Capítulo 4

Pasaron unas horas des del último encuentro entre Glorfindel y Lúthien, y nada pareció cambiar. La gran fiesta se acercaba y la situación entre ellos parecía haber empeorado incluso.

Arwen no estaba ciega, y podía ver que tanto el uno como el otro sufrían. Jamás había visto tan serio a Glorfindel, ni tampoco con una mirada tan triste. Glorfindel siempre había sido un elfo alegre, tremendamente positivo.

Por otra parte, Lúthien era joven, y de carácter festivo desde su nacimiento. Eso lo sabía por su abuela, que a menudo se comunicaba con ella. Y aunque, cuando Lúthien llegó fue la primera vez que la vio, enseguida la quiso como a una hermana. Por eso le dolía verla tan deprimida, y siempre encerrada en su habitación.

Por eso decidió que ella tenía que hacer algo. Primero hablaría con Lúthien. La haría entrar en razón.

Se dirigió prestamente hacia el cuarto de la chica y tocó a su puerta. Nadie respondió, pero sabía que estaba dentro. Su instinto élfico se lo decía. Suavemente, abrió la puerta y entró en el cuarto.

-¿Arwen?-, se oyó susurrar a una agotada Lúthien.

Arwen no pudo evitar sentir pena y compasión por ella. Estaba allí, acurrucada en su cama, con los ojos enrojecidos por el llanto y la cara marcada y mojada por las lágrimas.

Acercándose poco a poco a ella, se sentó en el borde de la cama y le acarició lenta y suavemente el cabello dorado.

-Pequeña... No deberías estar así. La fiesta se acerca y tendrías que prepararte.-, le susurró con voz maternal.

Lúthien contrajo el rostro en una expresión de tristeza, y enterró el rostro en las sábanas.

-No pienso ir.-dijo.

-¿Por qué? Eso sería una grosería por tu parte.-, le reprendió con dulzura Arwen.

Lúthien alzó el rostro de nuevo, y la miró apesumabrada.

-No tengo ánimo suficiente como para volver a mirarlo. Y si él va... No estaré tranquila durante toda la fiesta. Es mejor que me quede.-

Arwen sonrió comprensiva, sabía que por alguna razón habían discutido, pero estaba segura de que era una razón de lo más nimia.

-Si es por eso no tienes excusa para faltar. Debes arreglar lo que hay entre vosotros esta misma noche.-

Lúthien bajó los ojos claramente asustada, y en el fondo, arrepentida por lo que le dijo a Glorfindel. Pero unas palabras se repetían una y otra vez en su mente que le impedían plantearse la opción de hablar con él y pedirle perdón.

-Pero...él ama a Lalwen...Estoy segura... Yo no pinto nada en su vida, entonces.-, dijo con lágrimas de nuevo en sus ojos.

Los ojos de Arwen se abrieron por la sorpresa, y no creyéndose lo que Lúthien acababa de decir, estalló en una risa clara y alegre.

Lúthien se quedó estupefacta ante la reacción de la elfa, y no pudo evitar sentir cierto enojo.

-¡Pero qué tontería! Lúthien, ¿cómo va amar él a Lalwen? Si no pasa un día en que te busque desesperado con la mirada, y si no te ve su rostro pierde luz y alegría. Y al contrario si te encuentra. Ambos estáis sufriendo sin razón.-, exclamó Arwen alegremente.

El corazón de Lúthien se sobresaltó al escuchar aquello sobre su amado elfo, y, recordando lo que le había dicho horas atrás, se lanzó a los brazos de Arwen sollozando con más arrepentimiento que nunca.

-¡He sido una estúpida! ¿Cómo me he podido comportar tan mal con él? Seguro que ahora se ha enfadado conmigo...Me siento tan mal...-

Arwen estrechó el abrazo intentando confortarla, y le dijo, tranquilizadora:

-No creo que esté más enfadado contigo de lo que está consigo mismo.-

La separó de ella, le secó las lágrimas, y siguió, sonriente:

-Así que ahora, déjate de llantos y alegra esa cara. Te voy a poner guapísima para la fiesta, y allí hablarás con él y todo se arreglará. Ya lo verás.-

Se levantó toda ella decidida, y abrió el armario del cuarto de Lúthien.

-Vamos a ver que te puedes poner para esta ocasión...-,dijo distraídamente.

Lúthien se levantó también, y sintiéndose positiva de nuevo, no pudo evitar sentir gran aprecio por Arwen.

-Arwen...-, llamó suavemente Lúthien.

La elfa se giró para escucharla, con un vestido ya en la mano.

-Gracias...-

Ella sonrió como diciéndole con la mirada que no era nada, y se acercó a ella, enseñándole el vestido.

-¿Qué te parece éste?-

Lúthien observó el vestido con detenimiento: Era de un blanco aterciopelado; de cuello de barca; ajustado al cuerpo hasta la cintura, donde se habría una gran falda acabada en una pequeña cola por detrás; en los bordes habían unos adornos en hilo dorado; en la cintura un fino cinturón de oro con, en el centro una hermosa gema dorada; y las mangas ajustadas al brazo hasta la muñeca, donde acaba en pico.

