Hola, ya actualizo de nuevo. Muchas gracias a todos ;_; No pensé que este fic os gustase. Y yo que creía que no iba a gustar a nadie. Snif... Gracias.
Lamento que no actualizase antes, pero es que estoy al final del primer trimestre y estoy hasta arriba de trabajo. U_U Pero he podido escaquearme un momentín y aquí os traigo el segundo capítulo. Espero que os guste ^_^
Sorasaku-yolei*Hermi: Pues sí, has sido mi primera reviewer XD ¿Te gusta la profecía del principio? ¿No es un poco extraña? ô_ó
Ya sabes como son Fred y George, son unos torbellinos XD Y bueno, no te voy a decir hasta qué curso dura. ^_~ Muchas Gracias por tu review.
Drake Bad Girl: Me alegro mucho de que te haya gustado. ^^ Lo que yo pretendía era un Harry distinto y más atrevido. Ya verás más adelante. XD Muchas gracias por tu review.
Clock: Muchas gracias ^^
Viena: Muchas gracias. Sí, no vivir con los Dursley a espabilado a Harry.
Neko Weasley: no me esperaba que me dejases un review, Neko ^-^ Muchas gracias, mininia.
Disclaimer: de J.K.Rowling...
*^*^*^*^*^*
Capítulo 2º: El día a día en Hogwarts
Harry estaba despertándose poco a poco, pero aún tenía los ojos cerrados. Harry sintió como si alguien estuviese sentado en su cama, y una voz le cantada en susurros al oído...
Duerme mi niño, duerme,
que yo velaré tus sueños.
Cierra tus ojos esmeraldas
para que sean protegidos por los míos.
Sueña y descansa,
no te preocupes por nada.
Que mis ojos esmeraldas
velan tus sueños.
Oh, mi niño...
Harry abrió los ojos y se levantó rápidamente. No había nadie. Pero él estaba seguro de que una mujer había estado allí y le había cantado al oído. ¿Y si lo hubiera soñado? Si fue así, era demasiado real...
Harry cogió sus gafas de la mesita de noche y miró su despertador. Ya era casi la hora de levantarse, asi que decidió vestirse para su primer día de clase. Cuando ya se hubo colocado su uniforme, abrió la ventana y se asomó por ella. El sol estaba elevándose sobre el Bosque Prohibido e iluminando los terrenos de Hogwarts. Hagrid ya estaba trabajando en el huerto junto a su perro, Fang. En ese momento sonó un despertador, y una mano salió entre las cortinas de la cama de Dean, apagándolo. Luego, él se levantó, con los ojos cerrados.
-Buenos días, Dean.
-¿Euh? Buenos días, Harry. ¿Eres madrugador, eh?
-No. Solo que tuve un sueño muy raro y me desperté antes.
-Vaya. Yo voy a refrescarme para despertarme del todo.
-Okey.
Dean se fue con pasó lento al cuarto de baño. Por su parte, Harry descorrió las cortinas de la cama de Ron, que seguía dormido, agarrado a su almohada y en un amasijo de sabanas.
-¡Eys, despierta dormilón!
-Zzzz... Roooon... Zzzzzz... Rooooon... Zzzzzz....
-¡No fastidies! ¡Venga! ¡Despiertaaaaaaaaaaa! -gritó Harry mientras que intentaba sacarlo de la cama tirándole del pie.
-Roooon... Zzzzzz... Rooooon... Zzzzzz... Rooooooon... Zzzzz...
-¡Agh! Me rindo -dijo Harry sentándose en el suelo.
-¿Te ayudo, Harry? -le preguntó Neville que se estaba colocando el jersey gris.
-Anda sí. Que sino, llegaremos tarde.
Neville y Harry tiraron de nuevo del pie de Ron, logrando tirarlo de la cama, pero sin despertarlo.
-¿Pero cómo puede dormir todavía? -preguntó Harry exasperado. -¡Si se ha pegado contra la mesita de noche!
-Pues tendremos que llevarle a cuestas.
-¡Oh, sí claro! Con lo alto que es. A ver quien puede con él -entonces Harry dio un chasquido con los dedos como si se le hubiese ocurrido una idea. -¡Ya lo tengo! -exclamó. Se acercó al oído de Ron y le susurró: -El desayuno está listo, Ron.
Inmediatamente, Ron estaba despierto y de pie.
-¿De verdad? A ver, ¿dónde está el desayuno?
-Abajo, en el Gran Comedor -rió Harry junto a Neville. -Venga, date prisa. Te espero abajo, dormilón.
