Diana-LilyPotter, S-Chan, Lilith, Ni€a: espero que algunas de vuestras preguntas queden contestadas en este capítulo... Otras no... jejejejejeje
OlgaxTomFelton: Pues venga, a terminar tu capítulo... antes de leer este, muñeca.
Anita Puelma: ¿Qué tiene de malo pensar e imaginarse cosas? ¿Con qué se puede soñar que sea mejor que Harry dándole tiernos besos a su profesor de pociones? A mí no se me ocurre nada, la verdad...
Nevi: Te hablaba del otro fic que he empezado. Aún no tengo tus datos... ï
Ana Potter, Amazona Verde: muchas muchas gracias por sus comentarios. Ahí vamos...
Narcisa Malfoy tenía los ojos de puro nitrógeno líquido. Muy cerca suyo, había un eminente profesor, antiguo mortífago, sodomizando al más notorio enemigo de su amo, que para más INRI era su alumno también; pero en segundo plano estaba su propio hijo Draco, caramelizado, como esperando en el congelador ser la siguiente presa de Severus.
Snape se separó rápidamente de Harry, y lo cubrió antes a él con la manta que a sí mismo.
-¿A qué se debe esta agradable visita? – murmuró glacialmente Severus instantes antes de que esta se pusiera a gritar.
-¡Voy a denunciarte al ministerio! ¡Voy a denunciarte ante el viejo choco de vuestro director! ¿Qué te crees que estás haciendo con mi hijo aquí? ¿A qué depravadas sesiones piensas someterle? – Narcissa ahogó un sollozo - ... o lo has sometido ya? ¡Exijo que lo liberes de su hechizo.
-Narcissa, deberías calmarte. La razón por la que me he visto obligado a detener a Draco es que se encuentra en un estado de ira furiosa. Vino hasta aquí volando en su propia escoba, entró destrozando una vidriera, y lanzó un cruciatus sobre Harry. Como comprenderás, no iba a dejarle que siguiera.
-¡Hijito! - chilló Narcissa, mientras corría a abrazar la rubia estatua – No tienes que preocuparte, tu mamá ya está aquí... ¿Estás mejor?
Narcissa le miró profundamente a los ojos. También era una excelente legeremante. Luego se dio la vuelta con dignidad.
-Está bien,...Severus – dijo con un desprecio puro como el alcohol.- He visto en la mente de mi hijo que me has dicho la verdad. He venido hasta aquí porque no le encontrábamos tras esa fiesta horrible. Afortunadamente, siempre pongo hechizos localizadores en todas las cosas de Draco, sobre todo en su escoba. Ahora vas a liberarle y me lo llevaré. No se atreverá a atacar nada ni a nadie con su madre delante.
-De acerdo, Narcissa. Intenta que el chico vaya a un psicomago, por favor. Creo que la consulta de los jueves de Jodorowski está muy cerca de vuestra casa de París- le recomendó Severus.
Narcissa le miró con sorpresa y desprecio infinito.
-No es mi hijito quien necesita ayuda psicomágica, profesor. Y ahora haga el favor de liberarlo.
Severus, interponiendo su cuerpo entre el de Draco y el de Harry (el cual esta vez sí tenía la varita en la mano, por si acaso), deshizo la congelación de Malfoy, que lo primero que vio era a su madre.
Ninguno se lo esperaba, pero la ira de Malfoy sólo tardó un momento en convertirse en lágrimas.
-¡Draco!- dijo su madre, corriendo a abrazarle – Hijito, mi corazón, ¿qué te han hecho?
-Es ese Harry, mamá. Trajo a la escuela ese muñeco hinchable de papá para que todos se rieran de nosotros.
Narcissa, furibunda, levantó la varita en dirección a Harry. Pero Snape, muy amenazante, se interpuso.
-Señora Malfoy, NO fue Harry quien llevó esa efigie al colegio sino yo. Quería darle una lección a su hijo por haber estado exhibiendo en público, durante todo el curso, una caricatura de Harry.
Narcissa temblaba de ira. Volvio hacia Draco y le quitó la escarcha de la ropa.
-Vamonos, hijo. Estoy deseando llamar a nuestro abogado para emprender acciones legales contra este individuo... Draco, vamos, ¿qué te pasa ahora? – masculló con impaciencia.
-Pero madre – sollozaba Draco - ... es que yo ... le quiero...
La expresión de Narcissa cambió en décimas de segundo.
-¡Hijiiiito! Así que sufres por amor. No te preocupes, mamá lo arreglará. Pero, ¿cómo te puede gustar el chico ese? Reconozco que es guapo, ¡pero envió a la cárcel a tu padre?
-No, mamá, él no... Severus – dijo Draco con adoración. Pero a Harry no se le escapaba el brillo malévolo de sus ojos.
-¿Ese? ¿El pervertido? ¿El traidor? – Narcissa pareció pensárselo - Bueno, como quieras. No hay nada que no arregle un buen hechizo.
