Gracias a Elizabeth Potter y a the angel of the dreams por aconsejarme n.n al final he subido todo el capítulo de una vez. Es un poco largo, pero espero que os guste y lo leáis...
Muchas gracias por sus reviews a: Sorasaku-yoleiHermi y a DCV------------
Capítulo 8º: Cuento MerodeadorAl final del día, Harry se reunió con Hermione y Ron en la sala común para hablarles de lo que le había enseñado Sirius.
-¿Un pasadizo secreto? –preguntó Hermione. -¿Cómo puede ser?
-Pues no es nada extraño. Este castillo es enorme, seguro que aparte de ese cuarto que le enseñó Sirius deben de haber muchos más.
-Sí, según el mapa del merodeador hay unos cuantos más.
-¡A ver, quiero verlo! ¡Ese mapa es una joya! Imaginaos la de cosas que podríamos hacer con ese mapa –y enseguida Ron comenzó a imaginar muchas locuras y fantasías imposibles.
-¡No! –gritó Hermione, todos en la sala común los miraron, extrañados.
-¿Qué te pasa? Y no grites tan fuerte –le dijo Harry.
-No podemos usar ese mapa.
-Por favor, Hermione –suspiró Harry, mirando al techo.
-No, Harry, tengo razón. Usarlo está mal y también ir a ese club secreto, está fuera de los límites del colegio. ¡No podemos ir!
-¡Hermione, porque eres tan responsable! ¡Eres una aguafiestas! –protestó Ron.
-¡Seré una aguafiestas, pero prefiero eso a que me expulsen!
-¡Pero serás...!
-Déjalo, Ron, si Hermione es una sosa y no le gusta divertirse no es nuestro problema. Ya iremos nosotros solos.
-¿Ah, sí? ¿Y pensáis dejadme fuera? ¡De eso nada, yo también voy!
Harry y Ron chocaron las manos de forma discreta.
-Entonces os llevaré el sábado. Tenemos el día libre y podemos estar allí todo el tiempo que queramos.
-Pero si tenemos muchos deberes.
-Puedes llevártelos y hacerlos allí.
-¡Fantástico! Un club para nosotros solos. Podremos hacer lo que queramos.
-¿De qué club estáis hablando?
El trío se giró sobresaltado, Fred y George estaban mirándolos, sonriendo.
-Fred... George... ¿qué hacéis aquí? –titubeó Ron.
-Nada, solo pensábamos que sería fantástico tener un lugar para nosotros solos –dijo Fred, mirando la sala común con aire nostálgico.
-¿Cuánto habéis escuchado? –le preguntó Harry.
-Todo sobre un mapa y un club secreto –respondió George.
-Genial –gimió Harry.
-Bueno, entonces todo ha acabado antes de empezar. Ya no hay club ni nada –dijo Hermione.
-Y estoy seguro de que a ti eso te alegra.
-Tampoco hay que dramatizar, chicos –añadió Fred.
-Os proponemos un simple trato.
-Nos dejáis ir con vosotros y nos enseñáis ese mapa y nosotros no decimos nada.
-¿Podemos fiarnos de vosotros? –dijo Harry desconfiado.
-Por favor, Harry, que somos Weasley, somos de fiar.
-En eso tiene razón –corroboró Ron.
-Está bien, podéis venir.
-¡Bien!
-Quedamos el sábado en la puerta del Gran Comedor a las 11, ¿vale?
-Vale –todos asintieron.
-Espero que todo salga bien –suspiró Harry.
Llegó el día esperado, el sábado por la mañana Harry se despertó a la hora de siempre, pero se llevó una sorpresa al ver que Ron ya estaba en pie y vistiéndose, normalmente costaba horrores despertarlo.
-Buenos días. Ahora mismo iba a despertarte –lo saludó Ron.
-Bueno días. –Harry se levantó de su cama y rebuscó en su baúl algo que ponerse. –Una pregunta –se volvió hacia Ron- ¿has dormido algo esta noche? –Su amigo negó emocionado, parecía que iba sobrecargado de café. –Me lo imaginaba.
Cuando se habían vestido bajaron a la sala común para reunirse con Hermione.
-Bueno días, Hermione.
-Buenos días. ¿Lo llevas todo?
-Sí –Harry le enseñó su mochila. –Aquí lo tengo todo.
-Bien, mucho mejor. Si tenemos el mapa no nos pillarán.
-Ahora sí quieres utilizarlo, ¿eh? –le dijo Ron, Hermione le lanzó una mirada amenazadora y el chico calló.
-Es mejor que bajemos ya, seguro que Fred y George ya están abajo desayunando. Y me apuesto lo que queráis que cuando ellos ya estén llenos nos sacarán a rastras de allí.
Bajaron al Gran Comedor y al llegar allí comprobaron que Harry tenía razón, Fred y George estaban allí devorando sus desayunos. Mientras se dirigían a la mesa de Gryffindor, Harry echó un vistazo a la mesa de los profesores y se dio cuenta de que no estaban Sirius y Remus.
-¿Ocurre algo, Harry? –preguntó Hermione.
-Sirius y Remus no están.
-Es verdad –añadió Hermione, mirando rápidamente la mesa alta.
-A lo mejor están ocupados haciendo otras cosas –añadió Ron. Se sentaron en la mesa de su casa.
-Tal vez... –susurró Harry, pensativo.
-¿Tal vez qué? –preguntó Hermione.
-¿Qué? ¡Oh, nada! ¡No es nada!
Hermione lo miró profundamente antes de coger un poco de huevos revueltos, las palabras de Harry no le sonaron muy convincentes.
-¿A dónde pensáis ir, Harry? –preguntó Seamus, mirando su mochila.
-¿Eh? Bueno, pensábamos ir a hacer los deberes a la biblioteca.
-¿Y sólo tú llevas maleta?
-Estoooo... sí, es que tengo problemillas con los deberes de Pociones, asi que Hermione y Ron me van a ayudar a hacerlos.
-Si tiene problemas en mi asignatura debería de mandarle trabajo extra, señor Potter –dijo una voz siseante detrás de él. Harry se giró y se encontró con Snape.
-No, verá, no creo que sea necesario –titubeó Harry.
-¿En serio? Yo creía que usted acababa de decir que tenía problemas en Pociones –añadió Snape, sonriendo por la comisura de su boca.
-Y lo he dicho, pero creo que me las podré arreglar.
-¿Usted cree? –Snape cogió la mochila de Harry y puso una fingida expresión de sorpresa. -¡Vaya! Creo señor Potter que usted ha olvidado traer sus libros, su mochila pesa muy poco para estar llena de ellos.
-¡Ostras! ¡Ya ve! –dijo Harry, mostrando desconcierto. –Ya decía yo que pesaba muy poco. Gracias, profesor Snape, si no llega a ser por usted no me hubiese dado cuenta. –Harry iba a coger su mochila pero Snape la apartó de él. Harry frunció el entrecejo y respiró hondo, empezaba a enfadarse.
-Me pregunto qué habrá traído el señor Potter para que le haga olvidar sus libros.
Snape abrió la maleta y metió la mano. Harry se quedó mirando, boquiabierto, no sabía qué hacer para detener a Snape. Hermione palideció y Ron olvidó sus copos de avena. Estaban perdidos, Snape no podría saber que el pergamino era en realidad un mapa del castillo, pero seguro que podía distinguir una capa invisible de una vulgar, y entonces sí que estarían en un buen lío.
Harry tragó saliva, esperando que Snape sacase su capa y se la requisara, sin antes castigarlo de por vida, pero antes de que todo esto ocurriera, el sonido de una tela rasgarse se escuchó detrás de Snape y todos se quedaron quietos. Snape se giró y cierto perro negro estaba detrás de él, con un trozo de tela negra en la boca y moviendo la cola. Al profesor de pociones le asaltaron algunas dudas sobre el origen del trozo que llevaba el perro en la boca y miró su capa, la cual le faltaba un gran trozo.
-¡Maldito seas! –gruñó Snape, sacó su varita y encaró al perro, que le comenzó a gruñir de forma amenazadora.