Harry cogió su maleta, se la puso en el hombro y bajó a la Sala Común. Allí le estaba esperando Hermione, que se veía muy nerviosa.
-Buenos días, Hermione.
-Buenos días, Harry.
-¿Te encuentras bien? Te veo algo inquieta.
-¡Por supuesto! Hoy es nuestro primer día. No veo el momento de que empiecen las clases.
Harry giró los ojos al techo y soltó un suspiro prolongado. Segundos más tarde, apareció Ron, que se estaba colocando su cinturón.
-¡Good Morning!
-Buenos días, dormilón.
-Buenos días, Ron. Bueno, ¿nos vamos ya? -dijo Hermione mientras salía por el hueco del retrato corriendo.
-¿Qué le pasa?
-Nerviosismo Pro-comienzo de curso.
Harry y Ron siguieron a la chica y se dispusieron a ir al Gran Comedor a desayunar. Pero para sus desgracias, se perdieron por el enorme castillo. Después de pasar por otro corredor, Hermione estaba a punto de estallar.
-¡Maldita sea! ¿Pero por qué no ponen mapas para que los de primer año nos guiemos?
-No lo sé -contestó Harry encogiéndose de hombros. -Eys, mira, por ahí va una chica que parece mayor que nosotros. Vamos a preguntarle -Harry salió corriendo seguidos de los otros dos. -Oye, espera -la chica se volvió. Era morena y muy guapa. Por los colores de su uniforme, azul y celeste, pertenecía a Ravenclaw. -Nos hemos perdido, ¿puedes ayudarnos para llegar al Gran Comedor?
-Claro. Yo también iba para allá. Vamos -dijo mientras le lanzaba una sonrisa a Harry y se marchaba por un corredor oculto.
Anduvieron durante un rato hasta que encontraron el Gran Comedor. En la puerta se separaron de la chica que le dedicó a Harry una última sonrisa.
-¿Qué le pasaba? ¿Tenía un tic nervioso?
-Anda, Harry -le dijo Ron mientras le daba un golpecito en la cabeza. -Esa chica estaba coqueteando contigo.
-¿Ah, sí?
Hermione lanzó un bufido y se fue a la mesa de Gryffindor con paso rápido. Cuando se sentaron, la profesora McGonagall estaba repartiendo los horarios.
-Habéis tardado en llegar. ¿Os perdisteis? -le preguntó Fred que estaba sentado delante de Harry.
-Sí. Por suerte una chica de Ravenclaw nos ayudó a llegar.
-Je, je, je. Los de primer año siempre se pierden, ¿verdad, Fred?
-Sí.
-Su horario, señor Potter.
-Gracias.
-Señorita Granger. Señores Weasley.
-Gracias, profesora -dijeron los tres Weasley a la vez.
-¿Cómo es que McGonagall es la que reparte los horarios? -preguntó Ron.
-La profesora McGonagall es la jefa de Gryffindor.
-¿Qué tenéis primero? -preguntó George mientras que se echaba zumo de calabaza.
-Transformaciones -respondió Hermione revisando su horario.
-Esa clase la da la profesora McGonagall.
-Nosotros tenemos Defensa Contra las Artes Oscuras -dijo Fred.
-El profesor es nuevo de este año -dijo George mirando a la mesa de los profesores. -Debe ser el rubio que habla con la profesora Sinistra, que da Astrología.
-Aunque no me extraña que sea nuevo de este año. Su puesto está gafado.
-¿Gafado? -preguntaron a la vez Ron y Harry.
-Sí. Desde que estamos aquí ha habido un profesor nuevo cada año.
-Y por lo que nos han contado Percy, Charlie y Bill también pasaba antes.
-¿Charlie y Bill? ¿Quiénes son? -preguntó Harry.
-Son nuestros hermanos mayores. Bill es el mayor de todos. Y después está Charlie -aclaró Ron.
-¿Cuántos hermanos sois? -preguntó Hermione que había perdido la cuenta.
-Somos siete hermanos.
-¿Siete? -exclamó Harry que casi se atraganta con un trozo de tostada.
-Sí.
-Una familia muy completa, ¿eh?
En ese momento, miles de lechuzas entraron por las ventanas y sobrevolaron el Gran Comedor.
-¿Qué es esto? -preguntó Hermione asombrada.
-El correo -aclaró Fred. -Traen las cartas de los padres y demás.
-Oh, vaya -exclamó Harry.
Una lechuza, grisácea y algo desplumada aterrizó delante de ellos. Si se puede decir aterrizar a meter la cabeza dentro de una jarra de zumo de calabaza.
-¡Errol! -gritó Ron mientras que agarrándole de una pata, le sacó de su prisión.
