Disclaimer: De Horikoshi todo, excepto los OCs que no se reconozcan.
Trigger Warning: Descripciones un poco gore. Violencia muy explícita.
¡Muchísimas gracias por leer y comentar! Así en general y concretamente a Amy, que no se lo puedo agradecer por MP como al resto.
ATAQUE A LA CIUDAD (PARTE II)
Katsuki está en el edificio en llamas. Ni siquiera ha necesitado estar cerca de él para confirmar que la impresión de Hisashi es correcta: es su agencia. Ha divisado a Dabi saliendo por la puerta principal, con actitud chulesca y encendiéndose un cigarro con calma, pero Katsuki lo ha ignorado olímpicamente, atravesando una de las ventanas más altas para entrar en el edificio y salvar a toda la gente que pueda antes de que la estructura arda por completo o ceda por el fuego.
El interior del edificio es un desastre. Da un par de voces, recorriendo a toda velocidad las estancias en busca de supervivientes, deteniéndose sólo cuando el fuego azul le corta el paso, descendiendo siempre, sin importarle que los villanos puedan oírlo, pero nadie responde. El fuego lo consume todo sin piedad y Katsuki sólo ha podido recorrer un par de pisos antes de que el fuego lo obligue a volver a salir al exterior atravesando otra ventana, dejarse caer unos metros, frenarse con la ayuda de un par de explosiones certeras y volver a entrar por otro ventanal. Este piso está empezando a llenarse de humo, pero no parece alcanzado directamente por las llamas. Aun así, la temperatura es alta. Nota la piel de la cara y los brazos tirante por el intenso calor, a pesar de su natural resistencia. No tiene tiempo de pensar en ello, pues un movimiento detectado con el rabillo del ojo lo hace ponerse en guardia.
—¡Dynamight! —Una de sus empleadas, parapetada detrás de una mesa de escritorio derribada, lo llama cuando atraviesa una de las salas que aún no ha ardido. Tras ella, dos hombres y otra mujer, que estaban escondidos, se ponen en pie también. Tienen un aspecto terrible, pero parecen sanos y salvos. Katsuki relaja el gesto al reconocerlos como parte de su personal administrativo y de apoyo, aliviado.
—¿Dónde está el resto? —pregunta, acercándose a grandes zancadas. Todas las agencias movilizaron, bajo las órdenes de la Comisión de Seguridad Pública de Héroes, a los héroes y heroínas que tenían en plantilla, pero dejaron en sus oficinas físicas a todo el personal administrativo que facilitaba el día a día, haciendo el papeleo y las gestiones para que la agencia pueda funcionar adecuadamente, sobre todo en aquellas que tienen más trabajo, como la suya. Gente que no tiene Dones entrenados para pelear. Ahora, su única esperanza es que toda esta gente haya conseguido salir del edificio antes de que esos malnacidos le hayan prendido fuego a todo.
—Algunos consiguieron escapar por las salidas de emergencia antes de que el fuego nos atrapara dentro —explica, angustiado, uno de los hombres, respirando agitado—. El resto no…
—¡Muy bien, vamos! ¡Os sacaré de aquí! —lo interrumpe Katsuki. Ya tendrá tiempo de lamentarse después por los demás, pero ahora es más importante abandonar el edificio antes de que las llamas los cerquen más y enfrentarse a los villanos para que dejen de causar estragos en la ciudad. Los dos hombres se apresuran a sostener a la otra empleada, la que no ha hablado en ningún momento. Tiene la cara manchada de churretones de lágrimas, pero Katsuki es incapaz de apreciar a simple vista ninguna herida.
—Le han robado el Don —explica, al ver su mirada, la otra mujer, interpretando correctamente su muda pregunta. Katsuki le dirige una mirada de dolida compasión, empatizando con ella. Es deliberadamente obtuso para recordar los nombres de la gente, pero sí se acuerda perfectamente de los Dones de cada uno de los miembros de su personal—. Lo han considerado indigna de poseerlo para ponerlo al servicio de un héroe. —Katsuki aprieta los labios, pero no dice nada. Se niega a sentirse culpable por esto, así que deja que la ira lo invada.
—¿Qué voy a hacer ahora? —solloza la mujer. Los demás empleados murmuran palabras de consuelo poco efectivas, pero son sólo personal administrativo. Esa mujer, en cambio, poseía un Don de sanación óptimo para trabajar con Katsuki, aliviando sus quemaduras y la sobrecarga de sus músculos y articulaciones tras cada misión. Sin llegar a ser una heroína profesional, era de las escasas personas de Japón con la capacidad y la situación legal de poder utilizar su Don para vivir y en su día a día, sin relegarlo a un uso doméstico y privado o, como muchos otros, a no utilizarlo por falta de oportunidades para ello.
—Hay que pararlos antes de que vuelvan a hacerlo —dice sencillamente Katsuki, en tono práctico, guiándolos hacia el ventanal por el cual ha entrado, tratando de no pensar en las implicaciones que tiene para alguien no poder vivir de su Don y que su vida cambie drásticamente de un día para otro.
Katsuki aprieta los labios. Con sus siete pisos, la agencia Dynamight es uno de los edificios más altos de la zona. No están demasiado arriba, apenas en el tercer piso, pero eso son casi diez metros de caída hasta el suelo. No puede saltar con los cuatro a la vez, sus explosiones, por potentes que sean, no van a frenarlos a tiempo. Habría preferido saltar desde más alto, habría podido amortiguar mejor y tener más capacidad de maniobra, pero ir hacia arriba está descartado: el fuego de Dabi no se distribuye uniformemente y está claro que ha recorrido diversas estancias de la agencia para prender diferentes focos. Bajar sería arriesgado, duda que los villanos hayan facilitado un punto de huida a los componentes de la agencia tras el desastre que han causado, así que sólo queda una opción: rescatarlos uno a uno. Y no sabe si tiene tiempo suficiente, no debe faltar mucho para que el edificio colapse.
—Uno por uno —ordena secamente. La temperatura sigue ascendiendo. El fuego se acerca, pero es bueno por ahora, porque cuanto más sude, más se recoge en las granadas, más potentes serán sus explosiones y más seguros serán los descensos. Sin embargo, si se expone demasiado directamente a las llamas, el sudor se secará antes de poder recogerlo en las granadas y será inútil. Katsuki se acerca a la mujer a la que han privado de su Don, la que formaba parte de su equipo de sanación, para sujetarla y descender con ella primero, pero esta chilla desesperada al ver el vacío a sus pies.