Toda la mesa de Gryffindor los miró, y algunos alumnos comenzaron a reír. El perro era muy valiente por enfrentarse a Snape, pero Snape debía de estar loco para hablarle a un perro.
-Grrr... te arrepentirás de esta –Snape desistió y se fue hacia la mesa de los profesores. Sirius se giró y meneó el trasero y su cola en modo de burla.
Harry se acercó a Sirius y lo acarició, disimuladamente le habló al oído.
-Quieres que me odie de verdad, ¿no?
Sirius hizo un ruido canino y negó con la cabeza.
-Entonces déjale en paz. Yo solo me las podría haber apañado.
Sirius ladeó la cabeza hacia la derecha con una expresión de sarcasmo y cogió la mochila de Harry que Snape había dejado caer al volver a la mesa alta.
-¡Oh! Mi mochila... –Harry la cogió y se percató de que Sirius había aparecido en el momento justo para que no le pillasen. –Gracias, Sirius. –Pero él estaba molesto y le volvió la cara. -¿No me digas que ahora te has enfadado? –Sirius le dio la espalda.
-Harry, parece ser que tu perro está molesto –rió Lee Jordan.
-Sí, es que es muy cabezota.
Sirius ladró a Harry y volvió a darle la espalda. Harry pensó durante unos segundos hasta que tuvo una idea.
-¿Sabes que acabas de morder la capa de Snape? –El perro puso expresión de horror. –Eso significa que has mordido algo que ha estado en contacto con Snape durante tres semanas sin lavarlo ni una sola vez.
Sirius lanzó un gran gemido canino y escupió sin parar, mientras que Harry reía, al igual que algunos alumnos que estaban cerca.
-Vamos, vamos, Sirius –dijo Harry conteniendo la risa. –Toma un poco de zumo de calabaza. –Sirius se lanzó sobre el vaso que le ofreció Harry y bebió de él.
-Deberías de llevar tu perro a la enfermería –dijo Fred. –Morder la ropa de Snape es tóxico.
-Tranquilos, sobrevivirá. ¿Te apetece un bollo de canela? –le ofreció uno.
-¡Wauf! –y se comió el dulce de un bocado.
-Harry, date prisa en desayunar. Queremos ir a la biblioteca a "estudiar" pociones –dijo George. Sirius miró a Harry arqueando una ceja.
-Van a venir con nosotros –Sirius miró a los gemelos con desconfianza. –Tranquilo, son de fiar.
Sirius suspiró y se comió los huevos revueltos del plato de Harry.
-¡Sirius! ¡Si querías huevos revueltos habérmelos pedido! –Harry puso su plato en el suelo.
-¿Sirius? –preguntaron varios alumnos.
-¿Llamas a tu perro como a tu padrino?
-No, veréis... es que Snuffles, así es como se llama el perro, y Sirius se parecen muchísimo en el comportamiento. A veces solo los distingo porque Sirius anda a dos patas y Snuffles a cuatro.
Varios alumnos rieron, pero Sirius miró a Harry, dolido, y salió del Gran Comedor.
-¿Sirius? –Harry vio como se fue su padrino. –Maldita sea – suspiró Harry. Cogió un bollo de nata y se lo metió en la boca, agarró su mochila y siguió a su padrino. Salió del Gran Comedor y buscó a Sirius, que estaba torciendo una esquina de un pasillo a la derecha.
-¡Sirius! ¡Espera!
-¡Waf! –ladró y siguió su camino.
Harry torció la esquina y no había ningún rastro de Sirius, había desaparecido. Buscó con la mirada pero no lo veía por ningún lado. Harry suspiró.
-¡Sirius, es inútil que te escondas! –gritó. -¡Tengo el mapa del merodeador!
Se escuchó un gemido canino y Sirius salió detrás de un tapiz. Harry se acercó a él y se agachó.
-Era una broma. Sabes que no lo digo en serio.
Sirius miró a su ahijado y éste lo abrazó. Sirius lamió una mejilla de Harry y se echó sobre Harry, tirándole al suelo.
-¿Ya estás mejor? –Sirius agitaba su cola y lamía a Harry en la cara. –Ja, ja, ja, ja, ya basta Sirius. Ja, ja, ja, ja ¡Ya vale!
Harry se puso de pie y Sirius volvió a su forma original.
-¿Dónde os habéis metido Remus y tú en estos días?
-Bueno –Sirius sonrió y miró a otro lado, esquivando la pregunta de su ahijado. –Tuvimos que hacer unos recados para Dumbledore. Nada sin importancia. –Harry miró a su padrino. -¡Te lo digo en serio!
-Supongo que sí –Harry se encogió de hombros. -¿Quieres la mitad? –le enseñó el bollo de nata.
-Vale. Apenas he desayunado hoy –cogió el trozo que le pasó su ahijado.
-Es mejor que vayamos a la puerta del Gran Comedor, había quedado con los demás a las 11 –añadió Harry, mirando su reloj de muñeca.
Sirius y Harry volvieron al Gran Comedor y allí les esperaban Ron, Hermione y los gemelos Weasley.
-Hola, Sirius –los saludó Fred y George.
-¿Qué hay?
-¿Vamos? –dijo Harry, yendo por una escalera cercana y los demás lo siguieron.
-Harry, es mejor que saques el mapa, iremos más seguros –dijo Sirius.
-Tienes razón –Harry sacó el mapa y su varita de la mochila, y golpeó con ella el pergamino mientras decía: "Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas".
Ron, Hermione, Fred y George observaron asombrados como el castillo aparecía poco a poco.
-Esto es lo mejor que he visto en mi vida –susurró Fred emocionado.
-¿Hay alguien cerca? –preguntó Sirius.
-No, todos están en el Gran Comedor. Podemos ir tranquilos.
Y de ese modo, siguieron su camino hasta el pasillo donde se encontraba la pared oculta.
-Ya hemos llegado –Sirius apartó la pared, revelando el pasadizo. Hermione, sorprendida, se llevó las manos a la boca, y Ron y los gemelos intercambiaron miradas nerviosas. En ese momento Harry miró el mapa y lanzó un grito.
-¿Qué ocurre? –preguntó Ron.
-¡Snape! ¡Viene hacia aquí!
-¡Rápido! ¡Entrad yo me encargo de él! –Sirius empujó a los chicos a través del hueco de la pared y cerró la pared tras de ellos, quedándose a oscuras.
-¡Sirius! –gritó Harry y el eco de su voz resonó en las paredes. Levantó su varita y dijo: -¡Lumos! –y la punta de su varita se iluminó, alumbrando el lugar. Hermione había hecho lo mismo. Por su parte, Ron había tropezado con George y los dos estaban en el suelo, y Fred miraba el pasillo que se perdía en la oscuridad con suma curiosidad.
-¿Estáis bien?
-Yo sí –respondió Hermione.
-Y yo.
-¡Nosotros no! –añadieron George y Ron, intentando incorporarse.
Harry pegó la oreja a la pared para poder escuchar lo que pasaba afuera, aunque se escucha leve y lejano, Harry pudo distinguir algunas palabras.
"¿No te recuerda esto a los viejos tiempos, Snoopy?
"Cállate, Black".
"¿Y si no quiero?"
"Te cerraré ese estúpida bocaza que tienes".
"Veamos si puedes".
Después se escucharon varias maldiciones y el sonido de una explosión.
-¡Sirius! –grit y empujó la puerta para salir afuera.
-¡Espera! –Hermione lo siguió.
Sorprendidos, vieron que Sirius estaba de pie, rodeado de una extraña humareda y jugando con su varita.
-¿Estás bien, Sirius? –preguntó Harry, preocupado.
-Tranquilo, yo estoy bien. Pero no puedo decir lo mismo de Snape –respondió Sirius, guiñando un ojo y señalando al techo.
-¡Aaaaah! –gritaron a la vez Harry y Hermione. En el techo había una especie de capullo de insecto que se agitaba sin parar.
-No me digas que es... –titubeó Harry.
-Sí, es Snape.
-¡Madre mía! –exclamó Hermione. Se llevó una mano a la boca y miró a Harry, aterrada –Ahora sí que te va a odiar.
