Hola, perdonen si me retrase en actualizar pero se me unieron muchas cosas y este capítulo no me quedaba tal y como yo quería pero bueno, al menos me gusta como quedó, espero que a vosotros también. Uno de los motivos por lo que no actualicé antes fue porque no recibí ningún review ni nada, así que pensé que bueno, que os parecía que la historia era aburrida o algo. Pero luego pensé que la historia me gustaba y que quería acabarla, asi que la seguí. Y ya los reviews que recibí en el último momento me animaron más. Asi que nada, si no recibo reviews seguiré actualizando, lo que cuenta es que me guste a mí, si ya os gusta a vosotros pues mejor que mejor UU
Sorasakuyolei-Hermi: sinceramente, molaría eso de soñar con las respuestas de los exámenes y tal, XD a mí me encantaría hacerlo al menos. Muchas gracias por tu review nn
Kary Anabell Black: me alegra saber que sigues mis fics n.n Muchas gracias por tu review.
Zeisseñaa, me alegro. Muchas gracias por tu review.
Perdonen si estoy algo seca, pero es que me he levantado temprano y tengo mucho sueño U
DisclaimerHarry Potter y su mundo le pertenecen a J.K.Rowling, yo solo escribo por afición.
Capítulo 10º: De camino al castillo oculto
Harry subió las escaleras hacia el dormitorio de los chicos de dos en dos, abrió la puerta y se lanzó sobre su baúl, rebuscando en su interior todo lo necesario para un pequeño viaje, guardó todo dentro de su mochila y se cambió de ropa. Cogió su abrigo, se colgó la mochila, y se disponía a marcharse cuando se acordó de Hermione, Ron y los demás. Seguramente al día siguiente se preguntarían a dónde habría ido. Vio la pluma y el pergamino que Ron le había dejado en su mesita de noche. Cogió la pluma y garabateó una rápida nota en el pergamino, la dejó en un lugar visible para Ron, cogió sus cosas y salió de allí sin hacer ruido. Se puso su abrigo y bajó las escaleras hacia la sala común. Se sorprendió al ver a la profesora McGonagall delante de la abertura del retrato. Vestía una túnica verde y una capa ligera de viaje.
-Vamos, Potter, nos están esperando.
-Profesora, ¿usted también viene?
-Así es. ¿Tiene todo listo?
-Sí, ya lo tengo todo.
-Bonito abrigo –comentó McGonagall mirando el abrigo de Harry, que era largo hasta arriba de las rodillas, negro y con correas para abrocharlo, en mangas y en el cuello. –Me atrevería a decir que lo eligió el señor Black.
-Y no se equivoca –rió Harry. –Creo que Sirius tiene uno parecido.
-Tome esto –McGonagall le dio una pequeña bolsa de tela. –Es comida para el viaje, os hará falta.
-Vale.
-Vamos –McGonagall cogió un bolso que tenía a sus pies y salieron por el hueco del retrato. Bajaron hasta el hall y allí, esperándolos ante las puertas estaban Sirius y Remus.
-¡Sirius! ¡Remus!
-¡Chist! Potter, hay gente durmiendo.
-¡Eh, Harry!
-Otro… guardad silencio, por favor.
-Tranquila, profesora, ya se callan –dijo Remus y miró a Harry y a Sirius para que se callaran.
-Vale, vale… silencio –susurró Sirius e intercambió una mirada cómplice con Harry.
Por una puerta cercana, que daba a las mazmorras, apareció Snape, ataviado también para un viaje.
-¿Snape? –exclamó Sirius y miró a McGonagall. -¿También viene?
-Me temo que sí –gruñó Snape.
-Llevaos bien, ¿de acuerdo? No vamos a una simple excursión –ordenó McGonagall.
-Minerva tiene razón –dijo Dumbledore mientras bajaba las escaleras. Vestía una túnica azul cielo y una larga capa lila oscuro, con lunas y estrellas bordadas en los bordes. -Mejor no discutir porque el viaje es cansado ya de por si. Bien, ¿listos todos? –asintieron. –Entonces en marcha.
Salieron del castillo, los terrenos estaban completamente a oscuras, el viento mecía la hierba suavemente; la cabaña de Hagrid parecía una sombra deforme y en la superficie del lago se podía distinguir los tentáculos del calamar gigante.
