Capítulo 2

Aquella mañana despertó pasadas unas horas del amanecer. Era evidente que iba a ser así, pues se había acostado agotada por el cansancio.

Soñolienta, se levantó de su cama para dirigirse, casi como una autómata, hacia el cuarto de baño.

En él había ya preparada una tina con agua tibia, en el perfecto punto entre calidez y frescura.

Lúthien sonrió para sí misma. Seguramente Elrond lo había mandado hacer, pues sabía que para ella había sido un arduo viaje el que había hecho para llegar a Rivendel.

Deshaciéndose del camisón que se había puesto la noche anterior y quitándose también la ropa interior, se acercó a la tina para asearse.

Subió por un peldaño que habían puesto al lado y se metió poco a poco en el agua. Todo su cuerpo se estremeció ante el contacto de ésta, y se abandonó a la fantástica sensación de pureza que generaba.

Relajada por la caricia del agua en su piel, se perdió unos instantes en sus pensamientos, no pudiendo evitar dirigirlos una y otra vez hacia Glorfindel.

Una manada de intensos y confusos sentimientos se agolparon en su mente e hicieron que su corazón se sobresaltase.

Deseó mil veces poder abrazarlo y sentirlo entre sus brazos para no soltarlo jamás.

Todo aquello que sentía le hacía notar la evidencia de que ellos ya se habían conocido antes. Era como si, de repente, se hubiese percatado de que ya conocía aquella mirada. De que ya había escuchado su hermosa voz dirigiéndole bellas palabras.

En algún lugar...hacía ya mucho tiempo.

Lo sabía. Simplemente sabía que aquello era cierto. Así se lo dictaban su alma y su corazón.

Por primera vez desde que lo conoció, se preguntó si él sentiría lo mismo. Sorprendida por un doloroso sentimiento, por la posibilidad de que no fuese así, se hundió totalmente en el agua, mojando también su cabello.

No podía soportar esa idea. El corazón se le retorcía como en una invisible y dolorosa tortura tan sólo pensándolo.

Acongojada, se preguntó una y otra vez si alguna vez tendría la oportunidad de confesarle lo que sentía, de si podría estar con él.

Pero...¿ y si no fuese así? ¿Y si nunca pudiese estar con él, ni una sola vez?

De repente, y casi sin darse cuenta, los ojos se le llenaron de lágrimas. Sólo se dio cuenta de ello cuando un sollozo sorprendió su garganta y escapó sin poder contenerlo.

¿Lloraba? ¿Estaba llorando? Si tan sólo lo conocía de un día... Se preguntó si era posible aquello. Amar a alguien con quien tan sólo has hablado una vez...

Pero su corazón no le podía estar mintiendo, la cálida sensación que sentía tan sólo imaginando sus ojos era la evidencia de sus sentimientos.

Se moría por entregarle sus labios y por sentir su suave aliento acariciándole el cuello en un abrazo que entrelazase sus almas y sus manos.

Abrumada por toda aquella avalancha de emociones, se alzó del agua, y, cogiendo una jarra que habían puesto al lado, se echó el agua que contenía encima. El agua estaba ligeramente fría, y aquello acabó de despertar sus sentidos.

Salió de la tina y tomó una toalla, con la que cubrió su cuerpo desnudo. Secándose un tanto distraída, salió del cuarto de baño para sacar del armario uno de los vestidos que le habían regalado.

No le dio muchas vueltas al tener que escoger, pues lo hizo al azar.

Cuando ya se lo hubo puesto, se acercó al tocador que había enfrente de su cama y tomó un peine para arreglarse el pelo. Se pasó el peine poco a poco por el pelo, alisándolo a su paso. Después se lo recogió en una trenza y se dispuso a salir del cuarto.

Aquella vez sí sabría por dónde ir. Lúthien sonrió divertida al recordar cómo la noche anterior había necesitado la ayuda de Glorfindel.

Aquel elfo...

Sacudió su nombre de su mente, sorprendiéndose a sí misma al verse tan obsesionada con el elfo.

Mientras pensaba en todo aquello, salió del cuarto y se dirigió rápidamente donde Elrond y sus hijos (primos suyos aunque por herencia, pues en realidad eran primos de un antepasado suyo) la esperaban para desayunar.

O eso creía ella, porque allí tan sólo encontró a Arwen, que la esperaba pacientemente.

-Por fin llegas...-, dijo ella amablemente.

Lúthien, sorprendida, se acercó y sentó a su lado.

-Mi padre está en su despacho, luego quiere que vayas a hablar con él.-, aclaró la elfa.

¡Claro! ¿Cómo había podido olvidarlo? Ella no estaba allí por placer (aunque le agradaba estar allí) sino por una importante misión encomendada por su tutora Galadriel.

La chica, asintiendo, se apresuró a desayunar. La misión no podía esperar más. Cuando acabó, salió de allí rápidamente, despidiéndose casi de reojo de Arwen.

Preguntando a los elfos que se encontraba por el camino consiguió llegar al despacho donde ya la esperaba Elrond. Por fin podría empezar aquella misión por la que había sido separada de sus padres.

Tocó a la puerta, y al escuchar una voz desde dentro invitándola a pasar, abrió la puerta y entró despacio, sabiendo la seriedad del asunto que allí la llevaba.