-Tranquila, si me entero que "ese" –Sirius señaló con la cabeza al capullo- es injusto con Harry vendré para darle una lección.
Fred salió al pasillo y soltó una enorme carcajada al ver el capullo que colgaba del techo.
-¡George, sal! ¡Tienes que ver esto!
Su gemelo salió y lo imitó en la reacción. Ron salió también y se quedó paralizado al ver el capullo.
-¿Qué es eso? –preguntó aterrorizado, la idea de que una araña saliera pasó por su cabeza.
-Eso es Snape.
-¡QUÉ!
-Sirius, tienes que enseñarnos a hacer ese encantamiento –dijo George.
-Cuando queráis.
-¿Y cómo saldrá el profesor Snape de ahí? –preguntó Hermione.
-Por mí que se quede así todo el curso –añadió Harry.
-Saldrá en cuanto le salgan unas preciosas alas de mariposa y lo mejor es que no existe contrahechizo ni poción para que las elimine.
-¿Entonces tendrá que quedarse con ellas?
-¡Ojalá! Se deshacen a la semana. Pero aún así no podrá pasearse durante un tiempo por los pasillos. Ahora sí podemos seguir con lo nuestro.
Volvieron a entrar al pasillo y cerraron la pared. Encendieron sus varitas y anduvieron hasta que llegaron al pie de las escaleras.
-Llegados a este punto debo advertiros de algo.
-¿El qué? –preguntó Hermione.
-Estas escaleras están encantadas, por lo que os digo antes de comenzar a bajar, debéis desear llegar pronto al final. De lo contrario estaremos bajando escaleras durante horas.
-¡Ey! A mí no me avisaste de eso –se quejó Harry.
-Porque conociéndote, sabía que te cansarías pronto.
-Ahora que lo pienso, la puerta apareció de repente.
-Así es. ¿Lo habéis entendido?
Todos asintieron y comenzaron a bajar.
-¿Y cómo conoció usted este pasadizo, señor Black? –preguntó Hermione.
-Fue cuando intentábamos escapar de Poison.
-¿Poison?
-Era el profesor de Pociones y jefe de la casa Slytherin cuando yo estaba en Hogwarts.
-¿Y por qué escapabas de él?
-Porque habíamos metido unos doxis dentro de su despacho.
-¿Quiénes?
-James, Remus y yo.
-¿El señor Lupin también?
-Esa semana Poison le puso una nota baja en un trabajo que estaba perfecto y Remus no estaba de acuerdo.
-¡Vaya!
-Hermione, aplícate el cuento –bromeó Ron.
-Yo no pienso meter ningún doxy en el despacho de un profesor solo porque me ponga una mala nota.
-No, tú estarás quejándote todo el día y nosotros te tendremos que aguantar –añadió Harry, exasperado.
Hermione soltó un bufido y lo golpeó en un brazo.
-¡Auch!
-¡Mirad! –exclamó Ron, señalando a la puerta que acababa de aparecer ante ellos.
-Ya hemos llegado. Harry, quieres hacer los honores.
-Será un placer.
Harry se acercó a la puerta, puso una mano sobre ella y dijo la contraseña. Se oyó el sonido de una cerradura abrirse y la puerta cedió, apareciendo por ella una extraña sombra...
-¡Hola, chicos! –saludó Remus, saliendo de repente. Todos gritaron del susto.
-¿Qué demonios haces, Moony?
-Pues limpiando esto un poco. Estaba hecho unos zorros.
-¿Y esas pintas? –Sirius señaló la ropa de su amigo, quien vestía su atuendo habitual pero con un delantal, un paño en la cabeza y un plumero en la mano.
-Te he dicho que estaba limpiando –protestó. Pero todos lo miraban de reojo. –Olvidadlo... Pasad, chicos, todo está preparado.
El grupo entró y Harry comprobó que se veía muy distinto cuando estaba ordenado y limpio. Hermione se acercó a ver los libros que había en la estantería, cogió uno y comenzó a pasar páginas.
-Solo hay maldiciones.
-Sí –Remus se acercó –son libros que comprábamos en Hogsmeade porque no eran muy útiles. Deberías de ver qué maldiciones se sacan de aquí. Había una que metía a una persona dentro de un capullo y...
-Ya la conocemos –dijo Harry.
-¿Ah, sí?
-¿Y éste baúl? –Ron lo abrió y miró dentro. –Está oscuro –metió medio cuerpo dentro –y no tiene fondoooooooooooooooooooo... –gritó cuando desapareció dentro del baúl.
-¡Ron! –gritaron los chicos.
-No os preocupéis. Estará bien –dijo Sirius.
-¡Sacadme de aquí! –gritó Ron desde dentro del baúl.
-¡Ronnie, ¿qué es lo que ves?! –preguntó Fred.
-¡Nada! ¡Está muy oscuro! Me parece que es una habitación.
-Esto era nuestro trastero particular –explicó Remus. –Este baúl tiene la capacidad de un cuarto tres veces más grande que este.
-¡Aquí hay muchas cosas! ¡Auch!
-¿Qué pasa?
-Creo que me he dado contra una mesa. Auuu, duele...
-¡Venga, Ron! –gritó Sirius. -¡Busca una escalera que debe de haber por ahí para poder subir!
-¡Sí, aquí está!
Del interior del baúl apareció el extremo de unas escaleras, Ron salió cubierto de polvo.
-Estás hecho una pena –bromeó Harry.
-Muy gracioso. Ayudadme, anda.
Sirius y Remus lo cogieron por los brazos y le sacaron de un tirón de ahí. Remus sacudió a Ron con el plumero, quitándole parte del polvo de encima.
-Este sitio es una maravilla –dijo George. –Hay cosas fantásticas para hacer bromas.
-Nos llevó años recolectar todo esto.
-Qué pena que tuvieron que dejar todo esto aquí, ¿no? –añadió Fred, cogiendo un pequeña caja de la estantería.
-Puede ser, pero no podíamos llevarnos todo esto. Además, contábamos que una nueva generación viniera y empleara todo esto. –Sirius agitó el pelo de Harry.
-Sirius, cuéntanos alguna historia de cuando estabas en Hogwarts –dijo Fred.
-¿Me habéis visto cara de abuelo que cuenta cuentos? –se quejó Sirius. -¡Aún soy joven!
-No le hagáis caso –añadió Remus. Yo os puedo contar alguna si queréis.
-¡Sí!
-¡Claro!
-Adelante, abuelo Remus –añadió Sirius.
Remus le lanzó una mirada reprochadora, se sentaron en el sofá y otros en las sillas.
-Os contaré algo que nos pasó en 6º curso...
Un joven Remus corría por un pasillo de Hogwarts, entraba en las aulas que se encontraba como si estuviese buscando algo. Fue por otro pasillo y se encontró con una chica de melena rojiza y brillantes ojos verdes.
-¿Qué tal?
-Nada, Lily.
-¡Maldita sea! –exclamó Lily, pegando una patada al aire. -¿Dónde demonios estarán?
-No lo sé. Yo he buscado por todo el castillo y no los he encontrado.
En ese momento apareció un chico bajito y gordito, de pelo castaño y nariz parecida a la de las ratas.
-Peter, ¿has encontrado algo? –preguntó Lily.
-No, y he buscado en todos los escondites que recuerdo.
-¡¿Pero dónde se han metido?! Como no los encontremos pronto McGonagall volverá a enfadarse con nosotros.
-No entiendo porque pensáis que van a hacer algo malo...
-Por que llevan toda la mañana desaparecidos y eso no es una buena señal, Peter.
-Pero no creo que...
¡¡BOOM!!
Una explosión sonó de repente tres pisos más abajo y el suelo tembló levemente bajo sus pies.
-¡Ay, no! –gimió Remus.
Los tres echaron a correr hacia la entrada del castillo, donde supuestamente se había producido la explosión. Bajaban las escaleras principales cuando resbalaron con algo verde que había en ellas y cayeron al suelo.
-¡Ay! ¿Qué es esto? –exclamó Lily, cogiendo un poco de la sustancia.