—Está histérica —dice el hombre, mirando hacia atrás con cara de pánico, temiendo que las llamas los alcancen.
—Entonces, quédate con ella hasta que vuelva. —Sujeta a la otra mujer, obligándola a pasarle el brazo por los hombros y saltando antes de que tenga tiempo de acobardarse. La operación lleva menos tiempo del que habría cabido esperar. Sus granadas tienen suficiente sudor para emitir dos potentes explosiones que frenan su caída en vertical y le permiten aterrizar con cierta elegancia, incluso con el peso extra de la mujer, que cae al suelo, incapaz de sostenerse sobre las dos piernas. Katsuki no ha escuchado las explosiones, pero sí ha sentido la fuerza expansiva. La mujer, en cambio, se frota los oídos y se queja en un lloriqueo que Katsuki escucha perfectamente. A pesar de la situación, esboza una sonrisa ladeada y murmura, satisfecho—: Bien hecho, nerd.
El fuego ya ha llegado a la sala cuando regresa. El hombre ha dejado a la mujer en un rincón alejado, aparentemente inconsciente, y está ayudando a su compañero a cerrar las puertas para impedirle el paso, algo que Katsuki aprueba con un gesto silencioso. Sin perder tiempo, se carga a la mujer que ahora ya no tiene Don al hombro y salta, ignorando su chillido cuando el vértigo la despierta. Sin perder tiempo, la deja al cargo de la primera mujer, que ya se ha recuperado, al menos en parte, de su descenso. Tras el tercer descenso con uno de los hombres, sus pulmones se resienten, presa del humo del fuego. Al volverse para entrar por cuarta vez, el edificio cruje con un sonido estremecedor, avisando así de que la infraestructura puede ceder en cualquier momento. En los pisos superiores e inferiores, tal y como había previsto, las llamas azules de Dabi lamen las ventanas y se expanden con rapidez a las construcciones adyacentes. El calor en la calle es tan agobiante como en el interior y hay mucho más humo.
—¡Salta! —ruge en dirección al hombre, que está en la ventana, con cara de horrorizado pánico.
Sorprendentemente, quizá espoleado por el miedo, su empleado obedece la orden al mismo tiempo que Katsuki se eleva con dos explosiones, interceptándolo a media caída y dejándolos caer a ambos con suavidad al suelo. A su alrededor, cada vez se desata más el infierno, las llamas alimentadas por la temperatura y la cantidad de cosas combustibles que encuentran a su paso. No hay ni rastro de los bomberos civiles. Con pesar, recuerda que en su adolescencia había un héroe dedicado a la extinción de incendios en Musutafu, pero desde el desastre de Kamino y la reducción del número de héroes profesionales, nadie lo ha sustituido en esas funciones. «Y si hubiese sido así, seguramente estaría en algún puñetero complejo en lugar de donde debería estar: protegiendo a la gente», piensa con amargura.
—Salid de aquí. Rápido —ordena Katsuki, incorporándose sin perder el tiempo. La mujer que ha perdido el Don lo mira con los ojos muy abiertos y, además de la desesperación, el miedo y la terrible tristeza, ve un destello más allá—. All for One pagará por esto, te lo juro.
—Bien —grazna la mujer, con esfuerzo. Tiene la garganta quemada por el fuego y las lágrimas ya no le brotan de los ojos por la deshidratación. Una carcajada detrás de Katsuki lo pone en alerta y se vuelve, encontrándose frente a frente con Dabi y Toga. En voz baja, maldice. Dado que el edificio está prácticamente destruido y amenaza con terminar de colapsar y derrumbarse, había dado por hecho que los villanos estarían atacando otro objetivo o, con suerte, retirándose. No contaba con que algunos de ellos todavía estuviesen tan cerca e interfiriesen en la labor de rescate. Además, eso significa que siguen por esta zona en concreto, la misma que le ha ordenado evacuar a Hisashi.
—Al fin héroes. Bienvenido… Katsuki Bakugou. Te veo optimista. —Dabi recuerda su nombre. Katsuki lo mira con los ojos entrecerrados y una oleada de desprecio le invade el cuerpo.
—Soy el Dios de la Gran Explosión Asesina Dynamight para ti —masculla entre dientes, colocándose con firmeza delante de sus cuatro empleados para interponerse entre ellos y el posible fuego de Dabi. Gracias a los nuevos protectores auditivos de Hisashi, escucha perfectamente, sin necesidad de mirar para corroborarlo, como los cuatro se ponen en pie y obedecen su última orden. Más tranquilo al saber que puede pelear sin contenerse ni preocuparse de ellos, esboza una sonrisa burlona y, sin previo aviso, se abalanza hacia adelante, impulsado por las explosiones, para atacar a los villanos—. ¡Vais a pagar por esto, bastardos! ¡Morid!
Con agilidad, los dos se ponen fuera de su alcance y una llamarada de fuego azul le obliga a desviarse y pensar más detenidamente la estrategia. Frustrado porque Toga está cruzada de brazos tranquilamente al lado de Dabi, como si ni siquiera lo considerasen importante, lanza unas pocas explosiones más. Ambos se ponen serios y retroceden para esquivarlas y Katsuki gruñe con satisfacción: al menos sí ha conseguido que el tío de las cicatrices apague el cigarrillo y le preste toda su atención.
—No te importarán tanto si los dejaste aquí indefensos, sin ningún tipo de salvaguardia, ¿no? —dice Dabi en tono provocativo. Sin responder, Katsuki trata de atacar cuerpo a cuerpo, pero el villano lo obliga a mantenerse lejos de sus llamas, tan lejos que ni siquiera sus explosiones especializadas en rango son efectivas a esa distancia—. ¿Tan arrogantes sois que pensaste que no lo descubriríamos? ¿Creíais que podíais ocultar una leva así de grande?
—¡Cállate! —grita Katsuki, intentando acercarse y consiguiéndolo lo suficiente para asustar a Toga, que se esconde detrás de Dabi con un chillido, aunque no ha dejado de sonreír en ningún momento, como si disfrutase de la situación.
—¿Frustración? ¿O problemas de control emocional? —Dabi parece un tanto indiferente, pero sus llamas son precisas y está atento a lo que hace.
—No me gusta —dice Toga, arrugando el ceño—. No quiero su sangre, mátalo, Dabi.
—¡Que te crees tú eso! —contesta Katsuki.
