Amazona verde, NiEa y Ana Rickman: me alegro de que les interese la trama de Ron y Remus. A mí también me está empezando a gustar. Muak.

Anna Potter, Olga Tom Felton y Nevi: gracias por reviewar y besos. Bienvenidas a la mansión Snape.

Me voy una semana a Londres para comprarme el uniforme ravenclaw en el callejón Dragón, así que durante ese tiempo no actualizaré... pero tengo muchas sorpresas para septiembre, jajjajajaa....

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Severus y Harry salieron de la sala entre miradas y suspiros de deseo. Harry estaba orgulloso de que Severus hubiera tenido la valentía de aceptar públicamente su interés hacia él, y él mismo se sentía con ánimo de atreverse por fin a conocer a aquel hombre misterioso que tantas veces le había abierto los ojos. Atravesaron las amplias estancias de piedra, dejando que sus pasos resonaran en ellas, y sintiéndose cómodos en ese silencio cómplice.

Fuera del castillo, había un coche de caballos, de un aterciopelado color verde esmeralda, tirado por dos magníficos thestrals.

-¿Son de los que cría Hagrid?- preguntó harry.

-No. Mi familia tiene una finca con cultivos y animales. Pero en seguida lo vas a ver, porque es allí donde vamos.- dijo Snape, mientras subían al coche y Snape tomaba las riendas. -"¡Surca caelis!" – exclamó hacia los relucientes caballos negros.

Volaron sobre las montañas, y luego sobre el mar.

-Mi familia tiene un permiso especial del ministerio para hacer este camino en coche volador. Todo el trayecto entre el colegio y nuestra isla es impracticable para los muggles.

-¿Isla?- se interesó Harry, que empezaba a notar el frío. Se dirigían velozmente hacia el norte.

Severus se dio cuenta y le acercó una ligera manta negra que había en el coche.

-Gracias- dijo Harry. – Por cierto, Severus...

-¿Sí?- Severus estaba concentrado en guiar a los thestrals para que no entraran en las nubes, para que esa humedad no enfriase aún más a Harry.

-Muchas gracias... -murmuró el chico. Quería continuar hablando, pero no podía.

Una mano pálida y alargada acarició el cabello revuelto de Harry, que lo estaba a pesar de lo mucho que se había peinado. El chico se dio cuenta de que muchas barreras se habían roto entre ellos.

...oooOOOooo...

Ron llegó a la casa de Remus esperando una polvorienta guarida llena de libros antiguos, pero se llevó una sorpresa. Libros sí que había, pero estaban perfectamente ordenados en modernas estanterías de cerezo. El salón tenía un par de sofás rectangulares de cuero negro y un gran bloque de caoba con ruedecillas como mesa. La cocina, que se veía desde el salón, era de muebles de aluminio. Ron abrió los ojos de par en par. Había estado en muy pocas casas muggles, y desde luego, no era un consumidor de revistas de diseño.

-Pasa, anda- le dijo Lupin mientras se quitaba el echarpe burberry de entretiempo con un gesto elegante.- siéntate.

Ron, tímidamente, obedeció. El tacto del fino cuero negro de los sofás parecía mágico, pero no lo era exactamente.

-¿Té, café, refresco o copa? Y no me digas que no quieres tomar nada- dijo el hombre lobo mientras manejaba una cafetera italiana .

-Pues... café está bien... gracias.

-¿espresso, americano, cappucino?

-Normal, con leche, por favor- masculló Ron de mal humor, pensando que el otro le estaba tomando el pelo.

Remus se lo sirvió en seguida.

-Caray, este café está... ¡buenísimo!

-Me lo traen de Sudáfrica. Se llama blue mountain- dijo lentamente el hombre lobo mientras paladeaba su diminuta y cargada taza.

-Remus, tu cocina parece un bar...

-Lo es. Cuando doy una fiesta tiene que servir para cien personas. Ya lo verás...

-¿Y haces fiestas a menudo?

-No, no con mucha frecuencia. Una vez a la semana, más o menos.

Ron se dijo que, al fin y al cabo, quizá no fuera a pasarlo tan mal, después de todo.

...oooOOOooo...

Mientras tanto, en Hogwarts...