-Trae cartas de mamá -dijo George cogiendo cuatro sobres. -Percy, la tuya.
-Gracias -dijo Percy cortésmente.
Una lechuza blanca descendió delante de Harry dándole un suave picotazo en la mano.
-Hola, Hedwig. ¿Qué traes ahí?
Harry desató de su pata una carta y un paquete que olía a tarta de manzana. Harry abrió la carta con una gran sonrisa. Mientras que una lechuza parda aterrizó delante de Hermione y le dejó una carta.
-Las clases están a punto de comenzar -dijo George mirando su reloj de pulsera.
-Hedwig, ¿me harías el favor de llevar esto a mi cuarto? La ventana está abierta. Si lo haces te daré más tarde pastel.
La lechuza ululó profundamente, Harry le acarició las plumas del pecho y ella se marchó volando.
-Vamos. Os acompañamos para que no os perdáis por el camino -le dijo Fred poniéndose de pie.
Los cinco salieron del Gran Comedor rumbo al aula de Transformaciones. En la puerta estaban esperando alumnos de Gryffindor y Ravenclaw de primer año.
-Os dejamos aquí. Que llegamos tarde a Defensa.
-¡Hasta luego!
-¡Adiós!
Los tres aguardaron hasta que la profesora McGonagall llegase y abriese la puerta. Después de unos segundos de espera, McGonagall llegó llevando un bolso y varios libros.
-Perdonen el retraso. Aguánteme los libros, señor Potter, señor Weasley. Gracias -la profesora sacó una llave de su bolsillo y abrió la puerta. -Adelante. Muchas gracias por vuestra ayuda.
Harry, Ron y Hermione se sentaron en la segunda fila. McGonagall se colocó al lado de su mesa y miró a la clase.
-Bienvenidos a la clase de Transformaciones. Yo soy Minerva McGonagall y os daré esta asignatura. Deben saber que esta asignatura es una de las más difíciles y peligrosas. Por lo tanto, no toleraré tonterías ni juegos. Quien haga el tonto en mi clase tendrá que marcharse. Como Transformaciones entendemos esto. ¿Señorita Patil, puede sostener su pluma en alto?
Parvarti hizo lo que le ordenó la profesora, y ella hizo un movimiento con su varita, y Parvarti soltó su pluma horrorizada. Se había transformado en gusano. Harry y Ron se miraron asombrados y ambos tenían sonrisas traviesas. McGonagall devolvió a su estado original la pluma y siguió hablando a la clase.
-Como verán, transformar un objeto inerte en algo vivo es algo realmente complicado. Y mucho más si es de gran tamaño. Hoy empezaremos dando una teoría sencilla y luego os daré una cerilla a cada uno y tendréis que transformarlas en agujas. Bien, la teoría está en la pizarra -McGonagall tocó la pizarra con su varita y símbolos y formas extrañas aparecieron en él. -Cuando hayan acabado os lo explicaré. Pueden comenzar.
Toda la clase comenzó a copiar. Y después de una complicada explicación, empezaron a practicar. A pesar de sus intentos, Harry no conseguía nada.
-Nada. Nada de nada -suspiró al ver que su cerilla seguía igual.
-No te quejes -Ron le enseñó la suya. -La mía no está mejor que la tuya.
-¿Tú qué tal, Hermione?
-Pues... -Hermione enseñó su cerilla, que ya no lo era, la había transformado en aguja. Ron y Harry la miraron asombrados.
-¿Cómo lo haces? -le preguntó Ron.
-No hay mucho misterio. Solo tenéis que tener más confianza y pensar que lo vais a lograr.
-Probemos -dijo Harry y cerró los ojos. Respiró hondo y lo trató de nuevo.
-Muy bien, señor Potter.
Harry abrió rápidamente los ojos rápidamente. Lo había conseguido. Y la profesora McGonagall mostraba a la clase su cerilla y la de Hermione.
-Diez puntos por cada uno para Gryffindor.
Pero Harry aún estaba asombrado por lo que acababa de lograr. Miró a Ron que intentaba su misma técnica.
Luego de Transformaciones tuvieron Historia de la Magia, quien la daba un fantasma. El profesor Binns estaba dormido en la sala de profesores cuando despertó y dejó atrás su cuerpo, siguiendo con su rutina. Cuando estuvieron en la clase, todos se asustaron cuando entró a través de la pizarra (Neville lanzó un grito). Pero el profesor Binns era extremadamente aburrido. Con su monótona voz, daba nombres, fechas y datos históricos que conseguían adormecer a toda la clase. Harry y Ron jugaron al tres en rayas en un papel, mientras que Hermione les lanzaba miradas recriminatorias. Pero al final, y con la insistencia de Harry, ella también acabó jugando.