En resumen, un vestido bellísimo y radiante.

-Perfecto.-, declaró Lúthien.

**********************************************************************

Glorfindel salió de su habitación después de haberse arreglado debidamente para la fiesta. Cerró la puerta con un suspiro, y salió a los jardines, con la intención de esperar allí hasta que la cena de la fiesta comenzase. De lo que no se dio cuenta fue, que al pasar junto a un grupo de elfas, fue la causa de sus suspiros y el punto que ellas seguirían con la vista, después, en la fiesta.

Se sentó en uno de los bancos de piedra que había bajo un gran sauce llorón. Paseó su mirada por el paisaje que se mostraba ante él: El sol estaba bajo, y sus últimas luces iluminaban el jardín de árboles de Rivendel. Había una gran fuente en medio de todos ellos y varios bancos en todo el jardín. Un lugar de lo más bello y relajante, sin lugar a dudas.

Cerró los ojos pensativo, y navegó a través de sus recuerdos más cercanos. Topó entonces con el encuentro de horas atrás con Lúthien. Apretó los puños furioso consigo mismo. ¡Le había gritado! Y lo peor era que ella se había asustado, ahora seguro que lo odiaba. No podía soportar pensar eso.

No sabía porqué había actuado así, debería haberse callado. Lo había empeorado todo con aquella actitud impulsiva. Suspiró pesaroso, y bajó la cabeza con abatimiento. Abrió los ojos decidido esta vez a pedirle perdón, jurándose a sí mismo no cometer ni un error más.

Para cuando volvió a alzar los ojos, el jardín había cambiado por completo. O al menos a su vista. Porque, allí, en la fuente, sentada en el borde e iluminada suavemente por la luz del sol poniente, se hallaba Lúthien.

Jamás había visto criatura más bella. Estaba extremamente hermosa, y eso que siempre la había visto bella. Pero es que, en aquel momento, vestida delicadamente de blanco y con el cabello recogido en un peinado que entrelazaba parte de sus cabellos con pequeñas gemas y detrás de su cabeza, y con una brillante y fina corona ceñida a su frente, se le antojaba como un ángel. Como el ángel más bello del cielo.

Su imagen lo había dejado paralizado, y no fue hasta que se dio cuenta de que era la oportunidad perfecta para disculparse, cuando se levantó y se dirigió con pasos indecisos hacia ella.

Al llegar junto a ella, que estaba distraída y aun no lo había visto, carraspeó con cierta emoción, llamando su atención.

Lúthien se giró un poco sobresaltada, y al verlo a él, se levantó rápidamente, nerviosa al darse cuenta de que era la oportunidad que estaba esperando para disculparse.

-Yo...sólo quería...bueno...-,titubeó Glorfindel.

-¡Perdóname!-, dijeron al unísono.

Los dos se quedaron mudos al oír lo que había dicho el otro, sus miradas se encontraron y se unieron intensamente. Lúthien enrojeció en el acto, y bajó la mirada, no pudiendo evitar sonreír.

-Pero si la culpa fue mía...No deberías disculparte.-, dijo extrañado Glorfindel.

Lúthien negó con la cabeza, y con mirada arrepentida le murmuró:

-No, fue mía. Me comporté fatal contigo, no debí ponerme así por una tontería...-

Glorfindel sonrió, y aunque aun sentía que la culpa era suya, sabía que si seguían así se pasarían toda la noche echándose la culpa cada uno a sí mismo. Así que, tomándole su mano entre las suyas le susurró:

-Entonces...todo arreglado, ¿no?-

Ella asintió quedamente, no pudiendo apartar su mirada de la azul y serena de Glorfindel. Sintió como el calor subía a sus mejillas, y al sentir su mano entre las de su amado elfo, notó con emoción como el corazón le galopaba furioso en el pecho. Aquél era el momento perfecto, debía decírselo.

"Debo confesarle mi amor, ¡ahora!" Pensaron ambos a la vez.

Pero justo en el momento en que Glorfindel abría sus labios para decirle a Lúthien cuánto la amaba, sonó la campana de Rivendel, indicando que en breve comenzaría la cena.

En el rostro de Lúthien se dibujó la decepción, y Glorfindel maldijo la estúpida campana.

-Vaya...creo que deberíamos ir...-, dijo Lúthien.

Glorfindel asintió medio sonriendo, y ambos se dirigieron, juntos, hacia el salón.

**********************************************************************

En la cena, todos los invitados conversaban animadamente y se divertían, mas, Glorfindel y Lúthien se distraían con facilidad de las conversaciones, estaban como en las nubes, y no podían evitar echar de vez en cuando, una mirada hacia donde estaba el otro.

Y así pasó la cena, entre fugaces miradas y disimuladas sonrisas. Así que, cuando Elrond anunció que la fiesta proseguía en la sala del fuego, Lúthien se lo agradeció profundamente, pues allí por fin podría acabar lo que la maldita campana había interrumpido.