Hermione, desnuda sobre una cama cubierta con una gran colcha de patchwork, jugueteaba con una gata atigrada. El resultado era que toda la espalda, las muñecas y los muslos de la chica tenían unos visibles arañazos, pero aún así gemía de placer cada vez que la gata le mordisqueaba levemente el cuello.

Era un lucha en el pequeño territorio de la cama, que se convertía en un valle esponjoso. Hermione le tiraba cojines a la gata, y esta se lanzaba a perseguirla, así que la chica tenía que inventarse posturas para esquivarla.

Se arqueaba, abría o cerraba la piernas, se erguía sobre sus brazos para despistar a la gata... pero esta siempre terminaba por encontrarla.

Lo que más le gustaba a Hermione era el final: la áspera lengua de la gata lamiéndole dolorosamente, un segundo antes de llegar al éxtasis.

...oooOOOooo...

Severus hizo descender el coche. Llegaron ante una montaña especialmente escarpada, pero situada extrañamente en la mitad de un fértil valle. Sin embargo, no se veía ninguna casa en los alrededores.

-Ya hemos llegado. ¿Qué te parece la casa de mi familia?

-Pues... la verdad es que no la veo, Severus.

El hombre sonrió. Haciendo que su escaso equipaje volara detrás de ellos, golpeó la roca con su varita y una puerta se abrió en ella.

-¡La casa es la montaña!- comprendió Harry, viendo que había numerosas perforaciones en la pared rocosa. Eran ventanas, pero desde lejos parecían simples cavidades naturales.

-Eso es. Es un lugar un poco frío, pero yo le tengo aprecio, y espero que te guste. Vamos a saludar a mi madre.

¿Su madre? Harry nunca hubiera imaginado que Severus Snape tuviera madre. Era como si... no le pegara. ¿Y cómo sería esa madre? Harry tragó saliva sólo de imaginársela. Se acordó de una obra de teatro española que había montado el grupo de Ravenclaw... era sobre un montón de mujeres amargadas vestidas de negro, con muy mal carácter, que chillaban todo el tiempo...

Caminaron por un amplio corredor. Las paredes eran de roca viva, con antorchas de fuego blanco que se encendían cuando alguien pasaba. El suelo estaba recubierto de un mosaico de piedras que representaba escenas de la mitología romana.

-El linaje de nuestra familia procede de una saga de patricios romano, la familia Senape. Estaban emparentados con los Borgia.

Harry asintió, cada vez más asustado. Por lo que recordaba de las clases de Binns, tanto los Borgia como los Senape eran responsables de innumerables asesinatos y conspiraciones. ¿Dónde se estaba metiendo?

-¡Hijo! ¡Qué alegría verte!

Una mujer apareció de pronto. Pero la voz de aquella dama expresaba cualquier cosa menos conspiración y asesinato. Debía de tener unos sesenta años, y llevaba el pelo recogido en una especie de moño de aspecto japonés. También su ropa era de un vago estilo asiático: una túnica gris claro con bordados de orquídeas añiles y malva. Era una de las mujeres más bellas que Harry había visto en su vida.

-Buenos días, madre- le respondió Severus, con un rápido beso en la mejilla.

A Harry le gustó que la madre no pareciera sorprendida por el cambio de aspecto de Severus. Eso significaba que para ella las apariencias no eran tan importantes.

-¿Y quién es tu invitado? – preguntó mirando dulcemente a Harry.

-Oh, ya sabes quién es, madre. Te presento a Harry Potter.

La hermosa mujer guardó silencio por un instante. Parecía estar pensando, pero en seguida reaccionó.

-Bienvenido, Harry. He oído hablar mucho de ti.

Harry respondió educadamente al saludo, preguntándose si Severus habría hablado de él en su casa... era todo tan extraño.

-Me llamo Siena. Anda, pasemos al salón. Debes estar helado... Ya sé que mi hijo no, porque nunca pasa frío. Por lo menos, espero que haya evitado las nubes...

-La verdad es que sí. Ha sido un viaje muy agradable- dijo Harry, sintiéndose un poco observado.

-Me temo que has pasado un poco de frío- dijo Severus-, pero no te preocupes. Pronto entrarás en calor.

Y sus ojos, que la madre no veía, le prometieron aún más calor que sus palabras.