-No lo sé, pero está todo lleno de eso –añadió Remus mirando a la entrada que estaba cubierta de esa sustancia viscosa y verde, paredes, suelo y techo estaban cubiertos. Había muchos alumnos que estaban cubiertos de eso y que en vano, intentaban ponerse en pie.
-¡Cielo santo! ¡Lo que han armado!
-Y eso no es todo, mira allí –Remus señaló el principio de las escaleras donde se encontraban McGonagall y Poison sosteniéndose a la barandilla para no caer.
-¿Es así cómo tú educas a tus estudiantes? –gritó Poison, enfadado.
-¡No tienes pruebas de que sean ellos! –protestó McGonagall que tenía las gafas torcidas y el sombrero de bruja se le caía al suelo.
-¡Por favor! ¿Pruebas? ¡Se sabe de sobra que son ellos, esto lleva su firma! ¡Usted es una vergüenza como profesora!
-¡Le prohíbo que me hable de esa forma! –gritó McGonagall, levantando un dedo acusador -¡Llevo más años que usted ejerciendo en esta profesión, asi que no le permito que me hable de ese modo!
-¡Ja! ¡Ya se ve a primera vista! ¡Seguro que no puede hacer que se estén quietos ni una semana!
-¿Qué se apuesta?
-¿Quieres apostar, eh? –respondió Poison con malicia. -¡Bien! Te apuesto todos los puntos de nuestras casas a que no eres capaz de que esos dos se estén quietos una semana.
-¡Acepto! –se dieron la mano y Poison subió las escaleras agarrado a la barandilla.
-Profesora McGonagall –Lily se puso de pie pero en seguida se cayó y bajó las escaleras sentada, hasta quedar junto a la McGonagall. -¿Sabe lo que acaba de hacer?
-Sí –titubeó McGonagall, pálida. –Y no me gusta nada...
En un pasillo muy lejos de allí, dos chicos habían aparecido de la nada. James y Sirius se habían ocultado con la capa invisible del chico de gafas.
-Menos mal que nos adelantamos a Moony y cogimos el mapa –dijo Sirius enrollando el pergamino. –No veas como corrían Moony, Wormtail y tu chica. Je, je, je, seguro que ahora mismo Lily está buscando una soga para colgarnos.
-Seguramente –rió James, guardando su capa en su mochila.
-¿Y ahora qué hacemos?
-¿Qué te parece si nos acercamos a Hogsmeade para conseguir algunos dulces extras?
-Me parece una idea estupenda.
Los dos amigos tomaron un pasadizo secreto y aparecieron en la otra punta del castillo para despistar a sus "cazadores". Subieron unas escaleras viejas y ocultas y se encontraron con un grupo peculiar al torcer la esquina: Malfoy, Snape, Crabbe, Goyle, Narcisa, Bellatrix y Regulus Black. El rotro de Sirius palideció y gruñó entre dientes. Por su parte, James sonrió como si nada.
-¿Qué hay? –saludó, agarró a Sirius del brazo para que se detuviera.
-Te veo muy feliz, Potter, a pesar de que tu casa está en apuros.
-¿Mi casa en apuros? Que yo sepa mi casa no está en apuros, pero yo sí tengo un "apuro" en el cuerpo solo de verte la cara.
-¡Ja! Pues deberías de saber que tu querida profesora acaba de apostar todos los puntos de Gryffindor con el profesor Poison.
-¿Y qué han apostado? –rió James que no acababa de creérselo. -¿qué casa tiene más gente atractiva? Porque os ganamos por adelantado, viendo vuestras caras.
-No, Potter –añadió Bellatrix con malicia. –Han apostado que vosotros no haréis ninguna trastada durante todo una semana, y en juego están los puntos de nuestras casas.
La sonrisa de James se borró de su rostro.
-¿Estás segura de eso? –preguntó Sirius, interviniendo al fin.
-Completamente –dijo Narcisa –es la comidilla de toda la escuela.
-Y a ti seguro que te encanta, ¿eh, arpía?
-¡Traidor!
-¿Qué se siente al saber que de tus tonterías depende toda tu casa, Potter? –dijo Snape.
-Pues me siento importante, Snoopy –respondió James cargado de ira. –Ahora mismo tengo el triple de importancia que tú, Don Nadie.
-¡James! ¡Sirius! –chilló Lily a sus espaldas, venía acompañada de Remus y Peter. Todos pegaron un salto por la repentina llegada de Lily.
-¡Vaya! Aquí llega tu chica, Potter –dijo Lucius. –Tal para cual, dos perdedores.
-¡Ey! –exclamó Sirius y encaró a Malfoy, James lo agarró de la túnica para detenerlo.
-¡Os he estado buscando por toda la escuela! –gritó Lily, parándose ante James para quedar cara a cara. -¡McGonagall os quiere en su despacho ahora mismo! ¡Ya!
-Uuuuh, qué miedo da la pequeña sangre sucia –se burló Narcisa.
-¡Eh! ¡No llames a Lily así! –gruñó James.
-Déjalo, James –dijo Lily mostrándose indiferente ante el comentario. Agarró a James del brazo y se lo llevó arrastrando de allí. Sirius lanzó una última mirada de odio al grupo de Slytherin y siguió a la pareja, acompañado de Remus y Peter.
-Esta vez la habéis hecho buena –dijo Lily cuando estaban lo suficientemente lejos del grupo. –McGonagall está muy enfadada con vosotros.
-Nos hacemos una leve idea –comentó Sirius sin importarle en absoluto.
-Entrad –les dijo Lily cuando llegaron al despacho de la profesora McGonagall. Lily abrió la puerta y empujó a James dentro. –Y tú también. –Sirius se encogió de hombros y entró tranquilo.
Dentro se encontraba la profesora McGonagall que miraba un pergamino, pero en cuanto llegaron los dos dejó el pergamino de lado y los miró seria.
-Sentaos.
James y Sirius obedecieron sin rechistar.
-Veréis, hoy he cometido una locura, por así decirlo –comenzó a explicar McGonagall mientras se frotaba la frente con el dedo índice y pulgar.
-Si es sobre la apuesta, estamos informados –atajó James.
-¿En serio?
-Sí, Malfoy y los suyos han sido tan "amables" –Sirius recalcó las comillas haciendo un gesto con los dedos- de informarnos.
-Bien, en ese caso solo les diré que confió plenamente en vosotros –dijo McGonagall muy seria. -Porque si fracasan tendrían un castigo especial.
-¿Castigo? –James y Sirius se quedaron sin respiración. -¿Qué clase de castigo?
-Castigados a limpiar la sala de trofeos hasta que salgan de Hogwarts.
-¿¡Qué!?
-Por supuesto, si lo consiguen tendrán una recompensa –añadió McGonagall con una sonrisa.
-¿En serio? –exclamó Sirius poniéndose en pie, emocionado.
-Así es. Y lo que quieran.
-¿Lo que queramos? –James se puso esta vez en pie.
-Sí. ¿Qué les gustaría?
-¡Sin deberes de Transformaciones durante lo que queda de año! –exclamaron.
-Una bolsa de dulces Honeydukes y pueden quedar satisfechos. –Los dos casi caen al suelo. –Para que no hagan nada, le he dicho a los prefectos de Gryffindor que os vigilen todo el tiempo. Aunque me fio de vosotros, sé que la carne es débil y sobretodo las vuestras. Y ahora pueden volver a la sala común, y ya saben: los puntos de nuestra casa dependen ahora de vosotros. La apuesta empieza hoy, durante una semana no pueden hacer ninguna trastada, ¿entendido?
-Entendido –respondieron monótonamente.
Salieron del despacho de McGonagall decaídos. La sola idea de no poder hacer ninguna broma durante una semana les deprimía. Lily, Remus y Peter los esperaban en la puerta del despacho.
-¿Cómo os ha ido? –sonrió Remus.
-¿No me digas que estás feliz? –le reprochó Sirius.
-Tampoco voy a tirar cohetes pero no veas que semana más tranquila me espera.
-Me alegro por ti.