—Simplemente creo que sigues siendo el mismo crío maleducado que hace doce años hizo el ridículo tras ganar un festival deportivo de mierda —Dabi baja la voz y permite que Katsuki se acerque lo suficiente para oírlo. Este intenta ignorar sus palabras y encajar una explosión certera, pero Dabi la escamotea ágilmente—. Sigues siendo el mismo puto crío arrogante. No sé qué vio Shigaraki en ti, pero no nos serviste de nada en aquel momento y no nos sirves de nada ahora. Toga tiene razón en lo de matarte.
—¡Que te calles! —Sin pensarlo, se lanza hacia adelante con un rugido que le duele en la garganta.
—Ni siquiera has mejorado mucho la técnica a pesar de que la sociedad de héroes lo sacrificó todo para salvarte —sigue hablando Dabi, impertérrito, que lo ha obligado a desviarse levantando una nueva pared de fuego—. Te lanzas hacia adelante una y otra vez, como si pudieras arreglarlo todo con explosiones, subestimando a tu adversario, olvidando cubrir las espaldas de aquellos que te siguen y…
—¡Que te calles, joder! —Cabreado, Katsuki se impulsa hacia adelante con fuerza. Toga se retira hacia atrás con agilidad, poniendo varios metros de distancia, pero el héroe va a por Dabi. Este lo espera sin hacer nada. Katsuki extiende la mano y, al llegar a él, produce la explosión más potente que puede.
—Estaba a punto de deshacerse por sí mismo —explica otro Dabi, saliendo de las sombras, varios metros más atrás, cuando el que Katsuki ha atacado se derrite con un sonido desagradable, similar al del barro cayendo desde una gran altura—. Twice no es capaz de medir el Don que me permite mantener altas temperaturas sin quemarme, así que no puede reproducirlo.
Toga se sitúa al lado de este nuevo Dabi, que está flanqueado también por el enmascarado Twice. Katsuki sólo puede recordar de su experiencia durante el secuestro al que fue sometido que este está loco, como una cabra. Sabe que puede crear dobles de algunas personas, pero no parece un Don muy eficaz una vez descubierto el engaño. Si lo han conseguido mantener tanto tiempo, ha sido porque han estado más concentrados en esquivar que en atacar. Mientras se detiene a pensar un momento, al lado de Twice aparecen dos réplicas más, ambas del propio villano.
—Joder, voy a acabar con vosotros de una vez por todas —masculla Katsuki entre dientes, mirándolos más enfadado de lo que ha estado en mucho tiempo—. A tomar por culo la Comisión y sus estúpidos planes de mierda.
—Se te olvida que contamos con una ventaja —dice Toga, sonriendo con esa expresión desquiciada que está empezando a ponerle nervioso—. Eres un héroe. No puedes matarnos. Nosotros a ti sí. Y yo estoy deseando hacerlo.
—No estés tan segura de eso, imbécil —dice Katsuki, saltando de nuevo y abalanzándose sobre ellos. Las dos copias de Twice se interponen en su camino, pero Katsuki consigue deshacerlas rápidamente con un par de explosiones certeras. Sin embargo, antes de hacer nada más, se ve obligado a saltar a un lado para esquivar una aguja de Toga, que ha salido disparada desde a saber dónde y una llamarada de Dabi.
«Esos dos parecen ser los verdaderos», concluye para sí mismo cuando, sin darle tiempo a respirar siquiera, otras dos copias más de Twice le atacan. «No me van a dejar acercar siquiera. Puedo atacarlos a distancia, pero si quiero reducirlos de verdad tengo que utilizar mis explosiones más potentes».
—¡Pues como queráis! —brama, no obstante, destrozando las dos copias del villano enmascarado—. ¡Morid, escoria!
Dos, tres, seis, doce explosiones más tarde, está completamente rodeado de réplicas de Twice, que le atacan a la vez, sin piedad, montándose unos encima de otros en un castillo humano para alcanzarlo si intenta elevarse y deshaciéndose fácilmente, pero no a suficiente ritmo. Ni siquiera hay llamaradas de Dabi o más agujas de Toga, solo Twice, Twice por doquier. Su memoria lo ha traicionado, no recuerda esta capacidad del villano, ni siquiera en la información que la Comisión les ha proporcionado de sus Dones tras la década de encierro. No son dos, ni tres, hay por lo menos cinco o seis decenas que lo rodean, lo sujetan por los brazos, las piernas, lo tocan. Katsuki odia que lo toquen, pero odia más aún no tener movilidad para hacer lo que quiere.
Sus movimientos están generando tanto sudor que sus explosiones son muy potentes, y algunas de ellas están empezando a generarse antes de llegar a las granadas, en sus brazos, sus hombros y su espalda. Eso es peligroso para su piel y sus articulaciones, pero parece eficaz, pues algunas copias se derriten encima de él cuando estas les impactan. Gracias a ese inesperado respiro, Katsuki dirige el brazo hacia abajo, apuntando al suelo y forma una explosión tan potente que el asfalto se quiebra, inundándose de agua que se eleva con fuerza por la rotura de una tubería y destrozando de un golpe todas las copias de Twice que lo agobiaban con la onda expansiva.
—Eso ha sido un error, Dios de la Gran Explosión Asesina Dynamight —dice Dabi, sonriendo con petulancia—. Claro que no lo hueles, así que no puedes saberlo.
Dirige una llamarada azul brillante hacia él que hace que todo el aire, producto del gas que debe estar escapándose de alguna otra tubería rota, explote y entre en combustión. Katsuki sale disparado varios metros hacia atrás, pero antes de caer al suelo consigue estabilizarse en el aire gracias a la potencia de sus granadas y contraatacar al tiempo que piensa que el memo del fuego es gilipollas si no tiene en cuenta que, a más calor, más suda y, por tanto, más potencia tienen sus explosiones. Sin embargo, a pesar del fuego, de la explosión y de la rapidez con la que ha conseguido reaccionar, Katsuki vuelve a toparse con una muralla de réplicas de Twice, que ha tenido tiempo de recuperarse y volver a multiplicarse, cada vez más numerosa, clonándose a sí mismas una y otra vez.
—¡Joder! —exclama, frustrado y cabreado, mientras se abalanza sobre ellos con toda su fuerza, determinado a pelear hasta el final.
Sea este el que sea.
.
El villano mueve la espada de un lado a otro, amenazante, con una mueca de crueldad dibujada en el rostro. Es evidente que está disfrutando con el terror que inspira en Katsuma e Izuku. Tratando de reprimir el temblor de sus piernas, Izuku se coloca delante de Katsuma, de nuevo protegiéndolo con su cuerpo y, apretando la mandíbula con fuerza, mira retador al villano, que ladea la cabeza con curiosidad.