Todo ya estaba preparado, en la sala, y los invitados siguieron a Elrond hacia allí. La mayoría de elfos ase pusieron a bailar al son de las hermosas tonadas que unos elfos de Rivendel tocaban.

Otros, entre ellos Lúthien, se apartaron de la pista de baile, y se pusieron a charlar. Aunque ella no se puede decir que prestase mucha atención a lo que su amiga Arwen le contaba.

No paraba de mirar aquí y allá, en busca de alguien muy especial para ella. No lo encontró, y sin embargo sabía que estaba allí, en algún lugar cercano. Arwen, que sabía lo que Lúthien buscaba, no pudo evitar echar una mirada de reojo hacia atrás.

Allí estaba, tal como imaginaba, camuflado entre sus amigos, Glorfindel, que observaba embelesado a la joven Lúthien. Sonreía con una mirada que lo delataba. No se equivocaba cuando suponía que estaba loco por Lúthien.

Arwen volvió a girarse, al sentir que ella la llamaba con insistencia.

-¿Qué pasa?-, preguntó.

-Arwen, tu padre te llama.-, respondió preocupada Lúthien.

Ella asintió, y se dirigió hacia su padre, dejando a Lúthien sola. Ésta, al ver que ya no tendría el apoyo de Arwen, decidió acercarse a la pista de baile, donde acababa de distinguir a Glorfindel, entre los demás elfos.

Pero cuando comenzó a acercarse, se encontró que él bailaba con Lalwen. Se quedó paralizada, el corazón se le paró de golpe. Sintió como una furia de fuego la invadía, y todo lo que había pasado antes de lacena se desmoronaba.

Justo en aquel momento, Legolas tomó a Lalwen. Todas las sospechas que luchaban por invadirla se derrumbaron, y las palabras de Arwen resonaron en su mente, tranquilizándola. Ella suspiró aliviada.

Para cuando volvió a alzar los ojos, se topó inesperadamente con la serena mirada de Glorfindel, que se dirigía hacia ella. El corazón de Lúthien dio un salto y comenzó a latir furiosamente, mientras la adrenalina corría por sus venas.

Cuando Glorfindel por fin llegó frente a ella, le tendió la mano, invitándola a salir a bailar, y esperó pacientemente su respuesta. Lúthien no sabía qué hacer, en su interior sentía que su mente y su corazón se enzarzaban en una equilibrada lucha. El corazón le pedía a gritos que se lanzase a sus brazos y no lo dejase ir jamás, y sin embargo, la mente le suplicaba una huida precipitada.

Pero Lúthien actuó casi automáticamente, y le tendió también la mano. Glorfindel sonrió, claramente contento por su respuesta, y se la tomó cuidadosamente, estirándola hacia sí mismo.

Le puso la mano en su espalda desnuda (pues llevaba un escote por detrás bastante pronunciado), disfrutando el contacto con aquella suave piel, y la estrechó más contra su cuerpo, sintiendo el latir desesperado del corazón de Lúthien y su entrecortado respirar.

Entonces, viendo que ella no se atrevía a mirarlo, le soltó la mano y le levantó suavemente la barbilla, haciendo que sus hermosos ojos azul verdosos se toparan con los suyos.

Mirándola dulcemente y con ternura, la arrastró al baile; y durante todo el tiempo que bailaron sintió que ella se iba relajando y lo miraba cada vez más tranquila; e incluso con algunos destellos de seducción en su mirada.

Las sonrisas se sucedían cada vez con más frecuencia: estaba claro que no atendían a la música ni al alrededor, sino el uno al otro, y nada más. Ya nada más importaba.

El baile terminó, pero ellos no se soltaron. Quedándose quietos, sin poder mirar a otro sitio que no fueran los ojos del otro, comenzaron a aproximarse cada vez más.

Los dos corazones anhelaba rozarse, las almas poder abrazarse y no separarse jamás. Los labios se rozaron levemente, las manos se unieron y se entrelazaron los dedos.

Y los dos, no pudiendo aguantar más, se fundieron en un tierno beso lleno de amor y deseo. Sus labios se rozaban y acariciaban sin fin, sabiendo que por fin estaban juntos...

Se separaron tan sólo unos milímetros y se miraron fijamente, los dos sabían que sus sentimientos los habían traicionado, pero ya no importaba. Y aunque ya era obvio, Lúthien susurró quedamente un "te amo".

Glorfindel, sonriendo, asintió. Llevó sus labios a su frente y la acarició con dulzura. Lúthien pasó sus brazos por el cuello de Glorfindel, y mirándolo con los ojos llenos de amor, lo arrastró hacia un nuevo beso aun más dulce que el anterior.

TBC

Bueno, este capítulo me ha salido un poco más largo, pero es que no podía posponer la declaración otro capítulo más :P . Espero que os guste, y muchísimas gracias a las que me habéis dejado reviews, me animáis muchísimo. ^_^