ha llegado el momento de que te explique en qué va a consistir tu vida la próxima semana. Vas a venir conmigo a mi casa, en Edimburgo, y vas a ayudarme en un pequeño... digamos "proyecto" de investigación. Me he ofrecido como voluntario para una nueva poción que debería erradicar totalmente los efectos de la... luna... sobre mí, pero necesito estar vigilado las veinticuatro horas del día. Por supuesto, te daré todo tipo de armas contra mi fase animal si algo saliera mal.

Ron estaba más blanco que la porción de pastel que le acababa de servir Hermione. ¿Porqué no sabía si prefería cuidar de un hombre lobo o ser seducido por un hombre hombre?

Remus sonrió, sin que nadie salvo Mac Gonagall se diera cuenta.