-Me voy a la cama –susurró James.
-¿No vas a comer nada? –le preguntó Lily.
-Mi ánimo está enterrado. No tengo hambre.
-¡Ah! –Lily se llevó sus manos a la boca. –Debes de estar realmente mal si no tienes hambre. Si quieres te puedo llevar algo de comer por si se te antoja más tarde.
James se encogió de hombros y se alejó por el pasillo de la izquierda.
-Voy contigo, Jim –dijo Sirius y se fue con su amigo.
-Están peor de lo que pensaba.
-Tranquilo, solo es una semana, sobrevivirán.
-¿Estarán bien a solas?
-Sí, vamos, eso espero.
Cuando llegaron a la sala común de Gryffindor, James y Sirius intentaron esquivar los comentarios y quejas de sus compañeros subiendo a cuarto, rápidamente.
-¡Madre mía! –se quejó Sirius cerrando la puerta de un portazo. -¡Cómo se ponen!
-Es normal que estén así. Si perdemos todos los puntos estoy seguro de que nos lanzaran maldiciones hasta que no nos reconozcan nuestras madres.
-Pero si no se enteran no pasará nada, ¿no?
James miró a Sirius a los ojos.
-Sirius, si na die se entera de las bromas no tiene gracia.
-¿Entonces tú esperas pasar la semana de abstinencia de bromas?
-Sí, no nos queda otra opción.
-No sé si voy a sobrevivir a esta –arguyó Sirius. Se dejó caer apoyado en la puerta hasta quedar sentado en el suelo.
-Tranquilo, estamos juntos en esta.
-¡Oye! –Sirius fue lanzado hacia delante cuando una chica de larga melena castaña ondulada en puntas y ojos pardos entró en la habitación como un huracán. -¡Acabo de enterarme de todo! ¡Espero que hagáis lo que McGonagall os ha ordenado porque paso de perder todos los puntos, ¿os queda claro?!
-Remus está en el comedor, Atenea –suspiró James.
-¿Quieres un calmante, guapa?
-¡No, no quiero calmantes! ¡Solo os advierto, os voy a vigilar todos los días!
-Ya lo sabemos –respondió Sirius, mirando al techo, cansado.
-¿Y qué haces en el cuarto de los chicos? Cualquiera que nos vea va a pensar que estamos haciendo algo indecente.
-Pero como no lo estamos haciendo –respondió Atenea, retrocediendo lentamente.
-¿Ah, sí? –dijeron los dos, intercambiando miradas perversas.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH!
-¡Pero cómo grita! –James y Sirius se taparon los oídos con las manos.
-¡Pero si es una broma, mujer!
-¡Además, como Lily ninguna!
-¡Ey! ¡Yo puedo ser tan buena como Evans!
-Sí, claro...
-Yo soy pre...
¡PLAF!
Atenea cayó hacia delante cuando Lily entró de repente en el cuarto, golpeándola con la puerta. La pelirroja traía consigo una bandeja de plata con un biombo.
-¡Holaaaaaaaaaa! ¡Aquí está la cena!... Uy, ¿qué haces en el suelo, Atenea? Mira, Jim, te traigo algo para que cenemos juntos –Lily saltó sobre Atenea que seguía tumbada en el suelo.
-Gracias, Lily. –La chica sonrió complacida.
-Nosotros también os traemos algo -dijo Remus. Él y Peter enseñaron dos bandejas más. –Aty, ¿qué haces en el suelo?
-Pregúntale a Evans –murmuró con la cara pegada al suelo.
-¿A mí?
Atenea bufó, se puso de pie y se sacudió la túnica.
-¿Te quedas con nosotros, Aty?
-No, mejor voy al Gran Comedor a cenar –Atenea le dio un beso a Remus en los labios y se marchó.
-Me pregunto porque nos esquivará –dijo Peter.
-Eso pregúntaselo a James y Sirius
-¿Por qué a vosotros? –preguntó Lily.
-Pues porque un día nos equivocamos al lanzar una maldición a los de Slytherin y le dimos de lleno a ella.
-¿Y qué maldición era?
-La maldición Pelusa.
-¿¡Qué!?
-Imagínate, se le llenaron todas las partes del cuerpo de pelo y donde tenía que tener se le cayeron.
-No me extraña que ahora no quiera estar en la misma habitación que vosotros.
-Pero fue un accidente. Nosotros no queríamos hacerle nada a Atenea.
-Ya, ya... lo que vosotros digáis...
-Bueno, chicos, ¿preparados para una semana de calma y pasividad? –dijo Lily alzando su copa.
-Supongo que sí –añadió James y brindó con ella.
En toda su estancia en Hogwarts, James y Sirius no habían pasado una semana pero que esa. Veían en todos lados bromas para gastar pero no podían y no querían perder puntos, aparte que todos los prefectos de Gryffindor los vigilaban día y noche. Como pudieron, sobrellevaron la situación durante cinco días de la semana.
-¿Y sabes qué es lo peor de todo? –dijo Sirius, deprimido, después de una soporífera clase de Historia de la Magia. –Tengo todos los deberes hechos de aquí hasta el final de curso y atiendo a todas las clases. ¡Me estoy convirtiendo en un listorro-moony!
-¡Oye!
-Pero eso es bueno, ¿no? –preguntó Lily.
-¿Bueno? –protestó el chico. -¡Es una pesadilla! Como deseo que todo acabe.
-Tranquilos, solo os quedan dos días –dijo Remus.
Entraron en el Gran Comedor y se sentaron juntos en la mesa de su casa.
-Sinceramente, no tengo ningunas ganas de comer –dijo James, jugando con su puré de patatas.
-¡Ay, no! Tienes que comer, Jim –protestó Lily. Cogió una cucharada de puré y se la acercó a James: -Dí: "Aahh".
-¿Qué? ¡Me niego!
-Vamos, solo tienes que abrir la boquita.
-¡Me da vergüenza! –el chico de gafas se sonrojó.
-Lily, déjalo, tú no sabes hacerlo. –Sirius acercó una cucharada a James. –Abre la boquita, Jimmy, aquí llega la snitch. –Para asombro de Lily, James sí se comió lo que le ofrecía Sirius.
-¿Por qué? ¿Por qué te comes lo que te da Sirius y no lo que te doy yo? –protestó enfadada.
-Porque el solo mi amigo y tú mi novia. Si me lo das tú me da corte.
-¡No vale!
-Tampoco es para tanto.
-¡Cómete esto o sino voy a gritar!
-Por favor, Lil.
-Voy a gritar...
James giró lo ojos y se comió lo que le ofrecía Lily, tragándoselo sin masticar.
-¿Contenta?
-Mucho.
-¡Ays, la pareja feliz! –se burló Sirius.
-¡Calla, desgraciado!
Después de la cena, decidieron regresar a la sala común para hacer los deberes, pero James prefirió ir a dar una vuelta por el castillo.
-¡James, no se te ocurra hacer una de las tuyas! –lo reprendió Lily.
-Tranqui, yo voy a ir con él –dijo Sirius.
-¿Se supone que ahora debo de estar más tranquila?
-No haremos nada, te lo prometo. –James besó a la chica en la mejilla. Giró sobre sus talones y se fue en dirección contraria a los demás, acompañado de Sirius.
-Qué aburrimiento, compañero –dijo Sirius.
-Ya, pero mira el lado bueno, ganaremos todos los puntos de Slytherin. –James se frotó las manos gustoso. –Solo de ver a Snape y a Malfoy derrotados ya me vale.
-Eys, ¿has oído? –Sirius tomó el brazo de su amigo y lo detuvo. –Es el graznido de mis primitas. Entra ahí. –Los dos entraron en una clase vacía que tenían cerca.
-Sirius, exageras.
-Calla, no escucho –Sirius había pegado la oreja a la puerta. –Se están acercando. ¡Y vienen con Snape y con Malfoy! Creo que también está el atontado de mi hermano... –En ese momento el pomo de la puerta comenzó a moverse. Sirius se apartó de la puerta. –Van a entrar.
-Ven aquí –James sacó su capa invisible de su mochila.