—Espera… —La voz le sale estrangulada, pero no le importa. Carraspea y vuelve a intentarlo—. Deja al niño aparte. Por favor —añade, con cierta esperanza al verlo dudar. O quizá se lo esté imaginando y ese brillo de sus ojos no sea duda sino burla. «Spinner», dice para sí mismo, recordando por fin el nombre del villano, cuya imagen ha visto en la televisión con el nombre sobreimpreso cada vez que el informativo hablaba sobre la fuga de la prisión de Gunkanjima. «Don: ser un lagarto; por eso podía estar sentado tranquilamente en una pared».
—No tengo ningún interés en matarlo. —Spinner asiente con la cabeza, una sola vez, secamente. Aliviado, Izuku suspira—. Pero no puedo dejarlo escapar. Tendrás que defenderlo tú, héroe, si quieres que viva. Demuestra que eres un héroe de verdad y el niño vivirá. Si muere, será porque no eres un héroe capaz de defender a nadie. Imagínate la cantidad de gente que se pondría de nuestra parte al saber que no has sido capaz de defender a alguien como él. —Izuku abre la boca, airado, pero en lugar de protestar frunce el ceño y, pensando rápidamente, se incorpora y arrodilla delante de Katsuma, ayudándolo a levantarse y sacudiéndole el polvo de la camiseta.
—Deku… —implora el niño, aterrorizado.
—Eh… eh… tranquilo, Katsuma… Todo va a ir bien —dice Izuku, intentando tranquilizarlo. Trata de imprimir a su voz más confianza de la que siente, pero parece que funciona, porque el niño deja de hipar.
Parpadea para evitar las lágrimas que le inundan los ojos, similares a las que corren por las mejillas del niño, que se resiste a limpiar para no hacerle heridas con los guantes. Sin embargo, duda sobre qué decirle. En un lapso breve de tiempo ya se han topado con un nomu y un villano, recomendarle que simplemente corra en cualquier dirección no parece algo que pueda ponerle a salvo. Tampoco es una opción enviarlo hacia el incendio de la agencia Dynamight, pues el hecho de que Katsuki no esté peleando ya contra el nomu significa que probablemente ha encontrado problemas allí.
Tiene que ganar una posibilidad para Katsuma.
—Escúchame atentamente, Katsuma. Vamos… —Izuku duda sobre cómo plantearlo. Katsuma es un niño pequeño, pero parece despierto. Y, sobre todo, quiere darle una oportunidad de sobrevivir. El villano los observa con curiosidad, sin intervenir, pero Izuku tampoco quiere apartar su atención completamente de él, por si ataca por sorpresa—. Vamos a jugar al escondite, ¿de acuerdo? Tienes que esconderte lo mejor que puedas. Busca un sitio donde nadie pueda verte y quédate allí hasta que me oigas llamarte por tu nombre. ¿Lo has entendido?
—Pero… ¿y si no…?
—¿Si no vuelvo? —completa Izuku la pregunta. Katsuma asiente, asustado—. Todavía tienes mi bolsa, ¿recuerdas? —Izuku señala la bolsa de tela donde guarda sus herramientas, todavía en la espalda de Katsuma—. Necesito que la guardes y la cuides un poco de tiempo más por mí. Te prometo que volveré por ella, lo que hay dentro es muy importante para mí. Es un regalo de mi mamá y quiero conservarlo por mucho tiempo, pero para eso tengo que impedir que se pierda. ¿Puedes hacer eso por mí, guardarla un rato más? Será como ser… —Izuku piensa rápidamente, pero el brillo de los ojos de Katsuma no deja lugar a dudas sobre su anhelo, uno que le resulta más que familiar—. Serás un héroe para mí si lo haces.
—Siempre he querido ser un héroe, pero mi Don… —Izuku sonríe, contento por haber acertado.
—Cualquier Don es válido, recuérdalo. No es el Don que tienes, sino para qué lo usas. Es un regalo que nos han dado. —El pecho de Izuku apenas duele al decir esas palabras, sobre todo porque los ojos de Katsuma, a pesar de las lágrimas, siguen iluminados de admiración—. Entonces, ¿vas a esconderte como te he pedido?
—¡Sí! —Katsuma asiente, limpiándose las mejillas de lágrimas con el dorso de la mano, pero por fin parece lo suficientemente tranquilo como para poder seguir las instrucciones.
—Venga, ve. No salgas hasta que yo no te llame.
—Conmovedor —murmura Spinner, entrecerrando los ojos y observándolos a ambos con mucha atención.
El niño sale corriendo. Izuku se levanta lentamente, ajustándose los guantes lo más que puede y respirando hondo. Spinner ha contemplado toda la acción atentamente y, a pesar de su rostro escamoso, Izuku entrevé una expresión extraña en ellos. Con la espada al hombro, Spinner suspira y se acerca un par de pasos. Izuku reprime la tentación de retroceder para mantener la distancia, se afirma sobre los pies tal y como Katsuki le ha enseñado en sus sesiones de entrenamiento y práctica de lucha y alza las manos y cierra los puños en actitud hostil.
—¿Deku? —pregunta Spinner, sin aparente prisa por atacar. Izuku asiente, preguntándose de qué va el villano, tomándoselo con tanta calma—. Un nombre de héroe… curioso… Normalmente escogen nombres mucho más… épicos. Tú eres muy joven para sonarme. Demasiados años encerrado, ¿sabes? Y yo no soy tan amigo de las noticias como otros de mis compañeros. Pero no me importa.
Spinner se acerca un poco más. Izuku flexiona los dedos varias veces, activando el mecanismo que acumula aire para lanzarlo. Está intentando calcular cuál es el mejor momento para utilizarlo, pero no está seguro. No es lo mismo hacerlo en el entrenamiento, con calma, que decidir en medio de la situación. La adrenalina le corre como un torrente por las venas, siente presión en los oídos y las sienes, todo su cuerpo está a punto de saltar como un resorte y sólo reza porque no sea en el momento menos adecuado. No por él. Por Katsuma y que tenga tiempo de esconderse lo suficientemente bien como para que otros héroes lleguen antes de que Spinner lo encuentre.
—Lo cierto es que no pareces un héroe con esas pintas —continúa hablando Spinner, aparentemente indiferente y relajado—. Salvo que ya admitan como héroe a cualquiera. Stain ya lo decía hace una década. ¿Sabes quién era Stain? No, eres demasiado joven, eras muy pequeño. El caso es… llamar al chico por su nombre, eso es lo que le has dicho, ¿no? ¿Cómo se llamaba? ¿Katsu… Katsume? ¿Katsuma?