Al entrar, pudo ver cómo de grande era el despacho del Señor de Rivendel. Estaba sutilmente decorado, tenía un tono serio, el lugar. Debía tenerlo para los asuntos que solían tratarse allí dentro.

Elrond estaba erguido ante su escritorio, con porte elegante y seguro. Al verla entrar, la hizo sentarse, con un ademán, en la silla que había delante suyo.

Lúthien obedeció y se sentó delante de él, esperando a que Elrond se sentara y empezaran hablar sobre el tema que la había llevado allí.

Suspirando cansado, ( cosa que sorprendió a Lúthien ), comenzó a hablar:

- No sé por dónde empezar...- dijo sentándose.- La verdad es que pensaba dejarte descansar algo más antes de comenzar con esto, pero parece que el tiempo se ha vuelto en nuestra contra.-

Lúthien se removió inquieta en su sitio, viendo la preocupación reflejada en los ojos de Elrond.

-¿Qué quieres decir?-, susurró casi sin querer.

-No te voy a ocultar nada, Lúthien. Todo esto te atañe tanto a ti como a mí.- cerró los ojos como reuniendo valor.- Los Nazghûl han salido de Mordor. Ya sabíamos que el único había sido hallado, pero confiaba en que tendríamos más tiempo para organizarnos. Ahora, Gandalf ha desaparecido, y cuatro hobbits, junto con tu primo Aragorn, intentan llegar hasta aquí.-

La noticia sacudió con fuerza la conciencia de Lúthien, haciéndole ver por fin, que las cosas se estaban complicando mucho.

-No es que quiera presionarte, pero sabes que ahora es cuando tú debes ayudarnos.-

Elrond se alzó de nuevo, y, girándose hacia el armario que tenía detrás, sacó de él una especie de joyero con aspecto de ser muy antiguo.

Poniéndose de nuevo de cara a ella, lo puso sobre el escritorio, haciendo que toda la atención de Lúthien se centrara en el misterioso objeto.

No sabía porqué, pero era como si lo que hubiese en su interior la llamase y no pudiese hacer nada para dejar de mirar hacia allí.

Elrond, viendo su reacción, puso una mano sobre la tapa del joyero, y, abriéndolo poco a poco, le dijo:

-Esto te pertenece-

La tapa se abrió del todo, dejando al descubierto un maravilloso diamante, del tamaño de una almendra; que relucía con la luz más hermosa, destellando con miles de colores. Estaba engarzado a una fina cadena de plata, para podérselo colgar al cuello.

Al verlo, Lúthien quedó hipnotizada por su luz, pero también por el poder que sentía surgir de su interior, un poder que se le antojaba conocido.

-Esta joya la tuvo Lúthien Tinúviel en sus manos; se la dio un mensajero de Manwë. Su misión sería guardarla y traspasarla de padres a hijos hasta que apareciera aquella a quien estaba destinada. Tú.-

-¿Yo?-, preguntó confusa y admirada Lúthien.

-Sí. Con esta joya podrás liberar tu verdadero ser y mostrarte tal y como eres en realidad. Sé que esto es un poco difícil de aceptar, pero Galadriel ya te dijo quién eres. Debes tomar la joya y aprender a dominar tus poderes. Debes ayudarnos.-

Ella, alargó la mano hacia la joya, tomándola con delicadeza y respeto. Por un momento, el diamante centelleó en sus manos, dejando a la vista que por fin estaba en manos de su legítima dueña.

Lúthien se lo colgó al cuello, sintiéndose extrañamente fuerte y poderosa. Algo que no solía sentir.

Pero de repente algo le acudió a la cabeza.

-Pero, ¿y Aragorn y esos hobbits? ¿No deberíamos enviarles ayuda?-

Elrond sonrió entonces, dando a entender que aquel tema lo tenía ya solucionado.

-Hoy mismo partirá alguien de mi confianza en su busca.-

Ya había pasado el día desde la entrevista con Elrond, y Lúthien estaba ya en su habitación, dispuesta a ponerse cómoda con su camisón e irse a dormir.

Extrañamente, no había visto a Glorfindel en todo el día, y eso la había tenido preocupada.

Salió a la terraza antes de cambiarse, quería ver un momento las estrellas en aquella despejada y clara noche.

Pero entonces, dirigiendo su mirada hacia abajo, distinguió una figura montada a caballo que empezaba ya a cabalgar hacia la salida de Rivendel.

Debía ser el elfo de confianza que enviaba Elrond en busca de los hobbits y Aragorn.

Pero aquella silueta le era conocida, muy conocida. No podía ser. Desgraciadamente, el elfo se giró y se encontraron sus miradas, confirmando el peor de los temores de Lúthien.

¡Era Glorfindel! ¡Glorfindel se iba!

TBC

Ahí va el segundo, a ver qué tal os parece.

Bueno, contestando al review de lothluin:

Muchísimas graciasssss!!! Gracias por leer mi historia y darme tu opinión, me ha encantado que te guste ^_^ Tienes razón con eso de que Lúthien no es tan fina como parece ;), aunque entre los buenos lo sea bastante no significa que si la provocan... Pos eso, espero que este capítulo no te decepcione.