Ante la puerta había un carromato sin ningún caballo que tirara de él. Subieron en él, y en cuanto cerraron la puerta éste comenzó a andar. Harry se asomó por una ventanilla y vio al castillo, que se erguía imponente en la oscuridad. Las estrellas tintineaban en el cielo y la luna en cuarto menguante aparecía y desaparecía a través de las nubes.
Poco a poco, el sueño comenzó a invadir a Harry. Se recostó en su asiento, y ayudado por el suave movimiento del carromato se quedó dormido en un sueño tranquilo.
Cuando despertó se sorprendió de que Sirius lo llevara sobre su espalda y que ya no estaban dentro del carromato, ni en los terrenos de Hogwarts. Dumbledore sacó su varita y la alzó en alto, y un autobús de tres pisos, de color violeta, apareció ante ellos. Harry se despertó totalmente al ver el autobús. Un muchacho joven, con la cara llena de granos y uniforme bajó del autobús y se dirigió a ellos.
-Bienvenidos al autobús noctámbulo, transporte de emergencia para el brujo abandonado a su suerte. Alargue la varita, suba a bordo y lo llevaremos donde quiera. Me llamo Stan Shunpike. Estaré a su disposición esta noche.
-Buenas noches –saludó Dumbledore. –Somos seis, y nos dirigimos al bosque de Misthum.
-De acuerdo, pasen. –Subieron al autobús, Stan se encargó del equipaje de todos, algo que le costó bastante ya que eran varias maletas, y alguna se le cayó.
El interior del autobús era espacioso, y estaba llena de camas, una gran lámpara de araña colgaba del techo, y al fondo había una pequeña escalera de caracol que daba a la planta de arriba. Stan les enseñó sus camas y pagaron los billetes.
-Perdona –dijo Sirius a Stan, mientras dejaba a Harry en una cama. -¿Tiene alguna bolsa de papel?
-¿Se marea usted?
-Yo no, pero Remus sí, y con mucha facilidad –señaló a Remus que estaba sentado en la cama de al lado, estaba levemente más pálido, sonrió a Stand, tímidamente.
-Tome.
-¿Sólo me da una? –añadió, nervioso.
-¿Es ajetreado el viaje? –preguntó Harry. Sabía que Remus se mareaba en los viajes movidos, pero le parecía que exageraban.
-Pronto lo sabrás.
-Vamos, Ernie –le dijo Stan al viejo conductor, que se había quedado dormido con las gafas colgando de una oreja.
Ernie despertó, cambió de marcha y con un fuerte estallido el autobús se puso en marcha. Harry cayó de espalda al suelo, acompañado de Sirius.
-Ajetreado se queda corto –bromeó Sirius.
Se puso en pie como puso, pero el autobús se movía tanto que volvió al suelo. Las camas se movían a un lado y a otro sin parar. Remus, en su cama, con los ojos cerrados, se estaba poniendo cada vez más pálido. Por su parte, McGonagall y Snape estaban sentados como si nada, y Dumbledore estaba acostado en su cama y parecía que dormía.
-¿No me digas que se ha quedado dormido? –preguntó Harry, asombrado.
-Me parece que sí, y no me preguntes cómo porque no tengo ni idea.
-Pero… -Harry se puso en pie, pero en un rápido viraje de Ernie Harry perdió el equilibrio y cayó hacia delante, Sirius lo agarró y lo tiró sobre la cama, librándole de un buen golpe.
-No es conveniente quedarse en pie. ¿Cómo va eso, Moony?
-Mal –gimió.
Frenaron bruscamente y Harry se aferró a Sirius para no resbalar de la cama.
-Hemos llegado a Oxford, señora Corkey.
Una bruja con la cara pálida y pelo desordenado bajó las escaleras de caracol, Stand la ayudó con su equipaje y cuando había bajado, siguieron su camino a gran velocidad. Pararon cuatro veces más hasta que llegaron por fin a su destino.
-Que tengan un buen día –se despidió Stand y con un fuerte estruendo el autobús se marchó.
Harry observó donde se encontraban, era un bosque silencioso, lleno de árboles altos y delgados. La niebla que envolvía al lugar parecía perenne.
-Ahora tendremos que andar un poco. Vamos –Dumbledore anduvo entre los árboles y los demás lo siguieron.