—No te atrevas —masculla Izuku, apretando la mandíbula con tanta fuerza que siente el músculo de la sien a punto de atravesarle la piel. La voz del villano es mucho más grave que la suya y suena diferente, pero sabe las malas jugadas que el miedo o la ansiedad pueden jugar si Katsuma oye que alguien lo llama.
—En realidad, no tengo nada en contra de los críos. Al menos yo. Son igualmente víctimas de un sistema podrido que hay que destruir hasta sus cimientos para establecer un nuevo orden más justo —explica Spinner, condescendiente—. Yo sólo quiero llevar la voluntad de Stain a cabo y liberar al mundo de ese niño de los héroes. Y para eso parece que voy a tener que acabar contigo.
«Sabe su nombre». La amenaza velada lo ha puesto frenético; en este momento está dispuesto a cualquier cosa con tal de borrar la expresión satisfecha del rostro de Spinner a puñetazos y derrotarlo para asegurarse de que no sólo no puede hacerle nada a Katsuma, sino que ni siquiera va a tener la ocasión de intentarlo. «No seré yo quien les dé alas a los argumentos de la Liga de Villanos», piensa con determinación.
—Te salvaré, Katsuma —murmura entre dientes, respirando profundamente para mantener el control sobre su cuerpo y asegurarse de que ni los brazos ni las piernas le tiemblen.
—Enternecedor… —se burla Spinner, que ha seguido acercándose lentamente—. Vamos allá, entonces, Deku…
Está apenas a un par de metros. Súbitamente, Izuku levanta el brazo derecho, apunta con rapidez y dispara hacia la cara de Spinner, pero falla. Sorprendido, este se calla y, por primera vez, se pone serio. Su rostro adquiere un gesto de concentración y alza la enorme espada con facilidad, blandiéndola hacia él con más agilidad de la que cabría esperar. Izuku no tiene opción a disparar la segunda bala del brazo izquierdo, demasiado ocupado en esquivar los veloces ataques del villano.
Algo que consigue sin apenas pensar.
Sorprendido, Izuku se da cuenta de que su cuerpo, acostumbrado a la altísima velocidad de reacción de Katsuki en los entrenamientos, así como a intentar predecir sus caóticos movimientos, reacciona automáticamente. No es el único. Estupefacto, el villano lo mira con el ceño fruncido. Lo ha subestimado y ahora lo estudia con más atención, planificando sus siguientes ataques. Gracias a ello, consigue calcular certeramente y encajar el disparo de aire comprimido del guante izquierdo entre los ojos de Spinner, que está lo suficientemente cerca como para acusar el golpe.
—¡Joder! —gruñe, cabreado, frotándose el lugar del impacto con la mano libre.
Izuku, sin dar tiempo a que el villano pueda pensar o reaccionar, ataca con una de las patadas que Katsuki le ha enseñado y la conecta con un puñetazo cargado con toda la fuerza que el mecanismo de los guantes le permite. Con satisfacción, escucha el crujido que produce la mandíbula de Spinner al contacto con el puñetazo. El villano retrocede dos pasos, aturdido, e Izuku se abalanza sobre él, intentando impedir que piense lo suficiente para contraatacar con la espada.
—¡Detroit Smash! —grita Izuku al tiempo que engancha uno, dos, tres puñetazos más, tirando a Spinner al suelo y obligándolo a soltar la espada, que tintinea contra el asfalto. Golpea varias veces más, sin prestar mucha atención a dónde lo hace, intentando alcanzarlo en la cara, el pecho, el estómago… donde puede y llega, hasta que el villano consigue quitárselo de encima y lanzarlo hacia atrás pateándolo con ambos pies en el estómago.
—¿Detroit Smash? ¿Quién coño te crees que eres? ¿El puto All Might? —pregunta Spinner mientras se incorpora, jadeando con dificultad, con un hilo de sangre deslizándosele por los orificios nasales.
Tirado en el suelo, Izuku gime de dolor. La doble patada de Spinner en el abdomen duele mucho, lo suficiente para cortarle la respiración durante varios segundos en el momento del impacto. Sin embargo, motivado por el aspecto magullado del villano, hace un esfuerzo enorme por levantarse, procurando que las piernas no le tiemblen y carga los guantes de aire en cuanto puede, preparándose para el contrataque de Spinner, que está ocupado recogiendo la espada del suelo. Esta vez, sin embargo, no la hace oscilar con arrogancia. Los filos apuntan al suelo y está más alerta que unos minutos antes. Izuku duda que pueda volver a entrar cuerpo a cuerpo, así que parpadea para despejar las pequeñas luces engañosas que sus ojos producen por la tensión y el dolor y así enfocar la vista mejor y conseguir mejor puntería con los golpes de aire.
—¿Te gustaba All Might? —pregunta Spinner una vez más. Izuku sacude la cabeza en un gesto ambiguo, pero no contesta, poco dispuesto a bajar la guardia—. Él era el único que valía la pena de todos vosotros, escoria. Con All Might murió el símbolo que sostenía este sistema de héroes corrupto que ahora nosotros vamos a limpiar desde dentro, chaval. Los héroes fingís proteger la sociedad, creando un despreciable sistema que ignora a quien no puede salvar, escondiendo sus fallos. Y como resultado, os habéis podrido.
»Sois gusanos que surgisteis poco a poco, uno a la vez. Basuras humanas, un grupo de hipócritas. Todo lo que construisteis niega la existencia de parte de la sociedad. —Izuku aprieta los labios, acusando el golpe de las palabras de Spinner. La charla del villano le ha permitido recuperar el aliento y que el dolor de su abdomen disminuya hasta desaparecer, por eso lo ha dejado hablar, pero ahora su mensaje es dolorosamente familiar—. La de los que nuestro Don no es útil, los marginados porque su Don es peligroso, o sencillamente feo. Se acabó. Se terminó la supremacía de aquellos que tenéis un Don útil y lo utilizáis para impartir justicia, subyugando a aquellos que hemos sido menos afortunado. Por eso destruimos, por eso buscamos el poder.
—¿No estás acaso tú pretendiendo hacer lo mismo? —Izuku contesta automáticamente.
—Sí, pero mi justicia se parece más a la real. Pretendo que todo el mundo pueda utilizar su Don como desee, sin convertirlo en un sistema mercenario al servicio de unos políticos alejados del pueblo. ¿No es simple? Todo estará bien Por eso... ¡somos Héroes y Villanos!