Después de una hora de una soporífera clase, las campanas sonaron.
-Para la próxima clase deben traerme un resumen de las primeras cinco páginas. Adiós -dijo el profesor Binns y se marchó por la pizarra.
-Vamos. Que tengo un hambre de mil demonios -dijo Ron que se agarraba la barriga.
Salieron de la clase y se dirigieron al Gran Comedor. Pero por el camino escucharon una persona que sollozaba, y que les resultaba conocida, y otras riendo. Harry salió corriendo.
-¿A dónde va? -preguntó Ron mirando a Hermione. Ella solo se encogió de hombros y siguió a Harry.
Harry torció una esquina y se encontró a Neville que estaba siendo abusado por otros tres alumnos, que parecían de la casa de Slytherin. Dos de ellos, más altos y anchos de lo normal, estaban pasándose una maleta, que parecía ser la de Neville. Y otro muchacho, rubio y de cara pálida, sólo se reía.
-¡Dejadle en paz! -gritó Harry acercándose a ellos con paso seguro. Los tres chicos de Slytherin le miraron con cara de pocos amigos.
-¿Y si no nos da la gana? -preguntó el chico rubio.
-Pues te pegaré un puñetazo y te estropearé tu cara de niño pijo relamido. -El chico frunció el entrecejo.
-¿Y me lo dices tú? Quien parece que nunca en su vida a visto un peine.
-Puede ser. Pero tu cerebro debe haberse estropeado con tanta gomina que llevas. ¿Se te han quemado las neuronas?
-¡Cállate, cuatro ojos!
-¡Cállate tú! ¡Cara de palo-engreido-prepotente!
El chico sacó su varita de repente y apuntó a Harry con ella. Sin ningún indicio de acobardarse, Harry se quedó quieto, encarándole.
-¿Se puede saber qué pasa aquí? -dijo una voz fría detrás del grupo. Todos se voltearon a ver quien era. Un hombre alto, de pelo largo y grasiento, y vestido con una túnica negra acababa de llegar.
-Profesor Snape... -dijo el chico. -Él -señaló a Harry, quien frunció el entrecejo -se metió conmigo.
-Puede ser -empezó a decir Harry con sorna, -pero yo no necesito la varita para defenderme.
El chico miró su mano derecha, donde tenía su varita, y la ocultó tras su espalda.
-Me da igual lo que haya pasado aquí -susurró Snape con una voz casi inaudible pero que se entendía a la perfección. -Pero han de saber que las peleas en los pasillos están prohibidas. Al igual que el uso de magia. Y ahora id todos al Gran Comedor. ¡Ahora! -ordenó Snape.
Todos se fueron al Gran Comedor, aunque antes, el chico y Harry se echaron sendas miradas de odio.
En el Gran Comedor, todos se sentaron juntos, evitando la mirada fría de aquel chico. Neville estaba muy agradecido con Harry por haberle ayudado.
-Muchas gracias, de verdad. Si no hubieseis venido, aún estaría recuperando mi mochila.
-No tiene importancia -dijo Ron mientras pinchaba un trozo de filete.
-Han estado toda la mañana metiéndose conmigo.
-¿Y no haces nada para solucionarlo? -le preguntó Hermione.
-Bueno... Yo...
-No debes de tenerles miedo -le dijo Harry. -Al fin y al cabo, ellos son igual que tú. No tienen ningún poder sobre nadie.
-Sí. Tienes toda la razón, Harry -dijo Neville muy contento.
Tuvieron un almuerzo muy agradable. Y cuando acabaron, Harry, Ron y Hermione salieron a las afueras del castillo para pasar el tiempo hasta la siguiente clase.
-Ese profesor Snape, no me da muy buen rollo -dijo Ron tumbándose en la hierba.
-A mí tampoco. Pero es un profesor y tenemos que tenerle respeto -añadió Hermione. Y sacó su libro de Herbología de su mochila.
-¿Para qué sacas ese libro? Aún no hemos dado ninguna clase -preguntó Ron.
-Lo sé. Pero después del descanso nos toca.
Harry sacó su horario y lo examinó: -Tiene razón. -Hermione sonrió ampliamente.
-Eres increíble. Ya te estás preparando para la siguiente clase. No me extraña que le dijeras a la profesora McGonagall los encantamientos para cambios -dijo Ron asombrado mientras se reincorporaba.
-Hermione siempre ha sido así. Desde que la conozco, en primer curso del colegio muggle -añadió Harry.