Harry suspiró, apenado, parecía ser que esa noche no iba a dormir mucho. Sirius lo observaba, mientras caminaba a su lado.
-¿Estás cansado? Si quieres te puedo llevar en brazos.
-Por favor, Sirius, que ya tengo once años, además, piensa en tu lumbago.
-¿Pero qué lumbago? –exclamó Sirius molesto. -¡Que no soy ningún abuelo!
Harry rió, sabía muy bien como enfadar a su padrino.
-¡Ven aquí, te voy a demostrar lo abuelo que soy!
Sirius cogió a Harry y lo aupó, llevándolo sobre su espalda.
-¡Sirius, bájame!
-Noooo –canturreó, divertido.
-¡Qué me bajes!
Hubieran seguido discutiendo si la profesora McGonagall no les hubiera gritado para que se callaran.
Al cabo de un rato, Dumbledore hizo un movimiento con la mano, indicándoles que se detuvieran.
-Ya deben de estar al llegar –dijo, mirando hacia el interior del bosque. Harry miró sobre el hombro de Sirius, pero la niebla no dejaba ver mucho más allá desde donde estaban.
Y entonces lo oyó, el ruido de cascos de varios caballos. Por un sendero, que pasaba desapercibido entre la maleza, aparecieron siete caballos tirando de un majestuoso carro plateado. Los caballos estaban colocados en parejas, excepto uno que iba al frente de todos. Harry no pudo reprimir su asombro al ver la belleza de esos caballos. Eran blancos como la perla, y aún en la oscuridad su pelaje resplandecía. Sus crines y sus colas eran de plata también, si no fuera que ya había visto fotos, habría pensado que eran unicornios. El que iba al frente de todos era diferente a los demás, este era ligeramente más grande que los otros, su crin y su cola eran de color dorado y sus pezuñas eran más grandes que las de los otros. Había unos pequeños bultos que sobresalían en los costados de los siete caballos, al principio Harry no supo qué eran, pero al fijarse mejor descubrió que eran un par de alas blancas. Los caballos se detuvieron ante ellos, y la puerta del carromato se abrió sola. Dumbledore subió y los demás lo siguieron. Al cerrar la puerta, el caballo guía relinchó y comenzó a caminar, induciendo a los demás. El carro se internó en la niebla, y a pesar de andar a través de un bosque, no se balanceaba demasiado.
-Creo que ahora es un buen momento para echar una cabezada. El viaje tardará un par de horas –dijo Dumbledore.
McGonagall, Snape, Remus y Sirius no parecían dispuestos a dormir pero a Harry no le pareció una mala idea. Se recargó en el asiento y cerró los ojos, en pocos segundos se quedó dormido.
-Profesora –Hermione levantó la mano. -¿Hoy no tocaba examen?
-Pero te quieres callar… -Harry y Ron taparon la boca a su amiga e intentaban agarrarle la mano.
-Es cierto, señorita Granger –dijo McGonagall, paseándose por la parte delantera de la clase, con aire autoritario. –Pero creo que hoy haremos algo distinto, ¿qué os parece si damos hoy una clase de tango?
-¿Tango?
-Sí, y para ello he pedido ayuda al profesor Snape.
En ese instante Snape entró en la clase, vestido con unos pantalones ajustados y una camisa desabrochada; llevaba una rosa en la boca y el pelo recogido, se acercó a McGonagall y comenzaron a bailar. La clase entera los observaba boquiabiertos y momentos después, Harry estaba bailando con Hermione, Ron no tuvo la misma suerte y tuvo que bailar con Naville por falta de chicas.
Después de una hora muy ajetreada salieron de la clase riendo y conversando sobre la inusual clase de McGonagall.
-¡Auch! Cómo me duele el dedo gordo. Neville era tan torpe que daba dos pasos y me pisaba.
-Pues sinceramente, me ha parecido una clase muy entretenida –comentó Hermione. –No me importaría tener otra clase igual.