—Te olvidas de los que no tienen Don —masculla Izuku. Sin previo aviso, lanza una de las balas de aire, pero Spinner ya está prevenido acerca de ese truco y la esquiva con facilidad. Flexionando los dedos, Izuku activa de nuevo el sistema para comprimir la siguiente carga.
—Hay gente que no quiere su Don. Gente que no tiene Don. Sólo necesitan alguien que coja ambas necesidades y las una. Nosotros ofrecemos esa oportunidad, al contrario que esa Comisión de Héroes que sólo busca talentos que reclutar mientras ignora al resto —explica Spinner, encogiéndose de hombros.
—¿All for One? —Izuku recuerda al villano, en las imágenes tras el desastre de Kamino, y siente asco. Él nunca ha tenido un Don, pero lo que Spinner le está exponiendo se parece mucho al comercio que un par de frases antes estaba denostando. Intentando señalar la obvia contradicción, con la esperanza de que las ganas de charlar de Spinner le permitan ganar tiempo y establecer un plan de acción ahora que las balas de aire se han demostrado inservibles, añade—: Lo que dices suena horrible. La gente está bien siendo como es, con su Don o sin él. No es necesario traficar con Dones, eso no trae la paz ni la felicidad. —Sus palabras suenan convincentes. Le ha costado entenderlo, pero lo ha hecho mientras escuchaba al villano: no querría un Don jamás al precio que este ofrece. Querría haber nacido con él, pero sobre todo querría haber tenido las mismas oportunidades que el resto sin tenerlo. No es el Don. Es ser tratado con igualdad.
—Matices… —niega Spinner, sonriendo ferozmente—. No tienes un Don muy fuerte para ser un héroe profesional, Deku. Ni siquiera para ser un alumno en prácticas. All for One podría solucionar eso.
—¿Un Don fuerte para ser un héroe en una sociedad sin héroes? —pregunta Izuku, sarcástico, que ya tiene un plan, pero necesita que Spinner siga hablando un poco más.
—Sin héroes no, quizá. Pero sí sin héroes profesionales que se dediquen a desvirtuar sus Dones por dinero. Eso no son héroes, son mercenarios.
Izuku vuelve a atacar sin previo aviso, tomando la iniciativa una vez más. Spinner intenta esquivar la bala de aire, pero Izuku ya contaba con el movimiento, similar al anterior, y lo ha previsto, disparando ambas balas de aire al mismo tiempo en las dos posibles direcciones en las que Spinner podía intentar escamotearse. Una de ellas le acierta en la cara, tan cerca que es tan eficaz como uno de sus puñetazos. Corriendo hacia él para salvar los últimos dos metros de distancia que los separan, Izuku salta, concentrando toda su fuerza en el puño derecho.
—¡Detroit smash! —ruge.
El impacto vuelve a hacer crujir la mandíbula de Spinner que, no obstante, reacciona de nuevo con rapidez, golpeándole con fuerza con la mano izquierda. Intercambian varios puñetazos más mientras Izuku esquiva la espada de Spinner utilizando el imán que implantó en el guante derecho para ejercer fuerza contra ella, aunque pronto se da cuenta de que está en desventaja en la pelea. Consigue impactar algunos golpes más, pero es el villano quien tiene la ventaja. Con la mano derecha, gracias al imán, que ahora agradece haber incluido, puede mantener la espada lejos de sí y evitar que lo atraviese de parte a parte, pero la mano izquierda no es suficiente para contener los golpes de la otra mano de Spinner y, al mismo tiempo, tratar de golpearlo.
—Mi Don es el de ser como un lagarto —susurra Spinner cuando, tras un par de minutos de pelea, consigue levantar a Izuku en el aire y arrojarlo hacia atrás, quitándoselo como un molesto mosquito—. Pero All for One me ha dado un Don de un tipo con superfuerza que no la quería. No es comparable a la del All Might que tanto te gusta, pero desde luego sí muy superior a la tuya, como habrás visto.
—¿Dos Dones? —pregunta Izuku, aterrorizado por la idea. Ya eran peligrosos con un Don. Con dos…
—All for One tiene muchos en su interior, dispuesto a compartirlos con toda la sociedad, para que no haya necesidad de héroes que se lucren con los suyos.
Izuku está de espaldas en el suelo, intentando incorporarse, con el cuerpo dolorido y machacado, mucho más que con las peleas de entrenamiento con Katsuki. Ahora comprende que el héroe se estaba moderando y no peleaba al cien por cien de su capacidad. «El objetivo era fortalecerme, no machacarme», comprende Izuku. Pero ya no va a servir de nada.
No le da tiempo a pensar en nada más, ni tampoco a elaborar un plan. Spinner se acerca con rapidez, espada en alto. Izuku intenta levantarse, pero no hay margen suficiente, apenas está de rodillas cuando el ataque de Spinner, desde arriba, cae sobre él. Apoyado sobre el guante derecho para levantarse, el que tiene el imán que tan útil le ha sido en la pelea, Izuku se cubre la cara instintivamente con el brazo izquierdo y aprieta los dientes, pero el dolor del impacto sobre la parte inferior del codo, justo por encima de la sección que el guante no cubre, es mucho mayor que el esperado y lo obliga a aullar con desesperación hasta casi perder el sentido.
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Hitoshi no sabe bien por qué está ahí. Tras conseguir salir de la galería, resistiendo la tentación de mirar hacia atrás para ver al villano paralizado en lugar de seguir a la gente que huye en dirección a las afueras de la ciudad, ha corrido en dirección contraria, hacia donde cree que ha visto a ese monstruoso nomu saltar desde lo alto de un edificio.
En realidad, sí lo sabe. «Yo también quería ser un héroe». Si el nomu ha dejado de atacar la calle que él ha ayudado a despejar de gente, es porque ha encontrado un nuevo objetivo. No tendría la conciencia tranquila si se limitase a huir después de haberse demostrado a sí mismo, y al incauto villano, que su Don sí puede ser utilizado para algo positivo y bueno. «No hay héroes profesionales, pero yo también puedo ser un héroe para los demás», ha pensado de nuevo mientras se detiene a recuperar el aliento.
Sin embargo, ahora, oculto tras la esquina donde ha visto al nomu recibir instrucciones del villano que capturaron muchos años antes en Kamino y que acto seguido ha desaparecido en una nube negra de aspecto vaporoso, no está muy seguro. El nomu habla, ha podido oírlo desde donde está, aunque no haya entendido sus palabras. Está casi seguro de que puede contestar sus preguntas, pero su Don sólo puede controlar a una persona a la vez. Y ni siquiera está seguro de que esa bestia pueda ser considerada una persona. Además, si consigue que el nomu conteste a una de sus preguntas se habrá hecho con su control, pero el villano que está paralizado en la galería quedará libre de movimiento y no sabe cuál de las dos opciones es peor.