-¿Asi que ya os conocíais de antes?
-Sí. Pero yo no supe que Harry era mago hasta que recibí mi carta. Fui corriendo a enseñársela y él me dijo: "Ya sabía que eras bruja". Por eso me resultaba extraño que no te sorprendieras cuando hacía cosas raras.
-Me prohibieron contarte nada. Por discreción -dijo Harry encogiéndose de hombros.
En ese momento se escuchó una explosión y los gemelos Weasley, Fred y George, aparecieron corriendo. Se detuvieron cuando les vieron.
-Hola -saludó Fred alegremente.
-¿Bonita día, eh?
-¿Qué habéis hecho? -les preguntó Ron.
-Solo tirar unas cuantas bengalas del Señor Filisbuster al lado del despacho del señor Filch.
-Creo que la señora Norris ha saltado tan alto que ha llegado hasta el techo.
Harry y Ron rieron, mientras que Hermione parecía escandalizada.
-Tranquila, chica, la gata aún vive.
Las campanas sonaron dando a entender que las clases iban a empezar.
-¿Ahora qué tenéis? -preguntó Fred.
-Herbología -contestó Harry.
-Los invernaderos están por allí -dijo George señalando hacia donde había varios invernaderos de cristal algo descuidados.
-A nosotros nos toca Transformaciones. Esperemos que Filch no se haya chivado a McGonagall.
Los gemelos intercambiaron miradas con unas traviesas sonrisas, y se marcharon corriendo.
-¿Ellos son así? -le preguntó Hermione a Ron.
-¿Cómo?
-¡Así de revoltosos y escandalosos!
-Pues sí. A mamá la sacan de quicio. Sobretodo el día que hicieron que a Percy le crecieran orejas de burro.
Harry se echó a reír, pero Hermione miró asombrada a Ron.
Las clases de Herbología las impartía una profesora bajita y regordeta llamada profesora Sprout. Tenía la túnica sucia, al igual que su sombrero de bruja. Los alumnos de Gryffindor compartían clase con los de Hufflepuff.
Aprendieron a cuidar plantas como centaura menor, rapónchingo y withania somnífero, y a aprender sus usos curativos y como cuidarlas.
Después de estar dos horas dentro del invernadero. Salieron cansados y sucios. Fueron corriendo a asearse un poco, antes de la última clase del día. Cuando subían por las escaleras de mármol se encontraron con los tres chicos de Slytherin de antes.
-¿Sabes? Antes no había caído en quien eras. Pero ya sé quién eres, Potter -le dijo a Harry mientras lo miraba a los ojos. -Deberías de tener un poco de cuidado conmigo. Soy un Malfoy, y tengo mucha influencia, Potter.
-Vaya. Qué miedo me das. Y perdona que te diga, que te ha costado procesar la información, ¿eh? La gomina te ha estropeado demasiadas neuronas -dijo Harry burlonamente. Draco lo fulminó con sus ojos grises. -¿Nada agudo para responderme? -le preguntó Harry altivamente. -En ese caso: ¡Adiós!
Harry siguió su camino. Hermione y Ron le siguieron, mirando a Malfoy y a sus guardaespaldas sobre sus hombros y aguantando la risa.
-¡Increíble! -exclamó Ron. -Dejas sin palabras a cualquiera.
-Aunque Harry no siempre es así -dijo Hermione lanzándole una mirada a Harry.
-No. Solo a veces. Ante los chulos-cara de palo-pelo engominado-Malfoy.
Por todo el pasillo se escucharon las risas de los tres. Después de asearse un poco, fueron corriendo al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras.
El profesor que las daba era un hombre joven, de ojos azules y pelo rubio. A pesar de impartir una clase no muy alegre, el profesor Smith era una persona agradable y simpática. Cuando llegaron, el profesor Smith los recibió con una gran sonrisa.
-¡Bienvenidos! ¿Primer año, no? Muy bien. Yo soy vuestro profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, Michael Smith. Os enseñaré todo lo que tengáis que saber sobre estas artes y como defenderos de ellas. Hoy, empezaremos dando el Ojáncano.
Al acabar la hora, el profesor Smith les mandó un resumen del Ojáncano y de su mujer, Ojáncana, y se fueron a cenar al Gran Comedor.
-Uf... Menudo día... -suspiró Ron.
-¿Qué tiene de malo?
-¡Son agotadores!
-A mí me gustan.
Harry soltó una risita.
-Además, he oído que cada curso es peor.
-Eso, vamos. ¡Dame ánimos!
Los tres amigos rieron y bromearon de camino al Gran Comedor.
Continuará...