Siguieron hablando de camino al Gran Comedor. Al pasar junto a una puerta Harry se estremeció y escuchó que alguien la golpeaba. Se detuvo ante ella, quedándose a solas porque Hermione y Ron siguieron caminando, sin percatarse de que Harry se había detenido, sus voces se fueron perdiendo poco a poco al girar una esquina; al igual que el resto de los alumnos, que se desaparecían. El pasillo se quedó desierto, solamente con Harry ante aquella puerta. Lo escuchaba claramente, jadeos, gruñidos, gemidos, golpes leves y el tintineo de unas cadenas…
-¿Hay alguien ahí? –preguntó, su voz tembló ligeramente, y dio un par de pasos vacilantes hacia la puerta. -¿Hola?
-¡Estúpido viejo! ¿Estás ahí? -Harry se sobresaltó y retrocedió hasta tocar la pared. La voz sonaba ronca y cansada, era masculina y estaba impregnada de una ira que estremeció a Harry. –Sí… sé que estás ahí… sácame de aquí… no tienes derecho a encerrarme… ¡NO TIENES DERECHO!... ¡SÁCAME DE AQUÍ! ¡SÁCAME DE AQUÍ! –comenzó a golpear la puerta que tembló ante los golpes. -¡SÁCAME!
Harry gimió y se agarró las muñecas, sentía que las oprimían fuertemente, como si unas cuerdas las estuvieran agarrando hasta dejarlas sin circulación.
-¡SÁCAME! ¡SÁCAME!
Harry abrió los ojos y pegó un salto sobre su asiento. Sintió un dolor penetrante en las muñecas y se las miró, tenían unos moratones anchos que parecían ataduras de cuerdas.
-¿Ocurre algo? –le preguntó Dumbledore que lo estaba mirando fijamente.
-Nada –respondió y ocultó las manos rápidamente.
-Hum –Dumbledore parecía muy poco convencido ante la respuesta de Harry. Miró sobre su hombro, a través de la ventanilla que estaba a su espalda y que daba a la parte delantera del carromato, las crines de los caballos se agitaban ante el galope. –Llegaremos dentro de poco. Estate atento, Harry, esto va a ser muy interesante.
Harry miró por la ventana, el paisaje era siempre el mismo, largos árboles y la espesa niebla. Todos los demás estaban dormidos, sólo él y Dumbledore estaban despiertos. Harry iba a preguntarle qué era lo que tenía que ver cuando al mirar otra vez al frente se quedó perplejo. Unas enormes puertas blancas se alzaban en medio del bosque, sin ningún punto de apoyo. El carromato se dirigía hacia ellas, que se abrieron de par en par, mostrando un paisaje totalmente distinto, un enorme camino en medio del agua. Traspasaron el umbral y las puertas se cerraron. Los caballos anduvieron por el estrecho puente que parecía que estaba flotando sobre las aguas cristalinas, que no parecían tener fin en el horizonte.
-¿Dónde estamos? –preguntó Harry con un deje de nerviosismo en la voz.
-En otra dimensión distinta al bosque Misthum.
-¿Pero… cómo?
-Todo está encantado por hechizos muy complicados que tú aún no llegarías a entender, Harry.
Harry se quedó quieto en su asiento, todo eso le estaba asustando un poco. La idea de que los caballos se desbocaran del camino y cayeran al agua no paraba de rondarle en la cabeza. Asi que cerró los ojos para tratar de alejar ese pensamiento y dormir un poco más.
Al cabo del rato abrió los ojos, era imposible dormido con tantas emociones embargándole. Miró otra vez por la ventanilla, esta vez se veía un hermoso bosque plateado que brillaba mágicamente. Los árboles, matorrales, la hierba y cualquier vegetación en el lugar eran de color blanco o plateado, como si hubiera nevado antes de tiempo. Incluso Harry notó que había bajado la temperatura.
-Es hermoso –comentó Harry. Dumbledore sonrió y también miró el paisaje.
-El bosque entero está encantado para que tenga este aspecto todo el año. También el frío es perenne.
Harry suspiró y una pequeña nube de vaho salió de su boca. Sirius que estaba dormido a su lado, tembló y abrió los ojos.
-¿Ya hemos llegado? –preguntó y bostezó.
-Aún no, pero queda poco.
Sirius miró por la ventana y pareció confundido.
-¿Cuándo ha nevado?
Harry y Dumbledore rieron con complicidad.
Los caballos siguieron su camino durante un rato más, Dumbledore despertó a los demás, quedaba poco para llegar a sus destinos.