La madre de Malfoy levantó los dos brazos en el aire, y empezó a cantar una canción. Era la misma que cantaban las sirenas que enloquecieron a Ulises. Los tres hombres cayeron bajo su influjo hipnótico y seductor, incapaces de reaccionar, arrastrados por la música. Mientras tanto, Narcissa se dispuso a realizar el hechizo que haría que Severus se enamorase de Draco. Tanto el niño que vivió como su sabio profesor de pociones estaban a la merced del sortilegio de la voz de esa mujer...
De repente, Narcissa cayó al suelo, fulminada. Harry y Severus sacudieron la cabeza, sin saber donde estaban, y Draco corrió a ayudar a su madre.
En la chimenea había aparecido Siena, de regreso de la partida.
-No sé qué diantre hace esa bruja en mi salón, pero me parece que lo más indicado es que se vaya ya. ¿Me ayudas, Sev?
Entre Severus y Siena hicieron levitar a Draco y Narcissa hasta muy cerca de la chimenea. Una vez allí, Siena arrojó un puñado doble de polvos flu y gritó "Malfoy Manor".
-Muchas gracias, madre. No sabía que los poderes de Narcissa hubieran aumentado tanto en estos años.
-No hay de qué. Ya me contaréis mañana de qué iba todo esto, pero esta noche voy a cerrar la red flu, y además quiero que me ayudes a poner un escudo protector en la casa. No me fío nada de esa gente.
Harry y Severus estaban sólo cubiertos por un par de mantas, pero a Siena no parecía importarle. Le parecía de lo más normal.
-Pongamos el escudo rápido, para que pueda llevar a Harry a dormir. Ese maldito crío le ha lanzado una "cruciatus".
-¡Harry! Pobrecito mío, ¿es eso cierto? Te voy a preparar una infusión de verbena de San Juan...
Harry, envuelto en mantas, se dejaba mimar por las caricias solícitas de Siena. Pero en realidad ardía bajo la mirada intensa de Severus.
...oooOOOooo...
El despertador de Ron sonó... demasiado tarde. Ron se dio un susto tremendo y lo apagó en seguida, pero Lupin ya no estaba allí. Pero Ron no quiso cometer la imprudencia de llamarlo, porque en el caso de que se hubiera convertido en lobo, sería como agitar un trapo rojo ante la bestia.
Así que sólo le quedaba buscarlo. Tanteó su cinturón: todo en orden. Sentía los ojos cargados y llenos de legañas: había sino una noche muy mala, escuchando los gemidos intranquilos de Remus. Quien puede saber qué pesadillas sufre un hombre lobo...
Avanzó por la casa, intentado ser sigiloso, y haciendo esfuerzos desesperados por despejarse a toda velocidad. Entonces le pareció oír el ruido de una respiración, en la cámara contigua. Con la pistola en una mano y la varita en la otra, entró lentamente...
Y el lobo se le echó encima, intentando morderle furiosamente. La pistola era inútil a tal distancia, pero afortunadamente la varita no:
-¡Accio Lupus!
El lobo salió despedido, volando por la habitación hasta golpear violentamente una pared. Entonces Ron se dispuso a dispararle, pero vio que el lobo estaba muy débil, además de ser bastante más pequeño que la última vez. Así que se contentó con una nube de spray aturdidor, y esperó a que la criatura se transformara de nuevo en Remus.
Mientras tanto, fue a buscarle algo de ropa.
...oooOOOooo...
Una vez la casa protegida por Severus y Siena, Severus escoltó hasta sus habitaciones al chico, que llevaba en la mano su infusión caliente. No dijeron nada en todo el camino, pero al llegar a la puerta...
-Severus... me gustaría que te quedaras conmigo esta noche.
El profesor sonrió, tiernamente.
-¿Cómo se te ha ocurrido que podría dejarte solo esta noche, después de todo lo que ha pasado? Anda, vamos a dormir- dijo Severus, cerrando la puerta tras de si.
Harry daba saltos de alegría en su interior.
-Oye, tu madre es maravillosa- dijo Harry -.
-Sí, tengo mucha suerte de tenerla ahora. Pero no siempre ha sido así...
-¿Qué quieres decir?- preguntó Harry.
-Te lo contaré mañana. Y ahora, a dormir "dormir", eh- susurró tiernamente Severus, mientras le quitaba la ropa a Harry con un golpe de varita.
-Guau, ¿cómo haces eso? Tienes que enseñarme ese truquito...
-Hay muchas cosas que podría enseñarte si me dejaras- murmuró un sarcástico profesor de pociones, ya desnudo, mientras se metía en la cama junto a Harry.
-No te preocupes. El año que viene estudiaré mucho mucho mucho y seré tu mejor alumno. La verdad es que no me importa nada repetir, y pasar un año más a tu lado...
-No tienes que repetir. Con la preparación adecuada podrías examinarte en Junio... si quieres- le propuso Severus mientras lo abrazaba.
-¿Y quien me va a dar clases particulares?-preguntó inocentemente Harry – Porque Hermione está demasiado ocupada, Draco me odia y...
Nunca pudo terminar. Un beso le cerró la boca, al mismo tiempo que unos brazos le arrastraban de un lado a otro.