El nomu arremete contra uno de los edificios, que se estremece y tiembla bajo su fuerza. La zona parece despejada y no se ve a nadie en las cercanías, ni siquiera los dos villanos que estaban con el nomu y que Hitoshi no sabe dónde han ido. Sí se oyen gritos en la lejanía: el caos de la gente que corre, alejándose cada vez más, explosiones y rocas desplomándose y el grito aislado de algunas personas que piden auxilio desde algún lugar que no es capaz de determinar. Hitoshi no es el único que oye esto último: el grito de una mujer, que chilla más cercano al resto, hace que el nomu levante la cabeza y otee a su alrededor, olisqueando el aire como un perro de caza. Es mucho más hábil que Hitoshi, porque enseguida determina cuál es el origen del grito y camina en su dirección.
—¡Tú! ¡Eh, tú! ¡Aquí! —En el último momento, antes de que el nomu abandone la calle en la que está, Hitoshi ha salido de su escondite y se ha plantado en mitad del asfalto, haciendo aspavientos. El nomu se vuelve hacia él con una expresión de leve perplejidad en los ojos desorbitados. Haciendo de tripas corazón, Hitoshi traga saliva y sigue ahí plantado—. ¿Sabes que eres feísimo?
Ni siquiera se imagina cómo puede alguien vencer a semejante bestia. Las imágenes de Endeavour, Hawks o All Might peleando con uno de ellos y saliendo prácticamente sin vida son algunos de sus recuerdos más vívidos de la infancia, esos en los que podría decir exactamente dónde estaba cuando ocurrieron. Cada generación tiene los suyos y los de Hitoshi están relacionados con los nomu, la Liga de Villanos y la caída de All Might. Sabe perfectamente dónde estaba cuando vio un nomu por primera vez en las noticias: en el parque, jugando con unos pocos compañeros del colegio. Entre patada y patada al balón, uno de los chicos de otra clase, uno con el que Hitoshi no se llevaba bien porque decía que él sería algún día un villano como los de la televisión, los avisó a gritos. Acabaron con las narices pegadas a la cristalera de una tienda de electrodomésticos, viendo la noticia en diferentes informativos simultáneamente. Tiene las imágenes del helicóptero, que retransmitió la pelea en directo, grabadas en la mente.
Como sus compañeros, Hitoshi había celebrado cuando el nomu fue derrotado y convenientemente encerrado. Recuerda vagamente que alguno ni siquiera llegó a sobrevivir a los enfrentamientos con los héroes, pero no está seguro de que sea un recuerdo real. Lo que sí que es incapaz de visualizar es cómo fueron derrotados exactamente. Siempre ha asumido que eran héroes con mejores Dones, entrenamientos y habilidades que él.
—¿Vas a venir o qué? —El nomu lo mira con sus grandes ojos, calculador. El rictus le hace parecer, por un instante, más inteligente que unos minutos antes. Los gritos de auxilio vuelven a oírse en la calle. Hitoshi se mantiene firme.
—Sí… —contesta finalmente el nomu, decidiéndose. Sin prisa, se dirige hacia Hitoshi. A pesar de lo grande que es, sus movimientos no son pesados en absoluto.
Hitoshi siente en su mente el cabo de cuerda metafórico que, si lo aprovecha, le permitirá hacerse con la mente del nomu. Nunca ha probado a mantenerlo ahí, en vilo, sin terminar de asirlo, para saber cuánto tiempo tras la respuesta a su pregunta puede aprovechar para controlar mentalmente a la otra persona. Sabe que puede hacerlo, pero nunca ha prestado atención a la cantidad de tiempo exacta de la que dispone.
«Habrá que averiguarlo», suspira resignado, dando media vuelta y echando a correr en dirección contraria a los gritos de auxilio.
El nomu se abalanza sobre él, pero Hitoshi ha vivido varios años en la zona y conoce algunos de los entresijos que le permiten meterse por callejones para atajar entre diferentes calles y obligar al nomu a seguir persiguiéndolo. Como ha supuesto, el monstruo prefiere perseguir una presa que puede ver antes que una que sólo puede oír. Sobre todo porque si Hitoshi tropieza o se descuida un solo segundo, le será más fácil atraparlo que quitar un caramelo a un niño pequeño.
«Te sorprendería saber lo difícil que es quitarle un caramelo a un niño que no lo quiere soltar», piensa Hitoshi irónicamente, demasiado cansado para poder decirlo en voz alta y provocarle.
Intenta concentrarse y mantener el cabo que le permitirá hacerse con el control de la mente del nomu, pero no lo utiliza. No piensa hacerlo hasta que no sea absolutamente necesario, porque así estará impidiendo también que el otro villano, cuyo control aún nota en segundo plano ya que nadie lo ha golpeado con fuerza para sacarle de la hipnosis, actúe.
«Dos villanos, Hitoshi», se felicita a sí mismo, con el pecho a punto de estallarle de la presión que le provoca respirar. «Estás manteniendo a dos villanos a raya».
—¡Chaval! ¡Aquí! —A la derecha de Hitoshi, al fondo de la calle, aparece un héroe. Inmediatamente, Hitoshi reconoce a Best Jeanist.
«¡Héroes profesionales!», piensa aliviado. «¡Han llegado!».
Mirar en dirección a Best Jeanist y pararse durante una décima de segundo a cambiar de dirección y correr hacia él ha sido un error que el nomu sabe aprovechar bien. Afortunadamente, una fibra de Best Jeanist, lanzada desde donde está este, lo sujeta a tiempo y lo arrastra unos metros, sacándolo del alcance del puño del nomu, que hace vibrar el asfalto con fuerza. Hitoshi reacciona con rapidez, pero por la sorpresa, ha soltado el cabo metafórico de la voluntad del nomu que mantenía y ya no puede controlar la mente de la criatura si lo desea, así que se da media vuelta en el suelo, levantándose velozmente, mientras grita al nomu, ignorando las órdenes disgustadas de Best Jeanist.
—¿Es que no te vas a rendir, engendro?
—No —contesta el nomu con voz átona, volviendo a golpear en su dirección.