El carromato pasó a través de un arco de maleza blanca y entraron a un enorme jardín de plata. Había figuras esculpidas en hierba de distintas clases de animales y seres mitológicos. Giraron alrededor de una fuente y se detuvieron ante un castillo.
Este era más pequeño que Hogwarts, pero no dejaba de ser imponente. Tendría por lo menos cinco o seis pisos. Las piedras, acorde con todo lo demás, eran de color blanco, y tenían talladas símbolos extraños por todas ellas. Había cuatro torres en cada esquina y una central que se alzaba en medio del castillo. Un pequeño foso rodeaba al castillo, de sus aguas salió una rampa de piedra que conectaba a las puertas del castillo, que se abrieron con un fuerte crujido, dejando ver las siluetas de tres personas, vestidas con túnicas encapuchadas de blanco y con símbolos dorados.
Bajaron del carruaje y se quedaron ante la rampa de piedra. Los tres encapuchados caminaron hacia ellos con paso lento e igual. Al estar ante ellos, se quitaron las capuchas, dejando ver que se trataban de dos mujeres y un hombre. Las mujeres estaban a ambos lados del hombre. Una era más joven que la otra, tenía el pelo negro azabache como Harry, largo y recogido, pero varios pelos rebeldes se escapaban del recogido. Sus ojos eran brillantes y marrones, muy bellos. La otra mujer era mayor, su pelo rubio estaba recogido en un mono más extravagante y cuidado. Sus ojos azules parecían fríos a primera vista, pero en realidad eran muy agradables. Y el hombre, que estaba en medio, era grande, de hombros ancho. Su pelo era negro azabache también, y lo que más sorprendió a Harry era que su pelo estaba desordenado. Una prominente barba ocupaba parte de su rostro. Sus ojos, marrones, estaban ocultos tras unas gafas de montura cuadrada.
Dumbledore se acercó al hombre y le estrechó la mano.
-Me alegro de volver a verte, Dimm.
-Lo mismo digo, profesor Dumbledore. ¿Cómo ha sido el viaje?
-Tranquilo, no ha habido ningún incidente. Eso sí, estamos cansados de viajar toda la noche.
-Os hemos preparado unas habitaciones con unas camas que están listas para que durmáis en ellas.
-Qué grata noticia.
-Pero antes que nada me presentaré, mi nombre es Dimm Potter, esta mujer tan bella –indicó a la mujer rubia- es mi esposa es Adria Potter. Y esta encantadora muchacha es mi única hija, Honny. Y tú –Dimm miró a Harry y se le hinchó el pecho- eres Harry, ¿verdad?
-S… sí.
-Yo, por si te lo estás preguntando, soy tu tío. Bueno, en realidad era tío de James, pero en todo caso, tú también eres mi sobrino.
-Encantado –dijo Harry, azorado.
-Y vosotros sois…
-Sirius Black, encantado –y estrechó la mano de Dimm.
-Yo soy Remus Lupin.
-Minerva McGonagall, profesora de Transformaciones en Hogwarts.
-Severus Snape.
-Creo que no es la primera vez que nos entramos, ¿verdad, señor Black?
-Y no se equivoca –añadió Sirius.
-Hace años en la estación de King's Cross, si mi mala memoria no me falla.
-Así es.
-Bueno, dejemos la charla para más tarde. Seguramente querrán dormir un poco antes del encuentro con el Anciano. Pasen.
Entraron en el castillo pasando sobre la pasarela de piedra. El interior del castillo era bastante amplio. Estaban en un salón enorme donde había varios sillones alrededor de una gran chimenea dorada. Al otro lado había una larga mesa de roble rodeada de sillas de respaldo alto. Había estandartes de todos los colores alrededor del salón. Al frente, había una gran escalera con alfombra escarlata, y a mitad de ellas había una gran ventana que iluminaba el salón, y a partir de ella se dividía subiendo en dos en direcciones contrarias. Las puertas se cerraron tras ellos con otro fuerte chirrido.
-Han llegado visitas –dijo Dimm y varios seres pequeños aparecieron de la nada vestidos con trapos diversos. En cuanto vieron a Harry hicieron unas exageradas reverencias. Harry se sintió incómodo ante el comportamiento de aquellos seres
-No te asustes, Harry –le dijo Sirius. –Son elfos domésticos.
-Nuestros invitados necesitan descansar. Llevadlos a las habitaciones.