-¿Siempre la llevas encima?
-Sí, no veas lo útil que resulta.
Sirius se lanzó sobre James y cayó sobre él, la capa se deslizó sobre ellos, ocultándolos.
-Ten más cuidado, zopenco.
-Lo siento.
Malfoy entró en el aula seguido de los demás. Se sentaron en las mesas y sillas llenas de polvo que había allí.
-¡Tenemos que hacer algo! –dijo Regulus molesto. –El estúpido de mi hermano y su amigo parece que van a lograrlo.
Sirius estuvo a punto de decir algún disparate pero James le tapó la boca.
-Calma, lo tengo todo pensado –dijo Lucius muy seguro de sí mismo. –Severus...
Snape sacó un pequeño frasco con una sustancia verde fango y la depositó en una mesa para que todo el mundo la viera.
-¿Qué es eso? –preguntó Narcisa, poniendo cara de asco.
-Parece moco de troll –añadió Bellatrix.
-Es poción multijugos –explicó Snape, irritado ante la incompetencia de las chicas.
-¿Poción multi qué?
-Poción multijugos. Si a esta poción se le añade algo de una persona seleccionada, uno se puede transformar físicamente en esa persona.
-¿En serio?
-¿Y para qué quieres eso? –preguntó Bellatrix.
-Para ganar la apuesta con Gryffindor. Vamos a conseguir unos pelos de Potter y Black y vamos a hacernos pasar por ellos, gastaremos una broma y todo el mundo creerá que han sido ellos y ganaremos.
-¡Magnífico! –exclamó Narcisa.
-¿Pero qué haremos con los originales? –añadió Regulus.
-Los dejaremos inconscientes y lo encerraremos dentro de algún armario. ¿Qué os parece la idea?
-A mí me gusta –dijo Narcisa.
-Y a mí.
-Entonces mañana pondremos el plan en marcha. Crabbe y Goyle se encargarán de dejarlos inconscientes, y Severus y yo nos haremos pasar por ellos.
Todos asintieron a la vez.
-De acuerdo. Entonces volvamos a la sala común.
Cuando el grupo de Slytherin salió del aula, James y Sirius se quitaron la capa de invisibilidad.
-¿¡Has oído!? ¡Asquerosas serpientes! –gritó Sirius indignado y le pegó una patada a una silla.
-¿Qué hora es?
-¿Qué? ¿Para qué quieres saber la hora?
-Vamos, tú solo dímela.
-Son las ocho y media –dijo Sirius mirando su reloj de pulsera. -¿Y?
-Bien, hasta las nueve y media tenemos tiempo –añadió James y salió del aula.
-¿Eh? ¡Espérame! –Sirius siguió a su camarada. -¿Tenemos tiempo? ¿Para qué?
-Para visitar a Hagrid.
-¿Para visitar a Hagrid? –exclamó Sirius, incrédulo. -¡James, ¿los de Slytherin piensan en jugárnosla y tú piensas en visitar a Hagrid?!
-Estos días Hagrid a recibido un grupo de crups.
-¿Y qué tienen que ver esos bichejos?
-Esos bichejos están cubiertos de un bonito pelaje.
Salieron del castillo y corrieron hasta la cabaña de Hagrid. Cuando llegaron a la puerta, James llamó y Sirius esperó junto a él, impaciente por saber que tramaba su amigo. De dentro de la casa se escucharon los ladridos de Fang y la voz atronadora de Hagrid que intentaba calmarlo.
-Vamos, Fang... ¿Eh? ¡Hola chicos! ¿Qué tal?
-Estupendamente.
-¿Habéis venido a visitarme?
-En realidad no, Hagrid... es que queríamos pedirte un favor, en la asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas estamos estudiando los crups y como sabemos que tú te encargas de las criaturas nos gustaría poder observarlas para hacer los deberes.
-¡Por supuesto que sí! Por vosotros cualquier cosa. Venid, están en la parte de atrás. –Hagrid los llevó a una cerca que había detrás de la casa, donde había más de una docena de crups, eran parecidos a un terrier Jack Russell, pero con una cola bífida y con más pelo.
-Aquí tenéis. ¿Necesitáis algo más?
-No, muchas gracias. Ya podemos nosotros solos.
-Está bien, entonces yo me vuelvo adentro. Si queréis algo llamadme.
James saltó la cerca y todo los crups se acercaron a él moviendo las colas.
-Tengo un talento natural con las cosas que se parecen a los perros –James echó una ojeada a Sirius que intentó no darse por aludido.
-James, ¿me vas a decir que estás planeando? –preguntó Sirius, apoyado en la valla.
-Estás perdiendo toque, eh, Sirius. Estaba pensando hacerles un pequeño corte de pelos a estos amiguitos para fabricar pelucas.
-¿Pelucas? ¿Piensas venderlas para ganar algún galeón? Jimmy –Sirius negó con la cabeza exasperado- la mayoría de los chicos en Hogwarts aún les falta años para quedarse calvos.
-Pelucas de nuestros peinados.
En ese momento Sirius comprendió el plan de su amigo.
-¿Cómo demonios lo haces?
-¿El qué?
-Has ideado un plan en cuestión de segundos.
-Soy un genio –se encogió de hombros. –Venga, ayúdame a cortarles el pelo.
-Voy allá.
Cortaron el pelo de todos los crups, intentaron dejarles con algo para que no se notase tanto. Los metieron dentro de sus mochilas y se alejaron.
-¡Un momento! –bramó Hagrid en la lejanía, estaban a medio camino del castillo.
-¡Ups!
-¿Qué ocurre? –preguntó James lo más angelicalmente que pudo.
-¿Qué le habéis hecho a los crups? ¡Tienen el pelo más corto!
-Verás... Hagrid... –James le explicó todo a Hagrid, lo que iban a hacer los de Slytherin y lo que iban a hacer con los pelos que habían recolectado. –Es para darles su merecido...
-¡No podemos quedarnos quietos!
Hagrid meditó unos segundos, mirándolos desde las alturas, desconfiado, pero al final sonrió.
-Está bien, guardaré el secreto. Hacedles morder el polvo, chicos.
James y Sirius agradecieron a Hagrid su colaboración, se despidieron de él y regresaron al castillo.
-Ahora que caigo –añadió Sirius, él y James caminaban por los pasillos de Hogwarts en dirección a su sala común. –¿Esto no entraría como una trastada?
-Sí y no. Porque en realidad los que están jugando sucio son ellos, nosotros solo nos defendemos. Además, podría parecer que han realizado mal la poción y todo es culpa de ellos.
-Eres mezquino, Prongs.
-Gracias, Padfoot. Y ahora regresemos antes de que los prefectos pongan el castillo patas arriba buscándonos.
Llegaron ante el tapiz de la Dama Gorda, dijeron la contraseña y entraron, en cuanto estuvieron dentro todos los prefectos se acercaron a ellos muy enfadados.
-¿Dónde os habéis metido?
-Sabéis que no podéis hacer nada que se trate de una broma.
-¡Nuestros puntos están en juego!
-¡Tranquilos! –gritó James. –Solo hemos estado dando un paseo por los terrenos de Hogwarts, eso no cuenta como algo malo. Asi que calmaos y dejadnos en paz.
Los prefectos les lanzaron miradas desconfiadas antes de marchase, pero Remus y Lily se quedaron con ellos.
-¿Qué habéis hecho? –preguntó Lily, enfadada –porque no me creo eso de que han estado paseándose sin más.
-¡Pues si no te lo crees es tu problema! –replicó Sirius. –Hemos estado en la cabaña de Hagrid, podéis ir a preguntarle.
-¿En serio? –Lily miró a James, esperando su confirmación.
-¡Ah, paso! Nosotros no hemos hecho nada malo y tenemos nuestras conciencias tranquilas. Yo me voy a la cama, me duele la cabeza.
James agarró fuertemente su mochila y subió las escaleras del cuarto de los chicos. Sirius miró de forma reprochadora a Lily y a Remus y siguió a su amigo.
-Creo que hemos sido muy severos con ellos –dijo Lily cuando se hubieron ido.