Aliviado de haber recuperado esa parte del control, Hitoshi corre de nuevo hacia Best Jeanist, que se acerca a él deprisa también. Con la sensación de poder sujetar la mente del nomu, se siente mucho más seguro de lo que está haciendo. Al llegar a su altura, el traje del héroe profesional empieza a dividirse en multitud de fibras finas como hilos de araña, pero tan resistentes como barras de acero, dirigiéndose directamente hacia el nomu. Hitoshi se ve obligado a esquivar otro golpe, intentando atraparlo, pero Best Jeanist tarda apenas unos segundos más en atar con fuerza tantas partes del cuerpo del nomu que este apenas puede moverse, atrapado como un animal furioso bajo la red de un cazador.
—¿En qué estabas pensando, chico? —le pregunta Best Jeanist, cabreado.
—Puedo… —Hitoshi apenas puede hablar entre jadeos, con el pecho estallándole de dolor por todo lo que ha corrido. Se inclina hacia adelante, apretándose el lado derecho de las costillas, que le duele con un pinchazo agudo ahora que se ha detenido—. Controlar… Puedo controlar su mente y hacer que me obedezca. Si me contesta una pregunta.
—Hazlo entonces. —Hitoshi niega con la cabeza—. ¿Por qué?
—El villano… no recuerdo su nombre. El que deshace las cosas con las manos. —Hitoshi señala vagamente en la dirección en la que está, concentrándose unos segundos para sentir el enlace mental que todavía lo une a él, manteniéndolo inmóvil tal y como le ha ordenado—. Sólo uno a la vez…
—¿Estás controlando mentalmente a Shigaraki? —Hitoshi asiente, haciendo una mueca de dolor por el flato—. ¿Puedes darle órdenes desde aquí?
—No. No me oye.
—¿Puede deshacerse de tu control?
—No si no lo golpean o no lo suelto. Quizá haya un límite de tiempo, nunca lo he averiguado. No tuve… —«muchas oportunidades de usar mi Don», completa mentalmente, pero Best Jeanist parece entender, porque asiente comprensivamente—. Donde está, es poco probable que alguien lo golpee accidentalmente o que sus compañeros lo encuentren pronto. —Con una explicación somera, intenta explicar a Best Jeanist la ubicación de Shigaraki. Best Jeanist asiente e Hitoshi se pregunta si él también conoce la zona o sólo está siendo pragmático.
—Un Don asombroso.
—No lo suficiente para entrar en la U.A. —responde Hitoshi, sin poder evitar el resentimiento en el tono de la voz.
—Comprendo —asiente Best Jeanist, una vez más—. A veces… No, a veces no. Simplemente el sistema no es perfecto. En absoluto. Y está lleno de prejuicios hacia Dones como el tuyo.
—Puede jurarlo, señor.
—En cualquier caso, buen trabajo, chaval. —El pecho de Hitoshi se infla de orgullo ante el elogio, pero intenta aparentar impasibilidad.
Unas explosiones suenan por toda la calle, seguidas por una llamarada azul que inunda el cielo. El héroe Dynamight sobrevuela una especie de montaña formada por numerosas figuras de aspecto humano mientras dispara con sus granadas. Hitoshi intercambia una mirada impresionada con Best Jeanist, que niega con la cabeza, adivinando el pensamiento de Hitoshi.
—Aprovecha y sal lejos de aquí. Los héroes nos encargaremos de todo —le ordena Best Jeanist, soltando más fibras para sujetar al nomu con más fuerza y seguridad.
—No veo que se hayan encargado de mucho hasta ahora —dice Hitoshi descaradamente, poniendo de nuevo en la voz todo el resentimiento por haberse visto abandonado por los héroes en un momento tan desastroso. Al recordar el elogio del héroe, intenta suavizarlo—. Puedo ayudar.
—Pero ya estamos aquí.
Por un momento, la famosa frase de All Might flota entre los dos. Hitoshi niega con la cabeza y vuelve a mirar hacia el lugar donde Dynamight pelea y luego al nomu, preguntándose cómo de control tienen realmente sobre la situación.
—Puedo ayudar —insiste Hitoshi.
—¿Cómo te llamas?
—Hitoshi Shinsou, señor.
—Está bien. Escucha, ve hacia allí —le indica Best Jeanist—. No te pongas en riesgo, pero en algún momento aparecerán más héroes o Dynamight los derrotará. Intentaré contener al nomu hasta que eso ocurra. Guíalo hasta mí cuando haya terminado con los villanos, porque yo puedo contenerlo, pero no derrotarlo. Y no pierdas el control sobre Shigaraki hasta que hayamos podido apresarlo.
—¡De acuerdo!
Satisfecho con el curso de los acontecimientos y relegando al fondo de su mente el cansancio que siente, Hitoshi obedece y corre hacia la zona donde Dynamight pelea con todas sus fuerzas, sin mirar hacia atrás, confiando en que Best Jeanist sepa lo que hace.
En otros asuntos no relacionados con este capítulo: Como seguramente algunes recordáis, el fic está escrito y tiene un total de 56 capítulos que voy corrigiendo y reescribiendo antes de publicarlos. Esto quiere decir que las 350k palabras iniciales ya se están acercando a las 400k (cada capítulo crece entre 1000 y 1500 palabras en la corrección, porque cuando escribo borradores me salto muchas cosas o las dejo en una nota para desarrollarlas despuès, adecuándolas al contexto. Además, había que adaptar los capítulos iniciales a lo que acabaron siendo los finales, coordinándolos y concordándolos). Actualmente, me encuentro inmerso en la corrección del capítulo 31 (por eso esta semana no ha habido kinktober, estuve corrigiendo el 29 y 30, aunque también escribí el noveno Drarry, que saldrá el sábado o el domingo). Por azares de una circunstancia del capítulo 30, tuve que ir al 40 a retocar a anotar una cosa... y acabé escribiendo tres escenas más que, hasta ese momento, habían sido dos párrafos. Y desarrollando una escena de página y media en ocho. El final del capítulo 40 ha pasado, por tanto, a ser el final del capítulo 41 y el antiguo capítulo 41 ahora es el 42.
En resumen: El fic pasará a contar de 57 capítulos, en lugar de 56, y el capítulo 41, que contenía una breve escena de transición, ahora es un capítulo entero de transición. No creo que esto sea algo que ocurra de nuevo, porque los capítulos finales están más concretados que los iniciales (donde hubo 17 capítulos que acabaron reorganizándose en 20 para hacer hueco a Hitoshi), así que me parecía relevante señalarlo. ¿Cómo afectará al calendario de publicación? No lo sé todavía, pero seguramente en algún momento le dé una alegría a Amy y haga una publicación doble, si tengo suficiente avanzado como para que no me pille el toro y me impida seguir escribiendo otras cosas, jajaja.