Todos los elfos iban a acercarse a Harry pero uno, especialmente más emocionado que los demás, se adelantó.
-¡Bueno días, señor Harry Potter! Yo soy Dobby, y Dobby lo llevará a su habitación. –Con un rápido movimiento le quitó la mochila que llevaba en la espalda y, agarrándolo de la manga, lo llevó por escaleras al segundo piso.
Durante el camino Harry se fijó en el elfo doméstico: tenía grandes orejas de murciélago, ojos verdes tan grandes como pelotas de tenis y una afilada y larga nariz. Vestía una camisa pequeña a rayas y un trapo que le servía de pantalones.
-Ya hemos llegado. El Anciano dijo a Dobby que usted dormiría aquí.
Dobby abrió la puerta y llevó a Harry a su interior. La habitación era bastante acogedora. El suelo estaba cubierto de una moqueta burdeo, mitad de las paredes y el techo estaban pintados del mismo color, el resto de las paredes eran de color crema. Había una cama con doseles, que a Harry le recordó a la suya de Hogwarts; un baúl a los pies de esta, una mesa central redonda y un enorme armario. Una pequeña chimenea con un gran sofá ante él y un escritorio de caoba con una silla a juego, la pared ante el escritorio tenía colgado un pequeño tablón con pergaminos, fotos y una pequeña bandera de un equipo de quidditch.
-¿Qué le parece al señor Harry Potter la habitación?
-Es estupenda, Dobby.
-A Dobby le alegra saberlo. Dobby a intentado que la habitación permaneciera igual a como él la dejó.
-¿Él? ¿Quién es él?
-¡Oh! ¿No lo sabe? Claro, ¿cómo lo va a saber? Si el señor Harry Potter es la primera vez que viene al castillo de perla. Esta habitación le perteneció a su padre, al señor James Potter. El señor James Potter se quedaba en este cuarto durante las vacaciones de verano, desde cuarto curso en Hogwarts, hasta que se escapó.
-¿Qué se escapó? –preguntó Harry. Dobby se llevó las manos a la boca y parecía muy asustado.
-Dobby no debió decir eso. Dobby es un elfo malo –y se lanzó contra la puerta de la habitación, que se abrió y el pequeño elfo chocó contra las piernas de Sirius.
-¡Auch! ¿Qué ocurre aquí?
-Nada, solo que Dobby iba a golpearse contra la puerta.
-Ya entiendo. Los elfos y su manía de golpearse cuando desobedecen órdenes.
-Dobby malo… Dobby malo… ¡Dobby no debió decir eso! –y elfo salió de la habitación corriendo.
-Je, un elfo loco –rió Sirius. –Aunque no es el primero que me encuentro.
Sirius se paseó por la habitación mientras que Harry dejaba su mochila en la cama.
-Menudo cuarto. A Remus y a mí no nos ha tocado una igual de grande.
-Era de mi padre.
-¿Qué? ¿De James? –Sirius se giró hacia Harry.
-Eso dijo Lobby.
-Ya veo –la mirada de Sirius se ensombreció. –En todo caso, es mejor que duermas Harry. Dicen que nos van a llamar por la tarde.
-Está bien.
-Que descanses –Sirius se despidió de Harry revolviéndole el pelo y salió del cuarto, dejando a Harry a solas.
Se acercó hasta el escritorio y miró al pequeño tablón. Había cartas que Harry pudo ver que pertenecían a unos jóvenes Sirius, Remus, Lily y Colagusano; la receta de unas bombas caseras y varias fotos. Cogió una que le llamó la atención: su padre y su madre de jóvenes, con el uniforme de Hogwarts. Lo pensó un momento y luego decidió coger todas las fotos que había colgadas, seguramente a su padre no le importaría y le gustaba tener algo de ellos cuando eran jóvenes. Las guardó dentro de la mochila, se quitó el abrigo (no había traído nada para cambiarse) y se metió en la cama.
Estuvo dándole vueltas a lo que había dicho Dobby, ¿por qué se había fugado su padre?
Poco a poco se quedó dormido, pero antes de quedar dormirse escuchó el tintineo de unas cadenas.
Continuar
Hikaru in Azkaban
Presa 19985ψ∆ de la prisión de Azkaban
Miembro de la Orden Siriusana