-Lo habrás sido tú. Yo no he abierto la boca –se justificó Remus. Lily lo miró, molesta. –Eeeh... sí, hemos sido muy severos con ellos.
-Viejo, deberían premiarnos por nuestras magníficas actuaciones –rió Sirius, cerrando la puerta de la habitación. James estaba acostado en su cama riendo.
-Pero lo mejor han sido sus caras –logró decir James, controlando la risa.
-Sí, esas caritas de culpabilidad matan a cualquiera de la risa.
Se echaron a reír a pleno pulmón y así estuvieron durante un rato.
-Bien, Padfoot, hechiza la puerta para que nadie entre, tenemos trabajo que hacer.
-Pero tengo una duda, Prongs, ¿cómo haremos las pelucas?
-¿El gran Sirius Black tiene una duda? -preguntó James, aparentemente asombrado. –Y yo que pensaba que era el ser más inteligente en la faz de la tierra.
-¡Y lo soy! ¡No lo pongas nunca en duda! Ya nos la apañaremos para hacerlas.
James reprimió una risa, sabía perfectamente como tocar el orgullo de su amigo. Después de cerrar la puerta, los dos trabajaron en su plan hasta muy entrada la noche. Sobre las dos de la madrugada habían acabado todo.
-¡Uf! Al fin –bostezó Sirius y se estiró.
-Ahora guardémoslas en un lugar seguro hasta mañana.
-En la tabla suelta que hay debajo de mi cama, allí nadie mira.
-Sí, nadie...
-Bueno, tú y nadie más, espero.
-¿Qué te parece si vamos a por algo de comer a las cocinas?
-Está bien.
Guardaron las pelucas y bajaron a la sala común. Esta estaba vacía, exceptuando a Remus y a Peter, quienes estaban dormidos en unos sillones delante de la chimenea.
-Moony, arriba –James zarandeó a su amigo, quien entreabrió los ojos.
-¿Jimmy? -musitó, adormilado. -¿Ya podemos entrar? –bostezó.
-¿Qué?
-Intentamos entrar antes pero la puerta estaba cerrada y pensamos entrar más tarde, pero al final nos quedamos dormidos. –Remus se frotó los ojos y se reincorporó en su asiento.
-Vamos a despertar a Pity –Sirius se acercó al oído de su amigo. –Miaaaau, miaaaaau, ¡MIAAAUUUU!
-¡AAAAAAAHHHHHH! –Peter pegó un salto, chocándose con una mesita camilla y cayendo al suelo. Los tres rieron a ver a su amigo en el suelo. -¡No tiene gracia! ¡El gato...!
-El gato he sido yo, Wormtail, y tranquilo, que en tu forma humana no creo que te coma. Aunque la verdad, no estoy seguro, por tu tamaño... –Sirius posó una mano en la cabeza de su amigo.
-¿Queréis algo de la cocina? –preguntó James.
-¿QUÉ? –exclamó Remus. -¿A la cocina? ¡Ni pensarlo, para que os pillen! Ya vamos Peter y yo a traeros algo. Vamos, Peter...
-Remus...
-¿Qué?
-¿Piensas salir así por el castillo a estas horas?
-¿Eeeeh? ¿Me dejas tu capa, James? –preguntó Remus, sonriendo avergonzado.
-Encantado.
Al día siguiente todo transcurrió con normalidad durante las primeras horas, James y Sirius fueron a todas las clases y se comportaron adecuadamente, a pesar de que la profesora Sprout puso a tiro una maceta de semillas urticarias junto a los de Slytherin. Por la tarde, que la tenían libre, fueron los cuatro amigos a la biblioteca a repasar. James y Sirius estaban bromeando entre ellos cuando un trozo de papel, muy bien doblado, cayó ante Sirius.
-¿Qué demonios? –Sirius miró sobre sus hombros pero no había nadie cerca. -¿Qué será?
-¿Eh? –a James le cayó un papel parecido. -¿Qué broma es esta?
Remus levantó la vista de su trabajo de Defensa Contra las Artes Oscuras y vio como sus amigos estaban riendo por lo bajo y mirando a sus alrededores.
-¿Qué pasa?
-Admiradoras secretas –bromeó Sirius.
-O "admiradores" –añadió Peter.
-¡Cielo santo! –Sirius tuvo que meter un puño en su boca para reprimir una carcajada.
-¿Se puede saber qué os pasa?
-Nada, solo que esto tiene mucha gracia, mirad lo que pone: "Soy una admiradora secreta tuya que no puede dormir por las noches pensando en ti..." Uuuuh, ¿en qué pensará esta chica por las noches?
James rió llamando la atención de todos en la biblioteca y por supuesto de la señora Pince.
-¿Qué es lo que le hace tanta gracia, jovencito?
-¿A mí? Nada, nada –James se tapó la boca.
La señora Pince, enfadada, tomó a James por el brazo y lo arrastró hasta la salida de la biblioteca.
-Y no regrese hasta que no sepa comportarse –y entró otra vez a la biblioteca. James soltó una sonora carcajada cuando las puertas se cerraron ante él.
Minutos después salió Sirius, llevando su mochila y la de James.
-Hola, Paddy.
-Tsk, deberías comportarte, jovencito –lo reprendió Sirius en broma, pasándole la mochila. –Las notas dicen que nos esperan en el pasillo este del cuarto piso, ¿vamos?
-No sé, yo tengo a Lily.
-Venga, James, dale una alegría al cuerpo, la saluda: "Hola, ¿qué tal?" y te vas. Conocerás a la chica que vive suspirando por ti. Aparte de Lily, je.
-Está bien.
Fueron hacia el lugar de la cita hablando y haciendo bromas.
-¿Serán guapas? –comentó Sirius. –Porque como sean feas me largo...
¡PLAF!
Un enorme puño había aparecido de la nada desde una esquina y había golpeado a James en la cara, tirándolo al suelo.
-¡JAMES! –gritó Sirius, iba a agacharse para ayudar a su amigo cuando unos fuertes brazos lo agarraron por el cuello de la camisa y lo empujaron contra la pared, elevándolo del suelo.
-¿Qué hacéis? –gruñó Sirius.
Goyle lo había agarrado tan fuerte que le impedía respirar, mientras que Crabbe había puesto de pie a James para después golpearlo y tirarlo al suelo otra vez.
-Dejad... a Ja... James –Sirius empezaba a marearse por falta de aire. –No le hagáis daño.
-Yo si fuera tú, me preocuparía por tu estado. No estás en mejores condiciones, Black –sojo Lucius, arrastrando las palabras. Acababa de aparecer junto a Bellatrix, Narcisa, Regulus y Snape. Crabbe golpeó otra vez a James, su nariz y su boca comenzaron a sangrar, manchándole la ropa.
-Dejadle...
-¡Soltadlos! –gritó una voz femenina y atronadora.
El grupo de Slytherin se giró asustado. Lily se acercaba a ellos apuntándolos con su varita, sus ojos echaban chispas de ira.
-La sangre sucia... –musitó Malfoy.
-¿Qué estáis haciendo? –chilló la chica. -¡Dejadlos en paz!
Snape sacó su varita y encaró a Lily, iba a lanzarle el primer maleficio cuando sintió que se quemaba. Miró el bajo de su túnica que estaba ardiendo y la apagó rápidamente. Se giró y vio como James lo apuntaba con su varita. Si la mirada de Lily echaba para atrás al más pintado, la de James no se quedaba atrás.
-¡Eh! ¡Snape! –lo llamó Lily, se giró hacia ella quien le lanzó una maldición que logró esquivar por muy poco. -¡Yo soy tu contrincante!
-¡No empleéis la magia, Filch podría darse cuenta! –exclamó Malfoy, pero Snape no hizo caso a su advertencia porque Lily lo atacaba sin parar y al final tuvo que defenderse de la chica. -¡¿No me has oído, Severus?!
James se puso de pie, dudó en ayudar a Lily, quien tenía a Snape en un gran aprieto o a Sirius, quien tenía la cara cada vez más pálida. Decidió ayudar a su amigo, levantó la varita pero Malfoy le lanzó un hechizo expelliarmus y su varita salió disparada lejos de su alcance. Crabbe lo golpeó en la cabeza y James perdió el conocimiento.