-feferuf... - masculló la ocupada boca del chico- ¿no defíaf que ibamof a dormir?
...oooOOOooo...
Remus, por fin, se despejó, ya completamente humano. Tambaleante, se puso en pie. Se vistió con las ropas que le alargaba Ron, a media luz. Pero Ron se daba cuenta, una vez más, de la perfección elástica y fibrosa de sus estilizados músculos. ¿Era sana enviadia masculina lo que sentía, o era algo más complejo?
-Bueno, Ron...- el hombre se aclaró la garganta, se le quedaba destrozada tras su fase lobuna - muchísimas gracias por hacer esto. Espero no haberte hecho daño.
-No, es bastante fácil cuidar de ti- presumió el pelirrojo...- has escogido al hombre adecuado.
-Pero debes de estar cansado... tenemos seis horas. ¿Qué tal si te invito a desayunar en la Embajada de la India? Tienen un buffet excelente a estas horas.
El estómago de Ron habló por el pelirrojo.
...oooOOOooo...
Harry y Severus jugaban a buscarse bajo las sábanas. El chico de los ojos verdes estaba feliz, porque había conseguido un logro que parecía imposible: hacer reír a Severus.
Se arañaban, se mordisqueaban, se separaban y se miraban un segundo como si nunca se hubieran visto, Harry ronroneaba y rugía como un pequeño Gryffindor, y sacaba sus garritas que eran en seguida interceptadas por las alas de Severus, se frotaban, se mezclaban, se buscaban la boca, se lamían, se exploraban...
Por fin, Severus consiguió inmovilizar a Harry, descargando la fuerza y el peso de sus brazos sobre los codos del chico, que estaba tumbado de frente debajo de él, impidiéndole todo movimiento. La cabeza de Harry se revolvía de placer sobre la almohada, encendiendo aún más a Severus, que intentaba llegar con su lengua al tentador cuello del muchacho. Cada vez que Harry abría los ojos, eran dos fogonazos verdes directos al cerebro de Severus...
Harry movía desesperadamente la cadera, debajo de Severus, buscando la máxima fricción entre sus miembros, ya incandescentes, que se retaban el uno al otro. Y en ese instante el profesor se apropió de la boca de Harry, sin piedad, y lo sumergió en un torbellino de beso que casi les hizo levitar. La sensación de los expertos labios de Severus, de su lengua serpenteante, estallaba en la boca de Harry, transportándole a un nivel superior de percepción. Todo su cuerpo estaba respondiendo a ese beso cálido, que le empapaba de la esencia y del deseo de Severus.
El mago más sabio sentía la impaciencia del cuerpo de su amante, en forma de gemidos entrecortados y de movimientos incontrolados de su cuerpo. Dudó por un momento entre hacerle sufrir o complacerle definitivamente, pero se decidió por lo segundo, pensando que ya habían sido interrumpidos bastantes veces esa noche.
Miró un segundo a Harry, que estaba desprevenido contra la legeremancia, y buscó en su mente un lugar que pudiera gustarle al chico.
-¡Oye! ¿Qué haces? – iba a protestar Harry cuando, con un complicado hechizo, Severus transformó la habitación en un claro del bosque prohibido, en ese lugar que Harry había soñado una vez.
La cama se volvió de hierba fina y ligeramente húmeda. El techo de la habitación se perdió entre altas copas y ramas: una luz hecha de gotas dispersas iluminó a los amantes. El aire era una mezcla de sutiles perfumes vegetales y acuáticos.
Harry estaba demasiado impresionado como para contestar. Sentía el tacto de la hierba en su piel, el rumor lejano de un arroyo... y a Severus desnudo encima suyo, como una fiera a punto de devorar un cervatillo...
Y el cervatillo fue devorado, pieza por pieza, a mordiscos ávidos., que sólo se detuvieron al encontrar el centro de gravedad de Harry, donde los mordiscos se convirtieron en tiernos lametazos. Harry no pudo reprimir un largo suspiro de placer cuando sintió, por fin, ese beso que refrescaba su ardor, esa boca oscura que se ocupaba tan bien de su prisa y su ansiedad...
Ese contacto convertía a Harry en un instrumento sólo válido para el placer, en una caja de resonancia que, en su excitación, multiplicaba las atenciones de Severus y las convertía en sonidos prolongados y excitantes, en jadeos intensos que anunciaban la cercanía de... la cercanía...
Harry se deshizo, se volcó entero en la boca de Severus, se dejó llevar por un caudal que le arrastraba a un lago de placer... dejó escapar un pequeño grito cuando todo ese placer sacudió su cuerpo como un rayo toca el suelo, y fue ese sonido, increíblemente excitante, lo que provocó que Severus se dejara llevar también, y se volcara al mismo tiempo que su amante. Se dejaron caer el uno sobre el otro, exhaustos, y respiraron profundamente algunas veces el aromático aire del bosque antes de buscarse en un abrazo que les permitiera seguir en contacto toda la noche.
Durmieron, mientras el hechizo se iba desvaneciendo, y sólo quedó la habitación.