-¡James! –bramó Sirius, furioso. Empujó a Goyle con sus piernas y se libró de él. Se frotó el cuello, levantó su varita y se colocó al lado de su amigo, defendiéndolo. -¡No os acerquéis!
-¡James! –gritó Lily, enfadada, y lanzó a Snape a varios metros.
-¡Expelliarmus! –Narcisa apuntó a Lily que quedó desarmada.
-¡Eh! –Lily se giró hacia ella, Snape se acercó corriendo a ella y la empujó por la espalda, tirándola al suelo.
-¡Ni se os ocurra! –bramó Sirius y disparó una maldición a Snape, haciendo que su boca desapareciera.
-¡Deja de hacer estupideces, Black! –lo reprendió Bellatrix. -¡Expelliarmus!
Sirius también quedó desarmado; levantó los puños y los encaró.
-Por favor, Black, no hagas tonterías –dijo Malfoy.
Crabbe hizo un rápido movimiento y le arrancó unos cuantos pelos; Goyle hizo lo mismo con James.
-¿Qué hacéis? –gritó Lily.
-Bien, ahora adentro –dijo Malfoy, hizo un movimiento con la varita y la puerta de un aula cercana se abrió, con otro movimiento lanzó a los tres dentro y cerró la puerta.
-¡Asquerosos! –gritó Lily, se puso de pie y golpeó la puerta con los puños pero sin ningún éxito. -¡Argh! –gritó de rabia y pegó una patada a la puerta haciéndole un pequeño agujero donde se le atascó el pie, tiró fuerte y al soltarse cayó de espaldas. -¡Estúpidos!
-¿Acabas de hacerle una patada a la puerta? –titubeó Sirius.
-¡Sí, no lo ves? –replicó Lily, enfadada. Sirius se amilanó ante la ira de la chica. –James –gimió y se acercó al chico que empezaba a recuperar el conocimiento. -¿Cómo te encuentras?
-Tengo la cabeza peor que una bludger después de un partido, nunca había recibido tanto golpes.
-Y estás sangrando –Lily sacó un pañuelo y limpió la sangre de la cara de James.
-Das pena, amigo.
-¿Te has visto últimamente en el espejo?
-¿Pero por qué han hecho todo esto? No lo entiendo.
-Querían tendernos una trampa –explicó Sirius.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Porque estábamos a punto de ganas la apuesta. Pensaban hacerse pasar por nosotros con una poción multijugos.
-¡Pero eso incumple unas cincuenta normas! Por eso os han arrancado pelos, ¿no?
-Sí.
-¡Entonces tenemos que impedir que empleen esa poción!
-Tranquila, Lil, lo teníamos todo pensado.
Lily los miró desconcertada, Sirius y James se miraron y se quitaron las pelucas dejando ver sus auténticas cabelleras, que eran iguales a las de imitación.
-Cielo santo –Lily cogió la peluca de James y la examinó. –Son perfectas. ¿Con qué pelo lo habéis hecho?
-Con pelo de crup.
-Pero la poción multijugos no funciona con pelos de animales. –Lily calló durante unos segundos y al final sonrió. -¡Sois tremendamente perversos!
-Gracias por el piropo.
-¡Ya veréis cuando les salga mal la poción! ¡Tendrán su merecido! –Lily saltó y aplaudió, emocionada.
-¿Dónde estarán? –preguntó Remus mirando por toda la mesa de Gryffindor.
-James nunca se pierde una comida si puede evitarlo.
-Eso es lo que más me inquieta.
-Evans tampoco está –añadió Atenea.
En ese momento el señor Filch cruzó el Gran Comedor hasta la mesa de los profesores, intercambió unas palabras con Dumbledores, quien se puso en pie y se fue acompañado de Filch, McGonagall y Poison.
-¿Cuántas horas llevamos aquí?
-Cuatro horas.
-Como no me saquen pronto me voy a volver loco.
-¿No lo estabas ya?
-No estoy para bromas, James. Detesto estar encerrado. –Sirius dio vueltas por la habitación como si fuera un animal enjaulado.
-No des vueltas, Sirius, me mareas.
El sonido de una cerradura abrirse sonó y la puerta se abrió. La profesora McGonagall estaba en el umbral de la puerta, nerviosa.
-¡Al fin los encuentro! –suspiró aliviada y llevándose una mano al pecho. -¡Los hemos buscado por todo el colegio! ¿Están bien?
-Sí, más o menos –contestaron los chicos, saliendo de su prisión temporal.
-¡Seños Potter, ¿qué le ha pasado?!
-He tenido un traspiés.
-¡Qué tarde más extraña! –exclamó McGonagall. –Primero, los crups de la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas están sin medio pelaje asi porque sí; después las misteriosas transformaciones de Snape y Malfoy, y luego vosotros encerrados. –McGonagall los miró con aire severo -¿No tendréis nada que ver, no?
-¡Para nada! Hemos estado todo el tiempo aquí encerrados. Nos atacaron por la espalda y no vimos quienes eran, ¿verdad, Lily?
-Sí.
-Está bien. Id a comer algo y volved a la Sala Común.
-Sí, profesora.
Recogieron sus cosas que estaban esparcidas por el suelo y se alejaron de allí, cuando estuvieron lo suficientemente lejos, gritaron y saltaron de júbilo.
-¡Victoria!
-¡Hemos ganado a los de Slytherin!
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-Tu madre era muy guapa –dijo Ron, levemente sonrojado.
Al anochecer habían regresado a la torre de Gryffindor y se habían reunido en el cuarto de chicos de primer curso. Harry les estaba enseñando fotos de sus padres cuando eran jóvenes. Todos se asombraron del parecido entre Harry y su padre.
-¡Sois clavados! –exclamó Fred. –Es como si te viéramos en un futuro.
-Y eso que no lo habéis visto a mi edad. Creo que tenía una foto por aquí. –Harry comenzó a pasar páginas del álbum que tenía sobre su regazo.
-Me hubiese gustado conocer a tu padre –añadió George. –Seguro que con Sirius y Remus serían unos adultos fantásticos.
Harry sonrió, a él también le habría gustado conocerlo, pasó otra página y se miró su muñeca derecha, asustado, estaba amoratada. Harry empezó a respirar rápidamente...
-Harry, ¿te ocurre algo? –preguntó Hermione.
-No, nada –miró a su amiga aparentando tranquilidad y volvió a mirarse la muñeca, que volvía a estar normal. Durante el tiempo que había ocurrido todo había sentido odio, temor, rencor y soledad, y no sabía por qué.
-Está bien, Profesor –Sirius cogió el sobre que le ofrecía. –La llevaremos enseguida.
-Necesito que estén todos reunidos el sábado por la noche.
-No se preocupe. Informaremos a todos –respondió Remus.
Sirius y Remus asintieron, Sirius se guardó el sobre en el interior de su túnica y ambos salieron del despacho.
Dumbledore se recargó en su silla, cerró los ojos y exhaló un largo suspiro. Se quedó a oscuras, disfrutando del silencio que le otorgaba la noche. A pesar de ser un gran mago, quien lo viera pensaría que era un anciano cansado por el paso de los años.
Volvió a suspirar y se levantó de su silla, se dirigió con paso lento a la ventana redonda de su despacho, en ella había una enorme lechuza, brillante como la plata, llevaba en el pico un sobre dorado adornado con florituras parecidas a un fuego retorcido.
-Me alegra volver a verte, Distrustalon –saludó Dumbledore. Abrió la ventana y estiró un brazo para que la lechuza se posara en él. Cogió la carta y dejó que la lechuza volara hasta el respaldo de su silla. Dumbledore abrió la carta y la leyó.
-Asi que todo está listo... –la lechuza lo miró con sus profundos ojos dorados. Suspiró y miró por la ventana. –Todo se revelará dentro de poco.
Continuará...
Hikaru in Azkaban
Miembro de la Orden Siriusana
Hakiru wanadoo. es
